Capítulo 1

Actualmente me encontraba caminando por un sendero que probablemente era usado por todos los viajeros de la zona. El ambiente era extrañamente tranquilo, lo cual era sospechoso teniendo en cuenta que este mundo estaba plagado de criaturas peligrosas y salvajes.

No había un alma a la vista, solo el susurro del viento y el crujir de mis propios pasos. A pesar de la calma aparente, no bajaba la guardia.

Todavía no me acostumbro a andar con solo una capa y un pantalón. Ni siquiera llevo zapatos ni camisa —murmuré mientras ajustaba la capa sobre mis hombros—. Aunque, para ser honesto, no es como si lo necesitara. Este cuerpo es demasiado resistente como para preocuparme por algo tan trivial.

En ese momento, sentí una vibración bajo mis pies, una señal clara de que algo venía desde el subsuelo.

Tsk, qué molesto... —susurré, saltando hacia atrás justo a tiempo para evitar el impacto.

El suelo explotó en el lugar donde me encontraba momentos antes, y una gigantesca criatura emergió con un rugido ensordecedor. Era un dragón de tierra, una bestia colosal que parecía más salida de una pesadilla que de un ecosistema natural.

(Así que esto es el Quirk de detección de vibraciones. Prácticamente convierte mi percepción en un radar capaz de sentir cualquier movimiento en mi entorno. Es como si el suelo mismo me hablara.) —Mi mente analizaba cada detalle mientras observaba al dragón.

Su apariencia era grotesca: un tono terroso oscuro cubría su cuerpo similar al de una cucaracha. Sus extremidades colosales terminaban en garras afiladas como cuchillas, capaces de desgarrar acero. Sus ojos, de un granate profundo, me miraban con una mezcla de instinto depredador y odio.

Vaya, ¿así que tú eres un dragón de tierra? —comenté con burla, señalando a la criatura que rugía de forma amenazante—. Si me lo preguntas, pareces más una cucaracha gigante que un dragón.

La bestia reaccionó con furia, levantando una de sus enormes garras para intentar aplastarme. Sin embargo, gracias a mi combinación de Quirks como Sensor de Peligro y otras habilidades de detección, vi venir su ataque mucho antes de que lo realizara. Con una sonrisa confiada, esquivé el golpe con facilidad y me coloqué en posición para contraatacar.

Esto es curioso... Aunque mi alma todavía no se ha integrado por completo con este cuerpo, siento como si hubiera tenido estas habilidades toda mi vida. —Flexioné los dedos, sintiendo el poder fluir a través de ellos, y empecé a combinar Quirks para maximizar el daño —. Veamos... Rayo Impuro más Impulso Cinético x4, más Aumento de Fuerza x3... añadamos un poco de Carga Pesada.

Extendí mi palma, y un rayo de luz cargado de energía pura salió disparado. La velocidad y la potencia eran abrumadoras, y el dragón no tuvo ninguna oportunidad de esquivarlo. El rayo atravesó su cuerpo como si fuera mantequilla, dejando un agujero masivo en su torso. Antes de que pudiera caer, moví mi mano con un gesto rápido, haciendo que el rayo cortara hacia arriba y partiera en dos a la criatura.

El cuerpo del dragón se desplomó pesadamente contra el suelo, levantando una nube de polvo y un ruido ensordecedor.

Eso se sintió... extraño. —Observé mi mano mientras la energía residual chisporroteaba en mis dedos. Bajé la mirada hacia el cadáver del dragón, cuya sangre oscura comenzaba a formar un charco cada vez más grande —. ¿Qué pasaría si sumara aún más Quirks potenciadores?

Una sonrisa maliciosa se dibujó en mi rostro. El poder en la palma de mi mano era intoxicante, una sensación que ningún ser humano normal podría comprender. Era una fuerza imparable.

Solté un suspiro, mirando de reojo el cadáver del dragón. La escena era grotesca, pero no me importaba. Con un salto elegante, pasé por encima de su cuerpo y el charco de sangre sin ensuciarme en lo absoluto.

En fin, este pequeño calentamiento no fue nada especial. —Miré al horizonte, donde el sol empezaba a ocultarse detrás de las montañas—. Ahora, lo prioritario es encontrar la capital imperial o, al menos, algún pueblo. Necesito saber dónde rayos me encuentro.

Sin más, seguí mi camino, sin darle importancia a la pelea que acababa de librar. Sabía que lo interesante aún estaba por venir.

.

.

.

.

.

.

Por la posición del sol, diría que son las tres de la tarde —murmuré mientras alzaba la vista, tratando de calcular la hora solo con la posición del sol. —De algo me sirvió inscribirme a esas clases de supervivencia, supongo.

Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón, recordando aquellos días en los que aprendí técnicas para sobrevivir en caso de perderme. Siendo honesto, no tenía idea de por qué me molesté en aprender eso. En ese entonces, nunca salía de mi casa, mucho menos me aventuraba al bosque. Pero ahora, mirando la situación, estaba claro que aquellas clases no fueron en vano.

De repente, algo llamó mi atención.

¿Mmm? —Fruncí el ceño, notando varias vibraciones en el suelo. Era como si un grupo considerable de personas se estuviera moviendo a la vez.

Seguí caminando y, en cuestión de minutos, un pequeño pueblo apareció a la vista. Era humilde y parecía estar en mal estado, algo que no era sorprendente considerando la desastrosa situación política y económica de este mundo.

Al acercarme, noté a tres hombres que aparentemente vigilaban la entrada. Estaban armados, pero sus armas eran rudimentarias: espadas, lanzas, nada que pareciera representar una verdadera amenaza para alguien como yo. Vamos, si un rayo de plasma no puede hacerle ni cosquillas al cuerpo de shigaraki, ¿qué podrían hacer unas cuantas espadas oxidadas?

(Estos tipos no parecen ser guardianes o algo así. Además, dudo que un pueblo tan pequeño necesite proteger su entrada con tanta seriedad. Deben ser... bandidos.) —Reflexioné mientras avanzaba con calma, observando sus movimientos.

Oye, mira a ese hombre. —Uno de ellos notó mi presencia y tocó el hombro de su compañero para señalarme.

Parece un pobre diablo. Solo míralo, trae unos pantalones y una capa hecha trizas. —El otro lo observó y soltó una carcajada.

Aun así, hay que deshacernos de él. El jefe dijo que no dejáramos pasar a nadie hasta que termináramos con este estúpido pueblo. A pesar de las burlas, el primero asintió con cierta seriedad.

Tks, está bien. Solo démosle una advertencia. Si no se larga, le daremos una paliza —dijo el segundo con desinterés, claramente subestimándome.

Cuando llegué a la entrada, uno de ellos decidió hablar.

¡Escucha, idiota! Será mejor que te des la vuelta y regreses por donde viniste, si no quieres problemas. —Su mano ya estaba en el mango de su espada, tratando de intimidarme.

(Ah, así que es eso.) —Pensé mientras miraba más allá de ellos. En el interior del pueblo, pude ver a otros saqueadores entrando a las casas y robando todo lo que tenía valor. Eran muchos, probablemente entre quince o veinte. Solo un grupo de bandidos comunes que atacaban aldeas indefensas. Nada que no pudiera manejar.

El hombre frente a mí pareció perder la paciencia.

¿Qué no escuchaste? ¡Lárgate de a...! —Sus palabras quedaron inconclusas cuando, sin detenerme, coloqué mi mano sobre su rostro mientras pasaba junto a él.

Guarda silencio. Aquí, el que da las órdenes soy yo. —En un instante, su cuerpo comenzó a volverse gris, desmoronándose como si fuera arena al viento. Un segundo después, solo quedaba polvo donde antes había estado.


¡¿Qué carajos?! ¡Maldito! —gritó el segundo tipo mientras desenvainaba su espada con una mezcla de furia y pánico.

Sin darle tiempo a reaccionar, lo tomé del rostro con fuerza y, usando Deterioro, lo desintegré de la misma manera que a su compañero. Curiosamente, no sentí nada al matarlos. Tal vez porque, en el fondo, sabía que no eran más que escoria.

¿Oh? ¿Intentando huir? —comenté con calma al ver cómo el tercer hombre corría desesperado, probablemente para avisar a los demás y, con suerte para él, usar a los aldeanos como rehenes. —¿Adónde crees que vas?

Sin dudar, activé Estocada de Remaches. Mis dedos se transformaron en espinas negras con líneas rojas prominentes, como grietas que parecían irradiar poder. Las espinas atravesaron al hombre fácilmente, deteniéndolo en seco. Sin ningún cuidado, moví mi mano, lanzándolo hacia atrás como si fuera basura.

Aún no me acostumbro a esto... pero debo admitir que es divertido tener tantos poderes diferentes. —Una leve sonrisa se formó en mi rostro mientras las espinas retrocedían, deshaciéndose y devolviendo mis dedos a la normalidad. —Bien, esto no me tomará mucho tiempo.

Con total tranquilidad, seguí caminando hacia el pueblo, listo para acabar con los saqueadores y, de paso, obtener la información que necesitaba.

.

.

.

.

.

.

.

.

Diablos, estos tipos no soltaron ni una sola palabra —murmuré mientras sostenía al líder de los bandidos por el cuello. Mi mano apretaba lo suficiente para que apenas pudiera respirar.

¿Q-quién... carajos se supone que eres tú? —logró preguntar el líder entre jadeos, luchando en vano por liberarse de mi agarre.

Incliné ligeramente la cabeza, pensativo.

¿Quién soy? Hmm, buena pregunta. Muy buena pregunta. —Un destello de diversión cruzó mi rostro antes de decidirme. —Llámame Tomura Shigaraki.

¿Sh-Shigaraki...? —balbuceó, su voz cargada de miedo e incredulidad. Luego intentó retomar algo de dignidad. —Ten por seguro que... esto no se quedará así. —Arqueé una ceja, claramente aburrido por su intento de intimidarme.

¿Y qué vas a hacer? —pregunté con desinterés. —Eres débil. Tu amenaza es... cómo decirlo, vacía. —Un suspiro escapó de mis labios. —En fin, necesito respuestas. ¿Dónde está la capital imperial? Si me lo dices... quizás te deje ir.

Si caminas... hacia allá, llegarás en dos días... —El hombre, visiblemente derrotado, levantó una mano temblorosa y señaló en una dirección.

Gracias por tu colaboración, buen ciudadano. Ahora, lárgate antes de que decida convertirte en polvo. —Sonreí burlonamente y aflojé mi agarre, dejándolo caer al suelo con un golpe seco.

Antes de que pudiera irse, un grito resonó a lo lejos.

—¡Jefe!

Más bandidos llegaron al lugar, al parecer un grupo más grande de lo que había estimado. Al ver el estado de su líder y notar que yo era el responsable, desenvainaron sus armas con expresiones de rabia y se prepararon para atacarme.

Yo, sin embargo, solo los miré con una sonrisa tranquila. El cambio en sus rostros fue instantáneo: miedo puro.

El líder, al notar su cobardía, hizo un gesto para que se retiraran. Sin pensarlo dos veces, dejaron todo lo que habían saqueado y se apresuraron a huir del lugar, conscientes de que quedarse significaría su muerte.

Los observé alejarse con una mezcla de burla y pereza.

Qué montón de maricas. Una simple mirada y ya estaban temblando. —Me encogí de hombros, volviendo mi atención hacia los aldeanos.

Pude notar cómo se asomaban tímidamente desde sus escondites, observándome con cautela. Era obvio que me temían. No los culpaba. Con esta cara, prácticamente parecía un villano sacado de una pesadilla. Aunque, si soy sincero, Shigaraki tiene un estilo bastante "fachero", así que no me quejaba.

(Me pregunto si la historia de este mundo ya habrá comenzado.) —Con ese pensamiento, retomé mi viaje, dejando atrás el pequeño pueblo que, sin querer, terminé salvando solo porque necesitaba información.

Fin del capítulo

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top