CAPÍTULO 35

—¡FIRMES! —Gritó Dylan, caminando entre los guardias. —¡ATAQUEN!

El sonido de las lanzas, chocando una contra otra, inundó el patio. El joven agrupó a todos los guardias del castillo en parejas, enfrentándolos en combates simultáneos. Los entrenamientos se volvieron más fuertes y constantes, y se contrataron más de doscientos guardias nuevos. Desde que los hombres de Perso mataron al bufeo, sabían que el ataque de los grifos era inminente. 

Dos encapuchados altos, acompañados de un perro rottweiler, interceptaron el camión en que Zyair logró sacar a Íkam de la comisaría. El ataque fue rápido, y duró menos de diez minutos. Cuando el resto de policías lograron detener el vehículo, solo encontraron los cuerpos degollados de los oficiales que custodiaban, y los restos de Íkam. El cerbero se comió más de la mitad de su cuerpo. 

Dylan llegó a la escena del crimen lo más rápido que pudo, y se mezcló entre los humanos que trataban de ver lo que ocurría. Alcanzó a escuchar que, al interior del camión, habían escrito la palabra traidor con sangre. Él se cruzó de brazos, tratando de pensar cómo los grifos se enteraron del traslado del bufeo. Zyair, Ethan y él eran los únicos que sabían que lo deportarían a Perú para que fuera juzgado allá. 

Dylan comenzó a desconfiar de Zyair, pero no le quedó más opción que cumplir con su promesa, y contratarlo como parte de la guardia real. No podía evidenciar que sospechaba de él, y continuó actuando como si nada sucediera. Debía pensar muy bien antes de actuar.

Macy se recostó en uno de los balcones del segundo piso, observando el entrenamiento por casi media hora. Extrañaba distraer a Dylan en su trabajo, y la nostalgia la azotó. Sin embargo, no se dejaría llevar por sus sentimientos otra vez. Ya no se permitiría sufrir por él. 

Macy continuó su camino, y desayunó con Salvatore. La comida fue bastante silenciosa, y ella no dejaba de pensar en la conversación que tuvo con Ethan días atrás. Sabía que los asesinatos de los tres estudiantes de su escuela fueron una amenaza para ella; pero ya no les tenía miedo. Lo que realmente le preocupaba, eran sus hermanos. Macy temía que los grifos los atacaran solo para lastimarla. 

La joven no había visto a Gadreel y Alyssa desde el día que se peleó con sus padres, y se rehusó a volver a aparecerse por su antiguo hogar. Entre sus peleas con Dylan, los asesinatos, y su entrenamiento, no había tenido oportunidad de visitarlos. Ella sabía que sus hermanos no tenían la culpa de los padres que les tocaron, y resolvió pasar el resto del día con ellos. Aprovecharía que era sábado, y ellos no tenían que salir a la escuela. 

—Salvatore, quisiera ir a ver a mis hermanos. —Macy anunció, casi como si le pidiera permiso. —Hace meses que no los visito, y quiero saber cómo están. 

—Tú eres libre de salir del castillo cuando lo necesites, Macy. —Él esbozó una sonrisa. —No es necesario que me des alguna explicación. 

Macy asintió, sintiendo sus mejillas sonrojarse. Lilith solía ser tan controladora con ella, que se le olvidaba que ya no debía pedir permiso para todo. 

—Me daré un baño y luego llamaré un taxi. —mencionó con una leve ilusión. —No me esperes para almorzar; quiero comer allá. 

Salvatore se limpió las comisuras de la boca, y revisó el calendario en su celular. Él también tenía varios pendientes, y quería aprovechar que Macy saldría. 

—Ahora que lo recuerdo, yo tenía que bajar a la ciudad a revisar unos papeles en la fábrica de vino. —Salvatore carraspeó. —Si quieres, podemos ir juntos. Ya luego tú regresarías en taxi. 

—Me parece bien. —Ella lo abrazó, levantándose. —Te veo en media hora. 

Macy se bañó y cambió lo más rápido que pudo, sin contener la emoción. Hacía tanto que no veía a sus hermanos, que comenzó a preguntarse si ellos habrían crecido, o si también la extrañarían. Tenía tantas cosas por contarles, y ansiaba escuchar lo que ellos le dirían. 

Macy pensó en comprarles un presente, o llevarles algo de comer para no llegar con las manos vacías. Pero no había ninguna tienda o centro comercial cerca del castillo. Por un segundo, consideró ir de compras antes, pero no quería perder más tiempo del necesario. Ella estaba tan feliz, que hasta estaba dispuesta a tolerar los incómodos reclamos y preguntas de su madre.

El auto en que irían a la ciudad la esperaba afuera del castillo, con el motor andando. Tenía las lunas polarizadas, y no podía ver quién iba de piloto. Macy supuso que era el auto de Salvatore, y que él conduciría. Abrió la puerta del copiloto, sorprendiéndose al ver a su bisabuelo sentado ahí. 

—No me siento bien como para manejar. —Salvatore carraspeó. —Dylan nos acompañará. No hay problema, ¿verdad?

Macy negó, subiendo en la parte de atrás. Su día empezó tan bien, que no permitiría que nadie lo arruine. Viajar en el mismo vehículo que él no la desanimaría. 

Macy pasó la primera media hora jugando con su celular, y escuchando música. No se acostumbraba a que el castillo quedase tan lejos de la ciudad. Ella se aclaró la garganta, comenzando a aburrirse del silencio. Ninguno de los tres había mencionado palabra desde que salieron. 

—¿Qué es lo que harás en la fábrica? —Macy consultó, inclinándose hacia el asiento de adelante. —¿Irás a supervisar las ventas o algo así?

—Voy a reunirme con mi abogado y administrador para arreglar unas inconsistencias que hay en las escrituras. —explicó lentamente. —Solo así puedo trasladar la fábrica a tu nombre. Si las cosas salen bien, la próxima semana estaremos firmando el contrato. 

—¿Me dejarás la fábrica? —Macy se asustó. —No creo que yo esté calificada para dirigirla. Con que me hayas heredado el puesto de Aka Zaba es más que suficiente. 

—Mis hijos han estado ansiando las escrituras de esa fábrica desde que la fundé; años antes de ser coronado como Aka Zaba. —Salvatore carraspeó, girando para verla. —Ahora, ¿cuántos de esos hijos crees que me han ido a visitar o a cuidar desde que enfermé?

Macy se encogió de hombros, sin saber qué responder. Ella ni siquiera conocía a sus abuelos, y su madre no tenía hermanos porque los había asesinado. En toda su vida, solo visitó tres veces a su abuela paterna, y su padre tampoco era unido con sus hermanos. Para ella, su única familia estaba conformada por las cinco personas que vivían en su casa. 

—Dylan ha sido el único que se ha preocupado por mí desde que mi enfermedad comenzó. —Salvatore continuó, aclarándose la garganta. —Pero, en vista que él no quiere hacerse cargo de la fábrica, he decidido dejártela a ti. Además, el dinero extra te ayudará a solventar algunos de los gastos del castillo. 

Macy desvió la mirada, intrigada por lo que escuchó. Ella solía pensar que su madre era la única ambiciosa, pero se dio cuenta que eso venía de familia. Parecía que todos los descendientes de Salvatore lo querían solo por lo que obtendrían de él. 

El auto se detuvo frente a un edificio de diez pisos de alto, con dos guardias en la entrada. Macy se asomó por la ventana, admirando el panorama. En todos sus años viviendo en Ridgerview, jamás había pasado por ahí. 

Fábrica de vino Saint Gregory. —leyó la placa que estaba en cerca de la puerta. —Fundada en 1610.

Macy observó a Dylan bajar del auto, y ayudar a Salvatore a llegar hasta la entrada. Esperó a que él hubiera entrado al edificio con uno de los guardias, y regresó. Él reanudó la marcha, sin dirigirle la palabra. Ninguno de los dos tenía ganas de conversar. 

Dylan aparcó frente al jardín de Macy, apagando el auto, Ella bajó con rapidez, y corrió hacia la puerta de su casa. Tocó el timbre, sin contener más la emoción. Finalmente vería a sus hermanos. 

Macy sintió que alguien se para a su costado, y frunció los labios cuando percibió su aroma.

—¿Por qué sigues aquí? —Macy inquirió, volteando hacia él. —¿Por qué no te largas?

—Salvatore me pidió asegurarme de que entraras a tu casa. —Él respondió, aburrido. —Me iré después que abran esa puerta. 

—¡Quiero que te largues ahora! —exigió. —Yo no te necesito. 

—Ya te he dicho que las órdenes de Salvatore no se desacatan. Jamás. 

Macy rodó los ojos, y respiró profundo. Frotó sus sienes, haciendo lo posible por tranquilizarse. No dejaría que él arruinara su mañana. 

—Lo único que me emociona sobre asumir como Aka Zaba, es que finalmente tendré la autoridad para botarte del castillo. —murmuró.

—No te preocupes; porque lo primero que haré después de tu coronación, será irme a Rayuka. —Dylan soltó una risa amarga. —Te quedarás sola después de eso. 

—Bien. —farfulló. 

El sonido de unos pasos acercándose los alertó, y Macy se acomodó en su lugar. Lilith abrió lentamente, deteniéndose en la puerta. Sonrió al ver a su hija, y la abrazó con fuerza. 

—¡Macy! —exclamó. 

—Hola, madre. —Ella respondió, abrazándola con la misma intensidad. —He venido de visita. 

Lilith se separó de ella, pero su sonrisa se borró al ver quién la acompañaba. Ella se cruzó de brazos, sin ocultar su incomodidad. 

—El bastardo. —espetó. —Sabes que no es bienvenido en mi casa. ¿Por qué viniste con él?

—No tengo ni un minuto de haber llegado, y tú ya estás buscando pelear conmigo. —Macy se quejó. —¿Por qué siempre actúas así?

—Porque sé qué es lo que te conviene, y Dylan no lo es. Cuando te encontré con el asesino de mi abuela, pensé que lo tuyo con este farsante finalmente había terminado. —Lilith aseveró, viéndola a los ojos. — Deberías dejar de actuar como una niña estúpida, y pensar como una mujer de verdad. Hay hombres mucho mejores que él. 

Macy soltó un largo suspiro, cansada de los gritos de Lilith. Aunque su madre tenía razón, estaba harta de escuchar el mismo discurso cada vez que la veía. Lilith acababa de terminar con su buen humor, y ella solo quería que se callara. De un modo u otro, Macy deseaba darle una lección para que dejara de criticarla en cada oportunidad que tenía. 

—Escucha, Lilith. —Dylan elevó la voz. —Para tu información, Macy y yo esta...

—Mi matrimonio con Dylan está mejor que nunca. —Ella lo interrumpió, sintiendo una idea llegar a su cabeza. —¿No es así, mi amor?

Dylan giró hacia ella, notando la malicia en sus ojos. Le dio un beso en la frente, decidiendo seguirle el juego. La abrazó por el costado, comprendiendo lo que quería hacer. 

—Claro que sí, princesa. —Dylan rozó su nariz con la de ella. —Cada día te amo más.

Macy se tensó al escuchar el apodo, sintiendo que se le cortó la respiración un instante. Recordó todas las veces que él la llamó por el nombre de las diversas princesas que existían, y volvió a sentirse nostálgica. Ella tomó una gran bocanada de aire, forzándose a sonreír. Su teatro debía continuar. 

—Mi matrimonio con Dylan va tan bien, que incluso estamos buscando ampliar la familia. —Ella habló con ternura, agachando la vista a su vientre. —Llevo varias semanas intentando quedar embarazada.

—¿Qué? —Lilith se escandalizó, creyendo que le daría un infarto. —Eso no puede ser cierto. Cuando pregunté por ustedes en el castillo, me dijeron que estaban durmiendo en cuartos separados.

—No sé quien te habrá dicho eso, pero te engañó. —Dylan sonrió, frotando el vientre de Macy. —Tal vez sea pronto, pero podría ser que el nuevo integrante de nuestra familia esté ya en camino.

Lilith bufó, retrocediendo unos pasos. Macy aprovechó el espacio para entrar a la casa, y se apresuró a sentarse en el mueble. Dylan se sentó a su lado, viendo a Lilith caminar hacia ellos. 

—¿Acaso estás embarazada? —Lilith cuestionó con asco, plantándose en medio de la sala. 

—Todavía no lo sé. —Ella se encogió de hombros, con falsa inocencia. —Iré a ver a los doctores del castillo en la tarde. Pero serás la primera en saberlo cuando me den la noticia; no te preocupes.

—Llamaré a tu padre. —Lilith amenazó. —Te juro que si estás embarazada, yo misma te sacaré el engendro que llevas dentro.

Macy observó a su madre subir las escaleras, y ella rio bajo. Disfrutó haberla hecho enojar, pensando que debió hacerle esa broma mucho antes. Al menos, así Lilith dejaría de humillarla y criticarla por un par de meses. 

Un grito proveniente del segundo piso la alertó, y ella se puso de pie. Alyssa se encontraba al pie de la escalera, y corrió a su encuentro apenas la vio. 

—¡MACYYY! —La abrazó, emocionada.

Macy hizo girar a su hermana en el aire, inmensamente feliz. Le pareció que había pasado una eternidad desde la última vez que la vio, y le dio un beso en la mejilla. 

—¿Cómo has estado, Ally? —consultó, dejándola en el piso. —Ya extrañaba el sonido de tu voz. 

—Yo también te he extrañado, Macy. —La niña volvió a abrazarla, escondiendo el rostro en su cuerpo. —Me he sentido muy sola desde que te fuiste. Regresa a vivir a la casa, por favor. 

Un nudo se formó en la garganta de Macy, impidiéndole responder. Sus ojos se pusieron vidriosos, y se limitó a abrazarla un poco más.

—Por ahora no puedo hacer eso, Ally. —susurró, agachándose para quedar a su altura. —Pero te prometo que vendré a visitarte más seguido. 

—Falta poco para que salga de vacaciones. —La niña sorbió por la nariz. —¿Y si me voy a vivir contigo esos meses?

Dylan carraspeó, captando la atención de Macy. Negó con la cabeza sutilmente, y la vio a los ojos. Era demasiado peligroso tener niños en el castillo. 

—Por el momento, no puedo prometerte nada. —Macy acarició su rostro. —Cosas malas siguen pasando en el castillo, y no voy a exponerte. Estás más segura aquí. 

Alyssa se asustó con sus palabras, y se sentó sobre la mesita de centro. Ella solía escuchar las conversaciones de sus padres sin que se dieran cuenta, y no era la primera vez que oía sobre los monstruos que los rondaban. 

—Papá también dice que hay una amenaza cerca. Ha contratado guardias que cuidan la casa, y nos siguen a Gadreel y a mí cuando vamos a la escuela. —Ella explicó. —Yo pensé que el castillo era un lugar seguro. 

—Alyssa, ¿qué más has escuchado? —Macy consultó, asustándose. —¿Has visto algo sospechoso cerca de aquí o de tu escuela?

La pequeña negó, agachando el rostro. Ella no terminaba de comprender lo que sucedía a su alrededor. 

—Mamá y papá pelean cuando creen que Gadreel y yo ya nos dormimos; y hay veces en que no logro escuchar sus conversaciones por completo porque se encierran en el sótano. —susurró, esperando que Lilith no estuviera cerca. —Solo sé que ya no nos dejan salir como antes. Ya ni siquiera nos permiten ir a los talleres. 

Macy continuó conversando con Alyssa el resto de la mañana, pero prefirió cambiarle de tema. No quería preocupar más a su hermanita, ni hacerla pensar en cosa que no le correspondían. No permitiría que su hermana se involucrara en la guerra que en cualquier momento estallaría. 

Alyssa fue a buscar a Gadreel a su habitación, y lo ayudó a bajar las escaleras. Pasó el resto de la mañana jugando con sus hermanos, sintiendo que el tiempo no había pasado entre ellos. Añoraba los días en que Macy todavía vivía en la misma casa, y aprovechó las horas que estuvieron juntas. No sabía cuándo la volvería a ver. 

El almuerzo fue divertido, y ninguno de los tres dejó de hablar. Dylan fue el primero en terminar, y regresó a la sala para no incomodarlos. Macy decidió ignorarlo, y disfrutó cada bocado que dio. Ella rio cuando notó que su madre no bajaría a comer, y creyó que debía seguir enojada por la broma que le hizo. 

Salvatore le envió un mensaje a Dylan casi a las dos de la tarde, informándole que ya se encontraba de vuelta en el castillo. Él asintió, aliviado de saber que su padre se encontraba a salvo. Aunque no sabía cuánto tiempo más se quedarían ahí, resolvió no inquietar a Macy. Era la primera vez que la sentía feliz después de mucho tiempo. 

Macy se despidió de sus hermanos casi una hora después, sintiendo que si no se iba en ese momento, no se iría jamás. Los abrazó con fuerza, como si fuera una despedida definitiva. No sabía por qué, pero tenía una punzada extraña en el pecho. Ella besó sus frentes, e hizo lo posible por no ponerse sentimental. Nunca le gustaron las despedidas. 

—Macy, ¿antes que te vayas podría hablar con tu novio? —Ally consultó, con voz firme. —A solas. 

Macy se encogió de hombros, sin tener una respuesta. Dylan se apresuró a agacharse, extendiendo su mano. 

—Dime, ¿qué sucede?

Alyssa lo jaló de vuelta a la cocina, esforzándose por no demostrar su preocupación. No quería que su hermana se pusiera más tensa de lo que ya estaba. 

—¿Recuerdas la promesa que me hiciste cuando nos conocimos? —La niña susurró, viéndolo a los ojos. 

—La recuerdo y la he cumplido. No te preocupes. 

—Necesito que me hagas otra promesa. —Alyssa exigió, obligándolo a agacharse. —Quiero que me jures que nunca la vas a dejar, ni permitirás que la lastimen. Dime que la protegerás de las cosas malas que suceden en el castillo. 

Dylan la observó con pena, y asintió. Él sabía que no cumpliría aquella promesa, pero no quería romper la ilusión de una niña. 

—Yo cuidaré de ella con mi vida. —Esbozó una sonrisa. —Te juro que nunca permitiré que nada le pase. 

Alyssa estrechó su mano, sellando el pacto. Había algo en la voz del joven que le transmitía confianza, y sentía que podía contar con él. 

Macy subió al auto, despidiéndose por última vez de sus hermanos. Dylan aceleró, buscando atajos para regresar rápido al castillo. No le gustaba que Salvatore estuviera mucho tiempo sin alguien que lo protegiera. 

—Alcancé a escuchar tu conversación con Alyssa. —Macy carraspeó, cuando estuvieron lejos de su casa. —No deberías hacer promesas que tú no vas a cumplir. 

—Y tú no deberías ir por ahí diciendo que vamos a tener un hijo cuando no es verdad. —Dylan la regañó, viéndola de reojo. —Si te seguí la corriente, fue porque odio a Lilith más de lo que tú lo haces. Pero sigo sin querer hijos; además, han pasado como dos meses desde la última vez que me acosté con...

Dylan frenó en seco en un semáforo, cayendo en cuenta de lo que acababa de decir. No recordaba la fecha exacta, pero calculaba que habrían sido dos meses los que pasaron desde que tuvieron sexo. Él no se había cuidado las últimas veces que estuvieron juntos, y la cabeza comenzó a dolerle. 

—Macy, no estarás embarazada, ¿verdad? —Preguntó, asustado. 

—¿Qué? —Ella se alarmó. —¡Claro que no, imbécil! —elevó la voz. —Solo fue una broma. Yo no esto embarazada. 

Dylan reanudó la marcha, relamiendo sus labios. Pensó en Alehna, y en cómo ella nunca le dijo la verdad hasta el momento en que los secuestraron. Él todavía creía que, si se hubiera enterado del embarazo antes, Alehna y su hijo seguirían vivos. Ellos serían una familia si ella no hubiera callado tanto tiempo.

—Si tú estuvieras embarazada de mí, ¿me lo dirías? —Dylan consultó, nervioso. 

—Supongo que sí, eso no es algo que se pueda ocultar. —Ella resopló, girando hacia él. —Además, si yo estuviera embarazada, el único que podría ser padre de ese bebé, serías tú. —Lo golpeó en el brazo. —Por mucho que te deteste, yo jamás te fui infiel. 

—Y aunque me hubieras sido infiel, Ethan jamás sería capaz de embarazarte. —Dylan se burló; camuflando su alivio. —Es imposible que nuestras especies se junten. 

Macy lo golpeó de nuevo en el brazo, con más fuerza que antes. Se indignó con su comentario, arrepintiéndose de hablar con él. Su madre no mentía cuando decía que él no le convenía. 

—Eres un imbécil. —Lo insultó, cruzándose de brazos. —Pero más imbécil soy yo, por pensar que podría tener una conversación normal contigo.

—Yo creí que estabas saliendo con él. —Dylan continuó riendo. —Los veo juntos todo el tiempo. 

Macy rodó los ojos, y subió el volumen de la radio. No volvió a dirigirle la palabra en lo que quedó de viaje, y se dedicó a revisar las fotos que acababa de tomarse con sus hermanos. Mientras más pensaba en las idioteces que Dylan decía, más se cuestionaba cómo fue a enamorarse de él. 

Macy fue la primera en bajar, después que se estacionaron en la cochera. Azotó la puerta para demostrar que seguía enojada, y se dispuso a subir a su habitación. Sin embargo, un horrible chillido la detuvo. Un ruido penetrante la aturdió, obligándola a taparse los oídos con las manos. 

—¿Qué es eso? —gritó, girando hacia Dylan. 

—Es la alarma. —Él la sostuvo de la muñeca con fuerza. —Están atacando el castillo.

Dylan la ayudó a caminar, avanzando hasta la puerta que conectaba con el patio principal. Macy permaneció a su costado, teniendo arcadas cuando vio lo que ocurría. El patio estaba lleno de sangre, y habían muertos por todos lados. El olor de los grifos se mezclaba con el de los cuerpos, y le dieron náuseas. Los guardias se enfrentaban a grifos, cerberos, y bestias que ella ni siquiera conocía. En menos de cinco minutos, habían invadido el castillo.

Dylan observó a los grifos en el patio, escaneándolos con la mirada. Escudó a Macy con su cuerpo, llevándola sutilmente hasta la armería. El lugar estaba blindado como si fuera un búnker, y era el único escondite que se le ocurría en ese momento. No la podía dejar en el estacionamiento.

—Mierda... —Dylan masculló, apretando los labios. —Faltan dos.

—¿A qué te refieres con que faltan dos? —Macy susurró, alarmada. —¿Dos qué?

—Dos grifos. —carraspeó, buscando las llaves de la armería en su bolsillo. —Ninguno de ellos es Perso, o su hijo. Ellos deben haber ido tras Salvatore. 

—Todos los grifos son iguales; ¿cómo sabes que no están ahí?

Dylan abrió la puerta de la armería con un movimiento veloz, quitándose la chaqueta de cuero. Empujó a Macy al interior, ingresando también. Se puso su uniforme, todavía nervioso. Nunca imaginó un ataque tan grande como ese.

—Perso es el más grande de todos, es fácil de identificarlo. —Dylan carraspeó mientras se terminaba de cambiar. —Y su hijo tiene un mechón de pelo rojo en la punta de la cola. 

Macy se tambaleó al inicio, sosteniéndose de una de las paredes. Se sentía aturdida, y respiró profundo para terminar de asimilar lo que ocurría. Ni en sus peores pesadillas se vio en medio de una guerra cuerpo a cuerpo con leones gigantes. 

—Macy, necesito que te quedes aquí mientras voy a buscar a mi padre. —Él la tomó por los hombros, viéndola a los ojos. —Jamás me perdonaría si algo le llegase a pasar a Salvatore, y no puedo protegerlos a ambos a la vez. Estarás segura aquí. 

Macy sacudió la cabeza, estirándose para tomar una lanza. Apenas si reaccionó con sus palabras: pero algo dentro suyo le decía que no podía quedarse escondida en la armería. Ella no podía darle la espalda a alguien que la había apoyado tanto como Salvatore. 

—Déjame acompañarte, por favor. —suplicó. —Yo ya no soy una niña; no me subestimes más. 

—Tú no sabes pelear, Macy. —Él le recordó, firme. —Llevarte conmigo sería suicidio. Los grifos te destrozarían en menos de un minuto.

—Te prometo que me cuidaré; pero déjame ir. —Macy repitió. —Además de mis hermanos, Salvatore es la única familia que me queda. Tengo que ir. 

Dylan relamió sus labios, consciente de lo necia que Macy podía llegar a ser. Le alcanzó una de las chaquetas protectoras del uniforme de la guardia, obligándola a ponérsela. No era mucho frente a los grifos, pero no podía exponerla más de lo necesario. 

—Protégete de las garras. —Dylan ordenó, volviendo a cerrar la armería. —Y ataca a cualquier cosa que se te acerque. No tengas piedad.

Macy asintió, notando que le temblaban las manos. La lanza era demasiado pesada, pero no se arrepentía de lo que decidió. Ella avanzó con cautela, tapándose la nariz. Era la primera vez que estaba cerca de los grifos, y comprendió que era verdad que desprendían un horrible hedor. No se dio cuenta en qué momento se separó de Dylan, y terminó pisando un charco de sangre por buscarlo con la vista. Con los uniformes puestos, todos los guardias se veían iguales. 

Macy sintió que su visión periférica se bloqueó por un momento, y solo se enfocó en la puerta que conducía al interior del castillo. Estaba casi a la mitad del patio, y calculó que no le faltaba mucho. Escuchaba los golpes de las lanzas a su alrededor, pero no les hizo caso. Su único objetivo, era alcanzar la entrada. 

Un fuerte gruñido tras suyo la alertó, y el aliento caliente de un bufido cayó sobe su pierna. Macy giró con lentitud, observando al mismo rottweiler que la atacó meses atrás en el callejón. Ella comprendía que era un cerbero, pero solo atinó a golpearlo con la base de la lanza. Le daba pena asesinar a algo que se veía como un perro.

El animal gruñó con fuerza, y comenzó a mover el cuello de forma extraña. Dos cabezas más le crecieron, y el cerbero aumentó de tamaño también. Se abalanzó sobre ella, y Macy cayó de espaldas al intentar huir. Soltó la lanza, y cerró los ojos de forma instintiva. Ella se preparó para ser mordida en cualquier momento, pero volvió a abrir los ojos cuando sintió un líquido caliente en su estómago. 

Una lanza atravesó al cerbero de forma lateral, y su sangre caía sobre Macy. Alguien pateó al animal para quitárselo de encima, y le dio la mano para ayudarla a levantarse. Macy se tambaleó, revisando que no la hubieran herido. Ella parecía estar bien, y elevó la mirada para ver quién fue el que la ayudó. 

—Vete. —Theo gritó, señalando el castillo con la cabeza. —Yo te cubro; ponte a salvo. 

Macy le agradeció, y corrió hacia la puerta. Se tropezó al subir los escalones; pero logró entrar. Ella se detuvo para recuperar el aliento y esperar a Dylan, cuando unas manos la jalaron al interior de un pasadizo. Macy se movió con fuerza cuando alguien le cubrió la boca, y luchó por librarse.

El joven que la sostuvo la soltó, haciéndole señas para que no gritara. Ella se tardó un par de segundos en acostumbrarse a la oscuridad del lugar, e hizo brillar sus ojos. Matthew fue quien la jaló, y Gia estaba a su costado. Macy ahogó un grito, aceptando que sí fueron ellos de quienes se hablaba en el libro de juicios. Sus consejeros del campamento, también eran vampiros. 

—¿Qué hacen aquí? —cuestionó ella entre susurros. 

—Vinimos a ver a Salvatore; teníamos una reunión con él. —Gia contestó, nerviosa. — Estábamos esperando a que nos atendiera cuando comenzó el ataque. 

—Debes quedarte con nosotros. —Matthew ordenó. —Espera aquí hasta que todo termine. El castillo está lleno de monstruos.

Macy entreabrió los labios para responder, cuando percibió el aroma de Dylan. Ella regresó al pasillo principal, y esbozó una sonrisa cuando lo vio. Él la tomó de la mano, acercándose para acariciar su cabello. 

—Me preocupé cuando no te vi. —Dylan confesó. —Estuve buscándote. 

—Yo estoy bien; Theo me ayudó. —Ella entrelazó sus dedos con los de él. —Esta sangre no es mía. No estoy herida. 

Dylan asintió, y corrió con ella hacia la oficina de Salvatore. Subieron las escaleras de dos en dos, dándose cuenta que el olor de los grifos se intensificaba a medida que se acercaban. Dylan golpeó la puerta con el hombro para abrirla, viendo los cadáveres de tres guardias en el suelo. 

Macy contuvo la respiración unos segundos, sin terminar de acostumbrarse al hedor de los grifos. Ella carraspeó, asombrada por la escena frente suyo. Perso era enorme, y apenas si cabía en la habitación. Él había amarrado a Salvatore a su trono, y lo amordazó también. Perso lo custodiaba por un lado, y al otro, estaba su hijo. Con un mechón de pelo rojo en la cola; tal y como Dylan lo describió. 

Macy trató de avanzar hacia Salvatore, pero Dylan la sostuvo con más fuerza para que no se moviera. Él llevó la vista hacia los ojos de su padre, observando la desesperación en estos. Quería ayudarlo, pero sabía que un movimiento en falso los condenaría a los tres. 

Perso soltó un chillido agudo, y batió sus alas. Tomó su forma humana, y sacudió el polvo que cayó sobre el traje que llevaba puesto. Escaneó a Macy con la mirada, sonriéndole con malicia.

—Demoraron más de lo que creí. Mis hombres tenían órdenes claras de no lastimarlos... mucho. —rio. —Pero es un gusto finalmente conocerte, Macy Brancchiatto. He escuchado mucho de ti. 

Perso avanzó hacia la chica, cuando el otro grifo lo detuvo con una de sus alas. Su hijo chilló también, y aleteó. Voló para acercarse a los jóvenes, antes de revelar su forma humana. Dylan apretó los puños; preparándose para golpear a Iskandar; pero no lo hizo. El chico frente suyo no era el mismo que conoció cien años atrás. 

Macy sintió una opresión grande en el pecho, y se le dificultó respirar. El cabello del muchacho no estaba tan rubio como la última vez que lo vio; pero el resto de sus facciones eran iguales. Su altura, sus labios, y el amuleto que siempre llevaba colgado en el cuello. Sin duda, era él. 

—Macy. —Él la saludó, sin dejar de verla a los ojos. —Ha pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos. 

—James... —Macy susurró, todavía sin comprender lo que sucedía. —Estás vivo. 



*************************************

¡Hola!

Aquí el capítulo 35. ¿Qué les pareció? 
¿Tienen alguna teoría? 

¿Quién creen que sea el traidor del castillo?

Espero que el capítulo les guste tanto como a mí porque... ¡Con este comenzamos la recta final de la novela!

Ya falta poco para el desenlace de Aka Zaba
¿Están listos?

Les dejo esta imagen del cap:

¿Esperaban que James fuera el hijo de Perso?

No se olviden de votar, comentar y compartir para llegar a más personas. 

Nos leemos pronto
Les mando un abrazote

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top