Posdata
El agua descendiendo por la llave abierta hasta que colisionó con el plato de plástico con espuma en el. Lo colocó bajo el agua para deshacerse del jabón y finalmente lo coloca con el resto de platos, cerrando la llave al terminar su tarea.
Se secó las manos con una toalla pequeña que estaba cercana antes de girar y encontrar a un rubio revoloteando en la cocina acomodando todo con determinación.
―Perfecto Tamaki, gracias por ayudarme.
El mencionado asintió, realmente no es que lo hiciera por el simple hecho de ayudarle a limpiar la cocina. Más bien disfrutaba mucho hacerlo, desde la primera vez, unos dos años atrás, que ingresó para ayudar a Mirio con la comida y la limpieza. Descubriendo su gran gusto por la preparación de alimentos y la limpieza de platos no le disgustaba, le parecía relajante.
Estar en el orfanato significaba realizar tareas conjuntas para mantenerlo en orden, no tenían el dinero para solventar un gasto de empleados. Por lo que la presencia voluntaria de Mirio era un respiro a la directiva y el hecho de que el restos de los chicos adolescentes ayudaran mantenía todo en orden. Las tareas eran rutinarias y aleatorias, pero Tamaki siempre estaba en cocina. O así fue cuando Mirio descubrió como talento innato a la hora de preparar alimentos.
Togata siempre se había dedicado a cocinar o intentarlo lo mejor posible, sin embargo, sabía que su comida era pasable o lamentable al ver la cara de los chicos al comerla. Intentaba lo que podía con los pocos ingredientes que tenía. Hasta que un día cuando todo se le acumuló junto con un problema administrativo acudió con Tamaki para pedirle ayuda en un deje de desesperación. Y ese día, por primera vez, la comida provocó exhalaciones satisfechas en el comedor.
Tamaki fue asignado a la cocina desde ese momento y los chicos comían mejor, además que él disfrutaba el no tener que relacionarse con nadie más. Aún con el paso del tiempo, seguía teniendo ansiedad social y no podía hablar con los demás chicos a menos que fuera necesario. La cocina era su refugio donde se movía y hacia lo que quisiera en silencio o con Mirio ayudandole, probando con diferentes platillos, sabores y la escasez de ingredientes lo llevaba a innovar. Los instrumentos en su mano, su propio orden y como todo fluía con total libertad. La única cosa que le daba esa paz, libertad y anhelo.
Sonrió mientras dejó el trapo con el que limpió toda la barra y la mesa.
―Terminamos por hoy ¿quieres un helado? Te lo has ganado cuando vayamos al parque.
Tamaki giró para ver al rubio con una sonrisa y asintió, aunque se percató que Mirio no lo estaba viendo a él. Siguió su vista que pasaba a un lado, atravesando la ventana que estaba sobre el fregadero hasta el exterior, captando la única figura que estaba a un par de metros, sentada debajo de un árbol.
―Cualquiera que la viera ahora y hace dos años cuando llegó, no podría reconocerla.
Tamaki vio la curvatura amplia en el rostro femenino, perdida leyendo una hoja que tenía en las manos y como soltaba una risa antes de hundirse de nuevo en su lectura.
―Y todo por ti, Tamaki.
Él tragó saliva sintiendo un ligero revoloteo en su estomago, avergonzado pero siendo incapaz de observarla y ver la luz que emanaba de su cuerpo, sus mejillas pronunciadas por tanto sonreír y la forma en que jugueteaba con su cabello.
No iba a negárselo, Nejire estaba irreconocible. Dos años atrás no sonreía, ni hablaba con nadie, siempre con aquella mirada vacía y seria, excluyéndose de todos.
Dos años habían pasado desde que empezaron aquel juego de amistad por correspondencia a la que Mirio lo orilló. ¡que avergonzado había estado al inicio! Mirio simplemente había llegado a su cuarto con un papel y un borrador de lo que podría ser la primera carta. Al leerla Tamaki simplemente levantó la ceja y quiso retroceder y preguntarse nuevamente porque había aceptado esto.
Oh si, por la intensa, continua y contundente insistencia del Togata.
Al fin de unos días había terminado aceptando para silenciarlo, pero el ver esa carta lo hizo reconsiderarlo y salir de ahí. "Por favor se mi amiga, juguemos juntos y sonríe un poco" Casi podía escuchar a Mirio decirlo de frente, siempre era demasiado directo al respecto, sin rodeos ni titubear. Pero no podía permitirse enviar algo así de...desesperado. Por lo que decidió editar un poco las cosas hasta quedar satisfecho y utilizar un sobrenombre que Mirio sugirió debido a sus negativas de poner su nombre real.
Pero una vez que la carta fue enviado es cuando consideró que eso podría salir muy mal y que a pesar de las ideas positivas de Mirio, ella ignoraría aquella carta que era un grito desesperado de sacarla de esa oscuridad. O peor aún, que ni fuera a recogerla donde Mirio le diría. Grande había sido su sorpresa cuando descubrió el agujero en el árbol vacío al día siguiente. Al menos ella la había tomado, pero había sido una conmoción el encontrar un par de días después aquel agujero con una respuesta. Un sobre blanco. Tamaki se extrañó y emocionó al mismo tiempo, por lo que tomó el sobre sin ser detectado y acudió con Mirio.
―¡Es excelente! Ábrelo y veamos que dice.
"Estimado Suneater
Grata ha sido mi sorpresa de encontrar dicha carta en el agujero del árbol, un lugar interesante para compartir correspondencia eludiendo al correo. Pero me encanta el secretismo de este sitio solo de ambos, un lugar único entre nosotros. Lamento el leer sobre tu perdida pero puedo entenderte, he perdido a la única familia que me quedaba y me he visto recluida en este sitio, perdida, sola y sin un camino que seguir. Tu carta ha sido un aire nuevo, una pequeña luz en todo esto al evaluar tus palabras y la razón que tienes que uno debe disfrutar el ahora, los momentos y las personas que tiene a su lado.
Será un placer compartir un par de cartas con un nuevo amigo.
Con cariño, Nejire.
Tamaki desvió la mirada avergonzado al escuchar lo que su carta anterior había causado en la chica y en la risa tonta de Mirio. De esa forma aquella correspondencia se desarrolló, hasta que en algún punto Tamaki ocultó la carta del rubio cuando se aproximó curioso por lo que estaban hablando.
―¡Vale, vale, lo entiendo! ―Se había ido dejando salir una sonora carcajada.
Por alguna razón Tamaki sentía que esa correspondería iba más personal y el hecho de que su amigo viera lo que hablaban lo avergonzaba de tal forma que sus orejas se tornaban rojas carmesí. Al inicio había visto esa actividad como algo que Mirio le pidió que hiciera y más que nada para ayudarla a salir de aquel agujero donde estaba. Pero con el tiempo él disfrutó cada palabra escrita y él mismo se abrió, contándole cosas que a nadie más le había contado.
Sobre sus miedos, como se sentía perdido entre tanta gente, que a pesar de estar rodeado se sentía tan solo, del miedo en el futuro, sobre las cosas que le gustaban y las cosas que no, pensamientos absurdos y los sueños extraños que tenía donde se veía a si mismo como los objetos más extraños; un lápiz, la punta de metal de un cinturón, la tapa de un desodorante, cosas que a nadie más le había contado. Por supuesto Nejire se abrió de la misma forma, contándole secretos que nadie imaginaría y cada aspecto de su vida, sus sueños al salir de ahí y que había pasado con su abuela. Sus miedos, le enseñó toda su alma y cosas banales.
Tamaki se había visto sorprendido en alguna ocasión, cuando estando encima de uno de los pocos arboles del patio del orfanato, se vio atorado cuando Nejire llegó abajo suyo, con su carta en manos y la escuchó soltar una risa, delicada y sincera, como jamás la había escuchado. Había aguantado la respiración para deleitarse del tintineo de aquella risa dulce y envolvente. Detallando desde su posición a la fémina a la cual jamás se había acercado en persona. Su cabellera azul que llegaba hasta su espalda, sus pestañas largas que filtraban las sombras del árbol hasta sus mejillas, el tono de su piel y sus delicadas manos mientras escribía una respuesta.
El miedo de recibir una respuesta se convirtió en anhelo y un revoloteo en su estomago al ver el sobre en el agujero del árbol. Y una sonrisa inevitable salía de sus labios.
Por lo que de pie en la cocina, viendo a Nejire sonreír por su reciente carta, no pudo evitar emocionarse y sonreír en respuesta, el verla con aquella curvatura en su rostro y su propio pecho se comprimía al saber que él podría ser la razón detrás de esa sonrisa. Por supuesto que Nejire era completamente diferente ahora.
Era un rayo de sol en esa oscuridad, su oscuridad.
―Creo que deberías ir a hablarle.
Escuchar la voz de Mirio detrás suyo lo hizo estremecerse y girar al ver a su amigo con una sonrisa insinuante.
―N-ni lo menciones.―Él se acercó a la puerta para irse pero Mirio se atravesó.
―¡Vamos Tamaki! Has estado enviándote cartas con ella durante dos años, sin cruzar palabras con ella en la vida real ¿de verdad no quieres hacerlo? no tienes el deseo de acercarte y decirle que tú eres Suneater?
Togata lo observaba fijamente, con el ceño fruncido, algo tan extraño en su persona.
―T-tú sabes que...
―¿No puedes hablar con nadie por tu ansiedad social? Puedes hablar conmigo con normalidad.
―Pero eso es diferente.
Habían sido amigos desde hace unos cinco años atrás, cuando Tamaki ingresó al orfanato. Aunque esa época fue muy oscura y Tamaki no recordaba mucho al respecto. Mirio entró como voluntario de tareas menores por su edad y finalmente con el tiempo y al cumplir con la mayoría de edad terminó haciéndose cargo de varias cosas. Curiosamente de sus personalidades contrarias, se habían vuelto amigos, a pesar de la diferencia de edad Mirio era demasiado resplandeciente para ignorarlo o no responder sus preguntas y Mirio alivió la soledad de Tamaki. El hecho de que pudieran hablar normalmente era por la paciencia y motivación de Mirio, a su iniciativa.
Si él se acercaba a Nejire, sería su iniciativa y miedo al rechazo de ser raro, como todos los niños del orfanato le decían por su timidez.
―¿En qué es diferente?
―En la familiaridad y confianza de años de amistad, además te conozco.
―Si, pero a ella igual la conoces, se han mandado cartas por dos años.
Tamaki se mordió el labio inferior inquieto de lo que Togata decía y la ansiedad crecía en su interior al imaginar el hecho de él acercándose a ella y siendo rechazado con suma facilidad.
―No puedo. ―Sentenció luego de unos minutos.
―Bien, pero no creo que sea el único que piense eso.
Tamaki simplemente salió de la cocina, mirando sus pies hasta que alcanzó su cuarto, saltando en la cama y adentrándose entre las sabanas. Realmente no podía hacerlo a pesar de que en algunos momentos quisiera hacerlo.
En aquellos instantes en sus cartas cuando de alguna manera se sentía conectado con la forma de pensar de Nejire, al entender la forma en la cual hablaban y sus dulces palabras. Casi podía imaginarla sonreír cuando leía su respuesta. Y en instantes le gustaría estar ahí, a su lado, platicando con normalidad como debería. Viendo esas sonrisas en vivo y pensando que eran para él. Pero esa interacción entre ellos no traspasaba las letras en aquel papel.
Aunque...si que alguna vez había podido verla de cerca.
Unas semanas atrás, cuando ayudaba en el comedor y repartía los platos a los demás chicos. Mientras servía una porción de cada guarnición que había cocinado y levantó la mirada para entregarlo, se encontró con aquella cabellera azul y los ojos azules curiosos, brillantes y encantadores. Se atragantó con su saliva y el plató cayó de sus manos golpeando una cuchara y lanzándole puré de papa en la cara.
Varios chicos de alrededor se rieron al ver la escena cómica y sus orejas se enrojecieron debido a su torpeza mientras intentaba escuchar más allá de los latidos desenfrenados de su corazón. Impulsado por su trabajo sirvió otro plato y se lo ofreció. Nejire en todo momento lo observó, sin reírse y esa mirada penetrante solo lo hacía sentir más nervioso.
Inesperadamente Nejire extendió su mano, tomó un poco de puré de papa, con su dedo, que Tamaki aún tenía en el rostro y se lo llevó a su boca. Finalmente le sonrió ampliamente.
―Delicioso.
Ese simple gesto bastó para que Tamaki colapsara, huyendo a la cocina y perdiendo la fuerza de sus piernas, cayendo al suelo y quedándose ahí durante varios minutos. Mirio había acudido para ver que sucedía luego de rato pero Tamaki fue incapaz de decirle nada.
A eso se había resumido los contactos que habían tenido en el orfanato de frente, a ella sonriendole un par de veces cuando le servía su comida. Aunque la mayoría del tiempo Nejire parecía perdida en sus pensamientos o con una hoja entre sus manos, leyéndola como si su vida dependiera de eso y sonreír torpemente en cada ocasión. Si tan solo supiera que la persona que le escribió aquellas cartas estaba enfrente suyo...
Desechó la idea como cada vez, apagando su cabeza y cualquier pensamientos sobre la fémina, el contacto y comunicación que tenían era suficiente entre las letras y las cartas. Él no entraría en pánico al tenerla enfrente sin decir palabra alguna o aún peor, diciendo algo inapropiado. Con las cartas podían expresarse más abiertamente y con honestidad, ser ellos mismos, sin temor a ser juzgados. Eso estaba bien para Tamaki.
Y más considerando que era incierto lo que sucediera en cuestión de las cartas en una semana. En una semana todo esto cambiaría, en siete días él cumpliría la mayoría de edad y eso solo significaba una cosa. Que su estadía en el orfanato terminaba y que debía tomar sus pocas cosas e irse al mundo, sin nada ni nadie, intentando sobrevivir a la inmensidad del mundo donde nadie le extendería una mano. Estaría solo y con el poco dinero que le destinaba el orfanato para iniciar una vida. A pesar de que llevaban un año preparándolo, aún se sentía muy ansioso al pensar en que sucedería.
Por lo que el contacto por cartas eran suficientes por ahora y ante la incertidumbre.
Ese pensamiento lo acompañó durante una semana hasta que fue al parque encontrando un sobre en el árbol, tomándolo como siempre sin ser visto y regresando a la tranquilidad del jardín del orfanato para escuchar la voz de Nejire en su cabeza.
Le contó sobre un sueño que había tenido, sobre su sueño de ser escritora y que sus libros se encontraran entre los anaqueles de las mejores librerías, el éxito contundente que podría tener. Tamaki simplemente había sonreído porque confiaba que podría lograrlo, pero la curvatura en su rostro se congeló cuando terminó de leer el cuerpo de la carta y ver una palabra que llamó su atención: posdata.
Desde un año atrás Nejire había introducido a sus platicas el uso de posdata. Al inicio había sido algo simple, para agregar cosas que había olvidado. Pero conforme el tiempo avanzó tal parecía que se volvió en algo rutinario en sus cartas, en un sello propio para decir cualquier incoherencia o usarlo por si olvidaba algo. En varias ocasiones era algo gracioso a lo cual Tamaki terminaba riendo.
Pero un par de veces al leer la posdata su corazón se había estremecido. Como aquella primera vez.
"Posdata: ¿Por que tú sabes quien soy y yo no se tu identidad?
Y aquellos comentarios se habían repetido, como ligeras indirectas.
"Posdata: Hoy he soñado contigo pero tu rostro se tornaba borroso"
'Posdata:"Me he preguntado si te he visto por la calle y me ha mortificado que no haya podido identificarte"
Posdata: "Soy una chica bastante curiosa y me he encontrado fantaseando varias veces con tu rostro"
En ocasiones había escrito una sola palabra en la posdata: Kilij, algo que no había entendido y que ella jamás le respondió.
Sin embargo, aquella ocasión, la carta entre sus manos tembló cuando leyó la posdata especifica de esa última carta. Trayendo a colación la platica que había tenido con Mirio tiempo antes y un temor constante que lo había seguido durante ese tiempo.
"Posdata: ¿Podríamos vernos, en persona, Suneater?
Tamaki sintió como la saliva se le atoraba en la garganta, incapaz de pensar en alguna manera de salirse de aquella pregunta directa. Las otras ocasiones había desviado el tema o simplemente se había ido por las ramas, pero al ser algo tan directo, no tenía opciones.
Mirio tenía razón, él no había sido el único que consideraba esa idea, Nejire quería conocerlo.
¿Cómo había podido mantenerse tranquilo con esta idea todo este tiempo? Era evidente que en algún momento ella quisiera conocerlo en persona, eran amigos de correspondencia desde hace años. Él había sido su luz en la soledad o eso era lo que ella pensaba cuando la realidad es que había sido al contrario. ¿Qué pensaría si se encontraban? ¿Se decepcionaría de ver que era del orfanato? ¿O de su apariencia deplorable? ¿O que no podría dirigirle una oración completa? ¿Que diría cuando se diera cuenta que el chico de las cartas no existía y solo estaba él? Un delgado, patético e invisible chico que no estaba ni cerca de las expectativas u opinión que ella tenía. El miedo lo consumió, incapaz de poder respirar adecuadamente y el sentimiento de sentirse atrapado lo abrumó.
Tamaki no pudo pensar en ninguna forma de responder a esa pregunta, por lo que simplemente no respondió.
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