8.

Magnus A1 y Polaris 8C

Instituto Liann, Capital Mundial.


Polaris decidió esperar en el auto, no sin sufrir internamente con el deseo de ir y visitar la habitación de Shaile, de revivir sus experiencias y buscar algo que cerrara su agujero de dolor. Pero se abstuvo, porque eso podría abrirlo aún más.

Magnus entró al edificio. La entrada estaba en la parte opuesta al jardín, por lo que Polaris no había podido observar su parte favorita del instituto, a excepción de su habitación y la de Shaile.

—Espera en el auto si así lo deseas. Yo iré por algo y volveré. Espero no demorarme mucho. Si te llamo, dile al conductor que te lleve a Destino S.A. y espérame allá.

Así hizo Polaris, volvió a entrar al auto y se recostó en uno de los amplios sofás de cuero negro, intentando ahogar sus penas en el tapizado.

Magnus en cambio, al entrar por las puertas de vidrio negro, se encontró con la rectora de la sección B del instituto. Una señora de unos cincuenta años, con el pelo gris recogido en un moño y un traje a cuadros que terminaba en una falda a la altura de la rodilla.

—¿A qué debo este honor Magnus? —intervino la rectora cuando observó al hombre ingresar por las puertas.

—Necesito un expediente de una exestudiante de este instituto.

—Claro Magnus. Acompáñame a mi oficina.

Ascendieron los tres pisos del edificio por uno de dos ascensores instalados en el recinto. Caminaron por un interminable pasillo lleno de puertas de las oficinas de los maestros y algunas dependencias, ya que algunos vivían en el instituto.

Llegaron a una puerta doble de madera blanca. Era sencilla pero no estaba mal cuidada. La rectora colocó su pulgar en un lector a un costado de la puerta y entraron a la oficina.

El blanco predominaba en la habitación. Las paredes y pisos eran blancos y las lámparas daban un brillo frío, como el de un hospital. La habitación estaba llena de adornos plateados y blanquecinos. Además, el escritorio era de vidrio con soportes de metal brillante.

—Amo la pulcritud. ¿Qué más limpio que el blanco? —dijo la rectora con una sonrisa en su rostro al ver a Magnus examinar cada centímetro de la habitación.

La rectora fue hasta su escritorio y se sentó en la única silla de la sala. Cruzó la pierna y encendió su pantalla táctil.

—¿De quién estamos hablando Magnus?

—Polaris. Creo que su número es...

—8C —completó la rectora—. Cómo no iba a olvidarla, compadezco con ella con lo que le sucedió. Ella y su amiga eran tan unidas...

—Pero que la muerte no sea un impedimento de la vida —recitó Magnus, con cierto deleite en sus palabras.

—Así es Magnus, sabias palabras, como siempre. Como hace 25 años.

—Tú sí no has cambiado.

—¿Perdón?

—Nada —corrigió—, por favor, el expediente.

La mujer de avanzada edad empezó a teclear con rapidez en un teclado láser azul. Cuando encontró lo que quería preguntó cómo desearía el expediente.

—Envía toda la información a mi correo. Así estará bien.

—Perfecto Magnus. Espero haberte sido de ayuda. Recuerda, tienes mi voto en ti —dijo guiñando el ojo.

—Muchas gracias, hasta luego Patricia.

Y cerró la puerta de la oficina sin decir más.

Volvió en sus pasos para regresar a su oficina, dejar a Polaris e ir a su casa para descansar de un día bien merecido. Estaba entrando en el ascensor, cuando un zumbido en su pantalón derecho alertó al hombre.

Sacó el pequeño objeto con zumbaba con insistencia. Era su comunicador personal. Solo un muy reducido grupo de personas conocía su número personal.

—¿Aló? —dijo fuerte y claro colocándose la esfera en su oído.

¿Magnus? —la voz era irreconocible.

—¿Qué quieres Humbert? —dijo tajante Magnus—, nadie puede saber que hablas conmigo. ¡Arruinarás mi vida y la tuya más de lo que ya está!

Solo es que... Dijiste que pararías con las desapariciones... Y hoy alguien desapareció...

—¿¡QUÉ!? —gritó preocupado Magnus—, mira Humbert. Si me llamas para bromear y arruinar mi carrera no estoy de humor para eso.

No no no. Es en serio. Alguien desapareció hoy.

—¿¡Cómo es eso posible!? Yo mismo confirmé que el programa ya no borraba.

¡No lo sé Magnus! Solo acaba de aparecer en las noticias y estoy preocupado.

—Humbert. Si algo te llamo luego.

Colgó súbitamente, dejando al hombre a la mitad de una frase, insistiéndole que revisara y que no le colgara. Pero fue en vano.

Magnus bajó por el ascensor y en el corto trayecto no podía dejar su pie quieto. Marcaba un ritmo nervioso que inquietaba hasta al mismo Magnus. Las puertas se abrieron y con un paso rápido y decidido, salió del recinto.

Al llegar al auto, abrió la puerta y cerrando los ojos para reprimir su ira dijo.

—Polaris —cerró su puño—. ¿Quieres explicarme por qué alguien desapareció HOY?

Sin embargo, Polaris no estaba en el auto.

Intento levantarme, pero mi pierna me lo impide. La sangre se ha detenido pero el dolor persiste.

Veo una perilla en la puerta. Levanto el brazo, intentando alcanzarla, pero al fin y al cabo entiendo que debo levantarme para alcanzarla.

Apoyo el pie sano fuertemente en el suelo y con lo poco de fuerza que tenía, me levanto sobre este. Un tirón en mi otra pierna me hace sentir el dolor en carne viva. Desgarro el ambiente con un grito de dolor y apoyo ambas manos en el frío metal.

Respiro pesadamente y el sudor cae por mi frente. Pero es un sudor frío que me hace caer en cuenta de la baja temperatura. Hago fuerza en mi pie izquierdo, intenta mantener parado. Agarro la manija y la giro. La puerta cede y empieza a moverse en su eje. Al cabo de unos segundos de fuerza intensa. La puerta se abre dejando ver el interior. Pero me caigo y poco a poco pierdo visión.

**** **, **** **, ****** **, ***** ** y ***** **.

Algún sitio en América.

El sonido que la brisa llevó hasta el grupo fue Hilue, la cual volvía corriendo del agujero de la cueva. Estaba jadeando y en su expresión había una imagen de miedo.

—Creo que lo encontré —dijo asustada.

El grupo estuvo alerta del sonido que había escuchado, pero cuando vieron que era la pequeña joven se aliviaron. Aun así, al escuchar la declaración de la niña, los ánimos decayeron.

—Hay un derrumbe en la bifurcación. No está en la Cueva por lo que el único lugar que puede estar e-es...

—Detrás de ese derrumbe —sentenció Gretel.

—Así es. O eso es lo que creo —respondió la niña que estaba conteniendo el llanto—, volví porque necesitamos mover esas rocas.

—Vamos todos —Ulio hizo un ademán con el brazo instando al grupo a avanzar.

El sonido del tronco grueso y de la oveja que no dejaba de balar acompañó al grupo mientras bajaban lo más rápido posible por la pendiente. El túnel seguía extendiéndose y parecía no tener fin. El miedo lo hacía más largo, y la desesperación no apoyaba a los preocupados individuos.

Cuando llegaron a la bifurcación vieron las rocas desperdigadas por todos lados. Observaron la entrada de la izquierda completamente tapada por grandes peñascos. Mientras bajaban pensaban mil y una formas de mover las rocas para liberar a Marcus.

Propusieron usar palancas o intentar moverlas poco a poco. Alguien tuvo la idea descabellada de usar dinamita o pólvora, pero fue descartada por la imposibilidad de conseguirla.

Otra idea fue la de empezar por quitar las rocas pequeñas, luego las medianas y el resto caería solo.

Aunque, pensaban, que nada serviría ya que las rocas podrían ser demasiado grandes o estar muy compacto el aglomerado para poder hacer algo. Además, las herramientas eran muy reducidas o precarias en la Cueva.

Toda esta energía usada en estos pensamientos fue, sin embargo, desperdiciada.

Entre las tres aberturas de la bifurcación, había un cuerpo tendido en el suelo.


¡He vuelto! Y con este pequeño regalo de capítulo doble para ustedes :3

Sigan disfrutando la historia :D

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top