CAPÍTULO 10
—¿Por qué no me dijiste que Macy no sabía nada? —Salvatore inquirió, cerrando la puerta de su oficina.
—Porque no creí que fueras a llamarla heredera a mitad de almuerzo. —Dylan bufó, pasando una mano por su cabello. —Casi se desmaya cuando te escuchó.
Salvatore caminó en círculos, conteniendo su enfado. El tiempo se le acababa y no podían cometer errores. No se arriesgaría a perder a Macy por el descuido de su hijo. A esas alturas, un paso en falso sería letal.
—Entonces, ¿por qué la trajiste aquí si todavía no estaba lista? —Cuestionó—. ¿Cómo accedió a venir si no estaba consciente de toda la verdad?
—Porque mató a uno de sus compañeros; no podíamos seguir en el claro. —Dylan masculló, acercándose a él—. Este es el único lugar seguro que existe para ella. Necesito terminar de entrenarla antes que ataque a otra persona.
—Mierda —murmuró Salvatore, dirigiéndose a su escritorio—. ¿Alguien la vio? ¿Dejó testigos?
—No, por suerte, nadie la vio. —Dylan se aclaró la garganta—. Gia y Matthew se encargaron de la situación. Ellos se van a deshacer del cuerpo.
Salvatore asintió, empezando a tranquilizarse. Hacía meses que las cosas estaban tensas con el concejo vampiro, y todo empeoraría si descubrían que Macy rompió su regla más importante. Los ancianos no perdonarían ninguna equivocación cometida por ella; sobretodo, porque no creían en su capacidad para ser la siguiente Aka Zaba. Ellos no confiaban en el juicio de una menor de diecisiete años.
Salvatore se sirvió una copa de sangre, planeando bien su siguiente movimiento. Le consultó a Dylan qué tanto le contó a Macy, decepcionándose con su respuesta. Su hijo estaba retrasando todo.
—Iré a ver a Macy —avisó, terminando de beber—. Vuelve a tu puesto en el frente, ya hablaremos después sobre lo que haremos con esto. —Sentenció—. Tengo una nueva misión para ti, y esta deberás hacerla bien.
Dylan asintió, retirándose del estudio en pose solemne. Tomó una lanza, blandiéndola entre sus dedos hasta llegar al patio principal del castillo. Él soltó un largo suspiro, intrigado por la misión que Salvatore mencionó. No quería decepcionarlo, pero tenía miedo de lo que le diría. Últimamente, su padre no pensaba con la misma claridad de antes.
Macy salió en silencio de su habitación; todavía dudando sobre si quedarse, o no, en la casa de dos desconocidos. Ella era consciente que no tenía otro lugar al cual ir, y todavía dependía de Dylan para controlar sus impulsos. En ese instante, su vida era un desastre, y solo quería llorar. Jamás debió aceptar que él la mordiera.
Macy sorbió por la nariz, caminando por los largos pasillos del castillo. Tenía demasiadas cosas en qué pensar, y resolvió buscar el jardín. Quería analizar todo lo que le ocurría, pero la belleza del lugar le impedía concentrarse en cualquier cosa que no fuera la decoración. Entre los cuadros, las armaduras, y los enormes candelabros colgando del techo, el resto del mundo parecía perder importancia.
Sin embargo, lo que más captó su atención, fue la cantidad de seguridad que había. Guardias se erguían en cada esquina, portando lanzas y escudos. Todos mantenían una posición firme, y daban la impresión de estar listos para atacar en cualquier momento. Por un segundo, se sintió como en una película medieval.
Macy se perdió un par de veces, antes de salir al balcón del segundo piso. Tuvo un ligero déjà vu mientras recorría el lugar, sin explicarse el porqué. Ella sabía que era la primera vez que estaba ahí, pero algo dentro suyo le daba una rara sensación de familiaridad. Las cosas se ponían más extrañas con cada minuto que pasaba.
La joven se recostó sobre el barandal, observando a un grupo de guardias formar en el patio principal. Se ordenaron en seis columnas paralelas, y mantuvieron la mirada en alto mientras Dylan caminaba entre ellos. Él blandía una lanza, dando órdenes sobre cómo atacarían.
Macy vio el entrenamiento por más de veinte minutos, sin despegar los ojos de Dylan. Notó gotas de sudor caer de su frente debido al esfuerzo, y las venas de sus brazos marcarse cada vez que golpeaba a alguno de los guardias. Él se enfrentaba a ellos como si estuvieran en un combate real, y les daba consejos para mejorar su ataque y defensa. Aunque Macy siempre detestó que fuera tan mandón con ella, disfrutaba verlo comandar todo un ejército.
—Dylan es el mejor instructor que el castillo ha tenido en mucho tiempo. —Salvatore habló fuerte, deteniéndose al lado suyo—. La guardia ha mejorado bastante desde que está bajo su tutela.
Macy se sobresaltó al escucharlo, haciendo una reverencia. No sabía cómo actuar en su presencia.
—Señor, buenas tardes. —Ella elevó el rostro—. No lo oí llegar.
Salvatore rio con su reacción, sacudiendo la cabeza. Macy estaba demasiado tensa, y necesitaba hacerla sentir en confianza. Después de la indiscreción que cometió por culpa de su hijo, no quería asustarla más.
—Macy, los formalismos no son necesarios conmigo. —Le recordó, tranquilo—. Ven, caminemos un poco y dejemos que Dylan continúe con su entrenamiento. Él no ha podido concentrarse desde que estamos aquí.
Ella frunció el ceño, confundida.
—¿Cómo sabe eso? —Consultó—. Yo lo noto bastante concentrado.
Salvatore levantó la mano derecha, mostrando un anillo plateado con una franja verde. Idéntico al que Dylan tenía cuando se conocieron.
—Creo que ya sabes para qué sirve —él mencionó—. Mi hijo me contó lo que sucedió con el anterior.
Macy esbozó una sonrisa, prefiriendo cambiar de tema. No quería explicar por qué destruyó el anillo, ni tampoco quería escuchar de dónde consiguió otro. Dylan siempre mencionaba a un amigo que lo ayudaba, pero ella no tenía interés en conocerlo. La cabeza todavía le daba vueltas por las palabras de Salvatore, y aprovechó la caminata para tratar de despejar su mente.
Salvatore dio varias vueltas por el castillo, antes de regresar a su oficina. Creyó que lo mejor sería tratar de explicarle ahí lo que implicaba volverse la reina de los vampiros, pero se contuvo al leer su mente. Ella todavía desconocía muchas cosas, y se lamentó haberla puesto en esa situación. Dylan debió hacer bien su trabajo, y contarle toda la verdad.
Macy soltó un leve suspiro al entrar al estudio, sorprendida por lo grande que era. Admiró los sillones de cuero, y el gran ventanal que daba hacia el jardín. Ella notó que el hombre hizo un gesto con la cabeza, llamándola, y caminó en su dirección. Él se había detenido junto a una larga mesa rectangular de vidrio.
—Quería enseñarte esto —Salvatore comentó ligero, señalando el tablero—. ¿Sabes qué es?
Macy escaneó el diseño de la mesa, asintiendo de inmediato. Alguien había dibujado los continentes en la superficie de esta.
—Es un mapamundi —repuso, girando hacia él—. Con los países y océanos.
Salvatore sonrió complacido, estirando la mano para presionar el botón que encendía las luces de la mesa.
—Y ahora, ¿qué ves? —Consultó.
Macy carraspeó, notando como seis islas aparecieron de la nada. Cuatro tenían nombres extraños, y no comprendió que significaban. Aunque ella era muy buena en geografía, no podía aceptar lo que observaba.
—Hay seis islas más, pero no creo que sean reales. —Murmuró—. Nunca leí sobre ellas en clase.
—Son reales; cada una perteneciente a una especie diferente. Están protegidas por barreras mágicas que las mantienen ocultas de los humanos; sería peligroso que ellos supieran su ubicación exacta—. Salvatore comenzó a explicar, sentándose frente a ella—. Primero está Rayuka, nuestra isla. Ese es el hogar milenario de los vampiros.
Macy sintió que se le heló la sangre, sin comprender sus palabras. Era imposible que existiera una isla solo de vampiros. Salvatore debía estar mintiendo.
—Luego está Fiamento, perteneciente a los hechiceros. —El hombre continuó—. Quizás todavía no lo sepas, pero los primeros vampiros provinieron de ellos. Una sola estirpe tenía la capacidad de hacer magia, pero hace mucho que se extinguieron.
—Dylan me explicó un poco sobre el origen que tenemos —ella balbuceó—. Pero no sabía que algunos vampiros podían hacer magia.
—Los Mizrachi fueron la familia vampira más poderosa que existió, pero eso es tema de conversación de otro día. —Salvatore sonrió, señalando la tercera isla—. Luego está Yanyawa, hogar de los hombres lobo. Y el Bosque de los Pirindoquios; un lugar sagrado custodiado por las ninfas de la naturaleza. —Indicó, colocando el dedo sobre la cuarta isla.
Macy soltó una leve risa al escucharlo, sacudiendo la cabeza.
—¿Los hombres lobo son reales? —Cuestionó, divertida—. ¿También dirá que la Atlántida sí existió? —Inquirió, señalando otra de las islas.
—Las sirenas y los tritones viven en la Atlántida. Ellos dominan la mayoría de océanos que existen. —Salvatore respondió, serio—. Y, finalmente, está el Triángulo de las Bermudas. Hogar de las criaturas menores, y de la cárcel mágica más peligrosa que existe. Todos los criminales son desterrados allá.
La joven pasó saliva con dificultad, tomando varios minutos para asimilar lo que escuchaba. Ella solía ser bastante escéptica, y ahora, debía aceptar que todos los seres mitológicos eran reales. Ni siquiera en las lecciones de religión que tomó de pequeña se sintió tan confundida, como en ese momento.
—¿A qué se refiere con criaturas menores? —Consultó tras una breve pausa, sin quitar los ojos del mapa.
—Cada isla fue creada porque existía gran cantidad de seres que buscaban un lugar tranquilo para vivir. —Salvatore sorbió por la nariz—. Sin embargo, algunas criaturas solo tenían diez o quince especímenes en su haber. Fue por eso que decidieron unirse, formando un conjunto de bestias despiadadas y sanguinarias que debieron ser exiliadas a un lugar donde ya no pudieran lastimar a nadie.
—¿Bestias sanguinarias? —Ella titubeó—. ¿Qué clase de personas viven ahí?
—Algunos ni siquiera son personas —Salvatore pasó saliva con dificultad, levantándose de la silla—. Son pocos quienes poseen una forma humana, y un intelecto desarrollado. Los cerberos, por ejemplo, son solo fieras amaestradas para cazar y matar. —Él pasó una mano por su cabello—. Es por eso que los grifos son los líderes del Triángulo. Fueron los únicos capaces de someter a los demás.
Macy respiró profundo, sintiendo la cabeza darle vueltas. Si ya le aterraba la idea de encontrarse con otro vampiro en el mundo real; no quería imaginarse lo que sería toparse con un perro enorme de tres cabezas.
—¿Los grifos también son reales? —Ella mojó sus labios—. ¿Realmente existen los leones con cabeza de águila?
Salvatore asintió, avanzando con lentitud a su escritorio. Tomó el libro que guardaba en uno de los cajones, antes de regresar con la chica. Buscó en el índice la página que necesitaba, entregándoselo a Macy.
—Los grifos pueden verse como tú, o como yo. —Murmuró, sentándose de nuevo—. Ellos tienen la capacidad de transformarse, y camuflarse en el mundo humano. Y es por eso que debes tener mucho cuidado —aseveró—. Los grifos son las criaturas más peligrosas que existen para nosotros.
—¿Por qué? —Ella comenzaba a interesarse en todo lo que escuchaba—. ¿Por qué son peligrosos?
Salvatore soltó un largo respiro, ordenando sus palabras. Todavía no podía decirle cómo inició la enemistad entre grifos y vampiros, y resolvió darle información superficial. Ya tendría tiempo de explicarle la caída de los Mizrachi, y cómo su ambición consiguió romper la aparente paz que existía entre ambos bandos.
—Los vampiros nos alimentamos de sangre humana; y los hombres lobo, de su carne—. Él carraspeó—. Los hechiceros llevan una alimentación normal, y las ninfas no necesitan comer. Sin embargo, los grifos y muchas de las criaturas del Triángulo, se alimentan de otros seres mágicos. La carne humana no les satisface.
Macy pasó saliva con dificultad, nerviosa por lo que acababa de enterarse. Apenas si llevaba dos días como vampira, y ya tenía que cuidarse de seres que creía imaginarios. Acababa de ganar enemigos solo por pertenecer a una nueva especie, y eso la aterró.
Macy continuó hojeando el bestiario que Salvatore le dio, sin detenerse por más de dos segundos en cada ser. Tenía ganas de leer el libro a profundidad, pero no conseguía concentrarse. Los pensamientos se revolvían en su cabeza, y no dejaba de pensar en que tendría que lidiar con todo eso si verdaderamente era la heredera de Salvatore. Apenas lo conocía, y no comprendía cómo fue que decidió...
—Me doy cuenta que estás muy nerviosa. —Él rompió el silencio, devolviéndola a la realidad—. Creo que sigues afectada por la noticia que te di en el almuerzo, y me gustaría aclarar eso contigo antes de confundirte más.
Macy elevó el rostro, sintiendo sus mejillas sonrojarse. No imaginó que fuera tan obvia su inquietud, y peinó su cabello hacia atrás. Aunque le daba vergüenza admitirlo, sabía que necesitaba hablar con Salvatore.
—Yo... yo no entiendo qué es lo que sucede—. Susurró—. ¿Cómo puedo ser su heredera, si ni siquiera somos familia? ¿Cómo puede dejarle todo un reino a alguien que ni siquiera conoce?
Salvatore soltó un largo respiro, ordenando sus palabras. Él sabía lo complicado que podría ser explicar la sucesión de poder en los vampiros, y deseó que Dylan hubiera hecho bien su trabajo. Aunque todavía estaban dentro del plazo de tiempo que le dio, Macy no tenía ni idea de lo que le esperaba.
—Debido a lo larga que puede ser nuestra vida, nosotros no heredamos el poder de forma lineal. —Salvatore empezó, tranquilo—. Es por eso que, cada cuatrocientos años, nace un nuevo elegido. —Él carraspeó—. Sin embargo, tú eres una excepción. Es la primera vez que una humana ha sido elegida. Esto también es nuevo para mí.
Macy se aclaró la garganta, asimilando lo que escuchaba. En ese instante, no sabía si era la persona más afortunada del mundo, o la más desdichada. Nunca ganó un sorteo de la escuela; pero sí la corona de un reino que ni siquiera imaginaba que existía.
Ella pasó una mano por su cabello, consternada. Aunque seguía debatiéndose entre aceptar, o no, ser la heredera; una pregunta hizo eco en su mente, y no dejaba de meditar en esta.
—Entonces, ¿eso quiere decir que ahora los Walsh están en el poder; y conmigo entrarán los Brancchiatto? —Consultó, aún confundida—. Y, dentro de cuatrocientos años, ¿otra familia entrará? ¿A ustedes no les importa mantener el poder en un solo linaje?
Salvatore rascó su nuca con incomodidad, pensando una respuesta adecuada. Macy hacía demasiadas preguntas.
—Algo así —él alcanzó a contestar—. Ya te dije que los apellidos no son necesarios. Pronto terminarás de comprender todo.
—¿Por qué yo? —Musitó después de un largo silencio, agachando el rostro—. ¿Por qué no eligieron a alguien que hubiera nacido como vampiro?
—No lo sé —Salvatore desvió la mirada—. El oráculo actúa de forma autónoma; yo no tenía decisión sobre esto. Ellos dijeron tu nombre; y nunca se equivocan.
Macy mojó sus labios, más nerviosa que antes. No se sentía lista para llevar una carga como esa. Suponía que muchas personas tenían sus esperanzas puestas en ella, y no quería decepcionar a nadie.
—Apenas si me he convertido en vampira hace un par de días. —murmuró—. No creo que sea el mejor prospecto de reina que ustedes esperan.
Salvatore rio, negando.
—Dylan se encargará de tu entrenamiento físico, y yo te prepararé para cuando sea tu turno de asumir el trono. —La tranquilizó—. Por ahora, no te preocupes de nada. Descansa, y tómate tu tiempo para recorrer el castillo. Ya encontraremos la oportunidad para seguir con esta charla.
Macy esbozó una sonrisa, comenzando a sentirse en confianza con él. Salvatore era bastante carismático, y no le causaba miedo; a diferencia de Dylan. Él era mucho más agradable, y menos amargado, que su hijo.
Ella quiso responder, pero un ruido extraño, la detuvo. El eco de un ladrido resonó en el pasillo, antes que un cachorro de pastor alemán ingresara corriendo a la habitación. Salvatore rio al verlo, llamándolo hacia su regazo. El perrito dio varios saltos en su lugar, intentando subir a sus piernas.
Macy se acercó a ellos, sintiendo curiosidad por su apariencia. Parte de su lomo estaba pintada de verde, y tenía los ojos rojos. Se arrodilló frente suyo, acariciando su cabeza con suavidad. Parecía bastante dócil.
—¿Qué pasó, Orión? —Salvatore comentó, levantando al cachorro para colocarlo sobre la mesa—. ¿Quién te soltó?
El cachorro ladró repetidas veces, moviendo la cola con alegría. Macy continuó acariciándolo, y rio cuando le lamió la mano. Jugó varios minutos con el animal, dándose cuenta que estaba muy bien cuidado, y parecía que le cortaron el cabello recientemente. Era obvio que tenía dueño, pero seguía intrigándole el tinte en su cuerpo. Incluso su piel era verde.
—Es de Dylan —Salvatore mencionó, poniéndose de pie—. Se lo regalé hace dos meses, por su cumpleaños.
—¿En serio? —Macy se extrañó, sin dejar de ver al cachorro—. Dylan no pareciera ser capaz de cuidar ni un cactus.
Salvatore rio con sus palabras, sacudiendo la cabeza.
—Él es muy bueno con los animales, aunque no lo creas. —Habló orgulloso—. Hace años, se encontró un cachorro tirado por la calle. Estaba desnutrido, y lleno de pulgas y garrapatas. Nadie creyó que fuera a sobrevivir más de una semana, pero Dylan consiguió salvarlo. —Narró—. Aunque era un perro horrible, mi hijo se encariño demasiado con él. Vivió dieciséis años con nosotros; falleció hace poco.
—Lo lamento —Macy respondió bajo—. A mí no me permiten tener mascotas, pero supongo que debió ser muy duro para ustedes.
—Y lo fue. Dylan quería a ese perro más de lo que me quiere a mí. —Bromeó, dirigiéndose a la salida—. Fue por eso que decidí regalarle a Orión, pero no le digas que te conté. Que quede entre nosotros —susurró.
Macy asintió entre risas, observando a Salvatore desaparecer en el pasillo. Permaneció varios minutos de pie, jugando con el cachorro mientras terminaba de analizar todo lo que escuchó. Aunque seguía intrigada por descubrir la existencia de más criaturas mitológicas, no podía quitarse de la cabeza la idea que pronto le tocaría reinar. Y eso la aterraba. Ella no se sentía capaz de asumir una responsabilidad de esa magnitud; pero algo dentro suyo le decía que no le quedaba otra opción.
Macy dejó a Orión en el suelo, antes de sentarse y sacar su celular del bolsillo trasero del pantalón. Lo revisaría por primera vez después de semanas; lamentando no tener crédito, ni poder comprar un paquete de internet. Ella desconocía si el castillo contaba con Wi-Fi, pero era consciente de lo riesgoso que sería usarlo. Si sus padres detectaban que ella volvía a conectarse a internet, sospecharían que escapó del campamento.
La joven revisó las llamadas perdidas y mensajes de texto, decepcionada de no encontrar ninguno de James. Hacía días que debió haber terminado el viaje a la playa, y él ni siquiera fue capaz de escribirle una sola vez. Dejó el móvil a su costado, decidida a no ser ella quien le hablara primero. A pesar que su relación avanzó bastante rápido las últimas semanas de clases, le dolió que él no se acordara de ella en todo el verano.
El cachorro volvió a ladrar, captando su atención. Empezó a correr en dirección al pasillo, metiéndose entre las piernas de los guardias de la entrada. Macy maldijo bajo, siguiéndolo para que no se fuera a perder.
Ella avanzó hasta el patio principal, dándose cuenta que el entrenamiento ya había terminado. Dylan estaba sentado en el suelo, bebiendo un poco de agua. Era el único que quedaba ahí.
El cachorro corrió hacia él, saltando de la emoción cuando lo vio. Dylan rio por su reacción, rascando tras sus orejas.
—¿Quién te soltó? —Le preguntó al animal, mojando su rostro con agua—. Debiste quedarte en el jardín.
Macy esbozó una sonrisa, notando la felicidad genuina en el rostro del muchacho. Ya no sonreía con sorna o superioridad como cuando estaban en el claro. Sino, parecía estar realmente feliz de ver al cachorro. Ella se sentó a su lado, dejando que Orión subiera a su regazo.
—¿Por qué su lomo es verde? —Consultó, girando hacia Dylan—. ¿Le cayó pintura o algo así?
Dylan rio, tomando a Macy por la muñeca. La ayudó a levantarse, jalándola un par de metros hacia atrás. Siempre era divertido hacer eso.
—Orión, conviértete—. Ordenó, elevando una mano—. Ahora.
El perrito ladró, comenzando a sacudirse con fuerza. Su pelaje se transformó en escamas, y sus patas delanteras, en alas pequeñas. Su cuerpo se tornó por completo de verde, y una punta triangular creció en su cola. Su rostro cambió totalmente, asemejándose al de una iguana.
—¿Qué es eso? —Macy consultó asombrada—. ¿Cómo lo hizo?
—Orión es un dragón camaleónico. —Dylan mencionó, alzando al animal—. Son dragones domésticos, más pequeños de lo usual. Se camuflan en el mundo humano convirtiéndose en animales caseros, pero el color verde permanece en su piel hasta que cumplen un año. Después de eso, se verá un pastor normal.
Macy lo acarició, todavía asombrada por lo que acababa de ver. Después de eso, ya no le sería tan complicado creer en la existencia del resto de criaturas mágicas. Esa demostración fue más que suficiente.
Dylan colocó al dragón en el piso, retrocediendo un poco más. Llevaba poco tiempo entrenándolo, pero el animal era demasiado inteligente.
—Orión, ataca. —gritó, riendo.
El dragón tosió un poco, antes que una pequeña flama saliera de su boca. Se apagó segundos después, dejando una estela de humo. Orión sonrió, batiendo las alas para intentar volar. Estaba orgulloso de lo que hizo.
—Lanzará llamas cuando cumpla seis meses. Todavía está muy pequeño. —Dylan tronó los dedos para que volviera a convertirse en perro. —Iré a bañarme, mañana continuaremos con tu entrenamiento—. Comentó, recogiendo su lanza—. Ya sacaste todas tus cosas de mi cuarto, ¿verdad?
Macy asintió, tomándolo del antebrazo para evitar que se fuera. Una pregunta llegó a su mente, y necesitaba aclararla antes de hacer cualquier otra cosa. Solo él podría aclarársela.
—Dylan, dijiste que cuando termine mi entrenamiento, podría caminar entre los humanos sin querer atacarlos. —Ella recordó sus palabras, carraspeando—. Pero en todas las horas que llevo aquí, no he querido lastimar a nadie. ¿Eso significa que voy mejorando?
—No has atacado a nadie, porque no hay un solo humano en el castillo. —Dylan rio, soltándose—. Casi todos aquí somos vampiros; no olemos como comida para ti. El olfato puede ser muy traicionero cuando vuelvas al mundo real, pero ya tendremos tiempo de solucionarlo.
Macy pasó una mano por su cabello, dando un par de vueltas más antes de regresar a su habitación. Cada salón que recorría le parecía más hermoso que el anterior, y se dio cuenta que el castillo era inmenso. Tardaría más de un día en explorarlo por completo, en especial, porque el lugar tenía cinco pisos de alto.
Ella caminó junto a los guardias, comprobando lo que Dylan mencionó. Todos ellos debían ser vampiros, aunque la mitad tenían un olor extraño. Ella ya había sentido ese aroma con anterioridad, en varias ocasiones desde que era pequeña, pero no podía recordar un momento en específico. Siempre creyó que era alguna marca barata de perfume, pero resolvió consultarle a Dylan por eso. Quizás era parte de su entrenamiento.
«El cuarto de Gia y Matthew olía igual —pensó tras varios minutos, deteniéndose un instante—. Es el mismo aroma.»
Macy sacudió la cabeza, prefiriendo no hacer teorías infundadas. Preguntó a uno de los guardias cómo regresar a su recámara, divisando a un muchacho de cabello castaño claro a lo lejos. Él la observó por un par de segundos, antes de girar y avanzar en la dirección contraria. Por algún motivo, parecía asustado de ella.
Macy ingresó a su cuarto, todavía intrigada por la reacción del chico. Ella pensó de quién se podría tratar, mientras acomodaba su ropa en los cajones. La habitación que le dieron era un poco más pequeña que la de Dylan, y quedaba frente a la de él. Solo tenía un armario y una mesa de noche, además de la cama. Las ventanas estaban cubiertas con cortinas negras, y una gran araña de cristal colgaba del techo. Al menos, la iluminación era bastante buena.
Ella se recostó unos minutos en la cama, antes que Salvatore fuera a buscarla para cenar. Deseaba tener un televisor para no aburrirse, pero le daba vergüenza pedirlo. Apenas si conocía a los demás, y no quería abusar de su confianza.
La cena transcurrió con mayor naturalidad que el almuerzo, y Macy comenzó a tener confianza para hablar. Sin embargo, le incomodaba que solo fueran los tres. La mesa se sentía vacía.
—¿Acaso nadie más cena aquí? —Consultó, bebiendo un poco de agua—. ¿No tienes más hijos?
Salvatore asintió, limpiándose con una servilleta.
—El resto de mis hijos, ya son abuelos. —Él rio, restándole importancia—. Ellos tienen casas propias, familias, cosas más importantes que vivir aquí. Por el momento, solo se ha quedado Dylan. Él es el menor.
—¿Tú no tienes hijos? —Preguntó, viéndolo fijamente.
—Dylan está comprometido con su trabajo —Salvatore se apresuró a responder, sabiendo lo mucho que a él le molestaban ese tipo de preguntas—. Pero no hablemos más de eso, mejor terminemos de comer.
Macy asintió, dándose cuenta que Salvatore tenía su copa llena de sangre. El aroma se expandía con rapidez, y tuvo que contenerse fuertemente. Aunque deseaba beber un poco, el impulso no era tan fuerte como en el claro. Ella notó que sus colmillos bajaron, e hizo lo posible por terminar de comer sin que los demás los vieran.
Macy salió del comedor apenas se llenó, corriendo al baño más cercano que encontró. Mojó su rostro con abundante agua, respirando profundo. Recordó lo que le dijo Dylan sobre relajarse, y se concentró. A pesar de lo complicado que fue, logró que sus colmillos se escondieran. Sin embargo, le apenaba haberse levantado tan abruptamente de la mesa.
Ella salió del baño tras varios minutos, encontrando a Dylan de pie al otro lado del pasillo. Él estaba recostado sobre una de las paredes, mirándola con satisfacción. Una vez más, volvía a tener esa expresión arrogante que tanto odiaba, y prefirió darle la espalda.
—Felicitaciones por haber pasado tu primera prueba. —Él habló fuerte, captando su atención. —Por un minuto, creí que atacarías a mi padre, pero me equivoqué. Bien hecho.
Macy giró, regresando a su lado. No esperaba escuchar eso, pero le sonrió.
—Gracias —musitó—. Estoy decidida a poner todo de mí para mejorar.
—Toma —Dylan le entregó una copa de sangre, sonriendo—. Te la ganaste. Bébela.
Macy ladeó una sonrisa, obedeciendo de inmediato. Casi no respiró por disfrutar el sabor, y lo terminó en segundos. La sangre le ayudó a calmar sus ansias, y a recuperar la energía que gastó en el día. Sin duda, era el mejor alimento que podía consumir.
Dylan limpió sus labios con el pulgar, inclinándose hacia adelante. Macy actuaba como una niña.
—Debes aprender a beber sin ensuciarte. —Rio, regañándola—. No pretenderás que yo te limpie cada vez que traigas el rostro lleno de sangre.
Macy sintió sus mejillas sonrojarse, retrocediendo un poco. Volvió a tener el impulso de besarlo, pero no quiso que las cosas se pusieran tensas de nuevo. Recordó la foto que vio en su cuarto, y prefirió dejar todo como estaba.
—¿Te gustaría salir al jardín a conversar un rato? —Consultó después de varios minutos—. Aún es temprano para dormir, y no conozco a nadie más aquí.
Él negó, tomando el vaso de sus manos.
—Empezaré mi ronda nocturna; no puedo descuidar el frente. —Respondió solemne, alejándose—. Pero puedes hablar con Salvatore si quieres.
Macy fingió una sonrisa, rodando los ojos. No tenía ganas de conversar con él, ni comenzar su entrenamiento para reinar a esa hora. La idea de ser la soberana de los vampiros todavía le daba escalofríos, y no deseaba seguir pensando en lo mismo. Mientras menos supiera sobre el trono que heredaría, sería mejor.
La joven regresó a su habitación, encontrando un tozo de papel en su mesa de noche. Alguien le dejó escrita la contraseña del Wi-Fi, y ella aprovechó en ver vídeos hasta que su teléfono se quedó sin batería. Revisó sus redes sociales una última vez, antes de apagar en móvil. Sin embargo, solo confirmó lo que ya sospechaba. James no le escribió ni una sola vez.
Macy dio varias vueltas en su cama, antes de quedar dormida. Dylan le comentó que los vampiros solo descansaban de dos a tres horas, y que eso era más que suficiente para resistir un par de días. Ella no comprendía cómo era posible, pero no pensó mucho en ello. Estaba rendida, y no tenía ánimos para nada más. Aunque le dolía aceptarlo, ese sería el inicio de su nueva vida.
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¡Holaaaa!
Lamento mucho la demora, pero aquí está el capítulo 10
¿Qué les pareció conocer un poco más sobre la mitología de la historia y el resto de lugares sagrados?
¿Tienen alguna teoría de lo que sucederá en los próximos capítulos?
Déjenla aquí.
Este capítulo tiene una sorpresa y es que... ¡Tenemos portada nueva!
Fue hecha por la talentosísima GlowSpeech y amo el resultado.
Siempre es bonito trabajar con ella.
Además les dejo este edit del capítulo. Pueden encontrarlo, junto a más edits de la historia, en mi IG. Me encuentran como sassy_blossom26
Sin más que decir, me despido.
Nos leemos pronto
Un abrazo.
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