CAPÍTULO 09

Macy giró sobre el lecho, despertando lentamente. La cabeza le daba vueltas, y no recordaba nada de lo que ocurrió. Talló sus ojos, acostumbrándose a la oscuridad del lugar en que se hallaba. Giró con suavidad, tardando unos minutos en darse cuenta dónde se encontraba echada. Ya no estaba en el bosque; alguien la había colocado sobre una cama. 

La joven se sentó de golpe, examinando las sábanas bajo suyo. Estaban limpias, pero no pudo verlas por mucho tiempo. Un leve mareo la azotó, aturdiéndola. Llevó una mano a su nuca, sintiendo un profundo dolor. No sabía con qué pudo haberse golpeado, pero debió hacerlo con fuerza. 

—Buenas tardes, Blancanieves—. Dylan la saludó, apenas levantando la vista del libro que estaba leyendo—. Creí que dormirías hasta la noche. 

Macy se sobresaltó al escucharlo, girando hacia la izquierda. Dylan estaba sentado en un gran sillón rojo, con un libro entre las manos. Ella no alcanzó a leer el título, pero no le dio importancia. Le asustaba verlo actuar con tanta naturalidad.

—¿Qué...? —alcanzó a musitar, frotando sus ojos una vez más—. Espera, ¿Blancanieves? —Cuestionó, levantando una ceja. 

—Ella era tan blanca como la nieve, con el cabello oscuro como el ébano—. La señaló, refiriéndose a su apariencia—. Y tenía los labios rojos como la sangre; aunque los tuyos están rojos debido a la sangre —rio bajo. 

Macy rodó los ojos, prefiriendo ignorar su comentario. Se acomodó en la cama, masajeando sus sienes. El dolor no cesaba. 

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —Cuestionó—. ¿Y qué fue lo que pasó? ¿Por qué me duele la cabeza?

—Te desmayaste un par de horas; vas mejorando tus tiempos. —Se burló, cerrando el libro—. Y explicarte lo que sucedió podría ser complicado. Vamos por partes con eso. 

Macy agachó el rostro, examinando su ropa. Ahogó un grito, más aterrada que antes. Su ropa tenía enormes manchas de sangre y pasto por todas partes. Parecía que salía de un campo de guerra.

—¿Esta sangre es mía? —Titubeó. 

—La del pecho, no; pero la de la espalda, sí. —Dylan se aclaró la garganta. —Los puntos que te pusieron en la nuca se reabsorberán en un par de horas. Todo está bien. 

Macy giró en su asiento, sin comprender lo que decía. Observó horrorizada el rastro de sangre en su espalda, y se preguntó una vez más en qué momento se golpeó la cabeza. Pasó saliva con dificultad, intentando acordarse de lo que sucedió. Sin embargo, su mente estaba más confusa que en cualquier otra ocasión. 

—Tienes que dejar de hablarme en acertijos —murmuró, mojando sus labios—. A todo esto, ¿cuánto tiempo llevas ahí? 

—Como siete capítulos. —Él se encogió de hombros, levantándose para encender la luz—. Por cierto, ¿alguien te había dicho que hablas dormida?

Macy bufó, sacándole la lengua sin que se diera cuenta. Aprovechó la luz para examinar la habitación, asombrándose con lo ordenada que estaba. Era bastante amplia; al igual que la cama. Dos libreros grandes adornaban las paredes laterales, repletos de libros ordenados con extremo cuidado. Los de tapa gruesa y primeras ediciones iban en las repisas superiores; mientras que los más sencillos y antiguos se erguían en la parte de abajo. Quien fuera el dueño de aquel lugar, debía adorar leer. 

Macy pasó una mano por su cabello, llevando su atención al ropero frente suyo. Los cajones estaban cerrados, y un par de chaquetas se encontraban dobladas en la parte superior. Le costó varios minutos darse cuenta, pero descubrió que esa habitación era de un chico. 

—¿Dónde... dónde estoy? —Preguntó, girando para verlo—. ¿A dónde me trajiste?

—Este es mi cuarto; te traje a mi casa. —respondió con una leve incomodidad—. Tus maletas están en la esquina de allá —las señaló—. Y tu teléfono está cargando en la mesa de noche. 

«Su cuarto —pensó, escaneando el lugar de nuevo—. Este es el cuarto de Dylan.»

—No es como lo imaginé —ella soltó una risita—. Se ve normal. 

—¿Acaso esperabas un ataúd clavado al techo? —Él se rio, sentándose a los pies de la cama—. ¿O creíste que dormía en una fosa común?

Macy sacudió la cabeza, cayendo en cuenta de lo que ocurría. Él la sacó del campamento, y la llevó a una casa en algún lugar que desconocía. Dylan había hecho muchas cosas sin su consentimiento, pero eso ya era llegar al límite. Él comenzaba a pasarse de la raya. 

—Escucha, que me mantuvieras encerrada en el claro era una cosa; pero que me trajeras a tu casa ya es secuestro—. Macy mencionó seria—. No sé qué pretendes, pero no planeo dormir contigo—. Musitó. 

—Ya te había dicho que mi misión no incluía que tuviéramos sexo. Y tampoco compartiremos la habitación si es lo que piensas. Están preparando la tuya en estos momentos. —Dylan esbozó una sonrisa, mirando la puerta—. Yo no tenía pensado traerte aquí, pero no me dejaste otra opción. Después de lo que ocurrió; el claro y el campamento ya no eran seguros. No podíamos seguir ahí. 

Macy sacudió la cabeza, intentando recordar una vez más lo que sucedió. Algunas memorias llegaban a ella, pero todo era confuso. Sentía como si tuviera la peor resaca de su vida, y lo último de lo que tenía conciencia, era de la pelea en el claro. Él le explicó qué era una cacería, y luego empezaron a discutir. 

Macy se aclaró la garganta, examinando el rostro de Dylan con detenimiento cuando giró de vuelta. Tenía enormes moretones bajo los ojos, y en todo el arco de la nariz. 

—¿Qué te pasó en la cara? —Consultó, señalándolo. 

—Me rompiste la nariz. —Él se rio, cruzándose de brazos—. Ya está bien, pero los moretones demorarán un poco en desaparecer. No te preocupes. 

Macy se sobresaltó, acercándose a él. Pasó un dedo por su rostro con suavidad, sintiendo culpa en su interior. Dylan no le agradaba del todo, pero ella jamás pretendió lastimarlo. 

—Yo lo lamento mucho —trató de disculparse—. No recuerdo bien lo que hice, pero no fue mi intención...

—Macy, no soy yo quien debe preocuparte. —Dylan sostuvo su muñeca, alejándola de sus mejillas—. Necesito que conversemos del problema que hubo en el claro. Dime, ¿qué tanto es lo que recuerdas?

La joven pasó saliva con dificultad, concentrándose lo más que pudo. Todo era confuso, y sintió asco cuando rememoró el instante en que bebió sangre. Lo poco que tomó cuando estuvo en el claro bastó para embriagarla, y que las ideas se mezclaran en su cabeza. Algunos diálogos iban y venían, pero muy distorsionados. 

—Recuerdo hablar sobre las cacerías, y pelear. —Carraspeó—. Recuerdo que yo te golpeé, y tú me golpeaste también. Después de eso, muchas cosas se ponen borrosas. 

Dylan asintió, ordenando en su mente cómo ocurrió todo. Él sabía que sería complicado, y que necesitaba explicarle con suavidad cómo fue el ataque para no asustarla. A pesar de sus impulsos, ella continuaba siendo una niña. 

—¿Recuerdas que bebiste sangre? —Él consultó; Macy asintió temerosa—. Bien, entonces partiremos de ahí. ¿Sabes algo de lo que pasó después de eso?

—Todo es muy confuso. —Ella susurró—. Es como si hubiera tenido la borrachera más grande de mi vida, y ahora me cuesta saber qué fue lo que hice. Estoy confundida. 

Dylan asintió, buscando las palabras adecuadas para hablarle. Debía ser cuidadoso.

—Macy, nosotros tenemos dos naturalezas; la racional y la animal. —Comenzó a explicar—. Cuando nos convertimos y tomamos sangre, nos dejamos llevar por el instinto y el impulso. Nuestro cuerpo ataca y devora sin ser consciente del daño que hace, porque no es capaz de razonar en el momento. 

Macy pasó saliva con dificultad, buscando asimilar lo que él decía. Desde que Dylan la convirtió, ese era el mayor miedo que tenía. Atacar a alguien, y causarle tanto daño como lo hizo con Jason Stevens. Ella ya no quería herir a nadie. 

—¿Quieres decir que me convertiré en un monstruo cada vez que deba alimentarme? —Preguntó, con la voz entrecortada—. ¿Me volveré peligrosa a diario?

Dylan negó, viéndola a los ojos para tranquilizarla. 
—Es por eso que necesitamos aprender a controlarnos. —Continuó—. Debemos ser capaces de convertirnos y comer, sin dejarnos llevar por el impulso de matar a alguien. Es difícil al inicio, pero yo te ayudaré a asimilar todo. 

—¿Impulso de matar? —Ella repitió, más asustada a cada instante. 

—La primera vez que un novicio prueba sangre, actúa como una bestia que se mueve solo por instinto. —Dylan carraspeó—. No piensan en las consecuencias de sus actos, ni razonan. Lo único que les importa, es conseguir más y más sangre. 

El pulso de Macy se aceleró, hiperventilándola. Ya intuía el rumbo que la conversación tomaría, y no dejaba de temblar por el miedo. Le daba la impresión que él estaba por contarle algo terrible, y solo lo prolongaba. La tensión de no saber lo que ocurrió, la torturaba lentamente en el interior. 

—Dylan, dime de una vez qué fue lo que pasó. —Pidió, sintiendo una lágrima rodar por su mejilla—. ¿Qué fue lo que hice cuando tomé sangre? ¿Por qué te rompí la nariz?

Dylan soltó un largo respiro, preparándose para lo que diría. No podía ocultarlo más.

—Estábamos en el claro, y tú querías más sangre. Dejaste de escuchar mis órdenes y comenzamos a pelear —Dylan narró lentamente—. Luego tú te escapaste, y conseguiste regresar al campamento. —Carraspeó, elevando la cabeza—. Macy, atacaste a uno de tus compañeros. 

Los ojos de Macy se llenaron de lágrimas, sin aceptar lo que él dijo. Ella era buena, incapaz de meterse en una pelea. No era posible que haya atacado a alguien. Ella no era así. 

—Dime que no es verdad —sollozó, negando—. Dime que no le hice nada malo a nadie. 

Dylan tuvo pena de ella, y suspiró.
—Atacaste a Rhonda. —Él musitó—. Lo lamento.

Macy lloró con más fuerza, hasta que sintió que comenzaba a ahogarse. Ella no podía haber atacado a Rhonda; no a ella. Rhonda fue su única amiga; la única que le agradaba del campamento. Eso debía ser un error. 

Macy escondió su rostro entre sus manos, negándose a creer en sus palabras. Jamás quiso herirla, ni a ninguna otra persona. Ella pasó saliva con dificultad, esperando que no hubiera sido algo grave. Jamás se perdonaría el haberle causado algún daño irreparable. 

—¿Cómo está? —Susurró, con un hilo de voz—. ¿Cómo está Rhonda?

—No sobrevivió la mordida —Dylan soltó de golpe—. Lo lamento mucho. Sé que no fue tu intención. 

Macy gritó debido al dolor, bajando a rastras de la cama. Gateó hasta la puerta, con la vista nublada por completo debido a las lágrimas. Dylan se apresuró a arrodillarse a su lado, sosteniéndola por los hombros para inmovilizarla. Macy estaba demasiado alterada, y no la dejaría salir en ese estado. Necesitaba ayudarla a tranquilizarse. 

—Suéltame —ella ordenó, luchando por avanzar. —Tengo que buscar a Rhonda, tengo que salvarla. 

—Macy, basta. —Dylan la abrazó por la espalda, impidiendo que avance—. Ya no hay nada que podamos hacer. 

—No... no te creo. —Ella sorbió por la nariz, sacudiéndose—. Dylan, déjame ir, por favor. 

—Macy, sabes que yo jamás te mentiría. —Él trató de convencerla—. Rhonda está en un lugar mejor ahora. 

Macy se dejó caer, sintiendo que ella misma se clavó un puñal en el corazón. Ella no era un monstruo, y no quería serlo jamás. Sollozó en silencio por más de diez minutos, creyendo que se quedaría sin lágrimas en cualquier momento. La culpa la golpeaba incesantemente, sabiendo que jamás sería capaz de perdonarse. Fue el peor error que cometió, y se odiaba por eso. 

Macy giró con lentitud, abrazando a Dylan con fuerza. Escondió el rostro en su hombro, y continuó llorando a su lado. Ella ya no sabía qué pensar o hacer, y solo quería que él la ayude a superar el pecado que cometió. 

Dylan no supo cómo reaccionar, y atinó a abrazarla de vuelta. Él no era bueno consolando personas, y tampoco era muy afectuoso. El mayor contacto físico que tenía a diario, eran los golpes que daba y recibía en los entrenamientos con la guardia. Además de a su padre, Macy fue la primera persona que abrazó en mucho tiempo. 

—Tranquila —él acarició su espalda—. Te prometo que esto no volverá a pasar. 

Macy lo soltó, decepcionada de sí misma. 
—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? —Preguntó dolida—. ¿Cómo sabes que no volveré a perder el control?

—Sé que no ocurrirá de nuevo, porque yo te entrenaré. —Dylan habló confiado—. Practicaremos día y noche de ser necesario; pero te aseguro que no volverás a herir a nadie después de esto. 

Macy sorbió por la nariz, notando la honestidad en los ojos del muchacho. Él confiaba en ella más de lo que ella misma lo hacía. 

—¿Cómo puedes seguir teniendo fe en mí después de lo que hice? —Ella pasó una mano por su rostro—. Yo soy una mala persona, una asesina... 

—El que hayas cometido un error no te convierte en mala persona. —Él esbozó una sonrisa, interrumpiéndola—. Yo he creído en ti desde que nos conocimos, y no dejaré de hacerlo por lo que pasó. Todo mejorará muy pronto. 

Macy sonrió también, aceptando lo que dijo. Dylan era sincero, y logró convencerla con sus palabras. Él pudo huir y dejarla a su suerte después de lo que ocurrió; pero decidió quedarse y ayudarla. Y eso era suficiente para continuar acatando sus órdenes, y tratar de llevarse bien con él.  

—Te enseñaré a dominar tu lado animal, y a que sigas siendo la misma chica de siempre cuando te alimentes. —Dylan continuó—. Podrás caminar entre humanos sin querer atacarlos. 

Macy secó sus lágrimas, más tranquila que antes. Pensó en su familia, y se propuso mejorar por ellos, y por Rhonda. No quería que la historia se repitiera, ni terminar lastimando a sus seres queridos. No sería un monstruo jamás.

Macy volvió a abrazar a Dylan, mucho más tranquila que antes. Disfrutó el aroma de su perfume, y cerró los ojos unos segundos. Él si era alguien de confiar. 

—Gracias —musitó. 

—Sabes que siempre podrás confiar en mí. 

Macy esbozó una leve sonrisa, alejándose un poco para verlo a la cara. A pesar de los moretones, él seguía siendo el chico más guapo que alguna vez conoció. Sintió esperanza en sus entrenamientos, y que todo estaría bien si continuaba a su lado. 

Macy acarició el rostro del chico una vez más, inclinándose hacia adelante. Se perdió en sus ojos azules por un instante, antes de dar un suave beso en su mejilla; muy cerca de la comisura de sus labios. Se acercó un poco más a Dylan, tentada a besarlo. Nunca estuvo más segura de algo en su vida, y anhelaba que él correspondiera el gesto. 

Dylan se tensó al sentir el tacto de Macy, levantándose de inmediato. No comprendió por qué hizo eso, y prefirió alejarse antes que algo pudiera suceder. Él era consciente que su misión se limitaba a entrenarla, y que nada ocurriría entre ellos. Lo último que quería en esos momentos era confundirla, y confundirse a sí mismo también. 

Macy frunció el ceño, confundida por su reacción. Era la primera vez que alguien la rechazaba, y sintió su rostro enrojecerse de la vergüenza. Se puso de pie, sin saber qué más decir. El ambiente se tornó tenso, y pasó saliva con dificultad. No quería ni mirarlo a la cara. 

Dylan tomó su chaqueta del ropero, sin aguantar un minuto más en la habitación. Recordó lo que Salvatore le dijo, y prefirió no prolongarlo más. Él todavía tenía cosas que hacer en el castillo, y resolvió avanzar hasta que fuera hora de almorzar. 

—Escucha, ahí está el baño —señaló una puerta, buscando aliviar la tensión—. Báñate, cámbiate, y prepárate, que tengo algo planeado para ti. Búscame cuando termines.

Macy se cruzó de brazos, sorprendida por el cinismo con que habló. Él fingía que ese casi beso no existió. 

—¿Qué cosa? —Cuestionó, sin ocultar su molestia. 

—Te presentaré a mi padre. —Dylan anunció con orgullo, abriendo la puerta—. Es momento que conozcas a Salvatore, el rey de los vampiros.

Macy rodó los ojos, sin tener ánimos de ver más vampiros en ese momento. Buscó su toalla entre sus cosas, aprovechando la soledad para revisar la habitación del muchacho. Le sorprendió que no hubiera un televisor, ni un solo cuadro tampoco. Dylan podía llegar a ser bastante raro. 

Macy se acercó a la mesa de noche, intrigada por saber qué guardaría ahí. Entre hojas y lapiceros, halló una foto muy antigua. Dylan abrazaba a una chica, y ambos se veían felices. Ella era bonita; pero la imagen databa de 1920. Además de esa, no habían más fotos. 

—Él tiene novia —susurró, ingresando al baño—. Fue por eso que me rechazó. 

Dylan se alejó un par de metros de su recámara, haciendo una seña para llamar a los dos guardias que lo custodiaban. No quería que Macy escuchase su conversación, ni que sospechara de lo que estaba por venir. Ella aún no sabía que heredaría el trono de su padre, y prefería no ser él quien se lo dijera. 

—Vuelvan a sus puestos en el frente. —Dylan ordenó, viéndolos fijamente—. No es necesario que protejan la habitación. 

—Pero su padre dijo...

—Sé lo que Salvatore dijo, pero el jefe de la guardia real, soy yo. —Dylan les recordó, severo—. Traten a Macy como si fuera una invitada más en el castillo; sin formalismos. ¿Entendieron?

Ambos hombres asintieron, golpeando su lanza contra el suelo. Dylan caminó hasta un baño cercano, y mojó su rostro con abundante agua. El abrupto final que tuvo su encuentro con Macy continuaba aturdiéndolo, pero prefirió no pensar más en eso. Mientras más vueltas le dé al asunto, peor sería para los dos. 

Dylan era bastante solitario y, además de su padre, Ethan era el único al que consideraba amigo. Aunque era bueno socializando, detestaba hacerlo. Conversaba con muy pocas personas en el castillo, y ocupaba casi todo su tiempo en darle órdenes a la guardia. Antes, solía hablar bastante; pero ya no tenía con quien hacerlo. 

Sin embargo, acercarse a Macy se volvía más fácil con el pasar de los días, y eso lo aterraba. Comenzaba a disfrutar sus pequeñas charlas, y molestarla constantemente. Era sencillo conversar con ella, y confiar también. Macy era buena, y comenzó a creer que no debió jugar con su mente por tanto tiempo. 

Dylan sacudió la cabeza, prefiriendo no seguir con lo mismo. Lavó su rostro una última vez, y salió de nuevo al pasillo. Observó a Macy caminar de un lado a otro, admirando algunos de los cuadros que adornaban las paredes. Ella se veía más tranquila que antes, y la escoltó hacia el comedor principal. Salvatore ya estaba sentado en la cabecera, pero se levantó apenas lo vio. Él llevaba meses ansiando ese encuentro. 

Los nervios inundaron a Macy al entrar a un comedor inmenso, y ver a un hombre mayor acercarse a ellos. Él tenía el cabello blanco, además de varias arrugas. Un par de lunares en su frente llamaron su atención; sin embargo, sus ojos la deslumbraron de inmediato. Eran más azules que los de Dylan. 

El hombre parecía más el abuelo del muchacho, que su padre; pero Macy evitó hacer comentario alguno. Ella no sabía cómo eran el resto de vampiros, y temió que él fuera a juzgarla por lo que hizo. Macy se apresuró a hacer una reverencia al recordar que era el rey, pero escuchar una risa hizo que se irguiera de nuevo. 

—Macy Jennifer Brancchiatto, te presento a Salvatore. —Dylan sonrió con orgullo, colocándose entre los dos—. Padre, ella es Macy. 

—Macy, es un honor finalmente conocerte. —Salvatore extendió la mano, elegante. 

—El honor es mío, señor Walsh. —Macy le devolvió el apretón, camuflando los recientes nervios.

—¿Walsh? —Salvatore frunció el ceño, confundido. 

Macy carraspeó, viendo al chico. 
—¿Acaso ese no era el apellido de Dylan? —Consultó, esperando no haber cometido una indiscreción. 

Salvatore rio, haciendo un gesto con la mano. Notó la inquietud de Macy, y quiso aligerar el ambiente. 

—Los apellidos no son necesarios; dime Salvatore—. Pidió tranquilo—. Estamos en confianza. 

Macy asintió, soltando un largo respiro. 
—De... de acuerdo, Salvatore— sonrió. 

—Bien— el hombre sonrió, girando hacia la mesa—. Ahora que estamos todos, podemos comenzar con el banquete para celebrar tu llegada. —anunció. 

Macy se congeló unos segundos, más nerviosa a cada instante. Aunque Salvatore se veía mucho más amable y gentil que Dylan, no comprendía por qué se tomaban tantas molestias por su llegada. Ella ni siquiera quería estar ahí. 

—Señor... Salvatore, disculpe, pero no es necesario un banquete—. Macy tartamudeó—. No quiero incomodar. 

—Macy, hemos esperado tu llegada a este castillo por mucho tiempo— Salvatore sonrió, regresando a ella—. Eres mi heredera, y debemos celebrar que mi hijo finalmente te encontró y te trajo aquí. 

Macy se sostuvo de Dylan para evitar caer, sin comprender las palabras del anciano. Heredera. Él la llamó heredera, y ella solo quiso salir corriendo. Salvatore estaba más loco que su hijo. 

—¿Heredera? —alcanzó a preguntar. 

—Dentro de poco, todo esto será tuyo— Salvatore señaló el castillo, sonriendo—. Macy, tú serás la próxima reina de los vampiros. 


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Espero disfruten el capítulo tanto como yo. ¿Qué les pareció el encuentro con Salvatore? ¿Alguna teoría?

Les dejo una imagen de Macy

Y de Salvatore

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Siempre hago dinámicas en IG por si me quieren seguir. 

Nos leemos pronto, les mando un abrazote




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