19.
Polaris 8C y Ziel 3A
Apartamento 12-2, Edificio Nox, Exterior de la Capital Mundial
Platos desechables, vasos y papeles se encontraban regados por todo el suelo de la sala de estar. En el sofá más grande, hecho de cuero blanco sintético, estaba Ziel tumbado, leyendo en su pantalla táctil sobre los últimos sucesos publicados en los noticieros. Estira su mano y de una mesa de vidrio frente al sofá, agarra un vaso de plástico. Se bebe su contenido amargo y lo lanza despreocupado al suelo.
—Otras dos personas han sido capturadas e inyectadas —exclama alzando la voz.
Polaris, que se encontraba en la cocina guardando los pocos utensilios de cocina que tenía Ziel en su apartamento, rodeó los ojos ante el mensaje de su compañero. La situación se iba volviendo más caótica con cada persona acusada de Aisce que encontraban, además que la gente de la ciudad ya no era igual, tenía miedo de ser capturados o de ser tachados públicamente como Aisce.
Después de guardar un sartén de superficie hidrofóbica, la chica estira sus brazos y vuelve a la sala, donde se tumba sobre un colchón y una almohada las cuales formaban una cama improvisada en el suelo.
—¿Alguna señal de mi pantalla táctil? —dice sin esperanzas.
Ziel cierra la aplicación de noticias y con un par de toques abre otra.
—Nada —le responde—, no ha vuelto a aparecer la señal desde hace varias horas. Va y vuelve como si nada.
Ambos suspiran al unísono. La señal GPS de la tableta de Polaris seguía activada desde que ella la bloqueó para poder rastrear la dirección de esta. Sin embargo, la señal desaparecía y aparecía a intervalos, como si algo adicional la bloqueara.
Desde que habló con Marcus en aquel bosque, Polaris se resignó de conseguir su ayuda y volvió a hurtadillas a la ciudad. Si él no la ayudaba al menos podría hacer algo por su cuenta. Apenas llegó a los límites de la ciudad espero a que fuera de noche para pasar lo mayor desapercibida posible. Luego pensó dónde podría quedarse, puesto que su apartamento estaba en el Centro de la Capital Mundial y eso implicaba atravesar algún punto de control de los múltiples ubicados en la barrera entre el Centro y el exterior. Así caería seguro, por lo que tendría que buscar algo en el exterior del Centro. Pensó en los pocos compañeros con los que había socializado y los lugares donde vivían. El único que cumplía con lo que necesitaba era aquel muchacho Ziel con el que casi no hablaba.
Después de considerar sus opciones, se resignó con pedirle ayuda a Ziel, así que buscó un teléfono público para lograr contactar con él. Apenas encontró uno, marcó el número de búsqueda de contactos y logró dar con el teléfono del apartamento del apuesto joven. Agradeció que los teléfonos públicos fueran gratuitos, ya que evitaría a toda costa hacer conexión de sus datos con la ciudad, para evitar ser rastreada. Sabría que Magnus estaría vigilando, atento a cualquier señal que le indicara en dónde se encontraba ella. Apenas se contactó con Ziel y le contó rápidamente lo que estaba sucediendo, Ziel entendió todo y aceptó resguardarla. Acto seguido, Polaris sacó un cuaderno de hojas que había conseguido y anotó la dirección de su apartamento. Luego se dio cuenta que no podía pedir un taxi, así que le pidió a Ziel que viniera por ella.
—Sé que es mucho pedir Ziel, pero en serio necesito tu ayuda con esto —suplicó Polaris por el teléfono.
—Vale, vale, pero tendrás que cocinarme el desayuno de mañana por hacerme quedar despierto hasta tan tarde —respondió el joven.
Polaris agradeció y colgó. Minutos más tarde llegó Ziel en un taxi. Llevaba puesta una camiseta de un color gris claro que resaltaba su musculatura. Polaris se montó al vehículo y partieron hacia el apartamento. Aquello había ocurrido hace un par de noches.
—No puedo creer que Marcus siga vivo —Ziel coloca su mano en la cara, tampoco entendía mucho lo que sucedía—, tú mismo dijiste que lo borraste.
—¡Así es! Borrarlo, matarlo, es la misma cosa ahora, solo sé que debió hacer ¡puf! y desaparecer de este horrible mundo —con las manos hace señas de explosión—, solo queda alegrarme que esté alejado de todo esto.
—Y bueno —dice agarrando un paquete de frituras de la mesa de centro—, ¿qué harás entonces? —Abre el paquete y agarra una fritura—, no puedes simplemente deshacerte de Magnus así como así para solucionar todo el problema —Le da un mordisco a la comida y empieza a masticarla.
—Lo sé, ¡lo sé! Debo idear algo lo más rápido posible. Al menos sé que me dejarás quedarme acá, ¿cierto?
—Claro —masculla Ziel entre bocado y bocado—. Todo lo que necesites mientras no descubran que te escondes aquí —agarra un par de frituras y se las mete a la boca.
El sol se ocultó lentamente y la temperatura empezó a descender vertiginosamente. Ziel aumentó la calefacción con un comando de voz y poco a poco comenzó entrar en calor la habitación. Era sábado así que habían estado todo el día en el apartamento, y aquello se podía ver en la cantidad de basura que tenían en el suelo. Polaris se había dormido en su cama improvisada y Ziel volvía a estar absorto en su pantalla táctil.
La noche avanzaba y las luces del Centro de la Capital Mundial que se colaban como un faro luminoso por la ventana principal de la sala se fueron apagando, hasta que solo quedaban unas pocas, de negocios operando las 24 horas del día o las farolas de las calles. Ziel bostezó por un largo tiempo, apagó la luz y se quedó dormido en el sitio.
A la mañana siguiente, el despertador del trabajo integrado en la pantalla táctil sonó y Ziel tuvo que levantarse, cabeceando y con bostezos prolongados. Apagó el despertador y observó la hora. Volvió a bostezar y su cerebro empezó a despertarse, procesando la información que le iba llegando. Dio un par de pasos hasta la cocina, donde se sirvió un vaso de agua y se lo tomó de un sorbo. El frío del agua despejó su mente, la cual empezó a quejarse por el esfuerzo del día anterior. Luego se dio cuenta que era domingo y que la alarma lo había despertado en día totalmente libre. De su garganta surgió un quejido y volvió a tumbarse en el sillón.
Intentó retomar el sueño pero después de intentar acomodarse un par de vez supo que no podría volver a hacerlo. Desbloqueó su pantalla táctil y observó un pequeño círculo celeste en la esquina del ícono de la aplicación que rastreaba señales GPS.
Abrió la aplicación y vio que la pantalla táctil de Polaris volvía a tener señal. Se enderezó en el sofá y observó a la chica durmiendo.
"¿Cómo debería despertarla?" pensó. La señal podría irse en cualquier momento y no tenía tiempo para quejidos y largas de ella.
Se levantó rápidamente y se puso en cuclillas a un lado del colchón. Empezó a mover los hombros de la chica, cada vez más rápido hasta que sintió una respuesta motriz.
—Polaris... Polaris despierta... ¡Polaris desierta que tu pantalla tiene señal! —Termina gritándole Ziel.
La chica abre los ojos y se levanta forzadamente. Se estira y sigue por inercia el camino que Ziel toma hacia su sofá.
—¿Qué sucede Ziel? —dice restregando sus ojos.
—¡Ya te dije! Tú pantalla táctil tiene otra vez señal —responde emocionado Ziel.
—Pero se va a volver a ir, como siempre...
—No es eso solamente, sino que hay otra pantalla táctil junto a la tuya —Ziel le extiende la pantalla táctil a Polaris, la cual la observa e identifica un punto celeste el cual correspondía a su pantalla táctil, pero junto a este había otro punto del mismo color y que representaba otra pantalla táctil con el GPS encendido.
La aplicación permitía observar el lugar preciso de una pantalla táctil con la opción de GPS encendido, aunque no mostraba ninguna información sobre la pantalla táctil en cuestión. Sin embargo, Polaris creía que no había nadie más cerca de donde había encontrado a Marcus, era un lugar desierto sin ninguna construcción a kilómetros, por lo que siempre asumía que era su pantalla táctil la que mostraba la aplicación.
—¿¡Pero cómo!? —preguntó exaltada—. No había nada en kilómetros a la redonda, ninguna ciudad o emplazamiento. Es imposible que alguien más con una pantalla táctil estuviera ahí, ¡y menos tan cerca de mi pantalla táctil!
El silencio volvió a reinar en la habitación, dejando los sordos sonidos que entraban del exterior tomar posesión de la atmósfera. La gente empezaba a salir en busca de alimentos o de un paseo matutino, comenzando su día.
—Pero, ¿y si Marcus no estuviese sólo? —Se atreve a preguntar Ziel.
—¿Un cuarto ideal? —Lanzo la pregunta al aire.
—¿Qué más puede ser si no es eso? —responde Ulio—. Las tres primeras palabras son los tres ideales del régimen mundial. Quizás siempre ha habido un cuarto ideal.
—Nunca hubo un cuarto ideal —contraataco al hombre opuesto a la fogata—, tres ideales, tres renovadores, una Renovación Mundial. Punto. Siempre ha sido así.
—Quizás fue un ideal acordado entre los tres Renovadores —opina Sandra—, cada uno planteó uno y entre los tres acordaron un cuarto, para que sea cierto tipo de justicia. Se ve razonable.
—Si es así —Cruzo los brazos—, ¿entonces por qué nunca se hace mención de la Libertad? Los ideales son por poco lo primero que se les enseñan a los niños en las secciones A y B.
—Se les... ¿olvidó quizás? —Rihouel intenta tomar voz en la discusión.
—No creo que nadie olvide esa clase de cosas —respondo renuente.
—Entonces solo no lo hacen y ya —corta Rihouel—. Además, la única evidencia que tenemos es el tatuaje en tu pierna, y no podemos fiarnos mucho en eso...
Este tatuaje... No recuerdo dolor alguno, solo apareció sin más. ¿Alguien lo habrá hecho? ¿Alguien que no viva en La Cueva? Lo que sea que hubiese detrás de aquella puerta de acero debe ser la razón de la que tenga este extraño tatuaje.
—¿Y si volvemos? —propongo.
—¿A dónde? ¿A la Capital Mundial? Ni siquiera sabemos dónde estamos.
—No, no. A la bifurcación, al camino que tomé.
—Está cubierto de piedras —nos recuerda Ulio—. No hay manera de que las removamos, es muy pesado hasta para los más fuertes de la Cueva.
—No perdemos nada intentándolo, y si lo conseguimos podríamos descubrir algo más sobre este tatuaje.
—Está bien Marcus —Ulio suspira—, llamaré a los más fuertes de la Cueva para que ayuden, pero que quede claro que esto no va a servir para nada. —Dicho esto se levanta y sale de la cabaña. La mayoría de estas reuniones últimamente se hacen dentro de cabañas, puesto que el frío del invierno ha bajado la temperatura de la Cueva bastante, y aunque tengamos los abrigos de lana, no nos es suficiente para mantenernos completamente calientes.
—Yo iré con Eder a pasar el rato mientras. No creo que necesiten mi ayuda allá arriba —Rihouel también se levanta, se despide de todos con un ademán y sale rápidamente.
—Yo pues iré al huerto con Shaile —dice Sandra—, igual que Rihouel dudo que pueda ayudarlos en algo.
—Si quieres acompáñanos —le digo—, no hay lío de que vayas así no hagas nada. Sé que estás bastante preocupada por todo esto, desde que apareció el tatuaje hasta que viste a Polaris en la superficie...
—¿Polaris? ¿Aquella persona que encontraste en la superficie? ¿Cómo conoces su nombre?
—Eh... Solo... solo le pregunté y ya. No es un gran lío.
—Marcus, sé cómo se ve una persona mintiendo, recuerda que era periodista y uno aprende sobre ese tipo de gestos. Te dejaré pasar esto, pero en algún momento tendrás que contarnos las cosas que al parecer nos falta por saber y tú sabes —se levanta y camina hasta la salida de la cabaña—, ahora vamos, ya te deben estar esperando. Ah, y lleva tu pantalla táctil, nunca la dejes fuera de tu vista.
Mi boca se sella completamente, y mi cerebro se golpea a sí mismo por lo tonto que ha sido eso. "¿En qué estabas pensando Marcus?" me repito inconscientemente una y otra vez.
Agarro la pantalla táctil y me pongo de pie. Reduzco la fogata a meras brasas con ayuda de un poco de tierra que trajeron de los cultivos, y salgo con Sandra a buscar a la comitiva que ya se debe haber reunido. Hay varias personas caminando por los callejones entre chozas, charlando entre sí. Nosotros avanzamos hasta el borde del asentamiento, y a un centenar de metros avistamos un grupo de gente con antorchas. Giramos nuestros cuerpos y empezamos a caminar hacia allá. Al llegar, Ulio salió entre toda la gente, una veintena aproximadamente, y nos dirigió la palabra.
—Estos son quienes nos van a acompañar —Observo los rostros y reconozco a Josai y un par de personas más—. No hay tiempo que perder así que en marcha.
La comitiva empezó a caminar hacia la abertura que llevaba al túnel de ascensión. Llegamos al corral, donde media docena de ovejas balaba sin sincronía alguna, y una pareja de vacas descansaban en el suelo. Al llegar al túnel entramos uno por uno a través de la abertura y empezamos a ascender hacia la bifurcación. Ulio, Sandra y yo íbamos a la cabeza mientras que el resto de personas nos seguía. Sandra llevaba una de las antorchas.
Después de una caminata dispendiosa, en las que nos mantuvimos lo más juntos posible para aprovechar al máximo el calor humano, llegamos a la bifurcación, la cual no era lo suficientemente grande para albergarnos a todos cómodamente, así que casi la mitad tuvo que devolverse a la Cueva. Sin embargo, al llegar me di cuenta de algo que cambiaría los planes de todos los que habíamos subido.
—No... Las rocas... ya no están...
El pasillo a nuestras izquierdas estaba completamente despejado, como si una avalancha de piedras nunca hubiese ocurrido.
Avanzo lentamente hacia la bifurcación, extendiendo las manos como si esperase chocarme en algún momento con la muralla de rocas. Llego hasta la entrada del túnel y nada ha pasado, realmente las rocas han desaparecido.
Empiezo a caminar por el túnel, lentamente, observando a mis alrededores. El techo y las paredes se ven completamente intactas, sin ningún rastro de desprendimiento. La oscuridad empieza a envolverme.
—¡Marcus espera! —Sandra grita y su voz retumba por las paredes. Sin embargo, sigo avanzando hacia la puerta de metal que recuerdo está al final del túnel.
La luz va disminuyendo conforme avanzo por el túnel, pero detrás observo que alguien viene, porque la luz de las antorchas también me sigue.
—¡Marcus no avances, no sabemos si puede volver a colapsar el túnel! —La voz de Sandra vuelve a sonar y rebotar por todos lados.
Un resplandor me indica que estoy cerca del final del túnel, y cuanto más me acerco más logro ver los contornos de la puerta. En serio existe.
El ritmo de los pasos aumenta y a los pocos segundos Sandra está casi a mi lado.
—Te dije que no siguieras, ¿es que no escuchas?
—Lo siento, tenía que comprobar si en verdad existía... esto —Señalo la puerta.
Sandra voltea y empieza a examinar la puerta de metal oscuro.
—¿Es una puerta?
—Eso parece —le respondo.
Sandra sigue con la mirada los contornos del objeto empotrado a la pared.
—Pero no tiene botón para abrirla.
Vuelvo a examinar la puerta y caigo en cuenta de eso. Los recuerdos vuelven a mí vertiginosamente. La caída de las rocas, el polvo. ¿En serio aquello no fue real? Luego recordé que aquella protuberancia en la puerta es una perilla.
—¿Nunca habías visto una perilla? —Le pregunto a Sandra.
—Pues... no... ¿qué es?
—Es esto —Señalo el pomo de la puerta—. Algunas puertas de la Academia las tenían. Sirven para abrirlas. Así servían las puertas hace años.
Agarro el pomo de metal y lo giro aplicando fuerza. Apenas siento que ha llegado al tope, empiezo a empujarla levemente y la puerta empieza a girar en su eje.
—Ven. Ayúdame. —le digo.
Sandra se acerca y empieza a empujar la puerta conmigo. La puerta cede y se abre completamente.
—Vaya vaya —Una voz nos sobresalta. Parece la de un hombre anciano—. ¿Nunca les han dicho chiquillos que toquen a una puerta antes de entrar?
Frente a nosotros, al otro lado de la puerta, se encontraba un anciano de baja estatura, con el pelo largo y desordenado, arrugas por todo el cuerpo y unas gafas con la montura un poco doblada. Mi cuerpo se tensa completamente.
—Qui... Quién... ¿¿Quién es usted?? —pregunto exaltado, retomando mi tartamudo ocasional.
—Solo soy un pobre anciano que vive en una cueva, ¿qué hay de raro en eso? —Empieza a caminar hacia nosotros con ayuda de un bastón de madera con terminación metálica—, ahora ayuden a un pobre anciano que hace mucho no siente la luz del sol en su blanca piel. ¿Me llevarían jóvenes a la superficie a tomar un baño de sol?
—Eh... eh... ¿claro?
—Perfecto hijo, así se responde —respondió el señor—, iré por una cosa y enseguida los alcanzo al final del túnel.
El anciano volvió a entrar al oscuro recinto tras la puerta, del cual la luz no entraba y no se lograba ver nada. Un poco después, volvió a salir el hombre con un maletín de cuero desteñido.
—Ahora sí, vamos —dijo mientras jalaba la puerta con ayuda del pomo, cerrándola completamente.
El hombre empezó a avanzar lentamente con ayuda del bastón. Yo iba a su derecha y Sandra a su izquierda. Ambos nos miramos. ¿Cómo íbamos a explicarles a todos que encontramos un anciano que vivía escondido en una parte de la cueva? Ambos alzamos los hombros, debemos estar pensando lo mismo.
Unos minutos después volvimos a la bifurcación donde nos esperaba un Ulio con los brazos cruzados y mirada de ira profunda. Sin embargo, su cara cambió apenas vio a la persona con la que veníamos. Ahora parecía anonadado.
—Así que esto es lo que llaman una comitiva de bienvenida —masculló el anciano, además de reírse en voz baja.
—Ah... Eh... —intento articular—, él es... un señor que encontramos al final de la bifurcación...
—... detrás de la puerta de metal —Sandra concluye—. Quiere salir a la superficie a recibir la luz del sol.
La mirada de Ulio y el resto de acompañantes reflejaba la misma emoción que Sandra y yo teníamos. Desconcierto, desconcierto infinito.
—Así que... iremos a la superficie y nos vemos en la Cueva, ¿les parece? —Sonrío nerviosamente ante la comitiva. No sé lo que estoy haciendo.
Ulio retoma su mirada furibunda y después de estar unos segundos petrificado, asiente lentamente en silencio, se da la vuelta y empieza a descender nuevamente hacia la Cueva. El resto de acompañantes se miran los unos a los otros, y optan por seguir a Ulio hacia las inmediaciones de la tierra.
Empezamos a caminar por el túnel, ascendiendo hacia la superficie, ayudando al anciano a subir con el menor esfuerzo posible.
—Qué gran bienvenida aquella —dice el anciano—. Y tú chico —Me observa y me da un leve golpe con el bastón en la pierna—, aprende a no tartamudear, por Dios. No le dejé un mensaje a alguien que no pudiese transmitirlo bien. Aunque, al parecer, lo entendiste y por eso volviste —Ahora el hombre sonríe y me pega unos codazos amistosos en el torso.
—¿Mensaje? ¿A qué se refiere? —expreso intentando con todas mis fuerzas no tartamudear.
—Pues el hermoso tatuaje que con mis habilidades coloqué en tu pierna herida. ¿Cuál más?
Observo mi pierna y capto los reflejos de las letras de aquel mensaje cifrado.
—Así que usted... fue el que me dejó este tatuaje.
—Así es jovencito. Además curé tu pierna que sin culpa lastimé.
—¿Lastimó usted? ¿Usted provocó el desprendimiento?
—Sí y no. Verás, la pared de rocas fue solo un holograma táctil, ¿nunca has visto uno? Y la caída de rocas y polvo fue una pequeña artimaña que no es nada difícil de armar —Los ojos del anciano se iluminan por el orgullo—. Solo que una piedra alcanzó a cortar tu pierna, además que te desmayaste. Me tocó curarte completamente antes de dejarte libre por ahí.
—Eso significa que nada de eso fue real —suspiro.
La luz del sol empezó a colarse por el túnel, anunciando que la salida estaba cerca. Sandra apagó la antorcha y continuamos la escalada, dentro de poco habremos llegado a la superficie.
—Y ante todo esto —interrumpió Sandra—, si no se ofende, ¿quién es usted?
—¿Que quién soy yo?
—Pues... sí —respondió—. Además de ser el anciano que vive escondido en la cueva.
—Soy el cuarto renovador jovencita, ¿quién más? Ixol 4 a sus servicios —Después de esto, observa hacia la luz del sol y la cercana salida del túnel—. Oh miren esto. Ya llegamos —dice emocionado.
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