22.
¿Cómo hubiera sido mi vida si hubiera nacido antes de la Renovación Mundial?
No haber nacido por fecundación artificial. Haber tenido unos padres que lo educasen a uno. No tener predeterminado un nombre, o a ser elegido en un trabajo por lo que uno era bueno sino por lo que un eligiera. Un mundo con un sinfín de cosas diferentes y nuevas, sin restricción de crear algo solo porque no existe.
En resumen, ¿cómo hubiera sido mi vida en un mundo con plena libertad?
Claramente, en la actualidad se sacrifica la libertad por la paz y la seguridad. Un mundo sumido en el caos y las guerras es algo que nadie desea, pero como dijo Isaías, ¿lo vale? Quizás es un pequeño precio que hay que pagar para poder realizar lo que uno desee, y buscar otros medios para disolverla.
Después de que nos mostró su vídeo y nos contó todo lo que había inferido acerca de él volvimos anonadados a la Cueva. Él se quedó en su búnker, pero dijo que cuando lo necesitáramos no dudáramos en ir a pedirle ayuda.
—O si quieren sólo de visita casual. Más de veinte años aquí metido solo aburre bastante jóvenes —comentó antes de despedirse de nosotros.
Retomamos nuestro camino hacia la Cueva bajando por el largo túnel. El viento ya no soplaba, entraba únicamente la brisa habitual que renovaba el aire de la caverna. Parecía calmada, expectante.
Cuando salimos del túnel por la estrecha abertura que conectaba a la Cueva, frente a Sandra y a mí nos recibió un conglomerado de gente frente a nosotros. Todos nos observaban fijamente en silencio.
Supe lo que esperaban, así que tomé la palabra.
—Todo esto tiene una... explicación.
Frente a toda la gente está Ulio, con los brazos cruzados.
—Pues queremos oírla —expresa—, todos lo queremos.
Tomo una larga bocanada de aire y empiezo a contarles todo lo sucedido desde que conocimos a Isaías. El ascenso a la superficie, la visita a su búnker, todo. Ya no podía ocultarle nada de esto a toda la gente frente a mí. Les conté sobre el vídeo de la vida de Isaías, frente al cual empezaron todos a murmurar y hablar entre sí. Luego les conté sobre su muerte, sobre la posibilidad de cambiar el futuro de una persona.
Luego les conté sobre los Aisce. Sobre quiénes éramos, sobre la diferencia de nosotros con el resto de la gente, que aunque era tan pequeña como un vídeo con estática, nos ponía como blanco de Destino S.A.
Les conté a todos sobre la caza que le estaban haciendo a los Aisce en la superficie. Algunos, como Shaile o Ulio permanecían en silencio, puesto que ya sabían aquello. Pero el resto de gente tenía cara de preocupación. Las preguntas no tardaron en salir como un chorro de palabras al aire.
—¿Todos fuimos cazados? ¿Por qué? ¿Qué hice yo para merecer esto?
Las preguntas salían de la boca de todas las personas, las cuales exigían saber todo. La revelación de la verdad a cualquier hombre no hace más que llevarlo al desconcierto y al miedo. Siempre se necesita un tiempo para que la persona entienda la realidad.
Ulio levanta los brazos, intentando calmar a todo el mundo.
—Silencio, silencio todos. Estoy seguro que Marcus nos responderá todo esta vez —Ahora me mira fijamente a mí—. ¿No es así?
Trago saliva y respondo.
—S-sí. Eso haré.
—Bien —replicó.
Empecé a contarles a todos los detalles que conocía de la caza. El hecho de que había empezado después de que las últimas personas llegaran a la Cueva. Recordé a la niña, Alice, que había llegado a la Cueva a causa de la caza.
—Pero —dice alguna voz en la multitud—, si lo que dices es cierto, ¿por qué no ha llegado nadie más a la Cueva? Según tú, por la caza, estaría llegando a la Cueva alguien cada vez que lo matan en la superficie.
Ante la palabra matar, la multitud se crispa. El miedo es tangible en el aire.
—N-no lo sé —mascullo.
—¿Y por qué conocieron a aquel anciano? ¿Fue por tu accidente aquel día? —Las palabras amenazadoras de aquella persona iban en aumento.
—E-e-en cierto modo sí. Todo fue una cadena de hechos muy extraña... Ni yo mismo puedo creerlo —subrayo, intentando que la gente entienda.
—Y entonces, —La voz de la persona empieza a hacerse más fuerte, avanzando hacia el frente del grupo— ¿por qué hasta ahora nos dices todo estos? ¿Por qué nos ocultas todo, eh?
Era Leon.
—Sentía que no debía contarles por ahora... Mira simplemente cómo están todos en este momento.
La gente efectivamente tenía una expresión de miedo y preocupación. La mayoría murmuraba entre sí, otras solo escuchaban estupefactos.
—Porque alargaste el asunto Marcus —contraataca Leon—. Si nos hubieras contado todo esto desde un principio pudiste haber mejorado esta comunidad, diciéndonos la verdad sobre todos nosotros.
—¡Sí lo sé! Pero... —mis palabras se ven ahogadas por las de él.
La voz crece y parece recitando a viva voz.
—¡Muchos de nosotros teníamos vidas perfectas allá arriba! ¿No entiendes eso? Quizás nos hayamos adaptado a esta nueva vida, pero, ¿no es lo que hace el humano por instinto? Eso de todos modos no quita el hecho de que nos sentíamos felices en nuestra anterior vida
—¡Pero también pude haber vuelto un caos todo esto al contarles todo así sin más!
Ulio se pone entre los dos.
—¡Suficiente! —exclama—. Ambos están alterados. Todos lo estamos, pero no es motivo para que empiecen a confrontarse. Estamos bien como estamos. No necesitamos nada de esto.
La mirada de Leon amenazadora se clava ahora en Ulio, pero él no se inmuta. Al final se resigna y vuelve a la multitud. Yo suspiro aliviado.
—¿Y entonces qué vamos a hacer? —expresó alguien en la multitud—. ¿Quedarnos? ¿Irnos? ¿Algo en realidad cambia?
Sandra permanecía inexpresiva a mi lado, pero apenas escuchó eso intentó hablar.
—En algún momento sabrán que estamos acá... Si es que no saben ya —Me mira—. En algún momento alcanzarán a conocernos. Y por cierto, ¿quién era aquella chica con la que te vi hablando en la superficie? No era una de nosotros.
Las voces nuevamente se alzan por los cielos. Preguntas, exclamaciones, comentarios y hasta injurias vuelan por el aire. Nuevamente Ulio intenta calmarlos, aunque él también está ahora con cierto atisbo de ira.
—¿A qué te refieres Sandra? —pregunta Ulio.
—Que te lo diga él mismo —le responde.
Ahora me observa a mí.
—Eh... E-e-es, era una amiga del trabajo... No tengo ni idea de cómo me encontró, pero yo les puedo asegurar que e-e-ella no es un problema para nosotros.
—Ajá —responde Sandra despectivamente—. Si quieres que confiemos en serio en ti, y hacer algo por la gente de la superficie. Si quieres que todo lo que Isaías nos contó no sea en vano, tienes que contarnos todo lo que sabes. Incluida esa mujer.
—E-está bien —respondo resignado—. Ella se llama Polaris. Esa chica trabajaba conmigo en Destino S.A. y fue la que me contó todo lo que la empresa hacía. Las desapariciones, los Aisce... Todo lo supe inicialmente gracias a ella. Supimos ambos que la empresa era la culpable, y que podía ser algo mucho más grande.
—O sea que tú y ella trabajaron en Destino S.A. —interroga Sandra.
—S-s-sí...
El público alterna la mirada entre ella y yo.
—La misma empresa que está cazando a la gente con ayuda del régimen.
—Sí —La vergüenza se apodera de mí y la sangre se me sube a la cabeza.
—Y que ustedes dos descubrieron que era la culpable —El interrogatorio de Sandra parecía no tener fin.
—Así es —respondo resignado.
La última pregunta de Sandra me golpea como una fina lanza.
—¿Y a ella no la mataron como a ti? Inculpar a un emporio empresarial tan grande y salir ileso no me parece muy lógico.
—N-no. A ella no la desaparecieron...
La sangre me hierve con solo recordar el día que ella me hizo desaparecer.
—Vale —concluye rodeando los ojos—, creo que esto ya es demasiado interrogatorio por un día. Igual espero que algún día de estos nos cuentes lo que falte por voluntad propia.
Ulio se voltea a la multitud.
—Muy bien. Suficiente por hoy, ya pueden volver a sus quehaceres.
Trago saliva mientras todos empiezan a dispersarse. Sandra se aleja junto con Leon y alcanzo a observar en la multitud a Rihouel que andaba sola. Varios se quedan hablando en su sitio, y Ulio, que no se ha movido de su sitio me hace un gesto para acercarme hacia él.
Su gran cuerpo se levanta macizo sobre el suelo.
—Bueno, ese anciano quizá te haya implantado ideas para salir al Exterior y acabar con el régimen y todo eso, ¿pero estás seguro que debemos hacerlo? —Más que una pregunta parece una amenaza— ¿Podemos confiar en él o es mejor quedarnos y seguir la vida que hemos tenido por estos casi tres meses aquí abajo?
En realidad la confianza es algo que uno toma sin cuidado. En un mundo donde todos convivimos, trabajamos juntos sin envidia del otro, la confianza es algo que se sobreentiende. Dejar un objeto en una mesa y luego volver para que siga en el lugar, seguridad al caminar por las avenidas de la ciudad, todos son hechos que tomamos sin problema. Confiamos en el resto sin pensar si merecen de aquella intimidad. La confianza, para mí, es uno de los mejores regalos que nos ha dado la Renovación, en la que se encuentran bajo ella muchas cosas como la seguridad o la paz.
—Si... Creo que podemos confiar en él —le respondo—. Nos mostró el video de su vida, nos explicó muchas cosas sobre su pasado y sobre el actual régimen...
—Que tenga información no significa que sea confiable —apunta.
—Pero piénsalo —intento argumentar—, un anciano que ha vivido una parte de su vida encerrado en una habitación bajo tierra por una amenaza de muerte del mismo régimen es alguien que uno sabe que puede ser de creer.
—En mi punto de vista, como médico que era...
Lo interrumpo sorprendido.
—Espera. ¿Eras un médico en el Exterior?
—Así es... Creí que ya sabías —Una ligera sonrisa se muestra en su rostro antes de volver a estar inflexivo—. Bueno, como médico que era puedo pensar que aquel anciano pudo volverse loco por tantos años de aislamiento.
—Pero Sandra y yo lo vimos lo más de cuerdo...
—Solo es mi opinión Marcus, además ¿qué podríamos hacer nosotros con herramientas de la edad de piedra, tu pantalla táctil y lo que sea que tenga el anciano en su habitación contra todo el régimen mundial?
La misma duda he tenido desde el encuentro con Isaías. Destino S.A. y el gobierno del régimen son imparables, ¿Cómo podemos casi 150 personas y un anciano detener a una de las empresas más grandes del mundo?
«Ya que entiendes por fin cómo es todo, piensa cómo revertir toda aquella situación que ocurre en el Exterior». Las palabras de Isaías resuenan en mi mente como un constante martilleo. Debe haber una forma, si los cimientos en los que se basa la empresa son tienen puntos débiles, la misma empresa los debe tener.
—Sé que toca hacer algo con los vídeos de la empresa... Es al parecer el único punto débil que tienen.
—¿Hablas de Destino S.A. y los vídeos otra vez? Si acaso pudieras tocar levemente uno de esos vídeos ya estarías vaporizado y viviendo en otro mundo lejos de aquí —Ulio suelta una risa sarcástica.
—Pero sé cómo acceder a ellos —El sótano, el holograma de la máquina de café... Parece todo tan cercano—. Debe haber una manera de destruirlos o algo.
Aquellos vídeos deben servir para algo más que para observar el futuro de la gente. Si acaso ese futuro ya no estuviera predeterminado, ¿qué sería del régimen? Si la gente observara su futuro para conocer lo que sucedería y cambiar aquello, ¿decidirían cambiar lo que vieran o se mantendrían a gusto en el régimen?
De pronto, la idea choca en mi mente tan fuerte como el estruendo que retumba por toda la Cueva.
Magnus A1 y Geoprise Co.
Algún sitio en América.
La pequeña cúpula blanca se alzaba sobre la campiña llena de nieve. Era un techo portátil que se podía llevar en un maletín y se instalaba en unos segundos, protegiendo del exterior una zona de varios metros cuadrados, además de brindar una climatización del interior, permitiendo un espacio de calor en el frío invierno lejos de la capital.
Habían llegado a aquel lugar el alcalde de la Capital Mundial y un par de obreros e ingenieros de la empresa Geoprise Co. hace unas horas. Aquella empresa se ubicaba en el Centro Empresarial y se especializaba en tratamiento de tierras y exploración del subsuelo. Era famosamente reconocida por el estudio de suelos realizados en la Capital Mundial para la ampliación del subterráneo, así como la instalación de los generadores del campo de energía metros bajo el suelo de la ciudad. Ahora estaban en aquel lugar por un contrato celebrado hace poco con el Alcalde para un requerimiento peculiar.
Los dos ingenieros de la empresa junto con un par de obreros habían salido por la mañana desde la Capital Mundial, viajando por carretera hasta el punto más cercano que pudieron. Luego, después de un par de horas de caminata llegaron a la locación indicada por el Alcalde en un corto email que le había llegado al director de Geoprise días antes, el cual no sólo venía adjunto con una cantidad considerable de Belios por el trabajo sio con unas cortas especificaciones del trabajo.
Una hora después del arribo al punto, cuando la cúpula ya había sido armada, llegó el Alcalde en un helicóptero que lo dejó a unos metros de la cúpula. El hombre venía vestido con un gabán de lana negra y un traje con camisa blanca y corbata roja. Apenas llegó, los dos ingenieros salieron a recibirlo.
—Buenas tardes señor —expresó el primer ingeniero.
—¿Está montado todo? —preguntó a secas Magnus.
El segundo ingeniero se acomodó sus gafas de marco negro y habló.
—Los obreros están terminando de acoplarlo al suelo —informó—. Tuvimos que despejar la nieve y cavar medio metro por la condición del suelo para instalar el mecanismo.
—Perfecto —respondió Magnus—. Terminen lo que tengan que hacer. Voy a pasear un poco.
Ambos ingenieros asintieron al unísono, con un atisbo de desconcierto, y retomaron el camino de vuelta a la cúpula. Magnus por su parte extrajo su pantalla táctil y buscó en un mapa la ubicación hacia la cual se dirigía. Observó a su alrededor ubicando los puntos cardinales y comenzó a andar.
La campiña no tenía planta alguna, todas descansaban bajo la blanca capa por el largo invierno hasta que la primavera llegara a despertarlas. Al sur de la cúpula había un bosque pero Magnus no se dirigía hacia él, sino en opuesta dirección.
Cuando ya había caminado casi un kilómetro, Magnus llegó a un acantilado de piedra gris que detuvo su andar. El risco medía por lo menos cincuenta metros de altura pero regalaba una increíble vista al campo que se extendía abajo después del acantilado. Justo en las faldas del acantilado había un claro circular totalmente despejado, manchado de tocones —porciones de árboles talados— por toda el área. Después del claro se podía observar un frondoso bosque de pinos y abetos verdes resistentes a la estación. Aquellos árboles parecían disfrutar el invierno y tenían capas de nieve en sus ramas llenas de hojas puntiagudas.
El hombre observó nuevamente su mapa y miró directamente hacia la base del acantilado. Achinó sus ojos para observar mejor pero al parecer no encontraba nada fuera de lo normal.
Para confirmar, accedió en su pantalla a un registro guardado del mapa. El archivo se componía de una imagen tomada en la misma aplicación, en la que se podía ver dos puntos azules en la misma ubicación donde se encontraba actualmente Magnus. De cada punto salía una línea blanca que conectaba cada uno con un recuadro blanco. En el rectángulo, había un nombre, un código de manufactura y una foto. El primer recuadro rezaba "Ziel 3A" y había una foto del chico a su lado. El segundo recuadro decía en cambio "Polaris 8C" con una foto de la joven al lado del nombre.
En una aplicación de mapa normal era imposible ver aquella información, sin embargo ser el Alcalde de la Capital Mundial traía sus beneficios.
«Después de todo, el poder siempre es la llave que abre todas las puertas de la vida» pensó para sí mismo. Desde que le habían informado que dos pantallas táctiles estaban activas a kilómetros de la Capital y que una de ellas pertenecía a Polaris, Magnus comenzó a investigar hasta llegar con una teoría que implicaba a los Aisce.
«Aquellos últimos reportes del A.I.S.C.E. con asteriscos por nombre no pueden ser una falla del sistema que ha funcionado perfectamente por meses. Hay algo acá y Polaris lo sabe». Ese pensamiento lo había llevado hasta donde estaba actualmente.
Siguió escrutando el paisaje, pero poco a poco una leve niebla empezó a alzarse en el campo lleno de árboles talados. Ante esto, Magnus volvió a observar el paisaje coronado a lo lejos por el Monte de la Humanidad y dio la vuelta, volviendo sobre sus pasos al pequeño campamento.
Cuando alcanzó la posición de la cúpula entró en ella, donde estaban 4 hombres, dos eran los ingenieros que habían salido a recibirlo y los otros dos infirió eran los obreros que había traído la empresa. Al lado de la puerta del habitáculo había un escritorio con un aparato conectado por un par de cables a una pantalla táctil además de tornillos y demás objetos regados. El aparato a su vez estaba conectado por una decena de cables entrelazados a una extraña máquina colocada dentro de un agujero al fondo del recinto. Había cinco sillas, una de las cuales resaltaba por ser más estilizada y costosa.
—Está todo preparado señor Alcalde —expresó uno de los ingenieros—, si desea puede sentarse.
Señaló la mejor silla de todas, donde acto seguido se sentó Magnus. Uno de los ingenieros se acercó al aparato al costado de la pantalla táctil y el otro entró al agujero donde estaba aquel prisma metálico acoplado al suelo por grandes pernos. De la base de la máquina, oculta por la tierra, había acoplada una esfera de metal oscuro conectada por una barra al aparato principal. Varios botones e interruptores sobresalían de la máquina, y unas pequeñas bombillas indicaban que el aparato estaba listo para usarse.
—Actívenlo —ordenó Magnus secamente.
El ingeniero encendió la pantalla táctil y activó un par de interruptores en el aparato a su lado. Luego, el que estaba en el agujero, oprimió un par de botones y giró una perilla un cuarto de giro.
—Potencia del 25% —gritó desde el agujero, intentando sobrepasar un murmullo que empezaba a sonar e iba ganando volumen—. Está listo.
Magnus observó al ingeniero a su lado manipulando la pantalla táctil y el aparato de transcripción de datos. Apenas su compañero dijo que estaba preparada la máquina, oprimió en la pantalla un botón y la esfera en la máquina empezó a generar ondas que viajaron por la tierra, empezando un pequeño temblor.
El temblor duró apenas unos segundos, para luego detenerse por completo. Luego, la tierra volvió a sacudirse levemente —casi imperceptible—, y en la pantalla táctil empezó a cargar una imagen.
—Ya está cargando el relieve señor —expresó respetuosamente el ingeniero de gafas.
Cuando la imagen cargó completamente se observó un gran bloque blanco en la imagen con pequeñas imperfecciones aquí y allá como manchas en la pantalla.
—No se encontró nada señor —concluyó el ingeniero—, el relieve subterráneo debajo de nosotros es completamente uniforme.
Magnus frunció el ceño.
—Están equivocados —dijo—, debe haber algo.
«Los reportes de aquellos Aisce con asteriscos tenían coordenadas muy extrañas, lo que llevó a mis mejores ingenieros a pensar en errores en el aparato. Nadie podía vivir bajo tierra sin un permiso de excavación...»
—Más allá de imperfecciones... No señor. Aunque si desea aumentamos la potencia de la onda, para que penetre más en la montaña...
—Háganlo —ordenó.
El hombre observó al otro en el agujero y este asintió lentamente. Se volteó y giró la misma perilla otro cuarto de vuelta.
—Potencia al 50%. Está listo.
El ingeniero volvió a activar el transcriptor de datos y activó la máquina desde la pantalla. Esta vez el temblor fue mayor, los pequeños objetos sobre la mesa rebotaban y la pantalla se movía peligrosamente hacia el borde. Magnus se agarró instintivamente a su silla hasta que cesó por completo después de recibir la onda de choque de vuelta.
La imagen de la pantalla táctil cambió y empezó nuevamente a cargar. Ahora, se veía un trozo mayor del subsuelo donde se veían mayores imperfecciones como puntos negros, además de una fina línea que descendía por la imagen cerca de una de las esquinas.
—Unas pocas irregularidades pero nada anormal —analizó—. Parece un trozo de subsuelo corriente, no hay nada raro.
El ingeniero observó a Magnus el cual estaba absorto en sus pensamientos.
—Vuelva a aumentar la potencia —dijo cruzando las piernas.
—Señor, con todo respeto —dijo acomodándose las gafas—, puede ser peligroso para la montaña una onda tan fuerte.
—No importa. Auméntelo al máximo seguro posible.
El otro ingeniero se mantuvo en su sitio por unos segundos, pero ante la mirada del Alcalde, se volteó y volvió a girar otro poco la perilla.
—Potencia alcanzada al 75%... En un terreno más suave esto podría despedazar la tierra.
Ambos tragaron saliva, para luego activar a regañadientes el mecanismo. Esta vez el temblor sacudió todo el habitáculo, obligando a los ingenieros a aferrarse a las máquinas como único soporte posible. Todo parecía un desastre y la cúpula se movía como una pequeña gota de agua aferrándose por su vida. La tierra del agujero se sacudía amenazando con desprenderse. Cuando por fin el sismo concluyó, todos suspiraron aliviados y fijaron sus ojos en la imagen que empezaba a generarse en la pantalla.
—No veo nada señor Magnus... —dijo el ingeniero mientras se generaba la imagen—. Estas ondas viajan bastante profundo. No puede haber nada...
Sin embargo, casi al fondo de la imagen, el último trozo que cargó, había una gran porción de color negro que descendía por fuera de la imagen.
—Eso —Magnus señaló a la imagen—. Eso es lo que estamos buscando.
Aquella mancha negra señalaba un agujero bajo tierra, uno lo suficientemente grande como para aguantar el peso de la montaña.
Aquella mancha negra era la Cueva.
¡Hola a todos! Hace rato no hacía una nota al final del capítulo y la imagen siguiente es como creo que se sienten ahora:
Así mero :v Felices porque actualizo últimamente pero enojados por lo que va a pasar
Espero que les haya gustado estos últimos capítulos que he subido porque aún falta historia 7u7 (Aunque cada vez el final se va acercando).
¿Qué piensan de los eventos ocurridos? Quiero saber
Saludos :3
Sergio A. Mejía
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