CAPÍTULO 21
Macy se sentó sobre la cornisa de un edificio, respirando pesadamente. Dylan la convenció de irse de aquel callejón antes que los grifos pudieran regresar, y ella solo lo siguió. Caminó a su lado de forma automática, todavía asombrada por la confesión que le hizo. Subió con cuidado por una escalera de incendios, sin saber a dónde la llevaba. Habían tantos pensamientos en su mente, que no sabía en cuál enfocarse.
Macy se abrazó a sí misma, repitiendo en su cabeza una y otra vez las palabras de Dylan. Él mentía tanto, que se le dificultaba creerle. Su confesión fue tan abrupta, que casi pareció que la inventó de un segundo a otro.
—Así que..., ¿eres adoptado? —consultó, rompiendo el silencio incómodo en que se encontraban.
Dylan rio por sus palabras, asintiendo. El secreto de su adopción era uno de los más grandes en el castillo. Salvatore se había esforzado demasiado en convencer a los demás que ellos realmente eran familia, y que lo trataran como un Brancchiatto más. Eran pocas las personas que sabían que ellos no eran nada.
—Es por eso que uso lentes de contacto azules. —Sonrió, quitándoselos—. Sin importar el tono de piel o de cabello, hay un rasgo que todos los Brancchiatto comparten; y ese es los ojos de color azul. Salvatore mandó a hacer los lentes para que nadie sospeche que era adoptado.
Macy sostuvo las lentillas en la palma de su mano, admirándolas bajo la luz de la luna. Finalmente descubría el secreto detrás del por qué los usaba, más confundida a cada instante.
—¿Acaso nadie sabe de tu adopción? —Cuestionó con suavidad.
—Para toda la comunidad mágica, yo soy su bastardo. Salvatore insistió en hacerme pasar por su hijo. —Dylan carraspeó—. Yo lo quiero como a un padre, pero no llevamos la misma sangre. —confesó, suspirando—. Mi verdadero nombre es Merrick Blackwell.
—Merrick Blackwell —Macy repitió lentamente—. Me gusta más que Dylan Walsh, o Dylan Brancchiatto. Ya ni siquiera sé cómo llamarte.
Dylan esbozó una sonrisa, girando hacia ella. Él pasó años sintiendo la misma confusión.
—Salvatore me cambió el nombre el día que me adoptó. —Ladeó una sonrisa—. Dijo que yo necesitaba un nuevo nombre para comenzar una nueva vida. Él me puso Dylan.
Macy frunció el ceño, todavía confundida. No comprendió por qué Salvatore decidió cambiárselo, cuando una adopción solo implicaba que tome sus apellidos.
—¿De dónde salió Walsh? —Continuó preguntando.
—Walsh es el apellido de soltera de mi madre. —Dylan comentó, tranquilo—. Yo me rehusé a llevar el apellido Brancchiatto, y preferí usar Walsh en su honor. Salvatore siempre me presenta como Dylan Brancchiatto, pero legalmente me apellido Walsh. El día que reescribieron mi acta de nacimiento, exigí que prevaleciera el apellido de mi madre. Fue la única condición que le puse a Salvatore para aceptar quedarme en el castillo como su hijo.
Macy tosió, más intrigada que antes. Por la forma en que hablaba, casi parecía que lo obligaron a ser adoptado. Dylan no daba la impresión de estar feliz con eso.
—¿Por qué no quieres ser un Brancchiatto? —Macy se aclaró la garganta.
—Porque desde el día en que Salvatore me presentó como su hijo, el resto de su familia no ha hecho más que insultarme y dejarme en claro que no merezco ese apellido. —suspiró, recordando todas las humillaciones que vivió en el castillo—. Tu madre no ha dejado de llamarme maldito recogido desde que me conoció, y no sabes lo mucho que la odio por eso.
Macy soltó una pequeña risa, sacudiendo la cabeza. Lilith era una mujer estirada, pero no era mala.
—Tal vez yo esté molesta con mi madre, pero eso no te da derecho a hablar mal de ella. —Macy aseveró, negando.
—Lo lamento; es solo que Lilith tiene un carácter demasiado difícil de tolerar. Creo que Alastair es de los pocos que la soportan. —Dylan carraspeó—. Incluso, Salvatore me confesó que ellos ni siquiera tienen una conexión real. Lo único que los ha mantenido juntos, es su ambición por el dinero y el poder.
El corazón de Macy se detuvo un segundo, sin creer lo que escuchaba. Era consciente que sus padres no eran perfectos, y que Alastair priorizaba demasiado su trabajo, pero Dylan no podía estar diciendo la verdad. Sus padres eran estrictos, pero no codiciosos.
—¿De qué estás hablando? —Inquirió, con un hilo de voz.
—Escucha, sé que no me corresponde a mí contarte esto, pero creo que es necesario que lo sepas. —Dylan carraspeó, relamiendo sus labios—. El día que tú naciste, Salvatore trató de adoptarte. Él quiso criarte junto con su esposa en el castillo, y mantenerte alejada de tus verdaderos padres porque no confiaba en ellos. Pero Lilith se negó; ella no te quiso entregar.
Macy sintió sus ojos llenarse de lágrimas, y agachó el rostro. El dolor de todas las mentiras que le dijeron regresó, y negó. Ella no quería oír más calumnias.
—Mis padres son buenos— los defendió, engrosando la voz—. Ellos me aman.
—Tal vez así sea, pero Salvatore siempre estuvo pendiente de ti. —Dylan confesó—. Él se encargó de protegerte durante todos estos años. Aunque nunca te diste cuenta, siempre hubo un guardia tras de ti.
—¿Ese guardia fuiste tú? —Macy consultó, nerviosa—. ¿Llevas cuidándome desde que nací?
—No— Dylan negó, viéndola a los ojos—. Hubo alguien más antes de mí, pero los grifos lo mataron. Mi misión inició el día que empezaron tus migrañas, y comenzaste a oír mi voz.
Macy se abrazó a sí misma, sollozando. Los vampiros siempre estuvieron a su lado, y ella fue tan estúpida como para no darse cuenta. Todo lo que vivió fue una mentira.
Dylan se acercó a ella, abrazándola. Besó su cabello con suavidad, protegiéndola. No le gustaba verla sufrir, pero tarde o temprano se enteraría de todo lo que le ocultaron.
—¿Por qué nunca me dijiste la verdad? —Macy musitó, aferrándose a él—. En todos los meses que llevamos conociéndonos, ¿por qué nunca me dijiste que todos eran vampiros?
—Porque no me correspondía a mí hacerlo. —Dylan repitió, entrelazando sus dedos con los de ella—. Fueron tus padres quienes decidieron criarte como humana, y te ocultaron la verdad por años. Solo a ellos les competía decirte la verdad.
Macy lloró por varios minutos, sintiéndose miserable. Mientras más cosas se enteraba, más preguntas llegaban a su mente. Un ligero odio hacia sus padres comenzó a nacer en ella, y prefirió no darle más vueltas a lo mismo. No les quería guardar rencor.
Dylan secó sus lágrimas, acariciando su cabello. La observó unos instantes, sin creer todo el tiempo que pasó odiándola sin siquiera conocerla. Macy no era como sus padres. A pesar de todo, su alma continuaba siendo pura.
Macy se acomodó sobre la cornisa, sorbiendo por la nariz. Quería conversar de cualquier otra cosa, y dejar de lado a los vampiros.
—Háblame de ti— Macy pidió, elevando el rostro—. Cuéntame quién fue Merrick Blackwell, por favor. Olvidémonos de los Brancchiattos por cinco minutos.
Dylan asintió, retrocediendo un poco. Él tampoco quería seguir hablando de aquella familia. Macy y Salvatore fueron los únicos Brancchiatto buenos que conoció.
—Nací en un barrio de Inglaterra llamado Whitechapel. —Comenzó a narrar, nostálgico—. Mi familia era muy pobre, y abandoné el colegio a los quince para buscar un trabajo. —carraspeó—. Fui asistente en una panadería por casi un año. Yo me comía los panes sin que el jefe se diera cuenta.
Macy soltó una carcajada al oírlo, examinando su rostro. Era imposible que él hubiera sido panadero.
—¿Por qué te ríes? —Dylan sonrió, contagiado de su alegría.
—Eres el chico más rudo e intimidante que conozco. —Macy continuó riendo, pasando una mano por su cabello—. Se me hace difícil imaginarte amasando y horneando panes.
—Yo era muy diferente en esa época. —Dylan se aclaró la garganta, apenado—. Ni siquiera sabía pelear y jamás me metía en problemas. Merrick era una persona completamente diferente a la que soy ahora.
Macy acarició el rostro del muchacho, notando el dolor en sus ojos. Pensó en el horrible recuerdo que le enseñó, y lo abrazó. Él todavía era un niño cuando su vida se destruyó.
—Lamento que hayas perdido a toda tu familia. —susurró en su oído—. No merecías nada de lo que te ocurrió.
—Mi padre fue el primero en morir. —Dylan murmuró, con la voz temblorosa—. Él era el más fuerte de todos, y mi madre fue la segunda. Los cazadores experimentaron con mi hermano por días, y luego continuaron con el resto de vampiros. Nos dejaron a Alehna y a mí para el final.
Macy lo abrazó con más fuerza, como si eso fuera capaz de desaparecer su dolor. Besó sus mejillas antes de soltarlo, creyendo que él lloraría en cualquier momento. Dylan seguía sin superar la masacre que vivió.
—¿Cómo fue que conociste a Salvatore? —Consultó, cambiando de tema—. ¿En qué momento fue que te adoptó?
Dylan ladeó una sonrisa, pasando una mano por su rostro. Se separó de Macy, y relamió sus labios.
—Salvatore me adoptó poco antes de cumplir diecinueve. —confesó, intranquilo—. Lo hizo para evitar mi condena. El concejo vampiro me sentenció a la decapitación.
Macy giró hacia él con lentitud, asombrada. Ella conocía muy poco sobre las leyes y la justicia vampira, y supuso que esa debía ser la pena máxima.
—¿Estuviste condenado a muerte? —Preguntó, con un hilo de voz—. ¿Qué fue lo que hiciste para que el concejo te enviara a decapitar?
Dylan soltó un largo respiro, y un escalofrío lo recorrió. Hacía mucho no pensaba en ese juicio, ni lo mucho que cambió su vida después de la adopción.
—Yo cometí muchos errores después de la muerte de Alehna. —Suspiró, pasando una mano por su cabello—. Me junté con las personas equivocadas, y mi vida se fue al carajo por las decisiones que tomé. Fui el prófugo más buscado de la comunidad mágica por más de un año.
Macy medió sus palabras, sintiendo pena por él. Le dio la impresión que Dylan pasó años sufriendo, y que el mundo se volvió en su contra. Parecía que Dylan no había tenido un solo momento de felicidad en sus ciento dieciocho años de vida.
—Te afectó mucho su muerte, ¿verdad?
—Alehna era mi todo. —Dylan musitó, bajando la voz—. Ella era mi luz y mi camino. Ella era mi guía, mi esperanza y mi destino. Mi vida se destruyó cuando la perdí. Yo ya no quería seguir viviendo si no la tenía a mi lado.
Macy agachó el rostro, creyendo que él acababa de componerle una canción en segundos. Repitió sus palabras en su mente, sin llegar a comprenderlas por completo. Ella se había enamorado en el pasado, pero jamás con esa intensidad. Nunca había amado a alguien con la fuerza con la que Dylan habló a Alehna.
—¿Ella fue tu primer amor? —susurró.
—Ella fue mi primer todo. —Dylan elevó la vista al cielo—. Mi primer beso, mi primera vez... y yo la de ella. Todo lo aprendimos juntos. Es difícil superar algo como eso.
Macy continuó pensando en la chica unos minutos más, comenzando a sentir celos de ella. Sabía que estaba mal tener envidia de los muertos, pero Dylan seguía aferrado a ella aunque hubieran pasado cien años desde su asesinato. Ella no estaba segura si continuarían juntos después de todo lo que se enteró durante la cacería, pero sí le quedó claro que nunca serían solo los dos en aquella relación. El fantasma de Alehna los acompañaría por siempre.
Lo peor de todo, era que jamás podría competir contra ella. Macy se enfrentaba a un recuerdo; a alguien que ya no existía físicamente en este mundo. Y no tenía forma de ganarle a eso.
Macy se acomodó en su lugar, prefiriendo no pensar más en Alehna. Se aclaró la garganta, todavía intrigada por el pasado de Dylan. Cada segundo que pasaba, creía más que se había enamorado de un disfraz.
—¿Qué fue lo que hiciste para ser condenado a muerte? —Volvió a preguntar, retomando la conversación—. ¿Cuál fue el crimen que cometiste?
—Aunque no me decapitaron, el concejo me prohibió volver a participar en una cacería—. Carraspeó, viéndola a los ojos—. Creo que puedes intuir qué fue lo que hice. Solo por ayer hicieron una excepción.
Macy enmudeció, agachando la mirada. Comprendió a lo que se refería, y prefirió no interrogarlo más. Aunque le gustó que él se abriera con ella, deseaba permanecer en silencio un par de minutos. Dylan le confesó tantas cosas, que necesitaría tiempo para asimilarlas todas.
Macy se recostó en el suelo, observando las estrellas en el cielo. Intentó contarlas, y rio bajo cuando notó que sería imposible hacerlo. Sintió a Dylan recostarse a su lado, y suspiró. Ella necesitaba un poco de paz.
—Macy, perdóname por todo lo que te hice. —Dylan musitó después de varios minutos, rompiendo el silencio—. Perdóname por las mentiras, y los malos tratos. Yo no quería lastimarte.
La joven se sentó lentamente, con los ojos llenos de lágrimas. Le dolía pensar en eso, y relamió sus labios. Ese era el momento perfecto para pedirle explicaciones por todo el daño que le causó.
—¿Por qué lo hiciste? —Macy sorbió por la nariz, nerviosa—. ¿Por qué aceptaste participar de este plan tan asqueroso como este? ¿Por qué me engañaste para casarte conmigo?
Dylan se sentó, negando. Aunque anhelaba decirle la verdad, él tampoco conocía la respuesta a esa pregunta.
—Originalmente, mi única misión era convertirte. Solo un vampiro purasangre puede reinar, y se suponía que no volveríamos a vernos después de la mordida en el campamento. —Dylan comenzó a narrar—. Sin embargo, Salvatore me dijo que tenía un trabajo más para mí. Él me exigió morderte de nuevo y casarme contigo. Yo me opuse, te juro que sí, pero mi padre no aceptó razones. Yo tampoco estaba de acuerdo con engañarte, pero no me quedó más que obedecer.
—¿Por qué? —Macy sollozó, apretando los dientes—. ¿Por qué Salvatore te obligó a casarte conmigo?
Dylan juntó su frente con la de ella, y colocó sus dedos en las sienes de la chica. Se concentró lo más que pudo, proyectando un recuerdo en su mente. Le enseñó la pelea que tuvo con Salvatore días atrás, y cómo este se negó a darle explicaciones. Solo de esa forma Macy le creería.
—Llevo meses preguntándome lo mismo que tú. —Dylan carraspeó, soltándola—. Mi padre exigió este matrimonio, pero no ha querido decirme el por qué.
Macy secó sus lágrimas, ofuscada. Salvatore le agradaba, ella llegó a considerarlo un segundo padre; y ahora estaba decepcionada de él. Salvatore estaba más embarrado que los demás.
—Dylan, si realmente quieres que te perdone... si realmente me amas, necesito que desaparezcan las mentiras entre nosotros. —Macy sollozó, tomándolo por las manos—. ¿Hay algún otro secreto que me estén ocultando? ¿Hay algo más que yo deba saber?
Dylan se aclaró la garganta, pensando en la confesión que Salvatore le hizo meses atrás. Existía un secreto muy grande que involucraba a Macy, y ni siquiera Lilith y Alastair lo sabían. Un secreto tan grande que la ponía en peligro, y al linaje Brancchiatto también. Sin embargo, no podía decírselo. Su padre le hizo prometer que nunca lo compartiría con nadie, y estaba dispuesto a cumplir con su última voluntad.
—No —respondió, decidido—. Ya no hay más secretos. Te he dicho todo lo que sé, y creo que es momento de regresar a tu casa. Tus padres tienen algunas explicaciones que darte también.
Macy lo abrazó, confiando en él. Se hundió en sus brazos, terminando de llorar. Sentía que Dylan decía la verdad, y cerró los ojos varios minutos. El dolor comenzaba a desaparecer cuando estaba con él.
Dylan besó con suavidad la frente de Macy, protegiéndola. Odiaba escucharla sollozar, y se juró a sí mismo no volver a lastimarla jamás. Ya nunca más ocultaría sus sentimientos por ella frente a los demás. Todos se enterarían que estaba enamorado de ella, y que la defendería aunque eso le cueste la vida.
Macy sonrió entre sus brazos, acariciando su rostro en la cercanía. Ella estaba dispuesta a darle una segunda oportunidad, y trataría de llevar una relación normal con él. No le quedaba claro si eran novios o esposos, ni lo que sucedería a partir de ese momento. Pero le alegraba que fuera con él. Tal vez Dylan no sería su primer amor, pero sí quería que fuera su amor verdadero.
Macy recordó las palabras del chico cuando le confesó que la amaba, confundida por un término que usó. Se separó de él, peinando el cabello de Dylan hacia atrás.
—¿A qué te referías cuando dijiste que estábamos conectados? —Consultó, sentándose frente suyo—. ¿Por qué dijiste que mis padres no tenían esa conexión?
—Los vampiros tenemos un "mecanismo de defensa". —Dylan hizo comillas, sin tener una mejor forma de explicarlo—. Podemos sentir cuando nuestra pareja está en peligro, y ver a través de sus ojos si es que corren un riesgo mayor. Esto solo se activa en situaciones de amenaza, pero nos ayuda a protegernos. Tú y yo estamos conectados, es por eso que sé que nuestro amor es real.
—¿La conexión se formó el día que nos mordimos? —Macy titubeó, terminando de asimilar lo que oyó—. ¿Fue en ese momento que comenzó lo nuestro?
Dylan negó, acariciando su rostro. La conexión empática no funcionaba así.
—Solo las almas gemelas están conectadas. —susurró, rozando sus labios con los de ella—. Tú y yo estábamos unidos desde antes de conocernos.
Macy lo besó dulcemente, saboreando sus labios. Acarició su rostro, disfrutando de ese breve instante. Se separó en busca de aire tras varios minutos, poniéndose de pie. Había una cosa más que tenían que hacer.
—Regresemos a mi casa— pidió, tranquila—. Ahora que nosotros ya estamos bien, quiero hacer las paces con mis padres. Necesito oír su versión, y perdonarlos también. Ya no quiero más secretos.
Dylan asintió, tomándola de la mano. Bajaron con cuidado por la escalera de incendios, y regresaron a paso lento hasta su hogar. Faltaba poco para el amanecer, y rieron gran parte del camino. Macy no tenía apuro en llegar, y gozó cada segundo que pasó conversando con Dylan. Él se volvía el mejor chico del mundo cuando dejaba de actuar como un amargado.
Macy aguzó el oído cuando faltaban dos casas para llegar, escuchando ruidos extraños. Oyó un par de cosas rompiéndose, y supuso que sus padres seguirían peleando. Tal vez, no esperaban que regresaran tan pronto.
Macy se detuvo en el jardín de sus vecinos, ocultándose entre los arbustos. Ella era capaz de escuchar sus gritos, y quiso saber por qué discutían. Tocaría la puerta cuando sus padres se hubieran calmado. Sabía que todo empeoraría si llegaba cuando estaban de mal humor.
—¡Todo esto es tu culpa! —Alastair gritó, estrellando un vaso contra la pared—. Si te hubieras cuidado durante el embarazo, jamás habríamos tenido que recurrir a tu abuelo y a su bastardo. Tenías un solo trabajo y lo hiciste mal. Es por ti que Macy nació como humana.
Lilith soltó una larga carcajada amarga, negando. Ellos habían evitado esa discusión por años, pero no planeaba quedarse callada ante sus reclamos. Alastair actuaba como si fuera un santo, cuando él era el verdadero causante de todo.
—Te recuerdo que fuiste tú quien me dio ese brebaje para abortarla porque ninguno de los dos quería tener hijos. —Lilith elevó la voz, caminando hacia él—. Quizás esa porquería fue la que hizo que naciera como humana. No merezco que me eches toda la culpa, cuando ambos intentamos matarla en más de tres ocasiones.
Alastair negó, viendo el desorden a su alrededor. Todo se mezclaba en su cabeza, y recordó las interminables peleas que tuvo con su esposa cuando Macy nació. Aunque llegó a pensar que no era su hija, el examen que le realizó salió positivo. Macy era hija biológica de ambos, pero nunca lograron comprender por qué nació como humana. Su caso era uno en un millón.
—Sé lo que te hice, pero me arrepentí cuando el oráculo nos dijo que ella sería la siguiente Aka Zaba. —Alastair murmuró, peinando su cabello hacia atrás—. Es solo que jamás creí que nos causaría tantos gastos y problemas habernos quedado con ella. Debiste deshacerte de Macy cuando Salvatore te pidió que se la regalaras. —Reclamó.
Lilith se cruzó de brazos, enojándose aun más. Alastair podía llegar a convertirse en el hombre más insoportable del planeta.
—¿Y perderme la oportunidad de criar a la siguiente Aka Zaba? —Lilith se burló, levantando una ceja—. Yo tampoco la quería, pero no iba a desperdiciar ese privilegio. Mi cuerpo y mi vida se arruinaron con ese embarazo. No dejaría que mi esfuerzo se fuera a la basura.
—¡Salvatore nos aseguró que nos permitiría visitarla a diario! ¡Habrías podido alardear de ella sin tener que criarla! —Alastair reclamó, furibundo—. Nuestros problemas se hubieran solucionado si aceptabas entregarla; pero no. A ti te nació el instinto maternal de un momento a otro y hasta lloraste por quedártela—. Espetó con asco.
Lilith lo abofeteó, cansada de sus reclamos. Le dolía que su esposo no viera las cosas en la misma forma que ella.
—¡Cállate ya, Alastair! —Exigió, elevando la voz—. ¿Acaso no te das cuenta que fue por ti que decidí cuidarla? —Inquirió, irritada—. Sin Macy, Salvatore jamás habría aceptado hacer negocios contigo. El verdadero motivo por el cual acepté criarla, fue porque la necesitábamos.
—¿De qué estás hablando? —Alastair carraspeó, anonadado—. ¿A qué te refieres?
—Mi abuelo jamás estuvo de acuerdo con tu idea de crear una aseguradora y utilizarla para robar cuerpos. —Lilith confesó, sacudiendo la cabeza—. El único modo en que logré convencerlo de unirnos, fue poniendo a Macy en medio. Tuve que decirle que amaba a mi bebé, y que necesitaría de su ayuda para mantenerla. Si no fuera por Macy, estaríamos viviendo en la miseria.
Alastair enmudeció unos segundos, sorprendido. Él siempre se consideró a sí mismo un genio de los negocios por haber creado la aseguradora, y utilizarla como cortina de humo. Sus empleados se encargaban de asesinar a los clientes, y encubrir los crímenes para no levantar sospechas. Alastair pasó años creyendo que Salvatore reconoció su potencial, y que por eso aceptó firmar el convenio con la fábrica de vinos. Le dolía enterarse que Lilith fue quien estuvo detrás de ese acuerdo.
—Amor, no te enojes. —Lilith acarició su rostro, notando el desconcierto en sus ojos—. Sé que ninguno de los dos quería esta vida, pero hemos ganado mucho solo por tener a Macy bajo nuestro mismo techo. No lo tomes personal.
Alastair negó, furioso con Salvatore. Sabía que él moriría pronto, y se sintió tentado a acelerar el trabajo. Sabía que las escrituras de la fábrica pasarían muy pronto a Macy, y debía usarlo a su favor. Haría hasta lo imposible por adueñarse de ese lugar, y demostrar que no necesitaba de nadie para seguir creciendo. Él dominaría el monopolio de la sangre.
—¿Qué haremos con Macy? —Preguntó tras varios minutos, respirando con fuerza—. ¿Qué pasará ahora?
—Salvatore sigue insistiendo con que quiere que viva en el castillo, así que nos desharemos pronto de ella. —Lilith rio, cruzándose de brazos—. Lo único que me preocupa, es el matrimonio con Dylan. No podemos permitir que nuestra sangre se mezcle con la de un bastardo como él.
—Yo todavía tengo tratos con cazadores—. Alastair ladeó una sonrisa, sintiendo una idea llegar—. Podríamos mandarlos tras Dylan. Nos conviene tenerlo muerto.
Lilith se acercó a Alastair con paso felino, enredando una mano en su cabello. Adoraba escucharlo hablar así.
—Me encanta que siempre pienses en grande. —gruñó, besándolo.
—Que no se te olvide que fui yo quien defendió el trono de Macy hasta el momento en que ella nació—. Alastair sostuvo a su esposa por el cuello, escuchándola gemir de excitación—. Yo siempre pienso en grande.
Lilith jadeó debido a su agarre, mostrando sus colmillos.
—Yo también ayudé cuando decidimos matar al resto de embarazadas—. Lilith gimió, recordando aquel momento—. Fue gracias a la información que te di que logramos acabar con ellas. Nosotros siempre hemos sido un equipo.
—Y eso es lo que me gusta de ti. Eres más astuta y sanguinaria que yo. —Alastair la empujó contra una pared, abriéndose la camisa—. Todavía me excita pensar en el día que destripamos a tu hermana, y le sacamos el engendro que llevaba en el vientre.
Lilith comenzó a rasgar la ropa de su esposo, divertida.
—La muy idiota creyó que permaneciendo juntas lograríamos salvar a nuestros bebés—. Ella fingió pena en la voz, soltando una carcajada—. Casi se muere cuando descubrió que fuimos nosotros quienes planeamos los ataques. Fue placentero arrancarle el corazón.
Alastair mordió el cuello de Lilith, disfrutando su sangre. Dylan actuaba tan lento, que supuso que regresaría con Macy para el almuerzo. Aprovecharía las horas que tenían libres, y continuó desnudando a su esposa. Hacía días que no la tocaba.
Macy salió corriendo cuando escuchó otro gemido, sin atreverse a imaginar lo que sus padres estarían haciendo. Se sentía dolida y asqueada, y ya no podía más. Las personas que ella más amaba, fueron las primeras en tratar de asesinarla. Sus padres nunca la quisieron; solo la veían como un premio.
Macy escuchó a Dylan llamarla en la distancia, pero no le hizo caso. No quería saber nada de nadie. Quería morirse y desparecer para siempre. Ya no tenía sentido continuar en este mundo. Toda su vida era una mentira.
Dylan la sostuvo por la muñeca, abrazándola. Ella intentó soltarse, pero el la sostuvo con fuerza hasta que se calmó. Él sabía que Lilith y Alastair eran malas personas, pero nunca imaginó escuchar una confesión así. Él también estaba asqueado con aquella discusión.
—Macy, cálmate, por favor—. Pidió, secando sus lágrimas—. Yo estoy aquí; puedes confiar en mí.
—¿Cómo quieres que me calme si acabo de descubrir que mis padres me odian? —Cuestionó a gritos, soltándose—. ¿Cómo voy a estar bien ahora que sé que ellos intentaron matarme?
Dylan la escuchó ahogarse con el llanto, abrazándola con más fuerza. Besó su frente, y acarició su espalda. Macy no merecía padres como ellos.
—Tal vez Lilith y Alastair no te quieran, pero yo te amo—. Susurró en su oído, besándola—. Regresemos al castillo; yo te voy a ayudar a superar todo esto. No te dejaré sola.
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¡Hola!
Aquí tenemos el capítulo 21
¿Qué les pareció?
¿Tienen alguna teoría?
Espero les guste el capítulo. No se olviden de votar, comentar y compartir para llegar a más personas.
Les dejo esta imagen del cap:
Les mando un abrazote
Nos leemos pronto.
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