Retrouvaille
Su vista se nubló durante un segundo, obligándose a parpadear hasta focalizar los eventos que sucedían enfrente suyo. Aunque se sentía fuera de su cuerpo, de lo que estaba sucediendo, sintiendo que eso era una clase de sueño.
Parpadeó nuevamente mientras veía a la chica de cabello azul rodear el escritorio con rapidez y antes de que cualquiera de los dos fuera consciente Nejire estaba abrazando a Mirio con efusividad. El rubio se quedó estático hasta que finalmente correspondió al abrazo, hasta que finalmente la alejó de su cuerpo, por los hombros para observarla detenidamente, no creía lo que estaba pasando.
―¿Nejire? ―Su voz salió dudosa, incapaz de creer lo que había visto.
―¡Mirio, pero que cosa más extraña verte aquí!―La fémina sonreía ampliamente.
Nejire tomó una distancian considerable, dando un paso hacía atrás.
―¿Qué haces aquí? ¿cómo? ¿porque? ―Togata no hallaba la pregunta que necesitaba hacer y fue ahí que recordó lo que la presencia de la chica significaba y miró de reojo.
Tamaki estaba dos pasos atrás, totalmente quieto, sin despegar la mirada de la mujer que estaba enfrente. Pensando que era una especie de aparición o que era su mente jugandole una broma cruel de su infancia o que tal vez se había dormido.
―Lo se, lo sé ¡esta coincidencia es de locos! ―Ella soltó una risa cantarina. ―Estoy trabajando aquí, es mi primer día como recepcionista. ―Giró sobre si misma mostrando el uniforme del hotel. ―Será un placer trabajar juntos.
Ella sonreía totalmente mientras tenía los ojos por completo fijos en el Togata, quien la observaba pero su mirada se desviaba de vez en cuando en el hombre que tenía detrás suyo, queriendo decirle con una sola mirada que se acercara pero la postura y la mirada de Tamaki dejaba en claro su situación.
―Ni que lo digas de verdad, es sorprendente verte aquí luego de ¿diez años? Siempre he pensado en ti.
Nejire sonrió acercándose y colocando su mano en el antebrazo de Mirio en señal de cercanía.
―¿Aún recuerdas esos días?
―Por supuesto, fueron de los mejores años.
―Tener que lidiar con tantos niños, debió ser un martirio ―Nejire habló mientras reía. ―Pero si, fueron buenos años. ―Lo miró con cierta melancolía.
Tamaki observó el intercambio de palabras pero en algún momento dejó de escuchar, sumergiéndose en su inconsciencia y la fuerza de sus pensamientos. Incapaz de pensar que esto realmente estaba pasando, que en cualquier momento terminaría despertando. Porque era imposible que Nejire estuviera ahí.
Pero mientras más tiempo la veía ahí enfrente, hablando animadamente con Mirio, más se hacía a la idea de que esto no era un sueño. Que esta era la realidad, su realidad, una de la cual estuvo huyendo tanto tiempo, desde que salió del orfanato.
A pesar de que sus preparativos para salir del orfanato habían iniciado un año atrás, nadie lo preparó para la dura realidad del mundo fuera de cuatro paredes. El orfanato era un lugar horrible, que acababa con tu confianza o tu sensación de que pertenecías a ese mundo. Porque la realidad es que los niños ahí habían sido rechazados por la misma sociedad, eran invisibles. Y una vez fuera de ahí se creían muchas cosas, pero la realidad es que simplemente el orfanato ya no podía pagar por tu estancia siendo mayor de edad y tenías que ver que hacer.
Cuando piso la calle se había sentido tan perdido, sentándose en una banca del parque sin idea de que hacer. Tenía grabado en la mente que debía conseguir algún lugar para quedarse pero la realidad es que no tenía ganas, porque no tenía sentido ni intentarlo. No había nada para él fuera de esas paredes. Hasta que Mirio lo encontró y le dio un lugar donde dormir y un apoyo mientras pensaba que hacer. Había buscado trabajo pero nadie quería dárselo por su falta de experiencia. Y finalmente encontró algo en el mercado de la ciudad, cargando y descargando mercancía. Por una mínima paga pero no podía quejarse. Estaba ganando algo de dinero para comer.
Pero en todo este tiempo había un solo pensamiento que llenaba su mente: Nejire Hado.
En la ultima carta que le había escrito y que se negó a responder durante un mes, temeroso, inseguro y sin saber que decir. Porque Nejire quería conocerlo en persona...en sus cartas a pesar de no decirlo con propiedad, Tamaki había insinuado que él era un chico normal, con familia. Que Suneater era un chico fuera del orfanato que se había fijado en ella. Y el hecho de que se reunieran, dejaría en claro de que mintió y que aquel chico que pensó que era increíble...solamente era él. Una verdadera decepción.
Y tal idea lo asustó de sobremanera que ocultó la carta, debatiéndose tantas veces en responder, en decir algo, cambiar el tema, aferrarse a eso que tenían. Pero en cada ocasión que tomaba lápiz y papel para escribir, era incapaz de decir algo coherente. Y se negaba a preguntarle a Mirio porque sabía que era lo que iba a decirle.
Que accediera a conocerla en persona.
Pero tal idea era inconcebible, porque en el remoto caso de que aceptara ¿cómo iba a suceder algo si no podía hablar? Así que cada vez terminaba escondiendo la carta recibida y guardando el papel. Él no era alguien bueno, no tenía nada ni a nadie, no tenía nada que ofrecer. Si se presentaba a ella de esa forma, se daría cuenta de todas las mentiras que le había dicho sobre tener familia y ser alguien normal. Si accediera a conocerla tendría que ser alguien...y con esa idea en su mente se le ocurrió una alternativa. El de esperar a salir del orfanato, conseguir un lugar, un trabajo, ser alguien y tener algo interesante que ofrecer y en ese momento podría aceptar a verla, y que su lamentable imagen no fuera tan deprimente.
Eso lo motivó en sus peores días cuando no conseguía ni un trabajo o cuando pasaba hambre con tal de cumplir con el dinero acordado con Mirio para ayudarle a pagar la renta. Ella fue su motivación en esos duros meses....hasta que Mirio se enteró de que ella había pedido conocerlo, cuando Nejire le preguntó por él y su ausencia, por si sabía algo al respecto.
Mirio llegó corriendo al cuarto, exigiendo una respuesta. ¡No sabía nada de todo esto! A su criterio seguían enviándose cartas pero ese día se enteró que Suneater se había ausentado durante seis meses. Lo que demoró dos años, Tamaki lo había detenido súbitamente en un par de meses. Y en ese punto Tamaki le contó su plan al respecto y le pareció admirable aquella idea. Decidiendo apoyarlo.
Pero todos los planes de Tamaki se fueron al diablo cuando Mirio llegó agitado un día con la noticia de que Nejire se había emancipado.
Algo de lo cual Mirio no tenia ni la más mínima idea y que ese día simplemente había llegado al orfanato y la fémina ya no estaba. Había desaparecido sin dejar rastros. Togata había intentando buscarla, averiguando con el resto de los chicos si había dicho algo al respecto. Pero simplemente había quedado con la directora del orfanato y se había ido. Con esas decisiones ellos no podían hacer nada, solo aceptar esa medida de dejar que salieran antes de tiempo.
Tamaki sintió como el mundo se le venía abajo y a pesar de que él mismo intentó buscarla en los lugares donde se le ocurría, jamás dio con ella. Y sabía perfectamente de que si hubieran seguido en contacto, si él no hubiera sido un cobarde y hubiera seguido con las cartas, hubiera sabido a donde se había ido. O tal vez no se hubiera ido, porque algo le decía que esa decisión era por la sensación de quedarse sola en ese sitio, sin su confidente y amigo Suneater. El Amajiki se maldijo en repetidas ocasiones mientras los hubiera se repetían en su cabeza una y otra vez. Sintiéndose perdido y sin una dirección, perdiendo todo propósito porque este había desaparecido como si la tierra se la tragara.
Eventualmente se había recuperado de la agonía autoinfligida con pensamientos negativos que se originaba durante varios meses. Con la pequeña y vaga esperanza de encontrarla de nuevo dejando una carta en aquel árbol que había significado tanto para ambos. Por lo que Tamaki se encontró yendo una y otra vez a ese lugar, con esa ilusión de un día encontrarla. Pero eso jamás sucedió.
Y los años transcurrieron, matando cualquier esperanza en Tamaki de volver a verla alguna vez. Pero atesorando su recuerdo, aferrándose a la imagen que tenía de ella y de cada carta que habían compartido. Había guardado cada una de sus cartas, leyéndolas una y otra vez, familiarizándose con su letra un poco descuidada por lo rápido de sus pensamientos, imaginándola sonreír al escribir o como la había visto alguna vez. E intentando recordar su voz. Y recriminándose.
Nejire Hado había sido su peor error, el dejarla ir, con las palabras que no habían sido escritas, en el olvido.
Cuanto se había maldecido por aquella decisión. Y aún después de diez años seguía pensando en ella de vez en cuando, esperando que lograra cumplir con los sueños que tenía o al menos tener una buena vida. Sin la mínima esperanza de volver a verla, pero encontrándola entre sus sueños o pensando en aquel color de cabello singular. Aunque en algún momento la imagen que recordaba comenzó a tornarse borrosa y no la recordaba con el detalle de antes, abrumándose ante ese hecho. Porque terminaría olvidandola, como si hubiera sido un sueño, una inversión suya y eso lo asustaba. Ella era lo más cercano a una amiga que había tenido y se esfumaría de todos sus recuerdos.
Y ahora, ella estaba ahí, enfrente suyo, con esa sonrisa cálida que recordaba.
Contempló con detalle la tonalidad de su cabello que ahora le llegaba más abajo de su cintura, en la infancia apenas traspasaba sus hombros. La tonalidad de sus ojos que jugaba con su piel blanca, el tono de su voz que antes había sido un eco difuso, ahora era fuerte, dulce y suave al mismo tiempo, sin poder explicarlo con claridad. Detalló cada centímetro de rostro temiendo que desapareciera pero decidido a quedarse con la imagen.
Su corazón latiendo dolorosamente en su pecho, al estar tan cerca de ella, la ansiedad dominándolo y diciéndole que saliera de ahí, pero él se obligó a quedarse ahí. Quería estar ahí, aunque fuera de espectador como sucedía en el orfanato. Eso era suficiente.
Hasta que los orbes azules se centraron en él y todo su interior se estremeció, queriendo desviar la mirada pero estando tan conmocionado para poder hacerlo.
―¿Y tú eres...?―Su voz cantarina se estaba dirigiendo hacía él.
A pesar de abrir los labios, nada salió de ellos, había perdido la voz. Mirio vio tal acto, dando un paso atrás, tomando a Tamaki de los hombros y adelantandolo unos pasos, sonriendo despreocupadamente.
―Oh, él es....―Su mirada conectó con la del Amajiki y la desesperación y miedo se hicieron presentes junto con unas advertencia. ―Un viejo amigo, trabaja aquí, así que igual será tu compañero.
Nejire juntó ambas manos con emoción mientras le dedicaba una sonrisa amplia, inclinando la cabeza hacía un lado.
―Llevemosnos bien.― La puerta de la entrada giró dejando ver a un cliente entrando con maletas detrás. ―Oh, lo siento, el deber llama, espero reunirnos pronto de nuevo.
Y sin esperar una respuesta regresó sobre sus pasos para cumplir con su función al recibir clientes.
Prontamente Tamaki fue sujetado del brazo y jalado hasta que finalmente la luz de la mañana lo recibió. Y salió del trance donde había estado todo este tiempo.
―Demonios, demonios, eso me ha tomado por sorpresa y no me he comportado adecuadamente. ―Mirio caminó en círculos. ―Debí pensar mejor, pero ahora...―Fijó su atención en su amigo que veía las plantas que había fuera del hotel. ―Tienes que volver ahí y hablarle.
Tamaki se quedó observándolo durante unos segundos y finalmente sus labios temblaron, mientras la ansiedad subía como olas en su interior.
―No puedo hacerlo.
Mirio giró en su sitio hasta que finalmente encaró a su amigo, levantando con dramatismo sus manos, señalándolo a él y después hacía dentro del hotel.
―¿No puedes hacer? ―Soltó una risa. ―¡Jamás creías que volverías a verla! esta es una coincidencia entre un millón, ella esta ahí, después de que has estado pensando en ella todo este tiempo, arrepintiéndote de lo que no hiciste ―Bajó la voz cuando vio que unas personas giraron en su dirección. ―No se que diablos ha sido esto, si un milagro o un poco de piedad por parte del destino, pero esta es la oportunidad que has estado esperando todo este tiempo.
Tamaki negó con la cabeza.
―¿Esperas que entre ahí y le diga que? ―Su mente seguía nublada, no podía pensar con claridad.
La situación lo estaba superando, los nervios lo estaban dominando por completo.
―"Hola, soy Suneater, el chico que te escribió las cartas en el pasado"
El Amajiki lo observó detenidamente ¿estaba jugando, cierto? Aunque por el rostro serio e intenso de su amigo rubio descubrió que realmente no estaba jugando. Sabía que Mirio era así de directo, sin rodeos, tan honesto como siempre. Una de las cosas que admiraba de su amigo y que le gustaría tener. Pero tenía razón, tanto tiempo estuvo arrepintiéndose de no haber escrito esa ultima carta.. y esta era una segunda oportunidad.
Observó la puerta de acceso, con las manos sudando y los latidos de su corazón privándolo del sentido auditivo. El corazón iba a salirse en cualquier momento, tenía un nudo en la garganta, Uno de sus pies se adelantó, con los nervios paralizando todo su cuerpo, dio un pasó y súbitamente dio media vuelta, en dirección contraría del hotel.
Él no podía hacerlo, realmente no podía.
Sus pasos se detuvieron de pronto cuando reconoció una cabellera azul al otro lado de recepción hablando con un cliente. Observó al rubio a su lado que simplemente lo veía pero ignoró esa mirada inquisitiva y siguió su camino, hacía la cocina.
―¡Mirio!
Nejire se acercó hasta el rubio con la sonrisa radiante en el rostro y el uniforme del hotel. Una falda negra en conjunto con un saco, aunque debajo tenía una blusa blanca de botones. Tamaki miraba el suelo e intentó alejarse, pero el brazo fuerte de Mirio lo detuvo con fuerza.
―Nejire, veo que te has adaptado.
La chica llevaba un par de días en el puesto y su desempeño y amabilidad eran algo destacable. Además de su apariencia impecable.
―Hago lo posible, son varias cosas pero creo que al fin lo tengo.
Amajiki tenía el rostro hacía abajo, fijos en sus zapatos y la idea de salir de ahí e ir a casa lo tentaba con demasía. Estaba por iniciar turno pero bien podría decir que se sentía mal. A fin de cuentas en los años que llevaba ahí nunca había faltado...
―Realmente no me acuerdo de tu nombre ¿podrías recordármelo?
Tamaki se sobresaltó al ser atrapado en sus pensamientos de huir, encontrándose con la mirada azul fija en él. Presionó los labios con nervios y duda, mirando a todos lados hasta que finalmente abrió los labios.
―Amajiki, Tamaki. ―Susurró tan débilmente que ella tuvo que acercarse un poco para escucharlo.
―Tamaki Amajiki. ―Ella repitió su nombre y él sintió un cosquilleo al escuchar la manera tan agradable que sonaba su nombre con su voz. ―Me suena ese nombre pero no se de que.
Mirio soltó una risa ante la situación, de como la chica parecía no haberse aprendido los nombres del personal del hotel. Aunque apenas tenía un par de días, le sorprendía que no hubiera tenido problemas por no saber el nombre del chef principal del restaurante.
―Te sorprenderás cuando lo descubras. ―Había una doble intensión en sus palabras.
Sorpresivamente Tamaki se disculpó, alejándose de ahí, sin mirar atrás y observando el suelo en todo momento. Pensaba que iba a desmayarse y no quería hacerlo enfrente de ella. Además que su sola presencia lo aturdía. Siempre pensó que el volver a verla sería algo positivo y la realidad era que si. Sin embargo, su interior estaba en un completo caos, sin poder pensar adecuadamente. No había podido dormir bien con la ansiedad constante de saber que la vería en el trabajo. Aunque una vez dentro de la cocina su mente se privaba y se encargaba de su trabajo.
―¿Qué le sucede? ¿esta bien? ―Nejire visualizó por completo conmocionada por la partida drástica de Tamaki.
―Alguien lo tiene realmente mal, solo dale un poco de tiempo.
Nejire observó a Mirio sin comprender sus palabras o la sonrisa ladina que tenía ¿se estaba perdiendo de un chiste local? Debía esforzarse más para adaptarse y llevarse bien con todos, necesitaba ese empleo. Había unas cosas que le parecían confusas aún de la mecánica del trabajo en recepción, las peticiones de algunos clientes o como podían ser insistentes por una habitación en especifico cuando la realidad es que la mayoría estaban exactamente adornadas, a excepción de los pethouse.
Sin embargo, no era lo que más le generaba curiosidad y desconcierto. Sino el comportamiento reciente de Tamaki que se había repetido ya tres veces desde que había empezado a laborar en el hotel. Lo había saludado al entrar los días anteriores y él simplemente había pasado de largo, sin dirigirle ni una sola mirada. Tal vez no la había escuchado pero él era el único que reaccionaba de esa forma. Tal vez tenía muchas cosas que pensar. No podría saberlo, apenas había cruzado dos palabras con él, cuando le dijo su nombre. Por lo que dudaba en obtener una respuesta, no había mucho que hacer pero de algo estaba totalmente segura.
Tamaki Amajiki era la persona más confusa que había conocido en su vida.
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