CAPÍTULO 24
Los cuerpos de los cinco adolescentes aparecieron en el patio de la escuela; el domingo en la madrugada. Uno de los guardias alertó a la policía cuando escuchó unos ruidos extraños, sin creer lo que encontró. Sus cadáveres fueron dejados en el patio principal.
Cinco cruces de madera se erguían en la cancha, con los cuerpos atados a ellas. Ninguno de los muchachos tenían ojos, y habían cosido sus labios para evitar que gritasen. Sus cuerpos estaban llenos de marcas y signos de tortura, y solo les dejaron la ropa interior. Los grifos no se los comieron; sin embargo, les hicieron algo mucho peor.
El primer cuerpo, era el de James. Tenía el abdomen abierto, y sus vísceras colgaban hacia afuera. Habían atado una soga a su cuello para mantener su cabeza elevada, y tenía una expresión desgarradora en el rostro. El miedo inundaba cada una de sus facciones, y la sangre teñía su cabello de rojo.
Logan, el novio de Jazmine, era el segundo. Tenía ambos brazos rotos, como si hubiera intentado defenderse antes de su muerte. Un cuervo se posó encima de su cabeza, y empezó a picotear las cuencas vacías de sus ojos. Su cuerpo era el menos dañado de los cinco.
Annabeth era la tercera, y era la única que no tenía los labios cosidos. Le habían roto la quijada, y regaron sus dientes por el suelo. Clavaron su cabeza a la cruz por la frente, y sus piernas estaban llenas de mordidas de animal. Le faltaban varios dedos de una mano, y tres del pie también.
A Tiara le habían arrancado trozos de cuero cabelludo, y tenía el abdomen abierto por completo. Le faltaban todos los órganos internos, además de la piel que recubría la zona. Tenía un corte profundo a la altura de la arteria femoral, pero no sangraba. Habían drenado toda su sangre antes de crucificarla.
Jazmine era la última, y cuyo cuerpo mostraba más signos de tortura. Le habían amputado ambos pies para impedir que escape; dejando las zapatillas sobre el pasto. Tenía las costillas rotas, al igual que las piernas. Su cabeza también estaba clavada, y tenía el rostro lleno de sangre. Ella continuaba con vida cuando comenzaron a martillear.
—¡Hay algo tallado en su pecho! —gritó uno de los oficiales, acercándose al cuerpo de James—. Parece una letra "V".
—En este hay una "O" —gritó otro, acercándose a Logan.
Los policías fotografiaron los cuerpos y rotularon la evidencia antes de intentar bajar a las víctimas. La palabra "volví" se formaba al leer las iniciales talladas en sus pechos; pero eso no fue lo peor. Cada uno de ellos tenía una inscripción en la espalda, casi como una etiqueta. Parecía que los grifos los estudiaron antes de asesinarlos.
En la espalda de Jazmine, grabaron la palabra zorra, y en la de Annabeth, chismosa. A James le escribieron marica, y a Tiara, racista. Sin embargo, la inscripción de Logan era la más extraña de todas. En su espalda se leía la palabra traidor.
Los policías acordonaron la zona, esperando a que llegue el fiscal para que pudieran llevar los cuerpos a la morgue. Colocaron una banda para evitar que los padres de los jóvenes ingresen, pero fue inútil. Ellos rompieron la cinta, corriendo hacia las cruces.
La madre de Jazmine corrió hacia su hija, abrazándola en el suelo. No le importaba mancharse de sangre, y se rehusaba a soltarla. Hacía un año perdió a su esposo en un accidente automovilístico, y ahora perdía a su hija menor. La vida no era justa para ella.
Uno de los oficiales se arrodilló a su lado, jalándola con cuidado de los hombros. Consiguió que la mujer suelte el cadáver, llevándola hacia la patrulla. La sentó con cuidado, dándole un poco de agua. Aquella escena del crimen era peor de lo que cualquiera pudo imaginar.
Dylan cubrió la boca y nariz de Macy para evitar que grite, y la jaló hacia atrás. Habían estado escondidos entre las gradas del patio, pero decidió irse cuando ella comenzó a hiperventilarse. Uno de los policías era infiltrado de los vampiros, y resolvió pedirle información después. No era seguro para ellos permanecer en la escuela.
Macy se movió entre los brazos de Dylan, pero no tuvo la fuerza suficiente para liberarse. Sollozó en silencio, permitiendo que él la sacara a rastras de la escuela. Se sentía débil e impotente, y deseaba haber podido hacer más. Ella sabía que los grifos fueron quienes secuestraron a sus amigos, pero no fue capaz de salvarlos.
Hacía dos días que Macy comenzó a buscar a sus amigos, después de ver el vídeo que pasaron en la televisión. Jazmine era la chica que captaron las cámaras de seguridad, y las imágenes no dejaban de reproducirse una y otra vez en su cabeza. Jazmine corría por una calle solitaria, perseguida por un hombre y un perro rottweiler. Ambos la acorralaron en una pared, antes que una minivan se estacionara frente a ellos. El hombre obligó a Jazmine a subir, y desaparecieron tras unas casas. La secuestraron de la misma forma en que intentaron llevarse a Macy.
La madre de Jazmine ofreció dinero a todos aquel que tuviera cámaras y grabaciones de ese día, y brindara información sobre su hija. Sin embargo, las imágenes que obtuvo no fueron de ayuda. Las autoridades hacían lo posible por descifrar alguna pista, pero el auto no tenía matrícula, y sus vidrios eran polarizados. Sentían como si estuvieran persiguiendo un fantasma.
Más vídeos aparecieron, mostrando las capturas de los otros cuatro jóvenes. Todos los metrajes eran similares, sin brindar información nueva. El único en que podía verse algo diferente, era en el de Macy. Las cámaras captaron el momento en que Dylan asesinaba al secuestrador.
Macy salió del castillo hecha una furia, después de haber discutido con Salvatore. Cada uno de los problemas familiares que tuvo con él, desaparecieron en ese momento. Lo único en lo que podía pensar era en sus amigos, y la forma de salvarlos. Incluso a James. Aunque él era un idiota, no le deseaba el mal.
—¿Dónde se ocultan los grifos? —Macy preguntó a gritos, entrando en la oficina del anciano—. ¿Cuál es su escondite?
—Macy... —Salvatore se sorprendió al verla, poniéndose de pie—. ¿Qué haces aquí?
—¡Dime dónde se esconde Perso! —Exigió, elevando más la voz—. ¡Dime ya dónde están los grifos!
—¿Por qué quieres saber eso? —Salvatore continuaba confundido por su reacción—. ¿Qué es lo que sucede?
Macy sacudió la cabeza, respirando pesadamente. Escuchó a Dylan ingresar a la habitación, pero no se volvió a verlo. No podía perder el tiempo.
—Acaban de secuestrar a mis amigos. —Ella explicó rápido—. Los grifos se los llevaron, y necesito encontrarlos antes que algo malo ocurra.
Salvatore demoró en comprender sus palabras debido a la velocidad con que habló, y se acercó para darle un abrazo. Le invitó una copa de sangre buscando reconfortarla, y la ayudó a sentarse. No podía permitir que ella saliera del castillo estando tan alterada.
—Si los grifos se llevaron a tus amigos, lo más probable es que ya estén muertos. —Salvatore carraspeó, intentando suavizar la noticia—. Ellos no esperan mucho antes de comerse a sus víctimas.
—¡Eso no puede ser cierto! —Macy elevó la voz, alterada—. Yo tengo que salvarlos. Tengo que ir por ellos.
Salvatore negó, caminado hacia ella. Hizo un gesto rápido con los ojos, indicándole a Dylan que bloquee la salida.
—Macy, ir a la guarida de los grifos es demasiado peligroso. —Salvatore intentó razonar—. Ellos te matarán en menos de un minuto. Te han tendido una trampa, y estás a punto de caer en ella.
—Te están haciendo lo mismo que me hicieron a mí cuando mataron a Orión. —Dylan secundó, cruzándose de brazos—. Lo mejor será quedarnos aquí y prepararnos para el siguiente ataque. No es bueno que continuemos llamando la atención.
Macy rio con amargura, sin creer lo que escuchaba. Creyó que Dylan la apoyaría más después de todo lo que él vivió en el pasado. Sin embargo, él hablaba como un cobarde.
—¿Ese es tu plan? —Ella giró hacia Dylan, molesta—. ¿Escondernos en el castillo hasta que ataquen de nuevo? ¿Esa es tu solución?
—¡Mi rostro está en todos los medios de comunicación en estos momentos! —Dylan le recordó a gritos—. Los humanos me buscan por asesinato, y hace mucho que los grifos me quieren matar. Ir a su guarida en estos momentos sería suicidio. Estamos vulnerables.
Macy negó con la cabeza, y les dedicó una mirada de asco a los dos. Ambos eran idénticos.
—Voy a salvar a mis amigos; contigo o sin ti. —Ella habló decidida, señalando a Dylan—. No me quedaré de brazos cruzados, ni dejaré que los grifos se salgan con la suya.
Macy atravesó la puerta con velocidad, perdiéndose en el pasillo. Dylan gruñó, sacando su celular del bolsillo. Macy actuaba sin pensar.
—Llamaré a los centinelas. —mencionó distraído—. Ordenaré que redoblen la seguridad en las puertas, e impidan que...
—Acompáñala. —Salvatore ordenó, quitándole el celular—. Ve con ella, y evita que cometa alguna locura.
—¿Estás seguro de lo que estas pidiéndome?
—Macy es más testaruda que tú. Aunque cierres el castillo, ella encontrará una forma de huir. —Salvatore carraspeó, regresando a su escritorio—. Protégela; y yo enviaré un grupo encubierto en caso necesiten refuerzos.
Dylan asintió, guardando su móvil. Pensó en llevar una lanza, pero eso llamaría más la atención. Tomó un par de dagas del estante de su padre, guardándolas en las mangas del pantalón. Ni siquiera sabía a qué podría enfrentarse, pero debía estar preparado.
—Llévate mi anillo. —Salvatore habló fuerte, sacándolo de sus pensamientos—. Podría servirles; no saben a lo que se están enfrentando.
Dylan tomó el anillo de su padre, reconociendo que era el que utilizaba para leer la mente de los demás. Lo guardó en su bolsillo, preparándose para partir.
—Gracias —carraspeó—. Te lo devolveré cuando regrese.
—Cuando todo esté más calmado, necesito hablar contigo. A solas. —El hombre aseveró, tomándolo por la muñeca—. Te estaré esperando.
Dylan gruñó bajo a modo de respuesta, y salió de la oficina. Le costó encontrar a Macy, y la llevó a su auto. Él conocía dónde estaba la guarida de los grifos, pero no se lo diría. No la iba a poner en peligro.
—Llévame a la televisora. —Macy ordenó, colocándose el cinturón de seguridad—. Necesito conversar con la madre de Jazmine, y tratar de averiguar algo.
—Macy, no es buena idea...
—¡Llévame ahora! —gritó, desesperada—. Hace menos de diez horas que los secuestraron. Quizás todavía podamos hacer algo.
Dylan encendió el auto, prefiriendo obedecer. Macy estaba tan ofuscada, que no existía forma de razonar con ella. Aceleró lo más que pudo, y se colocó un gorro y lentes de sol antes de bajar. No podía permitir que lo reconocieran.
Macy corrió hasta la madre de Jazmine, pero la mujer no le permitió acercarse. El resto de padres la miraba de forma extraña, y murmuraban sobre ella.
—¡Todo esto es tu culpa! —La mujer exclamó, abofeteando a Macy—. Si no hubieras obligado a Jazmine a cuidar a tus hermanos, jamás la habrían secuestrado.
—Señora, yo no sabía que esto iba a pasar. —Macy agachó el rostro, sollozando—. Jazmine es mi mejor amiga, yo jamás haría algo para lastimarla.
El padre de Logan observó con detenimiento al chico que acompañaba a Macy, reconociéndolo de inmediato. Lo sostuvo con fuerza del brazo, quitándole el gorro que llevaba.
—¡Llamen a la policía! —Gritó, alterado—. Es el criminal que estaban buscando.
Dylan se soltó, torciendo el brazo del hombre. Lo empujó hacia adelante, y negó. Eso era lo último que le faltaba.
—Aléjese de mi. —Dylan advirtió, enojado—. Yo no soy el malo aquí.
El padre de James avanzó hasta Dylan, sosteniéndolo del brazo. Llamó al resto de hombres para que lo contuvieran, y Dylan prefirió ya no pelear. Aunque podía acabar fácilmente con todos ellos, lo mejor era no darles más motivos para sospechar de él.
Dos oficiales lo esposaron, llevándoselo junto con Macy también. Dylan ya tenía una orden de aprehensión con su nombre; sin saber cómo los policías obtuvieron ese dato. Él todavía era nuevo en la escuela, y no conversaba con los demás. Le parecía extraño que alguno de los adultos hubiera podido identificarlo.
Una policía mujer se llevó a Macy a un cuarto aparte para interrogarla, dejando a Dylan con sus compañeros. Después de ficharlo y catearlo, lo dejaron solo en otra habitación. Le colocaron esposas y grilletes, y una cámara enfocándolo en todo momento.
—Soy el oficial Collins. —Un hombre lo saludó, ingresando al recinto—. Cualquier cosa que diga puede ser y será usada en su contra en un tribunal. Tiene el derecho de hablar con un abogado y...
—Y si yo no puedo pagarlo, ustedes me darán uno. —Dylan carraspeó, aburrido—. Ya conozco el discurso, no es necesario que lo repita. —Rodó los ojos—. Y tampoco necesito un abogado, soy inocente de todos los cargos que me imputan.
—Te ves bastante confiado, considerando el expediente que tengo aquí. —El hombre rio—. Durante tu detención, te encontraron una navaja y dos dagas. ¿Qué tienes que decir sobre eso?
—Vengo de un barrio peligroso. —Dylan se encogió de hombros, divertido—. Necesito estar protegido. Además, no eran armas de fuego; no puede imputarme nada.
El oficial rio, encendiendo la tablet que llevaba. El chico frente suyo se creía muy inteligente, pero no lo dejaría ganar. Él no iba a perder contra un adolescente.
Dylan observó el vídeo de las cámaras de seguridad en la pantalla, y se cruzó de brazos.
—Se te acusa de homicidio en primer grado. —Collins habló, dejando la tablet en la mesa—. Y del posible secuestro de una menor.
—Fue en legítima defensa, no puede apresarme por eso. —Dylan habló ligero—. Si no hubiera matado al hombre, ahora estarían buscando a seis jóvenes, en lugar de cinco.
Collins negó, abriendo el folder que tenía. Aquel chico no era tan listo como parecía.
—La legítima defensa tiene otros fundamentos. —Collins lo vio a los ojos—. Lo que tú cometiste, Dylan Anthony Walsh, no fue legítima defensa.
Dylan rodó los ojos al oír su nombre completo, y bufó. Odiaba el segundo nombre que Salvatore le puso.
—Fue legítima defensa porque defendí a mi novia. El secuestrador la atacó primero. —Dylan habló con obviedad—. Debería estudiar las leyes antes de acusar a los demás.
—La legítima defensa se da cuando el ataque es racional y proporcional a la agresión recibida. —Collins explicó—. Tú apuñalaste a ese hombre por la espalda; le arrancaste el corazón, y se lo diste de comer al perro.
Dylan rio bajo al oír la forma en que narró los hechos, y pasó una mano por su cabello. El interrogatorio comenzaba a parecerle gracioso.
—Ya le dije que lo hice por defender a mi novia. —repitió, sin dejar de reír—. Está exagerando lo que ocurrió.
Collins se preocupó por la reacción del muchacho, creyendo que tenía rasgos psicopáticos. Era la primera vez que veía a alguien reírse después de haber cometido un asesinato. Él volvió a tomar la tablet, y rebobinó el vídeo. Colocó la pantalla frente a Dylan, pidiéndole que vea el último fragmento que la cámara grabó.
—¿Estás seguro que la chica es tu novia? —Preguntó, enarcando una ceja—. En el vídeo se les ve discutir, luego ella te golpea, y tú terminas llevándotela a rastras. —mencionó serio—. Para mí, esto es un secuestro.
—Todas las parejas pelean, Collins. ¿Acaso tú nunca has peleado con tu esposa? —Dylan cuestionó, notando el anillo en el dedo del hombre—. Macy y yo estábamos mal, pero ya arreglamos nuestros problemas.
—¿Puedo saber cómo arreglaron sus problemas? —Collins preguntó, fingiendo curiosidad.
—Como todas las parejas lo hacen. —Dylan habló con superioridad—. Tú deberías saber eso mejor que yo.
El hombre rio, anotando algo más en el expediente del muchacho.
—Sabes, no deberías de jactarte tanto de tu relación con Macy. —Collins mencionó, elevando la mirada—. Ella todavía es menor de edad, y tu identificación dice que ya tienes dieciocho. Tal vez, deberíamos agregar estupro a tu lista de delitos.
Dylan gruñó bajo, viendo al hombre salir de la habitación. Se puso como pudo el anillo de Salvatore, usándolo para saber dónde se encontraba Macy. Escuchó que ella se quedaría un par de horas en el interrogatorio, y que estaba muy alterada como para responder las preguntas. Dylan suspiró, decidido a no hacer nada para sacarlos de la comisaría. Macy estaba más segura ahí, que en las calles.
Macy permaneció hasta las nueve de la noche del sábado en la comisaría, aislada en una sala de interrogatorio. Le dijeron que la dejarían irse cuando alguno de sus padres llegase a recogerla; sin embargo, Alastair demoró más de siete horas en llegar. Aunque ella no esperaba que él fuera rápido, jamás imaginó que demoraría tanto en ir a buscarla.
—¿Dónde firmo para liberar a mi hija? —Preguntó en un grito, apenas entró en la comisaría.
Dylan reconoció su voz apenas lo escuchó, comprendiendo que era el momento de irse. Aunque se divirtió molestando al oficial Collins, necesitaba hipnotizarlo para limpiar su historial. No le convenía tener más antecedentes penales.
Dylan sostuvo al hombre por la muñeca durante su cuarto interrogatorio, jalándolo hacia él. Rompió las esposas de un tiro, riendo.
—¿Qué haces? —El hombre intentó liberarse.
—Dylan Walsh es inocente de todos los cargos que se le imputan. —Dylan hizo brillar sus ojos, y lo vio fijamente—. Lo suyo fue en legítima defensa. No hay crimen.
—Dylan Walsh es inocente de todos los cargos que se le imputan. —Collins repitió, con la mirada vacía—. Lo suyo fue en legítima defensa. No hay crimen.
—Eliminaré su historial y lo dejaré ir. —Dylan continuó hablando, serio—. No hay motivo para retenerlo más tiempo.
Collins repitió sus palabras, sacando una llave de su bolsillo. Abrió los grilletes, y lo dejó salir de la sala de interrogatorios. Dylan corrió hacia el exterior, alcanzando a Alastair. Él sostenía a Macy por la muñeca, jalándola hacia la entrada.
—¿Por qué demoraste tanto en llegar? —Macy inquirió, soltándose—. Hace mucho que te llamaron.
—Estaba arreglando los desastres que ustedes causaron. —Alastair habló furioso—. Llevo todo el día buscando a tus amigos; no me conviene que estén muertos.
Macy frunció el ceño, cruzándose de brazos. Lo que su padre dijo no tenía sentido.
—¿A qué te refieres? —Ella preguntó, nerviosa—. ¿Por qué dices que no te conviene?
—Porque tres de ellos están asegurados en mi compañía. —Alastair la vio a los ojos—. Su muerte representaría una pérdida enorme para nosotros.
—No te entiendo. —Macy pasó saliva con dificultad.
—Macy, ninguno de los clientes de la compañía ha muerto de forma natural. —Alastair explicó, acercándose a su hija—. Si ellos han muerto, ha sido porque los hemos mandado a matar. Solo de esa forma era posible aprovechar su sangre.
Macy retrocedió un par de pasos, consternada. Eso no podía ser posible; su padre no podía ser tan malo. Ella sintió que le faltaba el aire, y recordó que el padre de su amiga había muerto hacía poco. El señor Ackerman falleció cuando un camión chocó contra su auto.
—Pero, ¿y el padre de Jazmine? —Ella mencionó con pesar—. Él también estaba asegurado con tu compañía.
—El padre de Jazmine fue una mina de oro. Su factor sanguíneo era RH nulo, y solo cuarenta y tres personas en el mundo lo tienen. —Alastair ladeó una sonrisa—. Nosotros provocamos el accidente en que murió; y teníamos planeado algo similar para tu amiga. Ella tiene el mismo factor sanguíneo.
—Estás loco. —Macy habló con asco—. Eres un monstruo.
—Soy un hombre de negocios, pero esta situación se me está escapando de las manos. —Él carraspeó—. Habré perdido millones si los grifos matan a tus amigos; en especial a Jazmine.
Macy retrocedió un poco más, caminando hasta llegar con Dylan. Lo tomó de la mano, aferrándose a él. Ella no quería volver a ver a su padre después de esa confesión.
Dylan caminó con cuidado hasta la camioneta, ayudando a Macy a subir. Le colocó el cinturón de seguridad, y comenzaron a dar varias vueltas por la ciudad. Ella se mantuvo en silencio el primer par de horas, todavía analizando las palabras de su padre. Alastair era peor que Lilith.
—¿Quieres comer algo? —Dylan preguntó, deteniéndose frente a un restaurante—. Es más de media noche, y no has comido nada.
—Yo estoy bien, no tengo hambre. —Macy carraspeó, negando—. Continuemos buscando, por favor.
Dylan asintió, reanudando la marcha. Después de mucho, recordó que tenían un infiltrado en la policía, y resolvió contactarse con él. Le pidió verificar que hubieran eliminado ambos expedientes, y mantenerlo informado sobre el paradero de los jóvenes.
El teléfono de Dylan volvió a sonar varias horas después, al promediar las cinco de la mañana del domingo. Su amigo le indicó dirigirse a la escuela debido a una llamada del vigilante, y él asintió. Dylan tuvo que estacionarse un par de calles atrás para no ser visto, y se escabulló junto a Macy. Ambos se ocultaron tras las gradas, sin creer lo que veían. Los grifos se ensañaron con sus cuerpos más de lo que imaginó.
Dylan contó el número de cruces que había, reconociendo que eran las que robaron del almacén. Él se sintió como un idiota al no darse cuenta del verdadero trasfondo del ataque, y gruñó. Iskandar siempre fue un ser sanguinario, y no le quedaba dudas que él orquestó la ejecución.
Dylan condujo de regreso al castillo, intentando calmar a Macy. Ella no dejaba de llorar, y de intentar bajar del auto. Estaba rota y dolida, y no dejaba de culparse por lo que le pasó a sus amigos. Y ese era un sentimiento que él conocía muy bien.
Theo ayudó a bajar a Macy apenas llegaron, llevándola a su habitación. La encerró en el interior, mientras Dylan iba por los doctores. Se le habían acabado las ideas, y ya no sabía qué hacer. Lo mejor, era dormirla hasta que la situación se hubiera tranquilizado.
Dylan entró a la cocina, aturdido por lo que ocurría. Bebió un poco de sangre, antes de estrellar la copa contra una de las paredes. Ordenó que los cocineros salieran, y continuó rompiendo las copas a su alrededor. No sabía por qué lo hacía, ni de dónde provenía la rabia que lo embargaba. Pero no podía parar. Al igual que Macy, él empezaba a querer venganza.
—¿Qué pasó aquí? —Preguntó Salvatore, ingresando al lugar—. ¿Qué hiciste?
—Mañana compraré más vasos, no te preocupes. —Él rodó los ojos, caminando hacia la puerta.
—¿Dónde está Macy? —Salvatore consultó, deteniéndolo—. Ya me enteré lo de sus amigos.
—Ella está sedada. Ordené que le pusieran un tranquilizante. —Dylan habló bajo—. Lo más probable es que se despierte dentro de un par de días.
Salvatore asintió, intentando asimilar todo. Le pidió a Dylan su anillo de vuelta, y tosió. El tiempo se le acababa, y nada salía cómo él planeó. Aquel ataque solo retrasó sus planes.
—Hijo, espera. —Pidió, viendo a Dylan a los ojos—. No te vayas; necesitamos hablar.
—¿De qué quieres hablar? —Dylan gruñó, elevando la voz—. Hablar no sirve de nada, y tus planes tampoco. Los grifos se fortalecen cada día más, y nosotros ni siquiera pudimos salvar a un grupo de estúpidos niños de secundaria.
Salvatore suspiró, cansado. Estaba harto de mentir, y supo que era momento de decir la verdad.
—Quizás esta conversación puede parecerte inútil, pero es algo que quiero decirte desde hace mucho. —Él se aclaró la garganta, haciendo sus ojos brillar—. Quiero decirte por qué te obligué a casarte con Macy. El momento llegó.
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¡Hola!
Lamento mucho la demora, pero finalmente está aquí el capítulo.
¿Qué les pareció? Dejen sus teorías aquí
Les mando un abrazote, nos leemos pronto.
No olviden seguirme en redes sociales, subo mucho contenido de la historia ahí.
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