CAPÍTULO 04

Macy despertó con lentitud, abrazando una almohada. Hacía mucho que no dormía tan bien, y la cabeza ya no le dolía. Después del encuentro en el bosque, Dylan no volvió a hablarle en lo que quedaba de tarde. Fue como si hubiera desaparecido de su mente por todas esas horas, y eso le trajo paz. 

La joven se estiró con lentitud, aún adormilada. Ella le pidió a Rhonda una de sus pastillas, y le hizo efecto casi de inmediato. Todo a su alrededor seguía nublado, y tardó en enfocar la vista. A pesar de haber dormido tan bien, tuvo sueños bastante extraños toda la noche. Por un instante, no sabía qué era real, y qué, una ilusión. 

Macy se sentó con cuidado en la cama, todavía pensando en lo que ocurrió el día anterior. Por un instante, creyó que el encuentro con Dylan fue producto de su imaginación, y que él no existía. Sin embargo, ver el collar sobre su mesa de noche le hizo darse cuenta que todo era real. Ella lo tomó con cuidado, examinándolo con la luz de la mañana. Era más bonito de lo que pensó al inicio, y lo analizó con detalle. Era de oro, y el dije parecía tener zafiros reales. Dylan debía ser alguien con mucho dinero; la joya se veía muy costosa. 

Macy volvió a dejarla sobre la mesa de noche, terminando de despertar. Apenas si recordaba cómo regresó al campamento después del encuentro con el muchacho, y todo se tornaba confuso después de eso. No estaba segura de haber cenado, y lo único que tenía claro, fue el momento en que Rhonda le dio la pastilla. Ella frotó sus sienes, tratando de recordar. Todo le daba vueltas. 

La joven sacó una botella de agua que guardaba en la mesa de noche, y dio un largo sorbo. Una breve memoria llegó a su cabeza, y se dio cuenta que estuvo soñando que peleaba con el señor Stevens. Ella no sabía por qué, pero pequeños fragmentos aparecieron en su mente. Llovía con fuerza, y ambos estaban de pie en el patio. Las antorchas se habían apagado y no había nadie fuera de sus cabañas. Solo ellos dos. 

Jason Stevens la gritaba con rabia, haciendo señas con las manos. Macy no pudo recordar ninguna de las palabras que dijo, pero sí lo furioso que estaba. Ella trataba de responderle, pero él ni siquiera le daba oportunidad de hablar. Macy apretó el collar en su mano, sintiendo un leve escalofrío recorrerla en ese instante. Ella no iba a permitir que nadie le levante la voz. 

—¡Ya estoy harta de usted, y de su maldita forma de dirigir el campamento! —Sentenció, engrosando la voz—. ¿Por qué no mejor se pierde en el bosque? —Preguntó irónica—. Le haría un favor a todos aquí si desapareciera. 

Macy sacudió la cabeza, riendo. Al menos, en sus sueños sí tenía la valentía suficiente como para decirle lo que pensaba. Bostezó una última vez, estirándose para colocarse el collar. Notó que la mayoría de sus compañeras seguía durmiendo, y supuso que debió levantarse realmente temprano. Aunque estaba bastante claro en el exterior, no podían ser más de las seis. 

Macy revisó su reloj de pulsera, suprimiendo un grito. Eran las ocho y media de la mañana, y nadie las había levantado. Ella frotó sus ojos, creyendo que era un error. No podía ser posible que fuera tan tarde, y que el señor Stevens no las hubiera despertado con el sonido de la trompeta.

El crujido de la puerta abriéndose la alertó, y ella dio un pequeño salto en su cama. Observó a Rhonda ingresar con sigilo, llevando su pijama en la mano izquierda. Gruesas gotas de agua caían de su cabello rizado, mojando la toalla que se puso sobre los hombros. 

—Rhonda, ¿qué pasó? —Preguntó Macy entre susurros—. ¿Por qué nadie nos ha levantado?

La chica dejó sus cosas sobre su cama, sorbiendo por la nariz. 
—No lo sé. Desperté hace media hora para ir al baño, y decidí ducharme—. Narró rápido—. Vi a un par de chicos dar vueltas, pero no les dije nada. 

Macy maldijo por lo bajo, caminando hacia su amiga. Había algo extraño en todo eso. 
—¿Has visto al señor Stevens? —Consultó—. ¿Sabes por qué no ha sonado la trompeta de alarma?

Rhonda negó, sentándose a los pies de la cama. 
—No lo he visto desde la tormenta de ayer— contestó bajo—. Después que nos ordenó volver a las cabañas, no volví a escuchar de él. Ni siquiera cenamos. 

Macy pasó saliva con dificultad, nerviosa. No supo por qué, pero sintió miedo. 
—¿Tormenta? —Alcanzó a preguntar. 

—Como una hora después que te fuiste, se desató una tormenta horrible—. Rhonda carraspeó—. Te estuvimos buscando por los alrededores del bosque, pero el señor Stevens nos ordenó ingresar a las cabañas cuando se escucharon truenos. Dijo que él se encargaría de buscarte, junto con Gia y Matthew, pero no sé qué más pasó. 

Macy sintió sus manos sudar, y negó. Nada de lo que su amiga decía podía ser verdad. Solo llovió en sus sueños; no en la vida real. Ella tosió con fuerza, tratando de comprender lo que ocurría. Debía haber alguna explicación para lo que ocurría. 

La joven tomó otro sorbo de agua, buscando no alertar a su amiga. Acomodó su cabello en un moño, y ordenó las palabras en su mente. Tenía demasiadas preguntas y necesitaba responderlas. 

—¿Cuánto demoré en regresar? —Consultó temerosa—. ¿A qué hora volví?

Rhonda frunció el ceño, intentando recordar. Le intrigó la reacción de su amiga, pero no quiso decirle nada. No comprendía por qué ella estaba tan nerviosa. 

—Creo que a las ocho— se encogió de hombros—. Por cierto, ¿por qué te fuiste?

Macy negó con la cabeza, más confundida que antes. Rhonda debía estar mintiendo. Se sintieron como minutos cuando estuvo conversando con Dylan, y caminando por el bosque. Le parecía imposible que hubiera estado seis horas desaparecida. Ella soltó un largo respiro, más confundida que antes. Había algo raro con ese lugar.

—¿Qué pasó después que entré a la cabaña? —Continuó preguntando, viendo a su amiga a los ojos—. ¿Dije o hice algo extraño?

Rhonda pasó una mano por su cabello, empezando a preocuparse. Después de la forma tan abrupta en que Macy abandonó la competencia, y los gritos que dio, pensó que algo malo le ocurría. Y, el notarla tan alterada, solo confirmaba sus sospechas. Ella debía estar mal de la cabeza. Rhonda también tenía problemas, pero jamás sufrió lagunas mentales. 

—Estabas rara; como "ida" —hizo comillas, buscando la forma de explicarle—. No hablaste mucho. Te cambiaste de ropa, y me pediste una de mis pastillas. Te dije que solo te tomes la mitad, y guardaste la otra en tu mesa de noche. Después de eso, se apagaron las luces y Matthew avisó por los altavoces que ya era hora de dormir. 

Macy abrió el cajón de la mesa con lentitud, viendo la otra mitad de la pastilla ahí. Ella pasó saliva con dificultad, tratando de comprender las palabras de Rhonda. Nada tenía sentido, y ella tuvo más miedo que antes. Estaba convencida que enloquecería en cualquier momento. La migraña no era nada en comparación con olvidar lo que pasó en las últimas doce horas. 

Macy sintió ganas de llorar de la desesperación, pero no lo hizo. Tomó un poco más de agua, buscando calmarse. Quería respuestas a todo lo que ocurría, pero ya no sabía cómo encontrarlas. Le dolía la cabeza, sin tener idea de qué hacer. Ella no comprendía qué le ocurría. 

—Creo que lo mejor será que no vuelvas a tomar mis pastillas—. Rhonda caminó a la mesa de noche, captando su atención—. No te ves bien. 

Macy asintió lentamente, devolviéndole la mitad que quedaba. Ella era consciente que las cosas se pusieron raras antes de tomar la pastilla, pero ya no quería arriesgarse. A pesar que Rhonda le aseguró que no habrían efectos secundarios, el miedo no dejaba de embargarla. Ella ya no sabía en qué creer. 

Rhonda guardó la pastilla en su mochila, y empezó a peinarse. No entendía nada, pero ya no quería hablar de lo mismo. Revisó su reloj una vez más, todavía asombrada. Faltaba poco para las nueve de la mañana, y el señor Stevens todavía no los llamaba a desayunar. Él jamás se quedaba dormido. 

—¿Crees que haya ocurrido algún problema con los relojes? —Consultó ella—. No es normal que sigamos aquí. 

Macy se encogió de hombros, saliendo de sus pensamientos. 
—No lo sé— sacudió la cabeza— no he salido de la cabaña desde que me levanté—. Suspiró— A todo esto, ¿no viste a Gia y Matthew cuando te fuiste a bañar? —Preguntó—. ¿Sabes por qué ellos tampoco han venido a levantarnos?

—No lo sé, pero tengo miedo— susurró—. Y, ¿si algo les pasó ayer durante la tormenta? ¿O al señor Stevens? —Musitó, asustada. 

Macy sintió un escalofrío recorrerla, y sorbió por la nariz. Temió que la pelea con Jason hubiera sido real, o que algo malo le hubiese sucedido. Ella se aclaró la garganta, entreabriendo los labios para contestar. Sin embargo, el fuerte sonido de una trompeta las alertó. Era una melodía diferente a la que entonaba Stevens para levantarlos, y bastante desafinada también. No podía ser Jason quien estaba tocando. 

Campistas, por favor, vayan al comedor—. La voz de Matthew resonó en los altavoces—. Campistas, al comedor, por favor. 

Macy suspiró, aliviada. Al menos, uno de los tres estaba bien. Se cambió con rapidez, colocándose un pantalón negro y un polo de manga corta. Se amarró las zapatillas, y rio al escuchar las quejas de sus amigas. A excepción de Rhonda, ella, y una chica más, el resto de sus compañeras de cabaña continuaban durmiendo. 

Ambas jóvenes salieron con paso lento, observando al resto de chicos caminar por el patio. La mayoría salía en pijama, y daban la impresión de que también acababan de despertar. Macy notó que el pasto estaba mojado, y maldijo por lo bajo. La tormenta fue real, y varias zonas se llenaron de barro. Era difícil avanzar por ahí. 

Rhonda fue la primera en ingresar al comedor, sentándose en una mesa cercana a la puerta. Macy se acomodó a su lado, viendo que los platos ya estaban servidos. Además de los campistas, no había ningún adulto en el lugar. 

Las actividades de hoy se suspenden hasta que se seque el patio—. Matthew habló a través de los altavoces—. Desayunen tranquilos; tendrán la mañana libre. 

Matthew volvió a tocar la trompeta, desafinando casi todas las notas. Macy esbozó una leve sonrisa, tratando de despejar su mente. Esa era la explicación que estaba buscando. No los levantaron porque todo se ensució y era imposible trabajar ahí. Nada malo les ocurrió. 

Macy tomó un largo sorbo al jugo que le sirvieron, más calmada que cuando se levantó. El miedo comenzó a disiparse, y su conciencia estaba tranquila. Ella comió un pan con lentitud, riendo al ver que Rhonda ya iba por el segundo. Ella le caía bastante bien. 

—Bonito collar—. Rhonda mencionó, señalándolo—. Me gusta que brille en la oscuridad. 

—¿Brilla en la oscuridad? —Macy se extrañó, tomándolo con suavidad—. No lo sabía.  

—Ayer, después que apagaron las luces, noté que brilló durante varios minutos— la chica se encogió de hombros—. ¿Acaso no lo sabías? —Se rio. 

Macy negó, terminando su jugo.  
—Me lo regalaron hace poco— comentó bajo—. Es nuevo.

—¿Te lo regaló tu novio? —Rhonda sonrió con complicidad—. Del que me contaste el otro día. 

—Sí— Macy mintió, desviando la mirada— James me lo dio. 

Rhonda dio una última mordida a su pan, y se limpió con una servilleta. Apreció la joya por varios minutos, notando lo bonita que era. A ella nunca le regalaron algo así. 

—James debe quererte mucho; el collar se ve muy costoso— comentó—. Yo nunca he tenido novio, pero debe ser lindo que tengan detalles así. 

Macy soltó una leve risa, prefiriendo no contestar. En sus dos meses de noviazgo, James jamás le regaló nada. Él solía invitarla a salir o a comer, pero no era detallista. En más de una ocasión, le insinuó que le gustaría que le regalasen flores. Sin embargo, no captó la indirecta. 

Macy esperaba que su relación mejore durante el viaje a la playa, y poder conectar más con él. Jazmine, su amiga, había arreglado todo para que ellos compartieran la habitación del hotel, y ya tenían listo el itinerario de viaje. La hermana mayor de Jazmine era la administradora del lugar, y les aseguró que no habrían problemas por ser menores de edad. Ese iba a ser el mejor verano de su vida. 

La joven suspiró con pena, tratando de no enojarse por no haber ido al viaje. Jamás le perdonaría a sus padres el inscribirla a un campamento militar. Macy bufó, sacudiendo la cabeza. Lo único que quería, era volver a ver a James. 

Macy salió del comedor después de terminar el desayuno, y le pidió a Rhonda que la deje sola unos minutos. Ella se sentó sobre una de las bancas de madera que habían en el patio, y disfrutó el aroma de la tierra mojada. A pesar que el cielo estaba despejado, todavía olía a lluvia. Ella se quitó el collar, admirándolo por varios minutos. Lo colocó en la palma de su mano; pero lo soltó tras varios segundos, maldiciendo. Estaba caliente. 

Macy lo recogió despacio, notando que la cadena continuaba fría. Sin embargo, el dije ardía; como si lo hubieran puesto al fuego. Ella lo sopló, sin explicarse qué pasaba. Era la primera vez que un collar hacía algo así. 

«Ven a mí— Dylan habló en su mente—. Necesitamos conversar.»

«¿Qué? —Ella respondió, confundida—. ¿Qué es lo que quieres?»

«Hacer un trato— carraspeó—. Estoy en el mismo lugar que ayer. El collar te guiará.»

Macy dejó la joya a su lado, confundida. No quería volver a ver a Dylan, pero necesitaba respuestas. Aunque lo odiaba, hablar con él era el único modo de conseguir información. Todo a su alrededor se puso raro después de conocerlo, e intuía que tenía algo que ver. Quizás, Dylan sabía por qué no podía recordar lo que sucedió durante la tormenta. 

La joven se levantó con lentitud, aun nerviosa. Sostuvo el collar por la cadena para no quemarse, avanzando con dirección al bosque. Se aseguró que nadie la estuviera siguiendo, y  se apresuró a ocultarse entre los árboles. Ella no sabía por dónde ir, y solo esperaba no perderse. Todo en ese bosque le daba malas vibras. 

Dylan no le inspiraba confianza, y comenzaba a asustarla. Macy sentía que él ocultaba demasiadas cosas, y no dejaba de repetirle lo de la misión. No comprendía por qué él estaba tan obsesionado con ella, e insistía en que debían conversar. En sus diecisiete años, ella jamás conoció a alguien tan extraño como él. Si no fuera por la telepatía, hubiera creído que Dylan estaba loco. 

El dije del collar comenzó a levitar en el aire, como si un imán gigante lo estuviera jalando. Macy sostuvo la cadena con fuerza, intentando que no se le escapara. Ese collar era más raro de lo que pensó, y solo atinó a seguirlo. Parecía que la mariposa de zafiros tuviera vida propia, y ella sintió que las cosas no podían volverse más extrañas. 

Macy continuó caminando a paso lento, siguiendo el camino que el collar le indicaba. Repasó mentalmente lo que le diría a Dylan cuando lo viera, y le repetiría que la dejase en paz. Estaba cansada de él, y lo único que agradecía, es que ya no le doliera la cabeza. Él podía hablar en su mente sin necesidad de darle una migraña. 

Macy divisó a lo lejos el claro en que estuvo el día anterior, y el collar la jaló con más fuerza. Ella enredó la cadena entre sus dedos, trotando hasta llegar. Dylan estaba recostado sobre uno de los árboles, con los brazos cruzados. Tenía una expresión aburrida, y se levantó apenas la vio. Llevaba más de una hora esperándola. 

Macy dejó caer el collar cuando entró al claro, y elevó la vista al cielo. A pesar que estaba templado cuando dejó el campamento, el sol brillaba con fuerza en ese lugar. Ella no creyó haber demorado tanto como para que el clima cambie de forma repentina, y carraspeó. Algo no estaba bien. 

—Al fin llegas— Dylan habló, aburrido—. Creí que tardarías menos con la ayuda del collar. 

—¿Por qué está caliente? —Macy preguntó, cruzándose de brazos también—. ¿Y por qué comenzó a flotar cuando estuve en el bosque? ¿Qué es lo que sucede?

—Porque el collar está conectado a mí—. Dylan rio, acercándose a ella—. Cada vez que quiera hablar contigo, se calentará y tú vendrás aquí—. Ladeó una sonrisa, viéndola a los ojos—. Te dije que, de un modo u otro, nos volveríamos a encontrar. 

Macy mantuvo el contacto visual, conteniendo las ganas de abofetearlo. Detestaba la expresión de satisfacción en su rostro, y su mirada ganadora. Cada segundo que pasaba, lo odiaba más. 

—Vine a devolverte el collar— respondió con la frente en alto—. No lo quiero, ni saber más de ti. Ya te dije que me dejes en paz. 

Dylan sacudió la cabeza, recogiendo la joya. Rio levemente, tomando la mano de la chica. La abrió con facilidad, sin dejar de reír. Volvió a colocar el collar en su palma, cerrándola después. 

—Es tuyo; lo mandé a hacer para ti—. Repitió sin soltarla—. Necesito que lo tengas para poder comunicarme contigo—. Aseveró, acercándose a su oído—. Además, decide. ¿Prefieres el collar; o la telepatía y la alarma? —Susurró. 

Macy se soltó de su agarre con rapidez, retrocediendo un par de pasos. Le tiró el collar al pecho, cansada de verlo. No le gustaba su actitud, y mucho menos se dejaría intimidar por él. Dylan estaba equivocado si creía que ella le seguiría el juego. 

—Eres un monstruo —espetó enojada—. Déjame en paz. 

—Me han dicho peores cosas— Dylan se encogió de hombros—. Pero, antes que sigas insultándome, hagamos un trato—. Propuso, dándole de nuevo el collar—. Tú vendrás aquí cada vez que el dije se caliente y conversarás conmigo sobre la misión que tengo para ti—. Explicó—. Y yo me iré de tu mente. No volveré a entrar a tu cabeza, ni a provocarte migrañas—. Sonrió—. Si las cosas salen bien, te librarás de mí en poco tiempo.  

Macy mojó sus labios, retrocediendo un poco más. Meditó las palabras del muchacho por varios minutos, sin saber qué responder. Aunque ella lo detestaba, se sentía tentada a aceptar su propuesta. No quería que él continúe jugando con su mente, ni causándole dolor. Tal vez, conversar con Dylan por un par de minutos al día no sería tan malo como pensó. 

—¿Cómo sé que puedo confiar en ti? —Preguntó finalmente—. ¿Cómo sé que no estás mintiendo?

El joven rio, extendiendo la mano izquierda frente a ella. Se sacó un anillo de plata que llevaba, entregándoselo a la chica. A pesar que el aro pertenecía a Salvatore, Dylan estaba dispuesto a hacer lo que sea; con tal de ganar su confianza.

—Ese anillo es lo que utilizo para meterme en tu mente— habló serio, viéndola a los ojos—. Fíjate en la franja verde que tiene, y cómo un líquido corre por su interior. Si aceptas el trato, dejaré que lo destruyas. 

Macy giró el aro entre sus dedos, acercándolo a sus ojos. Era bastante grueso, y tenía una línea verde en la mitad. Ella enfocó la vista, notando que él decía la verdad. Una especie de líquido brillante se movía a través de este, envolviéndolo. Era la primera vez que veía algo así. 

La chica se colocó el anillo, llevando una mano a la frente de Dylan. Tocó su sien con dos dedos, y cerró los ojos. No sabía cómo funcionaba, y solo se concentró en tratar de leer su mente. La cabeza comenzó a dolerle con fuerza, aturdiéndola. Dylan hizo una mueca, sintiendo como si le estuvieran taladrando el cerebro. Hacía mucho no soportaba un dolor de esa magnitud.

«¿Puedes escucharme? —Preguntó Macy, sin saber qué más decir—. ¿Estás ahí?»

«Aquí estoy —Dylan respondió, luchando contra el mareo—. Ya ves que no te mentí.» 

Macy rio con su comentario, soltándolo. Retrocedió un paso más, sacándose el anillo. Le parecía un objeto interesante, y hubiera deseado quedárselo. Sin embargo, estaba dispuesta a destruirlo con tal de deshacerse de Dylan. 

—¿Aceptas mi plan? —Él inquirió, extendiendo una mano.

Macy asintió, devolviéndole el apretón. Después de mucho, él se veía sincero, y ella decidió arriesgarse. Estaba segura que nada peor podría suceder. 

Dylan le quitó el anillo, colocándolo sobre una roca grande que estaba en el claro. Recogió otra del suelo, y se la dio. A pesar que imaginaba que Salvatore se molestaría con él por lo que hizo, no le quedaba otra opción. Tendría que pagarle a Ethan por hacer uno nuevo apenas regrese al castillo. 

—Destrúyelo— ordenó, ladeando una sonrisa—. Quiero que te des cuenta que sí soy alguien de confianza. 

Macy movió la piedra en su mano, arrodillándose. Estaba nerviosa, y vio a Dylan de reojo. Él permanecía con los brazos cruzados, sin dejar de mirarla. Ella pasó saliva con dificultad, golpeando el anillo tres veces. La franja verde se rompió, dejando caer el líquido sobre el pasto. Él ya no podría leer su mente. 

—Ya está —Macy le devolvió los restos—. Ahora, dime, ¿cuál es la misión de la que llevas tanto tiempo hablando?

Dylan negó, pasando una mano por su cabello. El tiempo se le acababa, y debía regresar al castillo cuanto antes. Después del ataque de la noche anterior, contrató diez guardias más, y debía entrenarlos. No dejaría a su padre desprotegido; más aún cuando el hijo de Perso se encontraba libre. 

—Ya tendremos tiempo para eso— aseguró—. Ahora, debes regresar al campamento. Alguien está tocando una trompeta. 

Macy frunció el ceño, revisando su reloj. Eran las doce. 
—¿Cómo sabes que están tocando una trompeta? —Inquirió. 

—Tengo buen oído— contestó con soltura—. Nos vemos pronto, Macy. 

—¿Qué eres? —Ella preguntó de golpe, sosteniéndolo del brazo—. ¿Cómo puedes oír algo que está a kilómetros de aquí?

—Lo descubrirás muy pronto. Tú y yo somos más parecidos de lo que crees —Dylan sonrió, tomándola del mentón—. No vayas a perder el collar.

Macy se soltó, rodando los ojos. Dylan lograba ponerla de mal humor en cuestión de segundos. Se estaba cansando de sus acertijos, y que no le dijera toda la verdad.

—¿De dónde lo sacaste? —Cuestionó, sintiendo varias interrogantes formarse en su mente—. ¿Cómo consigues que un collar esté conectado a una persona?

—Ya te dije que lo mandé a hacer para ti— Dylan repitió, cansado—. Tengo un amigo experto en eso. ¿Quieres que también te diga cuanto me costó? —Inquirió. 

Macy negó, sintiendo sus mejillas enrojecerse. 
—No es necesario— desvió la mirada—. Gracias—. Titubeó—. El azul es mi color favorito— susurró, tratando de aligerar el ambiente. 

—No lo sabía, pero elegí zafiros porque son iguales a tus ojos— Dylan señaló, sonriendo—. El azul de tus ojos es bastante peculiar. 

—Los heredé de mi madre— ella pasó una mano por su cabello—. Nos vemos— se despidió. 

—Cuídate, Macy —Dylan la tomó del brazo—. Y recuerda que no puedes comentarle a nadie sobre esto. Que sea un secreto entre nosotros. 

Macy asintió, avanzando en dirección al bosque. Sin embargo, una última pregunta llegó a su mente. La verdadera razón por la cual accedió a verse con él. 

—Espera —pidió, volteando—. Dylan, ¿por qué no recuerdo lo que pasó ayer? —Susurró—. ¿Por qué olvidé todo después que salí de aquí?

—Porque no lo quieres recordar —él respondió con seriedad—. Tú misma has bloqueado tus memorias. Cuando estés lista, todo volverá a ti. 

Macy pasó saliva con dificultad, confundida. Aunque escuchó que muchas personas pasaban por cosas similares después de sufrir un trauma, nunca creyó que le sucedería a ella. No sabía qué tan mala pudo ser la pelea con Jason Stevens como para haberla olvidado casi por completo. 

Macy se despidió de él, regresando al campamento a paso lento. Pasó todo el camino de regreso pensando en las palabras de Dylan, y en cómo salir de ese bloqueo. Cada vez tenía más preguntas, y solo creyó que debía estar tranquila. Sería peor si se estresaba. 

La joven notó que el campo estaba vacío, y supuso que debían estar en el comedor. Entró con sigilo, sentándose junto a Rhonda. La mayoría de sus compañeros ya habían terminado de almorzar. 

—¿Dónde estabas? —Rhonda cuestionó—. Hace media hora que empezamos a comer. 

—Tuve un pequeño problema —Macy respondió bajo—. ¿Ha ocurrido algo mientras me fui?

—Matthew dijo que volvería cuando el almuerzo termine —Rhonda dio un sorbo a su jugo—. Creo que tiene algo importante que decirnos. 

Macy frunció el ceño, empezando a almorzar. 
—¿Has sabido algo del señor Stevens? 

—No lo he visto, y a Gia tampoco. 

Macy asintió, todavía preocupada. Comió con lentitud, sintiendo la cabeza dolerle de la preocupación. Ella necesitaba descubrir qué sucedía, y cómo se relacionaba todo con la tormenta. Todavía sentía que algo extraño pasaba en el campamento. 

Gia y Matthew entraron con paso firme al comedor, y una expresión dura. Ella acomodó su corto cabello tras sus orejas, intentando ocultar su nerviosismo. Nunca fue buena para dar las malas noticias.

—Campistas, buenas tardes— Gia saludó con voz potente, captando su atención—. Después de una larga conversación telefónica, tenemos que anunciarles que el señor Jason Stevens no nos acompañará el resto del verano...

El creciente murmullo de los jóvenes la interrumpió, obligándola a callarse. Todos hablaban a la vez, sin lograr comprender algo de lo que decían.

—¿Por qué él ya no estará? —Una chica preguntó, haciéndose oír sobre el ruido—. ¿Algo malo le pasó?

Gia negó, golpeando una mesa para que guarden silencio. 
—Jason tuvo un problema familiar, y regresó a su casa— explicó tranquila—. Él está bien, pero decidió quedarse un par de semanas por allá. No tienen de qué preocuparse. 

—¿Eso quiere decir que nosotros también podremos regresar a casa? —Otro muchacho consultó—. Sin él, ya no tenemos instructor. 

Matthew rio, sonando el silbato que Jason dejó. 
—Nadie volverá a casa aún; pero sí dejaremos que tomen la tarde libre—. Anunció, cruzándose de brazos—. A partir de hoy, Gia y yo seremos los encargados del campamento. 


**********************************

¡Hola!

Lamento mucho la demora en la actualización, pero finalmente, ¡tenemos el capítulo 4!

¿Qué les pareció?
¿Alguna opinión o teoría?

También pasaba para decirles que los días de actualización de Aka Zaba serán los jueves. 

Les mando un abrazote
Nos leemos pronto

Por cierto, estaré en IG haciendo preguntas sobre el capítulo. Si quieren, pueden seguirme ahí también. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top