CAPÍTULO 22
Macy azotó la puerta del cuarto de Dylan, frustrada. Había llorado todo el camino, retorciéndose en el asiento de la camioneta. Odiaba a sus padres, y se sentía decepcionada de ellos al mismo tiempo. Su vida ya no tenía sentido, y se dejó caer al suelo. Se quería morir.
—Macy, tranquila, por favor. —Dylan acarició su cabello, tirándose a su lado—. Ya no llores.
Macy negó, alterada. Sentía que su mundo se derrumbaba, y que todo lo que conocía se venía abajo. Sus padres, las personas que más amaba, eran solo unos farsantes oportunistas. Todo lo que conocía fue un simple plan para aprovecharse de ella.
—¡No quiero! —Macy gritó, sollozando con más fuerza—. No me pidas que me calme cuando acabo de perder a toda mi familia... —se ahogó—. Lilith y Alastair han muerto para mí.
Dylan la meció entre sus brazos, conociendo el sentimiento. Él también había perdido a su familia, pero suponía que lo de Macy era peor. Era más fácil lidiar con un recuerdo, que con el odio y el rencor.
Dylan la llevó al baño, ayudándola a lavarse el rostro. La abrazó por la espalda, acomodando su cabello hacia atrás. Macy temblaba entre sus brazos, y la guio hasta la cama. La ayudó a beber un poco de agua, antes de secar su rostro. La abrazó con fuerza, intentando calmarla. Él también continuaba sorprendido por la conversación que escuchó.
—¿Tú sabías algo de eso? —Macy preguntó, girando hacia él—. ¿Sabías algo de lo que mis padres dijeron?
—Sabía que Lilith intentó abortar cuando se enteró que estaba embarazada de ti. —Dylan respondió, nervioso—. Salvatore me lo confesó cuando naciste; es por eso que él te quiso adoptar. Jamás imaginé que ella trató de abortarte en dos ocasiones más.
Macy apretó los dientes, molesta. Hubiera preferido ser abortada, a tener que lidiar con todo ese dolor. Sus padres solo la veían como un premio que acababan de ganar.
—¿Qué hay de la fábrica de vino? —Consultó—. ¿Qué hay sobre el trato de Salvatore con mi padre?
—Lo único que llegué a escuchar, es que Alastair es uno de los proveedores de sangre para el sustituto. —Dylan se aclaró la garganta—. Nunca me interesaron los negocios; mucho menos después de los problemas que causó mi adopción. Más de la mitad de los Brancchiatto pensaba que yo estaba detrás de las escrituras de la fábrica.
—¿Y sobre la matanza de las embarazadas? —Macy masculló, enojándose—. ¿Por qué mi madre estaba tan emocionada por haber asesinado a su propia hermana?
Dylan soltó un largo respiro, y bebió un largo sorbo de agua. Eso fue lo que más le dolió enterarse. Él sabía lo mucho que Salvatore sufrió cuando sus nietas y sobrinas comenzaron a morir, y lo mucho que le tomó superar el duelo. Dylan fue uno de los encargados de investigar el caso, y tratar de encontrar a los culpables. A pesar que siempre sospechó de los grifos y cazadores, jamás imaginó que sus verdaderos enemigos vivirían a un par de horas de ahí.
—El primer bebé nacido de la cuarta generación, es quien heredará el poder del Aka Zaba. —Dylan habló mecánico, con la vista perdida.
—¿Qué? —Macy frunció el ceño—. No te entendí.
—Dije que el primer bebé en nacer, de la cuarta generación, es quien podrá convertirse en Aka Zaba. —Dylan repitió, lento—. Tú fuiste la primera en nacer de tu generación; es por eso que eres la heredera de Salvatore. Supongo que ese fue el motivo por el cual tus padres mataron al resto de embarazadas.
Macy agachó el rostro, intentando comprender lo que le dijo. La cabeza le daba vueltas, y apenas si podía concentrarse. Se le dificultaba hilar una idea tan sencilla como esa en aquel momento.
—Eso quiere decir que si nacía alguien antes de mí, ¿yo ya no sería la Aka Zaba? —Inquirió tras varios minutos.
—Si era de la cuarta generación, sí—. Dylan asintió, pasando una mano por su cabello—. Con el resto de embarazadas muertas, Alastair aseguró que tú fueras la elegida—. Mencionó con asco.
—Espera —ella elevó el rostro—. Salvatore me dijo que el heredero nacía cada cuatrocientos años. —Recordó, todavía aturdida.
—Muchas veces, cuatro generaciones pueden traducirse a cuatrocientos años—. Dylan se encogió de hombros—. La gran mayoría de vampiros espera mucho para tener hijos; eso ya te lo había dicho.
Macy rio con amargura, sintiéndose como una estúpida por haber defendido a sus padres tantas veces. Ellos eran monstruos peores que los cazadores que atacaron a Dylan y a su familia. Lilith y Alastair eran capaces de destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino, solo para mantener el poder.
Macy tomó a Dylan de las manos, echándolo sobre ella en la cama. Se aferró al chico, y enterró el rostro en su pecho. Aun cuando su vida se derrumbaba, sentía que él era el único en quien se podía refugiar.
—Quiero que me abraces muy fuerte y me prometas que nunca me vas a abandonar. —Macy ordenó, con un hilo de voz—. Quiero que me digas que lo nuestro es real; que me amas por quien soy, y no por el poder que tengo.
—Macy, yo continuaría amándote; incluso si eso significa vivir abajo de un puente. —Dylan aseguró, besando su frente—. Yo seguiré a tu lado, nunca dudes de eso.
Macy elevó la mirada, sin contener las ganas de volver a llorar. Ella le creía, pero mil preguntas comenzaban a formarse en su cabeza. Después de descubrir todas las mentiras de sus padres, temía que volvieran a engañarla. Lilith y Alastair despertaron en ella más de una inseguridad.
—¿Por qué me amas? —Macy cuestionó entre lágrimas, sorbiendo por la nariz—. ¿Por qué te enamoraste de mí?
Dylan se separó de ella, poniéndola bajo suyo. Sostuvo sus muñecas por encima de su cabeza, obligándola a verlo. Limpió su rostro, haciendo lo posible por tranquilizarla. Macy no dejaba de llorar, y él ya no quería verla triste. Lilith y Alastair no merecían sus lágrimas.
—Me enamoré de ti el día que me rompiste la nariz por primera vez, cuando peleamos en el claro. —Dylan confesó, viéndola a los ojos—. Te amo porque eres terca y testaruda, y me llevas la contraria solo por fastidiar. —Sonrió, bajando la voz—. Te amo más que a mí mismo, y eso me aterra.
Macy se perdió en los ojos marrones de Dylan unos segundos, antes de intentar liberarse de su agarre. Acarició el rostro del chico, y su corazón se agitó.
—Júrame que esto es real —pidió, sollozando—. Júrame que, en este mar de mentiras, nosotros somos reales.
Dylan tomó la mano de Macy, colocándola sobre su pecho. Juntó su frente con la de ella, y cerró los ojos.
—Siente mi corazón; siente mi aroma y siente todo lo que siento por ti. —Musitó, agitado—. Sé que te he mentido mucho en el pasado, pero jamás mentiría con algo como esto.
Macy cerró los ojos, concentrándose. Detectó un aroma extraño en Dylan, intentando descifrarlo. Él siempre cargaba un aura negativa, llena de odio y antipatía; pero esa vez era diferente. Dylan olía a felicidad. Por primera vez, en mucho tiempo, él estaba feliz.
—No me abandones, por favor. —Ella lo abrazó, rodando juntos en la cama.
—No lo haré. —Dylan besó su frente—. Jamás.
Macy sonrió, acomodándose entre sus brazos. Se secó las lágrimas en las sábanas, y se abrigó antes de quedarse dormida. Le dolían el alma y el corazón, pero tener a Dylan al lado de daba seguridad.
Dylan se levantó de la cama una hora después que Macy se durmió, sentándose en el sillón. La observó descansar, pensando en todo lo que ocurría. Tal y como siempre afirmó, ella solo era una niña que no pudo tolerar la verdad que escuchó. Sin embargo, la amaba. Él realmente se había enamorado de Macy.
Dylan soltó un largo suspiro, recordando el día que Alehna murió. Frente a su cadáver juró que no volvería a enamorarse, y dos años después oficializó el voto de celibato. Le costó darse cuenta que el sexo sin amor no significaba nada para él, y no quiso volver a hacerlo. Se acostó con más personas durante esos dos años, buscando en ellas un reemplazo de Alehna. Pero no lo encontró. Por más que cerraba los ojos, y trataba de imaginarla, no era lo mismo. Nadie logró llenar el vacío que le dejó.
El joven recordó en lo que sucedió en la armería, avergonzado de sí mismo. Aunque el aroma de Macy lo tenía cautivado, él pensó en Alehna cuando comenzó a desvestirla. Dylan no se detuvo porque se acordó el voto de celibato; sino porque oyó la voz de Macy. En ese momento, el volvió a intentar encontrar un sustituto, y se odió por eso.
Dylan se aclaró la garganta, pensando en lo mucho que cambiaron las cosas en los últimos meses. Mientras más tiempo pasaba junto a Macy, más disfrutaba de su risa y su compañía. Comenzó a desearla como mujer, y ya no la consideraba como un objeto. Cuando finalmente tuvo sexo con ella, lo hizo mirándola a los ojos. Se acostó con Macy aceptando sus sentimientos por ella, y sin ninguna intención oculta.
Aunque se dijo a sí mismo que retomaría el celibato a la mañana siguiente, no estaba seguro de querer hacerlo. Su corazón se agitaba cuando estaba con Macy, y no se cansaba de admirar su belleza. Él sufría cuando ella lloraba, y le dolía verla triste. Su amor era sincero.
Dylan meditó un par de horas más, mientras hacía unas anotaciones en una agenda que tenía. Apagó las luces para que ella descansara, y se negó a levantarla aunque fueran casi las once de la mañana. La tapó con el edredón, besando su frente. Ya había tomado una decisión.
Dylan se quitó el collar que llevaba oculto entre la ropa, y lo colocó en la palma de su mano. Alehna se lo regaló en su último cumpleaños, y él juró que nunca se lo quitaría. Eso era lo único que lo mantenía atado a ella, y supo que era momento de dejarla ir. Lo guardó en su cajón; junto con la foto de Alehna, y el collar de Orión. Ya estaba listo para seguir adelante, y dejar que su memoria descanse en paz.
El joven se sentó en el sillón de nuevo, procurando no hacer ruido. Continuó escribiendo lo que tenía en mente, y salió del cuarto casi a las doce. Bajó a la cocina a preparar el desayuno de Macy, y salió antes que Salvatore pudiera ingresar. Todavía no quería hablar con él.
Dylan dejó la bandeja con el desayuno sobre la mesa de noche, y volvió al sillón. Sonrió cuando notó a Macy parpadear, y encendió las luces de la habitación. Ella soltó un leve gruñido, y giró en la cama. Se sentía cansada.
—Buenos días, Bella Durmiente. —Dylan saludó, tranquilo—. ¿Cómo estás?
—Dylan... —Macy carraspeó, sentándose en la cama—. ¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo dormí?
—Son las doce, pero no te preocupes. —Él se levantó, acercándose—. Te traje el desayuno; no has comido nada desde ayer. Te hará bien tomar un poco de sangre.
Macy sonrió, aceptando la bandeja que Dylan le ofreció. Dio un largo sorbo de sangre, mucho más tranquila que antes de irse a dormir. Aunque hubiera preferido amanecer entre los brazos del chico, agradecía el gesto que tuvo de llevarle el desayuno. Solo eran unas tostadas con una taza de café, pero ella tampoco tenía mucha hambre. Con la sangre sería más que suficiente.
Dylan se sentó a su lado, con una sonrisa en el rostro. Una idea se le ocurrió mientras escribía, y deseaba compartirla con ella. Necesitaba decirle lo que pensaba.
—Macy, hay algo que quiero enseñarte. —musitó, aclarándose la garganta—. Pero debes prometerme que no te burlarás de mí si lo hago.
—Jamás me burlaría de ti. —Macy aseguró, tomándolo de la mano—. Puedes confiar en mí.
Dylan asintió, saliendo de la habitación unos minutos. Macy se extrañó con su reacción, y terminó de comer una tostada. Supuso que él habría comprado algo grande, y estaba buscando la forma de llevarlo a la habitación. Comenzó a preguntarse qué podría ser, y su corazón se detuvo cuando lo vio regresar con una guitarra.
Dylan desafinó en los dos primeros acordes que tocó, pero logró entonar el resto de la canción sin problema. Hacía más de cien años que no tocaba, pero se alegró de no haber botado la guitarra que Salvatore le regaló por su cumpleaños. Macy irradiaba un brillo especial que lo impulsaba a ser mejor.
—Te convertiste en la nueva luz de mi camino. —Dylan cantó, viéndola a los ojos—. Solo tú pudiste sacarme de la oscuridad, y ahora es por ti por quien vivo.
Los ojos de Macy se llenaron de lágrimas cuando él empezó, emocionándose con cada palabra que escuchaba. La voz de Dylan era melodiosa, y combinaba a la perfección con el acompañamiento de la guitarra. En ese instante, se sintió como en una película.
—Mi alma llevaba muchos años muerta; pero tú... —Dylan continuó—. De algún modo, tú has hecho que mi corazón vuelva a latir.
Macy aplaudió después que él terminó, creyendo que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento. Era la canción más hermosa que alguna vez escuchó, y no dejaba de lagrimear. Ese fue el mejor regalo que pudo recibir.
—La compuse para ti. —Dylan sonrió, dejando la guitarra en el piso—. Todo lo que siento por ti, te lo dije en esa canción.
—Es hermosa —Macy sollozó, todavía aplaudiendo—. Eres el primer chico que me escribe una canción.
—Alguien me dijo que nadie se pone triste con los musicales. —Dylan bromeó—. Yo solo quise verte feliz.
Macy palmeó la cama, invitándolo a acomodarse a su lado. Lo abrazó con fuerza, besándolo en los labios. Aunque seguía herida por todas las mentiras de sus padres, ese momento fue mágico. Su relación con Dylan fue lo único bueno que salió de aquel asqueroso plan.
Macy se sentó a horcajadas de él, acariciando su rostro. Dylan estaba sonrojado, y su corazón latía con fuerza. Estaba nervioso, y eso la enterneció.
—Tú me dijiste que no sabías cantar—. Ella susurró después de varios minutos—. ¿Por qué lo ocultaste?
—Porque la última vez que canté, fue en el cumpleaños de mi madre. —Confesó, alejándose un poco—. No volví a hacerlo después que murió.
Macy pasó saliva con dificultad, sin poder articular palabra. Recordó la matanza que vio en sus recuerdos, y un escalofrío la recorrió. Él continuaba culpándose por lo que ocurrió.
—Tu voz es hermosa—, sonrió con calidez, intentando desviar la conversación—. Tienes un gran talento; no deberías ocultarlo.
Dylan fingió una sonrisa, agachando el rostro. La música lo hacía feliz, y fue por eso que la dejó. Después de la masacre, comenzó a creer que no merecía ser feliz. Y continuaba pensándolo. Él se odiaba a sí mismo.
—Tú me has hecho querer cantar de nuevo. —confesó, contrariado—. Cuando estoy contigo, siento que puedo ser Merrick de nuevo.
—¿A qué te refieres? —Macy susurró, inclinándose hacia adelante.
—El día que Salvatore me adoptó, y asumí la identidad de Dylan Walsh, una parte de mí murió. —Él se aclaró la garganta—. Con Merrick desapareció toda la bondad que había en mí; y quedó esto que tú conociste. Dylan es lo opuesto a todo lo que fui.
Macy pasó una mano por su rostro, absorbiendo su dolor. Todavía no comprendía bien cómo hacerlo, pero quería aliviarlo. Dylan estaba más roto que ella.
—Sin embargo, todo cambia cuando estamos juntos. —Dylan continuó hablando—. A tu lado, ya no tengo que fingir, ni usar este disfraz que me ha protegido por tanto tiempo. Puedo ser yo mismo cuando estoy contigo.
Macy lo abrazó, aferrándose a él con fuerza. Lo besó con calidez, sintiendo un par de lágrimas caer. El sufrimiento que alcanzó a tomar de él era indescriptible.
—Eres el mejor chico que he conocido en toda mi vida. —Ella musitó en sus labios, juntando su frente con la de él—. Amo lo poco que conozco de ti, y sé que te amaré aún más cuando tu corazón termine de sanar. —Sonrió—. Dame la oportunidad de conocerte en realidad.
—Tú me haces feliz, Macy. —Dylan la sostuvo por el cuello con cuidado—. Eres mi verdadera alma gemela; mi complemento. No quiero perderte.
—No lo harás. —Macy lo besó—. Lo prometo.
Dylan sonrió, jalándola con suavidad sobre él. Se recostó en la cama, besando a Macy lentamente. Ella le correspondió, jugando con su cabello. Disfrutaba estar entre sus brazos, y sentir sus caricias. Ese pequeño momento era maravilloso.
Macy se acurrucó a su lado, entrelazando sus dedos con los de él. Lo vio a los ojos unos instantes, acariciando su rostro. Deseaba quedarse toda la mañana entre sus brazos, y no moverse de la cama. Comenzaba a sentir paz junto a él.
Dylan besó su frente, feliz. Había una cosa más que necesitaba decirle a Macy, y pensó en hacerlo antes que se le acabe la valentía. Él jamás se acobardó frente a los grifos, o cualquier amenaza que tuviera que enfrentar. Sin embargo, le aterraba hablar sobre sus sentimientos. Sufrió tanto en el pasado, que ya no quería salir lastimado. Pero sabía que con Macy todo sería diferente.
Dylan giró hacia ella, acariciando su rostro una última vez. La atrajo hacia él, respirando profundamente. Era ahora o nunca.
—Macy, quiero proponerte algo. —Dylan se aclaró la voz, nervioso—. Quiero que vivamos juntos.
Macy se estremeció entre sus brazos, ahogándose de la impresión. Tosió, analizando las palabras del muchacho. Aunque se sintió tentada a aceptar su petición, volvió a recordar la conversación que escuchó. No lograba borrarla de su mente.
—¿Esto lo haces por Salvatore? —Preguntó tras varios segundos—. ¿Me lo estás pidiendo porque es lo que él quiere?
—Salvatore quiere que vivas en el castillo, pero le da igual si duermes en tu cuarto, en la sala, o en la armería. —Dylan rio, negando—. Mi propuesta es diferente. Quiero que vivas conmigo; que durmamos en la misma cama. Quiero que esta se convierta en nuestra habitación.
—Dylan, yo...
—Escucha, sé que puede ser difícil al inicio porque yo me he acostumbrado a estar solo, y quizás queramos matarnos durante los primeros días; pero me gustaría dar este paso contigo. —Él la interrumpió, tomándola de las manos—. Al menos piénsalo, por favor.
Macy se sentó, analizando todo lo que ocurrió en las últimas semanas. Dylan se veía sincero, pero su cabeza continuaba llena de dudas. Le habían mentido tanto, que ya no se quería arriesgar.
Dylan se sentó también, sin dejar de verla a los ojos. Lo único que esperaba, era no haberla asustado con lo que dijo.
—¿Qué hay del celibato? —Macy consultó tras una larga pausa, carraspeando—. ¿Qué hay de Alehna?
—No hay más Alehna. —Dylan titubeó, aceptando finalmente que ella ya no estaba—. Solo somos tú y yo. El celibato terminó, Macy. Quiero todo contigo.
—Acepto —Macy sollozó, abrazándolo—. Acepto vivir contigo.
Dylan la besó con pasión, feliz de su respuesta. Su relación con Alehna fue lo único que tuvo por años, y su vida solía girar en torno a ella. Pero era momento de cambiar. Se daría una nueva oportunidad con Macy.
Macy se separó, soltando un par de lágrimas. Nunca había vivido con un chico, y tampoco sabía qué esperar de esa relación. Sin embargo, estaba dispuesta a arriesgarse por Dylan. Quería que lo suyo fuera real.
—Espera —ella pidió, colocando una mano en su pecho—. Te tengo una condición.
—¿Cuál? —Dylan se extrañó.
—Que compremos un televisor. —Macy rio bajo, volviéndose a sentar sobre él.
—Compraremos lo que quieras.— Él la sostuvo por la cintura—. Gracias por esto.
Macy lo besó, comenzando a frotarse con suavidad sobre él. Estaba agobiada, pero creyó que esa era la manera perfecta de comenzar su matrimonio. Ambos necesitaban relajarse, y tenía algo en mente...
—Macy, no. —Dylan carraspeó, separándose—. Deberíamos comprar condones antes de hacerlo de nuevo. No es buena idea que volvamos a tener sexo sin protección.
—Descuida, yo nunca he menstruado. —Ella rio, restándole importancia—. No puedes embarazarme, tranquilo.
—Macy, nunca has menstruado porque eres una purasangre. Nunca lo harás. —Dylan explicó, serio—. Tendrás que aprender a reconocer tu periodo fértil; pero lo mejor será protegernos hasta eso. No te quiero embarazar.
Macy se cruzó de brazos, indignada. Ella no se imaginaba teniendo hijos a esa edad, pero no le agradó el tono de voz que Dylan usó. Él solía repetir que deseaba tener hijos con Alehna, y se lamentaba constantemente por el bebé que perdió. Sin embargo, le dio la impresión que Dylan consideraba un castigo el tener hijos con ella.
—No entiendo. —Macy levantó una ceja.
—No es algo muy complicado de entender. —Dylan se encogió de hombros—. Tú debes saber más de preservativos que yo. Los condones todavía no existían la última vez que cogí.
—No me refiero a eso. —Ella habló entre dientes, irritada—. ¿Por qué con Alehna sí querías hijos y conmigo no? —Inquirió de golpe—. ¿Acaso sigues ocultándome cosas?
Dylan soltó un largo respiro, negando. Nunca imaginó que podría causar algún daño que él hable de Alehna constantemente, y apenas se daba cuenta de la verdad. Él creó un nuevo miedo en Macy, y se lamentó. Ella ya tenía bastante con qué lidiar.
—Macy, sé que te he hecho sentir insegura con el tema de Alehna muchas veces, pero esta vez ella no tiene nada que ver. Soy yo quien ya no quiere tener hijos. —Dylan suspiró—. Además, ¿te imaginas qué pasaría si te embarazas ahora?
—¿Por qué no quieres hijos? —Macy repreguntó, desviando la mirada—. ¿Qué es lo que realmente piensas?
—El mundo está jodido, Macy. Todo se está yendo a la mierda. —Dylan la vio a los ojos, preocupado—. La guerra contra los grifos podría estallar en cualquier momento. Nos atacaron hace un par de horas. —Le recordó—. ¿Esa es la vida que quieres para tus hijos?
Macy rodó los ojos, negándose a aceptar que él tenía razón. Soltó un leve bufido, retrocediendo en la cama. Ella tampoco quería hijos; muchos después de enterarse de todas las mentiras de sus padres. Sin embargo, estaba harta de sentirse desplazada. Quería ser su única opción; ya no quería competir contra un fantasma.
—Júrame que el recuerdo de Alehna no volverá a interponerse entre nosotros. —Pidió, girando hacia él—. Júrame que solo seremos nosotros dos en esta relación. Ya no quiero volver a sentirme insegura cuando estoy contigo.
—Lo juro. —Dylan la vio a los ojos, tomándola de las manos—. Tú eres la única chica con quien quiero estar. No te volveré a lastimar.
Macy esbozó una leve sonrisa, asintiendo. Cerró las cortinas antes de echarse de nuevo, y suspiró. Una sensación extraña comenzó a recorrerla, y no comprendía qué era. Tenía un mal presentimiento, mezclado con culpa. Pero no se explicaba el por qué. No sabía de dónde provenía eso.
Dylan se acomodó a su lado, abrazándola. Acarició su cabello, haciéndole cosquillas para oírla reír. Detestaba verla triste, y podía notar la preocupación creciendo dentro de ella. Supuso que Macy seguía mal por lo de Alehna, pero no quiso decir más. Lo mejor sería que permaneciera en silencio hasta que ella decidiera hablar.
El teléfono de Dylan comenzó a sonar con fuerza, asustándolos. Dylan estiró la mano para tomarlo de su mesa de noche, extrañándose al ver el número. No esperaba ninguna llamada.
—¿Qué pasó? —Preguntó serio, sin siquiera saludar—. ¿Qué? ¡¿Qué fue lo que sucedió?! —gritó, levantándose—. Llego en veinte minutos; avísale a los demás.
Macy frunció el ceño, viéndolo cambiarse. Dylan caminaba de un lado a otro de la habitación, enviando mensajes de texto. Él sacó una chaqueta de su armario, sin voltear a mirarla.
—Dylan... —Macy carraspeó, buscando captar su atención—. Dylan, ¿quién te llamó?
—Hubo un ataque en el local de cacería. —Dylan respondió rápido, buscando sus llaves—. Acaban de matar a dos guardias, y se robaron varias cosas. Tengo que ir a ver qué ocurrió.
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¡Hola!
Sé que ha pasado mucho, y lamento la demora.
Aquí está el capítulo 22, ¡Y es la primera parte de esta mini-maratón?
¿Qué les pareció? ¿Tienen alguna teoría?
Déjenla aquí.
La pregunta de hoy es: ¿Qué opinan de la relación de Dylan y Macy?
Les dejo mis redes sociales por si quieren seguirme.
Nos leemos pronto.
Les mando un abrazote.
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