CAPÍTULO 11
La primera noche de Macy en el castillo fue un infierno. Y las que vinieron, también.
La joven despertó entre gritos a mitad de la madrugada, con el pulso acelerado. Los recuerdos volvieron a ella de golpe, repitiendo una y otra vez el momento en que atacó a Rhonda. Cada uno de los sollozos que la chica dio retumbaban en sus oídos, creando en un bucle infinito de lamentos y súplicas. En ese instante, ella no supo qué era peor; si las imágenes, o el sonido.
La puerta de su habitación se abrió de golpe, mostrando a tres miembros de la guardia real. Dylan ingresó tras ellos, creyendo que alguien la estaba atacando. Macy tuvo que explicarles que solo fue una pesadilla, y pidió disculpas por asustarlos. Hacía mucho no sentía tanta vergüenza.
Dylan se quedó un par de horas con ella, ayudándola a tranquilizarse. La dejó poco antes de las cinco de la mañana, y Macy ya no pudo dormir. Corrió las cortinas para observar el amanecer, y disfrutó el paisaje hasta que la llamaron a desayunar. No sabía en qué ciudad estaba el castillo, pero su cuarto tenía una vista maravillosa.
Ella aprovechó que su teléfono había terminado de cargar, y activó el GPS. Realmente tenía curiosidad por conocer la dirección exacta del castillo, y realizó una busca rápida. Macy ahogó un grito, dándose cuenta que solo estaba a tres horas y media de su hogar. Se encontraban en diferentes puntos del mismo estado, y le extrañó lo cerca que siempre estuvieron.
El castillo se ubicaba en el terreno de una vieja escuela abandonada, de la cual, nunca halló información. No habían fotos de estudiantes, ni nombres de algún director o profesor. Lo único que encontró, fue una noticia donde explicaban que un benefactor anónimo lo compró después que clausuraran un hospital que solía estar allí. Sin embargo, no hubo nada más que eso. Era como si estuviera en un sitio fantasma, e intentara averiguar la leyenda urbana tras él.
Macy suspiró, borrando el historial de búsqueda. Bajó antes que fueran a llamarla de nuevo, saludando a Salvatore y a Dylan al llegar. El desayuno transcurrió con tranquilidad, y ella agradeció que nadie tocara el tema de sus pesadillas y gritos nocturnos. No tenía ganas de lidiar con eso.
—¿Es verdad que esto solía ser una escuela? —Macy preguntó de golpe, cuando Salvatore terminó de comer.
—El colegio es solo una fachada para ocultarnos. —Dylan respondió ligero, recostándose en la silla—. ¿O acaso pensaste que construiríamos un castillo de veinte hectáreas a vista de todos los humanos?
Macy entrecerró los ojos, apretando los labios. Él podía hacerla enojar en segundos, y acababa de arruinarle lo poco que comió. Dylan siempre parecía estar a la defensiva.
—Estas tierras siempre le han pertenecido a los vampiros; pero fingimos volver a comprarlas cada cierto tiempo—. Salvatore empezó a explicar—. Cuando asumas como Aka Zaba, las escrituras pasarán a ti.
—Disculpe, ¿qué dijo? —Macy consultó, confundida por las palabras que usó—. ¿Acá qué?
Dylan rio, inclinándose hacia adelante. Macy hacía muecas extrañas cuando no entendía algo, y le divertía su expresión.
—Aka Zaba —repitió lentamente—. Significa elegido, y es el título que llevarás cuando asumas el trono. No solemos usar las palabras "rey" o "reina". —Hizo comillas.
Macy asintió, preguntándose en qué idioma estaría esa frase. Recordó que, cuando Dylan le explicó la división de los vampiros, también usó palabras extrañas. Ella se levantó cuando el chico le hizo una seña con la cabeza, siguiéndolo hasta el patio principal. No comprendía por qué la sacó del comedor, ni tampoco por qué parecía tener tanta prisa.
—Es momento de iniciar con tu entrenamiento —Dylan avisó, deteniéndose a mitad del patio—. Hoy nos enfocaremos en tus transformaciones, y...
—¡Dylan, espera! —Ella lo sostuvo del brazo, interrumpiéndolo—. ¿No podemos ir a otro lugar? —Consultó, bajando la voz y acercándose a él—. A uno más... privado.
—¿Privado? —Él frunció el ceño, soltándose—. ¿Por qué?
—Porque los guardias del segundo piso nos están mirando, y me da vergüenza. —Macy masculló, escaneando el lugar con la vista—. No quiero volver a ponerme agresiva, y dar un espectáculo frente a todas estas personas.
Dylan meditó en silencio un par de segundos, dándose cuenta que tenía razón. Además, sería arriesgado para él obligarla a convertirse con tantos testigos. La guardia real no volvería a tomarlo en serio si observaban cómo ella le daba una paliza.
—Ven conmigo —ordenó, dirigiéndose hacia una de las salidas—. Ya sé a dónde podemos ir.
Macy lo siguió hacia la parte exterior del castillo, caminando a través del jardín. Admiró la belleza de las plantas, divisando un árbol extraño en la parte de atrás. Quiso acercarse a él, pero Dylan la jaló del brazo. Parecía tener apuro en llegar a otro lugar.
El joven la llevó a la armería, aprovechando la amplitud del lugar para practicar. Exigió que los dos guardias que la custodiaban se fueran, cerrando la puerta tras él. La habitación estaba blindada, y no contaba con ventanas. Tendrían la privacidad suficiente para entrenar y gritar sin que los demás sospecharan nada.
Las dos semanas siguientes transcurrieron con rapidez, y los entrenamientos se volvían más sencillos con el pasar de los días. Macy empezó a controlar sus transformaciones, en especial, por la gran cantidad de sangre que le daban. Bebía una copa en en cada comida, además de lo que tomaba durante las prácticas. Sus dos naturalezas iniciaban a convivir, y eso le gustaba.
Sin embargo, lo que más le enorgullecía, era poder oler la sangre sin convertirse ni querer atacar. Aunque Dylan la provocaba constantemente, ella ya no reaccionaba ante el aroma. Él tenía métodos de enseñanza raros y extremistas, pero terminaban siendo efectivos. Si no fuera por su ayuda, jamás habría conseguido mejorar.
Macy ya había establecido un horario, y mantenía su día ocupado por completo. Después de pasar toda la mañana con Dylan, conversaba con Salvatore. El anciano era bastante carismático, y le generaba mucha confianza. Ambos evitaban el tema del reino, y hablaban de cualquier cosa que se les ocurriera. Desde su película favorita, hasta las comidas que odiaban. Salvatore era como el padre que siempre deseó.
Alastair era un hombre serio, más enfocado en su trabajo que en su familia. Ni él ni Lilith solían ser muy cariñosos con Macy, o preocuparse por lo que le ocurría. Para ellos, lo más importante siempre fue tener hijos perfectos. Buenas notas en la escuela, y un diploma de mérito al terminar el año. Ni siquiera les importaba si aprendía o no; mientras tuviera un certificado como la primera de su clase, todo estaría bien.
Macy disfrutaba sus charlas con Salvatore, antes de salir de su oficina, y escabullirse por los pasillos. Avanzaba sigilosamente hacia el balcón del segundo piso, sentándose cerca del barandal. Ella pasaba el resto de la tarde observando a Dylan entrenar con la guardia, sintiendo una extraña fascinación por él. Era intrigante verlo actuar como un general.
Sus días avanzaban de forma normal, y empezaba a acostumbrarse al resto de personas con las que convivía. No obstante, su verdadero problema llegaba en las noches. Tenía pesadillas constantemente con Rhonda, y no dejaba de recordar el instante en que la mató. Aunque no lo dijera, la culpa la corroía por dentro y no la dejaba tranquila. Las madrugadas empeoraban cada vez más.
Ella se despertaba cubierta de lágrimas, sin siquiera poder respirar. Hacía lo posible por calmarse, pero no podía. No conseguía lidiar por sí misma con el dolor de lo que hizo, y buscaba a Dylan a mitad de la madrugada. Aunque no conversaban, él le permitía dormir en su cama, mientras se quedaba en el sillón. Macy se sentía segura cuando lo tenía cerca.
—¿Estás dormido? —Ella preguntó, asomándose por la puerta—. ¿Puedo pasar?
—Todas las noches me preguntas lo mismo, y todas las noches te digo que a esta hora leo. —Dylan respondió aburrido, sin verla—. Entra si quieres.
Macy rio bajo, cerrando la puerta con sigilo. Avanzó hasta la cama, teniendo cuidado de no despertar al cachorro. Orión dormía cerca de la ventana, y parecía no molestarle que la luz continuara encendida. Ella se cruzó de piernas, deseando una vez más un televisor.
—Son las tres de la mañana; no creo que sea buena hora para leer. —Macy bromeó tras varios minutos—. ¿Acaso nunca descansas?
—Entreno todo el día contigo, y luego con la guardia real. —Él cambió de página—. Después hago entre cinco y seis horas de rondas por el patio principal. Este es el único momento libre que tengo.
Macy soltó una leve risa, cruzándose de piernas. A pesar de la serenidad que mostraba, sospechaba que Dylan debía estar realmente estresado. Aunque no necesitaran dormir, el solo hecho de hacer tantas cosas le parecía abrumador.
—Deberías tomarte unas vacaciones —sugirió, aclarándose la garganta—. Podrías viajar, o pasar una semana lejos del castillo. Yo regresaré mañana a mi casa, pero...
—Macy, dije que permitiría que te quedes aquí, si te mantenías en silencio. —Dylan elevó el rostro, interrumpiéndola—. Una palabra más, y te pondré a entrenar ahora mismo.
La joven sintió su rostro enrojecerse, desviando la mirada. Ella no pretendía molestarlo, pero se cansaba de estar tanto tiempo sin hablar. En todas las noches que pasaron juntos, no se dijeron más que tres o cuatro oraciones.
—Lo lamento —Macy musitó—. Es que, se me quitó el sueño, y ya no quiero dormir. Sabes que las pesadillas no han dejado de torturarme, y oigo gritos cada vez que cierro los ojos. Sobrellevar la culpa es más difícil de lo que creí.
Dylan soltó un breve suspiro, cerrando su libro. Sabía que Macy no se callaría a menos que conversara con ella, y resolvió hacerle caso. Iba en la parte más interesante de la historia, pero no le quedaba más que posponer su lectura hasta el día siguiente.
—¿Te gustaría hablar de eso? —Consultó, viéndola a los ojos—. ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?
Macy comenzó a llorar, escondiendo su rostro entre sus manos. El pecho le dolía y comenzó a sentir escalofríos. Los nervios la embargaron, y se sintió peor que en otras ocasiones.
—Dylan, ya no puedo con esto. Ya no puedo más con la culpa —sollozó, ahogándose con sus palabras—. La imagen de Rhonda sigue presente en mi mente, y me odio a mí misma por lo que hice. Ella era inocente, y yo acabé con su vida como si no valiera nada...
Macy lloró con más fuerza, dejando salir todo lo que reprimió por días. Le ardía el alma, y rogaba por conseguir olvidar esa sensación. Si no lo hacía, terminaría enloqueciendo en cualquier momento.
Dylan subió a su cama, tomándola por los hombros. Le desesperaba verla llorar con tanta fuerza, y no supo qué decir. Ella lo abrazó, y él la protegió con su cuerpo. Jamás creyó que Macy demoraría tanto en superar lo que hizo.
—Tranquila —musitó, acariciando su cabello—. Todo pasará muy pronto, lo prometo.
Macy talló sus ojos, sin dejar de sollozar. Permaneció en la misma posición por casi una hora, antes que se soltara. Se acurrucó en la cama, notando que el cachorro había subido también. Ella lo abrazó, quedándose dormida al lado de Orión.
Dylan dejó la habitación apenas amaneció, después de estar el resto de la madrugada en el sillón. Le pidió a uno de los guardias despertar a Macy para el desayuno, mientras él ayudaba a Salvatore. La condición de su padre empeoraba cada día más, y temía que su sistema comience a fallar. Las pociones de Ethan eran menos efectivas, y la sangre ya no lo ayudaba. El veneno de Perso era demasiado potente.
Macy se duchó antes de bajar al comedor, agradeciendo que sus ojos no se vieran hinchados. Ella empezó a guardar algunas de sus cosas en las maletas, preparándose para decir adiós. Su tiempo había terminado, y necesitaría pedirle a Salvatore que la lleve de vuelta al estado en que se encontraba el campamento.
—Los extrañaré mucho mañana —Macy comentó después de sentarse a la mesa—. Comenzaba a acostumbrarme a estar aquí, pero ya me debo ir.
—¿Irte? —Salvatore se inquietó, levantando una ceja—. Macy, este es tu hogar. No es necesario que te vayas.
—Se supone que mañana termina el campamento, y mis padres irán a recogerme. Ellos no saben nada de esto, y se preocuparán si descubren que me fui de ahí. —Ella relamió sus labios—. Además, el lunes comienzan las clases, y debo prepararme para volver a la escuela. Es mi último año.
—El colegio es una pérdida de tiempo —Dylan masculló, mordiendo un trozo de pan—. Déjalo; no necesitas estudiar.
—¡Pero yo quiero estudiar, y voy a terminar la secundaria! —Macy elevó la voz, sintiendo sus colmillos bajar—. No sé qué estarás pensando, pero yo me graduaré...
—¡Basta ya! —Salvatore elevó la voz, golpeando la mesa con la mano—. No estoy de humor para escucharlos pelear como si fueran niños.
Macy rodó los ojos, prefiriendo terminar su desayuno en silencio. No esperaba esa respuesta por parte de Salvatore, y necesitaba convencerlo de dejarla ir. Ella quería volver a ver a su familia.
—Macy —Salvatore la llamó, bebiendo un sorbo de sangre—. Tú sabes lo importante que eres para nosotros, y lo poco que hemos conversado sobre tu verdadera misión. Es por eso que te propongo un trato. Si te quedas a vivir aquí, permitiré que termines la escuela. Te llevarán y recogerán a diario, y tendré tiempo para instruirte en las tardes. —Sonrió—. ¿Qué dices?
La joven dio un largo trago a su copa, ordenando las palabras en su mente. Él era un hombre comprensivo, y sabía que la entendería si le explicaba lo que pensaba.
—Salvatore, me gustaría aceptar tu propuesta, pero no puedo. —Ella se inclinó hacia adelante—. Mis padres no saben nada, y son bastante estrictos. No estarán felices con la idea de que me mudaré con unos desconocidos.
Salvatore fingió una sonrisa, maldiciendo internamente. Macy era demasiado testaruda, pero necesitaba llegar a algún acuerdo con ella. Por mucho que la necesitara, no podía retenerla en contra de su voluntad.
—Invéntales alguna excusa; es peligroso que te quedes en tu casa. —Él mencionó tras varios minutos—. ¿Por qué no les dices que te enamoraste de Dylan y te irás a vivir con él? —Sugirió, encogiéndose de hombros—. Él parece de tu edad, y cada vez se vuelve más común que los jóvenes vivan juntos sin...
Un estruendo lo interrumpió, llevando la atención a su hijo. Dylan acababa de romper la copa que tenía en la mano, y los cristales estaban regados por toda la mesa. La sangre se esparció con rapidez, ensuciando el mantel y los individuales.
Una joven de cabello rubio se acercó a limpiar después que Dylan se levantó, recogiendo cada pedazo de la copa. El muchacho silbó para que Orión dejara de lamer la sangre que cayó al piso, y volviera a su lado.
—Te veo en la armería—. Él masculló irritado, arrancándose un vidrio del meñique—. No demores.
Macy lo observó extrañada, sin comprender su reacción. Notó la incomodidad y enfado en su rostro, pero no pudo explicarse el por qué. Dylan siempre actuaba raro con respecto a ciertas cosas.
—No creo que eso funcione —Ella respondió finalmente, regresando a la realidad—. Mis padres no me dejan tener novio, y tampoco les gusta verme cerca de ningún chico. —Suspiró—. Son bastante difíciles. Jamás aceptarían que me vaya con Dylan; serían capaces de venirme a buscar.
Salvatore se aclaró la garganta para continuar; pero un fuerte dolor en el pecho, lo detuvo. Empezó a toser con fuerza, luchando por respirar. El veneno de Perso se expandió a sus pulmones, y se ahogaba constantemente.
—Macy, falta muy poco para que sea tu turno de asumir el poder, y necesito saber que dejo mi pueblo en buenas manos. —Él carraspeó, esforzándose para que no se le corte la voz—. Decidí no abrumarte estas semanas para priorizar tu entrenamiento con Dylan, pero es momento que comience a instruirte sobre cómo reinar.
Ella se levantó, dando leves palmaditas en la espalda del anciano. Él parecía ahogarse con su propia saliva, pero consiguió tranquilizarse tras varios segundos. Era la primera vez que veía un vampiro enfermo. Dylan siempre repetía que ellos eran inmunes a cualquier mal.
—Salvatore, yo sigo creyendo que lo mejor sería que eligieran a alguien más. —Macy susurró, entregándole un vaso de agua—. Quizás alguno de tus hijos mayores, o tus nietos estarían dispuestos a asumir el trono. Yo no me siento capaz de hacerlo.
—Macy, el oráculo te eligió a ti, y nadie más podrá ocupar ese lugar. —Salvatore se aclaró la garganta, bajando la voz—. La única forma en que podrías librarte de esto, sería muriendo. Solo así la profecía se transferiría a alguien más.
Macy pasó saliva con dificultad, creyendo que debía estar bromeando. Ella quiso preguntarle sobre lo que dijo, pero Salvatore volvió a ahogarse, tosiendo con más fuerza que la primera vez. No conseguía respirar, y su rostro se tornó rojo. Macy gritó por ayuda, sin saber qué más hacer. Sintió pena del anciano, y decidió obedecerlo. Aunque tuviera que enfrentarse a sus padres, cumpliría con la voluntad de Salvatore.
—Dame un mes —pidió, abanicándolo con las manos—. Viviré un mes más con mi familia, y luego buscaré una excusa para venir aquí. Lo prometo.
Salvatore asintió, todavía luchando por tomar un poco de agua. Dos miembros de la guardia real lo levantaron en sus brazos, seguidos por un muchacho de cabello castaño. Era el mismo chico que ella vio días atrás, y sus ojos se conectaron un par de segundos. Él se fue antes que Macy pudiera decir palabra, pero sí alcanzó a notar algo. No era un vampiro; su aroma le indicaba que pertenecía a cualquier otra especie.
Macy avanzó hacia la armería, sin dejar de pensar en Salvatore. Demoró en asimilar lo que sucedió, esperando que no se pusiera peor mientras entrenaba. Él le agradaba, pero no era lo único que rondaba su cabeza. Tendría que cumplir la promesa que le hizo.
Ella llegó al lugar, tocando la puerta para que Dylan le abriera. Intentó relajarse, pero otro pensamiento azotó su mente. Estaba a punto de recibir su última lección con el chico y, aunque le costaba admitirlo, lo iba a extrañar.
—Te pedí que no demoraras —Dylan la regañó, sacando al cachorro de la armería—. Necesitamos enfocarnos en algo muy importante si es que tienes planeado regresar a la escuela. —Carraspeó—. Te enojas con demasiada facilidad, y eso hace que te conviertas. Hay que trabajar en tu manejo emocional.
Macy sacudió la cabeza, sentándose junto a las lanzas. La imagen de Salvatore ahogándose seguí presente en su memoria, y quiso descansar. Estuvo tentada a contarle a Dylan lo que ocurrió, pero prefirió hacerlo cuando terminase su lección. Quizás él seguía molesto por el incidente de la copa, y no deseaba una discusión entre ellos.
—¿No podemos esperar diez minutos? —Consultó, acomodando su cabello en una cola—. Acabo de desayunar.
—De acuerdo. —Dylan rio, acomodándose a su lado—. Conversemos sobre las reglas hasta eso. ¿Cuál es la primera regla de los vampiros? —Preguntó.
—No sabía que me tomarías un examen —ella rio, comenzando a relajarse—. Pero es nunca mostrarse ante un humano; sin importar si es un amigo o familiar. Jamás debemos revelar nuestra verdadera identidad. —respondió tras varios segundos.
—Bien —él asintió—. Parece que has estado estudiando.
Macy esbozó una sonrisa, sosteniendo la mano derecha del chico. Observó las pequeñas cicatrices que los vidrios causaron, pasando un dedo sobre estas. Habían desaparecido casi por completo, siendo apenas visibles. Ella quiso preguntarle por qué reaccionó así, pero Dylan se soltó de su agarre con incomodidad.
—¿Cuál es la segunda regla? —Continuó preguntando, separándose un poco de ella.
Macy captó la indirecta, resolviendo dejar ese tema de lado. No estaba de ánimos como para discutir.
—No convertir a los humanos —ella repitió de memoria—. Las mordidas solo están permitidas en cacerías, y siempre se debe dejar secas a las víctimas. —Rodó los ojos—. Por cierto, ¿qué significa "dejar seco" a alguien? —Hizo comillas—. Nunca me quisiste explicar.
Dylan fingió una sonrisa, sintiendo que a Macy no le gustaría la respuesta que le daría. Ambos tenían formas muy diferentes de pensar.
—Significa que bebemos hasta la última gota de su sangre; no dejamos nada. —Habló bajo—. Basta que quede una pequeña cantidad de sangre, para que la persona sobreviva y se convierta. Y nosotros no podemos permitir eso. —Carraspeó—. Además, algunos no reaccionan bien por el veneno, y sería extraño explicar la causa de muerte debido a la herida en el cuello.
Macy se asqueo con su respuesta, negando.
—¿En serio prefieren matar a los demás, en lugar de permitir que se conviertan? —Inquirió.
—Nosotros cuidamos mucho el linaje del cual venimos. Nuestro origen y apellido lo es todo. —Dylan ladeó la cabeza—. Los purasangre son mejores que los divididos y los mordidos. —Murmuró—. Siempre ha sido así, y es algo a lo que te vas a tener que acostumbrar. Debes respetar las jerarquías; aquí no tratamos a todos por igual.
—Qué ironía que su próxima reina sea una mordida. —Ella masculló indignada—. Ya veremos dónde queda su clasismo después de todo esto.
Dylan esbozó una sonrisa, dándose cuenta que Macy comenzaba a considerarse a sí misma parte de los vampiros. Se puso de pie, ayudándola a hacer lo mismo. Tomó dos de las lanzas que usaba para practicar con la guardia, entregándole una a ella. Prefería cambiar de tema, e iniciar con la lección de una vez.
—Ya descansamos bastante.— Anunció—. Yo te atacaré con la lanza, y tú tratarás de defenderte. Te haré enojar, y luego deberás convertirte en humana cuando lo ordene. ¿Está claro? —Inquirió.
Macy levantó una ceja, rodando los ojos por el tono mandón que usó. Prefirió empezar con el entrenamiento, y no enojarse por los comentarios fuera de lugar de Dylan. Lo único que esperaba, era que Salvatore no tuviera la misma forma de pensar que su hijo.
—No puedo creer lo pesadas que son estas cosas —musitó después de un breve silencio, luchando porque no se le cayera—. Tú lo haces ver tan fácil.
Dylan rozó el mentón de Macy con la punta de la lanza, elevándolo. La miró fijamente a los ojos, divirtiéndose por su expresión desconcertada.
—¿Finalmente admitirás que me espiabas durante los entrenamientos? —Cuestionó, ladeando una sonrisa—. Porque créeme que siempre pude notar tu presencia, oculta en los pasillos del segundo piso. No eres tan discreta como pensabas.
—Salvatore decía que no podías concentrarte conmigo cerca. —Respondió altanera, golpeando la lanza para alejarla de ella—. Creo que te pongo nervioso.
—Salvatore solo ve lo que quiere ver —él rio, girando el arma entre sus dedos—. No tomes tan literal todo lo que dice.
Dylan no esperó respuesta, y la golpeó en la parte posterior de las piernas. Macy cayó de espaldas, maldiciendo a gritos. Escuchó un ruido extraño, recordando que tenía el celular en el bolsillo trasero del pantalón. Ella alcanzó a sacarlo antes que Dylan la atacara de nuevo, notando que su pantalla se hizo añicos. El móvil ya ni siquiera encendía.
Macy lo tiró hacia un costado, enfurecida porque el teléfono era nuevo. Trató de luchar contra el chico usando la vara, pero él consiguió desarmarla en segundos. Dylan se abalanzó sobre ella, atrapándola bajo su cuerpo. Colocó la lanza de forma transversal contra su pecho, viéndola luchar por liberarse. Macy arañaba sus muñecas para lograr que la libere, pero sus esfuerzos eran vanos. Él no la iba a soltar.
—No puedo respirar —ella carraspeó, luchando por conseguir aire—. Déjame ir.
—Es tiempo —Dylan se sentó sobre su centro, inclinándose hacia adelante—. Conviértete en humana. Contrae los colmillos.
Macy negó, sacudiéndose bajo él. Apenas si comprendió sus palabras, y creyó que quería lastimarla de verdad.
—¡Quítate! —Ordenó, logrando deshacerse de la lanza—. ¡Necesito sentarme!
—No me moveré hasta que vea tus colmillos desaparecer. —Dylan rio, sosteniendo las muñecas de Macy por encima de su cabeza—. Hazlo y daremos por terminado el entrenamiento.
—¡Quítate o te muerdo! —Ella amenazó, cansada de ver su estúpida expresión—. ¡Déjame ya!
—Inténtalo —él la retó—. Apuesto a que ni siquiera serías capaz de jalarme el cabello.
Macy respiró profundo, aprovechando que ya no estaba la lanza entre ellos. Aguardó un par de segundos, preparándose para cumplir su amenaza. Borraría la sonrisa de satisfacción en su rostro.
Macy giró con rapidez, dejando a Dylan bajo suyo. Llevó los labios a su cuello antes que él pudiera reaccionar, mordiéndolo al instante. Su boca se llenó de sangre, dándose cuenta de lo deliciosa que sabía. No era como la sangre humana que tomaba a diario. La de él era más dulce, y mucho más adictiva. Ya no le importaba el entrenamiento; solo deseaba beber un poco más.
Ella continuó en la misma posición por varios minutos, notando que él también acababa de morderla. Sin embargo, ya no sintió dolor; sino placer. El succionar la sangre de Dylan, y saber que él hacía lo mismo con ella, la excitó.
Macy buscó sus labios, besándolo con pasión. Ya no le importaba si él volvía a rechazarla, o si las cosas se tornaban incómodas. Lo único que deseaba era probar sus labios, y le sorprendió que él le correspondiera. Dylan la besaba con desesperación, y ella comenzó a frotarse contra él. Ambos estaban consumidos por el deseo.
Dylan volvió a girar, disfrutando tenerla en esa posición. Observó los labios de Macy llenos de sangre, inclinándose hacia adelante. Pasó la lengua lentamente sobre ellos, limpiando cada gota que quedó. Su mente se nubló, y solo podía pensar en lo hermosa que se veía con el rostro manchado de sangre. En ese instante, ya no era capaz de contenerse.
Macy soltó un leve jadeo al sentir la lengua de Dylan, estirando los brazos para tomar su camiseta. Se la quitó con rapidez, antes de quitarse la suya también. Pasó un dedo por su cuerpo definido, estirándose para lamer las gotas de sangre que cayeron por su hombro. Aunque ya había visto su torso desnudo durante los entrenamientos con la guardia, creyó que era aún más guapo en la cercanía.
Dylan le quitó el sujetador, apreciando los senos firmes de Macy. La empujó con fuerza, dando pequeños besos en su abdomen antes de llegar a ellos. Los lamió con suavidad, disfrutando por fin probar su piel. Aunque le costaba admitirlo, había fantasiado con ese momento desde el día que la mordió.
—Dylan —ella gimió, sintiendo la erección del chico crecer—. Dylan.
El joven se detuvo de golpe, como si le hubieran tirado una cubeta de agua fría. Escuchar su nombre lo hizo reaccionar, y se puso de pie. Sacudió la cabeza, regresando a la realidad por completo.
—Macy, espera. —Balbuceó, recogiendo su ropa—. Esto no puede pasar.
—Yo no soy virgen —ella soltó de golpe, besándolo de nuevo—. Puedes ser rudo si quieres, no me vas a lastimar. —susurró, jugando con su lengua.
Dylan negó, separándose de ella. Retrocedió un par de pasos, todavía confundido.
—Macy, esto está mal. —Repitió, contrariado—. Lo lamento, pero no puedo tener sexo contigo. No está bien.
—¿Por qué no está bien? —Inquirió, tomándolo de la mano—. Yo quiero hacer esto, y sé que tú también. Lo pude sentir. ¿Acaso no te gusto? —Preguntó—. ¿Es que no te parezco atractiva?
—Macy, esto no puede pasar porque yo tengo un voto de celibato—. Dylan elevó la voz, aturdido con sus preguntas—. No importa lo que sintamos; no romperé la promesa que hice.
Macy se heló con sus palabras, sin creer lo que oía. Esa debía ser una broma de pésimo gusto.
—¿Celibato? —Cuestionó entre titubeos—. ¿Eres un sacerdote o algo así?
Dylan negó, sintiendo todo volverse más y más complicado.
—Es por mi puesto como protector. —Mintió, sin querer decir el verdadero motivo por el cual tomó el voto—. Es por eso que lo nuestro no puede pasar. Ni hoy, ni nunca.
Macy desvió el rostro, confundida y asqueada. Muchas preguntas llegaron a su mente, y ya no sabía qué pensar. Recordó las veces que repitió que su misión no incluía el sexo, y empezó a tener sentido su reacción del desayuno. Sin embargo, eso no explicaba la fotografía que guardaba recelosamente en su mesa de noche. Él ocultaba algo.
—¿Y qué hay de tu novia? —Inquirió, cruzándose de brazos—. ¿Acaso a ella también la rechazas con excusas como esta?
—¿Novia? —Dylan frunció el ceño—. ¿De qué novia estás hablando? Yo no salgo con nadie; lo del voto es real. No son excusas.
—Tu novia, la chica de la foto. —Macy entrecerró los ojos, luchando por acordarse el nombre que leyó en el reverso—. Alehna —concluyó.
Dylan se enfureció al escucharla, y la sostuvo por el cuello, impidiendo que se moviera. Macy no tenía derecho a cuestionarlo sobre ella.
—En primer lugar, no vuelvas a revisar mis cosas. —Advirtió, irritado—. Y, en segundo lugar, no te atrevas a mencionar el nombre de Alehna de nuevo. —Gruñó—. El entrenamiento terminó.
Dylan la soltó, terminando de cambiarse. Recogió las lanzas del suelo, dejando todo en su lugar. La cabeza le daba vueltas, comprendiendo el grave error que cometió. Debió haber detenido a Macy cuando lo besó, y evitar que lo suyo continuara. No podía arruinar las cosas con ella, pero tampoco estaba dispuesto a romper el juramento que hizo hacía cien años.
Macy recogió su sujetador, arreglándose la ropa como pudo. El rostro le ardía de la vergüenza, sin terminar de comprender lo que ocurrió. Breves memorias regresaron a ella, recordando el instante en que la mordió. Dylan siempre se burló de ella.
—¡Espera! —Macy gritó, jalándolo del brazo—. Si siempre tuviste este maldito voto de castidad, ¿por qué me sedujiste cuando estábamos en el claro? —Inquirió, sintiéndose sucia—. ¿Por qué jugaste conmigo todo este tiempo?
—¡Porque no tuve otra opción! —Dylan explotó, girando hacia ella—. De haber sabido toda la verdad, ¿te habrías dejado morder? ¿O habrías huido de esto? —Cuestionó a gritos—. ¿Habrías aceptado de saber lo que te espera cuando asumas el trono? ¿Habrías podido con la verdad?
—Tú no tenías ningún derecho a decidir eso por mí. —Macy lo abofeteó con fuerza. —Hubiera preferido la cruda verdad, antes que ilusionarme con tus malditas mentiras.
Dylan notó que ella lo golpeó de nuevo, pero no hizo nada por evitarlo. Acababa de arruinar todo lo que logró por meses, y no tenía idea de cómo solucionarlo. Por primera vez, en mucho tiempo, sentía que se hundía en un pozo que él mismo cavó. Y no sabía cómo salir de ahí.
Macy se dio cuenta que los ojos se le llenaron de lágrimas, y sacudió la cabeza. Se sentía estúpida y utilizada; y que Dylan y Salvatore solo la utilizaron desde que la conocieron. Ella se quitó la cadena de mariposa que él le regaló, decidida a olvidar todas las promesas que hizo. No quería volver a escuchar la palabra vampiro en lo que le quedaba de vida.
—Eres un monstruo— gritó, arrojándole el collar a la cara—. Y te odio.
—El sentimiento es mutuo. —Dylan masculló, recogiendo la cadena—. He detestado cada maldito segundo que me obligaron a pasar a tu lado, pero ya no más. Esto se acabó.
*************************
¡Hola!
¡Finalmente tenemos el capítulo 11!
¿Qué les pareció? ¿Alguna teoría?
Déjenla aquí 👇👇
Además, les dejo esta pequeña imagen del capítulo
Aquí mis redes sociales, por si quieren seguirme
Les mando un abrazote
Nos leemos pronto
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top