17.

El ascenso a la superficie fue menos tortuoso de lo que recordaba. No logro entender si es por el saco de lana que ahora tengo, que me protege del frío que antes sentía y que se ha mantenido; o porque algo me hala hacia arriba, dándome fuerzas y haciéndome sentir ligero.

Una luz grisácea y mortecina va creciendo mientras termino de subir el túnel principal. Mis pies empiezan a sentir la nieve suave y al salir el sol me ciega por un momento, obligándome a cubrirme con mi brazo y perder toda visibilidad mientras mis ojos se acostumbran mejor a la luz. Bajo el otro brazo mantengo la pantalla táctil agarrada mientras avanzo unos pasos, saliendo por la hendidura que me da la bienvenida al exterior.

Retiro lentamente la mano, entrecerrando los ojos para intentar observar a mí alrededor. Los mismos tocones cubiertos de nieve decoran la escampada, al fondo los árboles desnudos y pinos se extienden hasta donde la vista permite. A lo lejos, observo una cadena de montañas que no había notado antes, muchas coronadas por nieve tan blanca que hace destellar las no tan altas cumbres. Cuando bajo la mirada hacia los árboles, empiezo a escudriñar con la mirada. Sin éxito de atisbarla, avanzo hasta donde encontré la pantalla táctil, con esperanzas de encontrarla en aquel denso bosque.

—Tonto, tonto —me susurro—, pensar volver a salir en pleno invierno solo para encontrarla. Tonto, tonto—me repito.

Mis piernas desnudas reciben la suave pero helada brisa que corre por el claro. El saco refugia un poco mi tronco del frío, pero las piernas siguen igual de descubiertas, por lo que, si me quedo quieto, mis rodillas empiezan a temblar. Hago un esfuerzo y vuelvo a avanzar, llegando poco a poco al sitio donde Polaris me dejó su pantalla táctil junto con las semillas. Cuando llego bajo la mirada para sólo descubrir que la nieve ha cubierto toda huella de la hendidura donde encontré el artefacto. Sin embargo, en lo más profundo de mí, sé que este es el lugar.

Planto mis pies frente al tronco y empiezo a girar mi cabeza, buscando entre los troncos alguna pista de la presencia de Polaris.

"¿Cómo sabes que sigue aquí?" Me dice mi cerebro, torturándome.

"Porque sé que ella está esperándome" Le respondo tontamente.

No tan lejos, observo vagamente unas deformaciones en la nieve. Retomo la marcha y al cabo de unos segundos llego al inicio de un camino de pisadas que han de ser muy recientes, ya que la nieve no las ha borrado. Debo seguirlas; no pueden ser de nadie más.

El camino de huellas sigue un rodeo perfecto por la linde del bosque y el claro. Rodea varios árboles y se extiende hasta casi llegar al risco.

Avanzo meticulosamente tras las huellas, las cuales no son muy profundas, por lo que difícilmente se notan. Antes de que me diera cuenta, llego al risco, que me recibe con sus grises piedras llenas de musgo muerto.

Un pájaro sobrevuela el cielo, dejando su graznido por el aire. Observo su trayectoria hasta que se pierde de vista por las copas de los árboles. Mi mirada baja, sólo para cruzarse con una silueta de largos cabellos oscuros.

Su mirada también se ubica donde el pájaro desapareció, por lo que me da totalmente la espalda. ¿Me habrá visto siguiendo las huellas? Aprieto los puños. No estoy listo.

Lo que menos deseaba empezaba a suceder, conforme ella giraba en su eje, hasta que su mirada se fijó sólidamente en mí. Su mirada y rostro se transforma rápidamente y empieza a correr hacia mí.

Avanzo unos pasos, decidido a acercarme, pero luego me detengo. Ella sigue corriendo ciegamente, con todas sus fuerzas para alcanzarme. La distancia sigue disminuyendo.

Empiezo a respirar más agitadamente, hasta que ella llega y me envuelve con un abrazo que me corta totalmente la respiración.

—¡Marcus Marcus Marcus! ¡Oh por las estrellas, cuánto te extrañé! ¡No sabes todo lo que he hecho! ¡Todo lo que hice para llegar! ¡De-desde que te fuiste, yo... yo...! ¡Tantas cosas han pasado! ¿Y tú...? ¿C-cómo...?

Las palabras fluyen atropelladamente, golpeándose unas con otras, con las lágrimas que empiezan a salir. Su abrazo se vuelve más fuerte, envolviéndome en el calor que emana.

—L... Lo siento, por todo —dice después de sollozar.

Me suelto de su abrazo con un movimiento firme. La observo a los ojos y pronuncio lo que me pide tomar el coraje que nunca tuve:

—No.

Su rostro se rompe en miles de pedazos, cambiando totalmente.

—A... ¿A qué te refieres?

—Tu invitación. La del final de la carta. "Así que, si sigues ahí, seamos juntos Demian...

—¡SÉ CUÁL ES EL FINAL! —repone bruscamente—. Yo misma la escribí, para ti, para que entiendas todo lo que he tenido que pasar, mis razones, todo.

—Lo sé Polaris —le respondí, intentando tener tacto, aunque mis palabras salen como ellas quieren, no puedo controlarlo—, pero no.

—Pero...

—¡Pero tú me desapareciste Polaris! ¿¡Creías que era algo que solo implicaba oprimir un botón!?

—¡Lo sé! —Me responde gritando, con el corazón en la mano—, pero fue por tu bien Marcus.

—¡H-habían otras maneras de solucionar todo! ¡Me mataste!

—Pero sigues aquí, no estás muerto. Yo... yo no quería hacerlo, te aprecio mucho, pero...

—Pero lo hiciste Polaris, lo hiciste y eso ya pasó. No intentes remendar el pasado, o explicarlo. Eso ya sucedió y tienes que aceptar tus acciones.

La brisa silba por las ramas de los árboles, mientras el sol avanza lentamente en su carrera por el firmamento. Ella ahora está frente a mí, con sus piernas rectas y juntas, mientras que yo sólo intento no desmayarme por tantas cosas que cruzan por mi cabeza.

—Yo te amo Marcus, ¿acaso no lo entiendes? Eres la única persona que me apoya, que me entiende y ayuda.

—¡Me traicionaste! ¿¡Dónde queda el amor si no en una vaga palabra que ahora flota por el aire sin sentido!? Ya no significa nada para nosotros dos. Lo siento mucho Polaris, pero no.

Escucho un sonido a lo lejos, por lo que volteo y Polaris me imita curiosa de saber a lo que observo. A lo lejos, aparece una mujer con una prenda blanca hecha de lana burda. La reconozco. Sandra me ha seguido a la superficie.

—Por favor Marcus —me voltea a ver, alternando su mirada entre la mujer y yo—, no me digas que no, por favor...

La intento apartar de mí ante la mirada de Sandra. Polaris vuelve a observar a la mujer, y sale corriendo, no sin antes susurrar en mi oído.

—No me olvides, por favor recuerda la felicidad que ambos teníamos, cuídate mucho.

Cuando se escabulle entre los troncos y la pierdo de vista, Sandra empieza a avanzar lentamente hacia mí, luego, segura de que ya nadie está más que yo, empieza a correr hacia mí.

—¡Marcus! —grita entre la brisa que empieza a golpear más fuerte— ¿Quién era ella?

Llega hasta donde estoy, mis piernas nuevamente están temblando, junto con mis manos y todo mi cuerpo, aunque no es el frío, sino algo más que recorre mi cuerpo desesperado.

—N-no lo sé —respondo, sin saber hasta donde pueda llevar esta mentira—, c-conversaba con ella para entender quién era y qué quería.

—Me preocupa mucho, no entiendo cómo alguien haya podido llegar hasta acá. Ni siquiera sé en dónde estamos.

"Si yo supiera también como ella pudo haberme encontrado, te contaría más Sandra, pero no, no puedo".

—Sandra, ¿por qué estás acá? —pregunto con nerviosismo.

—Una niña apareció en el lago muy poco antes de que te fueras, cuando la encontraron ya te habías ido.

—¿Está v-viva?

—Sí —Sandra observa nuevamente el bosque, buscando a alguien que espero ahora esté a miles de kilómetros de aquí—, pero empezó a hablar con miedo, de cosas que ahora suceden en la Capital Mundial.

—¿Cómo?

—Así es. Vine por ti apenas supe de eso, siento que tú también debes enterarte de todo.

Empiezo a agitar el pie, levantándolo y bajándolo sin ritmo velozmente. Asiento levemente y salimos corriendo hacia el corazón de la montaña. Vuelvo a despedirme silenciosamente de la superficie, y el corazón se me vuelve a encoger al pensar en Polaris. Es imposible para mí soportar tanto, tantos conflictos, tantas personas y tantas emociones que salen y salen sin concierto, sin dejarme pensar nada. Una lágrima sale de mi ojo, recorriendo mi tensa piel hasta caer en la fría nieve, sellando una despedida que nunca debió haberse dado.

El descenso volvió a ser tortuoso, y el frío que habían atrapado mis piernas no ayudaba en lo mínimo. Un paso tras otro me iba alejando de la superficie, hundiéndome más en mis pensamientos y en la Tierra. Sandra encendió una antorcha que había dejado en la entrada del túnel. Rasco dos piedras y la chispa encendió la pequeña antorcha. Ahora ella iba a adelante, mientras yo me caía a pedazos detrás.

Cuando llegamos nuevamente a la Cueva, el ambiente estaba más caliente por la profundidad y las antorchas que iluminaban ciertos puntos de la caverna. Sandra me guio hacia las chozas, donde se encontraba un grupo de gente reunidos, sentados en círculo alrededor de una chica que no tenía más de doce años. Llevaba su cabello largo suelto que asemejaba al de Polaris. Su piel era blanca y sus ojos color celeste. Nos acercamos al grupo y empezamos a escuchar.

—Y eso fue lo que sucedió —dijo temblorosamente la niña, la cual ya tenía un saco pequeño de lana blanca.

—E-espera —Levanto la mano—. Acabo de llegar, ¿qué fue lo que sucedió?

Observo a la multitud mientras la niña busca las palabras para expresarse, observo a Shaile que me observa al igual que el resto de personas. Ella niega levemente con la cabeza, mostrando una terrible señal. Yo me muerdo el labio, mientras mi preocupación crece al recordar que ella también está relacionada en todo lo que me sucede. ¿Por qué yo?

—Y-yo estudiaba en el Instituto Liann —mi boca queda totalmente tensa al escuchar el nombre del instituto de Polaris—. Hoy o ayer o... no sé cuándo, unas chicas me arrinconaron y me acosaron de ser algo. Yo... yo... yo solo quería recoger flores —y la chica rompe a llorar.

Shaile se levanta y se acerca a la niña, rodeándola con sus brazos y dándole suaves palmadas en la espalda. Yo me paro nervioso, y nuevamente las miradas se voltean hacia mí, unas miradas llenas de desconfianza y preocupación. Avanzo dificultosamente hacia la chica, intentando no pisar a nadie ni tampoco incomodarlos. Cuando llego al centro del círculo, me pongo en cuclillas y observo a la niña. Ella me mira con sus delicados y vidriosos ojos.

—Mencionaste un "algo"... ¿Qué era? —pregunto con suma curiosidad, pero también con un temor en lo profundo de mí.

—No... no sé —Su voz sale quebrada, llena de miedo y tristeza—, algo como "Aise", sólo sé que ellas dos vieron a escondidas el discurso del alcalde Magnus.

—¿¡A-alcalde Magnus!? ¿Aisce? —Las preguntas se empiezan a arremolinar en mi cabeza, golpeándola fuertemente sin clemencia.

—¡Sí! ¡Aisce! —exclamó la niña ante mi mención de la palabra.

—Marcus, ¿sabes algo de todo esto? —expresa con temor Shaile.

—Mucho Shaile. Pero es un tema demasiado... delicado —Observo a toda la gente que nos mira, curiosos de aquella obra que hemos montado.

—Mira Marcus, no es por ser la peor, pero yo creo que a todos nos debes muchas explicaciones, y mucho más ahora que esta niña apareció mucho después del último.

—Oye —me dice la niña, elevando su cabeza al cielo—, ¿dónde estamos?

—Estamos en La Cueva, un lugar a salvo y donde podemos vivir. No te preocupes de nada, acá todos nos ayudamos.

La niña me observa, examinando mi vestimenta y la de todos los demás. Luego se observa a ella, al fuego crepitando y a Shaile.

—Y... ¿aquí puedo hacer lo que quiera? ¿Sin que me persigan ni me entreguen?

—Claro, ¿quién haría eso? —Intento calmarla, siendo positivo con ella, ocultando todo lo que me sucede.

—Pues allá en la Capital Mundial todo el mundo lo hace. Así lo quiere el alcalde, las niñas que me persiguieron dijeron eso, que era normal.

—¿El alcalde? ¿Magnus ahora es alcalde?

—Sí —me respondió—, aunque no sé mucho del tema. Nos prohibieron escuchar su discurso. Pero las niñas me dijeron que están cazando a los Aisssce.

Observo a Shaile y le expreso con una mirada de preocupación, todo lo que logro entender sobre lo que me logra decir. Le muestro meticulosamente la pantalla táctil, ella abre los ojos y la agarra, guardándola bajo sus ropas. Ella entiende e intenta cortar con todo.

—Está bien, igual estás a salvo —le dice a la niña—, vamos, te buscaré una vivienda —luego, dirigiéndose a todo el grupo congregado, que ahora cuchicheaba, dijo:— Todos retírense, aquí no hay más que una niña asustada y que necesita amor y compresión.

La gente empezó a levantarse e irse desganadamente, murmurando y conversando por lo bajo con sus acompañantes. Veo como todo el mundo se va, solo queda Sandra.

—¿Y el resto? —Mi curiosidad crece al no ver a Ulio—. Rihouel, Gretel, Ulio...

—Todos están en el lago, intentando investigar. Ya alguien debe saber qué hace ese lago para que la gente llegue ahí.

—Necesito hablar con todos, ya debo explicarles. Todo. Todo lo que sucede en la Capital Mundial debido a Destino S.A.

—Claro, ya los llamo...

—No. Primero debo hablar con alguien.

Y empiezo a correr, alejándome de las chozas.

La nieve se cuela por mis pies, el sol entrega sus últimos rayos de calor mientras desciende levemente por el cielo, finalizando su tramo del día. Empiezo a correr hacia el bosque, mirando hacia ambos lados, escudriñando, buscando. Mi respiración se agita más, la subida del túnel me ha dejado sin fuerzas; pero no me importa. Necesito hablar con ella.

Empiezo a correr por el bosque, esquivando troncos y ramas, sudando mientras imploro que el sol no caiga antes de encontrarla. Otro árbol, más pasos, mis pulmones gritan pero yo los ignoro.

—¡POLARIS! —exclamo a los cuatro vientos, usando todas mis fuerzas— ¡Polaris! ¡Polaris! ¡Aparece!

El sol se oculta detrás de mí, la luna y las estrellas empiezan a aparecer, una noche clara y sin nubes. Empiezo a observar el cielo, buscando soluciones en él.

—¡Polaris necesito respuestas! ¡Polaris! —empiezo a jadear, el frío está bajando y mi voz se pierde en el viento.

Una estrella brillante aparece en el norte. El nombre de aquella esfera lúcida de luz llega a mi cerebro como un rayo. La Estrella Polar me observa y se ríe de mí.

—¡TE ODIO POLARIS!

Caigo al suelo, sollozando, deseando que mi pasado no hubiera existido. Que mi presente no fuera cruel, y que el futuro no se ría en mi cara de mi desventura.

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