20.
El aire azotaba fuertemente, aunque no incomodaba tanto como tener a un señor de muy avanzada edad al lado, y que había resultado en ser, aparentemente, el Cuarto Renovador.
—Eso significa que tenías al parecer razón sobre el Cuarto Renovador —resopla en baja voz Sandra a mi oído—. Como siempre —añade, creyendo que ya no la escucho.
El hombre estaba parado en sus dos raquíticas piernas. Era bastante delgado pero no parecía afectarle, ya que podíamos ver como no temblaba más que por el frío que había en la superficie. Estaba totalmente callado, con sus delgados brazos de un color desteñido, más gris que rosado, extendidos y con la cara levantada hacia el cielo. Parecía recibir con agrado los tenues rayos de sol que rozaban con suavidad la tierra. Su respiración era lenta y acompasada, mostrando todas las características de alguien que ha vivido toda su vida en la oscuridad y con pocos recursos.
Estuvimos largos minutos así, esperando a que el anciano Ixol reaccionara de algún modo. Seguía sumido en su sopor, recibiendo con agrado cada toque de sol que conseguía. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero me iba exasperando al ver que el anciano no hacía nada más que quedarse parado como una estatua, tosiendo a cada rato, siendo la única manera que confirmábamos que seguía vivo.
Al final saco del trance a Ixol con un pequeño tosido fingido.
—Ah... —suspira con su voz seca—. Hace mucho que no sentía las caricias del sol. Querido sol, el único que ha presenciado todas las cosas que han pasado en el mundo.
—¿Quiere decir toda la historia humana?
—Claro muchacho. Es el único espectador de esta fantástica pantomima que la Tierra se ha armado en su larga existencia. Es el único que ha estado desde que se levantó el telón.
»Él lo sabe todo, por eso nunca dudé de que él fuera la mayor deidad de innumerables civilizaciones del pasado. Absolutamente toda la historia, hasta el presente, ha sido presenciada por el sol. Recibir su luz es como aceptar el conocimiento de cientos de eras.
Parece recitando un monólogo, hablando pausada y claramente, con una fuerza en sus palabras que no parecen salidas de la boca reseca de un anciano. Sus ojos tienen un brillo peculiar, el cual recuerda al de un niño.
»La creación de esta roca gigante, la aparición de la vida. Eso marcó el inició de todo. Mucho tiempo después llegamos nosotros, pero la historia ya llevaba una larga obra por detrás de nosotros. Invento por invento el hombre fue conquistando el escenario, escalando el tempo de la función. La Renovación Mundial fue el clímax para mí. ¿Y qué sigue después del clímax de una obra?
La pregunta quedó en el aire, girando en los remolinos de viento que golpeaban nuestros cuerpos. Las palabras no salen de mi cuerpo, en parte porque la oratoria de Ixol nos deja sorprendidos. No concuerda con lo que creemos de un anciano.
Pero además, no entiendo lo que ha dicho en muchos sentidos, y siento que Sandra siente lo mismo. La palabra "obra" resuena en mi mente y rebota en mi cabeza. Siento que he escuchado esa palabra antes, pero suena a algo que existía antes de la Renovación Mundial. Algo que claramente pudo haber sido destruido en este suceso. Estoy mudo, pero porque la ignorancia y el desconcierto no me dejan decir nada.
—Si me deja preguntar... —exclama Sandra con cierto respeto.
—Pregunta lo que quieras jovencita, que la vida es corta y las preguntas muchas.
—¿Qué es un obra? —Efectivamente comparte la misma duda conmigo.
—Oh lo olvidé, lo olvidé. —Su cara se oscurece—. Olvidé que las Bellas Artes fueron suprimidas. Qué triste, qué triste. —Se repite—. Esperaba que cuando volviera a sentir el sol algo hubiese cambiado. Pero al parecer desde que decidí esconderme todo sigue igual. ¿Acaso en qué año estamos?
—2045 —respondo rápidamente.
—2046 Marcus —Me corrige Sandra—. Recuerda que ya pasó la celebración de Año Nuevo.
—20 años —suspira pensativo—. Duraría aún más si no hubieran cometido la estupidez que hicieron.
—¿A qué se refiere señor?
—Pues... Ustedes me pueden asegurar que todo va como quiere el régimen, ¿cierto? Ya saben: Orden, convivencia, paz y libertad.
—Pues... —decimos al unísono.
—Eso me imaginé —Se ríe con una tos seca intermedia—. ¿Qué fue lo que pasó? ¿La gente vio sus vídeos? ¿No sirvieron? Debió haber sucedido algo.
El viento amaina y ahora reina un incómodo silencio.
—No estoy seguro de qué sucedió, pero la gente empezó a desaparecer... Estamos seguros que tiene que ver con los vídeos pero no sabemos cómo —No quiero inculpar públicamente a Destino S.A. sobre nada, todavía temo del alcance de la empresa.
El hombre observa nuevamente el panorama y luego se vuelve hacia la entrada del túnel.
—Ya veo... Volvamos. No soporto más este frío —su voz ahora no tiene matiz alguno.
Retomamos el camino de vuelta a la Cueva. El calor de nuestros cuerpos volvía a aumentar conforme nos alejábamos de la helada intemperie.
Un tiempo después llegamos a la bifurcación. Sandra ya había encendido nuevamente la antorcha, y se sentía el leve calor del fuego por todo el túnel. El anciano volteó hacia la derecha, observando la entrada hacia la puerta donde había salido.
—Acompáñenme —dijo intentando mantener el silencio.
Giramos sobre nuestros cuerpos y empezamos a caminar por el nuevo túnel. Al poco arribamos a la puerta de metal, la cual estaba cerrada. Ixol giró el pomo y jaló la puerta, la cual cedió grácilmente sobre sus goznes y se abrió completamente. El anciano avanzó hacia la oscuridad de la habitación y Sandra y yo dudamos antes de seguirlo. Sin embargo, el hombre había demostrado saber más que nosotros sobre el tema, y el afán por conocer más nos instó a seguir caminando.
Apenas atravesamos la puerta de la habitación sentimos un olor a viejo y sucio. La habitación parecía estar sellada desde hace mucho y rebosaba de objetos extraños iluminados levemente por la antorcha que sostenía Sandra. El anciano parecía estar al fondo de recinto, el cual no era más grande que la sala de mi apartamento. Se escuchaba sus pisadas y sus manos moviendo cosas, hasta que sonó una especie de clic y la sala se llenó en un fulgor impresionante.
—Mucho mejor, creo —dijo, sacudiéndose las manos de polvo.
Yo me había cubierto instintivamente los ojos con mi brazo derecho. Mis ojos tenían que acostumbrarse a la intensa luz a diferencia de la leve luz de la antorcha iluminando el descenso. Apenas sentí que el dolor disminuía retiré lentamente el brazo. Parpadeé intentando asimilar la luz directa en mis ojos, la cual provenía de un par de lámparas halógenas empotradas a la roca desnuda del techo.
—Bienvenidos a mi pequeño búnker —dijo el anciano con su reconocida ronquera.
La habitación estaba repleta de estantes con artefactos científicos, partes y piezas de construcción. A lo lejos había lo que parecía una cama de madera destartalada y rústica. También había una nevera muy antigua y un escritorio con otra lámpara sobre él. El lugar estaba lleno de papeles tanto blancos como amarillentos y la mayoría de objetos estaban cubiertos de polvo, el cual también flotaba por el aire.
—Cierren la puerta —Su mano hizo un ademán—. Por favor.
Me volteo y jalo la puerta hacia mí, la cual se cierra con un leve estruendo y se coloca en su posición. Apenas se cierra, un sistema de ventilación se activa de alguna parte y trae aire fresco a la habitación hermética.
—Creé este búnker hace 21 años según sus cuentas —Enfatiza en el "sus" de una manera que me inquieta—. Cuando aquellos tres bastardos me desterraron del proyecto que habíamos armado con tanto esmero.
—Los tres... ¿renovadores? —pregunto estupefacto.
—Así es jovenzuelo, Fehler, Victoria y su esposo decidieron casi al final de que el plan estuviera completo que no me necesitaban más y me desterraron con la amenaza de que si me acercaba a su nuevo régimen alguna vez... —estira el dedo índice y se lo pasa por el cuello, simulando un cuchillo.
—¿Por qué no lo querían? —La parte periodista del cerebro de Sandra parece tener más curiosidad que sorpresa sobre el tema—. El plan resultó, si eso significa la Renovación Mundial que nos trajo a todos a la vida.
El hombre camina hacia la nevera y saca un par de latas. Las abre y extrae de ellas un polvo amarillento, colocándolo en un plato.
—Diferencia de ideales. Todo en este mundo se basa en la diferencia de ideas entre hombres. Es inevitable, es lo que hizo nacer a la civilización humana, pero también es lo que la llevará a su ruina.
—Y... ¿qué ideal tenía usted?
—Mi ideal era la libertad. La facultad del hombre para hacer lo que desea, cuando desea, respetando las libertades de los otros hombres. Quizás para un mundo perfecto no es tan importante como la paz, la convivencia o hasta el orden, pero es necesario, —suspira gravemente—, sumamente necesario.
Cierra la nevera y de un pequeño grifo pegado en la puerta de esta, saca un poco de agua que mezcla con el polvo amarillento. La sustancia empieza a espesarse y me recuerda a los alimentos diluyentes dulces que me daban cada fin de año en la celebración de la Renovación Mundial. Ixol saca entonces tres cucharas y trae el cuenco hasta nuestra posición.
—¿Y por qué renegaron la libertad? —pregunto.
Ixol agarra una cuchara y nos ofrece las otras dos a nosotros.
—No estoy seguro chico. ¿Quieren de esto? —levanta un poco la masa—, es avena concentrada dulce. Aún me quedan un par de latas. —Agarro un poco de la sustancia con la cuchara y la llevo hasta mi boca, saboreando un dulzor mezclado con algo que me recordaba a las comidas sosas de la Cueva. Cuando Sandra vio que yo lo disfrutaba, agarró también un poco y se lo llevó a la boca.
—Quizás temían de la libertad —masculla Sandra con la avena en la boca.
—La libertad es muy peligrosa si no se entiende de cabo a rabo —complementa Ixol, el cual terminaba un bocado y se metía otro a la boca instantáneamente—. Luego, cuando pude llegar a un poblado pequeño después de mi exilio, conseguí un dispositivo móvil y me conecté a la base de datos que teníamos como organización. Supe que los renovadores habían creado una empresa y habían puesto a uno de sus allegados como cabeza de la compañía.
—Destino S.A. —respondo a secas.
—Así es. Debe ser muy famosa actualmente. Habíamos planeado esa empresa y su objetivo desde el inicio del programa, pero gracias a mis quejas constantes de que la empresa no era viable, se abandonó.
—Pero cuando usted fue exiliado... —dice Sandra.
Ixol apunta amenazadoramente la cuchara hacia uno de los estantes.
—La instauraron sin pensarlo dos veces —Mis ojos voltean hacia la dirección de la cuchara, pero solo veo un estante abarrotado de objetos.
Ixol dejó el cuenco en una mesilla y se acercó al estante. Nosotros mirábamos impacientes. El anciano estiró su brazo y extrajo de uno de los niveles más altos del estante un pequeño rectángulo de color negro. Lo observó y asintió lentamente, como con pesar. Luego vino nuevamente hacia nosotros.
—¿Saben lo que es esto? —Hacía girar con su mano un prisma color negro con lo que parecía unos cilindros blancos en su interior.
Alzo los hombros, Sandra también niega con la cabeza.
—Esto se llamaba cinta VHS —responde impasible—. Es un dispositivo de almacenamiento de sonido y video lanzado en 1976 y descontinuado casi cuarenta años después. Originalmente solo podía grabar hasta 8 horas, pero este está modificado. Pudimos hacerlo grabar hasta 75 años de video.
Mis ojos se abren como platos.
—Una... vida... completa...
—Y no cualquier vida —Ixol baja los ojos—. La mía.
—¿¡Qué!? ¿E-e-ese es el vídeo de su vida? —Anonadado, observo la caja de plástico que sostiene.
—Así es —respondió—. Fui el primer sujeto exitoso durante el plan de Destino S.A. Este es el vídeo de mi vida. Lo tuve guardado todos estos años, sabiendo que moriría el día de mi cumpleaños exactamente. Nunca me atreví a verlo. Hasta hace poco.
El anciano parece fatigado, por lo que lo acompañamos hasta la cama. Se sienta en el borde y sigue contando su historia.
»De las pocas cosas que logré llevarme cuando me desterraron fue esta cinta VHS de mi vida. La llevé siempre a mi pecho, sintiéndola como un segundo corazón latente. Al fin y al cabo era toda mi vida, el recuento de mis experiencias pasadas y futuras. Nadie lo había visto hasta ahora. Apenas vimos que se había generado una cinta de 75 años de longitud, dimos el experimento como satisfactorio y continuamos con las siguientes fases del plan. Así fue como mi cinta fue olvidada y pude llevármela sin que nadie cayera en cuenta de la falta de esta.
»Luego, apenas llegué aquí me planteé la duda si verlo. Había conseguido un televisor junto con la nevera en aquel pueblo que encontré antes de que fuera engullido por las fauces de la Renovación Mundial, así que no me era difícil colocarlo en un reproductor de VHS que podía encontrarlo en cualquier lado. Rechazaba sin embargo una y otra vez esta idea, sabiendo que era lo peor que podía hacer para mi sano juicio.
El hombre tosió y tomó un largo respiro antes de continuar hablando. Mis pensamientos no paraban de llegar, pero intentaba hacerlos a un lado para escuchar.
»Entonces me hice una promesa: El día en que cumpliera 75 años, ese día, cuando la cinta ya hubiese terminado, si seguía vivo vería el video. Si seguía vivo significaba que la cinta había fallado y que nunca habríamos logrado grabar la vida de nadie. Así que esperé pacientemente hasta cumplir los 75 años.
—Y... ¿Qué pasó?
—Cumplí los 75 años. La mañana de ese día me desperté como si un aliento de vida me hubiera soplado directamente en mis pulmones. Seguía vivo. Ese era el hecho más importante de todos. Me levanté de esta misma cama y encendí el televisor. Agarré la cinta del estante y la balanceé temblorosamente en mis manos. Luego, la inserté en el reproductor VHS y la cinta empezó a correr.
El rascacielos de la empresa llega a mi mente. El sótano, sus vídeos. Todo. Aún recuerdo el único vídeo que vi en mi estancia en la empresa. Recuerdo pasar la vida de toda una persona a velocidad inimaginable frente a mis ojos. Sentí el miedo, la curiosidad al observar eso, sentí el deseo de observar mi vídeo.
—Y... ¿C-c-cómo fue? —pregunto con una mezcla de curiosidad y miedo.
—¿Por qué no la ves tú mismo? —Depositó la cinta en mis manos y observó con ojos nostálgicos el televisor.
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