9.

La masa blanca y burbujeante del cuenco me miraba desafiante. Era una clase de avena producida con trigo y leche de vaca. Levanto el cuenco hacia mi boca y tomé del caliente y espeso líquido. Frente a mí varios conocidos rodeábamos un fuego mientras comíamos lo mismo.

—¿Y tras la puerta no había nada? —me preguntó inquietante Leon.

—No es que no hubiera nada —le respondí—, simplemente que no recuerdo qué había. Me desmayé antes de observar algo.

El dolor de las heridas en mi pierna volvió a mi mente con estas palabras. El difuso recuerdo que tenía de esa bifurcación, mezclado con gemidos de dolor y la poca conciencia que pude retener en ese evento.

En mi pierna, desde el tobillo hasta la rodilla había una pequeña línea de color un poco más oscuro que mi piel. Era una cicatriz que tardé en notar que estaba ahí. El dolor había desaparecido por completo cuando Ulio y el grupo me encontraron tendido.

—No tenías rastros de sangre —recordó Ulio—, ¿cómo podemos estar seguros que todo lo que pasó en la bifurcación sucedió en realidad?

—En lo que estoy seguro es que eso fue verdad. Quizás no todo lo que haya dicho es cien por cien acertado, pero deben entender que no tengo buena memoria sobre lo que sucedió.

La oscuridad se cernió sobre mis pensamientos, recordando el sonido de las piedras al caer. ¿Cómo podré convencerlos de que en serio fue real?

El hecho de aparecer en la mitad de la encrucijada, de haber pasado una pared de rocas de manera misteriosa y no recordar nada de la extraña puerta hacía que mi historia fuera menos creíble de lo que ya era.

Todos me observaban intentando analizarme, como si verme de arriba abajo continuamente les aportara más información de la que he podido contarles.

—Vamos. Hilue afirmó que él estaba dentro de la bifurcación cuando las rocas habían caído —alegó Sandra señalándome.

—A-así es —respondió en silencio la niña, ahogando su cara en el cuenco que tenía.

—Pero me parece que no cuadra —dice Leon—, ¿alguien había entrado antes a esa bifurcación?

Todos negaron al unísono.

—¡Vamos! Debe haber alguien —Leon parecía desesperado—. No sé, cuando descubrieron cómo salir al exterior. ¿Nadie fue por la izquierda?

—No queríamos separarnos, probamos primero la derecha y fue la acertada. Nadie se le había cruzado por la mente ir ahí —respondió Ulio con calma

—¿¡Entonces por qué él sí quiso ir allá!? —dijo amenazante, señalándome.

Todos voltearon nuevamente a mirarme. ¿Por qué me habré atrevido a ir a esa maldita encrucijada? No logro responderle ni a Leon ni a mí mismo.

—Bueno, no más. Dejemos este misterio y celebremos que Marcus está vivo —Ulio notaba que el ambiente estaba tenso y buscó detener la situación.

Todos terminaron rápidamente su comida y se fueron con mil dudas sobre mí en sus mentes. Rihouel quedó conmigo.

—¿Vamos a la choza? Creo que necesitas descansar.

En realidad no me sentía cansado, sólo quería intentar alejarme de todo esto.

—Bueno, vamos —le respondo finalmente.

En la choza estaba Eder dibujando con un pedazo de carbón en el entramado de ramas que conformaba la pared. Un alto rectángulo negro y una fila de hombres de palitos a un lado.

El niño nos volteó a ver cuando llegamos. Corrió y abrazó las piernas de Rihouel, la cual tuvo que mantener el equilibrio para no caer.

—¿Qué hacías mientras estábamos afuera? —preguntó contenta Rihouel al niño, mientras le acariciaba la cabeza.

Eder señaló con su mano al dibujo que había hecho en la pared. Ambos volteamos a ver la pared y vimos los burdos trazos negros. Rihouel se acercó al dibujo y lo examinó.

—¿Qué dibujaste? —dice intentando estar feliz, pero veía como tenía un tono de intriga.

El niño parecía que buscaba las palabras para explicar su creación. Al final no dijo nada y Rihouel suspiró insatisfecha.

Cansada, vi como Rihouel se recostaba mirando hacia la pared. Eder se acostó a su lado y al rato quedaron profundamente dormidos. Yo me descubrí dando vueltas y vueltas al círculo de piedras que indicaba donde a veces se hacían fogatas.

Al poco rato me cansé y me recosté, mis pensamientos iban y venían de la Cueva. Me transportaban a donde antes vivía, trabajaba. Me recordó todos los sentimientos que me han hecho despertar desde que salí de la Academia. Recordé la fuente de esos sentimientos y la traición que me hizo llegar hasta acá.

Poco a poco, me sumí en un nuevo mundo, fuera del régimen mundial y de la Cueva, un mundo fuera de los límites pensantes.

—¡Vamos Marcus! —la sonrisa me atrae y camino hacia ella.

Un fulgor proviene de todos lados y me ciega.

Un beso más fuerte que el más precario de los instintos.

Un toque de cabellos, de piel desnuda. Una caricia sentida.

Una cara que no veía me acercaba hacia ella.

Ella se detiene. Yo me detengo.

Observa mi pierna derecha, aquella con la tenue cicatriz. Mi mirada se acerca hacia ella también. Un zoom me acercó hasta que podía ver claramente la superficie de mi piel.

Y en ella, grabada en alguna clase de tinta holográfica, una inscripción.

—¡Marcus! ¡Despierta! —una voz femenina me saca de mis sueños. Estoy empapado en sudor frío.

—Polaris...

—¿Qué dices? Marcus levántate, estás sudando.

Abro los ojos y Rihouel me observa con miedo en sus ojos. Al verme abrir los ojos se levanta y suspira mientras se arregla el cabello.

—¿Qué sucedió? —digo al verla de ese modo.

—¿Qué sucedió? Marcus, empezaste a sudar y a hablar dormido.

—Y... ¿acaso qué dije? —pregunto recordando mi sueño.

—Cosas ininteligibles. Pero me asusté mucho y casi no logro despertarte.

Eder seguía durmiendo en un rincón de la choza. Me levanté tan rápido como pude y observé alrededor. Estaba un poco oscuro, la luz se filtraba por las paredes de algunas antorchas o fogatas del exterior.

—Me preocupaste mucho, ¿sabes? —Volteo a verla—. Pero estás bien, ¿seguro?

—Sí. Estoy bien —Recuerdo mi sueño—. Espera.

Me siento en el suelo con las piernas cruzadas. Observo mi pierna derecha pero no veo nada.

—Rihouel, ¿tienes fuego?

—Claro —salió un momento de la choza y volvió con una antorcha.

Le pedí que la acercara a mi pierna para iluminarla mejor. Ante la luz del fuego una inscripción empezó a resplandecer. Cada letra brillaba pero tenía una alta transparencia, por lo que no se lograba ver bien.

—Mira Rihouel.

—Qué... ¿Qué es eso? —Su cara expresaba sorpresa. Yo tampoco lograba creérmelo.

—Rápido, tenemos que anotarla.

Me pasó la antorcha y empezó a buscar en el suelo el carbón que usó Eder para el dibujo, el cual seguía ahí en la pared.

—Encontré el carbón. Empieza a dictarme.

Al cabo de un rato, en la pared quedó una inscripción que nos tendría pensando por mucho tiempo.

PMSEI OZVGV CWFXMVMFEI AVV NMBMJVC

—No confío en Marcus —dijo Leon—, nadie desaparece y aparece de ese modo.

—Yo no sé qué pensar —respondió Ulio—, debe haber una razón lógica para esto.

—Pero es que esto parece... parece...

—Magia —apuntó Shaile.

Los cuatro que estaban reunidos en la sala: Gretel, Leon, Ulio y Josai voltearon a ver a Shaile.

—¿Qué es eso? —preguntó inquietado Leon.

—Aparecía en las historias antiguas...

—¿Historias antiguas? ¿Cómo sabes eso? —preguntó Leon inquietado.

—Eso no importa en este momento. La magia es un poder que puede cualquier cosa. Se usaba en las historias de una manera para lograr un cumplido. Aquí solo lo dije de manera metafórica. Como es imposible que Marcus "atravesara" la pared, digo que es magia.

—Eso es menos creíble aún, que algo como la magia existiera.

—Ese es exactamente el punto de la magia —resaltó Shaile.

—Vale, entonces podemos referirnos a este suceso como "mágico" —dijo Ulio.

—Aunque no lo fuera —Leon todavía no lograba comprender todo lo que se decía.

—Aunque no lo fuera —Shaile guiñó un ojo.

La conversación siguió en silencio en el interior de la choza. Estaba ubicada a un extremo de la aglomeración de casas y permitía sostener conversaciones en silencio.

Cuando terminaron de hablar y levantaron la sesión, salieron de la choza. Gretel, que fue la primera en salir, chocó con un hombre que venía corriendo hacia el interior de la choza. Casi cae por el empuje, pero al reponerse, vio la cara del hombre que venía corriendo.

La parte derecha estaba de color morado, tenía un hilillo de sangre cayendo desde la boca y tenía un ojo cerrado por una inflamación. Estaba cojeando.

—¡Lotus! —El nombre del hombre, canoso y con la cara cuadrada, resonó por las cercanías—, ¿por qué estás así?

—El... El hombre despertó y empezó a atacar a todos los cercanos.

El grupo que salía de la choza escuchó al hombre hablar. Todos tuvieron miedo.

—¿Quiénes más estaban ahí? —El tono de alarma de Ulio se hacía notable.

La respiración pesada y jadeante del hombre entrecortaba lo que decía.

—E... estábamos Roger y yo únicamente.

El grupo salió corriendo detrás de Lotus, el cual fue perdiendo el paso por su pierna coja. Al final llegaron a la choza donde habían dejado descansando al hombre después de que había aparecido inconsciente. El grupo entró apresuradamente a la choza.

—¿E-Está? —dijo Lotus al observar la escena.

—Así es... Es-está muerto.

En el suelo estaba tendido el cuerpo de Roger 21, con la cabeza inflamada por una gran cantidad de golpes. Gretel se acercó al cuerpo y lo examinó. Volteó a ver a todos y asintió levemente. Pero Ulio no se inmutó, sino que dijo severamente.

—Rápido, tenemos que encontrarlo cuanto antes. Si mató a Roger puede hacer cualquier cosa.

Todos salieron corriendo excepto Lotus. Al ver el cadáver de Roger sus piernas le fallaron y cayó al suelo, sollozando, culpando al asesino por su muerte. Sus ojos se llenaron de lágrimas que se convirtieron en ira. Se levantó lentamente y frente al cadáver de su compañero hizo un juramento.

—Destruiré al que te hizo esto —dijo cerrando su puño.

Y salió corriendo como pudo, ignorando el dolor de su pierna y su cara.

Más adelante, el grupo se dividió para buscarlo en todas las chozas. Josai se dirigió al huerto y al cerco de los animales a buscarlo. El resto alertó a la población y buscaron en todos los recovecos de la zona de chozas.

—¿Escuchaste eso? —le dije a Rihouel, intentando entender un sonido que acababa de escuchar.

—No, ¿qué? —me respondió saliendo de la incertidumbre que las letras en la pared le infundían.

—Alguien... Al parecer gritando algo.

La jalé del brazo y salimos de la habitación. Corriendo venía Shaile.

—¡Shaile! —gritó Rihouel—, ¿sucede algo?

—El último hombre que llegó —hizo una pausa para respirar—. Mató a Roger.

—¿¡QUÉ!? —dijimos al tiempo.

—Tal como lo oyes —dijo con la voz temblando—, necesitamos ayuda para buscarlo.

—Está bien —Rihouel tenía una cara de asombro—, te acompañaremos.

—Iré por Sandra —digo con vehemencia.

—E-está bien —me responde Rihouel.

—Si lo ves o tienes indicios de donde esté avisen a Ulio rápidamente —dice Shaile antes de salir corriendo con Rihouel.

Salí corriendo, buscando a Sandra. Al cabo de un tiempo la encontré, también lucía agitada.

—¿Supiste lo del hombre? —me preguntó apenas estuvimos cerca.

—Sí.

—Debemos buscarlo, ¿me acompañas? —dijo Sandra mirando hacia los lados buscando un camino, o al hombre.

—Claro —Y salimos corriendo buscando al hombre.

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