CAPÍTULO 05
Hacía frio. El cielo se ennegreció de un momento a otro, y el viento empezó a correr con fuerza. Las hojas volaban de un lado a otro, enredándose en los cabellos de quienes permanecían fuera. Por segunda vez desde que comenzó el campamento, hacía frío; y Macy sabía lo que significaba. Algo malo iba a ocurrir.
La joven se apresuró a terminar de ducharse, tiritando bajo el agua fría que caía de la regadera. Maldijo el momento en que decidió tomar un baño a esa hora, y se secó el cuerpo con rapidez. Apenas eran las cinco de la tarde, pero daba la impresión que una tormenta se desataría en cualquier momento.
Macy se ajustó la chaqueta de cuero negro que llevó, agradeciendo que decidió empacarla. Amarró sus zapatillas, y empezó a recoger sus cosas. Quería regresar cuanto antes a la cabaña, y permanecer ahí hasta el día siguiente. Los truenos comenzaban a escucharse, y ella siempre les tuvo miedo.
La joven corrió con cuidado por el patio, dándose cuenta que ya había empezado a llover. Tiró su ropa sucia a un costado de la cama, doblándola antes de guardarla en su maleta. Macy comenzó a escarmenar su cabello, pensando en cómo cambiaron las cosas durante las últimas dos semanas. Gia y Matthew eran mejores instructores de lo que Jason alguna vez fue.
Macy sonrió, sabiendo que eso no era lo único que mejoró en su vida. Desde la última vez que se vieron, cuando hicieron el trato, Dylan no volvió a molestarla. Él cumplió su promesa, y las jaquecas desaparecieron. Ni siquiera el collar le daba pistas del muchacho; como si hubiera desaparecido por completo. Y eso la alegró. Ella no lograba confiar en Dylan, y prefería mantenerse alejada de él.
Macy observó por la ventana, notando que la lluvia se intensificaba. Gia tenía la costumbre de dar las tardes libres, y proyectar películas en el patio principal. Aunque la idea le gustaba bastante, ella esperaba que se cancelara la función de esa tarde. No quería mojarse, ni pasar dos horas bajo la tormenta.
La joven guardó el peine en el cajón de la mesa de noche, viendo el collar a un lado. Decidió tomarlo para comprobar que Dylan no la estuviera llamando; maldiciendo de inmediato. El dije estaba más caliente que en otras oportunidades, y ella rodó los ojos. Aunque ya intuía que él podría aprovechar la tormenta, la idea le desagradó. Dylan siempre la convocaba en los peores momentos.
Macy guardó la joya en el bolsillo de su chaqueta, tratando de pensar en una excusa creíble. Todavía no sabía si pondrían la película; sin embargo, un ruido en la puerta la asustó. Rhonda ingresó a paso rápido, con el cabello mojado. Ella también terminaba de bañarse.
—Macy, ¿ya estás lista para la película? —Preguntó de golpe, entusiasmada—. Gia dijo que hoy veríamos el Titanic.
Macy rio, negando con la cabeza.
—No iré a la función de esta tarde. —susurró, viéndola a los ojos—. No me estoy sintiendo bien.
—Pero ya estás vestida—. Rhonda la señaló, levantando una ceja—. ¿En serio no quieres venir?
—La migraña regresó, y creo que incluso tengo mareos— ella mintió, haciendo una mueca—. Ya me voy a dormir. Por favor, dile a Gia y Matthew que no me despierten.
Rhonda asintió, despidiéndose de su amiga. Ella comprendía muy bien lo que era sufrir de dolores de cabeza, y resolvió dejarla descansar. Necesitaba hallar a los instructores cuanto antes para pedirles que ellos tampoco la molesten.
Macy soltó un largo respiro, agradeciendo que Rhonda hubiera creído sus palabras. Acomodó un par de pantalones bajo la frazada, simulando la silueta de su cuerpo. No sabía cuánto podría demorar, y no quería levantar sospechas. Después del escándalo que armó, no quería volver a ser el centro de atención.
La joven decidió amarrar su cabello en una cola, imaginando la gran cantidad de viento que debía estar corriendo en el exterior. Supuso que el bosque estaría peor que el patio, y bufó. No quería ensuciarse las zapatillas, pero no le quedaba otra opción. No pretendía romper el pacto con Dylan, ni arriesgarse a que las jaquecas regresen. Ella se alistó para salir; sin embargo, el ruido de la trompeta la alertó.
«Debido a la creciente tormenta, el cine del día de hoy se suspende. —Anunció Matthew por los altavoces—. Acérquense al comedor para cenar, y luego podrán retirarse a sus cabañas a dormir.»
Macy maldijo por lo bajo, apretando los dientes. Sería más fácil camuflar su ausencia en el patio, que en la cabaña. Durante la película, nadie notaría que escapó. Sin embargo, sus compañeras podrían darse cuenta que no estaba durmiendo. Ella carraspeó, acomodando por última vez las sábanas. Nadie debía sospechar.
La joven salió de la cabaña después de dejar una pequeña nota, pidiendo que no le hablen. Se camufló entre las paredes, avanzando hasta llegar a la entrada del bosque. Subió el cierre de su chaqueta por completo, cerciorándose que el collar continuara en su bolsillo. Jamás encontraría a Dylan sin su ayuda.
Macy caminó entre los árboles, sintiendo que la lluvia se ponía cada vez peor. Sostuvo el dije entre sus dedos por varios minutos, disfrutando del calor que le daba. Hacía demasiado frío y ella estaba por completo empapada.
Macy se aferró a la cadena, corriendo en la dirección que indicaba el collar. Entrecerró los ojos al divisar el claro a lo lejos, e hizo una mueca. A pesar que seguía lloviendo, estaba soleado en ese lugar. Ella se detuvo unos instantes, tratando de descifrar el por qué. No comprendía cómo el sol brillaba solo ahí. Suspiró, creyendo que debía haber algo mágico detrás de todo. No era normal lo que ocurría.
Dylan elevó la cabeza apenas la escuchó; a pesar que su mente estaba en otro lado. No había hecho más que entrenar en las últimas dos semanas, sin detenerse a descansar. Estaba agotado, y se sentía débil. Ni siquiera la sangre le ayudaba a mejorar, y hacía mucho que tenía ganas de renunciar. Las cosas cambiaron demasiado cuando llegó la carta del hijo de Perso.
El joven se encargó de preparar a los guardias del castillo, practicando día y noche con ellos. Los cortes en sus manos comenzaban a sanar, pero todavía le dolía el costado. Uno de los centinelas lo atravesó con una lanza, obligándolo a pasar los últimos dos días en reposo. Quentin solía ser el protector de Salvatore, y Dylan estaba seguro que lo hizo a propósito. Ambos tuvieron problemas desde que su padre decidió darle el puesto, y solían pelear constantemente. Quentin era un buen soldado, pero su resentimiento no lo dejaba avanzar.
Dylan se levantó de la roca en que estuvo sentado, resolviendo no perder más tiempo. No quería seguir pensando en los problemas que tenía en el castillo, ni tampoco en la última pelea que tuvo con el hijo de Perso, cien años atrás. Necesitaba enfocarse en su nueva misión antes que los recuerdos lo consumieran.
—Llegas tarde —él habló serio, viéndola a los ojos—. Llevo más de una hora esperándote.
—Hace dos semanas que no te contactas conmigo; creí que no me volverías a llamar —Macy se cruzó de brazos, molesta—. Además, deberías dejar de ser tan grosero. Tú me necesitas a mí más de lo que yo te necesito a ti. —Se jactó, burlona.
Dylan soltó un largo respiro, acercándose a ella. No estaba de humor para pelear, y sabía que ese era el gran día. Era momento de empezar con el plan, y no podía permitir que nada saliera mal. Se le acababa el tiempo, y su padre no le perdonaría una equivocación más.
—Lo lamento, estoy un poco estresado —él fingió pena en la voz—. Pero ven, tenemos mucho de qué conversar. Hoy comenzaremos con la misión—. Anunció.
Macy levantó una ceja, confundida. Por un segundo se le olvidó de qué misión hablaba, y carraspeó. Lo siguió hasta el centro del claro, sintiendo cómo la cabeza se le llenaba de preguntas. Sin embargo, el creciente calor hizo que solo pudiera enfocarse en una.
—Espera —ella se detuvo, abriéndose la chaqueta—. ¿Por qué no está lloviendo aquí? —Inquirió—. ¿Por qué hace calor, cuando el resto del bosque está inundado?
—Un amigo lo hizo —Dylan respondió con soltura—. ¿O prefieres que llueva aquí también?
Ella negó, irritada.
—¿Un amigo lo hizo? —Repitió incrédula—. ¿Qué clase de amigos tienes?
—De los que pueden controlar el clima, y crear anillos para leer mentes. —Él rio, colocándose detrás de ella—. De los que nunca quisieras encontrarte en una noche oscura, y que no tienen piedad con los demás. —gruñó en su oído—. De los que pensabas que solo existían en las leyendas, pero somos más reales de lo que crees.
Macy se alejó de él en un salto, empezando a asustarse. Ella quería irse de ahí, y regresar al campamento. Ya no le importaba si Dylan volvía a meterse en su mente. Necesitaba huir.
—¡Estás loco! —Exclamó, retrocediendo más—. Nada de lo que dices puede ser verdad.
—Puedo oír la sangre corriendo por tus venas, y el agitado latido de tu corazón. —Dylan ladeó una sonrisa, arrogante. —Puedo oler el miedo que emanas, y el sudor en las palmas de tus manos.
—¡MIENTES! —Macy gritó, desesperada. ¡ERES UN MALDITO MENTIROSO!
Él negó, sin despegar la vista de ella. Aunque le divertía la reacción de la chica, debía mantenerla bajo control. No le convenía perder su confianza.
—Ambos sabemos que no estoy mintiendo, y el sol arriba de nosotros es prueba suficiente. —Dylan se cruzó de brazos—. Me viste en la entrada del campamento el primer día, y también desaparecer segundos después. ¿Por qué te niegas a aceptar la verdad?
Macy relamió sus labios, desviando el rostro. No soportaba continuar viendo los ojos azules del muchacho, y la cabeza empezó a darle vueltas. Ella ya no sabía qué decir para que él la deje en paz.
—¿Qué eres? —Cuestionó, elevando la cabeza—. ¿Qué es lo que quieres de mí?
—¿Qué soy? —Dylan sonrió, tomándola de la mano—. Soy algo que muchos humanos desean ser, pero jamás lograrán convertirse en uno de nosotros. —La sostuvo del cuello, obligándola a verlo—. Soy una leyenda hecha realidad.
Macy pasó saliva con dificultad, escaneando su rostro en la cercanía. Se dispuso a acariciar una de sus mejillas, planeando clavarle las uñas para lograr que él la suelte. Sin embargo, algo en su mirada la cautivó; impidiendo que lo lastimara. Sus ojos eran hechizantes, y no podía dejar de verlos. El azul de sus iris era hipnotizante.
—¿Qué quieres de mí? —Alcanzó a preguntar, susurrando.
—Quiero darte la oportunidad de ser como yo —Dylan respondió cerca de sus labios—. Quiero abrirte los ojos, y mostrarte cómo es el mundo en realidad.
Macy comenzó a observarlo con deseo, y estuvo tentada a besarlo. Dylan se alejó entre risas, sabiendo que ya la tenía en la palma de su mano. Debía aprovechar el momento, y morderla antes que ella volviera a asustarse. No tendría otra oportunidad como esa.
Dylan la ayudó a quitarse la chaqueta de cuero, arrojándola a un lado. Carraspeó, pensando bien qué diría. Seducirla era el modo más fácil de morderla, y se ahorraría el explicarle que los vampiros eran reales. Él no sabía cómo revelarle la verdad a los humanos, y prefirió saltar directo a la acción. Confiaba en que ella terminaría de comprender todo con el pasar de los días.
Dylan no estaba de acuerdo con engatusarla, pero sabía que no le quedaba otra opción. De él dependía que Macy se convirtiera en la siguiente Aka Zaba, y no podía defraudar a su pueblo. Si fallaba, Salvatore moriría sin haber dejado un heredero, y eso era algo que no podía permitir.
El joven se aclaró la garganta, recordando que hacía cien años que no mordía a nadie; y empezaba a ponerse nervioso. Resolvió dejar que su cuerpo actúe solo, tratando de relajarse. Necesitaba volver a ser el Dylan que fue antes de convertirse en protector. Dejaría que sus instintos lo dominen.
—¿Te gustaría ser poderosa? —Él la abrazó por la espalda, rozando su mejilla con la nariz.
Macy se aferró más a su cuerpo, soltando un leve jadeo. No comprendía qué sucedía, pero disfrutaba sentir la respiración de Dylan en su cuello. La excitaba.
—¿Poderosa? —Alcanzó a preguntar en un susurro—. ¿Cómo?
—Tendrías el mundo a tus pies —Dylan musitó, acomodando su cabello hacia un lado—. Todos se inclinarían ante ti, y gritarían tu nombre. Te convertirías en una diosa.
—Sí quiero —ella respondió, cerrando los ojos.
—Buena respuesta. —Dylan contestó bajo, acariciando los brazos de la chica—. Entonces, déjame hacerte una última pregunta. —Sonrió—. ¿Te gustaría ser como yo?
Macy sintió los cálidos besos que Dylan dejó en su cuello, y sus piernas temblaron. Él continuaba tocándola, y ella ya no podía pensar con claridad. Hacía mucho que no tenía sexo con nadie, y esperaba hacerlo con Dylan. No le importaba serle infiel a su novio con un chico como él.
—Sí —ella alcanzó a contestar entre jadeos—. Hazme como tú; hazme lo que quieras.
Dylan sonrió, lamiendo la piel de su cuello por última vez. Hizo que sus colmillos bajen, preparándose para morderla. Aprovechó que Macy tenía los ojos cerrados, y tapó su boca con una mano para evitar que grite. No esperó más, y hundió los colmillos en su piel sin previo aviso. Él respiró pesadamente, disfrutando la sensación. Era como si mordiera por primera vez.
La sangre de Macy empezó a salir con fuerza de su yugular, mojando los labios del muchacho. Dylan se apresuró a beber cada gota, creyendo que era la sangre más deliciosa que alguna vez probó. Su sabor era adictivo, y no podía dejar de beberla. Había algo especial en ella.
Dylan ajustó su agarre, notando que Macy se movía bajo suyo. No podía dejarla escapar, y solo pensaba en continuar tomando su sangre. No sabía cuánto había bebido, pero algo dentro suyo le impedía detenerse. Su juicio se nubló, actuando solamente por impulso. En ese instante volvió a sentirse vivo, y recordó lo mucho que le gustaba cazar.
El sonido de unos fuertes aplausos, provenientes del bosque, lo alertaron. Dylan pasó la sangre que tenía en la boca con dificultad, y sacó los colmillos del cuello de Macy. No se dio cuenta en qué momento ella se desmayó, pero tampoco le importaba. Su cuerpo se tornó pesado, y le aterraba que alguien del campamento los hubiera estado espiando. No permitiría que nadie los descubriera.
—Buen trabajo, hijo. —La voz de Salvatore resonó en todo el bosque, aturdiéndolo—. Veo que finalmente cumpliste con tu misión.
Dylan soltó el cuerpo de Macy, dejándola caer con rudeza sobre el pasto. La miró de reojo para asegurarse que siguiera inconsciente, antes de dirigirse hacia donde escuchó a su padre. Salvatore ingresó al claro con paso firme, bajándose la capucha que tenía puesta. Estaba vestido con una túnica roja ceremonial, pero ninguno de los ancianos del concejo lo acompañaba.
—¿Cuánto tiempo llevas oculto en el bosque? —Dylan consultó, limpiando las comisuras de sus labios.
—El suficiente —Salvatore esbozó una sonrisa—. Decidí seguirte porque temí que no fueras a morderla; pero me equivoqué. Hiciste un buen trabajo, hijo. Estoy orgulloso de ti.
Dylan asintió, inflando el pecho. Le alegraba que su padre estuviera complacido.
—Gracias por tus palabras, Salvatore—. Él sonrió—. Fue más fácil de lo que creí.
—Quizás fue fácil, pero debes aprender a controlarte—. El hombre lo regañó—. Solo debías morderla, no dejarla seca. Si no te hubiera interrumpido, ella ya estaría muerta.
Dylan carraspeó, agachándose junto a Macy. La revisó brevemente, haciendo un gesto despreocupado. Su padre exageraba.
—La transformación comenzará dentro de poco. —El joven anunció, notando que la mordida en su cuello comenzaba a cicatrizar. —Tardará seis horas en que su cuerpo termine de asimilar la toxina. Si sobrevive...
—Sobrevivirá. —Salvatore lo interrumpió, alzando la voz—. Ella no es una humana común; no tendría por qué rechazar el veneno.
Dylan sonrió, relamiendo sus labios. Todavía sabían a su sangre, y él carraspeó; rechazando el impulso de morderla de nuevo. No caería en tentación.
—La sangre de Macy sabía diferente —él susurró—. ¿Por qué?
Salvatore se extrañó con la pregunta, sentándose sobre una de las rocas que había en el lugar.
—Ella es la elegida —le recordó—, es por eso que sabe diferente. No debes darle mucha importancia.
—Sé que es la elegida, pero eso no explica lo que sentí. —Dylan levantó una ceja—. Había algo hipnótico en ella; adictivo. ¿Por qué?
El hombre soltó un largo respiro, sabiendo que no podía mentirle a su hijo. Dylan era demasiado astuto, y se daría cuenta de la verdad tarde o temprano.
—Hay algo sobre Macy que nadie sabe, y debes prometerme que no lo divulgarás cuando yo te lo diga. —Salvatore se puso de pie—. Es peligroso que esta información se difunda, e incluso los mismos ancianos del concejo serían capaces de mandar a matarla si se enteran. —aseveró—. Ni siquiera ella lo puede saber.
Dylan frunció el ceño, confundido. ¿Qué cosa tan mala podría haber con Macy como para ocultarla de esa manera?
—Yo prometo guardar el secreto, padre. —Él juró, agachando el rostro—. Ni una sola palabra saldrá de mi boca.
—Ve al campamento, y recoge las cosas de Macy. Te diré todo cuando regreses. —Salvatore colocó una mano en su hombro, aun ordenando sus ideas—. Es momento de comenzar con la fase dos.
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¡Hola!
Aquí les traigo el capítulo 05
Lamento la demora, pero ahora volverán las actualizaciones semanales.
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Alguna teoría?
Les mando un abrazote.
Nos vemos en IG. Siempre hago preguntas ahí
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