CAPÍTULO 17
Dylan se dio una larga ducha con agua fría, conteniendo la ira que cargaba dentro. Su vida estaba hecha una mierda, y solo se arruinaba más con cada paso que daba. Le tomó más de dos horas calmar a Macy, y convencerla que todo fue un accidente. Ella jamás podría enterarse que su plan siempre fue provocarla para que lo mordiera primero, y hacerle pensar que todo fue un error.
Sin embargo, aquella discusión era lo que menos le preocupaba en ese momento. Lo que continuaba enfureciéndolo, era la pelea que tuvo con Salvatore. Su padre estaba empeñado en dominar su vida a su antojo, sin siquiera darle opción a tomar sus propias decisiones.
—Ella ya lo sabe —Dylan sentenció, ingresando al estudio del hombre—. Macy ya sabe que estamos casados.
—Excelente —Salvatore sonrió, tomando un largo sorbo de sangre—. Será cuestión de días para que ella se mude al castillo con nosotros. Las cosas están saliendo como las planeé—. Asintió—. Bien hecho, hijo. Puedes volver a tu puesto en el frente; te llamaré cuando sea hora de cenar.
Dylan rio con amargura, cruzándose de brazos. Estaba harto de su actitud, y que su padre lo utilizara como una pieza más en su juego. Salvatore lo trataba peor que a un títere.
—No me iré a ningún lado porque necesitamos hablar—. Aseveró, molesto—. Te he obedecido ciegamente por años, sin cuestionar nunca una orden tuya; pero ya no más. Quiero que me digas por qué me obligaste a casarme con ella. ¿Por qué me pediste que la mordiera de nuevo?
Salvatore dejó la copa sobre la mesa, elevando la mirada. Se sorprendió con lo que escuchó, asombrado. Su hijo nunca fue tan insolente.
—La primera vez que me hiciste esa pregunta, te dije que la respondería cuando sea el momento preciso—. El anciano sentenció, tranquilo—. Todavía no ha llegado ese momento.
—¿Y cuándo será eso? —Dylan bufó, irritado—. ¿Después de la coronación? ¿Después que se haya desatado la guerra con los grifos? ¿Cuándo?
—Cuando yo lo crea conveniente—. Salvatore se levantó de su asiento, viéndolo a los ojos—. Hasta que eso ocurra, te recomiendo aceptar tu matrimonio con Macy y dejar de tratarla como si fuera tu mascota—. Gruñó—. Ustedes son una pareja, y pronto tendrán que comenzar a actuar como una.
Dylan negó, cansado de oír siempre lo mismo. Salvatore estaba obsesionado con la idea de verlos juntos, y oficializar su relación. Su padre insistía tanto con que fueran pareja, que intuía que habría una trampa oculta en ello. Sin embargo, Dylan todavía no descifraba cuál era.
—Sí eres consciente que la voy a abandonar, ¿verdad? —Él inquirió, golpeando la mesa con ambas manos—. Después de la coronación, y que tú ya no estés, yo me iré del castillo. Este matrimonio no podrá disolverse, pero tampoco se volverá real. Macy podrá encontrar a alguien que sí la quiera, y yo me iré a Rayuka...
—¡Tú no irás a ningún lado! —Salvatore gritó, callándolo—. Tú eres su esposo; tu misión es quedarte aquí y reinar con ella. No puedes abandonarla.
—Pero tampoco puedo retenerla a mí cuando yo tengo un voto de celibato—. Dylan le recordó, carraspeando—. Macy merece estar con alguien que pueda corresponder su amor; no con alguien que rechace cada intento que ella hace por acercarse. Ella merece a alguien mejor que yo.
Salvatore soltó un largo suspiro, apenado. Escucharlo hablar de esa forma, solo le demostró que su hijo no había cambiado. A pesar de los enormes esfuerzos que él hacía a diario, Dylan continuaba teniendo la autoestima tan baja como cien años atrás.
Salvatore tosió, buscando la forma de redireccionar la conversación. Aunque deseaba apoyar a su hijo, sabía que ese no era el momento. No se podía ayudar a quien no quería ser ayudado.
—Ese voto se romperá tarde o temprano; solo es cuestión de tiempo—. Respondió tras varios segundos, ladeando una sonrisa—. Sé que ambos tienen una conexión empática, y tú conoces lo que eso significa. Ya no hay vuelta atrás.
—Te recuerdo que yo ya tenía una conexión con alguien más antes de conocer a Macy—. Dylan respondió, nervioso—. Ella y yo no podemos estar juntos. Además, mi voto es más fuerte que este pseudo matrimonio en el que me obligaste a estar. No romperé el juramento que hice.
Salvatore negó, harto de escuchar la misma excusa una y otra vez. Cuando Dylan le dijo que tomaría voluntariamente un voto de celibato, creyó que se trataba de una broma. Nunca imaginó que lo mantendría por más de cien años, ni que se aferrara tanto a esa promesa ficticia.
—La conexión anterior no fue real, y lo sabes—. Salvatore resopló—. Macy es tu verdadera...
—Fue real para mí, y eso es lo único que me importa—. Dylan lo interrumpió, quitándose los lentes de contacto—. Dile a Theo que me cubra en el entrenamiento; no estoy de humor para lidiar con la guardia real.
Dylan salió de la ducha, con una toalla envuelta a la cintura. La cabeza le dolía, y creía que se le partiría en cualquier momento. Todo se mezclaba en su mente, y solo quería desaparecer por un par de días. En ese instante, irse otra temporada con las ninfas no parecía tan mala idea.
Dylan se acercó a su mesa de noche, tomando la foto de Alehna. La observó por varios minutos, sonriendo con nostalgia. Él la amaba, y podía saber cuando algo le desagradaba. Sentía cuando ella se molestaba, o tenía miedo de algo. ¿Cómo podría ser falsa aquella conexión, si se sintió tan real?
El joven suspiró, pensando en lo diferente que sería su vida si hubieran continuado juntos. Él estaría casado; con cinco o seis hijos. Dylan rio, pensando en todas las idioteces que solía decir cuando era adolescente. Sin embargo, esa vida jamás sería suya. El destino se encargó de dejarle muy en claro que su lugar era en el castillo; siendo el protector de Salvatore.
Dylan observó la foto por más de media hora, recordando todos los buenos momentos que pasó con Alehna. Él fue feliz a su lado, y creyó que jamás amaría a alguien con la misma intensidad con que la amó a ella. Aunque Macy rondaba sus pensamientos la mayor parte del tiempo, Alehna siempre sería su prioridad.
Dylan se cambió con rapidez, y tomó uno de los libros del estante. Se echó en la cama a leer, sin lograr concentrarse por completo. Su mente daba vueltas, aturdiéndolo. Mientras más luchaba por avanzar al siguiente párrafo, más pensaba en Macy. No se explicaba por qué, pero deseaba verla. Una pequeña parte de él anhelaba oír su voz.
El ruido de su teléfono lo asustó, devolviéndolo a la realidad. Se apresuró a contestar, viendo el nombre de Macy en la pantalla. Eran casi las dos de la mañana, y ella era la última persona que creyó que le hablaría. Aunque le alegró saber que era ella, le asustó pensar cuál podría ser el motivo de aquella llamada. Tal vez, había comenzado a sospechar de sus mentiras, y lo buscaba para pedirle más explicaciones sobre su matrimonio. Él bufó antes de contestar, cansado. Ya no tenía fuerzas para pelear.
—No puedo dormir —Macy susurró de inmediato, sin siquiera saludarlo—. Y creo que tú tampoco puedes; el collar está ardiendo.
—Lo lamento— Dylan carraspeó, aliviado—. Guárdalo en algún lugar donde no queme nada; se enfriará en un par de horas.
Macy rio bajo con su respuesta, y carraspeó. Tomó valor para lo que le diría, sintiendo su rostro enrojecerse. El collar fue solo una excusa para marcar su número.
—¿Te gustaría venir? —Consultó, ocultando sus nervios—. No me siento bien, y eres el único con quien puedo conversar.
Dylan meditó su propuesta varios segundos, analizándola. Faltaba mucho para el amanecer, y él continuaba sin ánimos para entrenar con la guardia. Tampoco quería hablar con su padre, y creyó que le haría bien salir un rato. Macy se volvía buena compañía cuando no se empeñaba en pelear por todo.
—Estaré ahí en una hora—. Respondió, sonriendo—. Espérame en el jardín.
Macy asintió aunque él no pudiera verla, contenta. Había pasado tres horas peleando con James por teléfono, y quería desahogarse conversando con alguien. Jazmine no contestaba las llamadas, y solo pensó en Dylan. A pesar de sus conflictos, lo consideraba su amigo.
Ella tomó el collar de su mesa de noche, poniéndoselo. Podía tolerar el ardor, y se miró al espejo varios segundos. Le gustaba cómo el dije de mariposa combinaba con sus ojos, y suspiró. Seguía sin gustarle la idea de estar casada con Dylan, ni que esa unión fuera irrompible. Ninguno de los dos sabía qué hacer con esa relación, pero tampoco tenían la culpa de estar en ella. Ambos cometieron un error.
Macy percibió el aroma de Dylan a la distancia, asomándose por la ventana. Bajó con cuidado por la enredadera, sonriendo. Ya no quería pensar en la pelea que tuvieron, y lo saludó con un abrazo rápido.
—No creí que realmente vinieras—. Ella confesó, caminando—. Pensé que me dejarías plantada.
—¿Por qué haría eso? —Dylan preguntó, siguiéndola—. Prometí que vendría a verte, y me gusta cumplir mi palabra.
Macy sacudió la cabeza, prefiriendo no responder. James la había decepcionado tantas veces en el pasado, que le extrañó que Dylan no hubiera mentido. James solía prometerle que iría a verla animar en los juegos, pero nunca lo hacía. La única vez que la acompañó a un partido, fue porque sus amigos iban a la escuela rival y lo invitaron a una fiesta. Ella creyó que James la llevaría, pero él ni siquiera se lo mencionó.
Macy carraspeó, resolviendo no pensar más en James. Podía perdonarle muchas cosas, pero no todos los insultos que le dijo por teléfono. Él pasó una hora criticando su forma de vestir; y dos más juzgando su amistad con Dylan. Según James, ya todos en la escuela se habían dado cuenta de la forma en que Dylan y ella se miraban, y solían llamarla perra a sus espaldas.
«Jazmine y tú están embarradas, y yo no haré nada por defenderte—. Las palabras de James retumbaban en su mente, dándole migraña—. Las putas como ustedes merecen quemarse en el infierno.»
Dylan sintió una leve punzada en el corazón, y llevó la vista a Macy. Ya no podía leer su mente, pero sabía que ella estaba sufriendo. A pesar de lo mucho que se esforzaba en negarlo, él se preocupaba por Macy. No le gustaba sentirla triste.
Dylan la sostuvo con fuerza del brazo, deteniéndola. La hizo girar con un movimiento rápido, acercándola a él. Examinó su expresión bajo la luz de la luna, notando que el corazón le dolía aún más. Ella tenía los ojos vidriosos, como si fuera a romper en llanto en cualquier momento.
—Macy, ¿qué sucede? —Él pasó un pulgar por sus mejillas—. ¿Por qué estás triste?
—Terminé con James —Macy susurró, con la voz entrecortada—. Después de pelear toda la tarde contigo, pasé toda la noche peleando con él. Me insultó por casi tres horas, y luego lo mandé al carajo. Ya no quiero saber más de James.
Dylan la abrazó con fuerza, escuchándola sollozar en su pecho. Intentó absorber su dolor, y besó su frente. Detestaba verla tan vulnerable, y que todo fuera por culpa de ese imbécil. Él sabía que James no era buena persona desde el escándalo que armó por el celular.
—Yo me encargaré de él—. Dylan prometió, sosteniéndola con más fuerza—. Te prometí que no permitiría que nadie te volviera a lastimar.
Macy continuó llorando, sin ánimos para responder. A esas alturas, ya le daba igual si atacaba a James o no. Nunca nadie la hizo sentir tan sucia, ni tan poca cosa como él. Salir con James fue un enorme error.
Dylan limpió el rostro de Macy con sus pulgares, haciéndola sonreír. Dio un último beso en su frente, feliz ya no escucharla gimotear. Tomó su muñeca con suavidad, llevándola hasta un parque cercano. Él solía esconderse ahí por horas cuando tenía que espiar a Macy, y sabía lo desolado que estaba ese lugar.
Dylan se sentó en el pasto, ayudándole a acomodarse también. Macy tenía los ojos rojos, pero ya había dejado de llorar. Él sonrió, acariciando su rostro por última vez. Su corazón se aceleraba cuando ella estaba cerca, y la veía feliz. Macy tenía una hermosa sonrisa.
—El lado bueno de esto, es que finalmente te deshiciste de ese imbécil—. Él mencionó tranquilo—. Tú eres una chica extraordinaria; mereces a alguien mejor que James.
—¿Fue por eso que te casaste conmigo? —Macy preguntó, intentando hacer una broma.
—Mereces alguien incluso mejor que yo—. Dylan se inclinó hacia adelante—. Yo jamás seré suficiente para ti.
Macy pasó saliva con dificultad, sin saber qué responder. Dylan la cuidaba todo el tiempo, y la ayudaba con cada cosa que necesitaba. Desde dominar sus transformaciones, hasta superar el asesinato de Rhonda. Él no la dejaba sola, e incluso se esforzaba en construir una verdadera amistad. Aunque Dylan todavía se comportaba de forma hostil con los demás, a ella la trataba demasiado bien. Para Macy, él era alguien espectacular.
—¿Por qué dices eso? —Consultó, tomándolo de la mano—. Yo no soy perfecta; ¿por qué piensas que no eres suficiente para mí?
Dylan suspiró, encogiéndose de hombros. Ella se veía hermosa, y su juicio se nubló. Volvió a tener el impulso de morderla, tal y como sucedió cuando regresó de los Pirindoquios. Se le dificultaba contenerse cuando la tenía cerca; en especial después del último mes. Sin embargo, era consciente que lo suyo jamás podría ser.
—Tú no me conoces, Macy. No sabes nada de mí—. Él resopló, acercándose más—. Huirías si supieras la verdad.
—¿Y si prometo que no escaparé? —Macy insinuó, cautivada por el muchacho—. ¿Y si juro que me quedaré aunque se desate el mismísimo infierno?
—Huirás de todas formas—. Dylan gruñó bajo, rozando su nariz con la de ella—. De un modo u otro, vas a querer alejarte de mí.
Macy mojó sus labios, pasando un dedo por el rostro de Dylan. Observó sus ojos varios minutos, sin animarse a decir algo. Era tan cautivante verlo, que creyó que podría pasar horas sin moverse de esa posición.
—Te quitaste los lentes de contacto— ella musitó, acariciando sus párpados—. Creí que solo te los sacabas para la escuela.
—A ti no te gusta que los use —él carraspeó, sin dar el verdadero motivo—. Preferí dejarlos en casa.
Macy ladeó una pequeña sonrisa, creyendo que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento. Suponía que él podría escucharlo, pero no le importó. Dylan acortó la distancia que los separaba, rozando sus labios con los de ella. Macy soltó un leve suspiro, creyendo que la besaría.
Pero no lo hizo.
Dylan se levantó de golpe, retrocediendo un par de pasos. Macy frunció el ceño, confundida por lo que ocurrió. Quiso hablarle; sin embargo, algo la detuvo. Comenzó a sentir un aroma extraño, dándose cuenta que provenía de Dylan. Olía a miedo.
—Son casi las cuatro de la mañana— él habló rápido, rompiendo el momento—. Deberías volver a tu casa; ya me voy.
Macy se levantó nerviosa, notando que el olor se intensificó cuando sus dedos rozaron los del chico. Aunque él siempre se mostraba tranquilo, parecía que algo lo afectó de un segundo a otro.
—Dylan, ¿qué sucede? —Consultó, viéndolo a los ojos—. ¿Por qué tienes miedo?
—Yo no tengo miedo—. Él respondió con falsa seguridad, cruzándose de brazos—. Estás loca.
Macy sacudió la cabeza, ignorando el insulto. Más olores llegaban a ella, creando una combinación extraña. El miedo se mezcló con ira y tristeza; desconcertándola aún más.
—Estás mintiendo—. Macy se plantó frente a él, cortándole el paso—. ¿Qué es lo que sucede? ¿A qué le temes?
—No sé de qué estás hablando—. Dylan desvió la mirada, retrocediendo—. Estás imaginándolo todo.
Macy negó, sosteniéndolo por las muñecas. Le dolía saber que Dylan seguía sin confiar en ella, ni contarle lo que le preocupaba. Él se mostraba muy afectado, y solo deseaba comprenderlo.
—Dylan, ¿por qué no confías en mí? —Inquirió, elevando la voz—. ¿Por qué no me quieres decir qué es lo que te asusta?
—¡Porque eres tú la que me asusta! —Dylan gritó, soltándose—. Me da miedo pasar tanto tiempo contigo, porque cada vez se me hace más difícil ocultar que estoy enamorado de ti.
Macy sintió su corazón dar un vuelco en su pecho, antes de detenerse. Pasó tanto tiempo creyendo que Dylan la odiaba, que se le hacía difícil aceptar lo que decía. Él era tan hermético con sus sentimientos, que llegó a pensar que no tenía ninguno.
—¿Qué...? —Alcanzó a titubear, sin poder pronunciar algo más.
—Lo que oíste. ¡Estoy enamorado de ti! —Dylan repitió enojado, aún más fuerte que antes—. Pero me aterra aceptar mis sentimientos porque sé que este amor terminará destruyéndonos a los dos. —La señaló con un dedo, empujándola—. Y es por eso que necesitamos mantenernos alejados. Mientras menos tiempo pasemos juntos, mejor será para los dos.
Macy sacudió la cabeza, sin saber qué hacer. Todo se tornó confuso e incómodo; y Dylan parecía bastante molesto por haber confesado sus sentimientos. Ella lo vio alejarse, y corrió a su lado. No podía dejarlo irse así. Necesitaban terminar esa conversación.
—Dylan, espera—. Pidió, sosteniéndolo por el antebrazo—. No puedes decir algo como eso y solo irte. ¿Es que ni siquiera te importa saber lo que yo pienso?
—Eso no cambiaría nada, Macy—. Dylan negó—. Tú y yo no podemos estar juntos. Es inútil seguir dándole vueltas a lo mismo.
Macy relamió sus labios, alcanzando a escuchar el corazón del muchacho. Él estaba más nervioso de lo que parecía, y ella ya no sabía qué decir. Macy solo quería escuchar una explicación racional, y pensó en alguna forma de hacerlo hablar. Aunque tampoco le gustaba confesar sus sentimientos, intuyó que esa sería la única manera de continuar la charla.
—¿Qué harías si te dijera que yo siento lo mismo que tú? —Susurró con timidez, abrazándose a sí misma—. Si de todas formas ya estamos casados, ¿por qué no podríamos estar juntos?
—¡Porque hay alguien más! —Dylan exclamó de golpe, cansado del interrogatorio—. Aunque estemos casados, siempre habrá otra mujer en mi corazón— admitió.
Macy notó sus ojos llenarse de lágrimas, herida. Dylan era capaz de desestabilizarla emocionalmente en cuestión de segundos, y eso le aterraba más que cualquier otra cosa.
—¿Qué? —Carraspeó, elevando la mirada—. ¿De qué mujer estás hablando?
Dylan sintió el rostro arderle, y supo que no podría ocultarlo más tiempo. El dolor de pensar en ella lo consumía por las noches, y ansiaba terminar aquella conversación pronto. Metió una de sus manos en su bolsillo, tomando la fotografía que guardó ahí. Le ardía el alma decir su nombre en voz alta, ya no había vuelta atrás. Iba a contarle la verdad.
—Ella es Alehna, Alehna Jensen... y era mi prometida —Dylan habló fuerte, entregándosela—. Nosotros nos íbamos a casar, pero ahora ella está muerta. La mataron por mi culpa.
Macy tomó la foto con los dedos temblorosos, examinándola. Era la misma foto que Dylan guardaba en su mesa de noche, y empezaba a comprender por qué se molestó tanto cuando mencionó su nombre meses atrás. Ella sorbió por la nariz, percibiendo el dolor que emanaba de él.
—¿Cómo...? —Musitó, dejando la pregunta al aire—. ¿Qué sucedió?
Dylan carraspeó, sin ser capaz de articular palabra. Apenas si podía respirar; pero necesitaba mostrarle a Macy todo lo que sufrió antes de conocerse. Colocó sus índices en las sienes de la chica, juntando su frente con la de ella. Si su conexión empática era real, él sería capaz de proyectar sus recuerdos en la mente de Macy.
Dylan cerró los ojos, regresando a aquel catorce de febrero que intentó olvidar por años. Se despertó en su antigua casa, escuchando la voz de su madre llamarlo desde el pasillo. Ella se levantó antes de las cinco de la mañana, y continuaba con los preparativos para la fiesta que tendrían al mediodía.
—Merrick, ven a desayunar—. Su madre golpeó la puerta de su habitación con suavidad—. Todavía tienes que ir a recoger el pastel de la panadería.
—Que lo recoja Landon —respondió bajo, cubriéndose con las sábanas—. Yo quiero dormir.
—Despiértate ya— ella rio, ingresando a la recámara—. Uno no se compromete todos los días. Debes estar listo para el momento en que Alehna y tus amigos lleguen.
Dylan sonrió, metiéndose a bañar antes de ir a la panadería donde trabajaba. El dueño le obsequió el pastel, felicitándolo por su compromiso. Vivían en un pueblo pequeño, y todos se conocían entre sí. Los vecinos se enteraron que él le propondría matrimonio a Alehna antes que ella misma lo hiciera.
Dylan se colocó el terno de segunda mano que consiguió, terminando de peinarse. Ellos no tenían dinero, pero pusieron todos su ahorros para sacar adelante la fiesta. Aunque el padre de Alehna no aprobaba esa unión porque no quería que su hija continuara viviendo en la pobreza; a ninguno de los dos le importó. Habían planeado irse a Rayuka después de la boda, y comenzar desde cero allá. La vida en la isla era más barata, y ya no tendrían que ocultarle a los demás que eran vampiros.
Él besó a Alehna apenas la vio, hipnotizado con su belleza. Ella tenía el cabello castaño claro, y los ojos tan verdes como los de un gato. Alehna le correspondió el beso, colgándose de su cuello. Ese era el día más feliz de su vida.
—Eres la novia más hermosa que existe— él susurró en su oído, haciéndola girar en el aire.
—Y en un mes, seré la esposa más hermosa que existe—. Ella bromeó, besándolo—. Por cierto, te tengo una sorpresa. Te la daré cuando la fiesta termine.
Dylan asintió, entrelazando sus dedos con los de ella. Estar a su lado era el mayor regalo que podía pedir; no necesitaba nada más.
—¿Tu padre vendrá? —Consultó, revisando la hora—. Falta poco para empezar.
Alehna asintió, dando pequeños saltos de emoción. Después de pasar toda la noche anterior conversando con él, finalmente lo convenció de acompañarlos.
—Llegará dentro de poco para que puedas pedirle mi mano— habló ilusionada—. Todavía piensa que Aldred es mejor partido para mí porque tiene terrenos; pero conseguí que te acepte como su yerno.
Dylan fingió una sonrisa al pensar en su amigo, y se avergonzó. A pesar de las diferentes clases sociales a las que pertenecían; Aldred era humilde, y carecía de prejuicios. A él también lo invitaron a la fiesta.
—Sé que no tengo dinero; pero te prometo que te haré la mujer más feliz del mundo—. Él prometió, acariciando su rostro—. Nunca te voy a fallar.
—Incluso si terminamos viviendo dentro de una cueva, yo seré feliz porque despertaré a tu lado por toda la eternidad—. Alehna sonrió, viéndolo a los ojos—. Eres el amor de mi vida, Merrick; y nada ni nadie me hará cambiar de opinión.
Dylan quiso responderle, cuando oyó un fuerte estruendo en la puerta principal. Ocho hombres encapuchados irrumpieron en su hogar, capturándolos. Él intentó defenderse y atacarlos, pero no sabía pelear. Escuchaba los gritos de Alehna a lo lejos, desesperado por salvarla. Sin embargo, todo a su alrededor se tornó negro cuando le pusieron un collar neutralizador. Él ya no se podía mover.
Dylan despertó en un granero enorme, encadenado a una pared. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí, e hizo lo posible por liberarse. Los grilletes eran de plata recubierta con una sustancia extraña que le quemaba cada vez que se movía. Luchó con la poca fuerza que tenía, desesperado por salir de ahí...
—¿Merrick? —La voz temblorosa de Alehna lo alertó, sacándolo de sus pensamientos—. Merrick, ¿eres tú?
Él giró hacia la izquierda con cuidado, viéndola encadenada a unos centímetros suyo. Ella tenía los ojos vendados, y varios moretones en el brazo. El granero estaba lleno de personas.
—Aquí estoy, mi amor— susurró, esperando no levantar a los demás—. Estoy a tu lado.
—Merrick, tengo miedo— ella comenzó a sollozar, temblando—. Sácame de aquí, por favor. Me quiero ir.
Dylan se estiró lo más que pudo, suprimiendo un gesto de dolor. Alcanzó a tomar su mano, intentado tranquilizarla. Él estaba igual de asustado, pero debía ser fuerte por los dos.
—Todo estará bien— prometió, convencido de lo que decía—. Nos iremos muy pronto, ya lo verás.
Dylan la escuchó romper en llanto, y se le estrujó el corazón. Él siempre creyó que en su ciudad no habían cazadores, y no se le ocurrió quién podría estar detrás de todo eso. Ellos eran discretos, y ni siquiera participaban de las cacerías para no llamar la atención. No comprendía cómo pudieron descubrirlos.
Aldred ingresó al granero acompañado de sus dos hermanos, y su padre. Los cuatro iban riendo, y blandiendo machetes en sus manos. Él notó que ya se había despertado, y se acercó a él. Disfrutaría ese momento.
—Parece que el invitado de honor ya se levantó— Aldred se burló, deteniéndose frente suyo—. Espero te guste el regalo de bodas, mejor amigo.
Dylan lucho contra las cadenas, furioso. Eso no podía ser cierto; no podían ser ellos. Él les abrió las puertas de su casa, les invitó de comer. Jamás imaginó que los Dankworth serían cazadores.
—¿Qué es esto? —Él gritó, sintiéndose traicionado—. ¿Qué fue lo que hiciste?
—Cuando anunciaste tu fiesta de compromiso con Alehna, supimos que sería la oportunidad perfecta para una redada—. Aldred respondió cínico, haciendo un pequeño corte en su mejilla—. Nosotros no sospechábamos ni de la mitad de estas escorias; y ahora todos morirán por tu culpa. Gracias por facilitarnos el trabajo, Merrick.
Dylan lo escupió, sin tener otra forma de lastimarlo. Aldred le rompió la camisa, tallando una A en su pecho. Dylan apretó los dientes para no gritar, pero el dolor era inmenso. Los machetes eran de plata también.
—Veremos cuánto tardas en sanar— Aldred lo señaló, retrocediendo—. Al menos, servirán de algo antes de morir— rio—. Mi padre quiere experimentar con ustedes.
Dylan oyó el llanto de Alehna, y volvió a tomar su mano. Estuvieron semanas en aquel granero, alejados del resto de la civilización. Apenas si los alimentaban, y observó cómo los Dankworth torturaban a sus conocidos por semanas antes de decapitarlos. Lo único que le aliviaba, era que Alehna estuviera con los ojos vendados. Ella jamás soportaría ver todo lo que les hicieron; ya tenía suficiente con escuchar los gritos de dolor.
Aldred le quitó la venda a Alehna, y soltó sus cadenas. Ya solo quedaban ellos dos, y Dylan gritó. No podía permitir que la lastimen. No al amor de su vida.
—Debiste de aceptar mi propuesta cuando fui a pedirle tu mano a tu padre—. Aldred recriminó, empujándola hacia la mesa de tortura—. Esto te lo ganaste por elegir a un muerto de hambre como él.
—Pues prefiero morir amando a un muerto de hambre, a vivir cientos de años junto a un monstruo como tú—. Ella luchó por liberarse, y camufló el miedo en su voz.
El hermano mayor de Aldred la abofeteó hasta romperle el labio, y la dejó sobre la mesa. Comenzó asegurando sus piernas, y movió hacia un costado las herramientas que usaron con el resto de vampiros. Tenían planes diferentes para ella.
—¡Suéltala ya! —Dylan gritó, haciendo que su voz resuene en el lugar—. Mátame a mí si quieres; tortúrame como lo hiciste con el resto de mi familia... pero no la toques a ella—. Imploró—. Hagan lo que quieran conmigo, pero deja que se vaya.
Aldred y su hermano se rieron, negando. Él empezó a acariciar el cuerpo de Alehna, antes de rasgar su vestido. Lo hicieron trizas con ayuda de dagas, rozando su espalda con las puntas afiladas. No llegaron a lastimarla, pero disfrutaron viéndola llorar.
—No me hagas nada, por favor— Alehna suplicó, conteniendo las ganas de vomitar—. Ya no me toquen, por favor. No hagas esto.
—Eres la chica más hermosa de esta asquerosa ciudad—. Aldred recalcó, sosteniéndola por el cuello—. ¿De verdad pensaste que podrías escapar tan fácilmente?
—Estoy embarazada— Alehna confesó entre llantos, elevando la voz para que Merrick la escuchara—. No nos hagas daño, por favor. Ya puedo sentir los latidos de mi bebé.
Aldred dejó caer la daga, consternado. Ella no podía estar embarazada. Él planeó la redada creyendo que solo así lograría ser el primero en su vida. No imaginó que Merrick se le adelantaría en eso también.
—¿Estás embarazada? —Dylan preguntó desde su lugar, sintiendo que el corazón se le partió—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Porque esta era la sorpresa que quería darte el día de nuestro compromiso—. Alehna sollozó, peleando contra las cadenas—. No quería que te enteraras en estas circunstancias que ibas a ser papá.
Dylan lloró con desesperación, sin saber qué hacer. Ahora, más que nunca, debía salvarlos. No podía permitir que algo les sucediera. Su vida ya no le importaba; Alehna era su prioridad.
—Hagamos un trato— él gritó, sacudiendo los grilletes—. Conozco a cuatro familias vampiras que viven en el pueblo vecino. Deja que Alehna se vaya, y te los entregaré a todos. Te diré todo lo que sé, y dejaré que me mates si eso es lo que quieres. Pero libérala, por favor...
—¡Basta ya! —El padre de Aldred ingresó, limpiando la hoja de un bisturí—. En primer lugar, nosotros no negociamos con parásitos como ustedes. Y, en segundo lugar, ya tenemos localizados a los vampiros existentes en más de medio país. Nos iremos cuando terminemos de limpiar este lugar.
El hombre se acercó a Alehna, observando su rostro y su cuerpo desnudo. Su hijo no mintió cuando habló de su belleza; pero ni siquiera eso la podría salvar. Era la primera embarazada que conocía, y no perdería la oportunidad de examinarla.
—Pónganla en la camilla —ordenó, tronando los dedos—. A esta le haré una vivisección. Quiero saber cómo se ven estos monstruos antes de nacer.
Alehna sollozó, gritando. No quería morir, ni que algo malo le sucediera a su bebé. Se arrepintió de no haberle dicho la verdad a Merrick cuando se enteró, tres meses atrás. Ellos debieron huir a Rayuka, sin importar si estaban casados o no. La vida de su hijo estaba en peligro, y todo era por su negligencia.
—Nosotros teníamos un trato, padre—. Aldred lo detuvo, amenazante—. Dejaré que te la lleves, pero se quedará una semana conmigo. Después de eso, desármala si quieres.
El hombre rio, asintiendo.
—Volveré en cuatro días— aseveró, apuntándolo con una daga—. Háganle lo que quieran; solo asegúrate de no matar al bebé.
Aldred asintió complacido, llamando a sus hermanos. Acarició el rostro de Alehna, besándola a la fuerza. Finalmente llegó el momento que tanto esperó.
—Hoy aprenderás lo que se siente estar con un hombre de verdad—. Se jactó, viendo a Merrick mientras hablaba—. O bueno, con tres...
Dylan soltó el rostro de Macy, sin ser capaz de mostrarle lo que continuaba. Él tenía el rostro cubierto de lágrimas, y notó que ella también estaba llorando con fuerza. Dylan ya no podía ocultar su dolor, ni hacerse el fuerte frente a ella. Nunca se perdonaría ser el causante de ese ataque.
—Dylan... —Macy sollozó, ahogándose.
—Alehna perdió al bebé antes que el padre de Aldred regresara—. Dylan apenas podía hablar—. La violaron y torturaron por cuatro días seguidos, y yo no la pude salvar. Todo es mi culpa...
Dylan se dejó caer al pasto, enfurecido y dolido a la vez. Desbloquear esos recuerdos fue peor de lo que imaginó, y continuó llorando. Él pudo tener una familia, y ser feliz con la mujer que amaba. Sin embargo, lo arruinó al confiar en quienes no debía. Él era el único responsable de esa masacre.
Macy se tiró a su lado, abrazándolo con fuerza. Él luchaba por alejarla, pero ella logró contenerlo, permitiéndole llorar en su hombro. Finalmente comprendía por qué era así, y le dolía saber todo lo que sufrió.
—Macy, déjame solo, por favor— él murmuró tras varios minutos—. Vete a tu casa.
—No te dejaré, Dylan —Macy lo abrazó con más fuerza, impidiendo que se moviera—. No me iré hasta saber que estás bien.
Dylan se separó de ella con cautela, limpiándose el rostro en la playera que traía puesta. Macy era la primera persona que lo veía llorar después de Salvatore, y tuvo vergüenza. Él era un protector; no podía mostrarse débil ante nadie.
—Yo estaré bien. Siempre logro mejorar— Dylan intentó tranquilizarla—. Puedo solo; vete a casa. Falta poco para el amanecer.
—Pedir ayuda no es malo, Dylan— Macy pasó una mano por su cabello, peinándolo—. No me alejes, por favor.
Él asintió lentamente, agachando la mirada. Aunque quería dejar de llorar, no podía.
—Eres la primera persona a quien le cuento esto— susurró, tomando su mano—. No me dejes, por favor. No quiero estar solo— confesó, avergonzado.
Macy asintió, ayudándolo a levantarse. Lo llevó a su casa, sin saber qué más hacer. Subieron por la enredadera a su habitación, y ella lo guió hasta el baño que tenía ahí. Lavó su rostro, y lo secó con una toalla limpia. Lo echó sobre su cama, quitándole la chaqueta de cuero y los zapatos. Él se durmió de inmediato, abrazando uno de sus peluches. Casi parecía un bebé.
Macy se cambió de ropa, sin dejar de mirarlo. Dylan estaba tan roto, que no sabía si podría juntar los pedazos de nuevo. Los cazadores destrozaron su espíritu, pero él todavía no lograba reponerse. Dentro de la armadura que proyectaba, se escondía un pequeño que vio morir a su novia embarazada.
Ella se echó a su lado, acomodándose en una esquina. Faltaba una hora y media para que suene la alarma, y quiso descansar un poco. Continuaba asqueada por todo lo que vio; sintiendo que jamás lograría eliminar esas imágenes de su memoria.
Macy se levantó apenas amaneció, bajando las escaleras para saber qué hacían los demás. Su padre volvió a irse de viaje la tarde anterior, y solo quedaba su madre. Debía asegurarse que ella no subiera a su habitación.
Lilith corría de un lado a otro de la cocina, desprendiendo un fuerte aroma a perfume. Ella terminó de desayunar como pudo, dejando los platos en el lavabo. La muchacha llegaría pronto.
—¿A dónde irás? —Macy consultó, fingiendo desinterés—. Creí que los martes tenías yoga a las diez.
—Surgió algo de último momento y debo salir ahora—. Lilith respondió atropelladamente—. No te vayas a la escuela hasta que llegue la nana de Alyssa y Gadreel; yo justificaré en caso llegues tarde.
—Yo me encargo; no te preocupes.
—Ah, casi lo olvidaba— Lilith se detuvo cerca de la puerta, buscando sus llaves en la cartera—. Necesito que vengas rápido a casa después de la práctica con las porristas. Tendremos invitados para la cena.
Macy asintió, despidiéndose. Vio a su madre salir, y respiró aliviada. Ya no corría peligro. Ella regresó a su habitación, notando que Dylan ya estaba despierto.
—¿Dónde estoy? —Él preguntó, tallando sus ojos—. ¿Qué pasó?
—Te traje a mi casa— Macy le explicó, tranquila—. ¿Cómo amaneciste?
—Mejor —Dylan sonrió, levantándose—. Gracias por quedarte conmigo.
Macy asintió, haciendo un gesto despreocupado. Ella no tenía ganas de ir a la escuela, y se le ocurrió una idea. Todavía quería hacer sentir mejor a Dylan.
Macy le indicó que se diera un baño, antes de tomar una camiseta negra del armario de su padre. Ellos no eran de la misma talla, pero era lo único que podía prestarle. Macy bajó a desayunar cuando escuchó a la nana, y se despidió de ella; esperando que no se diera cuenta que salía de la casa sin uniforme escolar.
Dylan salió por la ventana cuando le llegó un mensaje de texto de Macy, encontrándola a un par de calles de ahí. La siguió por toda la ciudad, sin saber a dónde lo llevaría. Caminaron por más de una hora, sin seguir un camino en particular.
Macy se detuvo en la playa, invitándolo a bajar a la arena. Se sentaron en una zona alejada, disfrutando el silencio de la mañana. Por suerte, ese día no salió el sol.
—¿Qué opinas? —Ella sonrió, viendo el mar.
—Nunca me gustó la playa— Dylan rio, sorbiendo por la nariz.
—A mí tampoco; detesto la arena—. Macy confesó, sacudiendo sus manos—. Pero creo que es un buen lugar para pensar. Estar aquí me trae paz.
Dylan respiró el aire puro, sintiendo el olor del mar. Cerró los ojos varios minutos, escuchando el sonido de las olas, y de las aves que volaban cerca. Ella tenía razón; el lugar inspiraba tranquilidad.
—Lamento si te grité o insulté ayer— Dylan susurró, girando hacia Macy—. Me pongo mal cada vez que pienso en Alehna.
—No te preocupes; te comprendo— ella esbozó una sonrisa—. Creo que yo hubiera actuado igual en tu lugar.
Dylan suspiró, mucho más tranquilo que antes. No se explicaba por qué, pero se sentía aliviado de haberle contado esa parte de su vida a Macy. Ella le inspiraba la confianza suficiente como para revelarle uno de sus mayores secretos.
—Sabes, yo tenía dieciséis años cuando Alehna murió—. Dylan carraspeó, perdiendo la mirada en el horizonte—. Muchos vampiros esperan a tener más de ciento veinte, o ciento treinta para tener hijos; pero nosotros no. Queríamos muchos bebés; uno después de otro, y tener la casa llena de niños jugando—. Rio con añoranza—. Ahora sé que es estúpido, pero...
—No creo que sea estúpido—. Macy lo interrumpió—. Creo que fue romántico. En tus recuerdos pude notar lo mucho que la amabas.
Dylan asintió, sonriendo. Su conexión empática si era real, pero eso no le bastaba para tomar una decisión.
—Es por Alehna que tomé un voto de celibato—confesó, acercándose a ella—. En su lecho de muerte, juré que respetaría su memoria, y nunca me volvería a enamorar.
—¿Y lo que me dijiste ayer? —Macy consultó, sintiendo sus mejillas enrojecerse.
—Lo de ayer fue verdad— suspiró—. Logré mantener mi promesa hasta el día en que te conocí, y ahora todo es confuso para mí también. Creo que debo terminar sanar antes de pensar en otra cosa.
Macy asintió, comprendiéndolo. Su vida se complicó tanto en los últimos meses, que supo que esperar era lo mejor para todos. Todavía tenía que lidiar con Salvatore y la coronación; y todo lo que implicaría volverse reina de los vampiros.
—Conversar ayuda a sanar— ella sonrió, genuina—. Puedes contar conmigo para lo que sea; siempre estaré dispuesta a escucharte.
—Gracias —Dylan pasó una mano por su cabello—. Y yo siempre estaré dispuesto a defenderte. Aquí tienes a tu protector.
Macy lo abrazó, y ambos continuaron viendo el mar por más de una hora. No dijeron nada; solo disfrutaron el silencio y la paz que la playa les dio.
Macy lo llevó a pasear por distintos lados de la ciudad, haciendo lo posible por levantarle el ánimo. Dylan todavía se mostraba reacio con ciertas actividades humanas, pero ella ya no lo juzgaba. Un grupo de humanos arruinó su vida, y destruyó todos los sueños que tuvo en su juventud.
Dylan le propuso regresar al castillo a las seis de la tarde, diciéndole que algo se le acababa de ocurrir. Ella lo siguió hasta el último piso, sin saber a dónde la llevaba. Era la primera vez que estaba en esa zona, y tuvo curiosidad de saber qué harían ahí.
Dylan sacó las llaves de su bolsillo, abriendo una vieja puerta de roble. La empujó con fuerza, rogando que los encargados la hubieran limpiado. A excepción de la ex esposa de Salvatore, nadie la usaba.
Macy suprimió un grito, sin creer lo que veía. Se trataba de una sala enorme, con más de cincuenta butacas de cine. Una pantalla blanca descansaba en la parte delantera, y ella notó el cuarto donde se encontraba el proyector. Ese lugar era perfecto.
—¿Por qué no me dijiste que había un cine aquí?
—Porque odio ver películas —Dylan rio, encendiendo una luz—. Ayer estabas triste por la ruptura con James, y yo también quise hacerte sentir mejor. Esto fue lo único que se me ocurrió.
Macy le agradeció, caminando entre los asientos. Dylan podía comportarse extraño de vez en cuando, pero era muy buena persona.
—¿Qué veremos? —Preguntó ella, divertida—. Basándome en tu amplio conocimiento de películas, supongo que habrás elegido una obra de arte.
—Supongo que será un musical— Dylan se encogió de hombros, divertido—. Después de todo, nadie está triste cuando ve un musical.
Macy se enterneció al oírlo citar sus palabras, y asintió. Ese día fue maravilloso.
—¿Cantarás y bailarás conmigo si me sé las canciones?
—Solo tú consigues que haga ridiculeces como esa— Dylan bromeó, riendo—. Pero haré mi mejor esfuerzo; aunque no te prometo nada.
Macy soltó una leve carcajada, sentándose a esperar que él proyectara la película. A pesar que no conocía ninguna canción, fingió solo para hacerlo reír. Ya no sabía quién quería hacer sentir mejor a quién; pero ambos se estaban divirtiendo. Todas merecían un amigo como él.
Macy sacó su teléfono cuando faltaba poco para terminar, notando veinte llamadas perdidas de Jazmine. De seguro la llamaba por la escuela, y resolvió que conversaría con ella al día siguiente. Vio la hora, maldiciendo con fuerza. Eran más de las ocho, y se le había olvidado la cena con los amigos de su madre.
Dylan la llevó en la camioneta, tomando varios atajos para no demorar. La dejó una cuadra antes, y se despidió de ella a la distancia. Macy corrió hasta su casa, agitada. Ingresó rápido, esperando que su madre no estuviera molesta. No quería acabar el día peleando con ella.
Lilith observó a su hija de pies a cabeza, avergonzada por la ropa que usaba. No llevaba ninguno de sus dos uniformes, y su cabello se encontraba lleno de arena. Ella fingió una sonrisa, disimulando que nada pasaba. No quería quedar mal frente a sus invitados.
—Macy, qué bueno que llegaste— ella anunció, jalándola hasta la mesa—. Ellos son los Demiroglu; nuestros vecinos y padres de tu amigo Kadir. Él fue quien propuso esta cena—. Sonrió—. Kadir vino con su familia a pedirnos permiso, porque está interesado en salir contigo.
*************
¡Holaaaa!
¿Cómo están?
Finalmente tenemos aquí el capítulo 17
¿Qué les pareció? ¿Alguna teoría?
La pregunta del cap de hoy es: ¿Por qué creen que Dylan usa lentes de contacto?
Les dejo esta imagen: Macy intentando consolar a Dylan.
Se viene una maratón donde descubriremos más secretos de nuestros personajes favoritos.
No olviden votar, comentar y recomendar la historia para llegar a más personas.
Les mando un abrazote.
Nos leemos pronto.
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Bye.
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