CAPÍTULO 19

Una discoteca. El local donde sería la cacería, era una discoteca. 

Dylan estacionó la camioneta en la parte de atrás, alcanzando a escuchar el corazón de Macy. Se quitó el cinturón, girando hacia ella. Estaba nerviosa, y sus dedos temblaban en la oscuridad. Él tomó sus manos, notando que estaba helada. 

—Macy, ¿qué sucede? —Él encendió la luz del auto—. ¿En qué piensas?

—En que no quiero entrar ahí. —Macy se aclaró la garganta—. Tengo miedo. 

Dylan acarició su rostro, pensando qué decirle. Debían entrar al salón, y participar de la ceremonia. Habían invertido tanto tiempo y esfuerzo en la cacería, que no podía permitir errores. 

—¿A qué le temes? —Gruñó bajo, acercándose más—. ¿Qué es lo que te aterra?

—No lo sé... —Ella pasó saliva con dificultad—. No me siento lista para matar. 

—Te va a gustar —Dylan le prometió, viéndola a los ojos—. Yo me aseguraré que disfrutes cada momento de esta noche; lo juro. 

Macy acarició el rostro de Dylan, inclinándose hacia adelante. Su voz seductora la cautivaba, y se acercó a sus labios. 

—¿Cómo logras que algo tan horrible parezca tan deseable? —Preguntó, rozando su nariz con la de él. 

—Lo mismo pensé la primera vez que maté. —Dylan ladeó una sonrisa—. Comienzas a disfrutar sentir cómo la vida se escapa de tu víctima, y cómo tomas su último aliento. Se vuelve adictivo con el tiempo. 

Macy pasó saliva con dificultad, soltándose el cinturón. Abrió la puerta, bajando antes que él pudiera decir algo más. Dylan lograba asustarla en cuestión de segundos, y prefirió terminar aquella conversación. Estaba más confundida que antes. 

Dylan la tomó de la muñeca, caminando hasta la entrada principal. Notó la larga cola que se formaba en la entrada, y maldijo. Él detestaba esperar. 

—Vamos por la otra puerta. —Murmuró, retrocediendo—. Ingresaremos directo. 

—Espera —Macy se soltó, cruzándose de brazos—. Yo quiero formar la cola. 

Dylan rio, peinando su cabello hacia atrás. 

—¿Lo dices en serio? —Habló incrédulo. 

Macy asintió, colocándose al final de la fila. Mientras más demoraran en entrar, mejor sería para ella. Dylan se acomodó la chaqueta, deteniéndose a su lado. Aunque no estaba de acuerdo con ella, no la dejaría sola. 

Macy empezó a desesperarse después de quince minutos, creyendo que la fila nunca avanzaría. La discoteca quedaba en uno de los extremos de la ciudad, y varios autos pasaban por ahí. Esperaba que nadie la reconociera, ni supiera quién era. Todavía no había matado, y ya tenía la conciencia intranquila. 

Los jóvenes ingresaron casi media hora después, aburridos. Dylan no dejaba de observar su reloj, cansado. No sabía si Salvatore ya estaría dentro, o llegaría solo para la ceremonia de iniciación. Quería conversar con él, y hacerle una última confesión antes de iniciar. Se había enojado tanto con la pelea que tuvieron, que no le habló desde el día anterior. 

Macy examinó el interior del lugar, sorprendiéndose por la gran cantidad de luces que habían. Ella imaginaba un salón oscuro, con un par de velas iluminando el lugar. Sin embargo, cuatro reflectores alumbraban un estrado; y ocho arañas de cristal adornaban el resto del local. Había un micrófono en el centro, y parecía que un maestro de ceremonias llegaría en cualquier momento. Los vampiros eran más ordenados de lo que pensó. 

—¿Estamos esperando a alguien? 

—A los líderes. —Dylan se aclaró la garganta—. Ellos darán la bienvenida, las instrucciones para cazar, y formarán los equipos. Usualmente, son tres o cuatro vampiros, y dos lobos. Ellos tienen más hambre que nosotros. 

Macy pasó saliva con dificultad, aturdida. Mientras más pensaba en lo que estaba por hacer, más ganas tenía de irse. No quería matar. No quería beber sangre. No quería ver a nadie morir. 

Dylan notó el temor en su rostro, y entrelazó sus dedos con los de ella. Debía pensar en una forma de calmarla, y prepararla para el gran momento. En menos de cinco horas, todos sabrían la verdad. 

Un mozo se acercó a ellos, llevando una charola con brochetas de carne. Dylan agradeció internamente, creyendo que eso era lo mejor para aliviar la tensión. Tomó dos brochetas, sonriendo. Había tenido antojo de probarlas desde que olió las parrillas. Ya no le importaba con qué carne fueron hechas. 

—Ten —colocó una en la mano de Macy—. Te ayudará a calmar los nervios. 

Macy sintió como se le hacía agua la boca apenas olió el bocadillo, y asintió. No comía nada desde el almuerzo, y le ardía el estómago. Le agradeció, soltándose para sostener la brocheta con ambas manos. No le haría mal probar un poco. 

Dylan dio la primera mordida a la suya, sin creer lo que degustaba. La carne humana tenía un sabor peculiar; mucho mejor que cualquier otro animal que hubiera probado. Continuó masticando, notando que lo cocinaron a término medio. Gotas de sangre chorreaban por el centro de la brocheta, mejorando su sabor. Los lobos hicieron un gran trabajo cocinando a las cuatro escorias que capturaron. 

Macy masticó con delicadeza, creyendo que era el mejor aperitivo que alguna vez probó. No sabía si era el hambre que tenía, o la calidad de la carne, pero aquella brocheta le pareció exquisita. Las verduras a la plancha realzaban el platillo, y ella solo pudo pensar en la receta y en cómo conseguir los ingredientes. Deseaba comer algo así más a menudo. 

—¿De qué está hecha? —Consultó, todavía maravillada con el sabor—. Está deliciosa. 

—Si te digo, ya no vas a querer comer. —Dylan rio bajo, masticando. 

Macy palideció, apenas logrando tragar lo que tenía en la boca. Sus palabras la asustaron, y carraspeó. 

—Dylan, ¿qué es lo que me estoy comiendo? —Preguntó de golpe, viéndolo a los ojos—. ¿De dónde salió esta carne?

—De un cerdo. —Él gruñó, restándole importancia—. Solo bromeaba contigo; tranquila —mintió.

Macy asintió, respirando aliviada. Terminó de comer, observando al resto de invitados caminar de un lado a otro. No reconocía a nadie, y se sorprendió de ver a tantas personas dentro. Habían más vampiros en su ciudad de los que imaginó. 

Ella avanzó por el lugar, apreciando las decoraciones en las paredes. Percibió un aroma agradable, dirigiéndose hacia la parte lateral del salón. Divisó una larga mesa llena de copas con distintos cócteles, y sonrió. Aunque no le gustaba tomar, deseaba probarlos. 

—Los hicieron con sangre fresca. —Dylan habló en su oído, haciéndola saltar—. ¿Cuál quieres beber primero?

Macy lo empujó con suavidad, sin saber en qué momento la siguió. Sacudió la cabeza, analizando cada uno de los tragos. Todos eran de color rojo; y olían bastante bien. Sin embargo, no podía diferenciarlos entre sí. 

—¿Cuál me recomiendas? —Preguntó finalmente, girando hacia él. 

Dylan ladeó una sonrisa; tomando una de las copas que contenía la sangre del violador. Se la entregó a Macy, analizando los gestos que hacía mientras bebía. Disfrutó viendo que a ella le gustaba el sabor, y tomó una copa para él también. 

—¿Qué te pareció? —Consultó, sin dejar de mirarla. 

—El sabor es... diferente— Macy contestó tras una breve pausa—. Me gustó bastante; es adictivo. 

Dylan sonrió, alcanzándole otro vaso. Le pidió que bebiera, y saboree muy bien ese cóctel. Acababa de darle la sangre de uno de los asesinos. 

—¿Qué opinas de ese? —Él sonrió, intentando entrenar su paladar—. ¿Cuál te gustó más?

Macy lo pensó unos segundos, oliendo la copa vacía del primer trago. Sabía que ambos estaban hechos con sangre humana, pero continuaba encantada con el sabor. Quería conocer cuál fue el ingrediente que le dio aquel toque especial. 

—El primero, sin dudarlo. —Ella elevó el rostro—. ¿Qué le echaron para que supiera tan bien?

—Miedo y adrenalina— Dylan sonrió, complacido con su respuesta—. Acabas de beber la sangre de un violador. Lo torturamos antes de drenarlo; es por eso que su sangre sabe tan bien. Las emociones fuertes suelen mejorar el sabor. 

Macy sintió náuseas, y respiró profundo. Una vez oyó que ellos robaban unidades del banco de sangre, y creyó que hicieron lo mismo para preparar los tragos. No pensó que buscaron víctimas nuevas. 

—¿De qué estás hablando? 

Dylan soltó un leve gruñido, sosteniéndola por la muñeca. La llevó a la parte trasera del salón, mostrándole a dos hombres crucificados. Ambos llevaban puestas túnicas negras, y tenían agujas conectadas a varias partes de sus cuerpos. Los estaban terminando de drenar. 

Macy se aclaró la garganta, nerviosa. Los hombres frente suyo tenían un aspecto deplorable, y ni siquiera sabía si continuaban vivos. 

—¿Quiénes son? —Cuestionó, con un hilo de voz—. ¿Qué les pasó?

—Solemos capturar criminales peligrosos para drenarlos, y usar su sangre como aperitivo. —Dylan comenzó a explicar, relajado—. Uno de ellos ha asesinado a quince prostitutas en ocho estados diferentes del país. Y el otro, es un degenerado que ha abusado de más de veinte mujeres; entre niñas y adolescentes. Como puedes apreciar, ninguno de los dos merece seguir viviendo. 

Macy relamió sus labios, analizando la situación. Aunque el punto de Dylan era válido, no creía que él tuviera la potestad de decidir algo como eso. Ella también detestaba a los criminales, pero pensaba que lo mejor sería que los juzguen por sus delitos. 

—Si ya los tenían identificados, ¿por qué no los entregaron a la policía? —Preguntó, susurrando—. ¿Por qué no dejar que las autoridades se encarguen de ellos?

—Porque la justicia humana es una mierda. Las personas violan y asesinan a diario; y nunca pagan por sus crímenes. Ellos son los verdaderos monstruos; no nosotros. —Dylan bufó, enojándose—. La única justicia en la que creo, es la que ejerzo por mano propia.  

Macy soltó un largo respiro, recordando todo lo que él vivió. No podía juzgarlo por su forma de pensar, y se recostó sobre su brazo. Su vida se arruinó por culpa de criminales como los que tenían en frente. Asesinos y violadores. 

—¿Qué ocurrirá cuando terminen de drenarlos? —Consultó tras una breve pausa. 

—Los lobos se encargarán de ellos. Estas escorias no volverán a lastimar a nadie. —Dylan rio—. Ven, vayamos por otro trago. —Él cambió de tema, retrocediendo—. No quiero seguir aquí. 

Macy asintió, siguiéndolo después de varios segundos. Tampoco deseaba continuar junto a esos hombres, y volvió a la mesa de postres. Tomó otra copa de la sangre del violador, dejando de sentir culpa por beberla. Degustó hasta la última gota, dándose cuenta que Dylan ya no estaba a su lado; pero no tuvo interés en buscarlo. Él se enojaba con facilidad, y ella solo deseaba unos segundos de paz.  El tiempo continuaba avanzando, y la cacería iniciaría en cualquier momento.

Bienvenida, Macy. —Una voz masculina habló tras suyo, divertida—. Es un placer verte aquí. 

La joven giró con lentitud, suprimiendo un grito. Kadir la observaba de pies a cabeza, sonriéndole. Ella se forzó a fingir una sonrisa, sin asimilar lo que veía. Entre todas las criaturas que existían, jamás imaginó que él también sería un vampiro. 

—Kadir... —susurró, carraspeando—. ¿Qué haces en este lugar?

El muchacho rio con fuerza, extrañado por su reacción. La tomó de la mano, acercándola a él.

—Participo en cacerías desde los dieciséis; pero es la primera vez que te veo en aquí—. Besó su mano a modo de saludo—. Supongo que es tu primera vez— habló seductor—. Si es así, será un placer acompañarte toda la velada.

Macy negó, soltándose. Él la hacía sentir incómoda, y no quería continuar con aquella conversación. Kadir era el último con quien deseaba salir a cazar. 

—Lo lamento, pero tendrás que llevar tu coqueteo barato a otro lado. —Repuso seria, cruzándose de brazos—. Yo ya vengo con alguien más. 

Kadir soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza. Él vivía a dos calles de Macy, y jamás la vio con ningún vampiro de la zona. Ella debía estar mintiendo. 

—Supongo que vendrás con alguien importante. —Él habló con sorna, cruzándose de brazos—. Ya sabrás que aquí no aceptamos a cualquiera.

—Macy viene conmigo. —Dylan respondió con voz fuerte, acercándose a ellos—. Soy su esposo.

—¿Esposo? —El rostro de Kadir se desencajó—. ¿Estás casada? —Consultó, viéndola a los ojos.

—Desde hace tres meses. —Dylan se apresuró a responder, molesto—. Lárgate de aquí.

Kadir gruñó bajo, observando al chico frente suyo. Era de su mismo tamaño, y tenía cara de amargado. Esa era la primera vez que lo veía, y supuso que debía ser un cíjeni. Cada vez habían más mordidos en la ciudad. 

—¿Y tú quién te crees para hablarme así? —Kadir inquirió, buscando humillarlo—. Soy un Demiroglu; mi linaje es de los más puros que existen—. Se jactó, inflando el pecho—. Mi familia ha sido parte de la organización de estas cacerías desde antes que nacieras. Dudo mucho que puedas decir lo mismo.

—Soy... —Dylan carraspeó, sin creer lo que iba a decir—. Soy Dylan, el hijo de Salvatore.

—El bastardo. —Kadir soltó una carcajada, sin creer con quién hablaba—. Para ser una leyenda, no eres como te imaginaba. Se han dicho muchas cosas sobre ti. 

Dylan apretó los puños, harto de ver esa reacción en las personas. Detestaba presentarse como el hijo de Salvatore; porque todos conocían su historia. A pesar que nadie lo había visto en persona, se creían en el derecho de opinar sobre los errores que cometió en su juventud. 

—Macy, vámonos. —La tomó de la mano con fuerza—. Tenemos cosas que hacer.

Macy negó, soltándose. La reacción de Dylan le sorprendió, dándose cuenta que le ocultaba algo. Él no solía quedarse callado ante los insultos, ni tampoco se dejaba intimidar. Sin embargo, acababa de huir de las provocaciones de Kadir. Y eso no era normal en él. 

—¿Qué es lo que dicen sobre él? —Preguntó, plantándose en el suelo—. ¿Por qué te referiste a Dylan como una leyenda?

—¿Acaso no sabes con quién te casaste? —Kadir se burló, acariciando su rostro—. Tu esposo puso en peligro a toda la comunidad mágica años atrás; pero tuvo la suerte de descubrir que era el bastardo de Salvatore durante su juicio...

—Te voy a tirar los colmillos de un golpe. —Dylan lo interrumpió, amenazándolo—. Una palabra más, y no respondo.

Kadir rio, divertido. Él ni siquiera había nacido cuando eso ocurrió, pero se habló de Dylan por años. Él adquirió una pésima fama en menos de seis meses. 

—Dylan representa todo lo que odiamos aquí. —Kadir continuó, viendo fijamente al muchacho—. La impureza de la sangre, y las escorias engendradas fuera del matrimonio.  

Dylan lo golpeó con fuerza en el rostro, empujándolo hacia atrás. Se le acabó la paciencia, y estaba dispuesto a romperle cada diente que tuviera. No quería que Macy supiera la verdad sobre él, ni le tuviera miedo por los errores que cometió. Habían pasado más de cien años desde su juicio, y las personas continuaban hablando de él. 

—Ni siquiera deberías estar aquí—. Kadir rio, escupiendo sangre—. Hasta donde sé, te prohibieron cazar. 

Dylan lo golpeó de nuevo, lanzándose sobre él. Se olvidó de Macy unos instantes, enfocándose en pelear. Sus esfuerzos por quedar bien frente a ella acababan de irse al desagüe. Aquel muchacho arruinó todo, y él no lo iba a perdonar. 

Macy tomó a Dylan por los hombros, intentando jalarlo hacia atrás. Él tenía demasiada fuerza, y no lograba separarlos. El resto de invitados voltearon hacia ellos, comenzando a murmurar. Macy se avergonzó por el espectáculo, alejándose. Dylan y Kadir empezaron a golpearse con los objetos que tenían cerca, y ella no quería salir lastimada. 

Kadir rompió una de las copas en la frente de Dylan, antes de sentir unas manos fuertes tomarlo por los brazos. Dos lobos lo sostenían, logrando detener la pelea. Dylan trató de soltarse, pero un tercero se colocó entre los dos. Ni siquiera empezaba la cacería y ya habían causado un desastre en medio del salón. 

—¡No te vuelvas a acercar a Macy o a mí! —Dylan mostró los colmillos, gruñendo—. Mantente alejado de nosotros. 

—Eres un bastardo y siempre lo vas a ser. —Kadir se burló, escupiendo—. Que te hayan dado un puesto en el castillo no cambia lo que eres. No vales nada. 

Dylan quiso golpearlo de nuevo, pero se contuvo al ver el rostro de Macy. Respiró profundo, contrayendo los colmillos. Tomó la mano de Macy después que los lobos lo soltaron, jalándola hacia el costado. La careta que construyó se caía de a pocos, y muy pronto tendría que decir la verdad. 

Macy le pidió sentarse cerca de una de las paredes, alejados del resto. Ella se acomodó en la silla, notando los cristales incrustados en el rostro de Dylan. Se los quitó despacio, arrojándolos al suelo. Todavía no asimilaba lo ocurrido. 

—Dylan, ¿qué sucedió? —Susurró, limpiando sus heridas—. ¿Lo que dijo Kadir es cierto?

—No quiero hablar de eso, por favor. —Dylan desvió la mirada, recostándose en la silla. 

Macy asintió, recordando la conversación que tuvieron meses atrás. Él le dijo que la esposa de Salvatore no era su madre, y la conversación se tornó incómoda después de eso. Ella ya sospechaba que Dylan podría ser un hijo ilegítimo, y sintió pena por él. Con lo clasistas y elitistas que eran los vampiros, imaginó lo difíciles que fueron sus primeros años junto a la familia de su padre. 

Macy tomó una servilleta de papel, secando las últimas gotas de sangre de su frente. Pensó en abrazarlo, pero no sabía cómo reaccionaría. Resolvió levantarse y llevar dos copas de sangre para aliviar la tensión. Dylan sonrió cuando la vio regresar, y bebieron juntos. Ella siempre lo hacía sentir mejor. 

Las luces se apagaron de golpe, dejando el salón a oscuras. Solo uno de los reflectores se encendió minutos después, iluminando el escenario. Dos personas, vestidas con largas túnicas rojas, se encontraban de pie en el centro. Tenían capuchas que les cubrían por completo el rostro, sin mostrar ningún rastro de su apariencia. Era momento de iniciar. 

—Bienvenidos— uno de ellos saludó, solemne—, a nuestra quinta cacería anual. 

Macy aplaudió al oír a los demás hacerlo, intrigada. La voz era gruesa, y sonaba distorsionada debido al micrófono. No estaba segura de dónde, pero tenía la impresión que escuchó al mismo hombre hablar con anterioridad. No lograba recordar si fue en un programa de radio o televisión, pero tuvo un ligero déjà vu. Tal vez, los líderes eran famosos, y por eso resguardaban su identidad con las túnicas. 

—¿Sabes quiénes son? —Le preguntó a Dylan, apenas audible—. ¿Los conoces?

Dylan negó, dejando su copa en el suelo. 
—No. Pensé que Salvatore oficiaría la ceremonia. 

Macy se aclaró la garganta a modo de respuesta, sacando su celular. Comenzó a buscar entre los podcasts que escuchaba, intentando recordar de quién era esa voz. Se lamentó no haber llevado audífonos, y esperaba que ambos hombres se quiten la capucha antes que termine la noche. La curiosidad no la dejaría en paz. 

Dylan giró hacia Macy, ladeando una sonrisa. Acarició su rostro, y se acercó a sus labios. La besó con suavidad, aprovechando la oscuridad de la sala. Rio al notar que la tomó por sorpresa, y continuó hasta que ella logró acoplarse. Sus labios todavía sabían a sangre. 

Macy dejó caer su teléfono al suelo, enredando los dedos en el cabello de Dylan. Giró rápido para sentarse sobre él, asegurándose que las luces continuaran apagadas. Dio varios besos cortos sobre las heridas de su frente, saboreando las gotas de sangre que quedaron. Regresó a sus labios, mordiéndolo con suavidad.  

—¿Y eso por qué fue? —Preguntó ella, juguetona. 

—Para desearte una buena cacería. —Dylan la sostuvo por el cuello—. Ya vamos a iniciar. 

Dylan la ayudó a sentarse de nuevo, y las luces se encendieron de golpe. Todos se levantaron de sus sillas, avanzando hasta el estrado. Ya iban a formar los grupos de caza. 

—Equipo uno. Vampiros— anunció el hombre, sin bajarse la capucha—. Macy Brancchiatto, Kadir Demiroglu y Dylan Walsh. —leyó fuerte, sosteniendo un pergamino en las manos. 

Macy sintió su corazón dar un vuelco, sin alcanzar a escuchar el nombre de los dos lobos que los acompañarían. Suponía que estaría en el mismo equipo que Dylan por el tema de su compromiso, pero no comprendía por qué Kadir también estaba con ellos. Recordó que él mencionó que sus padres eran organizadores del evento, y bufó. Debió haberlo planeado solo para molestar. 

Un mozo se acercó a ellos entregándoles un mapa, e hizo una venia antes de retirarse. Habían marcado el lugar donde se encontraba su presa, y las rutas que podrían tomar para llegar hacia ella. Cada equipo iría a un sector diferente de la ciudad. 

—Nos vemos a la media noche para la iniciación. —El hombre elevó los brazos—. Feliz cacería. 

Dylan sostuvo la mano de Macy, saliendo del local. Regresaron a la camioneta, examinando el mapa. Su presa estaba cerca del castillo, a solo tres calles de este. Él se observó en el espejo antes de arrancar, cerciorándose que los lentes de contacto no se hubieran movido en la pelea. Encendió el auto, iniciando la marcha. Estaban a solo media hora de comenzar. 

—Macy, escúchame. —Dylan pidió, deteniéndose en un semáforo—. La primera cacería es la más salvaje y sangrienta de todas. Es muy probable que después de matar tu primera víctima, quieras seguir matando. Y es por eso que necesitas controlarte. No podemos ponernos en evidencia frente a los demás.

Macy paso saliva con dificultad, pensando en el momento que atacó a Rhonda. Ella estaba como poseída en ese momento, y solo le interesaba beber sangre humana. Si Dylan no la hubiera detenido, habría atacado a todos en el campamento. Ella se volvió peligrosa.

—¿Qué pasará si pierdo el control? —Susurró, nerviosa—. ¿Qué pasará si se repite lo de Rhonda?

—Yo estaré a tu lado todo el tiempo. —Dylan la tranquilizó—. Me aseguraré de ayudarte, pero tú debes aferrarte a tu parte humana. Si dejas que el impulso te domine, no habrá vuelta atrás.

Macy asintió, pasando saliva con dificultad. Quiso decir algo más, pero su teléfono empezó a sonar. Ella demoró en contestar debido a los nervios, viendo que era Jazmine quien la llamaba.

—Jaz, hola. —Saludó, ocultando los nervios—. ¿Qué pasó?

—Macy, ya me voy. —Aseveró, incómoda—. La niñera no llega y la entrenadora no deja de llamarme. Me expulsarán si no voy al juego.

Macy maldijo internamente, preocupada. Entre la pelea de Dylan y Kadir, y el inicio de la cacería, se olvidó de sus hermanos.

—Jazmine, dale diez minutos a la niñera, por favor. —Suplicó, quitándose el cinturón de seguridad—. No los puedes dejar solos.

—Macy, me los voy a llevar. —Avisó, aclarándose la garganta—. Ya llamé un taxi; dile a la niñera que los recoja de la escuela. No puedo perder más tiempo.

—Jaz, no hagas esto, por favor. —Macy pidió, al borde del llanto—. No te los lleves, es peligroso que salgan.

—¿Peligroso? —Jazmine rio—. Tú vives a quince minutos de la escuela. Nada les va a pasar, tranquila. Los dejaré en la banca de las porristas; no los perderé de vista.

Macy gruñó con fuerza, obligando a Dylan a detener el auto. Cientos de vampiros, lobos y cazadores llenarían las calles esa noche, y no arriesgaría a sus hermanos. Ella juró proteger a su familia.

—Estaré ahí en menos de diez minutos. —Macy suspiró, rendida—. No los abandones, por favor.

—Bien. —Jazmine bufó—. Date prisa.

Macy gritó de la impotencia, apretando el móvil entre sus dedos. Giró hacia Dylan, impaciente. No podía perder tiempo.

—Vamos a mi casa. —Ordenó, elevando la voz—. Ahora.

—¿Qué? —Él apagó el motor—. La cacería ya inició; el resto del equipo debe estar por llegar al punto de encuentro. 

—Dylan, mis hermanos están solos—. Macy lo tomó del brazo—. No puedo permitir que nada les pase. 

—Le pagué a tu amiga por cuidarlos— Dylan le recordó, aburrido—. Ellos estarán bien. 

—Mi amiga ya se va, y quiere llevárselos a la escuela. —Macy explicó, enredándose con sus propias palabras—. Ayúdame a protegerlos, por favor. Es demasiado peligroso que salgan hoy.

Dylan bufó, encendiendo el auto. Giró en la siguiente esquina, regresando a la casa de Macy. Iban a perder más de media hora en ese recorrido, pero no le quedaba otra opción. Meses atrás le juró cuidar a su familia, y cumpliría su promesa. 

Macy bajó del auto cuando todavía seguía en movimiento, buscando las llaves en su bolso. Se le cayeron en dos ocasiones, y los dedos le temblaban de nervios. No escuchaba sonidos en el interior, y esperaba que Jazmine no hubiera cumplido su amenaza. 

Alyssa apagó el televisor cuando escuchó un ruido en la puerta, acercándose. No sabía quién podía ser, pero sonrió cuando vio a su hermana. No imaginó que regresaría tan pronto. 

—¡Macy! —Exclamó, abrazándola—. ¿Qué haces aquí? 

Macy suspiró aliviada al verla, besando su frente. Se aseguró que estuviera bien, y corrió al cuarto de juegos de Gadreel. Él estaba echado en su piscina de pelotas, escuchando canciones infantiles con el volumen alto en el televisor. Ni siquiera notó que su hermana se sentó a su lado. 

—¿Dónde está Jazmine? —Ella preguntó, gritando. 

—Se fue hace cinco minutos—. Alyssa se encogió de hombros—. Dijo que su taxi ya había llegado. 

Macy asintió, prefiriendo no haber encontrado a su amiga. Ella estaba tan alterada, que la habría gritado por no cumplir con su encargo. Y ya no tenía ganas de participar en otra pelea. 

—Macy, ¿por qué viniste con un chico? ¿Él es tu novio? —Alyssa continuó preguntando, jalándola del brazo—. Mamá no te deja tener novio.

—Algo así —Macy respondió distraída, entregándole las llaves a Dylan—. Cierra todo arriba; cerciórate que no haya ninguna forma de entrar a la casa—. Ordenó viendo al muchacho. 

Dylan asintió, corriendo escaleras arriba. Aseguró la puerta de la azotea, además de las ventanas. Debía ayudar a Macy. 

La joven se arrodilló para quedar a la altura de su hermana, sosteniéndola por los hombros. Peinó el cabello de la pequeña hacia atrás, y sorbió por la nariz. Apenas si encontró las palabras apropiadas para hablar con ella. 

—Ally, necesito pedirte un favor—. Macy susurró, carraspeando—. Tienes que encerrarte aquí con Gadreel, y no salir hasta que llegue la niñera. No abras puertas ni ventanas; porque sabes que ella tiene llaves. 

La niña se extrañó, frunciendo el ceño. Le parecía una petición extraña. 

—No entiendo— Alyssa se cruzó de brazos—. ¿Por qué quieres eso? ¿Qué sucede?

—Algo muy malo ocurrirá esta noche—. Macy musitó, al borde del llanto—. Es peligroso que salgas. Tienes que proteger a Gadreel, por favor. Te juro que volveré pronto a cuidarlos, pero necesito que actúes como la mayor por un par de horas. 

Alyssa abrazó a su hermana, temerosa. No le gustaron las palabras de Macy, y se colgó de ella. No quería que algo malo le sucediera. 

—Si algo malo va a ocurrir, ¿por qué te irás? —Alyssa preguntó, sin soltarla—. ¿Por qué saldrás?

«Porque yo soy parte del problema. —Macy pensó con dolor—. Yo soy eso malo que va a ocurrir.» 

—Es difícil de explicar, Ally. —Macy acarició su rostro, retrocediendo un paso—. Pero te juro que todo está bien. No te preocupes por mí. 

—¡Oye, tú! —Alyssa habló fuerte, dirigiéndose al chico que llegó con su hermana—. Más te vale que cuides de Macy. No dejes que nada le ocurra. 

Dylan se conmovió con sus palabras, agachándose. La niña tenía un carácter similar al de Macy. 

—La protegeré con mi vida de ser posible. —Dylan afirmó, solemne—. Nunca permitiré que nadie la lastime. 

Alyssa estrechó la mano del chico, sellando su promesa. No comprendía del todo la situación, pero haría lo posible por cuidar a Gadreel. Tenía miedo, pero no lo demostraría. Quería enorgullecer a su hermana.

Macy se despidió de ellos, cerrando la puerta principal con llave. Le pidió a Alyssa activar las alarmas, y resguardarse en el cuarto de juegos. Le dejó varios mensajes de voz a la niñera, confiando en que llegaría pronto. No se perdonaría jamás que algún lobo o vampiro pudiera herirlos. 

Dylan volvió a encender la camioneta, reanudando la marcha. Tomó un desvío, revisando su reloj. Esperaba que los demás no hubieran comenzado sin ellos. Macy era la invitada de honor. Se suponía que ella mordería primero. 

Dylan se estacionó frente al castillo, decidiendo caminar desde ahí. Aunque sabía que nadie se preocuparía en buscar a su presa, no podía arriesgarse a que reconocieran su camioneta. Ya tenía suficientes problemas con los vampiros, como para ser juzgado por los humanos también. 

Macy lo siguió de cerca, con el corazón acelerado. Ya no sabía qué esperar, y solo se aferró al brazo del muchacho. Respiró profundo, sintiendo las manos sudarles. Aunque era consciente que sus hermanos estaban fuera de peligro, la culpa no la dejaba tranquila. 

—Ahí está nuestra víctima. —Dylan señaló a alguien en la distancia—. Él será nuestra cena. 

Macy enfocó la vista, divisando a un mendigo sentado en el suelo. El hombre tendría entre sesenta y setenta años; y se cubría del frío con una manta vieja. Él le pedía dinero a las pocas personas que cruzaban por su camino, y daba la impresión de estar enfermo. Era extremadamente delgado, y tenía una expresión triste en el rostro. 

—Debes estar bromeando. —Macy se detuvo, seria—. Aquel señor no parece ser un criminal. 

—Los criminales no son nuestro único objetivo. —Dylan bajó la voz—. Si dos personas desaparecieran, ¿a quién buscarías? —Consultó—. A un hombre deplorable cuya familia haría hasta lo imposible por encontrar; o a un mendigo que nadie va a extrañar. 

—Al hombre— Macy desvió la mirada—. Muchos ni siquiera notarían que el mendigo desapareció. 

—Y en eso se basan las cacerías. —Dylan la tomó por el mentón, elevando su rostro—. Vamos por presas fáciles; cuyas desapariciones son fáciles de encubrir. Mendigos, drogadictos, locos o personas que no tienen un hogar. Buscamos a quienes nadie más se interesaría en encontrar. 

Macy sintió un nudo en la garganta, sin saber cómo responder. Aquel mendigo le recordaba a su abuelo, a Salvatore, y a todos los ancianos que conoció cuando fue voluntaria en un asilo. No quería lastimarlo. No quería matar a ese señor. 

Una mano fuerte sostuvo a Macy del brazo, obligándola a caminar. Kadir y los lobos llegaron a su lado, avanzando con paso firme. Los tres los escoltaron, impidiendo que escapen. 

—Hace más de una hora que los esperábamos. —Kadir murmuró, remangándose la chaqueta—. ¿Acaso se fueron a coger que demoraron tanto en llegar?

Macy ignoró el comentario, demasiado mareada como para contestar. Se detuvieron frente al señor, y Macy sintió los ojos llenarse de lágrimas. Él tiritaba debido al frío de la noche, y sus dedos temblaban mientras intentaba abrigarse. El mendigo estaba indefenso, y a ella se le rompió el corazón. 

—Una monedita, por favor—. El hombre estiró una mano, apenas vio a los jóvenes—. Una monedita, por favor— repitió—. No he comido nada desde ayer. 

Macy comenzó a hiperventilarse, nerviosa. Quiso sostener la mano del señor, y huir con él. Deseaba ponerlo a salvo, y protegerlo de los vampiros. Sintió una lágrima deslizarse por su mejilla, y agachó el rostro. Deseaba irse de ahí. 

Kadir tomó al anciano por los hombros, levantándolo con un movimiento rápido. Lo inmovilizó, escuchando a los lobos reír. Oler el miedo en sus víctimas siempre era la mejor parte de las cacerías. 

—Nosotros tampoco hemos comido nada— él mencionó divertido, ajustando su agarre—. Pero tú nos vas a ayudar con eso. 

Kadir golpeó al mendigo en la cadera, escuchándolo retorcerse de dolor. Lo jaló del cabello con fuerza, dejando su cuello al descubierto. Ya casi podía saborear la sangre de aquel desagradable ser.

—Las damas primero— él sonrió, con falsa galantería—. Comencemos con este festín.

—Déjenme ir, por favor. —El mendigo comenzó a suplicar, intentando liberarse. —Yo no le hago daño a nadie; solo busco la forma de sobrevivir—. Susurró entre llantos—. No me lastimen, por favor.

Macy agachó el rostro, retrocediendo más. Chocó contra el cuerpo de Dylan y lo abrazó, refugiándose en él. Percibía el miedo del hombre, y se echó a llorar. Ella no tenía las agallas como para asesinarlo. 

—Dylan, no quiero hacer esto. —Macy susurró, soltándolo—. Él es inocente; no lo quiero lastimar.

—No puedes salvarlos a todos, Macy. —Dylan mencionó duro, tomando su rostro entre sus manos—. Piensa que le estás haciendo un favor. De este modo, dejará de sufrir.

Kadir gruñó al verlos, cansado de cursilerías. Tenía hambre, y necesitaba comer. Hizo un gesto para que uno de los lobos sostuviera al hombre, y jaló a Macy por el brazo. La llevó junto a su presa, sonriendo. 

—No podemos comer hasta que tú no lo hagas— confesó, soltándola—. Acaba de una vez con él. 

Dylan acarició a Macy por la espalda, besando su cuello. Se aferró a ella, intentando tranquilizarla. 

—Muérdelo, por favor— pidió bajo—. Confío en ti. 

Macy sorbió por la nariz, haciendo sus colmillos bajar. Ya estaba harta de esa situación, y sabía que no lograría posponerlo más. La única forma en que la dejarían tranquila, era mordiendo. Solo así podría irse de ese lugar. 

Macy le pidió perdón al hombre, escuchándolo llorar mientras lo mordía. Hundió los colmillos en su cuello, sintiendo la boca llenarse de sangre. Bebió rápido, teniendo una reacción extraña dentro suyo. El sabor de su sangre era exquisito, y deseó tomar más. A pesar de lo mucho que se opuso, le gustó. 

Macy bebió un poco más, hasta que comenzó a escuchar aplausos y gritos cerca suyo. Dylan, Kadir y los lobos le aplaudían, felicitándola por lo que hizo. Su blusa estaba manchada, al igual que su rostro; pero ya no le importó. Quería más; deseaba más. Ansiaba morder a otra persona, y obtener más sangre fresca. 

Dylan fue el segundo en morder, y tomó muy poco. Él se conocía, y sabía el motivo por el cual le prohibieron cazar. Si bebía más de lo necesario, sería él quien necesitaría ayuda. Ni Macy, ni los lobos, serían capaces de contenerlo. 

Kadir dejó seco al mendigo, absorbiendo su última gota de vida. Dejó caer su cuerpo, riendo mientras los hombres lobo se transformaban y comenzaban a comer su carne. Todavía tenía hambre, y esperó que el resto del grupo aceptara ir por otra presa. Sabía que había un partido esa noche, y creyó que nadie extrañaría a un adolescente. O dos. 

—Para ser una santurrona, parece que te gustó. —Kadir susurró, colocando una mano en el cuello de Macy. —¿Qué opinas de ir por un bocadillo más? —Insinuó. 

Macy observó los ojos de Kadir en la cercanía, sonriendo. La excitación la embargaba, y creyó que se veía realmente guapo con el rostro manchado de sangre. Lo besó con pasión, acortando la breve distancia entre ellos. Kadir le respondió de inmediato, apretando su trasero con una mano. Macy tenía un cuerpo perfecto, y él quería arrancarle la ropa que traía puesta. 

Macy soltó un leve jadeo, pegándose más a él. Se aferró al cabello del chico, permitiendo que él la toque. En ese instante, ya no le importó la sangre, sino estar con Kadir. Miles de sensaciones se mezclaban dentro suyo; deseando acostarse con él.

Macy llevó una mano al pantalón del chico, buscando desabrocharlo. Continuó besándolo con pasión, antes que alguien la jalara con fuerza del brazo. Ella se tambaleó unos instantes debido a la rudeza con que los separaron, y demoró en enfocar la vista. Dylan estaba frente suyo, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Hacía mucho no lo veía tan molesto.

—¿Qué es lo que estás haciendo? —Él gruñó en su oído, volviendo a tomarla del brazo—. Vinimos a cazar, no a armar una orgía

Macy se soltó de su agarre, empujándolo hacia atrás. No soportaba la escena de celos que Dylan armaba, y recordó todas las veces que él la rechazó en el pasado. Pensó en el día que la despreció en la armería, y cómo le confesó que solo la sedujo para morderla. Tuvo el impulso de golpearlo, y continuar provocándolo. Ya estaba cansada de sufrir por él, y de la incertidumbre que le causaba el maldito voto de celibato que profesaba cada vez que algo salía mal. 

—Si no vas a ser tú quien me bese, entonces no tienes nada que reclamarme. —Macy habló firme, viéndolo a los ojos—. Mientras tu juramento de castidad siga siendo más importante que este pseudo matrimonio, no tienes derecho a ponerte celoso. —Espetó con superioridad. 

—Yo no estoy celoso— Dylan gruñó. 

Macy rio con amargura, soltándose de su agarre. Lo tomó con fuerza del cabello, jalándolo hacia adelante. Aunque se empeñaba en negarlo, su aroma lo delataba. 

—Si no sientes celos, supongo que disfrutarás ver cómo me acuesto con Kadir. —Susurró en su oído—. Estás invitado al espectáculo. 

Kadir se acercó a ellos al escuchar su nombre, y abrazó a Macy por la espalda. Ella sonrió al oír el agitado corazón de Dylan, y acarició el rostro de Kadir. Disfrutaba haciéndolo sufrir. 

—Si a tu esposo no le molesta, podríamos tener un trío—. Propuso en el oído de Macy, pegándola más a él—. Conozco un lugar buen lugar a dos calles de aquí. 

—Pues a su esposo sí le molesta. —Dylan respondió irritado, tirándole un puñetazo a Kadir—. Deja de tocarla. 

Dylan jaló a Macy por la muñeca, alejándola de ahí. La llevó hasta un callejón oscuro, acorralándola contra la pared. Sostuvo su cuello con una mano, obligándola a verlo a los ojos. Ella no dejaba de reír, y eso lo fastidió. 

—¿Por qué me haces esto, Macy? —Preguntó irritado, inclinándose hacia ella—. ¿Por qué tratas de enloquecerme?

—Porque es lo mismo que me has hecho sentir por meses. —Ella gruñó, mostrando sus colmillos—. Me seducías un día y me tratabas como mierda al siguiente. Era momento de hacerte pagar. 

—¿Y por eso te ibas a acostar con Kadir? —Cuestionó, besando su cuello—. ¿Acaso piensas que un sustituto es suficiente para ocultar lo que sientes por mí?

—Tal vez no, pero sí fue suficiente para provocarte. —Macy gimió, quitándole la chaqueta de cuero. —¿Hasta cuándo seguirás escondiéndote detrás de ese falso voto de castidad? —Preguntó entre risas—. Cada parte de ti huele a sexo; no puedes negarlo. 

—Ya no estoy seguro de poder hacerlo. —Confesó, desabrochándose el pantalón—. No logro pensar en algo que no seas tú. 

Macy gimió, arrancándole la camiseta que llevaba. Vio sus ojos marrones brillar, y lo besó con pasión. No le importaba tener sexo en un callejón, ni que alguien pudiera verlos. Le excitaba la idea de ser la primera chica con quien Dylan se acostaría después de cien años. Ese matrimonio se volvería real. 

Dylan se separó de ella unos segundos, apreciando su belleza bajo la luz de la luna llena. Lamió con lujuria las manchas de sangre en su rostro, limpiándola. Disfrutaba el sabor de sus labios, y gruñó. 

—Te ves hermosa cuando matas— susurró, bajándole el pantalón—. Eres una diosa sobre la tierra. 

—Estoy cubierta de sangre. —Macy rio, abriendo un poco las piernas—. Toda mi ropa está manchada. 

—La sangre humana realza tu belleza—. Dylan acarició su rostro—. Cualquiera que te mire, se arrodillaría frente a ti. 

Dylan hizo bajar sus colmillos, mordiéndola con suavidad. Probó su sangre con ansias, tocándola con la mano libre. Deslizó dos dedos en su interior, sintiéndola mojarse con facilidad. Retomaría el celibato al día siguiente; esa noche era de los dos. 

Macy gimió con sus caricias, mordiéndolo también. La sangre de Dylan aumentó su excitación, y ella se deshizo de su propia ropa interior. Besó a Dylan, sintiendo el sabor de ambos mezclarse en sus labios. Bajó el bóxer de Dylan, acariciándolo. La erección del chico crecía en sus dedos, y sonrió. Él era perfecto. 

Dylan volvió a lamer el cuello de Macy, impulsándola a subir a su cintura. La recostó sobre la pared, viéndola a los ojos por última vez. Necesitaba saber que era ella, y que no se desvanecería como en sus fantasías. Finalmente estaba con Macy, y nadie la alejaría de él. 

Dylan ingresó en ella con suavidad, acomodándola en la posición en que se encontraban. Macy gimió en su oído, aferrándose a su cabello. Se le dificultaba moverse, y prefirió que él hiciera el trabajo. Volvió a besarlo, agitada. El placer aumentaba a cada segundo. 

Dylan la embestía con fuerza, disfrutando la humedad de los dos. Perdió la noción de cuánto tiempo permanecieron ahí, pero lo gemidos de Macy lo impulsaban a seguir. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo hizo, que se sintió como un novato junto a ella. La tomó con fuerza del cuello, viéndola a los ojos cuando ella se corrió. Sonrió en sus labios, bajándola con suavidad. Él también se correría pronto, pero tuvo que aguantar. Una idea se le acababa de ocurrir. 

—Vamos al castillo —propuso entre jadeos, ayudándola a acomodarse la ropa—. Terminemos esto allá.

Macy asintió, sin poder hablar. Las piernas le temblaban, pero le quedaba energía suficiente para un segundo round. Caminó junto a Dylan, ingresando por la parte de atrás. Esquivaron al resto de la guardia, dirigiéndose al cuarto del chico. Dylan encendió las luces, y ambos apagaron sus celulares. No querían ser interrumpidos. 

Dylan se acomodó en su sillón, impidiendo que Macy se sentara sobre él. Aun no quería tenerla encima suyo. 

—Desnúdate para mí —ordenó, seductor—. Quiero verte tal y como eres. 

Macy se inclinó hacia adelante, besándolo. Colocó las manos de Dylan sobre su cintura, permitiéndole quitarle la blusa. Guio sus dedos por su espalda, ayudándolo a desabrocharle el sujetador. Le permitió acariciar sus senos, pero retrocedió cuando él intento lamerlos. Se quitó el jean con lentitud, modelando para él. 

Macy lo tomó de la mano, levantándolo. Le sonrió, apreciando todos los arañazos que le dejó en el pecho y la espalda. A pesar que sus uñas no eran tan largas, el cuerpo de Dylan estaba lleno de marcas. 

—Es tu turno— Macy jadeó, sentándose con las piernas abiertas—. Yo también quiero comprobar si eres tan bueno como te sentí. 

Dylan rio, hipnotizado por la vista frente suyo. Se desnudó rápido, acercándose a Macy. Él ya no podía aguantar más. 

—Mejor de lo que pensé— ella musitó, arrodillándose—. Es mi turno de hacerte venir. 

Macy comenzó dándole lamidas suaves, antes de meter todo su miembro en la boca. Dylan gruñía de la excitación, y Macy jugaba con su lengua para darle más placer. Lo sintió correrse en su boca minutos después, y lo tragó todo. Le gustaba la idea de haber sido ella quien finalmente lo convenció de romper el voto de celibato. 

Dylan la tomó de la mano, ayudándola a levantarse. La besó con lentitud, caminando hasta chocar con la puerta del baño. Sonrió al recordar la primera fantasía que tuvo con ella, y la abrió. Todavía les quedaba tiempo para divertirse un poco más. 

—Dúchate conmigo— Dylan suplicó, juntando su frente con la de ella—. Hagámoslo bajo el agua. 

—¿Ya te diste cuenta de todo lo que te perdías por culpa de ese voto? —Ella bromeó, rozando su nariz con la de él. 

—Eres tú quién me motivó a dejarlo. —Él murmuró—. No me imagino rompiendo este voto por nadie más.  

Macy sonrió, ingresando primero al baño. Se asustó al ver su reflejo, llevando una mano a su cuello. Sabía que Dylan era rudo, pero no imaginó que tanto. 

—Me has dejado cinco chupetones— reclamó, girando hacia él. 

—Estaban peor cuando te los hice. —Dylan rio, pasando un dedo sobre ellos—. Desaparecerán antes que inicie la ceremonia. 

—¿Y si alguien los nota?

—Pues sabrán que fui yo quien los hizo—. Él gruñó, abrazándola por la espalda—. Después de todo, hoy se hará público nuestro matrimonio. 

Macy sacudió la cabeza, entrando en la ducha. Abrió el agua caliente, recibiendo a Dylan en su interior. Ambos se enjabonaron, tocando sus cuerpos una vez más. Tuvieron cuidado de no resbalar, y salieron más de media hora después. Tenían energía para más. 

Dylan empujó a Macy sobre la cama, recostándose encima de ella. Se inclinó para besarla, pero un ruido extraño lo alertó. Llevó la mirada hacia su reloj, levantándose de golpe. 

—Mierda— maldijo, abriendo uno de sus cajones—. La ceremonia empezará en quince minutos. Cámbiate rápido. 

Macy asintió, envolviéndose con la toalla. Escarmenó su cabello mientras Dylan le llevaba el vestido, y se arregló con las joyas que tenía en su cartera. Se maquilló, terminando de acomodar su ropa. Ella suspiró profundo, y se observó en el espejo por última vez. Los nervios regresaron, y ya no sabía qué esperar de aquella iniciación. 

Macy giró hacia Dylan, sonriéndole. El miedo desaparecía cuando lo tenía cerca, y algo dentro suyo le decía que todo estaría bien si permanecían juntos. 

—Prométeme que no me vas a dejar— ella susurró, dándole la mano. 

—Jamás— Dylan aseguró, abrazándola—. Nunca te voy a abandonar. 

Dylan besó su frente, entregándole una túnica. Le explicó que debían usarlas para ingresar, y ella asintió. Era idéntica a las que tenían los líderes que oficiaron la cacería. 

El viaje de regreso a la discoteca fue rápido, y agradecieron que todavía no hubieran iniciado. Todos esperaban de pie en el salón, y uno de los mozos los guio hasta el estrado. Dylan observó a Salvatore con el rabillo del ojo, recordando que tenía que hablar con él. Intentó llamarlo a un costado, pero él ya había subido su capucha. La ceremonia iba a empezar. 

—Bienvenidos de nuevo— el hombre que habló al inicio saludó, aclarándose la garganta—. Hoy no fue una cacería normal, pero eso ustedes ya lo saben. —Rio, chasqueando los dedos—. Hoy nos acompaña alguien muy importante, y será mi esposa quien tenga el honor de presentarlo. 

Macy movió los ojos con rapidez, apenas logrando ver a los costados debido a la capa. Se sorprendió al oír la palabra esposa; creyendo que se trataba de dos hombres al inicio de la velada. Sacudió la cabeza levemente, notando que los líderes soltaban las amarras de sus túnicas. Se las iban a quitar. 

Un fuerte olor a perfume inundó la sala, y Macy tuvo un leve mareo. El aroma era inconfundible, y solo una persona que conocía usaba esa marca. Se bajó la capucha de golpe, sin importarle si rompía el protocolo. El corazón le dolió con fuerza cuando vio a la pareja frente suyo, y las náuseas regresaron. Lilith y Alastair eran los líderes de esa zona. Sus padres también eran vampiros. 

—Hoy es el comienzo de una era—. Lilith anunció con voz potente, sonriendo—. No solo es la primera cacería de nuestra hija; sino también es momento de presentar a quien heredará el trono de los vampiros. Es por eso que pido un fuerte aplauso para mi abuelo, el gran Salvatore Brancchiatto; el actual y mejor Aka Zaba que hemos tenido en mucho tiempo. 

El eco de los aplausos retumbó en los oídos de Macy, aturdiéndola. Los mareos incrementaban con los segundos, y suprimió un grito cuando Salvatore dejó caer su capa. Él avanzó hasta el micrófono, haciendo un gesto con la mano para que guarden silencio. Debía fingir que estaba bien, y hablar antes que cualquier lobo o vampiro pudiera sospechar algo. Nadie sabía que moriría pronto. 

—Es un honor para mí estar en una cacería después de tantos años, y ver que mi nieta y su esposo están haciendo un gran trabajo como los líderes de este sector. —Empezó fuerte, elevando la voz—. Sin embargo, ese no es el único motivo por el que estoy aquí. Como todos ustedes sabrán, cada cuatro generaciones, nace un niño con un destino muy especial. Un pequeño que heredará el puesto de Aka Zaba, y se encargará de velar por los vampiros y el resto de criaturas mágicas. —Mencionó, sonriendo—. Es por eso que tengo el honor de presentarles a mi bisnieta, y descendiente directa, Macy Jennifer Brancchiatto. Futura Aka Zaba del pueblo de los vampiros. 

Macy comenzó a hiperventilarse, y los oídos le zumbaron cuando todos repetían su nombre. La cabeza le daba vueltas, y se sostuvo de Dylan para no caer. Lilith le quitó la capa, empujándola con suavidad hacia adelante. Ella avanzó a tropezones, sin ser capaz de pronunciar palabra. El pecho le dolía, y creyó que no sería capaz de soportar una confesión más. 

—Macy será su reina; pero ella ya ha elegido un rey—. Salvatore continuó, feliz—. Un hombre fuerte y valiente que ha cuidado mi vida por años; y sé que hará lo mismo por ella—. Carraspeó—. Es por eso que hoy también tengo el agrado de hacer público el matrimonio de Macy con mi hijo, y actual protector del castillo, Dylan Brancchiatto. ¡Un aplauso para los próximos reyes de esta nación!

Macy se desvaneció cuando escuchó el apellido del chico, aturdida. Todo se tornó negro a su alrededor, y no tenía fuerza suficiente como para mantenerse despierta. Acababa de desmayarse, pero no estaba segura de querer volver a recuperar el sentido pronto. 


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¡Holaaaaa! ¿Cómo están?

Aquí está el capítulo 19 ¿qué les pareció?

¿Qué opinan de La Cacería? (Debo confesar que este es mi capítulo favorito hasta ahora). 

¿Qué creen que sucederá en los próximos capítulos? 
Dejen sus teorías aquí. 

Debo confesar que Aka Zaba nació de un sueño que tuve en el 2014, y decidí escribirlo.
¿El secreto? Es que el sueño fue lo que ocurrió en este capítulo.

En estos días haré un live en IG para contar cómo nació esta idea, y narrarles el sueño que tuve. Pueden seguirme como @sassy_blossom26 

Antes de despedirnos, quería enseñarles esta hermosa comisión que hizo littleartemisa para la historia. La pueden encontraren IG como @thiaperezart y ver todos los trabajos que ha hecho. 

¿Qué les parece? ¿Imaginaban así a Dylan y Macy?

Nos leemos pronto. No se olviden que siempre hago dinámicas en mis redes sociales. 

Les mando un abrazote. 

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