CAPÍTULO 23
Macy se ajuntó el cinturón de seguridad, inquieta. Aunque planeó quedarse el resto de la tarde echada, no quiso que Dylan fuera solo al local. A pesar que tuvo que hacer un berrinche, consiguió que él acepte su compañía. Una sensación extraña la ponía alerta, y no sabía qué era.
—¿Y me vas a dejar aquí? —Ella hizo puchero, jalándolo por el brazo—. No quiero quedarme sola.
Dylan se sentó a los pies de la cama, mordiéndose la lengua para no decirle lo que realmente pensaba. Sabía que Macy continuaba afectada por todo lo que vivió en las últimas veinticuatro horas, pero empezaba a cansarse de su actitud. Ella se comportaba como una niña.
—Macy, aunque estemos casados, yo sigo siendo el protector. —Dylan suavizó la voz, dándole la mano—. Tengo que atender esto; es mi trabajo. Regresaré pronto.
Macy negó, nerviosa.El mal presentimiento continuaba creciendo dentro de ella, y comenzó a tener escalofríos. No quería quedarse sola, ni con nadie del castillo. Se sentía en peligro, y supo que solo estaría bien al lado de Dylan.
—Déjame acompañarte. —Macy pidió, estirándose para tomar sus zapatillas—. No me dejes sola, por favor.
Dylan asintió, rendido. No quería más peleas, y supuso que sería bueno para Macy comenzar a enterarse de lo que ocurría. Ella tendría que encargarse de la mayoría de incidentes cuando asumiera como Aka Zaba.
El viaje fue largo, y ninguno de los dos pronunció palabra. Macy subió el volumen de la música para ahogar el silencio incómodo, y observó por la ventana. Los paisajes se veían diferentes a la luz del día, y descubrió que la discoteca se encontraba más lejos de lo que creyó. Revisó su celular unos minutos, asombrándose por todas las llamadas perdidas que tenía. Todas eran de diferentes números, y resolvió no hacerles caso. Ella no solía responder números desconocidos, y volvió a poner el móvil en silencio.
Dylan aparcó en la parte de atrás, sin corriendo hasta la puerta. Ingresó de golpe, manchándose las suelas de los zapatos. El piso del almacén estaba cubierto de sangre, y los cuerpos destripados y desmembrados de dos hombres adornaban casi todo el lugar. El olor que desprendían era horrible, y se agachó para verlos mejor. No eran vampiros, sino lobos.
Macy avanzó a paso lento, conteniendo las náuseas debido al hedor. Evitó mirar directamente los cuerpos, deseando salir corriendo de ahí. Los ojos se le llenaron de lágrimas, y maldijo el instante en que decidió acompañarlo. Quizás, era por eso que tenía un mal presentimiento.
—Esto es malo. —Dylan apretó los puños—. Esto es jodidamente malo.
—Lo sé... —Macy susurró—. Los mataron de formas horribles.
—No me refiero a eso. —Dylan volteó hacia ella, cruzándose de brazos—. Si los grifos continúan atacando a los lobos, nuestra alianza con ellos se termina. Cuando la guerra se desate, ya no tendremos aliados.
Macy pasó saliva con dificultad, resolviendo regresar a la camioneta. Respiró varias veces, luchando por olvidar la pestilencia de la sangre. Se abanicó con las manos, sintiendo el celular vibrar. Un número desconocido volvía a llamarla, y ella lo ignoró. Tenía tantas cosas en la cabeza, que no quería lidiar con una más. Si se trataba de alguno de sus compañeros de clase, tendría que esperar hasta el lunes.
Dylan salió veinte minutos después, furioso. Los dos grifos que atacaron fueron directamente por los lobos; sin mirar a los vampiros. Ellos sabían a lo que iban, y trataron de encubrirlo con un robo. Ni siquiera se llevaron cosas de valor. Perso era más inteligente de lo que creyó.
—¿Cómo estás? —Macy lo sostuvo por el brazo—. ¿Qué te dijeron?
—Se robaron cinco cruces de madera, y las sobras del banquete de ayer—. Dylan achicó los ojos, irónico—. Fue el mayor botín de la historia.
Macy frunció el ceño, confundida. Lo que dijo no tenía sentido.
—¿No fue mucho esfuerzo para llevarse tan pocas cosas?
—Lo que quieren es crear una enemistad con los lobos. El robo fue una excusa. —Dylan explicó, sacudiendo la cabeza—. Salvatore tiene que hacer algo antes que los lobos nos den la espalda.
Macy lo abrazó, intentando reconfortarlo. Dylan intentaba soltarse, y ella siseó. Comprendía que debía sentirse frustrado, y prefirió no decirle más.
—Será mejor que regresemos al castillo—. Propuso, recostándose sobre la camioneta—. Supongo que tendrás mucho de qué hablar con tu padre.
Dylan asintió, intentando calmarse. La ira lo embargaba, y creía que sería capaz de matar a Perso con sus propias manos si se le atravesaba. La paz en que vivieron por miles de años se veía amenazada por la ambición de los grifos.
Macy se recostó en el asiento, bajando la ventana del copiloto. Comenzaba a sentir calor, y pensó que sería bueno ducharse apenas llegue al castillo. Ella ahogó un grito, cayendo en cuenta que viviría con Dylan a partir de ese momento. Ya no volvería a su antigua habitación, y todas sus cosas continuaban ahí.
—Dylan, espera—. Macy elevó la voz, obligándolo a orillarse—. Hoy será nuestra primera noche juntos, pero no tengo ni un pijama en el castillo. Necesito mis cosas.
—¿Quieres que vaya a recogerlas? —Él propuso—. Ya veré que excusa le invento a tus padres. No estoy de humor para aguantarlos.
—No. Quiero ser yo quien los enfrente. —Macy habló decidida, apretando los labios—. Llévame a casa.
Dylan asintió, girando en la siguiente esquina. No sabía qué esperar de aquel encuentro, pero le alegró que Macy decidiera dar la cara. Finalmente, ella dejaba de llorar y empezaba a lidiar con la verdad.
Macy se detuvo frente a la puerta, aguardando un par de minutos antes de tocar. Las ganas de llorar volvieron, pero ella las ignoró. Debía mostrarse fuerte, y encarar a sus padres. Ya no permitiría que nadie la manipule.
Lilith abrió la puerta, fingiendo una sonrisa apenas la vio. La abrazó con fuerza, aliviada de tener a Macy a su lado. Necesitaba mantenerla cerca hasta que Dylan hubiera muerto. No permitiría que ese matrimonio se hiciera real.
Macy se forzó a devolver el abrazo, ingresando a la sala. La casa continuaba igual de desordenada que cuando se fue, pero resolvió ignorarlo. No estaría mucho tiempo ahí.
—Macy, tu padre y yo estábamos muy preocupados por ti. —Lilith la tomó de las manos—. Temíamos que algo te hubiera sucedido.
—Yo estoy bien. —Ella se limitó a decir—. Dylan me cuidó. Deberían agradecerle todo lo que ha hecho por mí.
Alastair se apresuró a estrechar la mano del muchacho, fingiendo una sonrisa. Debía mantener las apariencias frente a su hija.
—Gracias por haber cuidado a nuestra pequeña. —Él asintió—. Pero, es momento que regreses al castillo con Salvatore. Nos gustaría conversar a solas con Macy.
Macy negó, entrelazando sus dedos con los de Dylan. Lo jaló a su lado, impidiendo que se moviera. No quería quedarse a merced de sus padres.
—Dylan no se irá. —Macy afirmó, confiada—. Él es mi esposo, y fue quien me convenció de venir a verlos. —carraspeó—. No permitiré que lo echen.
Lilith se cruzó de brazos, irritada. No toleraría insolencias en su propia casa.
—Esta será una conversación familiar. —aseguró—. No quiero intrusos aquí.
—Dylan es mi familia ahora—. Macy aseguró, sosteniéndolo con más fuerza—. Nuestra unión ya ha sido consumada. Hace mucho que Dylan y yo somos uno solo. Cualquier cosa que me quieran decir, él la escuchará también.
Lilith apretó los dientes, conteniendo las ganas de golpear a Dylan. Sintió náuseas al escuchar a su hija, avergonzándose de ella. Pasó años cuidando a Macy, evitando que tuviera novio o se acostara con alguien para que se entregara a un purasangre como ellos. Pero su esfuerzo se fue al agua. Macy perdió la virginidad con Dylan, y parecía que él le lavó el cerebro. Ella ya no era la chica sumisa y obediente que crió.
Lilith respiró profundo, relamiendo sus labios. Sabía que, si quería recuperar la confianza de Macy, debía quedar como la víctima frente a ella. Ya había ensayado su acto, y tenía un discurso preparado. Por mucho que odiaba a Dylan, fingiría un par de minutos. No permitiría que el poder se le escapara de las mano.
—De acuerdo. —Lilith suspiró—. Siéntense, por favor. Hay mucho que contar.
Macy asintió, creyendo que era la primera vez que su madre decía por favor. Ella solía ordenar, y era descortés la mayor parte del tiempo. Aquella pizca de amabilidad la alertó.
—Ma... madre. —Macy titubeó, enredándose con sus propias palabras—. Necesito que me digas la verdad. —Pidió, con voz neutra—. Quiero que me expliques por qué me ocultaron que ustedes eran vampiros.
Lilith asintió, lista para empezar. Aunque lo que diría sí era cierto, necesitaba llorar mientras lo hacía. Solo así conmovería a su hija.
—Todo comenzó el día que descubrí que estaba embarazada de ti. Alastair y yo estábamos realmente felices; nosotros te amamos desde el inicio. —Mintió, tomando la mano de su esposo—. Pero las cosas se complicaron poco después. Hubieron una serie de ataques contra las embarazadas, y yo apenas si pude sobrevivir.
—¿Ataques? —Macy fingió confusión, intrigada por oír la respuesta que su madre le daría.
Lilith asintió, botando un par de lágrimas. Apretó los ojos, sollozando.
—Una a una, comenzaron a morir todas las embarazadas. No supimos si eran los cazadores o los grifos, pero estaban detrás de nosotros. —Ella tosió, pasando una mano por su cabello—. Al final, solo quedamos mi hermana menor y yo. Creímos que lograríamos salvar a nuestros bebés si permanecíamos juntas, pero a ella le arrancaron el corazón. Y a mí me apuñalaron más de treinta veces. Tú y yo pasamos meses luchando por nuestras vidas en el castillo. Salvatore nos refugió poco después de eso.
Macy asintió con lentitud, conteniendo la rabia. Le enfurecía que su madre tuviera el cinismo de tergiversar tanto las cosas, y pretender ser la víctima de la situación. No le cabía duda que ella debió apuñalarse a sí misma para encubrir sus crímenes.
—¿Qué ocurrió después? —Macy fingió pena en la voz—. ¿Descubrieron a los culpables?
Lilith negó, camuflando el alivio en sus expresiones. Su vida se vendría abajo si se descubría que Alastair y ella fueron los causantes de todo. Salvatore no dudaría ni un segundo en enviarla a prisión.
—Las cosas empeoraron el día que naciste. —Lilith carraspeó. Finalmente le diría la verdad—. Cuando un Aka Zaba nace, sus ojos brillan por cuarenta y ocho horas seguidas. Pero los tuyos no brillaban. —Ella sorbió por la nariz—. Tus ojos ni siquiera eran del todo azules. Cambiaban de color cada vez que parpadeabas.
Macy palideció, sintiendo su corazón detenerse. Las palabras del oráculo regresaron a ella, asustándola. Muchas cosas empezaban a tomar sentido, y ella pasó saliva con dificultad.
«Su enorme belleza solo se compara con su infinita maldad. —La profecía resonó en su mente—. Un nacimiento que estuvo bañado de sangre de inocentes.»
Macy respiró profundo, encajando las piezas a su alrededor. La respuesta siempre estuvo frente a ella, pero estaba tan cegada que nunca la vio. Todos los que conocían a Lilith, elogiaban lo hermosa que era. Incluso, ella se jactaba de haber ganado concursos de belleza en su juventud. La profecía nunca se refirió a ella; no directamente. Interpretó mal lo que escuchó.
Macy era esa bebé de ojos cambiantes que desataría el caos. Su nacimiento se manchó con la sangre de las embarazadas que sus padres asesinaron; marcándola. Inocentes murieron para que ella naciera; y muchos más morirían por su culpa. Ella estaba destinada a ser la destructora del reino de los vampiros.
La joven se abanicó con las manos, haciendo lo imposible por no hiperventilarse. No se mostraría afectada frente a sus padres, y tampoco quería levantar sospechas en Dylan. Averiguaría toda la información que pudiera, y luego regresaría con el oráculo. Quería escuchar el resto de la profecía.
—¿Mis ojos cambiaban de color? —Macy consultó con un hilo de voz; retomando la conversación.
—Tus ojos eran verdes al inicio. —Lilith confesó, nerviosa—. Luego se pusieron marrones, luego brillaron, luego celestes; y así fueron los primeros tres días a tu lado. No sabíamos por qué ocurría eso, ni cuál sería tu color de ojos definitivo. Ni siquiera Salvatore pudo encontrar una explicación.
—¿Salvatore lo sabía? —Macy elevó el rostro—. ¿Qué dijo?
—Cuando lo llamamos, no fue por tus ojos; sino por tus dientes. —Alastair respondió, sentándose al lado de su esposa—. Tú no tenías colmillos.
Macy frunció el ceño, confundida. La cabeza le daba vueltas, pero aquella frase se le hizo ridícula.
—Acababa de nacer. —Macy recalcó—. Era obvio que no tenía dientes.
—Los purasangre se alimentan de la sangre de sus madres. —Lilith siguió explicando, y tomó aire—. Tienen pequeños colmillos que les permiten morder y beber sangre mientras lactan. Y tú no los tenías. Solo tomabas leche.
Macy enmudeció, agachando el rostro. Recordó vagamente que Dylan le explicó algo similar en el pasado, pero no lograba concentrarse. La cabeza le estallaba, y la opresión en el pecho regresó. Volvía a tener aquel mal presentimiento.
—Fue por eso que decidimos ocultar tu nacimiento durante un año. Salvatore nos dijo que sería lo mejor. —Lilith continuó, aclarándose la garganta—. Tú tienes dieciocho años; no diecisiete.
La joven negó, cansada de las mentiras. Aunque su edad no importaba, le irritó saber que ellos todavía guardaban secretos.
—¿Solo por eso me ocultaron? —Inquirió, molesta—. ¿No les pareció un poco exagerado?
—Fueron muchas cosas las que nos llevaron a ocultarte. —Lilith la vio a los ojos con dureza—. Te rehusabas a beber sangre, y tus poderes tampoco parecían reaccionar. Naciste como humana, y eso era peligroso para todos.
—¡Era una bebé! —Macy exclamó, alterándose—. ¿Qué daño pude causar?
—Si el concejo vampiro descubría que eras humana, jamás te habrían dejado asumir como Aka Zaba. —Alastair explotó, cansado de la telenovela que estaban armando—. Nosotros esperamos por años; tuvimos mucha paciencia, pero tus colmillos nunca aparecieron. Llegaste a los diecisiete años biológicos, y tu cuerpo no se transformaba.
Lilith golpeó con el codo a su esposo, haciendo una mueca. Él necesitaba calmarse antes que arruinase todo.
—Tu padre y yo acordamos mantener oculta la verdad hasta que nos dieras algún indicio de que sí eras vampira. Pero eso jamás ocurrió. —Ella se acomodó en el mueble—. No quisimos ilusionarte con la idea de un reino si ni siquiera estábamos seguros que te lo darían. Una humana jamás podría reinar.
Macy se mordió la lengua, luchando por no gritar. Le daba náuseas la hipocresía de su madre al fingir que se preocupaba por ella; cuando horas antes confesó haberla intentado asesinar. Lilith era una persona despreciable.
—¿Acaso esperaban que me convirtiera en vampira por arte de magia? —Macy preguntó sarcástica. Se le agotaba la paciencia.
—Los colmillos definitivos de los vampiros están asociados con la madurez sexual. —Lilith la vio con desaprobación—. Se suponía que tus colmillos aparecerían entre los trece y los dieciséis; pero no lo hicieron. Llegaste a los dieciocho como humana, y eso no era bueno.
—¿Por qué?
—Porque significaba que nunca te convertirías de forma natural—. Lilith carraspeó—. Tú eras un caso único; no sabíamos qué hacer contigo.
Macy negó, levantándose. Dio un par de vueltas, acomodando los hechos. Ya todo tenía sentido.
—¿Así que llamaron a Dylan para que me convierta? —Cuestionó—. ¿Fue en ese momento que comenzó este plan?
—Cuando Salvatore vino a buscarte, tuvimos que confesarle que seguías siendo humana. —Lilith se levantó también, siguiéndola—. Fue él quien sugirió morderte. Esa era la única alternativa que nos quedaba; a pesar que no era algo seguro.
—¿Cómo que no era seguro?
—No sabíamos si sobrevivirías a la mordida; pero Salvatore insistió. —Alastair mencionó, tranquilo—. Dijo que era un riesgo que debíamos correr.
Macy se recostó sobre una pared, cansada. A pesar que sabía que su padre no era de confiar, creyó que también necesitaba hablar con Salvatore. Necesitaba oír ambas versiones.
Lilith se levantó también, intentando abrazar a su hija. Un abrazo y un par más de lágrimas bastarían para completar su acto. Dentro de poco, volvería a tener a Macy en la palma de su mano.
Macy negó, retrocediendo un paso. No quería que la toquen, y pasó una mano por su cabello. Pensó en irse, pero recordó que había una pregunta más que necesitaba hacer.
—¿Qué hay de Kadir? —Cuestionó, levantando una ceja—. ¿Por qué tenías tanto interés en él, y luego lo echaste de aquí?
Lilith negó, avanzando hasta la cocina. Tomó la cuchara que usó durante la cena con los Demiroglu, regresando a la sala.
—Lo de Kadir fue un error. —Se limitó a decir, tranquila—. Esta cuchara me ayuda a conocer el grado de pureza de sangre de cada vampiro. El padre de Kadir era un purasangre; pero su madre era una dividida, y él un mestizo. No podíamos mezclarnos con ellos.
Macy soltó una carcajada amarga, negando. Aún cuando el mundo se venía abajo, su familia no dejaba de lado el clasismo.
Lilith reflejó a Dylan, e hizo un mohín. El muchacho sí era un purasangre, pero eso no aminoraba su odio por él. Jamás aceptaría ese matrimonio.
Macy caminó hasta las escaleras, observando su casa por última vez. No toleraba permanecer un segundo más ahí, y supo que era momento de irse. El dolor de pecho no se iba y deseaba descansar.
—A partir de hoy, viviré en el castillo. —Macy anunció, subiendo la primera grada—. Recogeré mis cosas y me iré.
Lilith asintió, feliz de deshacerse de ella. Su plan iba a la perfección, y sabía que obtendría muchos beneficios cuando Macy asumiera como Aka Zaba. Ella era fácil de convencer.
Dylan subió junto a Macy, ayudándola a hacer maletas. Ella lo abrazó con fuerza, conteniendo las ganas de llorar. No se volvería a mostrar vulnerable frente a sus padres.
Macy guardó lo que creyó que sería más importante, dándose cuenta que tendría que regresar por el resto de pertenencias. Sacó el bestiario de su armario, pidiéndole a Dylan que lo lleve. Terminaría de leerlo, intentando averiguar por qué ella nació como humana.
Macy bajó con rapidez, forzándose a abrazar a sus padres a modo de despedida. Observó una foto de ella con sus hermanos colgada en la pared, y sonrió. A ellos sí los iba a extrañar.
—¿Alyssa y Gadreel lo saben? —Macy consultó—. Que somos vampiros.
—Lo saben desde que tienen uso de razón. —Lilith asintió—. Les hicimos jurar que guardarían el secreto.
Macy fingió una sonrisa, sintiéndose traicionada. Ni siquiera en ellos podría confiar.
Dylan la ayudó a subir a la camioneta, revisando las tarjetas en su billetera. Todavía les quedaba tiempo, y decidió llevar a Macy de compras para hacerla sentir mejor. Eligió un televisor de setenta pulgadas, además de un rack para ponerlo en la pared. Avanzaron hasta una caja vacía, pero Macy continuaba triste.
Dylan se detuvo frente a una farmacia cuando reanudaron la marcha, y bajó a comprar condones. Quiso hacer un chiste sobre eso, pero Macy solo lo golpeó en el rostro. No lograba animarla con nada.
Macy se recostó en el asiento el resto del camino, sin ánimos para hablar. Intentó dormir, pero los recuerdos comenzaron a atormentarla. Ni siquiera la música de la radio conseguía distraerla.
La joven dejó las maletas en su nueva habitación, e ingresó al baño. Quería ducharse, y Dylan le dijo que aprovecharía en instalar el televisor. Ella asintió, tomando una bata de baño. No tenía ánimos ni para elegir la ropa que se pondría.
Macy demoró más de cuarenta minutos en la noche, permitiendo que el agua caliente la envolviera. Evitó pensar en todo lo que la agobiaba, y lloró bajo la ducha. No sabía por qué lloraba; solo lo hacía. Sollozó por varios minutos, luchando por calmarse. No quería que Dylan la viera así.
Macy se sentó cerca de las almohadas cuando salió, sorprendida del trabajo que Dylan hizo. El televisor estaba casi listo, y sonrió. Quizás eso era lo que necesitaba para despejarse. Una noche de películas en los brazos del chico que amaba.
—Solo falta que configure el internet y ya podremos usarlo. —Dylan sonrió, girando hacia ella—. Acabo de conectar el cable.
Macy asintió, ayudándolo a recoger las bolsas que quedaron por el suelo. La habitación estaba hecha un desorden, pero creyó que valía la pena. Se sentía segura al lado de Dylan.
El teléfono de Macy volvió a vibrar, y ella gruñó. Revisó quién era, antes de dejarlo caer sobre la cama. Aquel maldito número continuaba llamándola.
—¿No vas a contestar? —Dylan señaló el móvil—. Lleva sonando desde que te metiste a bañar, pero preferí no interrumpirte.
—Es un número que me está llamando desde la mañana, pero no lo tengo registrado. —Macy rodó los ojos—. Que se esperen al lunes.
—Tal vez sea algo importante. —Dylan la regaño, entregándole el celular—. Yo nunca dejo pasar una llamada.
Macy resopló, devolviendo la llamada. No sabía quién era, pero esperaba que fuera importante. Gritaría al primer imbécil que se atreviera a jugarla una broma telefónica.
—¿Hola? —Ella preguntó con falsa serenidad—. Disculpe, pero tengo una llamada perdida de este número. ¿Por favor podría decirme quién es? —Pidió con cortesía.
—Dios, Macy, qué bueno que contestas. —Una voz femenina habló al otro lado de la línea—. Soy Susan, la mamá de Jazmine.
Macy ahogó un grito, recordando las llamadas perdidas de su amiga, y los mensajes que nunca leyó. Se había olvidado por completo de ella.
—Señora, buenas tardes. —Macy respondió rápido—. Dígame, qué sucedió.
—Jazmine no aparece; nadie la ha visto desde ayer. —La mujer contestó con voz temblorosa—. Me dijo que cuidaría a tus hermanos, y creí que podría seguir contigo.
—No, disculpe. —Macy titubeó—. Cuando regresé a mi casa, ella ya se había ido. Tenía una actividad en la escuela.
—Mi hija nunca llegó a la escuela. —La mujer sollozó—. La entrenadora dijo que Jazmine jamás se apareció por la escuela.
Los ojos de Macy se llenaron de lágrimas, y se le quebró la voz. Ya comprendía por qué tenía esa sensación extraña. Algo le ocurrió a su mejor amiga.
—¿Ya habló con su novio? —Macy trató de sonar esperanzada—. Quizás está con él...
—Logan también está desaparecido. —La mujer sorbió por la nariz—. Sus padres están conmigo. Llevamos todo el día haciendo llamadas, y hay cinco desaparecidos. Eran seis contigo; no teníamos forma de ubicarte, y a tus padres tampoco.
Macy se sostuvo de Dylan para evitar caer, sintiendo un fuerte mareo azotarla. Recordó lo que Dylan le dijo sobre las cacerías, y temió que ella hubiera sido víctima de un grupo de novicios.
—La policía no quiso tomar la denuncia porque dijo que deben pasar cuarenta y ocho horas para considerarlo desaparición; pero una televisora local nos está ayudando con la difusión. —Susan continuó hablando—. Si sabes algo, llámanos por favor. Necesitamos encontrar a mi hija.
—No... no se preocupe. —Macy titubeó, sin lograr respirar—. Yo le aviso.
La señora se despidió antes de colgar, y Macy se sentó pesadamente sobre la cama. Abrió los mensajes de Jazmine, arrepintiéndose de no haberle hecho caso antes. Ella le estaba pidiendo ayuda.
Jazmine le escribió más de veinte mensajes diciendo que el taxista le daba miedo, y que sentía que otro auto los seguía. Le envió su ubicación, pidiéndole llamar a la policía si es que no le escribía dentro de veinte minutos. Después de eso, le dejó un mensaje de voz.
Macy subió el volumen del equipo, nerviosa. No sabía qué podría escuchar.
—Macy, me tiré del auto. —Jazmine lloraba con fuerza—. No sé dónde estoy, y tengo miedo. El teléfono de Logan está apagado, y mi mamá tampoco contesta. Por favor, hazme caso y llama a la policía. Se me va a apagar el celular, y ya no sé a quién más llamar. Por favor, busca ayuda. No quiero que me pase nada; creo que continúan siguiéndome.
El mensaje se cortaba ahí, y Macy rompió en llanto. Su amiga estaba secuestrada, y probablemente sería su culpa. Si le hubiera respondido, Dylan habría conseguido salvarla.
Macy intentó ver la ubicación en el GPS, pero ya no funcionaba debido a que el teléfono de su amiga se apagó. Ella sollozó, recordando las palabras de su madre. Solo había una forma de saber qué ocurría.
—Enciende el televisor—. Ordenó, nerviosa—. Pon el canal de televisión local.
—¿Cuál de todos? —Dylan consultó, obedeciéndola—. Ni siquiera sé qué número es.
—Pon cualquier canal de noticias. —Macy exclamó—. Creo que algo muy malo ocurrió.
Dylan empezó a hacer zapping, sin detenerse más de diez segundos en cada canal. Avanzó por cinco canales, hasta que Macy pidió detenerse. Parecía que encontró lo que buscaba.
—Tragedia en juego escolar. —Macy leyó el titular, quitándole el control—. ¿Qué mierda ocurrió ayer?
Macy subió el volumen al máximo, notando que el reportaje acababa de empezar. Las fotos de cinco chicos se mostraron en pantalla, y la escuela estaba de fondo. Ella se rehusaba a creer lo que veía.
—Se ha notificado la desaparición de cinco estudiantes después del juego de anoche. —El presentador anunció, sombrío—. Ellos son Logan Harris, Annabeth Collins, Tiara Spencer, James Griffins y Jazmine Ackerman—. Los nombró mientras se iluminaban las fotografías—. Siguen con paradero desconocido; pero cualquier información será de ayuda para encontrarlos. Aunque las autoridades no han querido tomar las denuncias...
El presentador se calló, escuchando lo que le decían a través del auricular que llevaba. Recuperó la compostura tras varios minutos, aclarándose la garganta. Macy esbozó una pequeña sonrisa, rogando porque fueran buenas noticias. Tal vez, sus amigos vieron el reportaje y llamaron para avisar que se encontraban bien. Quizás se trataba de una confusión.
—Me comunican por interno que una fuente anónima acaba de enviar el vídeo de una cámara de seguridad. —Anunció, viendo a cámara—. Todavía no hemos identificado a la chica del vídeo, pero esto confirma nuestra hipótesis. Los cinco jóvenes fueron secuestrados.
*********************************
¡Hola!
Aquí tenemos la segunda parte de la mini-maratón. Espero les haya gustado, la preparé con mucho cariño para ustedes.
Espero poder actualizar con mayor frecuencia desde ahora, falta poco para que salga de vacaciones.
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Alguna teoría?
La pregunta de hoy es: ¿Qué crees que sucedió con los cinco chicos?
Les dejo mis redes por si quieren seguirme. Soy bastante activa en IG
Nos leemos pronto.
Les mando un abrazote.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top