Había una Vez | 15.1.

Había una vez, en el mundo antiguo, una princesa llamada Blancanieves, un nombre estúpido, lo sé, pero se le dio atribuyéndose a su piel, la cual era blanca como la nieve que ahora cubre la tierra. La princesa era hermosa, y su madrastra, mandataria de todo el régimen, la envidiaba por su belleza. Un día, un espejo mágico, similar a una pantalla táctil, reveló usando su amplia base de datos, que la más bonita de ese reino era Blancanieves y no la reina. La madrastra entró en celos y contrató un asesino, una persona que mata gente por dinero, para que llevara a Blancanieves al bosque y la asesinara. Como condición para recibir su dinero, tenía que traer una prueba de que había cometido la tarea.

El asesino llevó a Blancanieves a un bosque que creo que era muy parecido al que estoy, pero con mucho más pinos y fue a matarla; pero su belleza la obnubiló y no pudo cometer tal tarea. Le dijo que corriera lo más lejos que pudiera y no volviera nunca. Ella corrió y él, mató a un cerdo que pastaba por ahí y guardó sus órganos en una bolsa. Al llegar al palacio le mostró la bolsa de órganos a la reina argumentando que eran los órganos de la princesa. La reina se sintió satisfecha y feliz, pues ahora "era" la más bella del reino.

Luego la princesa se encuentra con unos seres humanos genéticamente deformados, pero eso no es lo importante en este momento, solo quiero que pienses, ¿qué hubiera sucedido si el asesino hubiera matado a Blancanieves?

El asesino quedó enamorado de Blancanieves, y pensó que matarla sería incorrecto "moralmente" (las reglas morales sobre la belleza eran bastante confusas y diferentes), que era mejor para ella huir del reino. Pero el asesino también hubiera podido haber pensado que tal belleza no la merecía el reino y matarla en el acto, liberándola del yugo de la "maldad" de la época.

Si estás leyendo Marcus, piensa que yo fui el cazador; que por un momento toda la crueldad, injusticia y deseos irracionales hubieran quedado a mi entendimiento y con estos me hubiera creado una imagen del mundo real, un mundo que no merece tu vida innata y pura, algo que nunca fue tocado por el exterior, y cuando quedaste a su alcance, yo estuve ahí para detener el avance de esto, te salvé, aunque no te hubieras dado cuenta. ¡Te salvé maldita sea!

Y luego, ese día en la oficina, cuando creíste haber caído en cuenta de toda la verdad, no soporté más que siguieras viviendo en este mundo, ya que me di cuenta que no aceptarías más mi protección.

Esto también me trae otros recuerdos. Magnus tenía un libro digitalizado en su computador. Se titulaba "Demian" de un autor llamado Herman 1H. En este libro había un pequeño niño llamado Emil, que dividió su mundo en dos, el claro y el oscuro. Él vivía en el mundo claro, que se restringía a las paredes de su hogar, un lugar perfecto, limpio y hermoso. El mundo oscuro era el exterior con cosas monstruosas, atrayentes, terribles y enigmáticas. No sé muy bien por qué Magnus tenía ese libro; pero quizá logro entender que los Renovadores querían que el mundo claro se extendiera más allá de unos pocos muros y todo el mundo entrara en su definición. Pero ahora, no estoy seguro si el mundo claro manche de su belleza a todo el régimen y es por eso que justifico lo que hice aquel día.

Tú Marcus, además de entrar en el cuento de Blancanieves, también te pareces en algo al pequeño Emil. Vivías en la Academia alejado del mundo. Mi instituto también era bastante privado, pero siempre teníamos un constante choque con el exterior, pero la Academia parece la casa paterna del pequeño Emil, y cómo él, que al caer bruscamente en el mundo oscuro, pierde el sentido de su vida y se vuelve esclavo de Franz Kromer —el malvado inicial de esta historia—, te perdiste en el nuevo mundo por fuera de esa reja de hierro que cubría la Academia. Sin embargo, Emil conoce a Demian, un chico que intenta corregir el camino de su vida y mostrarle todo lo que puede plantar en este camino.

No logré terminar la historia, pero te identifiqué y logré entender mucho de lo que hiciste, de lo que hice y de lo que hicimos juntos.

Así que, si sigues ahí, seamos juntos Demian y corrijamos el camino del régimen mundial, el que ahora es el pequeño Emil.


Mi mano derecha se cierra lentamente alrededor de la pantalla táctil conforme mis ojos atraviesan rápidamente las líneas de texto brillante. No logro entender cómo pensó que la mejor opción fuera desaparecerme, eliminarme del mundo porque yo no "merecía" estar en él. Pudo haberme ayudado a escapar, a erradicar al CEO; pero se decidió sencillamente por la opción más sencilla para ella sin pensar en las consecuencias o en lo que yo quisiera. Su mano fría no caviló en eliminarme del mundo, llevándome a la muerte segura.

Pero, poco a poco, cuando las letras y frases empiezan a hundirse en mi mente y a movilizarla, creo entender lo que ella piensa, lo que probablemente cruzaba por su mente cuando andábamos juntos. Es algo... impresionante, porque no se tomaba a ella como una salvadora, sino como a una protectora que a la vez intentaba protegerse y batallar con lo que aún no llegaba a nuestra esfera de vida.

Nunca logré entender a Polaris, una chica que vivía con un nombre diferente en un mundo totalmente nuevo para mí. La mente de ella es tan diferente a la mía que nunca logré desentrañar aquellos pensamientos, total, que había vivido mi vida entera sin el contacto de una mujer de mi edad.

Nunca caí en cuenta lo que había hecho por mí, y aunque no logre entender cómo me encontró, eso me muestra aún más lo que se preocupa por mí, lo que me quiere.

Mis manos se aligeran y dejan caer la pantalla al suelo, estrellándose y apagándose al acto. Mi vista empieza a emborronarse y lágrimas de sal empiezan a recorrer mi piel hasta caer y fundirse con la roca del suelo. Al comienzo sólo sale una, pero a esta le siguen varias, que emanan de lo más profundo y terminan en el suelo de la Cueva.

Me quedo ahí por varios minutos, sentado sobre mis piernas en la mitad de la choza, con la cabeza entre mis manos y mis lágrimas mojando todo el suelo. Paso mi mano por mis ojos, intentando secar las lágrimas varias veces, hasta que paro de llorar. Me quedo con los ojos cerrados, dejando que mi cuerpo ceda a la gravedad y acostándome en el suelo. Me quedo dormido.

Me levanto por una brisa que recorre todo mi cuerpo. Me siento con las piernas cruzadas y me refriego los ojos, desperezándome del sueño que tuve. Miro a los lados y no veo a nadie cerca, por lo que me pregunto cuánto habré dormido.

Agarro la pantalla que sigue tirada en el suelo cerca de mí y la balanceo con mis manos. La enciendo y descubro que el golpe ha dejado una mancha negra en la parte izquierda. Me vuelve a pedir la huella digital por lo que coloco mi pulgar, desbloqueando la pantalla y dejando ver el bloc de notas que leí antes de dormir. Lo cierro de golpe y observo la luz de la pantalla. Comienzo a tiritar.

Debo salir y encontrarme con Polaris. Quiero que quede todo claro, hablar con ella sobre lo que quiere de nosotros. Cambiar el mundo, "limpiarlo" me parece fuera de razón, pero si ella lo dice confío en que tiene planeado algo, y quiero ayudarla, en verdad quiero ayudarla, a pesar de todo lo que ha sucedido.

Apago la pantalla y la dejo en el suelo, me levanto y salgo de la choza, con mis brazos entrecruzados y frotando el opuesto, en un intento de calentarme debido a la brisa helada que viaja por toda la Cueva. Empiezo a caminar y veo varias personas, pero empiezo a buscar a alguien conocido. A las pocas chozas encuentro a Shaile.

—¡Shaile! —le digo—. ¿Qué traes puesto?

Su torso está cubierto por una clase de saco, abierto por la mitad pero que cubre las mangas. La textura es bastante burda, pero parece que calienta.

—Por fin trasquilamos las ovejas, y con suerte teníamos a una experta en diseño, la cual hizo estos sacos con la lana —expresó alegra, frotando sus manos en el saco—. Es una experta; de una oveja logró tejer quince a veinte sacos. Aún quedan algunos, si quieres ve a la caseta de los animales y ve por el tuyo.

El viento que choca con mi cuerpo responde por mí la pregunta. Ella se ríe al ver que tirito tevemente.

—Gracias, iré ahora mismo —me despido y salgo corriendo hacia la caseta donde guardan los animales.

La oscuridad va aumentando cuando salgo de la zona de chozas, pero unas dos lucecitas que deben ser antorchas me muestran la dirección de la caseta, debe haber gente ahí.

Al rato llego y me encuentro con Gretel, quien está en el suelo organizando una pila de sacos en el suelo. A su derecha hay una mujer de unos cuarenta años, con el pelo ondulado de color marrón y ojos negros. Lleva un saco igual al que lleva Shaile, Gretel también lleva uno.

—Ah Marcus, hola —saluda Gretel—, llegas a tiempo.

—Hola Gretel. Sí, me encontré con Shaile y me dijo que quedaban algunos, hoy está bastante frio.

La mujer a su lado empezó a evaluarme con la mirada y hacer extraños movimientos con las manos.

—Tú debes ser talla L —dice la mujer. Agarró un saco de la pila que tenía enfrente y me lo pasa—, pruébatelo.

Meto los brazos por las mangas y el saco encaja perfecto en mi cuerpo, estiro los brazos, y sin contar el hecho de que da un poco de rasquiña, me ayuda a detener el frío.

»Te lo dije, eres L —sonrió con triunfo la mujer—. Si ves a alguien que no tenga le dices que venga.

—Vale —sonrío y me despido con un ademán de manos, mientras empiezo a volver a mi choza.

Empiezo a calentarme y al rato dejo de tiritar. Por fin podré salir al exterior sin que el frío me congele los huesos y la carne. Aunque no puedo salir sin avisar a nadie, sería algo muy similar a la otra vez y no quiero asustar a la comunidad que ahora se debate entre confiar en mí o no.

Vuelvo corriendo a la zona de chozas y me encuentro con Sandra, la cual ya tiene un saco que se ve muy bien en ella.

—Veo que ya fuiste por tu saco, hola Marcus —me saluda Sandra.

—Hola Sandra —hago un silencio antes de continuar—, eh... es que quiero salir a la superficie.

—¿Y eso? —abre sus ojos genuinamente sorprendidos.

—Es que, ya sabes... La nostalgia de estar arriba.

—Pues no sé Marcus... Sé que ya has estado allá arriba, pero siempre es un riesgo subir.

—Te prometo que no duraré mucho ausente, sólo quería que alguien estuviera al tanto.

—¿Eso significa que ya es un hecho? —me pregunta con un serio tono de preocupación.

—Vamos, no te preocupes, te traeré algo —le prometí.

—Está bien —suspira vencida—, pero no vayas a hacer nada.

Le agradezco y salgo corriendo a mi choza, donde la pantalla táctil aún está ahí. La agarro, la aprieto contra mi pecho y empiezo mi carrera hacia la superficie, donde una chica de cabellos castaños me espera.

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