CAPÍTULO 03
─¡No la soporto! ─Se quejó Dylan, arrojando su chaqueta sobre una silla─. En serio, no la soporto.
Salvatore disimuló una sonrisa, dando un largo sorbo a su bebida. Se acomodó en el mueble de su estudio, observando al muchacho dar vueltas por la habitación. Carraspeó para llamar su atención, terminando de tomar la sangre que tenía. Ese era el único modo de evitar que su salud se deteriore. Todavía estaba débil.
─No puede ser tan malo─. Susurró─. Por lo que me has contado, Macy parece una chica dulce.
Dylan rodó los ojos, molesto. Apenas había regresado del campamento, y estaba cansado por todo lo que tuvo que hacer. La cabeza no dejaba de dolerle, y los oídos le zumbaban después de haber activado la alarma para atraer a Macy hacia él. Lo único bueno que sacó de ese encuentro, fue saber que ella sí reaccionó al sonido. Los humanos comunes eran incapaces de oírlo.
─Macy ni siquiera sabe dónde está parada. No tiene idea de lo que sucede a su alrededor─. Él masculló─. Basta con decirte que sigue creyendo que yo soy producto de su imaginación. Incluso cuando me vio, pensó que todo era una alucinación.
Salvatore rio por su comentario, haciendo un gesto para que se siente. Él sabía lo difícil que era para los humanos comprender ciertas cosas, y lo cerrada que era la mente de la mayoría de ellos. Los humanos creían que eran los únicos seres en el mundo, y solían inventar leyendas sobre los vampiros para minimizar el miedo que les tenían. A muchos se les dificultaba creer en la magia y los seres sobrenaturales.
─Es normal que esté confundida por tu presencia─. Salvatore habló tras un breve silencio─. Sabes que por la forma en que fue criada, muchas de estas cosas son nuevas para ella.
Dylan masculló algo indescifrable, sentándose frente a su padre.
─Salvatore, ¿estás seguro que ella es la siguiente Aka Zaba? ─Preguntó de golpe─. ¿No crees que pudo haber sido un error?
─El oráculo no miente, y mucho menos se equivoca─. El hombre respondió serio─. Macy es la elegida de sangre, y nada podrá cambiar eso. Es tu misión prepararla para todo lo que tendrá que enfrentar cuando yo ya no esté.
Dylan soltó un largo bufido, todavía creyendo que se trataba un error. En un inicio, le sorprendió que la futura Aka Zaba fuera una mujer. Sin embargo, eso no se comparaba con la confesión que Salvatore le hizo después de revelar su identidad. Macy era humana, y debía ser él quien la convierta para que pudiera asumir el cargo. Era la primera vez que algo como eso ocurría en toda la historia de los vampiros.
Hacía casi cien años que Dylan no mordía a nadie, y ese era el principal motivo por el cual se opuso al plan de Salvatore en un inicio. Su padre le prohibió cazar, y él sobrevivía con la sangre que tenían en el castillo, y el sustituto que preparaban. Su vida cambió mucho cuando lo nombraron protector, enterrando demasiadas cosas de su pasado. Tenía infinidad de dudas en la cabeza, pero Salvatore no escuchaba razones. Se había encaprichado con que fuera él quien se gane la confianza de Macy.
Dylan tomó un vaso, sirviéndose un poco de sangre también. Estaba hambriento, y solo eso ayudaría a disminuir su dolor de cabeza. Por suerte, los oídos ya no le zumbaban.
─Yo no seré profeta, pero no veo mucho futuro con ella─. Comentó finalmente, aburrido─. Ni siquiera he logrado decirle que soy un vampiro. Voy a tardar más de lo que planeamos.
Salvatore volvió a reír, inclinándose hacia adelante. El tiempo se les acababa, y sabía que Dylan estaba demorándose a propósito. Él había sido muy flexible con su hijo; sin embargo, la paciencia se le agotaba. Era momento de poner mano dura.
─Te recuerdo que fue tu idea armar esta treta de la telepatía─. Salvatore respondió cansino─. Yo tenía una forma más rápida y efectiva de hacerlo todo. Si me hubieras hecho caso, Macy ya estaría aquí, viviendo con nosotros.
─Tú querías que me inscribiera a ese maldito campamento junto con ella─. Dylan gruñó, bebiendo un poco─. Pretendías que finja ser un adolescente más junto con esa sarta de humanos idiotas─. Se quejó.
Salvatore se cruzó de brazos, sorprendido por la insolencia del muchacho. Él era consciente del odio que Dylan sentía por los humanos, y prefirió evitar tocar ese tema de nuevo. Su hijo todavía era muy joven, y veía las cosas de forma diferente. Salvatore nunca consideró a los humanos como seres inferiores, y les tenía cierto aprecio. Aunque eran parte de su cadena alimenticia, él hizo muy buenos amigos antes de asumir como Aka Zaba.
El hombre se acomodó en el asiento, buscando las palabras indicadas para hablar. Dylan tenía un carácter explosivo, y no estaba de ánimos como para soportarlo. La herida que Perso le hizo comenzó a punzarle poco antes que él regrese y solo quería ir a descansar.
─Dylan, necesitas tenerle paciencia a Macy─. Pidió Salvatore, viéndolo a los ojos─. Sé lo que piensas de los humanos, pero todo cambiará muy pronto.
─¡Yo no tengo paciencia, Salvatore! ─Dylan exclamó, poniéndose de pie─. Yo soy un soldado, no un niñero. No puedo pasar todo el día oculto en un maldito bosque, porque mi misión es estar aquí, defendiéndote y al castillo─. Elevó la voz.
─Te recuerdo que yo te di una nueva misión─. Salvatore sentenció, levantándose también─. Por ahora, Macy es tu única preocupación. ¡Es a ella a quien debes vigilar!
─¡Soy tu protector, no el de ella! ─Dylan gruñó, sintiendo los colmillos bajar─. No puedo ponerte en peligro, ni descuidarte por estar detrás de una niña malcriada.
Salvatore gruñó, haciendo que sus ojos se tornen rojos. Sostuvo al muchacho por el cuello con fuerza, obligándolo a verlo fijamente. Ya estaba harto del atrevimiento de Dylan.
─Antes que protector, eres mi hijo─. Aseveró, soltándolo─. Y como mi hijo, vas a obedecer. Sabes que eres el único en quien confío para esto. Ni siquiera tus hermanos están enterados del plan.
Dylan retrocedió un par de pasos, recobrando el aliento. Salvatore solo le había levantado la mano una vez en el pasado, y prometió no volver a hacerlo jamás. Él tosió, comprendiendo que no debió levantarle la voz.
─Lamento mi insolencia, padre─. Agachó la cabeza─. No volveré a renegar de tus planes.
Salvatore hizo un leve ruido, a modo aprobatorio. Pasó una mano por el cabello del muchacho, despeinándolo. Ambos regresaron a sus asientos, más tranquilos que antes. Salvatore dio un largo respiro, ordenando en su cabeza las preguntas que quería hacerle.
─Cuéntame un poco más de ese campamento─. Pidió sereno─. ¿Es seguro?
Dylan asintió, terminando de beber la sangre.
─Revisé las cabañas ayer, mientras todos dormían─ narró─. No hay grifos infiltrados, ni ninguna otra criatura que pudiera dañar a Macy. Por el momento, no corre ningún peligro.
Salvatore sonrió, complacido.
─¿Y qué hay de...? ─Dejó la pregunta al aire, levantando las cejas.
El joven comprendió la interrogante, y asintió nuevamente.
─También están bien. Es bueno tener ojos adentro─. Rio.
Salvatore se cruzó de brazos, meditando lo que oyó. Por suerte, ninguna criatura mágica conocía la identidad de Macy, y eso la mantenía a salvo. Muchos intentarían cazarla por su posición, y evitar que se convirtiera en la nueva Aka Zaba. Dentro de poco, ella tendría más poder del que alguna vez imaginó.
Dylan le sugirió mentir, dándole a los demás un nombre falso de varón. Ambos suponían que había un traidor en el castillo, pero todavía no lograban identificar quién era. Desde que Salvatore anunció que ya sabía quién sería su sucesor; Dylan detuvo los ataques hacia tres cíjenis, en distintas zonas de la ciudad. Incluso los cazadores, que pasaron años sin darles problemas, regresaron a las calles a atacar a todos los vampiros que detectaban. Se acercaban tiempos difíciles para la comunidad mágica.
Salvatore se recostó sobre el respaldar, sacando el celular de su bolsillo. Revisó el calendario con premura, calculando las fechas. Aunque su salud se encontraba estable, el veneno de Perso seguía corriendo por sus venas. Faltaba poco para que su sistema empiece a fallar, y no tuviera la fuerza suficiente para caminar. Sabía que si quedaba postrado, ni Ethan ni los doctores serían capaces de levantarlo de la cama. Apenas era enero, pero él era consciente que jamás llegaría a diciembre.
─Debemos seguir manteniendo las apariencias para que Macy no corra peligro en el campamento─. Salvatore mencionó, guardando el teléfono─. Pero debes apresurar las cosas. No puedes demorar más tiempo, Dylan─. Regañó, preocupado─. Has perdido tres meses por tu terquedad de meterte a su cabeza, y asustarla como si fueras un fantasma. Y ya no lo voy a tolerar─. Elevó la voz─. Respeté tu libertad; pero de ahora en adelante, haremos las cosas a mi modo─. Anunció.
─Salvatore... ─Dylan susurró, nervioso.
─Te doy cuatro semanas─. El hombre sentenció─. Cuatro semanas para que le cuentes la verdad, la conviertas, y la traigas a vivir aquí─. Enumeró con los dedos─. Debo entrenarla antes que el concejo quiera conocerla, o yo esté muy débil como para hablar.
Dylan negó, consternado. Después de haber pasado días en la mente de Macy, y conocer sus pensamientos, creía que sería imposible explicarle que era la elegida. Entre el odio que ella sentía por él, por el campamento, y todas las horas que dedicaba a suspirar por su novio; Dylan no encontraba forma de hablarle. Cada día, se convencía más que Macy solo era una niña que nunca lograría soportar la verdad.
─Es muy poco tiempo─. Masculló.
─¡No me importa! ─Salvatore elevó la voz─. Eres de las personas más astutas que conozco, así que encontrarás la manera de ganarte la confianza de Macy, y contarle todo antes de traerla a vivir aquí─. Exigió─. Además, sabes que ese no es el único problema que enfrentamos.
Dylan agachó la cabeza, decidiendo no discutir más. Los grifos no dejaban de atacar el castillo, y amenazaban con iniciar una guerra. El pacto que había mantenido la paz entre las criaturas mágicas estaba a punto de romperse, y todos los culparían a ellos. Los vampiros siempre fueron los guardianes de trato, y los encargados de mantener el orden entre las criaturas.
─Puedes contar conmigo, padre─. Dylan anunció con la frente en alto─. No te voy a defraudar.
Salvatore sonrió, feliz de la respuesta que obtuvo. Sabía que Dylan no lo defraudaría, y que no se equivocó al confiar en él. Dylan era el menor de sus hijos, y su predilecto al mismo tiempo. La mejor decisión que tomó, fue haberlo nombrado como su protector.
El hombre tosió un poco, pensando en irse ya a descansar. Sin embargo, una última pregunta llegó a su mente. Dylan pasaba tan poco tiempo en el castillo en los últimos días, que casi olvidaba lo que tenía que decirle.
─Hijo, ¿has contratado a nuevos guardias? ─Cuestionó de golpe─. Porque hace semanas que he visto a muchos que no conocía, y la mayoría de ellos tiene un olor extraño.
Dylan desvió el rostro, comprendiendo a lo que Salvatore se refería. Después que le ordenó a Theo convertir a cien humanos y colocarlos como guardias, no le comentó esa decisión a nadie. Como protector, él tenía el poder de contratar a nuevos centinelas cuando creyera pertinente. Sin embargo, se saltó el protocolo que debía seguir, e ignoró la lista de espera con todos los postulantes que ansiaban un lugar en la guardia real. A pesar que él también defendía la meritocracia y la pureza de la sangre, no seguiría arriesgando a los de su misma clase.
Los vampiros se dividían en tres grupos bastante diferenciados, los cuales determinaban la clase social a la que pertenecían. En el estrato más bajo, se encontraban los cíjeni, o mordidos. Humanos comunes y corrientes que terminaron convirtiéndose en vampiros por un descuido, y eran los más débiles de todos. Tenían colmillos pequeños, y no podían exponerse mucho tiempo al sol. Dylan siempre los consideró como un error.
En segundo lugar, estaban los ketare, o divididos. Vampiros que nacieron como tal, hijos de un humano y un vampiro. Su sangre era impura, y por sus venas todavía corría la inmundicia humana. Algunos de ellos nunca demostraban poderes ni colmillos, pero igual debían beber sangre para no morir. Dylan siempre creyó que eran fallos de la naturaleza, pensando que era imposible que dos especies tan diferentes pudieran procrear entre sí. Sin embargo, cada día eran más los ketare que nacían.
Finalmente, estaban los purasangre, como él y Salvatore. Vampiros hijos de vampiros, de largos y ancestrales linajes que solo buscaban la pureza de su especie. Eran los más fuertes, y la clase social más alta. Ocupaban cargos importantes dentro del mundo mágico, convirtiéndose en los líderes de cada lugar al que llegaban.
Salvatore siempre le dijo que cada tipo de vampiro tenía un olor diferente, y que los podía diferenciar sin necesidad de ver sus colmillos. Bastaba con que percibiera su aroma, para que supiera si se trataba de un cíjeni, un ketare, o un purasangre. Dylan nunca comprendió esto, y tampoco era capaz de sentir un olor particular en los demás. Solo los Aka Zaba tenían esa habilidad.
─Creí que sería bueno tener más guardias después del último ataque de Perso─. Dylan respondió tras una larga pausa─. No podía exponerte.
Salvatore abrió los labios para responder; sin embargo, un fuerte estruendo lo detuvo. Dylan se levantó de forma instintiva, escuchando los gritos de los centinelas. Tomó su lanza con premura, corriendo hacia el patio principal. No se explicaba qué pudo haber pasado, ni por qué hacían tanto escándalo a esas horas de la noche. Lo último que necesitaba en ese momento, era una pelea entre dos cíjenis.
Un horrible chillido lo obligó a detenerse en la puerta; y cubrió sus oídos unos instantes. Dylan reconoció el sonido de inmediato, maldiciendo internamente. Un grifo acababa de entrar en el castillo, y tenía que detenerlo antes que pudiera llegar con Salvatore. No dejaría que nadie lo lastime.
Dylan observó unas alas revolotear en el aire, iluminadas por los reflectores. Arrojó la lanza con fuerza, fallando el tiro debido a la oscuridad. Necesitaba volver a practicar su puntería. Ningún grifo se le volvería a escapar.
La criatura chilló una última vez, burlándose de los vampiros. Se alejó rápidamente, perdiéndose en la negrura de la noche. El cielo estaba nublado, y ni siquiera habían salido las estrellas. Era fácil perderse entre las sombras.
Dylan corrió hacia los guardias, apretando los puños con fuerza. Tres cíjenis yacían muertos en el suelo, mutilados. El grifo les arrancó las extremidades antes de decapitarlos, tirando sus partes en diferentes direcciones. La sangre de los cuerpos se mezclaba en el piso, creando un charco inmenso. Él retrocedió un poco, tratando de no ensuciarse los zapatos. Tenía un mal presentimiento.
Un cuarto guardia se acercó a él, cojeando. Tenía golpes en varias partes del cuerpo, pero no representaban un riesgo real. Sanaría muy pronto.
─¿Qué pasó aquí? ─Inquirió Dylan─. ¿Por qué no se defendieron?
─Ni siquiera tuvimos tiempo de activar la alarma─ respondió con un hilo de voz─. El ataque duró menos de cinco minutos, y apenas si pudimos reaccionar. El grifo estaba furioso.
─¿Cuántos fueron?
─Solo uno─. Mael carraspeó─. Era más rápido de lo que pensamos. Más pequeño que Perso, pero mucho más fuerte que él.
─¿Qué ocurrió con el resto de guardias? ─Dylan continuó─. Ordené que redoblen la seguridad. Se suponía que ningún grifo podía regresar aquí.
─Ellos eran los encargados de esta zona. Creo que Nolan consiguió herirlo en una de las patas antes de morir─. Escupió un poco de sangre─. Yo vine corriendo apenas escuché el ruido, y le pedí a Theo que trajera refuerzos. Nunca nos enfrentamos a algo así.
Dylan bufó, empezando a sospechar. Vio por el rabillo del ojo que el resto de guardias comenzaban a cercar la zona, y pensó que debían mejorar el tiempo de respuesta. Los ataques siempre eran espontáneos; sin embargo, algo en la actitud del guardia lo hizo sospechar. No podía confiar en nadie.
─Mael, ¿cómo sobreviviste? ─Cuestionó, sin rodeos─. Si estaba tan molesto como dices, ¿cómo fue que te dejó vivir?
El guardia abrió la mano derecha, mostrando un sobre arrugado. Extendió el brazo con lentitud, suprimiendo un gesto de dolor. Creía que se dislocó el hombro con la caída.
─Si continúo aquí, fue porque el grifo te dejó una carta─. Masculló, entregándosela─. Me golpeó con una de sus alas después de dármela. Tengo una pierna rota, y creo que un par de costillas también. Yo tampoco he salido ileso.
─¿Me dejó una carta? ─Dylan la tomó, confundido─. ¿Por qué?
─Porque creo que ya sabes quién es─. Mael hizo una mueca─. Este año se cumple un siglo. Su condena ya terminó.
Dylan pasó saliva con dificultad, nervioso. Un escalofrío lo recorrió, sintiendo que ese día no podía ser peor. No estaba listo para lidiar con eso.
─Eso no puede ser cierto─. Él tartamudeó por primera vez en su vida─. Debe haber un error.
Salvatore divisó a su hijo a lo lejos, tratando de acercarse a ver qué pasaba. Salió con cautela de su oficina, preocupado al escuchar el chillido de un grifo. Presentía que algo muy malo ocurrió, y lo comprobó al ver la sangre regada por todos lados. Le dolía la impotencia de ver a su pueblo caer, y no poder hacer nada por defenderlo.
─¿Qué sucede aquí? ─Preguntó, poniendo una mano en el hombro de Dylan─. ¿Qué es esta masacre?
─El hijo de Perso ha vuelto─. Mael se apresuró a contestar─. El príncipe del Triángulo finalmente salió de prisión.
Dylan sacudió la cabeza, todavía sumido en un trance. Sus manos temblaban, y rompió el sobre torpemente. Sacó un pequeño papel del interior, viendo una letra casi indescifrable. Trató de alisar la hoja con sus palmas, y se colocó bajó la luz del reflector. Tenía miedo de conocer el contenido de esa carta, pero no podía darle más vueltas. No tenía más alternativa que leerlo.
«Espero verte muy pronto, Dylan. Soy libre.»
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¡Hola!
Aquí está el capítulo 3
¿Qué les pareció? ¿Alguna teoría?
¿Cuál creen que pueda ser el pasado de Dylan?
Les dejo una imagen de cómo me imagino a Dylan
Les mando un abrazote
Nos leemos pronto
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