2.
Un cuerpo flotaba boca arriba en la superficie de lago cuando llegué a la cueva. Quise observar de donde había llegado y de donde al parecer todos aparecían en la Cueva y cuando llegué vi el cuerpo flotando. Al instante llegó Ulio y se lanzó al agua, recogiendo el cuerpo. Lo posó suavemente en la roca cerca al borde del lago, la tensión se sentía en las personas que estábamos ahí. Sandra estaba a unas personas de distancia de mí, no veo a Shaile por ningún lado.
Ulio se recostó y posó su oído en su pecho. Era un hombre de cabello negro y facciones perfiladas, tenía unas pocas arrugas y su cuerpo era delgado. A continuación puso su cara frente a la nariz del hombre. Se levantó y dijo:
—Está vivo, pero respira muy poco y su corazón está débil. Gretel, trae un par de mantas y un cuenco con agua limpia.
Varias personas suspiraron al oír esta declaración. Gretel salió corriendo por el pasillo rocoso y dos mujeres fueron detrás de ella. Sandra se acercó a mí y me empezó a susurrar.
—Nunca antes había llegado un cuerpo así —su voz denota cierto temor—, me pregunto qué le habrá sucedido antes de llegar acá.
Ulio seguía sentado frente al cuerpo que se debatía entre la vida y la muerte, su cabello aunque era mayormente negro mostraba varias canas. Las personas susurraban entre sí y se hacían preguntas sobre el hombre.
—Cada poco tiempo —me decía Sandra—, llega uno nuevo. Siempre desnudo y nadando en este lago. No sabemos cómo llegan acá, nunca ha llegado algo más que personas y el agua del lago siempre está calmada, por lo que no está conectada a ningún río o corriente.
Al poco tiempo llegó Gretel y las dos mujeres, cada una cargaba una manta tejida a mano de manera muy burda Ulio se levantó y tapó el cuerpo del hombre con las cobijas.
—Este hombre necesita descansar —declara Ulio en su vo grave, un eco retumba por la pequeña cueva—, quienes quieran quedarse a acompañarlo pueden hacerlo. Yo me quedaré acá. Además creo que es hora de hacer un nuevo viaje al Exterior. Necesitamos más cosas ya que han llegado nuevos y los que vayan a llegar en el futuro.
La gente empezó a irse por el pasillo, algunos iban de la mano y otros simplemente charlaban; decidí también salir, quiero saber dónde viviré.
Caminé por el pasillo lleno de gente y que era alumbrado por varias antorchas que cargaba la gente, después de poco llegamos a la Cueva y me dirigí hacia las chozas al igual que la mayoría de personas. Escuché una voz por encima de todas las conversaciones que se daban a mí alrededor; volteé a ver quién gritaba lo que sentía que era mi nombre.
—¡Marcus! —Alcanzo a escuchar mi nombre.
Observo a Sandra corriendo hacia mí, se detiene unos pocos metros antes de alcanzarme. Me detengo y ella se acerca caminando hacia mí.
—¿Creíste que me dejarías sola en el lago? Vamos, te mostraré donde vivirás —me dijo sonriendo.
Caminamos hasta las chozas; la fogata estaba reducida y la mayoría de troncos estaban carbonizados. Un niño estaba sentado al borde de la fogata, removía las cenizas con una roca alargada y jugaba con el fuego, haciéndolo crecer soplando de la manera adecuada. Me sorprendió verlo, creí que aquí sólo habían jóvenes y adultos, pero al parecer niños también. Me miró con sus ojos azules mientras pasaba detrás de él. Seguimos avanzando y llegamos a una choza que a simple vista parecía igual a las anteriores, pero esta tenía un círculo pintado con rojo sobre la puerta.
—Aquí vivirás, si te parece bien. Aquí viven tres personas, serán cuatro contigo. Es una choza pequeña comparada con otras que tienen diez o doce personas viviendo en ella —se voltea y señala una choza ligeramente mayor a las colindantes—, ahí vivo yo junto con Shaile y otras ocho personas.
Me quedo en mi lugar hasta que Sandra me insta a entrar a la choza, doy unos inseguros pasos y abro una puerta fabricada de troncos y atada con cuerdas, la estancia es redonda, tiene una fogata apagada en el medio y hay una chica recostada a un costado. El piso es de troncos y hojas amplias, la chica está de espaldas y parece durmiendo, tiene una piel trigueña y cabellos negros o castaño oscuro.
Volteo y veo a Sandra alejándose hacia su choza. Empiezo a dar círculos alrededor de la fogata apagada, la chica se remueve y se despierta, esto hace detenerme y observarla. Ella se despereza, pero sigue sin verme, está de espaldas. Sus cabellos castaños caen por su tersa espalda.
La chica se voltea y me observa con sus ojos marrones, se levanta de un tirón y me extiende la mano.
—¡Hola! Mi nombre es Rihouel, encantada de conocerte —le aprieto la mano por inercia y ella sonríe—, tú eres Marcus, ¿cierto?
—Sí —Le respondo y me froto la cabeza con mi mano.
—Sandra y Ulio me contaron de ti. Bienvenido al club de la choza roja —se ríe y me observa—, es mentira, solo somos tres personas que la pasan bien viviendo acá.
Me río ante la ocurrencia pero parece más una risa nerviosa. Ella al parecer capta mi nerviosismo y continúa hablando.
—Creo que los otros dos te caerán bien, uno es un joven como de tu edad, se llama Leon. El otro es un niño de lo más adorable, se llama Graeder pero le gusta que le digan Eder.
Nos sentamos en el suelo de hojas y me siguió contando sobre ella y los otros dos.
»No logré graduarme en el Exterior, llegué acá antes de hacerlo. Igual iba a parar en los suburbios de la Capital Mundial. Nunca tuve madera para algo grande, por lo que sabía que nunca lograría algo excelente, ya de por sí estar en la sección A no prometía un final próspero. Haber llegado acá creo que me liberó. Tenía miedo de que el trabajo a la que fuera elegida no me satisficiera. Ahora con Leon y Eder me siento feliz y aquí en la Cueva, aunque no tenga tantas cosas, me siento mejor que afuera.
Vaya, su punto de vista me ha dejado sorprendido. Nunca antes había hablado con alguien de la sección A (que yo supiera) y menos sobre este tipo de diferencias entre ambas secciones.
—Creo que he hablado mucho —se revuelve el cabello con sus manos—, además creo que Eder y Leon no se demorarán. Supongo que ya sabrán que vivirás acá.
Y como si sus palabras fueran el futuro, un joven alto y de pelo rubio, acompañado con un chiquillo menudo y con ojos azules.
—Hola, tu debe ser Marcus —su voz no era ni tan grave ni tan aguda—, yo soy Leon y él es Eder.
Leon le da un pequeño empujón a Eder.
—Hola... —su voz es silenciosa—, ya te había visto.
—¿Ah sí? —soltó Rihouel a mi lado.
—S-sí —le respondo—, estaba jugando con los restos de la fogata cuando venía para acá.
—¡Eder! Cuantas veces tengo que decirte que no juegues con la fogata —Rihouel parecía una mamá cuidando a su hijo.
Nos sentamos todos en círculo y Leon empezó a contarme su historia.
—Trabajaba en un almacén en el Centro Comercial antes de llegar acá. Mi trabajo no era el mejor pero me ganaba la vida con eso, además quedaba muy cerca de mi hogar en los suburbios. Todo iba bien, tenía una novia y nos la pasábamos juntos, a veces íbamos al río y nos quedábamos ahí largos ratos observando sus aguas cristalinas —Inevitablemente pienso en mi salida con Polaris al Centro Comercial—, en fin, mi novia me dejó y la trasladaron a Centrea, me quedé solo y luego... llegué acá.
Escucho atentamente cada palabra, me siento interesado en las historias de los que viven acá. Primero Rihouel y ahora Leon...
—De este chiquillo no sabemos nada —dice Rihouel despeinándole el cabello a Eder—, ha estado muy callado desde que llegamos acá. ¿Algo que decirnos?
Observo a Eder, su piel ligeramente oscura contrastaba con sus ojos celestes, su boca estaba cerrada y no decía nada, me observaba y observaba a Rihouel.
—Mi padre... tengo uno biológico...
Los ojos de los tres se abrieron como platos y quedaron anonadados ante el niño que se iluminaba por la antorcha de la habitación.
—Se... —Continuó— se llama Magnus...
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