CAPÍTULO 12
Macy corrió apenas se reencontró con su padre, abrazándolo con fuerza. Contuvo las ganas de llorar, creyendo que pasó toda una vida desde la última vez que lo vio. Todavía estaba confundida por cómo afrontaría a los demás al ya no ser humana, pero le tranquilizaba tener a su familia a su lado. Ella haría lo posible por mantenerlos a salvo.
Alastair se sorprendió por el gesto, devolviéndole el abrazo a su hija. Sonrió al verla, llevando sus maletas hasta la camioneta. Hacía demasiado calor, y necesitaba volver a casa cuanto antes. Tendría una reunión de trabajo en la tarde, y debía firmar un par de contratos.
—¿Y mamá? —Macy consultó, abriendo la puerta del auto. —¿Por qué no vino?
El hombre negó, aclarándose la garganta.
—Fue a visitar a una prima, pero regresará a casa antes que nosotros lleguemos— sonrió—. Todos te extrañamos.
—Yo también los extrañé —confesó, recostándose en el asiento—. Es bueno volver a la normalidad.
Alastair rio con sus palabras, acomodando el equipaje de su hija en la cajuela. Había pasado tanto tiempo, que ya ni siquiera recordaba cuántas valijas llevó.
—¿Por qué tus maletas pesan tanto? —Consultó, guardando la última. —¿Acaso estás llevándote todas las piedras del campamento?
Macy se encogió de hombros, divertida. Su equipaje era el mismo que cuando se fue, y no comprendió el comentario. No dejó nada en el castillo, y tampoco se llevó algo de ahí. No tenía sentido que pesaran más que antes.
Alastair arrancó, encendiendo el aire acondicionado. No soportaba el calor, y subió el volumen de la radio. Tenía muchas cosas en mente, y no quería perder tiempo en la carretera. Estaba a puertas de cerrar uno de los negocios más grandes de su vida.
—¡Papá! —Macy lo llamó, haciéndose oír sobre la música—. Hay algo importante que necesito contarte.
Él redujo la velocidad, asustado por el tono que su hija usó. Apagó la radio, viéndola por el retrovisor. Ella se notaba preocupada.
—Macy, ¿qué sucedió? —Inquirió, nervioso.
La joven tomó una gran bocanada de aire, recordando la pelea que tuvo con Dylan el día anterior. Su celular estaba arruinado, y ni siquiera consiguió hacerlo cargar. Faltaban dos días para que inicie las clases, y no podía ir sin móvil.
—Tuve un problema con mi teléfono y se rompió— carraspeó, luchando por no enojarse al pensar en el muchacho—. Sé que era nuevo, ¿pero crees que puedas comprarme otro? —Pidió suplicante, juntando ambas manos—. Te prometo que no volverá a suceder.
—¿Se rompió tu celular? —Alastair levantó una ceja, confundido—. Cuando te inscribimos, nos dijeron que cuidarían muy bien tus cosas después de decomisarlas— elevó la voz—. ¿Acaso los inútiles de los instructores fueron los que lo averiaron?
Macy sacudió la cabeza, sin saber qué responder. Le molestó descubrir que él siempre estuvo consciente que la estaba enviando a un campamento militar; pero no le dio importancia. No podía echarle la culpa a Gia y Matthew de lo que Dylan hizo. Los instructores siempre la trataron bien.
—¡Fue mi culpa! —Exclamó—. Se me cayó sobre unas rocas y se partió la pantalla. Pasó media hora antes que llegues a recogerme. —mintió, esperando que sonara creíble.
Macy observó a su padre asentir, y meditar un par de minutos. Le entregó el móvil para que pudiera examinarlo, y suspiró. Ella no tenía dinero suficiente como para comprar uno igual.
—Tengo una reunión de trabajo después de almuerzo, y saldré de viaje en la noche. —Alastair narró, devolviéndole el equipo—. Regreso el próximo viernes. Si quieres, podemos ir ese día.
—¿Te irás de viaje otra vez? —Preguntó, aburrida—. Tú viajas casi todas las semanas, y podría ser peligroso. —titubeó, pensando en los vampiros—. Quizás, sería bueno que descanses un poco.
—Macy, estoy a punto de abrir una sucursal en España; y eso significaría nuestro ingreso al mercado europeo. —Alastair explicó, tranquilo—. Es la oportunidad que la compañía viene esperando por años, y no puedo dejarla pasar. Si quieres, iremos la próxima semana.
La joven rodó los ojos, cruzándose de brazos. Su padre quería más a la aseguradora que creó, que a sus hijos, y bufó. Solo le quedaba hablar con su madre, y esperar que ella quisiera llevarla de compras.
Macy permaneció en silencio el resto del viaje, pensando en cómo fueron sus últimas horas en el castillo. Salvatore obligó a Dylan a llevarla de vuelta, y a escoltarla hasta que sus padres la recogieran. Aunque ambos se negaron, el anciano no aceptó protestas. Su voluntad era inapelable.
Ella escuchó a Dylan hablarle en un par de ocasiones, pero lo ignoró. Él le daba instrucciones sobre cómo continuarían sus lecciones con Salvatore, y Macy pretendió estar dormida. No quería volver a saber de ellos; en especial, porque se dio cuenta que Dylan solo era una marioneta de su padre. Estaba segura que Salvatore fue quien le ordenó seducirla, y que planearon la treta entre los dos. Ambos estaban igual de embarrados, y no perdonaría a ninguno.
Macy bajó del auto del muchacho, dejando su equipaje en el pasto. Tenía mucha más fuerza que antes, y se negó a aceptar la ayuda de Dylan. No quería deberle nada, ni oír su voz. Después de eso, no tenía intención de volver a verlo, y a su padre tampoco.
—¿Quieres dejar esa actitud? —Dylan cuestionó, tomándola del brazo—. Llevo horas hablándote y no has hecho más que ignorarme. Necesito explicarte cómo funcionará todo de ahora en adelante.
—Vuelves a tocarme y te rompo la nariz. —Macy amenazó, soltándose—. Y no tengo nada de qué hablar contigo. Tú mismo dijiste que esto se acabó.
Dylan pasó una mano por su cabello, negando. Aunque él también continuaba incómodo por el incidente en la armería, no podía mostrarse afectado. Ambos tenían misiones importantes, y debían cumplirlas sin importar sus conflictos.
—¿Realmente vas a comportarte como una niña? —Él inquirió, perdiendo la paciencia—. Jamás llegarás lejos permites que tus sentimientos sigan dominándote. Te destruirán en cualquier momento.
Macy se enfureció al escucharlo, retrocediendo un par de pasos. Le parecía increíble que, después de la forma en que la trató el día anterior, pretendiera que conversaran como si fueran amigos. Él ni siquiera se acercó a disculparse por haberla manipulado, y solo quería seguir imponiendo su voluntad. Y ella ya no permitiría que se saliera con la suya.
—Ahora sé por qué tomaste un maldito voto de castidad —Macy espetó, colgándose la mochila—. No debe haber persona en este mundo capaz de soportarte. Apuesto a que ni siquiera a tu padre le agradas.
Dylan la observó alejarse, maldiciendo internamente. No tenía ánimos de explicar el celibato, ni de seguir discutiendo sobre lo mismo. Sacó una botella del asiento delantero de su auto, avanzando hasta plantarse frente a Macy. Le cerró el paso, y sostuvo una de sus manos.
—Que te alcance todo el fin de semana. —Mencionó serio, entregándole la botella—. Nos vemos el lunes. Espero que estés dispuesta a hablar la próxima vez que te vaya a buscar.
Macy fingió una sonrisa, observando el frasco entre sus dedos. Relamió sus labios, sin creer lo que estaba a punto de hacer. A pesar que adoraba la sangre, el orgullo y la ira la cegaron.
La joven arrojó la botella con fuerza, viéndola romperse contra un árbol. El olor se esparció con rapidez, y ella tuvo que contener las ganas de convertirse.
—¡Estás loca! —Dylan gruñó, jalándola—. ¿Te das cuenta lo que acabas de hacer?
—Soy capaz de conseguir mi propia comida. —Macy respondió altanera, cruzándose de brazos—. No quiero nada de ti.
—Sé de lo que eres capaz, y eso me preocupa. —Él se inclinó hacia adelante, molesto—. No quiero que se repita lo del campamento.
—No se repetirá. —Ella se soltó de su agarre, empujándolo con el hombro—. Deberías dejar de subestimarme. Yo no soy una niña.
—Te trataré como una adulta cuando aprendas a comportarte como una. —Dylan caminó de vuelta a su auto, irritado. —Y, por cierto, me debes una botella de sangre.
—Y tú me debes un celular. —Macy le mostró el dedo medio, irritada—. Imbécil.
Ella lo observó alejarse, respirando profundo para calmarse. No tenía ánimos para seguir pensando en él, y se sentó junto a unos árboles. Trató de no llamar la atención de los demás, camuflándose entre sus maletas. No quería encontrarse con ninguno de sus antiguos compañeros.
Los pocos minutos que pasó en el campamento, le ayudaron a darse cuenta que ya no era peligrosa para los demás. El impulso de atacar a alguien desapareció por completo, y solo percibía olores muy leves. A diferencia de algunos vampiros, que sí tenían un aroma muy característico; muchos humanos pasaban desapercibidos.
Macy recordó a los guardias del castillo, sin saber por qué un grupo de ellos olían extraño. A pesar que nunca detectó ese aroma en Dylan o Salvatore, sí permaneció con la duda. Esa fue una de las cosas más extrañas que vivió.
Los ojos de Macy se llenaron de lágrimas cuando llegó a su casa, sin siquiera molestarse en ocultarlo. Corrió hacia su madre, abrazándola. Lilith sonrió, besando la frente de su hija. Le alegró verla feliz.
—Bienvenida, hija. —Mencionó dulce, soltándola—. Parece que te hizo bien el campamento.
—Estuvo genial— mintió, acomodando su cabello—. Pero no vuelvan a enviarme a un lugar como ese.
Lilith rio, cerrando la puerta de la casa. Ayudó a su esposo con las maletas, guiándolos hasta la sala. Hizo un gesto rápido con las manos, llamando a sus hijos. Ellos le prepararon una sorpresa a Macy.
—¡Bienvenida! —Gritó Alyssa, levantando un cartel—. Te extrañamos, hermanita.
Macy se arrodilló, abrazando a sus hermanos. Gadreel le entregó una cajita, sonriéndole. Ella abrió el regalo, viendo un anillo de oro en su interior. Se lo colocó de inmediato, apreciando el diseño de corazón que tenía.
—Gracias —sonrió, acariciando el cabello del pequeño—. Me encanta.
Lilith aguardó un par de minutos, escuchando a sus hijos conversar. Acompañó a Macy de vuelta a su habitación, corriendo las cortinas de su habitación. El sol del mediodía ingresó con fuerza, iluminando la recámara.
—Dejaré que te instales —la mujer sonrió, recostándose sobre la puerta—. Te llamaré cuando el almuerzo esté listo. Falta poco.
Macy asintió, tumbándose sobre la cama. Aunque el colchón que le dieron en el castillo era más cómodo que el suyo, no había nada mejor que volver a echarse ahí.
—De acuerdo —ella sonrió—. Me ducharé antes de bajar.
—Macy —Lilith la llamó, recordando algo más—. ¿Cómo sigues con el dolor de cabeza? —Consultó—. ¿Todavía tienes migrañas?
Ella negó, aliviada de finalmente haberse librado de Dylan.
—Ya estoy mejor. No te preocupes.
—Sabía que era solo estrés. —Lilith giró, cerrando la puerta—. Te dije que el campamento te haría bien.
Macy rio por el comentario de su madre, empezando a desempacar sus cosas. Tomó la maleta más grande, sorprendiéndose al ver su interior. El bestiario que Salvatore le enseñó se encontraba ahí, camuflado entre su ropa. Dylan debió esconderlo cuando cerró la cajuela de su auto, y ella rodó los ojos. Ya no tendría forma de devolverlo.
Ella se sentó en el suelo, colocando el enorme libro entre sus piernas. Era bastante pesado, y comprendió por qué su padre mencionó lo de las piedras en su equipaje. Examinó el ejemplar con cuidado, antes de guardarlo en la parte trasera de su armario. No se sentía lista para leerlo, pero tampoco quería deshacerse de él.
El fin de semana transcurrió con tranquilidad, y Macy se dedicó a prepararse para regresar a clase, ordenando sus cuadernos. Aunque no consiguió salir para comprar otro móvil, aprovechó el tiempo para descansar.
Sin embargo, lo único que le preocupaba, era la sangre. Apenas si pudo tomar un poco de una pechuga de pollo que su madre tenía congelada en el refrigerador, y sabía horrible. La sangre animal no se parecía en nada a la humana, y estaba demasiado diluida como para calmar su apetito. En ese instante, se arrepintió de haber roto la botella que Dylan le dio. Comenzaba a sentirse débil.
Lilith la dejó en la puerta de la escuela, antes de llevar a Alyssa a la suya. Macy esbozó una sonrisa, despidiéndose de su madre. Tenía leves mareos, y la cabeza le daba vueltas. Esperaba conseguir sangre pronto, y saciar su hambre. Creía que se desmayaría en cualquier momento.
—¡MACYYYYYY! —Una voz femenina gritó tras suyo, emocionada—. ¡MACYYYYYY!
Macy dio un pequeño salto, girando para abrazar a Jazmine. La voz de su amiga era inconfundible, y se alegró de volver a verla.
—¡Jazmine! —Exclamó, emocionada—. Siento que pasó una eternidad desde la última vez que te vi.
—Y así fue —la joven rio, dejando su mochila en el piso—. Te escribí todo el verano, pero nunca respondiste.
Macy sacudió la cabeza, recordando que solo usaba el internet del castillo para ver vídeos. No contestó ninguno de los mensajes que tenía pendientes la única vez que se conectó a redes sociales.
—Mis padres me enviaron a un campamento militar. —Ella masculló, incómoda—. Me decomisaron el celular el primer día.
—¿¡Qué!? —Jazmine se escandalizó—. ¿Cómo es posible que te hayan hecho eso, pero no permitieron que fueras con nosotros a la playa?
La joven se encogió de hombros, soltando un respiro. Ella se hacía la misma pregunta, sin lograr comprender la actitud de sus padres. Su vida sería mucho más sencilla si jamás se hubiera aparecido por ese lugar.
—No lo sé, pero no quiero pensar más en eso. —Ladeó la cabeza—. Mejor, cuéntame cómo les fue en el viaje. ¿Qué tal lo pasaron?
—La playa era hermosa, e incluso, mi hermana nos ayudó a subir a un yate y dar un par de vueltas. —Jazmine dio un pequeño salto, emocionada—. Fue el mejor verano que tuve. Te extrañamos demasiado; en especial James.
—¿James me extrañó? —Macy balbuceó, incrédula—. ¿Estás segura de eso?
—No hubo un solo día en que no piense en ti. —Alguien susurró en su oído, colocando una mano en su hombro.
Macy giró, observando a James a escasos centímetros suyos. Él recortó su cabello, dejando apenas un par de rizos rubios. Su piel clara se veía aún más pálida bajo el sol, resaltando sus ojos verdes. Se veía más guapo que el día que salieron de vacaciones.
Ella pasó saliva con dificultad, recordando todas las dudas que tuvo sobre su relación en las últimas semanas. Ni siquiera sabía si continuaban siendo pareja, y resolvió conversar de lo que ocurriría entre ellos. Muchas ideas se mezclaban en su mente, y no sabía a cuál hacerle caso primero.
—James —Macy elevó el rostro, nerviosa—. Llegaste temprano.
—Tenía pensado asistir a clases; pero si quieres me voy y regreso a la salida.
Macy rodó los ojos, riendo por la ironía. Ella hizo un gesto con la mano para que Jazmine se fuera, y poder conversar con tranquilidad. Se dio cuenta que lo que pasó con Dylan fue un error, y se lamentó haberle fallado a James.
—Los dejaré para que hablen —Jazmine captó la indirecta, recogiendo su mochila—. Los veo en el salón.
James ladeó una sonrisa, inclinándose hacia adelante. Sostuvo a Macy del mentón, acercándose a sus labios. Sin embargo, ella sacudió la cabeza, y retrocedió.
—¿Qué sucede? —él consultó bajo, confundido—. ¿Por qué no me quieres besar?
Macy acomodó su cabello, pasando saliva con dificultad. Una pregunta seguía rondando en su mente, y resolvió hacerla. Ella necesitaba arreglar las cosas con él; y se prometió a sí misma no volver a ser infiel. Solo esperaba que James tampoco la hubiera engañado.
—Es que, no nos hemos visto en todo el verano, y me gustaría conversar. —Habló rápido, viéndolo a los ojos—. Saber qué hicimos estos dos meses.
—De acuerdo —James carraspeó—. ¿Qué te gustaría saber?
—¿Por qué no me escribiste en todo el verano? —Cuestionó, aclarándose la garganta—. No me mandaste ni un solo mensaje en estas semanas.
Él frunció el ceño, intrigado. Macy nunca dio la impresión de ser alguien celosa, y le incomodó su reclamo. Ella tampoco le escribió, y él no estaba molesto por eso.
—Dijiste que irías a un campamento, y supuse que no tendrías señal. —Respondió ligero, restándole importancia—. Ayer te llamé tres veces, pero tu teléfono estaba fuera de servicio.
—Tuve un problema con el móvil, pero ese no es el punto. —Ella se cruzó de brazos, haciendo puchero—. Pudiste enviarme, aunque sea, un mensaje diciendo que me extrañabas.
—Macy, ni siquiera pude disfrutar el viaje a la playa porque tú no estabas ahí. —Confesó, inclinándose hacia adelante—. Todos fueron en pareja, y solo deseaba tenerte a mi lado. Te eché demasiado de menos.
Macy se dejó abrazar, confiando en sus palabras. Ella lo quería, y besó sus labios con suavidad. Resolvió dejar sus inseguridades de lado, y sonrió al saber que su relación seguía igual que antes.
—Además, para que veas que sí me acordé de ti, te compré un regalo. —James mencionó, sacando una caja de su bolsillo—. Cuando vi este anillo, pensé en ti y te lo compré. —Sonrió, colocándoselo—. El morado es tu color favorito, ¿verdad?
«Mi color favorito es el azul. —Pensó, sin saber qué responder—. Te lo repetí tres veces el año pasado.»
—Sí, adoro el morado. —Ella fingió una sonrisa, abrazándolo—. Muchas gracias por el obsequio. Me encanta.
James besó dulcemente su mejilla, entrelazando sus dedos con los de ella. Caminaron despacio hasta el salón, sentándose en una de las filas del medio. Las carpetas eran bipersonales, y les permitirían estar juntos el resto de la clase.
Jazmine se acomodó en la mesa delantera, sonriéndoles antes de sacar un cuaderno. Macy suspiró, sintiendo que su vida volvía a la normalidad. Ella terminaría la escuela, y ya no interrogaría a James sobre lo que hizo en el verano. Aunque también le falló, prefería olvidar todo lo ocurrido en el campamento y en el castillo. No seguiría pensando en lo mismo.
Un hombre alto, de aproximadamente treinta y cinco años, ingresó al aula con paso rápido. Se le había hecho tarde, y no quería quedar mal en su primer día de trabajo.
—Alumnos, buenos días. —Saludó, colocando su maletín sobre el escritorio—. Soy el profesor Dimitri Mortoz, y seré su tutor durante este año. —Anunció—. Además, llevarán conmigo los cursos de literatura y desarrollo personal.
Los jóvenes lo saludaron, poniéndose de pie. Volvieron a sentarse cuando el docente lo indicó, y aguardaron atentos sus indicaciones.
—Empezaré pasando la lista, y luego conversaremos sobre cómo trabajaremos durante el año. —Elevó la voz, sacando un lapicero—. Sarah Andersen.
Una chica levantó la mano, gritando presente desde una de las esquinas del salón. Macy aguardó un par de segundos, sabiendo que también era de las primeras en la lista.
—Macy Brancchiatto— la llamó.
—Presente.
Ella bajó el brazo, buscando algo en su cartuchera. Aprovechó los minutos para analizar el anillo que James le dio, notando que tenía lunas grabadas en la parte posterior. Aunque detestaba ese color, el anillo le parecía interesante. Sentía que había algo místico en el dije.
—James Griffins.
—Aquí estoy. —Él respondió, aburrido.
Macy rio con su respuesta, sacando uno de sus cuadernos. Tomó un lapicero rosado de su cartuchera, escribiendo la palabra "Literatura" en la parte superior de la hoja. Aunque era consciente que no solían hacer mucho la primera semana, estaba demasiado acostumbrada a tomar nota de todo lo que los profesores decían.
—Buenos días. —Una voz gruesa saludó desde la entrada, captando la atención de todos—. Me dijeron que este era mi salón.
Macy sintió su corazón detenerse, elevando la mirada. Dylan estaba recostado en el marco de la puerta, usando una chaqueta de cuero encima del uniforme. Tenía la corbata mal anudada, y la camisa por afuera del pantalón. Parecía que se hubiera vestido con la luz apagada.
—¿Quién es usted? —Consultó el profesor, poniéndose de pie.
—Dylan Walsh, me transfirieron hace poco. —Él respondió, entregándole un folder—. Búsqueme en su lista; en la W.
—Sé como se escribe Walsh. —Dimitri masculló, recibiendo el expediente del muchacho. Le irritaba que los alumnos intenten pasarse de listos.
—Entonces compruebe que este es mi salón. —Dylan respondió socarrón. —La secretaria me envió aquí.
El profesor fingió una sonrisa, revisando las listas. Apenas iba por la M, pero constató que el muchacho sí estaba en su salón. Y se lamentó. Daba la impresión de ser problemático.
—Acomódese la corbata antes de entrar—. Ordenó.
Dylan rodó los ojos, gruñendo al obedecerlo. Macy lo siguió con la vista, notando que no había llevado mochila. Lo único que tenía, era una pequeña caja blanca en una de las manos.
Dylan avanzó hasta la parte de atrás, sin dejar de pensar en la discusión que tuvo con Salvatore el día anterior. Todavía no podía creer lo que estaba haciendo, ni que estaría condenado a pasar siete horas al día rodeado de humanos. Aunque su padre le explicó los motivos por los cuales lo enviaba encubierto, él seguía pensando que solo era una forma de castigarlo por el problema que tuvo con Macy.
—Debes estar bromeando —Dylan gruñó bajo, arrojando su uniforme a la cama—. No puedes haberme matriculado en un maldito colegio.
—Yo mismo fui a llevar tus papeles y a hablar con la secretaria para que te admitieran. —Salvatore se sentó en el sillón de la habitación—. Comienzas mañana.
Dylan maldijo, golpeando su armario con el puño. Orión se asustó debido al ruido, y se escondió bajo la cama. Era un cachorro bastante temeroso.
—Abandoné la escuela a los quince —él le recordó, elevando la voz—. ¿Realmente crees que quiero regresar a estas alturas de mi vida?
—Considera esto como una oportunidad para terminar tus estudios. —Salvatore tosió—. Además, necesito que cuides a Macy. Ella no estará segura hasta el día de su coronación.
—Hay trescientos guardias en este castillo; puedes elegir a cualquiera para protegerla. —Dylan pasó una mano por su cabello—. En lo que a mí concierne, ni siquiera me importa lo que ocurra con ella.
—Macy te importa más de lo que tu orgullo es capaz de admitir. —Salvatore respondió burlón, jugando con uno de los anillos que llevaba puestos—. Sabes que no tienes que fingir conmigo.
Dylan se giró hacia el anciano, molesto. Salvatore le prometió que jamás volvería a leer su mente, y negó. Él malinterpretaba las pocas cosas que veía, y ya estaba harto de su actitud.
—¡No estoy fingiendo! —Él elevó la voz—. Y ya me cansé de ser su niñero. Mi lugar está aquí, en el castillo. Mi labor es protegerte; no estudiar historia y matemáticas con un grupo de asquerosos humanos.
—¡Eres el protector del Aka Zaba! —Salvatore exclamó, molesto—. Tu misión es mantener a Macy a salvo.
—Te recuerdo que soy tu protector; no el de ella. Cuando tú dejes el cargo, yo también lo haré. —Dylan bufó—. Además, dudo mucho que Macy me quiera como protector. Apuesto a que lo primero que hará cuando asuma el poder, será echarme del castillo.
Salvatore negó, levantándose del sillón. Aunque su hijo era testarudo, sabía que terminaría obedeciendo. La seguridad de Macy era mucho más importante que los berrinches de Dylan.
—Theo te reemplazará las horas que pases fuera del castillo. —El anciano explicó, dirigiéndose a la puerta—. Espero que traigas a Macy para el almuerzo de mañana.
Dylan resolvió olvidar la pelea con Salvatore, y se sentó detrás de la chica; cruzándose de brazos. La rabia lo corroía, y solo quería irse de ahí. Él detestaba a los humanos, y le parecía irónico que lo hubieran obligado a fingir ser uno de ellos.
Macy giró con disimulo, viéndolo a los ojos. Ella apretó los labios, y contuvo las ganas de abofetearlo frente a todo el salón.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Inquirió, intentando no levantar mucho la voz.
—Escucho la clase de literatura —Dylan respondió seco, señalando el pizarrón—. Deberías hacer lo mismo.
—Tú sabes a lo que me refiero. —Ella masculló, acercándose más a él—. ¿Por qué te transferiste a mi escuela?
—Porque en la mía no usaban uniforme, y realmente tenía ganas de vestirme como un idiota a diario.
Macy apretó los puños, cansada de lo que escuchaba. Estaba harta de su actitud prepotente, y que él se creyera mejor que los demás.
—Deja ya esa maldita obsesión conmigo. —Habló entre dientes, irritada—. ¿Por qué estás tan empeñado en seguirme?
—Porque me gusta saldar mis deudas. —Él sentenció, entregándole la caja que llevó—. Espero que con esto, finalmente me dejes de molestar.
Macy se extrañó, girando en su asiento. Colocó la caja en sus piernas, bajo la mesa. Rasgó con cuidado el papel blanco que la envolvía, sin saber qué habría dentro. Una pequeña nota cayó al suelo, pero no la recogió. Primero quería descubrir qué era eso.
Macy guardó el papel roto en el cajón del escritorio, observando que se trataba de la caja de un celular. Era de último modelo, y apenas había salido en el mercado. Estaba sellado, y parecía que acababa de comprarlo.
Aunque le seguía sorprendiendo que hubiera gastado tanto en el teléfono, Macy no se sintió bien aceptándolo. Cuando ella le reclamó por haber roto el móvil, jamás esperó que le comprara otro nuevo. Se lo iba a devolver.
—¿Por qué me das esto? —Consultó, volteando hacia él—. No lo quiero.
—Porque necesitamos mantenernos en contacto. —Dylan se encogió de hombros—. Además, es eso, o la telepatía. Tú decides.
Macy meditó un par de segundos, prefiriendo aceptar el regalo. Decidió dejar su orgullo de lado por primera vez, y aprovechar que finalmente consiguió un móvil nuevo. Además, aceptarlo no significaba que volvería a caer en las garras de Dylan. Ella todavía no lo perdonaba, y tampoco lo haría solo porque le dio un obsequio.
«Lo tendré, siempre y cuando no me pida algo a cambio. —Pensó con firmeza—. Si quiere que regrese al castillo con él, se lo devolveré.»
Macy sonrió, comenzando a romper el plástico protector con las uñas. Guardó la basura en su mochila, apenas concentrándose en el resto de la clase. La cámara frontal del teléfono era increíble, y se moría por probar la trasera al cambio de hora. Ese móvil era mil veces mejor que el que se rompió.
La joven salió del aula al escuchar el timbre, desconectada de la realidad. Quería regresar a casa, y colocarle la tarjeta SIM. No planeaba cambiar de número, y esperaba sincronizar sus contactos. Además, iría a comprarle un protector y una lámina de vidrio templado para la pantalla. No permitiría que se le rompiera como el anterior.
Una mano la sostuvo con fuerza del brazo, haciéndola detenerse a mitad de pasillo. Macy giró hacia la persona, dándose cuenta que James estaba jalándola. Ella se soltó de su agarre, confundida. No sabía por qué se veía tan molesto.
—¿Me quieres explicar qué es lo que sucede? —Inquirió, viéndola a los ojos.
—De qué estás hablando— ella se encogió de hombros, relamiendo sus labios—. ¿Qué quieres que explique?
James rio con amargura, negando. No comprendía el cinismo de Macy, y se enfureció.
—Primero me hiciste una escena de celos porque no te escribí en todo el verano; y ahora llega un imbécil a regalarte un puto celular. —Elevó la voz, alterado—. ¿Me dirás cómo fue que él rompió el antiguo? —Cuestionó, entregándole la nota que dejó en el piso del salón.
Macy tomó el papel, leyendo lo que decía. Ella se lamentó no haberlo recogido a tiempo, y no supo qué decir.
«Por el que rompí. Tenemos mucho de qué hablar.»
Macy arrugó la nota entre sus dedos, metiéndola en su bolsillo. debía pensar una excusa pronto.
—Escucha, esto es un malentendido. —Intentó explicar, sin tener una mentira lista—. No es lo que crees.
—No, porque ahora irás con él, y se lo devolverás. —Ordenó, tomándola de la muñeca—. No quiero que recibas regalos de nadie más.
Macy se soltó, empujándolo. Varios de los chicos que cruzaban el pasillo se detenían a verlos, y empezó a sonrojarse. No pretendía armar una escena, ni terminar en boca de todos el primer día de clases. James exageraba todo.
—No lo devolveré— sentenció, blandiendo la caja en el aire.— No tienes derecho a pedirme eso. No eres mi padre.
—Pero soy tu novio. —aseveró, irritado—. Y no me parece correcto que...
—¿Qué sucede aquí? —Dylan interrumpió, colocándose al lado de Macy—. ¿Qué es esto?
James se apresuró a arrebatarle la caja a Macy, entregándosela al muchacho. La expresión de superioridad y autosuficiencia en su rostro lo enfureció.
—Macy te devolverá el celular; no lo quiere—. Espetó, entregándole la caja.
—Creo que eso es algo que ella debe decidir por sí misma. —Dylan rio, guardando la caja en la mochila de la chica—. Tú no tienes autoridad sobre Macy.
—No me parece correcto que ella reciba regalos de extraños. —Repitió, apretando los puños. —Ni siquiera te conocemos.
—Ya te he dicho que tú no tienes derecho a opinar por ella. —Dylan lo empujó—. No sabía que regresamos al siglo quince.
James sacudió la cabeza, tirándole un puñetazo en la nariz. Dylan rio por el golpe, apenas sintiéndolo. Él no tenía fuerza, y tampoco sería capaz de vencerlo. A pesar que detestaba esa escuela, le divertía la idea de empezar el año partiéndole la cara a alguien.
—Deberías alejarte de Macy si sabes lo que te conviene. —Dylan amenazó, con una sonrisa ladina. —No te quiero ver cerca de ella.
—Yo soy su novio. —James aseguró, molesto. —El único que sale sobrando aquí, eres tú.
Dylan lo golpeó, viéndolo retroceder un par de pasos. Macy se quedó helada al verlos pelear y chocarse contra los casilleros de la escuela. Sin embargo, eso no se comparaba con la vergüenza que sentía en esos momentos. Casi la mitad de la escuela se reunió alrededor suyo, alentando la pelea. Aunque nadie conocía a Dylan, todas las apuestas estaban sobre él.
Macy intentó detenerlos en dos ocasiones, pero ninguno le hacía caso. Estaban tan sumidos en golpearse, que ni siquiera escuchaban razones. James tenía un ojo morado; y Dylan, el labio roto.
El ruido de un silbato cortó el ambiente, deteniendo la pelea. El entrenador del equipo de básquet se colocó entre Dylan y James, sosteniendo a cada uno del brazo. Dylan intentó soltarse, pero ella lo tomó por el otro brazo, jalándolo. Sabía que el profesor no tendría la fuerza suficiente para contenerlo, y quería evitar otra pelea. Ambos estaban heridos.
—Ustedes tres —sentenció el entrenador, soltándolos—. Están castigados. Pasarán dos horas en detención.
**********************************
Aquí tenemos el capítulo 12
Lamento mucho la demora. Ya comencé a trabajar de forma presencial, y he estado súper ajustada con el tiempo.
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Tienen alguna teoría?
¿Qué opinan de James?
Les dejo esta imagen del cap
Pueden seguirme en mis redes sociales si quieren. Subo mucho contenido y datos curiosos a IG
Nos leemos pronto
Les mando un abrazote
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top