CAPÍTULO 07

Macy despertó con lentitud, girando sobre su lecho. La fuerte luz del sol comenzaba a lastimarle los ojos, y ella trató de cubrir su rostro con las manos. Bostezó un par de veces, antes de caer en cuenta de la verdad. Si se suponía que estaba en su cabaña, ¿cómo era posible que el sol la molestara?

Macy se sentó de golpe, despertándose por completo. Se sobresaltó al notar el pasto bajo suyo, e intentó enfocar la vista para escanear el lugar en que se encontraba. No se explicaba cómo llegó a mitad del bosque, ni por qué le dolía tanto el cuello. En ese instante, todo estuvo confuso dentro de su mente. 

La joven trató de acordarse qué fue lo que ocurrió, y por qué continuaba con ropa de calle. La cabeza le daba vueltas, y no podía pensar con claridad. El último recuerdo vívido que tenía, era estar en su cabaña cuando la tormenta comenzó. Justo en el momento que Dylan la llamó con el collar. 

—Dylan —susurró. 

Un dolor punzante en las sienes la azotó al terminar de pronunciar su nombre, haciendo que todo regrese a ella. Los recuerdos llegaban a su mente como ráfagas; uno seguido de otro y a gran velocidad. Macy cerró los ojos unos instantes, tratando de asimilar la información. Breves memorias de los días que estuvo en el colegio aparecieron fugaces; sin embargo, no les prestó atención. No cuando tenía algo más importante en lo cual concentrarse. 

Escenas de lo que ocurrió en el momento que peleó con Jason Stevens volvieron a su cabeza, golpeándola de forma incesante. Esa noche, ella acababa de regresar al campamento a mitad de la tormenta, y el patio se encontraba desolado. No comprendía qué ocurría, y tuvo miedo cuando una silueta se le acercó en la penumbra. 

Macy recordó con exactitud cómo fue que el señor Stevens la encontró, y comenzó a jalarla del brazo. Él estaba demasiado molesto, y no se detenía por más que ella oponía resistencia. Jason estaba cegado por la furia en ese instante. 

—¿Qué le ocurre, señorita Brancchiatto? —El hombre gritó sin soltarla—. ¿Por qué se internó en el bosque cuando sabe que eso está prohibido?

—¡Suélteme! —Macy luchó contra él—. Me está lastimando. 

—No la voy a soltar, porque ahora me va a escuchar —Jason gruñó, jalándola una vez más—. Por su culpa tuvimos que interrumpir las actividades, y perdimos más de una hora buscándola. —bufó—. Es por eso que está castigada. —sentenció—. A partir de mañana, se levantará a las cinco y ayudará a las cocineras con su trabajo. Su desobediencia no se quedará así. 

Macy lo empujó con fuerza, logrando soltarse de su agarre. Estaba indignada, y no podía creer que él hubiera sido capaz de tratarla de esa forma. Ella se plantó en el pasto, poniéndose firme. No le daría la satisfacción de gritarla, ni castigarla por algo que no fue su culpa. Deseaba castigarlo. 

Macy sintió una energía comenzar a recorrerla en ese momento, inundando cada célula de su ser. No se explicaba cómo, pero algo comenzaba a poseerla, haciéndola sentir poderosa. Ella sonrió, creyendo que nadie sería capaz de volver a levantarle la voz.

—¡Ya estoy harta de usted, y de su maldita forma de dirigir el campamento! —Sentenció, engrosando la voz—. ¿Por qué no mejor se pierde en el bosque? —Preguntó irónica—. Le haría un favor a todos aquí si desapareciera. 

La joven permaneció en su misma posición un par de segundos, notando cómo cambiaba la expresión en el rostro del hombre. La ira desaparecía de sus facciones, y su mirada se tornó vacía. Él dejó caer sus hombros, avanzando con lentitud hacia los árboles. Jason caminaba de forma inconsciente, internándose cada vez más en el bosque. 

Macy volvió a abrir los ojos, notando que estaban llenos de lágrimas. Lo que soñó sí ocurrió en realidad, y ella sí le hizo algo malo después de todo. Lo hipnotizó de forma inconsciente, y no sabía qué más ocurrió con el señor Stevens. Quizás, él seguía caminando entre los árboles, perdido en algún lugar.

Macy recordó las palabras de Matthew, sintiendo una pizca de esperanza crecer dentro suyo. Él dijo que Jason regresó a casa porque se sintió mal. Ya no sabía si Matt mentía o decía la verdad, pero necesitaba hablar con él cuanto antes para corroborar qué fue lo que ocurrió. Matthew era el único que podía ayudarla a calmar su conciencia.

La joven elevó la vista al cielo, llevando una mano a su cuello. Supuso que serían las nueve de la mañana, y que debió pasar toda la noche tirada en el claro. Pensó en la última conversación que tuvo con Dylan, y que él la mordió, como si tratara de arrancarle un trozo de piel. Ella se extrañó al no sentir ninguna marca o costra, y carraspeó. Algo muy raro ocurría en ahí. 

Buenos días, Bella Durmiente —la voz de Dylan la asustó, sacándola de sus pensamientos—. Creí que nunca despertarías. 

Macy se sobresaltó, girando en su lugar. Dylan estaba sentado sobre las raíces de uno de los árboles, a varios metros de ella. Él la observaba con curiosidad, analizando cada una de sus facciones. Dylan tenía una extraña fascinación con ella, y Macy no lograba explicarse por qué. 

—¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? —Atinó a preguntar, recordando sus palabras. La garganta le ardía. 

—Dos días —Dylan rio, caminando hacia ella—. Es más de lo que imaginé, pero me alegra que sobrevivieras. No todos reaccionan bien con el veneno. 

Macy se asustó con lo que oyó, retrocediendo en el pasto. Nada de lo que él decía tenía sentido, y solo pensó en huir. Necesitaba irse de ahí antes que él intentara lastimarla de nuevo. 

—¿De qué veneno estás hablando? —Inquirió nerviosa. 

—Al igual que las serpientes, nuestros colmillos son capaces de segregar una toxina especial. —Dylan comenzó a explicar, deteniéndose frente suyo—. El veneno es capaz de convertir a cualquier humano en un ser extraordinario, y eso fue lo que ocurrió contigo. —Él carraspeó—. Querías ser como yo, y te lo concedí. 

Macy continuó retrocediendo, más temerosa a cada instante. Dylan hablaba de forma sombría y misteriosa, como si quisiera asustarla a propósito. Ella ya no sabía qué pensar, y recordó lo último que le dijo antes de desmayarse. 

«Hazme lo que quieras.»

Macy notó su corazón agitarse, y pasó saliva con dificultad. Temía que él se hubiera aprovechado de ella mientras estuvo inconsciente, y se abrazó a sí misma. Quería llorar. 

—¿Qué fue lo que me hiciste?

—No te hice nada que no quisieras —él se arrodilló frente suyo—. Ahora somos iguales; de la misma especie. Eres tan poderosa como yo. 

—¿Cómo sé que eso fue todo? —Ella cuestionó, aterrada—. ¿Cómo sé si no...?

—¿Si no te toqué? —Dylan se sentó frente suyo—. No, no lo hice. Mi misión era convertirte en vampiro, no acostarme contigo. Por mucho que tú lo desearas, dentro de mis planes no estaba que tuviéramos sexo.

Macy sintió su rostro enrojecerse, y la vergüenza se mezcló con la ira dentro suyo. Quiso gritarle muchas cosas, sin embargo, una de sus palabras la detuvo. Vampiro. Él acababa de decir convertirla en vampiro. Dylan estaba más loco de lo que creyó. 

—¿Qué acabas de decir? —Ella inquirió, levantando una ceja—. Los vampiros no existen. 

—¿Entonces yo qué soy? —Dylan sonrió, mostrando sus colmillos—. ¿Una alucinación, o un producto de tu imaginación?

Macy no pudo evitar reír al ver sus dientes, dándose cuenta que todo se trataba de una simple broma. Dylan no era peligroso, ni el chico misterioso que aparentaba. Solo era un loco que terminó enredándola en sus mentiras. 

—Por favor, quítate eso que falta mucho para Halloween—. Ella rodó los ojos—. Si solo me trajiste aquí para hablar tonterías, creo que es momento de irme. No estoy de humor para soportar tus juegos. 

Dylan la sostuvo del brazo, impidiendo que se moviera. Esa no era la reacción que esperaba, y pensó con rapidez la forma de convencerla. En todos sus años como vampiro, jamás conoció a una humana que se burlara de él de esa forma. Macy fue la primera que no se asustó, ni rogó por su vida cuando vio su verdadera naturaleza. 

—Después de todo lo que ha pasado, ¿sigues creyendo que esto se trata de una broma? —Inquirió, soltándola—. ¿Piensas que lo que digo no es real?

Macy pasó una mano por el rostro del chico, tentada a tocar sus dientes. Acercó el índice con cautela, rozando la punta de cada colmillo. Se sentían afilados, y no alcanzaba a distinguir el punto en que se unía con su verdadera dentadura. La persona que hizo aquellas prótesis debía ser realmente buena en su trabajo. 

—¿Qué clase de pegamento usaste? —Ella consultó entre risas—. Había visto colmillos falsos para disfraces, pero los tuyos no se mueven por más que intento sacártelos. 

Dylan tomó la mano de la chica, sujetándola con fuerza para que no volviera a tocarlo. Entreabrió los labios para darle una mejor vista, e hizo que sus colmillos se redujeran; hasta quedar de su tamaño original. No sabía qué más hacer, y ella comenzaba a sacarlo de sus casillas. 

—Son retráctiles —explicó bajo—. No me los puedo sacar porque esos son mis dientes. Yo no mentí cuando dije lo que era. 

La sonrisa desapareció del rostro de Macy, convirtiéndose en una expresión de confusión. Debía estar alucinando. Lo que observaba no podía ser real. 

—¿Cómo hiciste eso? —Consultó, pasando saliva con dificultad—. ¿Qué clase de monstruo eres?

Dylan parpadeó con lentitud, haciendo que sus ojos comiencen a brillar. Hizo que sus colmillos volvieran a descender, y sostuvo a Macy por el mentón. Esa era su oportunidad. 

—Somos iguales, Macy. Ahora somos de la misma especie. —Él musitó—. Querías ser poderosa, y te lo concedí. Muy pronto, yo me encargaré de poner el mundo a tus pies. 

Macy negó con temor, desviando el rostro para librarse de su agarre. Todas las leyendas que escuchó sobre los vampiros cuando era pequeña regresaron a su mente, aturdiéndola. Las películas de terror los mostraban como monstruos sanguinarios, que debían vivir como parásitos en las sombras. Ella no quería nada de eso, ni tener que alimentarse de otro ser humano. Necesitaba despertar de la pesadilla en que se encontraba. 

Macy pasó la lengua por sus propios dientes, alegrándose al no sentir ningún colmillo en su boca. Dylan no dejaba de mirarla, y ella notó que los ojos del muchacho brillaban como dos faroles celestes. Macy carraspeó, pensando en alguna excusa para alejarse de ahí. 

—Todavía soy humana —ella se defendió—. Tal vez sí seas un vampiro, pero yo no me convertiré en un parásito como tú. 

Dylan soltó una estrepitosa carcajada, sacudiendo la cabeza. La inocencia de Macy lo cautivaba, y creyó que hablaba como una niña. Él era consciente que ella tenía cien años menos, y que le faltaba mucho por vivir. 

—Yo te enseñaré a controlar tus transformaciones, y a dominar tu lado animal—. Repuso tranquilo, poniéndose de pie—. Encontraremos la forma de recuperar el tiempo perdido, y entrenaremos hasta que sea el momento de volver a la ciudad. No te dejaré partir así. 

Macy se levantó también, sin comprender sus palabras. Él mentía. 

—Tú no me puedes retener aquí en contra de mi voluntad —ella elevó la voz—. Regresaré al campamento antes que noten mi desaparición, y trataré de olvidarme de ti. Estás loco. 

—Nadie en el campamento te extrañará, porque ya te des-inscribí—. Dylan se jactó, acercándose—. Un amigo se hizo pasar por tu padre, y ya me entregaron todas tus cosas. No tienes a dónde ir. 

Macy negó, sintiendo cómo se le bajaba la presión. Él planeó su secuestro tan metódicamente, que la dejó sin escapatoria. Nunca debió confiar en él. 

—Volveré a casa entonces —Macy intentó no mostrar su nerviosismo—. No me quedaré con un maniático como tú. Yo no tengo un lado animal, y tampoco me convierto en vampiro. Yo soy normal —susurró. 

La joven no esperó respuesta y giró sobre sus talones, dirigiéndose a la entrada del claro. El lugar se veía más grande de lo que recordaba, pero no le dio importancia. Esperaba recordar el camino de regreso al campamento, y convencer a Gia y Matthew de prestarle el teléfono que tenían en la oficina. Solo ellos podían ayudarla. 

Dylan maldijo por lo bajo, recordando una última cosa sobre ella. Sabía que se arriesgaba demasiado con lo que haría, pero no le quedaba otra opción. 

—Sabes, ahora me doy cuenta que fue un error el haberte mordido—. Habló fuerte, haciendo que su voz resuene en el lugar—. Solo eres una tonta niña humana que se niega a aceptar lo grande que es el mundo frente suyo. —espetó—. Me fijé en la Brancchiatto equivocada. Apuesto a que Alyssa no habría rechazado esta oportunidad. 

Macy dejó de respirar cuando lo escuchó, y notó su corazón detenerse.
—¿Qué fue lo que dijiste? —Inquirió. 

—Que la pequeña Alyssa estaría feliz de tener la oportunidad de ser una vampiresa—. Él rio, dándose cuenta que su plan funcionaba—. Tal vez debería ir por ella, y ofrecerle el reino que te prometí a ti. 

Macy negó, apretando los puños. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y tuvo que tomar fuerza para poder hablar. 

—Mi hermana solo tiene siete años —ella musitó, caminando hacia él—. Déjala en paz. 

—Quizás sea menor, pero es más decidida y obstinada que tú. —Dylan pasó una mano por su cabello—. Pasé semanas observando a tu familia a través de tus ojos, cuando aun podía entrar a tu cabeza. Los conozco muy bien, y sé que ella es el prospecto perfecto para la reina que mi pueblo necesita. 

Macy no pudo contenerse más, y lo golpeó en el rostro con toda la fuerza que tuvo. Los nudillos terminaron ardiéndole, pero no le importó. Ella necesitaba proteger a los suyos. 

—¡Deja en paz a mi familia! —Gritó, viéndolo tambalearse—. No permitiré que te acerques a mi hermana. Te mataré yo misma de ser necesario. 

Dylan sonrió con el golpe, limpiando la sangre de su labio. Podía oler el enojo que Macy emanaba, y solo quiso enfadarla más. Esa sería la clave para que ella terminara de creerle, y no le importaba continuar mintiendo para lograrlo. 

—Tienes razón; porque quien realmente tiene madera de rey, es Gadreel—. Se burló, acariciando el rostro de la chica—. Lo secuestraré antes que cumpla tres años, y aprovecharé para moldear su personalidad. Será el vampiro más sanguinario y despiadado de todos. 

—A mi hermano no lo vas a tocar —Macy amenazó, señalándolo—. No dejaré que te lo lleves. 

—¿Tú y cuántos más me van a detener? —Dylan fanfarroneó—. Soy más alto y más fuerte que tú. Podría matar a toda tu familia sin que te dieras cuenta, y jamás lograrías evitarlo. 

Macy lo golpeó de nuevo, sintiendo cómo una fuerza extraña la embargaba. La energía que la poseyó cuando atacó a Stevens regresó, y ella apretó los puños. Adoraba el poder que la llenó de un segundo a otro, y sonrió. No se dejaría intimidar. 

—Yo misma te detendré —gruñó, notando algo extraño en la boca—. Haré lo que sea necesario con tal de mantenerte alejado de mi familia. 

Dylan sonrió con satisfacción cuando notó que los ojos de Macy brillaban, y la sostuvo con fuerza del cuello. La elevó varios centímetros del suelo, acercándose velozmente a un árbol cercano. La arrinconó contra este, y colocó un brazo sobre su pecho para inmovilizarla. Ella luchaba por atacarlo, pero él solo se burló de sus intentos. 

—Bienvenida al mundo real, vampiresa. —Dylan musitó, sacando un espejo de su bolsillo trasero—. Tu reinado comenzará muy pronto. 

Macy sintió la cabeza darle vueltas, sin creer lo que veía en el espejo. Sus ojos brillaban más que los de Dylan, y tenía colmillos tan largos cómo lo de él. Se liberó del agarre del muchacho, sin dejar de contemplar su reflejo. No podía ser ella, debía haber un error. 

Macy se dejó caer con pesadez al pasto, pasando la lengua por sus dientes. Eran más afilados que los de Dylan, y empezaban a incomodarle. No podía cerrar la boca por completo, y tampoco conseguía que se redujeran de tamaño. Ella sintió una lágrima caer, y agachó el rostro. Se había convertido en un monstruo. 

—¿Qué fue lo que me hiciste? —Cuestionó con la voz entrecortada, sin esperar una verdadera respuesta. 

—Los novicios tardan un poco en controlar sus transformaciones —Dylan mencionó tranquilo, sentándose a su lado—. Durante los primeros días, tus instintos y tus emociones serán quienes te dominen a ti; y es por eso que te hice enojar. —carraspeó—. Solo así me ibas a creer. 

Macy lo vio de reojo, sin contemplarlo por más de unos segundos. Resolvió continuar examinándose a sí misma en el espejo, pero la explicación del chico empezó a confundirla. 

—¿Cuánto tiempo te tomó a ti dominarlo? —Consultó.

—Mi caso es... diferente —Dylan hizo una breve pausa—. A mí no me mordieron; yo nací así. Mis padres me enseñaron a controlarme cuando todavía era un niño. 

—¿Tú naciste siendo vampiro? —Macy rio, incrédula—. ¿Cómo es eso posible? 

Dylan esbozó una pequeña sonrisa, acomodándose en el pasto hasta quedar frente suyo. Hablar con Macy se volvía más fácil de lo que supuso al inicio. 

—Los vampiros nos dividimos en tres grupos —comenzó a explicar—. Primero estamos los purasangre; vampiros hijos de vampiros. Somos los más fuertes de todos, y nuestros colmillos aparecen poco después de nacer. Nos alimentamos de la sangre de nuestras madres, y tenemos más poderes que el resto de vampiros. 

Macy hizo una mueca, sacudiendo la cabeza. Le parecía desagradable imaginar a un bebé tomando la sangre de su madre, y prefirió no guardar esa imagen en su mente.

—¿Cuáles son los otros dos grupos? —Preguntó. 

—Luego están los ketare, o divididos. Vampiros hijos de un humano y un vampiro. —Dylan continuó—. Algunos de ellos nunca demuestran poderes o colmillos, pero igual deben alimentarse de sangre. Además, si la madre es humana, difícilmente sobrevive el parto. 

—¿Eso quiere decir que yo me encuentro en el tercer grupo? —Macy curioseó bajo, dándose cuenta que no pertenecía a ninguno de los anteriores. 

Dylan asintió, mojando sus labios. 
—Al final se encuentran los cíjeni, o mordidos. —Terminó de explicar—. Humanos comunes que fueron mordidos y se convirtieron en uno de nosotros. Sin embargo, no todos sobreviven al veneno. Muchos mueren en el acto, sin haberse convertido jamás. 

Macy soltó el espejo con cuidado, dándose cuenta de lo afortunada que fue. Aunque ella no era del todo consciente cuando él la mordió, le alegraba haber tolerado el veneno. Ella planeó tantas cosas para su vida, que no imaginaba morir a los diecisiete. 

La joven volvió a pasar la lengua por sus dientes, cansada de no lograr que se redujeran de tamaño. Asimilar todo lo que Dylan le decía era más sencillo que volver a verse como una humana. 

—¿Cómo logras que desaparezcan? —Inquirió, señalando su boca—. Es incómodo. 

—Te vas a acostumbrar —él rio—. Y, el primer paso, es que te calmes. Te transformaste porque estabas enojada, y tu cuerpo se preparó para atacar. —expresó, carraspeando—. Todavía puedo oler la rabia en ti, y tu corazón sigue latiendo con rapidez. Necesitas relajarte para que tus colmillos vuelvan a su tamaño original. 

Macy volvió a tomar el espejo, respirando con lentitud. Parpadeó un par de veces, observando sus ojos dejar de brillar. Le tomó casi diez minutos tranquilizarse por completo, y que sus colmillos se encogieran. Todavía le causaba fascinación cómo su cuerpo se transformaba frente a su mirar, y sintió muchas preguntas llegar a su mente. 

—Entonces, ¿la ira es la clave de todo? —Preguntó—. Me enojo y salen los colmillos; me tranquilizo y se esconden. ¿Eso es todo?

Dylan rio bajo, negando.
—No es tan fácil como crees. Hay muchas cosas de tu nueva naturaleza que necesito explicarte. —Él mencionó—. La ira te ayudará al inicio, pero necesitas aprender a transformarte por voluntad propia. Tú debes dominar tus emociones; no al revés. 

—Me siento como Bruce Banner —Macy murmuró, divertida. 

—¿Quién es Bruce? —Dylan se extrañó, cruzándose de brazos—. ¿Ya conocías a otro vampiro antes de a mí?

Macy soltó una leve carcajada, creyendo que él bromeaba. 
—No ves mucha televisión, ¿verdad? 

—No veo televisión en lo absoluto—. Él carraspeó—. Tengo muchas obligaciones como para perder el tiempo con algo como eso. 

Ella rodó los ojos, dándose cuenta que él volvía a hablar como el mismo prepotente de siempre. Prefirió no hacerle caso, y continuó observándose en el espejo. Estaba despeinada, pero le alegraba ya no tener colmillos. 

—¿Cómo es que tengo reflejo? —Habló fuerte, tomando a Dylan del brazo—. ¿O este es un espejo mágico?

—No comprendo —Él frunció el ceño—. ¿Por qué no habrías de tener reflejo?

—Porque no tengo alma —Macy bufó—. Se supone que los vampiros son muertos que encontraron la forma de seguir viviendo; y por eso deben beber sangre. Solo los vivos tienen alma. 

Dylan soltó una carcajada, quitándose la chaqueta de cuero que llevaba. Siempre odiaría todas las leyendas que los humanos inventaron entorno a ellos, y el falso folclore en que los sumieron. Casi nada de lo que se contaba de los vampiros era verdad.  

—También se supone que el sol nos mata, pero míranos. Llevamos horas bajo el sol y no nos ha ocurrido nada. —Señaló el cielo—. Hagamos algo —propuso—. Tú me dirás todo lo que crees saber de los vampiros, y yo te diré si es verdad. Es la forma más rápida de explicarte lo que ocurre con nuestra especie. 

Macy pasó saliva con dificultad, todavía pensando en su alma. Temía la respuesta que podría escuchar, pero necesitaba despejar esa duda cuanto antes. 

—¿Nosotros estamos muertos? —Titubeó—. ¿Los vampiros realmente son muertos?

—Tú y yo estamos más vivos de lo que crees; y nuestras almas continúan intactas dentro de nuestros cuerpos—. Él explicó tranquilo—. El verdadero origen detrás de los vampiros, es una maldición. La muerte no tiene nada que ver en esto. 

—¿Una maldición? —Ella se intrigó.

Él asintió, aclarándose la garganta para continuar. 

—Hace muchos años, existieron dos hechiceros que estaban en guerra—. Empezó a narrar—. Uno de ellos maldijo al otro, condenándolo a vivir entre las sombras por la eternidad, y a alimentarse de la sangre de otros seres humanos para sobrevivir. Su nombre era Samael, y fue el primer vampiro que existió. 

—¿Eso quiere decir que provenimos de los hechiceros? —Consultó. 

—La magia corre por nuestras venas desde el inicio de los tiempos—. Dylan sonrió—. Pero las cosas no fueron tan fáciles como piensas. Samael pasó años tratando de anular la maldición, y contrarrestar los efectos del hechizo. Consiguió crear una fórmula que le dio poderes, arreglando su nueva naturaleza para su conveniencia. Al igual que tú, él tampoco quería ser un monstruo. 

Macy meditó sus palabras unos minutos, deseando que hubiera algún libro o enciclopedia que pudiera contarle la historia completa. El misticismo detrás de su nueva especia comenzaba a fascinarla, y solo anhelaba conseguir más información. 

—La inmortalidad no suena tan mal —ella susurró, acomodando su cabello—. ¿A quién no le gustaría vivir para siempre?

—La inmortalidad no es tan buena, cuando te das cuenta que tarde o temprano, verás a todos tus seres queridos morir—. Dylan habló sombrío—. Una vez que todos los que amas se hayan ido, comenzarás a cuestionarte de qué sirve vivir tanto. Poco a poco descubres que la soledad es la peor maldición que puede caer sobre cualquiera de nosotros. 

Macy se estremeció con sus palabras, sintiendo pena por él. Dylan hablaba como si hubiera perdido a alguien importante, y se sintió tentada a abrazarlo. Su mirada expresaba un dolor indescriptible, y acarició uno de sus brazos. Aunque ella jamás perdió a nadie, no podía ni imaginar cómo serían las cosas si sus padres o hermanos llegaran a salir lastimados. 

—Lo lamento —susurró, acercándose a él. 

—No lo hagas —Dylan sacudió la cabeza, desviando el rostro—. Cada golpe que nos da la vida solo sirve para hacernos más fuertes. El dolor desaparece, y los recuerdos dejan de perseguirte con el tiempo. 

—¿Quieres conversar sobre eso? —Ella preguntó, creyendo que él lloraría en cualquier momento. Dylan daba la impresión de haber sufrido mucho antes de conocerla. 

Él sacudió la cabeza, fingiendo una sonrisa. No se dio cuenta que habló de más, y maldijo el momento en que su lengua lo traicionó. Dylan detestaba hablar de su pasado; en especial, todo lo que ocurrió antes que se volviera protector. 

—No estamos aquí por mí, sino por ti. —repuso monótono—. Si te mordí y te di la oportunidad de ser como yo, es porque fuiste elegida por ser especial. Hay cosas muy grandes aguardando en tu destino. 

—¿Especial? —Ella repitió lentamente—. Yo siempre me he sentido normal.

Dylan negó, tomándola del mentón.
—Eres más importante y valiosa de lo que crees—. Respondió firme—. No mentí cuando dije que pondría el mundo a tus pies. 

Macy se inclinó hacia adelante, cautivada por sus palabras. 

—¿Esa es la misión que tenías para mí? —Consultó—. ¿Es por eso que llevas todo este tiempo siguiéndome?

—Antes de explicarte lo que implica, necesitamos entrenar. —Dylan repitió sin soltarla—. Cuando domines tus transformaciones, vendrás conmigo a conocer a una persona muy importante. Será él quien te instruya sobre la misión. 

Macy alejó su mano con cautela, teniendo curiosidad por lo que dijo. Dylan era demasiado misterioso cuando se refería a la misión, y empezaba a sentirse como en una película. Ella deseaba que él fuera más explícito con la información que daba. 

—Espera —ella exclamó asustada después de varios minutos—. ¿Qué sucederá cuando deba regresar a mi casa?

«Tú no volverás a tu casa, Macy— él pensó, sonriendo victorioso—. Después de esto, el castillo será tu nuevo hogar.»

—Hablaremos sobre eso cuando llegue el momento—. Se limitó a responder—. Por ahora, solo debes enfocarte en dominar tus transformaciones. ¿Aceptas el trato? —Extendió una mano. 

Macy asintió con duda, pero no se atrevió a devolverle el apretón. Una última interrogante apareció en su mente, y ella decidió aclararla antes de confiar por completo en él. 

—Lo que dijiste sobre mi familia hace rato, ¿era verdad? —Macy elevó la voz—. Si no acepto entrenar contigo, ¿irás tras mis hermanos?

Dylan negó, viéndola a los ojos. Él sería incapaz de lastimar a un par de niños. 

—Yo necesitaba ponerte furiosa para que te transformaras, y mencionar a tu familia fue lo primero que se me ocurrió—. Confesó sincero—.  Jamás intentaría secuestrar a tus hermanos. Yo no soy alguien malo, Macy. Te lo vengo repitiendo todas estas semanas. 

La joven sonrió, notando que él no mentía. Algo dentro suyo le decía que Dylan sí era bueno. 

—¿Me juras que nadie atacará a mi familia?

—Yo estoy aquí para protegerte, y los protegeré a ellos también si es lo que quieres—. Ofreció—. No debes temerme; te voy a ayudar en todo lo que necesites. 

Macy asintió, apretando su mano finalmente. Le daría el beneficio de la duda, y confiaría en él de forma definitiva. Apenas si lo conocía, pero se mostraba sincero en su actuar. 

—Acepto —ella se arrodilló en el pasto—. Comencemos a entrenar. 

Dylan acarició su rostro una última vez, poniéndose de pie. Revisó la hora en su celular, viendo una llamada perdida de Salvatore. Debía ir al castillo cuanto antes, y asegurarse que nada malo hubiera ocurrido en su ausencia. 

—Son casi las once de la noche —él anunció, ayudándola a levantarse—. Necesito regresar a mi trabajo, pero volveré al amanecer. —avisó—. Te traeré comida y sangre. Mañana iniciaremos con lo que tenemos pendiente. 

Macy frunció el ceño, confundida. 
—¿Las once de la noche? —Inquirió—. El maldito sol está sobre nosotros; no puede ser de noche. 

—El claro está hechizado para que se mantenga soleado todo el día —explicó, mostrándole la pantalla de su móvil—. Aprovecha este tiempo para cambiarte de ropa y descansar. Entrenar no es tan fácil como imaginas. 

El joven se alejó de ella, sacando un pequeño llavero de su bolsillo. Recogió su chaqueta del pasto, dirigiéndose al límite del claro. Necesitaba desactivar la barrera protectora, antes de intentar salir del lugar. 

—Dylan, espera —Macy lo llamó, obligándolo a detenerse—. Hay algo más que me gustaría preguntarte—. Se acercó a él—. ¿Sabes algo de Jason Stevens? ¿Tienes idea de qué ocurrió con él?

El muchacho giró hacia ella, asintiendo para tranquilizarla. 

—Él está bien; lo envié a su casa—. Habló cínico, acariciando su mejilla—. Te seguí después que nos despedimos, y vi cuando lo hipnotizaste. Yo lo saqué del trance, y lo convencí que todo era una pesadilla y debía regresar a casa. Él está bien; lo juro. 

Macy respiró aliviada, abrazándolo por la información que le dio. Estaba segura que no podría regresar al campamento para conversar con Matthew, pero le alegró que Dylan la hubiera ayudado a calmar su conciencia. Él la apoyó sin esperar nada a cambio, y eso le bastó para terminar de convencerse que confiar en él no sería un error. 

—Te veo en la mañana—. Macy se alejó de él, caminando hacia sus cosas. 

Dylan dejó del claro, volviendo a activar la barrera para que ella no intentara escapar. Avanzó con velocidad entre los árboles, llegando a la entrada del bosque en cuestión de segundos. Ya tenía la confianza de Macy, y muy pronto la convencería de vivir en el castillo también. Todo estaba saliendo a la perfección, y sonrió. Jamás creyó que disfrutaría tanto la segunda fase del plan. 


*************

¡Finalmente tenemos el capítulo 07!

¿Qué les pareció? ¿Tienen alguna teoría?

No se olviden de votar, comentar y compartir para llegar a más personas. 

Prontito subiré el cap 08

Nos vemos en IG, siempre hago dinámicas después de cada capítulo 

Les mando un abrazote
Nos leemos pronto

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top