CAPÍTULO 13

Macy salió hecha  una furia de la escuela, avanzando lo más rápido que pudo. Era la primera vez que iba a detención, y creyó que esas fueron las dos horas más largas de su vida. La cabeza continuaba dándole vueltas, y los mareos se intensificaban más a cada instante. Ella necesitaba beber sangre; aunque sea un par de gotas para recuperar energías. No aguantaría mucho tiempo así. 

Macy llamó a su madre desde el teléfono de Jazmine, explicándole que llegaría tarde. Le dijo que almorzaría en casa de su amiga, y se quedaría con ella para terminar las tareas del primer día. Lilith la mataría si descubría la verdad, y terminaría regañándola. Era demasiado estricta. 

James fue el primero en irse, sin siquiera despedirse de ella. Tomó su mochila, abandonando el aula apenas sonó el timbre. Él pasó las dos horas de detención enviando mensajes en su celular, con una expresión molesta. Le dio la impresión que estaba peleando con alguien, y ella se preguntó quién podría ser. Sospechaba que le ocultaba algo. 

Macy apresuró el paso, ansiando llegar a la calle. Tomaría un taxi hasta su casa, y buscaría algo de sangre en el camino. Estaba tan hambrienta, que la sangre de pollo comenzaba a verse como algo apetitoso. Era lo único que podría ayudarla. 

Una mano fuerte la sostuvo por la muñeca, impidiendo que avanzara. Dylan la giró con un rápido movimiento, quedando frente suyo. La soltó segundos después, cruzándose de brazos. 

—Ven conmigo. —Ordenó, serio—. Salvatore nos espera para almorzar. 

—Yo no iré a ningún lado contigo —Macy negó, indignada—. No puedes obligarme a regresar al castillo.

—No tenemos tiempo para tus berrinches. —Él la jaló del brazo—. Las órdenes de Salvatore se acatan, no se discuten. 

—Pero yo no tengo intención de obedecerlo. —Macy lo golpeó, seria—. Y tú no me harás cambiar de opinión. 

Dylan apretó los labios, comenzando a perder la paciencia. Ella seguía comportándose como una niña malcriada, y ya no la soportaba. 

—Salvatore te está esperando —repitió, irritado—. Él confía en ti, le hiciste una promesa. 

—Pues dile que si sabe contar, que no cuente conmigo. —Ella se burló, despidiéndose—. Estoy harta de él, y de ti también. Olvídense de mí. 

Macy no esperó respuesta, y continuó su camino. Llevaba días queriendo decirle eso, y finalmente lo logró. Seguía creyendo que Salvatore fue quien planeó todo, y no pretendía ayudarlo. Ya no le importaba la supuesta profecía del oráculo. Si querían una nueva reina, tendrían que buscarla en otro lado. 

Dylan gruñó bajo, plantándose frente a ella. Aunque su padre le ordenó tratarla bien, se sintió tentado a alzarla y arrojarla dentro de su auto. Era lo más práctico que se le ocurrió, y lo más rápido también. Macy no comprendía con palabras. 

—Esto no es un juego. —Le advirtió, intentando mantener la calma—. Muchas vidas dependen de ti. Necesitas venir al castillo y terminar tu entrenamiento.

Macy rio por su cinismo, pasando una mano por su cabello. Ya no callaría más lo que sentía, y resolvió contarle todo lo que pensaba. Dylan todavía no se daba cuenta de todo el daño que le hizo, y ella solo pensó en desquitarse. Estaba harta que la tratara como si fuera una muñeca de trapo; que no tenía voz ni voluntad frente a él. 

—Ustedes son los únicos que han estado jugando aquí; así que deja de fingir conmigo. —Macy habló seria, cruzándose de brazos—. El pervertido de tu padre te envió a seducirme, y yo caí como una estúpida en tus mentiras. Pero ya no más; ya no confío en ti. 

Dylan soltó una carcajada, confundido. Macy acababa de inventarse una novela, y nada de lo que dijo era verdad. Ella exageraba demasiado. 

—¿De qué estás hablando? —Cuestionó divertido—. ¿De dónde sacas eso?

—¿Acaso negarás que fue su idea lo que sucedió en el claro? —Ella levantó una ceja, irritada—. ¿O que fue él quien te pidió engatusarme para aceptar la mordida?

Dylan negó, suspirando. Recordó todas las veces en que Salvatore se opuso a su plan, y a la forma en que él decidió manejar las cosas. Aunque detestaba dar explicaciones y disculparse, sabía que tendría que decirle la verdad a Macy. Ella no podía culpar a su padre por cosas que nunca aprobó. 

—Fue mi idea seducirte, y jugar con tu mente. —Confesó, viéndola a los ojos—. Yo preferí entrar a tu cabeza y confundirte, antes que acercarme a ti de frente y decirte la verdad—. Bajó la voz—. Salvatore jamás estuvo de acuerdo con lo que hice. 

Macy retrocedió, sintiendo leves ganas de llorar. Él era un monstruo, y ya no le quedaban dudas de eso. 

—¿Por qué lo hiciste? —Preguntó dolida, sacudiendo la cabeza—. ¿Acaso me odias tanto como para tratarme de esa forma?

—Estaba desesperado, Macy— suspiró, acercándose a ella—. Sé que parece complicado de entender, pero te explicaré todo si vienes al castillo conmigo—. Propuso, intentando tomarla del brazo—. Confía en mí solo esta vez, por favor. 

Macy lo empujó por el pecho, conteniendo las ganas de abofetearlo. Sintió los ojos arderle, e intentó cubrirse con su cabello. Ella ya no quería saber nada de él, ni oír ninguna excusa de su parte. Su falso arrepentimiento no la engañaría, y solo pensó en irse de ahí. 

—¿Por qué debería acompañarte al castillo? —Inquirió a gritos, cansada—. ¿Por qué debería volver a confiar en ti? 

—¡Porque Salvatore está muriendo! —Dylan explotó, tomándola por los hombros—. Mi padre agoniza y tú eres la única que lo puede ayudar. 

Macy se soltó, contrariada. Notó en los ojos del muchacho que decía la verdad, pero creyó que tampoco podía creerle. Él ya le había mentido demasiado.

—Me dijiste que los vampiros no se enferman— balbuceó, nerviosa—. Él no puede estar muriendo. 

Dylan pasó saliva con dificultad, intentando ocultar el dolor de hablar de su padre. Salvatore era la única familia que le quedaba, y el único que creía en él. No sabría qué haría cuando ya no estuviera a su lado. 

—Mi padre agoniza, y no hay cura para su enfermedad. Es por eso que estábamos desesperados por encontrarte. —Él habló, inclinándose hacia adelante—. Terminaré de explicarte todo en el castillo, pero ven conmigo. Por favor. 

Macy quiso correr, pero una nueva ola de mareos, la azotaron. La cabeza empezó a darle vueltas, y la vista se le nubló un instante. La energía se le agotaba, y la discusión con Dylan solo lo empeoraba. Nunca se sintió tan débil, como en ese momento. 

—Dylan, lo lamento —ella sacudió la cabeza, buscando estabilizarse—. Yo no soy a quien están buscando. No los puedo ayudar. 

—¡Macy, por favor! —Él repitió, tomándola de la muñeca—. Hazlo por Salvatore, no por mí. —Pidió, desesperado—. Ódiame si quieres, golpéame, rómpeme la nariz si eso te hace feliz... pero ayuda a mi padre. Todas sus esperanzas están puestas en ti. 

Macy intentó liberarse, pero ya no le quedaban fuerzas. Cerró los ojos, sintiendo que el mundo se tornaba negro. Se desplomó en los brazos del muchacho, inconsciente. Se había desmayado.

Dylan la vio caer pesadamente, y se apresuró a sostenerla. Colocó su cabeza sobre su regazo, arrodillándose en el suelo. Palmeó sus mejillas con suavidad, intentando hacerla reaccionar. No era normal que perdiera el conocimiento de esa forma, ni que se desvaneciera de la nada. 

—Macy —susurró, tomándole el pulso—. Macy, despierta. 

—Sa... —ella alcanzó a balbucear, aturdida—. S... sangre. 

Dylan maldijo, comprendiendo lo que le sucedía. La alzó entre sus brazos, llevándola hasta el auto. La acomodó en el asiento trasero, sacándose el collar que llevaba puesto. Él sabía que no podía volver a darle su sangre, y resolvió alimentarla con el sustituto. No podía dejarla más tiempo sin comer. 

Él observó el pequeño frasco que colgaba de su collar, abriéndolo. Entreabrió los labios de Macy, dejando caer varias gotas dentro. Ella demoró en reaccionar, parpadeando un par de veces. Se asustó al ver a Dylan tan cerca suyo, y se sentó de golpe; golpeando su frente con la de él. 

—¿Qué sucedió? —Inquirió, retrocediendo en el asiento—. ¿Por qué me trajiste aquí?

—¿Hace cuánto que no bebes sangre? —Dylan ignoró sus preguntas, volviendo a colocarse la cadena. 

—Dos días —Macy respondió de mala gana—. Bebí sangre de pollo el viernes en la noche. 

Dylan rio a carcajadas, recostándose sobre la puerta del auto. A pesar que no era un buen momento, no pudo evitar pensar que ella bromeaba. 

—¿Sangre de pollo? —Se burló—. ¿Esa fue la gran comida que lograste conseguir?

Macy puso los ojos en blanco, prefiriendo no contestar. Todavía se sentía débil, y frotó su frente. El golpe que se dio con Dylan volvió a marearla, y esperaba recuperarse pronto para regresar a casa. 

—Te dije que debemos beber sangre, al menos, una vez al día para no debilitarnos—. Él continuó hablando—. Espero que esto te enseñe a aceptar mi ayuda cuando te la ofrezco. 

—Prefiero seguir bebiendo sangre de pollo a aceptar algo de ti—. Espetó, necia. 

—Deberías dejar de ser tan orgullosa. 

—Y tú tan imbécil. 

Dylan rio, sentándose a su lado. Revisó su reloj, notando que la hora continuaba avanzando. Ya estaban bastante retrasados para el almuerzo, y no quería dilatar más el tiempo. Las dos horas que perdieron en el castigo fueron más que suficientes. 

—¿Lista para volver al castillo? —Consultó, cambiando de tema—. Hazlo por Salvatore; por favor. 

Macy escaneó su rostro, notando la preocupación reflejada en cada una de sus facciones. Ella sabía que Dylan no solía pedir las cosas de buena manera, y llevaba más de treinta minutos rogándole que lo acompañe. Quizás sí decía la verdad con respecto a Salvatore. Le daría el beneficio de la duda por última vez. 

—Está bien —aceptó, suspirando—. Iré contigo, pero no volveré a confiar en ti. 

Dylan esbozó una sonrisa, feliz de haberla convencido. Se dio cuenta que Macy volvió a mancharse los labios de sangre, y acercó el pulgar para limpiarla. Sin embargo, ella lo detuvo. 

—Yo puedo sola. —Aseveró, viéndose por el retrovisor—. Vámonos antes que cambie de opinión. 

Dylan regresó al asiento delantero, arrancando. Tomó un desvío de la carretera principal, acelerando para llegar más rápido. Hacía horas que no hablaba con su padre, y quería asegurarse que estuviera bien. Tenía muchas cosas en mente, y trató de recordar dónde guardó un papel que Salvatore le dio meses atrás. Él debía terminar de tranquilizar a Macy antes de llevarla al comedor. 

Macy durmió un par de minutos en el auto, todavía débil por el desmayo. No sabía si Dylan la alimentó con su propia sangre, pero prefirió no darle más importancia. Estaba agradecida con él; sin embargo, no se lo haría saber jamás. 

Dylan llamó a Orión apenas ingresó al castillo, notando que dormía en el jardín principal. Silbó para que lo acompañe, avanzando por los pasillos. Los guardias suprimieron una risa al verlo caminar con uniforme escolar, y él se cerró la chaqueta. Sabía que sería la burla por las próximas semanas. 

Macy se detuvo frente a un cuadro, extrañada. Era la primera vez que lo observaba, y se preguntó por qué recién lo colocaban. Salvatore se encontraba sentado en un trono, junto a una mujer de cabello claro. Ambos se veían mucho más jóvenes, y más felices también. 

—¿Quién es ella? —Consultó, dándose cuenta que Dylan se detuvo a su lado. 

—Darice era la esposa de Salvatore— él contestó bajo—. Murió hace poco. 

Macy frunció el ceño, confundida. Llevó la vista a Dylan, y luego al cuadro. Sus ojos saltaron entre los tres rostros, analizándolos. Intentó buscarles algún parecido, pero fue imposible. El único rasgo que compartían, era el color de sus ojos. 

—¿Qué sucede? —Dylan carraspeó—. ¿Por qué me miras así?

—Es que, te referiste a ella como la esposa de Salvatore; pero no como tu madre—. Macy susurró, incómoda—. Acaso... ¿acaso no lo era? —Titubeó. 

Dylan negó, endureciendo el rostro. Reanudó la marcha, jalándola del brazo. Se apresuró en llegar a su cuarto, haciendo lo posible por evitar las preguntas incómodas. 

—Darice y yo no somos familia— Respondió irritado, sacando una llave de su bolsillo—. El que ella haya sido esposa de Salvatore no implica que fuera mi madre también. 

Macy asintió, comprendiendo que acababa de cometer una indiscreción. Quizás, Salvatore se casó varias veces antes de terminar con Darice, y solo por eso conservaba fotos de ella. O, tal vez Dylan fue concebido fuera del matrimonio, y por eso se molestó con la pregunta. Él hablaba tan poco de su pasado, que no sabía qué creer. 

Dylan jaló a Macy dentro de su recámara, indicándole que se sentara en el sillón. Abrió el segundo cajón del ropero, buscando algo en su interior. Sacó un papel arrugado del fondo, y lo planchó con las manos. Esa era la única prueba que necesitaba. 

Se lo entregó a Macy, pidiéndole que lo leyera en voz alta. Ella se apresuró a encender la luz, confundida por lo que veía. 

—No comprendo. ¿Qué es esto?

—Es mi ficha de inscripción al campamento. —Expresó, recostándose sobre la pared—. Salvatore quería que nos conociéramos ahí, y que yo me volviera tu amigo antes de contarte la verdad. —Habló con soltura—. Él siempre estuvo en contra de mi plan. Él no es el malo de esta historia.

Macy pasó saliva con dificultad, analizando la hoja una vez más. La historia de Dylan coincidía con lo que le dijo en la escuela, y asintió. Todo era demasiado confuso, pero resolvió perdonar a Salvatore. Él siempre la trató bien. 

Macy le devolvió la hoja, intentando no mostrarse afectada. Dylan era tan impredecible, que pensó unos segundos qué responderle.

—Yo no te pedí explicaciones —mencionó aburrida—. Esto no era necesario. 

—No lo hiciste, pero te conozco—. Dylan la vio a los ojos, inclinándose hacia adelante—. Sabía que continuarías haciendo berrinches hasta que te dijera la verdad. Y créeme que no estoy de humor para aguantar otra pataleta tuya. 

—¿Eres igual de odioso con el resto de personas con las que hablas? —Cuestionó irritada, rodando los ojos. 

—Soy peor. 

Macy sacudió la cabeza, acomodando su cabello. Dylan le agradaba y desagradaba al mismo tiempo, y eso la confundía. Por un segundo, se sintió tentada a disculparlo y buscar entablar una verdadera amistan con él. Y, al siguiente, solo quiso volver a romperle la nariz.

Dylan se acercó a la mesa de noche, sacando un collar idéntico al suyo. Se lo colocó a Macy con cuidado, escondiéndolo bajo su camisa de uniforme. Los humanos no debían verlos. 

—El collar de sangre tiene el sustituto en su interior. —Comentó antes que ella pudiera decir algo—. Si en algún momento te sientes débil, o no puedes conseguir sangre, bebe un poco. Un par de gotas son suficientes. 

Macy le agradeció, siguiéndolo al comedor. Salvatore ya había almorzado, y dio orden que lo encuentren en su estudio después de terminar. Ella dejó el móvil cargando en un pequeño escritorio, y comió sin hacer ruido. No tenía ganas de conversar, y esperaba que su reunión con el hombre fuera rápida también.

La joven rio al ver que Dylan tiraba trozos de carne al suelo, y Orión los comía. El cachorro caminó hasta ella, apoyándose en sus piernas. Estiró una de sus patitas, pidiéndole que también le diera algo de comer. Macy asintió, invitándole la mitad de la presa que le dieron. 

—Salvatore lo ha malacostumbrado —Dylan murmuró, sin quitarles la mirada de encima—. Ahora le gusta más la comida de humanos, que la suya. 

Macy acarició a Orión, levantándose del asiento. Terminó la copa de sangre que le sirvieron, pensando que era lo mejor del almuerzo. Ella tendría que encontrar la forma de conseguir sangre tan deliciosa como esa a diario. 

Dylan avanzó hasta el estudio de su padre, y ambos lo siguieron. Lo saludó con alegría, comentándole el incidente con James. Él tenía un mal presentimiento sobre el novio de Macy, pero ya tendría tiempo de discutir sobre eso con Salvatore cuando ella se hubiera ido. 

—Me alegra verte bien— el anciano sonrió, sosteniéndola de la mano—. ¿Te gustó el regalo que te envié?

Macy fingió una sonrisa, sentándose frente suyo. 
—El bestiario es muy bonito— mencionó tranquila—. Lo devolveré apenas termine de leerlo— mintió. 

Salvatore hizo un gesto con la mano, restándole importancia. 

—Podrás traerlo cuando te mudes de forma definitiva—. Expresó contento, acomodándose en su sillón—. Espero que ya hayas comenzado a hablarle a tus padres de esto. 

Macy pasó saliva con dificultad, nerviosa. Ella no quería mudarse al castillo, pero no podía decírselo. Primero necesitaba descubrir si Dylan decía la verdad, y él estaba enfermo. 

—Salvatore, antes de hablar sobre mis padres, ¿podría hacerte una pregunta? —Consultó. Él asintió—. ¿Estás enfermo? 

Salvatore relamió sus labios, asintiendo. Se abrió la camisa a cuadros que llevaba puesta, mostrando una enorme venda sobre su abdomen. Se la quitó con lentitud, suprimiendo un gesto de dolor. El ardor se volvía más intenso con los días, y trozos de piel se desprendían cada vez que los tocaba. 

Macy sintió sus ojos llenarse de lágrimas, consternada. Salvatore tenía una cicatriz enorme en el estómago, que supuraba pus y agua. Parecía que su piel se estaba descomponiendo, y sintió pena de él. Ella no le deseaba el mal a nadie. 

—¿Qué te sucedió? —Susurró, con la voz entrecortada—. ¿Por qué tu herida no se cura?

Salvatore tomó un largo sorbo de sangre, pidiéndole a Dylan ayudarlo con los vendajes. Comenzaba a tener calambres en las manos, y temía perder la movilidad en las semanas siguientes. 

—Los grifos poseen un veneno muy potente en las garras—. Habló lento, tosiendo—. Y ese veneno es letal para los vampiros. Nos consume poco a poco, hasta que nuestro cuerpo deja de funcionar. 

Macy sollozó con más fuerza, acercándose a él. Lo tomó de la mano, negando con la cabeza. En los días que pasó en el castillo, llegó a quererlo como a un padre. Él no podía morir. 

—Pero tú te pondrás bien, ¿verdad? —Consultó desesperada—. ¿Tu herida sanará?

—La agonía de una muerte larga y dolorosa es el peor castigo que alguno de nosotros podría experimentar—. Salvatore agachó el rostro, cerrándose la camisa—. Y, lamentablemente, ese es el destino al que he sido condenado. 

Macy lo abrazó, sin comprender por qué empezó a apreciarlo tanto de un instante a otro. Salvatore era tan carismático, que era fácil sentirse en confianza con él. Ahora comprendía por qué Dylan estaba tan preocupado, y resolvió no juzgarlo más. Ella empezaba a creer que hubiera actuado igual si estuviera en su situación. 

—No hablemos de cosas tristes— Salvatore pidió, haciendo un esfuerzo por levantarse del sillón—. Es momento de iniciar con tu entrenamiento, y te explicaré una de las misiones más importantes que tendrás. Custodiar el pacto de todas las sangres. 

Macy sorbió por la nariz, y limpió sus ojos. Abrazó a Salvatore una última vez, ayudándolo a llegar a la mesa. Ella tenía muchas dudas sobre el pacto que mencionó, pero no pudo hacerlas. Orión comenzó a ladrar de forma incesante, antes de salir corriendo de la habitación. 

—Creo que quiere ir al baño...

Las palabras de Dylan fueron interrumpidas por un horrible chillido, que resonó en todo el castillo. Macy cubrió sus oídos con las manos, sin soportarlo. Era el mismo ruido que escuchó el día que conoció a Dylan. 

—¿Qué es eso? —Cuestionó, acercándose al muchacho. 

Dylan maldijo por lo bajo, corriendo a la puerta cuando el sonido cesó. Tomó su lanza, llamando a los guardias que corrían por el pasillo. Las cosas acababan de complicarse, y no sabía qué hacer. 

—Es la alarma. —Respondió, volviendo a su lado—. Están atacando el castillo.

—¿Atacando? —Macy lo tomó por el brazo, nerviosa—. ¿Eso que significa?

—Quédate aquí, no te despegues de Salvatore—. Ordenó, viéndola a los ojos—. Tú estarás bien, lo juro. Yo iré al frente; necesito asegurarme que nadie logre ingresar. 

Macy lo jaló cuando el intentó soltarse, y pasó saliva con dificultad. Tenía miedo, y muchas ideas se mezclaron en su mente. 

—Cuídate mucho, por favor—. Pidió, abrazándolo. 

Dylan asintió, blandiendo la lanza entre sus dedos. Observó a Quentin acercarse, y lo obligó a entrar al estudio. Aunque lo odiaba, sabía que Macy y su padre estarían a salvo con él. 

 —Protégelos— ordenó, abriéndose la chaqueta—. Que no salgan de aquí. 

—Mi posición es en el frente—. Quentin refutó, buscando irse—. Eres tú quien se debe quedar. 

Dylan lo golpeó con la punta de la lanza, irritado. 
—Los cuidarás porque yo lo digo—. Amenazó, serio—. Asegúrate que permanezcan aquí hasta que yo vuelva. 

Quentin aceptó a regañadientes, cerrando la puerta tras él. Dylan se pavoneaba como el protector, pero nunca hacía su trabajo bien. Él merecía recuperar su puesto, pero Salvatore prefirió dárselo a su hijo. 

—Dylan es un completo inútil—. Masculló, irritado. 

Macy se extrañó al escucharlo, y se acercó a él. Estaba demasiado nerviosa, pero no le gustó la forma en que hablaba el joven. Dylan arriesgaba su vida por todos los que estaban ahí, y él parecía no darse cuenta. 

—¿Por qué dices eso? —Inquirió. 

—Un protector debe quedarse siempre al lado del Aka Zaba—. Quentin habló de mala gana—. Ellos nunca combaten en primera línea. Si Dylan muere, debería ser aquí; dando su último aliento por Salvatore. 

Macy quiso responder; pero volvió a marearse, y se tambaleó en medio del estudio. La cabeza comenzó a dolerle y su vista se nubló de un segundo al otro. Se sostuvo como pudo de una pared, haciendo muecas de dolor. Era peor que cualquier migraña que Dylan le provocó y no sabía cómo detenerla. 

Ella parpadeó, tratando de aclarar su vista. Frotó sus ojos, comenzando a divisar algo. Observó el patio principal, y cómo su mano blandía una lanza antes de arrojarla. Agachó la cabeza, notando que su ropa se llenó de sangre. Sin embargo, no era su ropa por completo. 

La corbata mal anudada, y la chaqueta de cuero alrededor de sus brazos, le hicieron darse cuenta de la verdad. Ella estaba viendo a través de los ojos de Dylan. 

Macy sacudió la cabeza, consiguiendo salir del trance. Su rostro estaba lleno de lágrimas, y se limpió como pudo. Necesitaba ir al patio principal, y asegurarse que estuviera bien. Estaba preocupada; no quería que nada malo le sucediera. 

—Dylan está herido —murmuró, corriendo hacia la puerta—. Necesito salir de aquí. 

Quentin la sostuvo del brazo, inmovilizándola.
—¿Estás loca? —Gritó, jalándola hacia atrás—. No puedes salir mientras nos estén atacando. 

—¡Dylan está herido! —Exclamó, luchando por liberarse—. Necesito ir a verlo. 

—Él tiene más vidas que un gato. —Quentin bromeó, apretando su agarre—. Lo lastiman a diario en los entrenamientos. Estará bien. 

Macy lo pateó en la entrepierna con fuerza, golpeándolo en el rostro después de liberarse. El corazón le dolía, y tenía un mal presentimiento. Algo malo estaba ocurriendo en el patio, y necesitaba saber qué era. 

—Tengo que salir —avisó, empujando la puerta—. Lo lamento. 

Macy llegó en segundos al patio principal, recordando lo poco que aprendió sobre la velocidad vampira. Observó a Dylan a lo lejos, con la vista fija en el suelo. El resto de guardias estaban dispersos, y corrían dándose órdenes entre ellos. Ninguno parecía prestarle atención a él. 

Macy abrazó a Dylan, aferrándose a su cuerpo con fuerza. Él apenas respondió el gesto, todavía conmocionado con todo lo que ocurrió. Ella lo soltó segundos después, acariciando su rostro en la cercanía. Sus ojos estaban cargados de dolor; como si algo se hubiera roto en su interior. 

—¿Estás bien? —Consultó, dándose cuenta que la sangre comenzaba a manchar su ropa—. ¿Dónde te hirieron?

Dylan relamió sus labios, notando su pulso agitarse. No podía hablar, y no tenía la fuerza suficiente como para alejarse de Macy. Se sentía culpable por el ataque, y deseó poder encerrarse en su habitación. 

—Macy, esta sangre no es mía. —Musitó tras varios segundos, luchando por que no se le quebrara la voz. 

Él giró la cabeza hacia la derecha, señalando el jardín con el mentón. Orión estaba crucificado, y clavaron su cadáver a uno de los árboles del lugar. Sus cuatro patitas fueron cercenadas, y arrojadas en diferentes direcciones. Le habían roto la mandíbula, dejando sus dientes regados en el pasto. 

Macy tuvo fuertes náuseas al ver la escena, pero eso no fue lo peor. El pecho y vientre del cachorro estaban abiertos, y sus vísceras colgaban de ahí. Quien hubiera hecho eso, se ensañó demasiado con el animal. 

Macy volvió a llorar, aferrándose al cuerpo de Dylan. Escondió el rostro en su pecho, sin atreverse a mirar más. A pesar del poco tiempo que pasó con él, ella llegó a querer demasiado a Orión. No comprendió por qué lo atacaron, ni el sadismo del acto. 

—Ya están viniendo a limpiarlo. —Dylan habló bajo, acariciando el cabello de Macy—. Lo sepultaré en la noche. 

Dylan intentó soltarla, pero Macy se aferró más a su cuerpo. Ella no dejaba de llorar, y no sabía qué más hacer. Le dolía el ataque, y creyó que se desmayaría en cualquier momento. Varias moscas empezaban a posarse encima del cuerpo, y el zumbido la aturdió. 

—Voy a conseguir un cajón —Dylan susurró, alejándose—. Le diré a Ethan que te lleve a casa; no es seguro que permanezcas aquí. Podrían volver a atacarnos. 

Macy entrelazó sus dedos con los de él instintivamente, manteniéndolo a su lado. Limpió sus ojos, sorbiendo por la nariz. Observó a Orión una última vez, despidiéndose. Extrañaría jugar con él, y verlo convertirse en dragón. Lo quería como si fuera suyo. 

Ella retrocedió un poco, dándose cuenta que sus zapatos se mancharon de sangre. Llevó la vista al suelo, ahogando un grito. Habían escrito algo con la sangre del animal, y ella terminó pisándolo. 

—Me... Merrick —leyó, relamiendo sus labios—. Merrick. 

Macy ladeó la cabeza, confundida. No sabía si Merrick era alguno de los guardias del castillo, o el autor del asesinato. Sin embargo, comprendió que habían asesinado al cachorro solo para usar su sangre como tinta. 

—¿Quién es Merrick? —Alcanzó a preguntar, sin darse cuenta que lo hizo en voz alta.

—Soy yo. —Dylan respondió seco, soltando su mano—. Merrick es mi nombre real. 


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¡Hola!
Aquí el capítulo 13

¿Qué les pareció? ¿Alguna teoría?

Lamento la demora, pero el trabajo presencial me está consumiendo. Haré lo posible por organizarme y darles un día fijo de actualización. 

No se olviden de votar, comentar y recomendar la historia con sus amigos y amigas para llegar a más personas. 

Les dejo una imagen de Dylan. 


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Les mando un abrazote
Nos leemos pronto

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