21.

El televisor empieza a emitir un pitido. Parece bastante antiguo comparado a los proyectores actuales, pero no tiene una tecnología rústica. Está conectado por cable a un antiquísimo reproductor, el cual está desgastado por el tiempo, pero a juzgar por el brillo que ahora emite la pantalla y el VHS insertado en él muestra que todavía funciona a la perfección.

—Ahora oprime ese botón triangular en el reproductor —Indica Ixol desde su camastro—. Es el botón para comenzar la cinta.

Hago lo que me indica y la pantalla se pone en negro. Empieza a correr la cinta y observo cómo colores rojos, blancos, manchas se mueven por todo el televisor. Luego, una luz blanca llena la imagen. Poco a poco la imagen se va haciendo más nítida, aunque de muy pobre calidad. Se ve la cara de un doctor, lleva un gorro y una bata color azul claro. El hombre observa directamente a la cámara, solo que no es la cámara: Son los ojos de un bebé.

—Mi nacimiento —relata Ixol desde su puesto—. Nací del sencillo matrimonio entre una secretaria y un hombre de negocios. Mi madre trabajaba como asistente del gerente en una empresa que ya hace mucho debe estar extinta. Mi padre se la pasaba viajando por el antiguo Estados Unidos realizando negocios varios. Mi madre quedó embarazada al inicio de la primavera de 1970 y yo nací a finales de diciembre, en medio de las celebraciones de Navidad de año.

—¿Na-vi-dad? —pregunto inquieto.

El video seguía corriendo a velocidad normal frente a nosotros.

—Era una celebración en diciembre que celebraba un nacimiento de un pastor religioso y que se usaba para reunirse en paz y armonía con los seres queridos —Ixol suspira acompañado de una pequeña tos—. Se perdieron muchas cosas valiosas en la Renovación Mundial.

—Pero también se dejaron atrás aspectos terribles de la humanidad.

—Lo sé —responde—, ¿pero lo vale? —Un silencio llena la hibtación—. Dejemos esa pregunta a los grandes filósofos y concentrémonos en mi video. Aunque creo que es mejor pasarlo a la mejor parte de todas en vez de verlo todo.

—Y esa es... —Sandra arrastra la frase, esperando una respuesta

—Mi muerte, ¿qué más? —dice con una sonrisa burlona mientras nuestras caras se ensombrecen—. Ahora, ¿ves aquel botón con dos triángulos pegados apuntando a la derecha?

Me acerco al reproductor y ubico el botón con la descripción.

—S-sí, aquí está.

—Oprímelo muchas veces —explica Ixol.

Empiezo a oprimir el botón y el vídeo empieza a acelerarse poco a poco. En la esquina superior izquierda del televisor se veía un multiplicador de velocidad que iba aumentando cada vez que hacía clic en el botón.

—Cuando llegues a "x409600" detente. El vídeo durará una hora para entonces.

Poco a poco el vídeo se iba volviendo un amasijo de imágenes irreconocibles por la velocidad en que pasaban. La cinta claramente tenía una pésima calidad de grabación y se veía como si avanzara a tropezones. El vídeo fue realizado hace más de 20 años por lo que no me sorprende para nada.

Cuando llego a la cifra de 409600 veces más rápido, el vídeo pasa a una velocidad impresionante, tanto que es imposible distinguir algo.

—Listo —exclamé.

—Ahora corre a ese estante —Señala el que estaba al fondo— y agarra un temporizador. Colócalo en hora y media.

—Yo voy por él —dice Sandra.

—¡Vamos vamos vamos! —alienta de una manera extraña Ixol.

Sandra empieza a husmear en el estante, buscando algo que se asemejara a un temporizador. Cuando pareció encontrarlo agarró el objeto y me lo mostró. Parecía un reloj digital antiguo.

—Ahora coloca la hora y media y esperemos —sentenció.

Con unos botones ubicados a los costados del temporizador, Sandra ajustó el tiempo y lo activó con un pequeño botón rojo al tope del objeto.

—Creo que ya quedó —dice Sandra observando el tiempo correr hacia atrás en el reloj.

—Perfecto jovencita, ahora solo queda esperar.

El silencio llena la habitación mientras los minutos pasan lentamente. Ixol tararea algo con su voz cansina que apenas se percibe. Sandra encontró un par de taburetes, por lo que nos sentamos en ellos a esperar a que el tiempo finalizara mientras frente a nosotros pasaba un torrente de colores ininteligibles.

Ixol empieza a toser de una manera desenfrenada. Cuando logra detenerse comienza a hablar.

—Isaías Oliveros —menciona Ixol—. Mi nombre real es Isaías Oliveros. Mi padre era latinoamericano y había venido a América del Norte para buscar oportunidades de negocio. Aquí conoció a mi madre. —Sus ojos se llenan de nostalgia—. Cuando me uní a la organización me pidieron elegir un nombre nuevo, por lo que uní ambos nombres y me nombré Ixol. Ixol 4 por ser el cuarto renovador.

—Disculpe señor —lo interrumpo—. ¿Qué se siente tener una madre y un padre?

—No se siente muy diferente a una criada o una institutriz de estudio. Por nada creamos el sistema educativo para que los primeros años parecieran con la compañía de una familia. Pero... —Suspira, pero esta vez tiene un matiz de felicidad—, una madre no se compara a nada. El amor incondicional hacia su hijo, el sacrificio, el constante cariño y presencia. Nada se compara a tener un par de padres que te amen en todo momento —Tose fuertemente y luego sonríe chuecamente.

Mis memorias de los primeros años en la Academia, de mis vagas memorias de la Sección Cero y la Sección A, son tan borrosas como la imagen de la vida de Ixol proyectada en el televisor. No recuerdo mucho sobre las institutrices de estudio, pero son las mujeres que trabajan en la Sección Cero criando a los niños hasta que entran a algunas de las secciones A o B. Siempre las calificaban de maternales pero nunca entendí el significado de ese adjetivo. Ahora parece tener un poco más de sentido con el relato de Ixol.

El tiempo sigue transcurriendo, y según el temporizador que sigue cargando Sandra en la mano queda poco menos de media hora para que lleguemos al final de la cinta. Hemos estado tanto tiempo con el anciano que empiezo a pensar en la preocupación que deben tener los habitantes de la Cueva. Se deben estar preguntando a dónde habremos ido por tanto tiempo. No dudo que nos deben estar buscando, pero la puerta de metal de la habitación impide que sepamos que hay alguien acá.

—¿Cuánto falta querida? —Ixol rompe el silencio.

—Eh... —Sandra enfoca la vista en el reloj—. Quedan 5 minutos Ixol.

—Si desean díganme Isaías, me trae mejores recuerdos que el nombre que me representaba frente a las Renovación. Siento que Isaías encarna nuevamente con más detalle lo que soy.

—Vale... Isaías. Ya quedan 5 minutos —corrige Sandra ligeramente despectiva, aunque intentando mostrar cierto respeto.

—Está bien —responde.

Los últimos minutos parecieron eternos. Los colores del televisor seguían corriendo rápidamente, pero ahora no eran tan variados como antes, sino que mostraban una mezcla de colores secos, como negro, blanco o marrón.

Un poco después, cuando por poco el sueño me ganaba. Sandra exclama.

—¡Se está acabando el tiempo! —grita emocionada.

—Marcus, oprime ahora el botón que tiene dos barras verticales. Es el botón de pausa.

Los botones parecen no tener sentido. Para reproducir, pausar o acelerar un vídeo siempre había usado gestos de manos frente a la pantalla táctil o un televisor. Oprimir estos símbolos me hacía sentir extraño.

Hallo el botón de pausa a un lado del de reproducción y lo oprimo. Toco con una mano el reproductor y está bastante caliente. Al parecer reproducir 75 años en poco más de una hora tiene sus problemas. Sin embargo, al instante la imagen se congela.

En el televisor se muestra la habitación donde nos encontramos. Todo parece similar a ahora, solo que el estante se encuentra más organizado y la cama estaba tendida. Al frente de la imagen, estaba el televisor encendido. El Isaías del vídeo estaba mirando hacia él, y tenía una cinta VHS en la mano, la misma que ahora se está reproduciendo. Arriba, en la esquina superior del televisor está el tiempo de reproducción.

—¿Qué significa ese 27374 con todos los decimales? —pregunta Sandra.

—Creo que son los días de reproducción. —opino—. Tocaría pasarlo a años. Eso sería...

Agarro una hoja amarillenta del suelo y un lápiz ubicado en la mesa. Empiezo a hacer un cálculo sencillo y hallo la fecha.

—74 años y casi 365 días. Eso significa...

—Que es el día de mi cumpleaños, y de mi muerte —responde Isaías.

—Pero, eso no ha pasado, ¿cierto? —intuye Sandra—. O si no, no estaría hablando con nosotros.

—Sigamos viendo, le pusiste pausa a buena hora.

Oprimo el botón de reproducción y en la pantalla aparece un Isaías observando un televisor igual a este. Luego, se acerca con el mismo VHS en sus manos y lo inserta en la ranura. El objeto se desliza tal como lo hizo hace una hora y la pantalla se pone negra. El Isaías del vídeo oprime un el botón de avanzar y acelera el vídeo mucho más rápido del que yo lo hice. Luego agarra un temporizador y repite el procedimiento que Sandra y yo hicimos hace poco.

El vídeo continúa, con la mirada de Isaías vagando por el espacio, mirando cada tanto el temporizador. Transcurrido un tiempo vuelve a acercarse al reproductor y pone pausa a la cinta. El temporizador en la pantalla tiene otro número de días. Vuelvo a agarrar la hoja y hacer el cálculo. El número me sale mucho más cercano a los 75 años que el anterior.

El Isaías del vídeo oprime un par de veces el botón de adelantar y pone play, corriendo el vídeo a una velocidad mayor a la normal pero lo suficiente como para ver todo lo que está sucediendo en aquella segunda pantalla. Es como ver un ciclo infinito. Estamos viendo a Isaías ver una pantalla, que ve a Isaías viendo una pantalla, la cual muestra lo mismo consecutivamente pero con números diferentes de días.

En un punto, el Isaías de nuestra cinta VHS observa como la persona en su pantalla observa abruptamente atrás suyo y luego cae al suelo abruptamente. Luego, la pantalla se va apagando poco a poco, y en un punto se torna completamente negra. Isaías había muerto en esa pantalla. Un número empieza a parpadear en aquella pantalla, lo anoto en la hoja y luego se esfuma y deja la pantalla de aquel Isaías completamente negra. De repente, nuestra pantalla se empieza a llenar de estática.

—Y así fue como morí —sentencia, como terminando de contar una historia.

—Pe-pe-pe —Sandra intenta articular algo—, ¿pero cómo es posible entonces? ¿Ya ocurrió? ¿Qué ocurrió antes de que usted muriese? ¿Qué es esta estática?

Yo no logro contener el asombro pero vuelvo a observar el número y hago el cálculo para pasarlo a años, luego lo concateno con la fecha de nacimiento de Ixol.

El resultado me deja anonadado.

—No. Eso ya ocurrió. Hace varias semanas.

—¿¡Pero qué estás diciendo Marcus!? —se exalta—. Si el Isaías del video murió es porque no ha ocurrido. ¡Está en frente tuyo! ¡No pudo haber muerto hace semanas!

—Jovencita —interviene Isaías— cálmese.

La ira de Sandra parece en aumento.

—¿¡Cómo me voy a calmar si esto no tiene ningún sentido!? Usted debe estar muerto según ese vídeo.

—Gracias por el cumplido —farfulla el anciano—. Si me dejas de gritar te puedo explicar, para eso fue que los traje. Para explicarles.

Mi mente intenta unir los hechos, entender de alguna manera lo que acabo de ver.

—A ver. Yo me prometí que vería el vídeo después de que hubiera cumplido los 75 años. Para de algún modo desmentir que el vídeo había sido efectivo y grabado mi futuro de forma perfecto. Pero...

—Pero supongo que se equivocó y lo vio antes —Mi mente empieza a entender.

—Así es. Y como ese día vi lo que me iba a suceder...

—¿Ya no sucederá? —intuyo sorprendido.

El anciano asiente silenciosamente.

Mi mente se ilumina.

Siempre tenía la duda de qué sucedería si observara mi futuro. Había llegado a dos conclusiones: Lo que viera en el video sucedería sin importar lo que yo hiciera para evitarlo o cambiarlo. Era inevitable, mi futuro no cambiaría, ese sería mi destino

Mi segundo opción consistía en si yo observaba algo que no había sucedido en mi vida, yo podría cambiar lo que veía ahí. El futuro estaría escrito a excepción que yo lo mirase.

Y al parecer, podía cambiar lo que sucedía.

—Así es. Y por eso sigo aquí —explica—. Evité mi muerte en ese día por ver ese vídeo poco antes de que sucediera.

Sandra se vuelve a sentar en su taburete.

—No, no lo entiendo. ¿Es decir que nuestro futuro no está en esos vídeos? ¿Entonces para qué los guardan si son mentira? ¿Cuándo va a morirse entonces?

Isaías respondió rápidamente.

—Sí está en esos vídeos querida. Solo si ves tu futuro cambias lo que va a ser. Mientras tú no lo veas —enfatiza—, sucederá. Y es por eso que ahora mi fecha de muerte es totalmente desconocida.

La cara de Sandra se transfigura completamente.

—¿O sea que moriré y nadie me dirá nada? ¿Por qué dejan morir a la gente si saben cuándo y cómo morirán?

Ahora respondo yo.

—Porque la muerte es algo natural. Y si no necesitan el video —recuerdo a Lorien y Hyley, las únicas personas que conozco observaron sus vídeos para atraparme—, no lo verán.

Sandra empieza a llorar en su silla. La revelación la ha azotado más fuerte que a mí, y aunque yo también me encuentro sorprendido, la revelación de todo esto, lo que siempre buscaba ahora frente a mis ojos, me hace contener mejor la situación.

Me acerco a Sandra e intento consolarla, pero Isaías me mira y con la mirada me pide que la deje, que ella debe entender toda esta situación.

—La estática por su parte fue porque el vídeo ya no funciona desde ese punto. Si de alguna manera el vídeo se estropea, se vuelve estática. Ya no funciona —explica finalmente—. Ese es el final del video de mi vida.

—¿Y qué fue lo que sucedió antes de su muerte? —pregunto recordando el vídeo—, ¿por qué aquel Isaías volteó?

—Escuchó un fuerte sonido —responde de manera calmada—. Cuando terminé de observar mi video y mi muerte futura, me sentí aterrado. Aquello que yo veía no había sucedido porque yo nunca había volteado de esa manera antes ese día, por lo que caí en cuenta de que lo había visto antes —Baja la cabeza—. Mi terror duró varios minutos, hasta que sonó un estruendo detrás de mí. Ahí volteé de la misma manera que en el vídeo. Iba a morir solo minutos después, me equivoqué por solo minutos. Pero alteré todo y no pasó nada.

—¿Y qué era ese sonido? —reitero la pregunta.

Sandra a mi lado levanta la cabeza, intentando dejar de llorar para escuchar la respuesta.

—Eras tú —respondió—. Tú activaste la trampa de rocas el día de mi cumpleaños. Tú hiciste aquel estruendo.

Quedo mudo completamente.

«Todo esto sucedió aquel día que yo tuve curiosidad de conocer aquella bifurcación. Aquel estruendo era yo... Esto no puede estar sucediendo»

—Quién sabe cuándo moriré —continúa hablando—. Puede ser hoy, mañana o podría vivir otros 75 años más. Ya nada me ata. Por eso, cuando tú te apareciste por acá ese día supe que tenía que hacer algo para revertir la situación del régimen, tenía información vital sobre las bases en las que se construyó.

—Pero... ¿cómo lo piensa hacer? ¿Para qué me dejó ese mensaje a mí?

—Para saber que volverías a mí alguna vez. No tengo idea alguna de cómo solucionar esto. Ya estoy viejo y cansado, pero, con un poco de ayuda podríamos hacer algo, así que apareciste y pensé que podrías ayudar —Ixol alza los brazos de manera cómica.

—Pe-pero, yo no... yo no sé...

Ixol intenta calmarme.

—Controla la situación. Ya que entiendes por fin cómo es todo, piensa cómo revertir toda aquella situación que ocurre en el Exterior. Tienes un mundo nuevo de oportunidades con esto. Claro, si decides querer cambiar algo. También está la opción de dejar todo como está...

Señala el televisor con la estática.

Ahora que el destino no me ata, ahora que descubro que este puede ser cambiado de ciertas formas, mi mente empieza a pensar más allá de los muros de esta estrecha habitación.

Debe haber una forma de vencer a Destino S.A.

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