CAPÍTULO 32

Macy caminó lentamente por los pasillos del castillo, sintiendo que avanzaba sin rumbo fijo. Escuchaba las voces de los guardias saludarla a lo lejos, pero no tenía fuerzas para responderles. Ella se sentía como un alma en pena, cuya única misión era deambular durante toda la eternidad. 

Hacía más de un mes que no hablaba con Dylan, y hasta dejó de cruzarse con él en el castillo. Dylan comenzó a hacer guardias permanentes en la atalaya principal, e incluso almorzaba ahí. Macy solía permanecer despierta sentada al pie de su habitación, esperando escuchar sus pasos al otro lado de la puerta, pero jamás fue así. Él no regresaba a dormir a su alcoba. 

Al inicio, ella quiso arreglar las cosas con Dylan. Lo buscaba para intentar conversar con él, pero jamás encontró la oportunidad para hacerlo. Dylan hacía lo posible por evitarla, y Macy se decepcionaba cada vez más de él. Aunque todavía lo amaba, ella se convenció a sí misma que lo mejor sería olvidarse de él. 

Macy intentaba mantener su mente ocupada la mayor parte del tiempo para no pensar en Dylan, pero se volvía más difícil con el pasar de los días. A pesar de dormir en cuartos separados, muchas cosas de su habitación le recordaban a él. Sin embargo, ella hacía lo posible por enfocarse en su nuevo entrenamiento, y en las lecciones con Salvatore. 

—La coronación será en dos meses. —El hombre anunció durante el desayuno. —El día de mi cumpleaños anunciaré mi retiro, y te coronaremos al día siguiente. Después de eso, yo podré morir en paz. 

—Ya no digas eso, Salvatore; por favor. —Macy susurró, viéndolo a los ojos. —Sé que no hay cura para lo que te pasó, pero eso no quiere decir que morirás después de dejarme a cargo. No me abandones tú también, por favor. —pidió, con un hilo de voz. —Eres el único familiar y amigo que me queda. 

Salvatore la miró con pena, y esbozó una sonrisa. La tomó de la mano, apretando su agarre. Él le había contado a Macy el plan que tenía de entregarse a Perso, y detener la guerra antes de que empiece. Pero prefería ya no recordárselo. Él sabía que ella haría lo posible por evitarlo, y prefirió dejar que Macy lo olvidara. Solo Dylan conocía lo que realmente estaba por ocurrir. 

—Todo estará bien, Macy. —Él intentó tranquilizarla. —Yo confío en ti. Sé que serás la reina que nuestro pueblo necesita. 

Macy sonrió, abrazándolo. Ella no quería continuar con aquella conversación, ni pensar en la muerte. Después de lo que ocurrió con sus amigos, le aterraba la idea de que alguien más falleciera. Las imágenes de los cuerpos en el patio de la escuela todavía la atormentaban cuando intentaba dormir, y no quería ni imaginar que Salvatore pudiera terminar en una situación similar. 

—Creo que Ethan ya me está esperando. —Ella buscó una excusa para terminar aquella conversación, viendo su reloj. —Será mejor que vaya a verlo. 

—Anda con él, yo estaré en mi oficina. —Salvatore se levantó también. —Nos vemos en el almuerzo. 

Macy esbozó una débil sonrisa, y salió del comedor principal. Pasó primero por su habitación, recogiendo un libro que Ethan le prestó. Ella avanzó hacia la oficina de Ethan con paso lento, sin ánimos para estudiar con él. No tenía ganas, ni interés, en aprender a dominar el resto de sus poderes.

Las lecciones con Ethan habían comenzado hacía tres semanas, pero Macy sentía que no aprendía nada. Él hablaba y hablaba por horas, y ella fingía entender todo lo que escuchaba. Sin embargo, era muy complicado intentar hacer cualquiera de los hechizos que él trataba de enseñarle. Ethan era buen amigo, pero un pésimo profesor. 

Macy suspiró, regresando a la realidad. Sacudió la cabeza, dándose cuenta que había llegado a su destino. Estaba frente a la puerta de Ethan. Su clase iba a empezar. Macy giró la perilla pesadamente, soltando un largo respiro. Esas serían las dos horas más largas de su día. El tiempo pasaba extremadamente lento cuando estaba con él. 

—Llegas tarde. —Ethan bromeó, acercándose a ella—. Es la tercera vez esta semana. 

Macy rodó los ojos, y resopló. Su día no había comenzado bien, y eso era lo último que quería escuchar. Avanzó hasta el escritorio, sentándose en su lugar. Abrió el libro que llevó en una página al azar, y fingió leerlo. 

—¿Podemos iniciar? —cuestionó, irritada. 

Ethan asintió, percibiendo su mal humor. El estado de ánimo de Macy cambiaba tanto en los últimos días, que por momentos no sabía cómo tratarla. Él suponía que actuaba así por su ruptura con Dylan, pero resolvió no preguntarle nada al respecto. Ella reaccionaba mal cuando escuchaba su nombre. 

Ethan se sentó frente a ella, tomando el libro de sus manos. Avanzó hasta el índice, intentando pensar en qué le enseñaría. Salvatore ya le había explicado cuál era su misión, y por qué debía entrenarla. Pero él no terminaba de entender lo que debía hacer. Macy no era una hechicera, y jamás lograría realizar un conjuro complejo. Ethan sentía que ambos estaban perdiendo el tiempo, pero Salvatore era alguien que no escuchaba razones cuando algo se le metía en la cabeza. 

—¿Dónde fue que nos quedamos? —murmuró para sí mismo. 

Macy se encogió de hombros, levantándose para dar una vuelta por el lugar. Se acercó a una de las estanterías que Ethan tenía, leyendo las inscripciones que tenían las pociones que él guardaba ahí. Ella no logró entender ninguna de las palabras, y supuso que estaban escritas en otro idioma. Tomó uno de los frascos, destapándolo para olerlo. Macy tosió con fuerza, volviendo a taparlo de inmediato. Apestaba peor que los grifos. 

—A menos que quieras terminar convertida en sapo, te sugiero que dejes eso ahí. —Ethan habló divertido, sin voltear a verla. —Esas pociones no están listas aún. 

—¿Para qué son? —Macy consultó, regresando a su lugar. —Huelen horrible. 

—Es el antídoto que preparo para Salvatore. Ayuda a que el dolor y los síntomas desaparezcan, pero no es una cura. —Explicó, elevando el rostro. —Por más que trabajo día y noche en esas pociones, todavía no he logrado terminarlas. Funcionan, pero no por completo. 

Macy relamió sus labios, pensando. Por un breve instante, sintió que Ethan estaba experimentando con la salud de Salvatore. Sin embargo, comprendió que esa era la única alternativa que les quedaba. La salud de su bisabuelo empeoraba cada día más, y esos brebajes eran los únicos que lo ayudaban a mantenerse de pie. 

Ethan cerró el libro de golpe, captando la atención de la chica. Él se aclaró la garganta, levantándose de su asiento antes de hablar. 

—¿No te gustaría ir por un café? —preguntó, viéndola a los ojos.

—¿Un café? —Macy repitió, extrañada. —¿A la cocina?

—A una cafetería. —Ethan rio. —En la calle .

Macy levantó una ceja, todavía confundida. No comprendía la propuesta de Ethan. 

—¿Por qué quieres tomar un café ahora?

—Porque sé que soy un pésimo profesor, y ya me aburrí de estar aquí. —Él continuó riendo, encogiéndose de hombros. —Creo que a los dos nos hará bien salir del castillo un momento.

Macy desvió la mirada, analizando lo que acababa de escuchar. Aunque la idea de salir a tomar un café le gustaba, la imagen de Dylan volvió a su mente. Ella sabía que su salida con Ethan sería solo como amigos, pero algo dentro suyo le decía que no estaba del todo bien ir con él. 

Macy bajó de su asiento, intentando tomar una decisión. Ella soltó un breve suspiro, asintiendo con lentitud. A pesar de no estar segura de lo que hacía, resolvió aceptar ese café. 

—Dejé mi celular cargando en mi habitación. —mencionó, con voz baja. —Déjame traerlo antes de irnos. 

—Te esperaré en el estacionamiento. —Ethan avisó. —No tardes.

Macy salió primero de la oficina, y regresó a su recámara. Ella tomó el teléfono, viendo la foto que colocó de fondo de pantalla. Era la que se tomó con Dylan en esa habitación, cuando se estaba probando el vestido para la cacería. Sintió una lágrima caer por su mejilla, y sacudió la cabeza antes de guardar el móvil en su bolsillo. Le hacía mal pensar en él. 

Macy sabía que debía atravesar el patio principal para llegar al estacionamiento, y un leve escalofrío la recorrió. Era posible que se encontrara con Dylan al pasar por ahí, y su corazón se agitó. Ella quería hacer un último intento de hablar con él, y arreglar las cosas de una vez. Tal vez, Dylan accedería a conversar con ella si le decía que saldría con alguien más. 

Macy caminó a paso firme por el patio, con la mirada en alto. Intentaba descifrar en cuál de las atalayas estaba, y si se encontraba solo. Ella frenó en seco cuando lo vio asomarse por una ventana, con una expresión de molestia. Ambos se observaron fijamente a los ojos por varios minutos, antes que Dylan regresara al interior, escondiéndose. 

La joven tomó una gran bocanada de aire, preparándose para lo peor. Subió las escaleras de la atalaya con prisa, sin saber siquiera qué le iba a decir. Sin embargo, esa sería la primera vez, en mucho tiempo, que podría tenerlo cerca para tratar de razonar con él. 

Dylan estaba apoyado sobre un escritorio, dándole la espalda a la entrada. Ella golpeó la puerta, intentado captar su atención. Pero él no volteó a verla. 

—Hola, Dylan. —Macy saludó, temerosa. —¿Puedo pasar?

—Haz lo que quieras. —Él respondió con molestia. —Estoy ocupado.

Macy sintió sus piernas flanquear al escuchar su voz después de tantos días, e hizo un esfuerzo por mantenerse firme. No se retractaría de lo que había decidido. 

—Dylan, quería hablar contigo. —Ella carraspeó, dando un paso hacia adelante. —Voy a salir con...

—Sal con quien quieras, Macy. —Dylan giró hacia ella, apretando los puños. —Tú no tienes que darme ninguna explicación. Lo que hagas con tu vida, ya no me importa.

Macy pudo percibir el fastidio en la voz de Dylan, pero no le dio importancia. No se dejaría intimidar por él. 

—¿Realmente vas a seguir enojado después de todo este tiempo? —preguntó finalmente, cruzándose de brazos. —¿Por qué no entiendes que todo lo hice por tu bien?

—Porque no tenías ningún derecho a intervenir en el juicio. —Dylan respondió entre dientes. —Me prometiste que no harías nada, y aún así corriste a buscar a mi padre para que él se echara la culpa de los cargos. —Le recriminó. —¿Es que no te has dado cuenta que los ancianos ahora desconfía del juicio de Salvatore?

—El concejo vampiro desconfía hasta de su propia sombra. —Macy le recordó. —Lo único que Salvatore hizo, fue hacerlos entrar en razón. Los cargos que ellos inventaron sobre los ciento cincuenta...

—Los cargos eran verdaderos. —Él habló sombrío. —Yo ordené que convirtieran a cien humanos en vampiros, y los pusieran como guardias. Aunque odie admitirlo, Koenraad tenía razón. De un modo u otro, todos ellos murieron por mi culpa. 

Macy pasó saliva con dificultad, sorprendida por su confesión. Le dolió que Dylan no hubiera confiado en ella, pero una interrogante más grande se formaba en su cabeza. Si él solo pidió la conversión de cien humanos, ¿por qué lo acusaban de morder a ciento cincuenta? O el concejo exageró la cifra, o alguien más estaba convirtiendo humanos a espaldas de los demás. 

Macy carraspeó, decidiendo hablar con Salvatore sobre eso cuando lo viera. Ella regresó su atención a Dylan, avanzando hacia él. Necesitaba que ellos arreglasen su situación. 

—Ha pasado más de un mes desde el juicio, y realmente no me importa si eres culpable o no. —Macy lo vio a los ojos. —Tú y yo merecemos hablar. Creo que, al menos, me debes eso. 

—Ya te dije que no tenemos nada más de qué hablar. —Dylan señaló la puerta. —Yo estoy ocupado, y tú tienes una cita. Retírate por las buenas, no quiero pelear contigo hoy. 

Ella negó, plantándose frente a él. Lo tomó con fuerza por la muñeca, sintiendo que su cuerpo reaccionaba solo. 

—Dylan, escucha, yo me enojé contigo cuando quisiste cuidarme, y ahora tú estás enojado conmigo porque hice lo mismo. —Macy musitó, suplicante. —¿Por qué no olvidamos todo lo que pasó y volvemos a como estábamos antes? 

Dylan soltó una risa irónica, negando con la cabeza. Se liberó de su agarre, y retrocedió. Estaba cansado de la actitud de Macy, y de que ella creyera que podía resolverlo todo con un par de palabras. A él nunca le gustó pedir ayuda, y mucho menos que la gente pensara que él no podía resolver sus problemas solo. Sin embargo, Macy y Salvatore se habían encargado de dejar en claro que él no sería nada sin ellos. 

Dylan siempre odió el nepotismo; más aun cuando Salvatore lo adoptó. Todos los vampiros inventaban cosas sobre él solo por haber sido presentado como un Brancchiatto; pero nada de lo que se decía era cierto. Dylan se esforzaba por dejar en claro que él había logrado mucho por su propio mérito, pero la sombra de su padre siempre lo cubrió. Él ni siquiera tuvo oportunidad de pagar por los errores que cometió. No porque no quisiera, sino, porque Salvatore no se lo permitió. 

—Macy, ¿acaso estás escuchándote? —Dylan frunció el ceño, inclinándose hacia ella. —Lo que yo hice por ti no fue ni la mitad de grave en comparación de lo que tú hiciste. Me dejaste en ridículo frente al concejo vampiro, y les diste más motivos para que crean que soy una amenaza para nuestra especie. 

—¡TÚ ME LANZASTE UN MALDITO HECHIZO! —Macy explotó, gritando. —¿Cómo puedes decir que eso no fue grave? ¿Por qué te victimizas tanto, cuando tú me has tratado peor que a un juguete viejo?

—¡Yo lo hice por protegerte! —Dylan elevó la voz. —Yo ordené que te hechizaran porque te quería. En cambio, lo que tú hiciste fue una burla, tanto para mí, como para la ley. 

Macy negó, apretando los labios. El dolor que sintió se convirtió en rabia al pensar en todo lo malo que Dylan le hizo desde que lo conoció.

—¿Acaso no te has puesto a pensar en que yo intenté protegerte porque te amo? —Macy gruñó, sintiendo sus colmillos bajar. —¿Acaso crees que yo hubiera sido capaz de continuar con mi vida si permitía que el concejo te matara?

—Llevo más de cien años esperando la muerte. —Dylan le recordó, cruzándose de brazos. —Me habrías hecho un favor. 

Macy lo empujó con fuerza, sin contenerse más. El enojo y la frustración la embargaban, y ella solo pensaba en golpearlo. Dylan actuaba como un imbécil la mayor parte del tiempo, pero eso ya era el colmo. El orgullo del chico era tan grande, que no le permitía pensar con claridad. 

—¿Por qué te cuesta tanto aceptar que hice todo esto por tu bien? —Macy volvió a preguntar, golpeándolo en el pecho. —¿Por qué te empeñas en ponerme a mí como la mala de todo esto?

Dylan entrecerró los ojos, cansado de todo. Había soportado el berrinche de Macy por mucho tiempo, pero la cabeza comenzaba a dolerle. La sostuvo con fuerza del cuello, acorralándola contra la pared más cercana. La elevó un par de centímetros del suelo, asegurándose de inmovilizarla antes de hablar. 

—Porque todo se está repitiendo, Macy. El juicio, el concejo, los grifos... todo. —masculló, conteniendo la fuerza para no estrangularla. —La primera vez que me condenaron, Salvatore me salvó porque se apiadó de mí, y ahora tú has hecho lo mismo. Ustedes se empeñan en creer que soy bueno, cuando no es así. 

Macy se retorció entre sus dedos, luchando por respirar. Logró tomar una bocanada de aire, sintiendo su corazón acelerarse. 

—Yo pude ver a través de tus ojos el día del juicio. Sentí tu miedo, y tu desesperación. Siempre dices que quieres morir, pero ese día temías por tu vida. —Ella habló con un hilo de voz. —Todos merecemos una segunda oportunidad. 

—Yo soy culpable, Macy. Fui culpable de lo que me acusaron en mi primer juicio, y soy culpable de los cargos que me dieron en este. —Dylan le recordó entre gruñidos. —Tú realmente no me conoces. Créeme que yo ya no merecía otra oportunidad. 

Dylan soltó a Macy, viéndola caer al suelo. Ella tosió con fuerza, buscando recobrar el aliento. Pasó saliva con dificultad, sintiendo que los ojos se le saldrían de las cuencas en cualquier momento. Aquella conversación terminó peor de lo que creyó. 

Macy tardó varios minutos en que su pulso se normalizara, y volver a respirar con tranquilidad. Se levantó con dificultad, sosteniéndose de una silla para no caer. Escuchó su celular sonar, y recordó que Ethan seguía esperándola en el estacionamiento. Ella sintió sus ojos llenarse de lágrimas, pero las contuvo. Ya no le daría el poder de hacerla llorar. 

—Tienes razón, yo no te conozco. —Macy espetó con asco. —Por un breve tiempo, conocí a Merrick Blackwell, y me enamoré de él. Pero ahora sé que a Merrick lo mató un monstruo llamado Dylan Walsh. —recriminó. —Disfruta de tu soledad; no volverás a saber de mí. 

Dylan se giró, agachando el rostro. Comenzó a sentirse mal por haber ahorcado a Macy, y suspiró. La ira que experimentaba cada vez que pensaba en los juicios y crímenes que cometió lo cegaba, y no le permitía razonar. Él quiso correr tras ella cuando la escuchó bajar las escaleras, y pedirle perdón por todo, pero se contuvo. Muchas veces intentaron que su relación funcionase, y nunca lo lograron. Lo mejor sería dejarla tranquila, y que Macy fuera feliz con alguien más.

Macy llegó al estacionamiento en cuestión de segundos, y vio a Ethan sentado dentro del auto. Ella pasó una mano por su rostro, haciendo lo posible por mostrarse tranquila. No quería llorar, ni que Ethan se diera cuenta que acababa de pelear con Dylan. Ella se arrepentía de haberlo ido a buscar, y solo quiso olvidar lo que pasó. 

Macy pensó en escribirle a Ethan para cancelar la salida, pero no lo hizo. Se sentía agobiada, y creyó que lo mejor sería salir, e interactuar con el mundo real por un par de horas. Por mucho que quisiera encerrarse en su cuarto por el resto de la tarde, se obligó a sí misma a continuar con los planes que había hecho. Macy se acomodó en el asiento del copiloto, asustando a su amigo cuando abrió la puerta con fuerza. 

—Lamento la demora. 

—Descuida. 

—Gracias. —Ella carraspeó. —Vámonos ya.

Ethan notó la voz entrecortada de Macy, y encendió la luz interior del auto. Giró hacia ella, notando los moretones que tenía en el cuello. 

—Macy, ¿qué es esto? —cuestionó, enojándose. —¿Alguien te golpeó?

—Los moretones desaparecerán pronto; puedo sentir mi cuerpo sanando. —Macy agachó la mirada, avergonzada. —Vamos por ese café, por favor. Ya no quiero estar en el castillo. 

Ethan mantuvo la mirada fija en ella por varios segundos, antes de encender el auto. La obedeció, pensando en qué más decirle. Él quería ayudarla, pero no sabía cómo. Ni siquiera se le ocurría una forma para reconfortarla. 

Ethan manejó a baja velocidad por las calles, y subió el volumen de la música. Macy no parecía querer hablar, y decidió respetar su silencio. Entró en la autopista que conectaba con el centro de la ciudad, acelerando. Quizás, ella se animaría a conversar cuando llegasen a la cafetería. 

El joven dio varias vueltas por calles aledañas, intentado recordar cómo llegar al lugar al que la llevaría. Sacó su celular un breve instante, revisando la dirección exacta. Él aprovechó el tiempo que Macy demoró para buscar en internet una cafetería que pudiera gustarle, pero no se ubicaba en el mapa. 

Macy reconoció su antiguo vecindario, y su corazón se agitó. Las personas caminaban de un lado a otro, y los niños jugaban en sus jardines. La vida de todos parecía continuar con normalidad; como si nadie se acordara que hacía poco falleció un grupo de estudiantes de secundaria. 

Ethan giró en una circunvalación, guardando su móvil en el bolsillo. Él redujo la velocidad al ver una cinta policial a lo lejos, y se detuvo cuando un policía le hizo señas para que se estacionara. 

—¿Qué es eso? —Macy consultó, abrochándose el cinturón. 

—No lo sé. —respondió bajo. —Parece una escena del crimen. 

El oficial que los detuvo se acercó a la ventanilla de Ethan, con una expresión dura. 

—La calle está cerrada. —avisó. —Regresen por donde vinieron. 

—¿Qué fue lo que pasó? —Ethan preguntó. —¿Por qué hay tantas personas afuera de esa casa?

—Se encontró un cuerpo esta mañana; otra posible víctima de la bestia de Ridgerview. —El oficial explicó sin mucho interés. —Retírense de una vez que necesitamos terminar de cerrar las calles. 

Macy se puso nerviosa al oír al policía, y desvió la mirada. Ridgerview era el nombre de su antigua escuela, y no comprendió qué relación tenía con el asesinato. Desde lo que ocurrió con sus amigos, ella se mantuvo lejos de la televisión y las redes sociales. Ni siquiera veía las noticias, y solo utilizaba el celular para observar películas. Un mal presentimiento crecía dentro de ella. 

—¿Te gustaría bajar a ver qué sucedió? —Ethan giró hacia ella. —Puedo estacionarme cerca a tu casa. 

—Ya he visto suficientes cuerpos como para querer ver otro. —negó, nerviosa. —Mejor vamos por ese café.

Ethan asintió, dando una última mirada por el retrovisor. Le pareció ver a un joven idéntico a Dylan avanzando hacia la escena del crimen, pero no dijo nada. No quería agobiar más a Macy, ni ponerla nerviosa. 

Ethan finalmente logró ubicarse entre las calles, y se estacionó frente a la cafetería. El se apresuró a abrir la puerta de Macy, y ayudarla a bajar. El lugar era más grande y bonito de lo que vio en fotos, y le alegró saber que había poca gente dentro. No le gustaba comer en lugares muy llenos. 

Macy entró al baño de la cafetería antes de sentarse, observando que los moretones habían desaparecido casi por completo. Ya casi no quedaban huellas de su pelea con Dylan. Ella regresó al lado de su amigo, y pidió un capuchino. Después de todo lo que pasó esa mañana, ya no tenía hambre. Pero no quería que Ethan se sintiera mal. 

Ethan ordenó un expreso, pero continuó revisando qué más tenía la carta. Él intentó en más de una ocasión iniciar una conversación con Macy, pero solo obtenía respuestas monosilábicas. Ella se veía más deprimida que cuando salieron del castillo en la mañana. 

—Macy, ¿puedo preguntar algo sin que te ofendas? —Ethan consultó, armándose de valor. 

—Siento que de todas formas me voy a ofender. —Ella esbozó una leve sonrisa. —Pero, adelante. Pregunta lo que quieras.

—¿Por qué sigues sufriendo por Dylan después de todo lo que él te ha hecho? 

Macy palideció con la pregunta, sintiendo como si le hubieran tirado un balde de agua helada. De todos los rumbos que la conversación pudo haber tomado, nunca imaginó que él le diría eso. 

—¿Por qué lo preguntas? —Ella carraspeó, sin importarle si sonó ruda. 

—Porque no eres ni la sombra de la chica que conocí meses atrás. —Ethan respondió firme, mirándola a los ojos. —Cuando te conocí, podía ver una energía muy fuerte irradiando de ti. Y ahora, pareces una avecilla herida. 

Macy agachó la mirada, rompiendo el contacto visual. Sabía que Ethan tenía razón, pero no tenía idea de cómo contestar. Ella se había hecho el mismo cuestionamiento cientos de veces, pero tampoco hallaba respuesta. 

—Yo... Yo no lo sé. —Macy se encogió de hombros. —Ni siquiera yo me puedo explicar por qué me siento como me siento. —suspiró. —Ya no sé si es amor, u obsesión, pero algo dentro mío impide que me olvide de él.

Ethan asintió, intentando comprenderla. Él recibió su pedido, y dio un largo sorbo al café mientras pensaba. Macy le parecía una muy buena amiga, y le incomodaba que ella siguiera aferrada a un amor que solo la lastimaba. 

—¿Acaso tiene que ver con el pacto de sangre qué hacen los vampiros? —Ethan ladeó la cabeza.

—¿Pacto de sangre? —Macy repitió, extrañada. 

—Ya sabes, cuando ustedes se muerden.

Macy rio al entender a qué se refería, y negó. 

—Bueno, yo no lo llamaría un pacto de sangre. —Ella intentó explicar. —Es una especie de ritual en que dos vampiros se casan. ¿Ustedes no tienen algo así?

—No. —Ethan rio. —Cuando nosotros nos queremos casar, solo firmamos un papel en el registro civil y ya. No nos lanzamos maldiciones mutuamente, o algo por el estilo. 

Macy soltó una leve carcajada al escucharlo, dando el primer sorbo a su café. Ella disfrutó el sabor dulce de la bebida, y pensó que aquella salida era más divertida de lo que imaginó. Ella tomó un poco más...

¡Macy! —Un grito la sacó de sus pensamientos. —¿Qué haces aquí?

Macy contuvo las ganas de escupir el café por el susto, y lo pasó con lentitud para evitar ahogarse. Tosió disimuladamente al reconocer la voz, creyendo que eso era lo único que faltaba para terminar de arruinar su día. Lilith acababa de entrar a la cafetería. 

—Hola, mamá. —Se levantó para saludarla. —Vine a tomar un café con un amigo.

Lilith la abrazó con fuerza, aliviada. Su hija había salido con alguien que no era Dylan, y eso la alegró. Ella confiaba en que ese matrimonio se terminaría pronto. Dylan jamás estaría a la altura de Macy. 

—¡Qué coincidencia! —Lilith se emocionó. —Yo también me veré aquí con unas amigas. Pero, ¿por qué no me presentas a tu amigo mientras espero? 

Macy asintió con incomodidad, dando un paso al costado. No sabía si ellos ya se conocían, y solo deseó terminar con aquella escena pronto. A Lilith no le quedaba el papel de madre abnegada. 

—Él es Ethan. —Lo señaló, haciendo un gesto para que se pusiera de pie. —Él también vive en el castillo, es...

—¡ES UN MALDITO TRAIDOR! —Lilith gritó, furiosa. —¿Cómo se te ocurre salir con él?

—¡Yo no soy ningún traidor! —Ethan se defendió, avanzando un paso. —Todo lo que pasó hace meses fue un accidente. Yo jamás le sería desleal a tu familia. 

Lilith lo abofeteó, indignada. Ethan Zlovensky era lo peor que le había ocurrido a su abuelo, y ahora trataba de engatusar a su hija también. Ella no comprendía cómo Macy se fijó en él. 

—¡No puedo creer que seas tan idiota, Macy! —Lilith giró hacia ella, elevando más la voz. —Hasta cierto punto, pude tolerar lo tuyo con Dylan, pero no permitiré que salgas con alguien que le ha hecho mucho daño a nuestra familia. 

Macy retrocedió un poco, aturdida por los gritos de su madre. Su cerebro se bloqueó debido a los reclamos, y demoró en procesar lo que escuchó. Ella no entendía de qué estaban hablando. 

El gerente de la cafetería se acercó a ellos acompañado de uno de los guardias, con una expresión dura. Los gritos de la mujer se escuchaban hasta su oficina, y una de las baristas corrió a decirle que los demás clientes estaban asustados. Era la primera vez que había un enfrentamiento en su local. 

—Señora, voy a pedirle por las buenas que se retire de aquí. —pidió con amabilidad, viendo fijamente a Lilith. —Los escándalos están prohibidos en este establecimiento. 

—¿Me está echando a mí? —Lilith se ofendió. —Es a él a quien deberían botar. —Señaló a Ethan. —Es un asesino que tiene secuestrada a mi hija. 

—Ya te dije que yo no maté a nadie. —Ethan mascullo, cansado. —¿Por qué no lo entiendes?

—Yo estoy aquí por voluntad propia. —Macy atinó a decir, todavía anonadada. —Nadie me secuestró. 

—Lo mejor será que se vayan los tres. —El gerente reiteró, cruzándose de brazos. —No sé qué ocurre entre ustedes, pero lo tendrán que resolver en otro lado. 

Ethan alcanzó a sacar un billete de cincuenta dólares de su billetera, pagándole al hombre mientras los echaba. Macy fue la primera en salir, y Lilith forcejeó con el guardia porque ella quería quedarse. Él salió al final, cansado de todos los problemas que Lilith causaba. Ahora comprendía por qué ningún Brancchiatto soportaba tenerla cerca. 

—Espero que estés feliz. —Lilith reclamó, jalando a Ethan. —Por tu culpa, no me dejarán regresar a esta cafetería.

—Tú fuiste la que empezó el escándalo. —Él se soltó, cruzándose de brazos. 

—Y tú, ¿no dirás nada? —Ella rodó los ojos, y se volvió hacia Macy. —¿No me darás una explicación?

—Madre, yo sigo sin comprender qué es lo que sucede. —Macy resopló, peinando su cabello hacia atrás. —¿Por qué dices que Ethan es un traidor?

—¡Porque lo es! —Lilith elevó la voz. —Sus manos están manchadas de nuestra sangre; es por su culpa que Darice está muerta. —explicó, sin contener su enojo. —¡Ethan mató a mi abuela!


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¡Hola!

Aquí está el capítulo 32. ¿Qué les pareció?

¿Tienen alguna teoría?
¿Qué opinan de Ethan?
¿Lilith estará diciendo la verdad?

Les dejo una imagen de Macy

Espero les haya gustado el capítulo. No se olviden de votar, comentar y compartir para llegar a más personas. 

Les mando un abrazote
Nos leemos pronto

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