CAPÍTULO 34
Ethan llegó al estacionamiento quince minutos antes de las ocho, nervioso. A pesar que había conjurado hechizos de la verdad en más de una ocasión, los recuerdos de lo ocurrido con Darice seguían mezclándose en su mente. Haberle contado la verdad a Macy solo hizo que la culpa por su error recrudeciera dentro suyo. Hacía mucho que ya no pensaba en eso.
Dylan bajó un par de minutos después, desactivando la alarma de su auto. Percibió la ansiedad de Ethan desde que ingresó al estacionamiento, pero prefirió no decirle nada. No estaba de ánimos para iniciar una conversación con él, ni pretender que le importaba lo que le ocurría.
Dylan se acomodó en su asiento, viendo que Ethan continuaba inmóvil en la parte de afuera.
—¿Subirás ya o estás esperando una invitación? —Preguntó, abrochándose el cinturón. —Se nos hace tarde.
Ethan demoró un par de segundos en comprender lo que Dylan le dijo, todavía sumido en sus pensamientos. Él sabía que su misión era sencilla, pero la inseguridad se apoderaba de él. Aunque los bufeos no eran criaturas peligrosas cuando estaban fuera del agua, temía que se le fuera a escapar.
Dylan empezó a manejar, encendiendo el aire acondicionado. Aceleró lo más que pudo para entrar en la autopista, pero se detuvo en un semáforo. Él sabía que el turno de su amigo terminaba a las diez, y que tendría hasta eso para el interrogatorio. Mientras más rápido llegasen, más tiempo podrían hablar con el bufeo.
Dylan aprovechó que el semáforo demoraba en cambiar para tomar un archivador que dejó en el asiento trasero, y se lo dio a Ethan. Él reanudó la marchan sin voltear hacia su amigo.
—Zyair me lo prestó ayer. Te sugiero que lo revises. —Dylan habló en tono neutro. —Es el expediente del sospechoso.
Ethan asintió, sin emitir sonido. Creyó que leer le ayudaría a despejar su mente, y a aliviar la tensión que sentía. Pasó las hojas con cuidado, escaneando la información escrita.
—Íkam Asamat Müller, catorce de febrero del ochenta y ocho; nacido en Loreto, Perú. —leyó en voz baja, trabándose. —Es un nombre extraño.
—Eso no es lo único extraño. —Dylan respondió, manteniendo la vista fija en el frente. —No hay registros migratorios, ni denuncias previas, tampoco tiene visa o pasaporte; apenas si le encontraron una identificación que venció hace seis años. Es como si hubiera aparecido de la nada.
—¿Será posible que haya llegado nadando hasta aquí?
Dylan rio bajo, sacudiendo la cabeza. Además de que sería físicamente imposible para un delfín nadar una distancia tan grande, ellos vivían extremadamente lejos de cualquier costa. Ni siquiera habían ríos cerca.
—Es más probable que haya venido volando. —repuso con sorna. —No encuentro otra explicación para que nadie sepa nada sobre él; y tampoco creo que sea coincidencia que, de todas las personas a las que pudo matar, terminó asesinando a los excompañeros de Macy.
Ethan regresó la vista al expediente, descubriendo que las huellas digitales del bufeo coincidían con las huellas parciales encontradas en tres escenas del crimen. El modus operandi era similar al de los asesinatos de los amigos de Macy, y él era la única conexión real que había entre los casos.
Dylan continuó manejando, agradeciendo que Ethan se hubiera callado. Aunque nunca fueron amigos muy cercanos, últimamente no toleraba su compañía. Solo lo llevaba porque lo necesitaba, aunque le preocupaba que fuera a equivocarse de nuevo. Sin embargo, él no le perdonaría sus errores con la misma facilidad que Salvatore. Dylan estaba dispuesto a golpearlo si Ethan permitía que el bufeo se escapara.
Dylan se estacionó a dos cuadras de la comisaría, indicando que caminarían desde ahí. No se arriesgaría a que los policías humanos pudieran reconocer su camioneta, ni que identificaran la matrícula de rodaje. Tenía tantos problemas, que no quería sumar uno más a la lista.
Dylan ingresó con paso firme a la delegación, como si fuera el jefe del lugar. Ethan permaneció a su lado, saludando al guardia que los recibió. Hacía mucho que él no estaba en un lugar como ese.
—¿Qué necesitan? —Un hombre alto preguntó, acercándose a ellos. —¿Vienen a asentar una denuncia?
Dylan se quitó los lentes de sol, haciendo sus ojos brillar.
—Estoy buscando al oficial Zyair Moore. —dijo, elevando la mirada. —Llévanos con él.
El policía asintió, y dio media vuelta. Caminó de manera robótica, y señaló un escritorio en la parte de atrás de la comisaría. El joven volvió a colocarse los lentes, avanzando hasta su amigo.
Zyair se levantó de su asiento cuando escuchó unos pasos cerca suyo, y percibió un aroma diferente al de los humanos que trabajaban con él. Estrechó la mano de Dylan, y saludó también al muchacho que lo acompañaba. Era la primera vez que lo veía.
—¿Qué es? —Zyair consultó, señalándolo. —No es vampiro, y tampoco huele a humano.
—Es un hechicero; trabaja para nosotros. —Dylan le restó importancia. —¿Dónde está el bufeo?
—Está en la sala de interrogatorios. —Zyair apuntó con la mirada. —He hipnotizado a más de diez de mis colegas para que puedas pasar. No demores; porque creo que a las dos de la tarde lo van a trasladar.
Dylan rio bajo, sin comprender su comentario. Él se cruzó de brazos, divertido.
—Te recuerdo que el hombre dentro de ese cuarto es un bufeo; no un humano. —Dylan murmuró, irónico. —No podrás llevarlo a una cárcel normal si se declara culpable.
—¿Y qué es lo que quieres que haga? —Zyair se irritó por su tono de voz. —¿Esperas que lo encierre de por vida en un tanque de agua?
Dylan negó, peinando su cabello hacia atrás. Detestaba que su amigo pretendiera saber más que él solo por ser policía.
—Lo mejor sería que me dejaras llevarlo al castillo, y juzgarlo allá. —Dylan tensó la mandíbula. —Los criminales se escapan todo el tiempo; no creo que le tomen mucha importancia si desaparece este.
—Él es importante porque es un caso mediático de un posible asesino serial. —Zyair masculló, enfadándose. —Tenemos a la prensa merodeando como buitres. Aunque quisiera, no puedo permitir que te lo lleves.
—¿No puedes, o no quieres? —Dylan gruñó. —Estás poniendo en peligro a la futura Aka Zaba.
Zyair negó, soltando un largo respiro. Dylan y él venían de mundos distintos, además de pertenecer a diferentes clases sociales. Nunca pensarían igual, y él tampoco lograría hacerlo cambiar de opinión. Dylan pertenecía al círculo élite de vampiros; mientras que él tenía que camuflarse entre humanos para sobrevivir.
Dylan ganaba mensualmente más dinero del que Zyair hacía en un año, y vivía en un castillo lleno de empleados. Dylan no tenía hijos; mientras que él tenía dos pequeños, y su esposa estaba esperando el tercero. Dejar escapar al criminal era sinónimo de perder su empleo, y la única fuente de ingresos que tenían. Y Zyair no permitiría que su familia quedara en la calle.
—Tienes una hora, Dylan. —Él aseveró finalmente, apuntando el reloj. —Vendré a las diez por ti.
Dylan rodó los ojos, sin tener ánimos de seguir discutiendo con él. Le hizo una seña a Ethan para que lo siguiera, e ingresó a la sala de interrogatorios. Cerró la puerta con candado, y guardó los lentes de sol en su bolsillo. Ya era tiempo de iniciar.
Ethan cerró el expediente que llevaba en las manos, examinando con la vista al hombre encadenado a la mesa. Tenía la piel casi tan blanca como la suya, el rostro cubierto de pecas y el cabello rojizo. Sin embargo, eso no llamó su atención; sino sus ojos. Tenía los ojos más azules que los de cualquier Brancchiatto que hubiera conocido.
Dylan se acercó al hombre, quitándole el sombrero que llevaba. Apreció el espiráculo todavía presente en su cabeza, y contuvo una mueca de asco. Él era el primer bufeo que veía en su vida; después de haberlos conocido solo por libros y leyendas. Pero siempre creyó que los demás bromeaban cuando decían que, aún en su forma humana, el espiráculo no desaparecía.
—Íkam Asamat. —Dylan lo llamó por su nombre, sentándose frente suyo. —Es un nombre curioso para un delfín.
—Ya les he dicho que mi apellido es Esámat. —El hombre mencionó con fastidio. —¿Es que ustedes los humanos no pueden hacer nada bien?
Dylan rio con sorna, mostrándole sus colmillos.
—Yo no soy humano. —confesó. —Pero, me pregunto cómo es que los humanos no se dieron cuenta del orificio en tu cabeza cuando te fichaban.
—Uno igual a ti fue el que me midió y me tomó las fotografías. —Se encogió de hombros. —Creo que por eso me guardó el secreto.
Dylan sacudió la cabeza, y comenzó a buscar algo en el bolsillo de su chaqueta. Aunque la conversación con el bufeo le parecía divertida, era consciente que no tenía mucho tiempo. Él sacó seis fotos, y las extendió sobre la mesa. Eran Macy y los cinco adolescentes que murieron en el primer ataque.
—Quiero que mires muy bien esas fotos y me digas si reconoces a alguno de los jóvenes. —Dylan señaló una por una. —¿Los conoces?
Íkam los vio de reojo, sin tomarle mucha importancia. Todos los humanos se lucían iguales para él.
—No. No sé quiénes son.
Dylan tomó la foto de James, acercándosela más. Ni siquiera muerto dejaba de desconfiar de él.
—¿Qué hay de él? —inquirió. —Su nombre es James Griffins. ¿Lo conoces?
—No. —resopló. —Por lo rubio, se parece a un primo mío que tenía en Perú. Es una lástima que a mi primo lo mató una orca cuando decidió meterse a nadar al océano.
Dylan apretó los labios, creyendo que el bufeo solo se estaba burlando de él. Todavía no quería hechizarlo, ni usar la fuerza. Si los bufeos realmente planeaban aliarse con los grifos, prefería llevar el interrogatorio en paz.
Dylan recordó que en el cadáver de Logan escribieron la palabra traidor, y levantó su fotografía también. Tal vez, era él quien estaba detrás de todo.
—Él se llama Logan Harris. —Dylan comenzó a desesperarse. —¿Lo has visto?
Íkam negó, haciendo una mueca con el labio. Él volvió a recorrer los rostros de los adolescentes con la mirada, analizando cada una de sus facciones.
—La chica de la primera foto es bonita. Me gustan sus ojos azules. —La señaló con el mentón. —A ella tampoco la conozco, pero si tienes tanto interés, tal vez podrías presentármela cuando me saquen de aquí.
Dylan se levantó de golpe cuando se dio cuenta que hablaba de Macy, y lo sostuvo con fuerza del cuello de la sudadera. Lo sacudió un par de veces, golpeándolo contra la silla.
—Esa chica es mi esposa. —Dylan gruñó, sin soltarlo. —No te atrevas a volver a hablar de ella así.
El bufeo solo se reía ante sus reclamos, pensando que era divertido hacerlo enojar. Los golpes no le dolían, sintiendo que era casi como un juego.
—¿Entonces por qué su fotografía está entre las demás? —preguntó, intentando provocarlo. —¿Acaso te está engañando con los otros cinco y por eso los investigas? ¿Estás tratando de descubrir cuál de todos es su amante?
Dylan lo soltó con fuerza, viéndolo tambalearse en la silla. Levantó el puño para golpearlo, pero Ethan lo detuvo. Por un instante, Dylan se olvidó que también estaba en la sala con él. Se liberó de su agarre, observándolo con desdén. Cada segundo, Ethan le desagradaba más.
—No caigas en sus provocaciones, Dylan. —Ethan trató de hacerlo razonar. —No ganarás nada si le pegas.
Dylan notó que el bufeo continuaba riendo, y él se aclaró la garganta. Respiró profundo, haciendo lo posible por calmarse. Tenía ganas de romperle la cara al bufeo, y a Ethan también, pero se contuvo. A pesar que podría ganarle con facilidad a los dos, no le convenía mostrarse violento.
Dylan guardó la foto de Macy en su bolsillo, y le quitó el expediente a Ethan. Sacó las fotos de la primera escena del crimen, y las ubicó junto a las de los adolescentes.
—Los cinco chicos que ves ahí, están muertos. Así fue como encontraron sus cuerpos. —Dylan se volvió a sentar. —¿Qué sabes sobre eso?
Íkam se inclinó sobre la mesa, observando las imágenes. No reconocía los rostros, pero sí la posición de los cuerpos. Había sido él quien ayudó a llevarlos al patio de la escuela.
—Lamento lo que les pasó, pero yo no tengo nada que ver con su muerte. —Íkam vio a Dylan a los ojos. —No sé a dónde quieres llegar con todo este interrogatorio.
Dylan maldijo por lo bajo, levantándose. Él había estado pendiente de los latidos del corazón del bufeo desde que llegó, pero su ritmo cardiaco no se había acelerado en ningún momento. O Íkam era muy bueno mintiendo, o tenía un dominio total sobre sus latidos y respiración.
Dylan dio una vuelta por la sala, pensando de qué forma abordarlo. Decidió encender el aire acondicionado, recordando que los bufeos no toleraban el frío. Bajó la temperatura lo más que pudo, resolviendo preguntarle por el último asesinato. Ya se le estaba agotando la paciencia.
—Hablemos del adolescente que asesinaron ayer en su casa en la calle Olympians. —Dylan se aclaró la garganta. —¿Tienes algo que ver con su muerte?
—Puede que sí, puede que no. —Íkam ladeó una sonrisa, divertido. —No tengo por qué darte explicaciones a ti. Tú no tienes placa de policía, ni pareces uno tampoco.
—Deberías temerme a mí más que a los policías humanos. —Dylan advirtió. —Te conviene que sea yo quien te interrogue.
El bufeo sacudió la cabeza, tosiendo bajo. El aire a su alrededor comenzaba a secarse, y la garganta le fastidiaba. Deseaba que aquellos vampiros se fueran, y algún humano ingresara a ayudarlo. Necesitaba tomar agua.
—Escucha, no sé a dónde quieres llegar con todo esto, pero yo no tengo por qué responder ante ti. —Íkam habló firme, molestándose. —Si ya terminaste de jugar al policía bueno, policía malo; o policía bipolar en tu caso, te recomiendo que te vayas y me dejes en paz.
Dylan golpeó la mesa con la palma de la mano, creyendo que explotaría en cualquier momento. Hizo brillar sus ojos, decidido a hacer un último intento. Si el bufeo seguía negándose a cooperar por las buenas, lo hechizaría.
—Esos asesinatos fueron cometidos como una amenaza hacia la reina de los vampiros. —Dylan explicó. —Y no me queda claro si tú has hecho esto solo, o es que son los bufeos quienes están tratando de enviar un mensaje. Porque, de ser así, ustedes estarán en serios problemas frente a toda la comunidad mágica.
—Las tres muertes de las que se me acusa, fueron de humanos. —Íkam explotó, cansado de la necedad del muchacho. —Y, hasta donde sé, el Pacto de Todas las Sangres no los protege a ellos. —recalcó. —Podría matar a un centenar de humanos, y eso no tendría por qué preocuparte. Los bufeos no nos estamos enfrentando a los vampiros.
—Si no fueron los bufeos, ¿entonces quién está detrás de todo esto? —Dylan inquirió, estirándose para sostener sus cadenas. —¿Para quién trabajas?
Íkam tosió con fuerza, moviéndose en su silla. Se levantó de un salto, logrando que el joven lo soltada. Él había pasado por tanto en los últimos años, que no se dejaría intimidar por un niño.
—Mi lealtad está con alguien más, Merrick Blackwell. —El bufeo avisó, viéndolo a los ojos. —Yo no te tengo miedo.
—¿Qué...? —Dylan se levantó también, atónito. —¿Cómo me llamaste?
—¿Acaso tú no eres Merrick Blackwell? —Íkam rio. —Por lo que me contaron de ti, eres diferente a lo que imaginé.
—¿Quién te dijo mi verdadero nombre? —Él elevó la voz.
—Eso no importa. —El bufeo continuó riendo. —Lo importante aquí, es que yo ya gané.
Dylan pateó la silla que tenía a su costado, furioso. La paciencia finalmente se le agotó, y sintió que sería capaz de matar a Íkam con sus propias manos. Ya no lo soportaba.
—Esto no va a llevar a ningún lado. —gruñó, girando hacia Ethan. —Zlovensky, hechízalo.
—Inmovilízalo. —Ethan ordenó, acercándose a ellos.
Dylan asintió, sosteniendo a Íkam por los hombros. Lo obligó a sentarse de nuevo, y lo mantuvo firme en su asiento.
Ethan elevó la mano derecha, recitando los tres hechizos de la verdad que se sabía de memoria. Escuchó los gritos de dolor del bufeo cada vez que uno de los encantamientos chocaba contra él, pero no se desconcentró. Un solo hechizo era suficiente, pero prefería asegurarse de hacer bien su trabajo.
—Pregúntale lo que quieras. —Ethan mencionó sombrío. —No podrá mentir por las próximas cuatro horas.
Dylan lo soltó con asco, empujándolo en su asiento. Esperaba que, con el hechizo, ya estuviera dispuesto a cooperar.
—¿Quién te ordenó asesinar a los adolescentes? —Dylan cuestionó.
—El que me liberó hizo un trato conmigo. —El bufeo carraspeó. —Mi libertad por un par de vidas humanas. Suena bastante justo.
—¡Dime el maldito nombre de quien te liberó! —Dylan exigió. —¿Para quién trabajas?
—Persenpholis Kovacevic. —Íkam contestó con ironía. —¿Quién más crees que pudo haberme sacado de la cárcel del Triángulo?
Dylan apretó los puños, frustrado. Saber que el bufeo estuvo preso, era lo peor que pudo escuchar.
—¿Cuánto tiempo estuviste en el Triángulo?
—Diez años. —Se encogió de hombros. —Se suponía que tenía cadena perpetua, pero el señor Kovacevic me dio otra oportunidad.
—¿Qué fue lo que hiciste para terminar en prisión? —Ethan interrumpió, acercándose. Sentía curiosidad de saber qué pudo hacer un delfín para ir a la cárcel.
—Hice algo que es común en mi especie, pero elegí mal a la víctima. —Íkam giró hacia Ethan. —Traté de llevarme una chica al mar, sin saber que era una arpía. Luego me acusó de haber abusado de ella.
Dylan se cruzó de brazos, sin comprender cómo eso se relacionaba con los crímenes que investigaba. Ethan solo estaba para hechizarlo, no se suponía que debía intervenir.
—¿Conociste a Iskandar Kovacevic? —Dylan inquirió. —¿Qué sabes de él?
—Iskandar y yo fuimos compañeros de celda por un tiempo, pero no duró mucho. —Íkam regresó su atención a él. —A mí me trasladaron con el resto de seres acuáticos, y él se quedó en el pabellón principal. Con reos mucho más peligrosos que él.
—¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
—Ayer, antes de salir a estrangular a ese estúpido adolescente con sus propios intestinos. —Él rio. —Pero créeme que Iskandar no se ha olvidado de lo que le hiciste. Él va a hacerte pagar por haberlo encarcelado.
—Dile que lo estoy esperando. —Dylan se inclinó hacia él, volviendo a tomarlo por las cadenas. —Hace mucho que Iskandar viene amenazándome, pero todavía no da la cara. Estoy seguro que sigue siendo el mismo cobarde al que me enfrenté años atrás.
Íkam luchó por soltarse, pero la energía comenzaba a agotársele. Necesitaba agua, pero no se lo pediría a Merrick.
—No te atrevas a hablar así de él. Ningún Kovacevic te tiene miedo; eres solo un chiste para ellos. —El bufeo los defendió. —Y cuando Perso libere a todos los criminales que tiene encerrados en el Triángulo, ustedes no serán rival para ellos.
—¿A qué te refieres? —Dylan se exaltó. —Hace meses que no hemos tenido noticias de los grifos. ¿Cuándo atacarán de nuevo?
—No tengo idea de cuándo atacarán, pero sí sé que el plan de Perso es perfecto. —Íkam rio con sorna. —Él los encontrará cuando el momento justo llegue.
Dylan lo tiró de la silla, cansado de sus acertijos. A pesar que él ya no podía mentir, tampoco le decía nada útil. Se agachó para quedar a su altura, viéndolo con fastidio en el suelo.
—¿Cuál es el plan de Perso? —Elevó la voz. —¿Qué es lo que hará?
—Ya te dije que no lo sé. A mí me liberaron para que asesinara a tres jóvenes, no para hacer preguntas. —repuso en un hilo de voz. —Si quieres saber a lo que te enfrentas, deberías buscar a Iskandar. Él te será de más ayuda que yo.
—¿Por qué esos adolescentes y no otros?
—Perso me dio sus nombres y direcciones, pero no el motivo. —El bufeo carraspeó. —Solo sé que dos de ellos fueron al azar, y uno por venganza. Pero no me explicó más.
—¿Y qué hay de los cinco muchachos que crucificaron en la escuela? —Dylan repitió la misma pregunta una última vez. —¿También estuviste involucrado en sus muertes?
—Cuando me liberaron, ellos ya habían muerto. —Tosió, y relamió sus labios. —Yo puse las cruces, y ayudé a trasladar los cuerpos, pero fueron los hombres de Iskandar quienes se encargaron del trabajo.
Dylan lo pateó, antes de alejarse de él. Ya había escuchado suficiente, y le quedaba claro que el bufeo era solo un matón. Perso lo liberó porque le servía, y le sería fácil deshacerse de él cuando las cosas salieran mal. Íkam solo fue una distracción.
—Tírale un poco de agua antes que se convierta en una tilapia. —Dylan espetó, girando hacia Ethan. —Y quédate con él en lo que regreso. Hay algo que necesito hacer.
—Dile a Salvatore que esto fue un mensaje para él. —Íkam alcanzó a decir, con la voz ronca. —Primero fueron los lobos, luego los humanos, y pronto serán los vampiros. —rio. —El Triángulo no perdona, y mucho menos olvida. Este será su final.
Dylan salió del cuarto de interrogatorios, dirigiéndose al escritorio de su amigo. Aunque todavía no sabía que hacer, entendió que lo mejor para todos era sacar a Íkam de la comisaría. Los grifos no podían volver a tener contacto con él.
—El bufeo acaba de confesar los asesinatos. —Dylan habló raudo, deteniéndose frente a Zyair. —No puede seguir aquí. Me lo voy a llevar.
—¿Qué? —Él se alarmó, y se puso de pie. —¿Acaso pretendes que lo enviemos al Triángulo?
—Él viene de allá. Perso lo liberó a cambio de asesinar a los jóvenes. —Explicó bajo. —Él está apoyando a los grifos.
Zyair enmudeció un momento, terminando de asimilar lo que pasaba. Sabía que siempre hubo una enemistad entre los vampiros y los grifos, además de los crecientes rumores de una guerra entre las especies. Sin embargo, él no estaba del todo enterado de lo que ocurría en el mundo mágico. Él pasaba tanto tiempo camuflado entre humanos, que la idea de una guerra parecía muy lejana.
—Dejar que te lleves al sospechoso implicaría perder mi empleo. —Él intentó explicar. —Tal vez para ti sea insignificante este puesto que tengo como policía, pero mi empleo paga mis deudas, y las colegiaturas de mis hijos. No voy a arriesgar todo eso por un bufeo.
—Una guerra se avecina, Zyair. —Dylan advirtió. —Dejarlo aquí solo nos pone en peligro a todos.
—¡Yo ya estoy en una guerra, Dylan! —Zyair gritó, alterado. —Lucho a diario con asesinos, violadores y ladrones. Lo que suceda en la élite de los vampiros no me incumbe ni me afecta.
Dylan rio amargamente y negó. Zyair era más estúpido de lo que creyó cuando lo conoció. Él se había mimetizado con los humanos, que hasta sonaba como uno.
—Antes que policía, tú eres vampiro. Y, como vampiro, tu lealtad es con tu especie. —Dylan le recordó. —Si se desata la guerra, ni tú, ni los humanos estarán a salvo. Es por eso que necesito deportar al bufeo de vuelta a Perú. Daré aviso a su líder, y dejaremos que su gente se encargue de él.
—Deportar a una persona con una investigación en curso no es tan sencillo como crees. —Zyair habló entre dientes. —Las cosas en el mundo real no son como en el castillo.
—Si no lo quieres deportar, entonces mételo en una pecera y mándalo por encomienda. —Dylan gruñó. —Pero sácalo de aquí antes que los grifos lo encuentren.
—¿Acaso te estás escuchando? —Él se cruzó de brazos. —¿Crees que alguna agencia va a querer llevar un delfín como si fuera un paquete?
—Los delfines rosados están en peligro de extinción. Te lo van a agradecer.
Zyair negó, cruzándose de brazos. La discusión con Dylan no llevaría a ningún lado, y prefirió volver a sentarse. Observó la foto de su familia en la pantalla de su computadora, y suspiró. Todo lo hacía por ellos.
—Te dije que te daba hasta las diez para que obtuvieras la información que necesitabas, y ya quedan cinco minutos antes del cambio de turno. —Zyair engrosó la voz. —Ve por tu amigo, y retírense de aquí.
Dylan apretó los puños, conteniendo el impulso de golpearlo. Se sentó también, esperando no llamar la atención del resto de policías. No comprendía cómo Zyair podía ser tan necio, y no ver que la guerra afectaba a todos por igual. Su trabajo no serviría de nada si Perso cumplía su promesa de liberar a las criaturas del Triángulo.
—¿Le darás la espalda a tu propia especie? —Dylan entrecerró los ojos. —¿Vas a poner en riesgo a Salvatore solo por un simple trabajo mortal?
—Mi lealtad está con mi familia; con mi esposa y mis hijos. —Zyair habló firme. —Es a ellos a quienes no les daré la espalda. Lo siento Dylan, pero estás solo en esto. No moveré al bufeo de su celda.
Dylan respiró profundo, sintiendo que ese fue el peor día que tuvo en mucho tiempo. Él se aclaró la garganta, resolviendo que sería la última vez que saldría en una misión como esa. Hubiera preferido quedarse entrenando con la guardia real en el castillo. Al menos, a ellos podía golpearlos con las lanzas cuando se aburría.
—Hay un puesto en la guardia real del castillo. —Dylan ofreció, como último intento para convencerlo. —Ayúdame a deportar al bufeo, y te contrataré como parte de la escolta.
—Soy mestizo, Dylan; al igual que mi esposa. —Zyair mencionó con ironía, creyendo que se burlaba de él. —No me permitirán ser de la guardia real.
—El jefe de la guardia real soy yo. De mí dependen los contratos del personal nuevo. —Dylan extendió una mano. —El puesto es tuyo si lo quieres. Solo tienes que ayudarme.
Zyair observó a Dylan con detenimiento, sin terminar de creer la propuesta que le hizo. Él siempre soñó con ser parte de la guardia del Aka Zaba cuando era niño, pero su linaje lo impedía. Sin embargo, finalmente tenía la oportunidad de conseguir el empleo que quería.
Zyair apretó la mano de Dylan, dando por cerrado el trato. Aunque temía que fuera una broma, estaba dispuesto a arriesgarse para lograr un sueldo mejor.
—Déjame hacer unas llamadas, y te escribiré apenas logre subirlo a un avión. —Zyair afirmó. —Mañana a primera hora Asamat habrá llegado a Perú.
—Cuando me haya asegurado que el bufeo regresó a su manada, te mandaré a buscar para que firmes tu nuevo contrato. —Dylan se levantó. —Mientras más rápido se vaya, más rápido podrás ingresar a la guardia real.
Dylan buscó a Ethan, y caminaron de regreso a la camioneta. Ethan se mantuvo en silencio, sin ánimos para decir algo. Aunque todo salió bien, se sentía incómodo con Dylan al lado. Él lo había tratado como si fuera un empleado, subestimándolo lo más que pudo. Y no estaba acostumbrado a ese tipo de trato. Cuando era Salvatore quien le pedía su ayuda en alguna misión, siempre lo trataba como su igual.
Dylan aceleró lo más que pudo, queriendo llegar ya al castillo. Necesitaba conversar con su padre, y contarle lo que descubrió. Ambos debían idear un nuevo plan, y preparar a la guardia para el siguiente ataque. Perso planeaba algo grande, y ellos no podían quedarse atrás.
Ethan fue el primero en bajar del auto, y se dirigió a su habitación sin siquiera despedirse de Dylan. La cabeza comenzó a dolerle, y una mezcla de vergüenza y frustración se apoderaba de él. Prefirió avanzar en silencio, y evitó cruzarse con cualquier otro vampiro. No estaba de humor para conversar con nadie más.
Dylan corrió hasta el estudio de Salvatore, y tomó el directorio que su padre guardaba en su cuarto en el camino. Abrió la puerta con fuerza, todavía buscando una forma de contactarse con el líder de los bufeos. Necesitaba solucionar ese tema antes de preparar su siguiente movimiento.
—Padre, necesitamos hablar. —Él mantuvo la mirada en el libro. —Tenemos mucho trabajo que hacer.
El eco de una leve risa lo distrajo, y cerró el directorio. Entró tan rápido, que no se dio cuenta que Macy también se encontraba allí. Ella dejó de reír apenas lo vio, y se levantó de su asiento.
—Te veré después, Salvatore. —Macy mencionó con incomodidad, tomando la copa de sangre que dejó en la mesa. —Voy con Ethan.
Salvatore asintió, relamiendo sus labios. El ambiente se tornaba tan tenso cuando Dylan y Macy se encontraban en una habitación, que prefirió ignorarlos hasta que ella se fuera. Él todavía quería que su relación se arreglara, pero no iba a intervenir más. El destino de ambos era estar juntos, y confiaba que, tarde o temprano, todo volvería a la normalidad.
Macy terminó de tomar la sangre que tenía, y dejó la copa sobre el escritorio. Se sentía incómoda, y solo bebió lo más rápido que pudo. Dylan notó que ella volvió a mancharse el rostro, y se apresuró a limpiarla. Tal y como lo hacía antes. Pasó el pulgar por los labios de Macy, y lamió los restos de sangre que sacó. La vio fijamente a los ojos, sin ser capaz de decir cualquier cosa.
Macy retrocedió un paso, sin comprender por qué Dylan hizo eso. Ella sintió un pequeño hormigueo en su estómago con su tacto, y desvió la mirada. Salió de la habitación con la cabeza gacha, y el pulso acelerado. No sabía si quería pegarle, gritarle o agradecerle, pero resolvió alejarse de Dylan lo más que pudo. No caería en sus juegos de nuevo.
La joven regresó a su recámara para tomar unas hojas que imprimió la noche anterior, antes de ir en busca de Ethan. Después que ella regresó de la cafetería, se puso a investigar todas las muertes que estuvieran relacionadas con su escuela. Y, aunque no conocía a ninguna de las otras tres víctimas, decidió guardar una copia de las noticias que encontró. Macy necesitaba respuestas, y sabía que Ethan era el único capaz de dárselas.
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¡Hola!
Aquí está el capítulo 34
¿Qué les pareció?
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Espero les guste tanto como a mí.
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Nos leemos pronto
Les mando un abrazote
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