Encuentro entre lineas
Parpadeó un par de veces, estupefacto e incapaz de comprender las palabras que había escuchado salir de la boca de su amigo de la infancia, Tamaki. Pensando que claramente lo había imaginado o que había escuchado mal.
Observó al recién llegado sentado en el sillón individual de la sala, cuando se mudaron a ese otro departamento y con un mayor poder adquisitivo lograron conseguir tres sillones de diferente tamaño cada uno, pero que servía para el lugar que rentaban en ese momento. Por lo que los tres de alguna manera estaban uno enfrente del otro. Estar en esa posición le permitió a Mirio observar a Tamaki, quien tenía fija su atención en el recién llegado. Y que había dicho las palabras con menos sentido en todo el tiempo que lo conocía. Y vaya que había escuchado cosas cuando él tenia algún ataque de ansiedad.
Y por esa razón estaba totalmente convencido de que había escuchado mal.
—¿Qué? —Repitió en un tono atónito.
El recién llegado simplemente se quedó observando al que lo había llamado en completo silencio.
—Necesito que te hagas pasar por mi.
Mirio se levantó sintiendo el enojo llenarlo al entender que no habían sido imaginaciones suyas y que de verdad había escuchado bien. Se acercó hasta su amigo y lo tomó del brazo.
—No, no y no. —Mirio presionó los labios. —Necesito hablar contigo, ahora.
Y sin más tiró de él hasta alejarlo hasta la cocina que era lo más cercano a la sala donde estaban. Una vez que estuvieron lo suficiente lejos observó a su amigo que más que temeroso a lo que fuera a decir, se veía bastante seguro de si mismo.
—No—Es lo único que Mirio logró decir.
—¿No? —Tamaki inquirió al no entender esa única palabra.
—No puedes hacer esto, no puedes hacer que se haga pasar por ti.
Tamaki tomó un poco la distancia mirando a la sala al recién llegado, quien los estaba viendo por el tono intenso de Mirio pero desvió su atención a la ventana que estaba cerca.
—Te he dicho que no puedo hacerlo....—Su voz se perdió. —No podría soportar que me mirara con desprecio, no ella.
Recordó las veces que de niño mientras estaba en el parque varias madres de otros niños lo veían con desprecio por pertenecer al orfanato cuando no era algo que había elegido.
—¡Ni lo digas! No puedes hacerle esto a ella, no cuando ella siempre ha querido conocerte.—Sacudió la cabeza. —Además que no quiere verte por lo que piensas. —Pasó su mano por su rostro. —He hablado un poco con ella antes de salir del trabajo, mencionó algo de un evento y que quería que Suneater la acompañe.
—Ella no quiere conocerme a mi, sino a Suneater y él no puede estar más lejos de lo que soy.—Tamaki miró al suelo, sabiendo que no podía ser más verdad.—Además que eso es aún peor, porque habría más gente y de forma normal no puedo hablar con ella...
¿Quien quería conocer a Tamaki Amajiki? Que sufría ansiedad social y no podía hablar de frente con la gente o mirándolo a los ojos.
—Deja de decir cosas tan absurdas, ¿no te das cuentas que esto va a salir muy mal? Ella sabrá que no es él.
—Le daré algunas cartas que le servirán, para tomar como información.
—No estoy de acuerdo con esto, pero haz lo que creas conveniente.
Tamaki lo observó durante unos segundos hasta que finalmente asintió, regresando sobre sus pasos y sentándose en el sillón donde momentos antes estaba. Eso atrajo la atención del invitado que le devolvió la mirada.
Shinso Hitoshi.
Con su cabellera morada, una camisa negra con jeans del mismo color y aquella expresión neutra que siempre solía tener. Tamaki lo había conocido en la preparatoria, aunque no era para nada la amistad que cualquier persona pensaría. Ambos se quedaban excluidos de los equipos de trabajo en clases. Tamaki por ser lo suficiente tímido para hablar con nadie y Shinso por el aura un poco oscura que lo rodeaba y que mantenía a todos lejos. Eventualmente ante esa situación, terminaban siendo equipo en varias asignaciones. Y esos momentos de alguna manera originó una especie de amistad entre ellos.
Prontamente se encontraban comiendo juntos, sentándose juntos y saliendo de vez en cuando. Porque a pesar de que de alguna manera parecían diferentes, al Tamaki no poder hablar con nadie y Shinso podía comunicarse con cualquiera, sin demasiado problema y con la expresión sería en su rostro que lo representaba., terminaban siendo de alguna manera iguales. Al no poder relacionarse con facilidad con la gente por diversas razones.
Eso los hizo conservar su amistad aún después de salir de la preparatoria y ambos tomar rumbos diferentes. Tamaki al dirigirse en el ámbito de la gastronomía y Shinso en cuestiones legales, siendo en ese momento asistente de fiscal. Hablaban de vez en cuando por el móvil y se reunían unas ocasiones en el año, debido a la apretada agenda de ambos. Mirio conocía de su existencia al ser el único amigo que Tamaki hizo por sus propios métodos y había hablado un par de diálogos pero Mirio jamás pensó que fuera a prestarse a algo como esto.
—Sobre hacerme pasar por ti ¿a que te refieres?
Si se trataba de algún mensaje para enviar por su móvil Shinso no tenía problemas, mientras estudiaban juntos se veía obligado a siempre hablar o exponer él, sin molestarle al entender la ansiedad social de su amigo. Sabía que le costaba relacionarse.
—Sobre eso... aún no lo tengo preciso, pero de verdad necesito tu ayuda, apenas tenga información te la comunicaría.
Shinso se quedó en su sitio mirando a Tamaki bastante seguro de sus palabras y a un Mirio con la boca torcida, una actitud bastante fuera de lugar de su parte.
—Bien —Shinso se levantó, el ambiente era demasiado tenso entre Mirio y Tamaki y no quería estar más tiempo ahí y no quería preguntar que se traían. —Cualquier cosa me mandas un mensaje, lo estaré esperando.
—Gracias por venir tan pronto, quedemos de salir pronto.
Shinso asintió mientras salía del departamento sin decir mucho más, siempre era así de reservado. Por su parte Tamaki vi un poco de esperanza en todo esto. Hitoshi siempre había sido un apoyo cuando él no podía expresarse en la escuela y en eventos sociales, realmente lo apreciaba. Y si terminaba ayudándolo con esto le prepararía algo como agradecimiento.
—Apenas te enteres de más, agradecería que me lo comunicaras.
Mirio lo observó de pie en la cocina mientras sacaba algunas cosas para preparar las cosas, pero de pronto el rubio perdió el apetito. Odiaba mentir y se había obligado a hacerlo con Nejire por el bienestar de su amigo. Pero esto era otro nivel y se sentía realmente incomodo al respecto.
Por que a fin de cuentas las mentiras siempre terminaban estallandote en la cara.
Su mirada seguía la dirección de las letras en el papel, hasta que llegó al final, tomando entre sus dedos la hoja y girando para dar pie al siguiente capítulo, sumergiéndose de nuevo entre las letras mientras tomaba con su mano libre la comida que estaba en su plato. La música sonando por los audífonos inalámbricos que tenía en las orejas.
Cuando sus turnos con Mirio no coincidían terminaba llenando sus espacios de silencio en la comida leyendo y escuchando música en aquel pequeña cafetería cercana al hotel donde de vez en cuando, para cambiar un poco el aire, solía ir. Aunque debía agregar que servían desayunos mexicanos que disfrutaba en demasía y razón por la cual solía ir frecuentemente al lugar. Cuando iba acompañado se dedicaba a escuchar a Mirio hablar o responder sobre sus cuestionamientos. Además que sabía que el rubio estaba algo, bastante, disconforme, aunque no hablaron más del tema.
Siempre solía elegir esa mesa, la más apartada de la entrada, a pesar de que era grande, con dos sillones para tres personas en cada lado, pero disfrutaba el espacio que lo mantenía lejos de las demás personas. Si se sentaba en la barra la gente pensaba que estaba abierto a una platica mientras comía. Había sucedido varias veces y en cada ocasión no había logrado decir más que un si, no o se había alejado sin terminar su comida. Por lo que ese lugar en especifico era su refugio.
Giró nuevamente otra hoja justo cuando el estribillo de I can wait forever de simple plan resonaba, levantó su mirada para ver la hora en el gran reloj que estaba detrás del mostrador. Pero todo su cuerpo se paralizó al ver a Nejire Hado, sentada en la misma mesa, con sus manos sosteniendo su barbilla, observándolo detenidamente y con una sonrisa en el rostro. Su corazón latió con desesperación, soltando el tenedor en el plato y atragantándose con el picante de las enchiladas que comía. Tosió en repetidas ocasiones, tomó un poco de agua, hasta que la comida paso. Y su mente quedó en blanco al ver los ojos azules completamente fijos en él, solo atinó a quitarse los audífonos de sus orejas y desviar la mirada.
En todo el tiempo que la fémina había estado trabajando en el hotel, sus interacciones se basaban en ella hablando con Mirio y cuando se iba lo saludaba por simple compromiso. Pero esto, era diferente. Ahora no estaba Mirio, solo estaban ellos dos.
—Siempre pensé que los chef no comían platillos que ellos mismos no preparaban.
Y eso lo tomó por sorpresa.
—¿Por que? —Tamaki inquirió, curioso.
—Bueno, ya sabes, saben de las artes culinarias, de sabores y pueden ser algo especiales... no comen cualquier cosas y menos en estos lugares...tan normales. —Bajó ambas manos de su rostro. — No me malentiendas, amo la comida de aquí, es solo que es una sorpresa verte por aquí, Tamaki.
Él pensó en su respuesta, por supuesto que ella estaba por más enterada que él era el chef principal del hotel. Hubiera sido despedida de no saberlo considerando que tenía un mes trabajando en Royaume inn. Y el restaurante era parte importante del edificio y más por los eventos realizados. Aún así se sintió nervioso.
—La comida mexicana es muy buena.
—¡Eso mismo pienso! —Mencionó la chica con efusividad. —Aunque no cualquiera es partidario del picante, pero veo que tú si.
Miró el platillo del hombre y sonrió, pero su atención se fijó en el libro cerrado que tenía a un lado.
—¿Estas leyendo "El país de los ciegos" de H. G. Wells?
Tamaki dirigió su atención en el libro que leía y lo tomó por inercia, su corazón aún inquieto, nervioso por tener la mirada de la chica enfrente...pero por alguna razón el hecho de hablar de comida era algo que dominaba. Finalmente a pesar de sus dudas le ofreció el libro. Nejire lo tomó curiosa ojeando para ver el separador de una imagen de un pulpo. Detectando la parte en la cual estaba y releyendo un poco del texto.
—Lo leí hace tiempo pero es tan bueno que me has dado de volver a leerlo. —Se lo devolvió. —No es un libro muy popular por eso me sorprende que lo estés leyendo, tienes muy buen gusto.
Amajiki desvió la mirada, mordiendo el interior de su mejilla. Al recordar que estaba leyendo ese libro por segunda vez por ella. Porque en sus cartas en el pasado ella había hablado tanto de varios títulos que ni el mismo conocía pero siempre del mismo genero, sobre fantasía. Y eso lo impulsó a enfrascarse en la lectura descubriendo que realmente le gustaba.
—Es un buen libro.—La miró de reojo y miró sus manos.
La voz del hombre de la barra hizo girar el rostro a Nejire levantando la mano, cuando la llamaron para entregarle el café helado que había pedido.
—Fue agradable hablar contigo más de dos palabras. —Se levantó del sillón. —Bye bye.
Giró dirigiéndose hasta el mostrador, tomando su pedido y dirigirse a la salida no sin antes girar para voltear a ver a Tamaki de nuevo y sonreirle. Y esa curvatura en el rostro femenino estalló el interior de Tamaki.
Esa había sido la primera interacción real que habían tenido y fue suficiente para descontrolarlo por completo.
Mirio caminaba hacia la salida, estaba realmente cansado del trabajo que parecía no acabarse. Quería comer algo sustancioso, una hamburguesa del restaurante de dos esquinas al sur.
—¡Mirio!
La voz femenina lo obligó a voltear a la recepción encontrado a la Hado llamándolo con la mano. Se acercó sonriendo.
—Que día más difícil ¿no? —Tocó la hoja de la planta que tenía cerca. —¿Necesitas algo?
Nejire tomó la pluma entre sus dedos y boceteó cosas sin sentido en un pedazo de papel antes de levantar la mirada y observar al rubio.
—¿Has podido contactarlo?
Mirio se temía que fuera a mencionarlo, no le molestaba su insistencia, su molestia era más que nada dirigido a verse obligado a mentir e intentar ayudar a su amigo.
—Aún no, lo siento, pero pronto...
—¿Podría ser hoy? —Se movió inquieta mientras dejaba la pluma de lado. —Es que... lo necesito en dos días. Voy a reunirme por mi libro con los agentes de una editorial y me han pedido que quieren conocerlo... pero la reunión es el viernes en la noche.
Mirio abrió por completo los ojos asombrado y torció la boca.
—¿Por que no me lo habías dicho antes? Es demasiado pronto.
—Lo sé, has tenido trabajo y esperaba que me dijeras que lo habías contactado...yo, no se que hacer.
Mirio contempló la planta en el escritorio, pensando lo que debería hacer a continuación considerando el estado de alerta de las cosas. Suspiró profundamente, tenía que meter un poco de presión o de otra manera, las cosas saldrían verdaderamente mal. Hasta que levantó la mirada encontrándose con la chica que lo veía con el rostro en totalidad serio por lo grave de la situación.
—Yo me encargo, no te preocupes.
Nejire sonrió mientras veía a Mirio salir de ahí, en el lado contrario a donde se dirigía.
Pasó una servilleta de tela blanca por el plato limpiando cualquier excedente, una costumbre que tenía a pesar de que no se observara nada de primera vista. Se incorporó sintiendo su espalda doler por estar jorobado y el mesero llegó antes de que él alzara la mano.
El personal había logrado leer su lengua corporal y cuando podían llevarse los platillos para presentarlos. Amajiki sonrió cuando giró para regresar a su trabajo. Ese sentimiento cálido que se había impregnado en su interior desde esa primera platica con Nejire no lo había abandonado. La primera en más de diez años, donde jamás habían hablado como en ese momento. Siempre terminaba paralizado sin saber que decir. Sabía que era gracias al tema de la comida y aquel aura que parecía rodear a Nejire de hacer las cosas más fáciles.
Sonrió mientras probaba la sopa del día y asentía a la encargada de ella, mientras giraba para comprobar los entremeses, pero su mirada oscura captó la figura rubia de la puerta de servicio. Y la seriedad absoluta en aquel rostro que siempre estaba animado. Un golpe en su estomago le quitó el sentimiento del encuentro con Nejire al saber que algo había pasado. Limpió sus manos con la servilleta de tela que siempre tenía con él y se acercó a su amigo, saliendo de la cocina en el pequeño corredor de servicio.
—¿Qué sucede? —Tamaki encontró su voz para intentar disimular lo que sabía que le diría.
—Es en dos días.
—¿Qué cosa?
—En dos días Suneater tiene que encontrarse con Nejire, tiene esta cosa con una editorial, su libro donde todos esperaban verlo. No fue muy detallista pero el encuentro es el viernes, me ha enviado la dirección al móvil. —Soltó un tono de molestia de sus labios. —¿Qué es lo que vas a hacer?
Tamaki miró a la pared un par de segundos hasta que sacó su móvil que tenía en el bolsillo izquierdo. Desbloqueó el móvil y rebuscó entre sus contactos, acto que no pasó desapercibido para Mirio. Quien colocó su mano encima del móvil, apartándolo.
—¿Seguirás con eso? ¿De verdad le pedirás que vaya en tu lugar? Esto es algo importante Tamaki, algo importante para Nejire, ella necesita al verdadero Suneater.
—Yo... —Pensó en la idea de presentarse ahí cuando ella esperaba a alguien más y el miedo lo dominó.
—No, ni me digas que no puedes. Tienes que hacerlo, no puedes dejarla sola en esto. —Apartó la mano del móvil y suspiró. —Piensa adecuadamente, no queda mucho tiempo, la cita es el viernes a las ocho.
Mirio dio media vuelta, saliendo de ahí con la incertidumbre de lo que esa noche determinaría.
Por su parte Tamaki se quedó estático, observando el reloj de su móvil, mientras la ansiedad escalaba lentamente por su interior, generando estragos. Tenía que tomar una decisión, una que se suponía que había tomado pero que las palabras de Mirio lo habían golpeado...temeroso de tomar decisiones en ese estado marcó el número de su viejo amigo, pidiéndole reunirse esa misma noche.
Terminando lo más rápido que pudo su turno en la cocina y saliendo hacía su departamento para recuperar un par de cartas que consideró necesarias y datos que recordaba haberle dicho a Nejire sobre Suneater. Llegó corriendo a la cita encontrando al hombre mirando su reloj, vistiendo un traje y mirando alrededor, hasta que lo vio en la entrada.
Amajiki se acercó con las cartas en mano, dejándolas en la barra del bar donde Shinso dijo que se reunieran. Y ahí, con una música de fondo y el ayudante de fiscal leyendo las cartas que le fueron entregadas, Tamaki habló de aquellos momentos de Nejire en el orfanato, de la amistad que surgió entre ellos y la separación que habían tenido, hasta reencontrarse en el hotel. Shinso escuchó todo sin decir palabra.
—Por lo que necesito que vayas a este evento el viernes, una reunión con los agentes de una editorial...no se a cierta ciencia que sucederá pero solo será por esta noche. Un par de horas y Suneater volverá a desaparecer.
Shinso subió sus ojos oscuros hasta ver a su amigo hablar mucho más de lo que jamás lo había visto hablar. En toda la platica lo único que pensó en preguntarle era ¿Por que no vas tú? A fin de cuentas él era Suneater, este alter ego era él. Pero calló al verlo sudar y juguetear mucho con sus manos. Por la misma razón por la que jamás en todo el tiempo que estuvieron en el orfanato se acercó a ella, por miedo, temor a lo que ella pensara. Suspiró regresando su mirada a la hoja que sostenía y la bajó hasta soltarla.
—Seré honesto, tu llamada me tomó por sorpresa y más aquella proposición en tu departamento. Cuando me pediste mi ayuda para hacerme pasar por ti pensaba en un mensaje por una cuestión difícil, por lo que me mantuve a la expectativa pero esto...esto es demasiado Tamaki. —Hitoshi bebió de la copa que había pedido para digerir toda la información que el Amajiki decía.
—Solo es por una noche. —Tamaki recalcó ese dato.
Shinso se rascó detrás de la cabeza, con aire cansado por su larga jornada laboral y aún así se había hecho un tiempo para reunirse con Tamaki.
—No puedo hacerlo Tamaki, lo siento.
El rostro de Tamaki estaba contraído en la mayor de las desesperaciones pero simplemente le agradeció por su tiempo y se fue. Shinso suspiró, y fue cuando vio las hojas que él había dejado. Intentó alcanzarlo pero ya no podía verse por ningún lado. Se las devolvería después. Jamás pensó que el callado y tímido Tamaki, aquel chico de la preparatoria que no podía hablar en publico, pudiera tener ese tipo de historia con una mujer.
Se preguntó que era lo que haría, ya que se vería obligado a enfrentar el problema o dificultad por su propia mano. Tomó un cigarro de la caja en su bolsillo y lo encendió, hasta que una pregunta lo golpeó
¿Y si la ansiedad de Tamaki podía más que sus deseos por aquella mujer?
Los dos días siguientes fueron un completo martirio para Tamaki quien veía a Nejire en cada ocasión, preguntándole a Mirio al respecto y el rubio daba falsas esperanzas. Hasta que la mañana del viernes mientras ingresaban al hotel, ella detuvo a ambos con una mirada preocupada.
—Siento la insistencia pero, quisiera saber si pudiste...
Mirio observó a la fémina y luego a Tamaki por un leve segundo.
—Si, le he dicho y me ha prometido que hará lo imposible para asistir.
Nejire soltó un grito emocionado y leve, mientras su rostro se iluminaba de la una forma que Tamaki jamás había visto. Para después agradecer a Togata y regresar a su puesto de trabajo. Mirio siguió su camino, dejando al chef de pie, con el rostro observando sus propios pies, sintiendo la presión aplastante y la dificultad para respirar. Lo cual entorpeció el concentrarse en sus actividades, forzándose a elaborar los platillos pero demorando más de lo necesario.
Él día transcurrió con rapidez y Amajiki no dejaba de ver el reloj en lo alto de la cocina, eran las cinco de la tarde. Al escuchar a Mirio hablar sobre la razón de la reunión, se alegró porque el que fuera una editorial significaba que de alguna manera Nejire había logrado alcanzar el sueño que le contó entre cartas; ser una escritora publicada. En el orfanato solía escribir pequeños relatos y él había tenido el placer de leerlos, eran muy buenos. Esa fue una de sus principales motivaciones al ir a la biblioteca publica para leer cada uno de los libros que ella le recomendaba y encantarse del genero que ella tanto disfrutaba, la fantasía. Estaba realmente emocionado por el éxito de la fémina aunque no sabía con claridad muchos detalles y quisiera poder hablar con normalidad con ella para enterarse, pero no sería posible.
El sonido de las manecillas eran una tortura y un constante recordatorio de lo que sucedería; Suneater no se presentaría y dejaría plantada a Nejire. Podía imaginar su rostro esperando al verlo entrar o buscándolo entre la gente hasta que las horas pasaban y no podía encontrarlo.
La misma mirada que fue apagándose cuando su carta con su respuesta jamás llegó.
La punzada de dolor lo sacudió hasta que volvió a ver el reloj marcando las seis de la tarde. Maldijo por lo bajo. Recordó la voz del Togata de que no podía hacerle esto, no a ella, no de nuevo. Por lo que se quitó la servilleta de tela que colgaba de su cinturón y la lanzó en la mesa, mientras le gritaba a su sou-chef que se encargara de las cenas, antes de salir con rapidez del hotel. Tenía que ir a casa y encontrar algo apropiado.
Se movió tan rápido como pudo, dándose una ducha rápida para quitar cualquier aroma de la cocina, tomando una playera azul de botones y un pantalón negro. Para después salir y tomar un taxi a la dirección que Mirio le había proporcionado días atrás. El auto se detuvo luego de unos largos minutos y el descendió, observando el edificio de Plus editorial. Las paredes eran de cristal dándole una apariencia sofisticada y estaba totalmente iluminada, con una gran pantalla que te enseñaba los libros más sobresalientes que habían publicado. Era una editorial reconocida.
El edificio estaba en lo alto de la calle, por lo que tenías que subir escaleras para llegar a la entrada. Tamaki contempló cada escalón y el lugar. Su corazón latiendo desenfrenado, hasta que las ganas de vomitar se presentaron al ver a Nejire de pie, en la puerta. Había varias personas caminando por el lugar, por lo que no se podía deslumbrar desde su posición. Pero Tamaki estaba lo suficientemente seguro de que si se acercaba, terminaría vomitando.
Los latidos se volvieron dolorosos, asfixiantes y el pánico lo congeló, mientras su respiración se aceleraba y un ataque de ansiedad iba creciendo en su interior. Intentó recordar el hecho de que estaba ahí por ella, porque esto era importante, para ayudarla con su sueño y ver aquel rostro sonriente. Rememoró su platica en la cafetería y como todo estuvo bien. Pero la imagen de los ojos encima de él, los de la propia Nejire y el recurrente pensamiento de el rostro de la mujer de decepción con una mezcla de desprecio.
Porque Nejire y él sabían que Suneater sabía quien era Nejire y si se enteraba que desde el primer momento la reconoció en el hotel y nunca dijo nada, pensaría que él la había ignorado, que las cartas no habían sido nada y que tal vez el quería olvidarse de todo eso. La respiración se atoró en su garganta, estaba ahogándose. Contempló a Nejire asomándose, con una falda roja de tablones y una camisa blanca de mangas largas, su figura era tan resplandeciente e inalcanzable.
Lo hacía por Nejire, lo hacía por ella, debía subir las escaleras, ya estaba ahí, necesitaba ser Suneater. Dio un paso subiendo el primer escalón, luego otros dos más, hasta que Nejire miró en su dirección. Y Tamaki actuó conforme a una sola palabra en su mente: huir; por lo que dio la vuelta súbitamente y salió caminando, casi corriendo de ahí, con el pánico cerrándole la garganta, las manos temblorosas, las ganas de vomitar incrementados y el sudor escurriendo por su espalda.
Corrió hasta que no pudo dislumbrar el edificio y sin mirar atrás.
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