14.

—Ten cuidado, ¿sí? —El rostro de Rihouel mostraba una clara preocupación que se transmitía con la mirada.

—No te preocupes —le respondí intentando sonreír para bajar las tensiones—, esta vez no cometeré estupideces.

Viéndolo desde este momento en el tiempo, fue algo muy estúpido abandonar el grupo y caminar sólo hacia una ubicación desconocida y potencialmente peligrosa que al final, ¿qué me trajo de positivo? Nada. Una duda inmensa que nace de aquella misteriosa pesada puerta de metal y las misteriosas letras que tengo tatuadas en mi pierna. Nunca imaginé tener una clase de tatuaje en mí, es algo tan anormal que a veces me da arcada de sólo pensar en él. Recuerdo a aquella chica de cabellos naranjas y tatuajes por toda su cabeza que conocí en el apartamento de Lorien. Solo me queda suspirar ante el recuerdo que ambos están muertos.

—¿Estás bien? —me dice Rihouel ante el improvisto suspiro que acabo de dar.

—Sí —miento.

—Bueno, que les vaya bien a todos entonces.

Salgo de la choza y me uno a la comitiva que saldrá al exterior nuevamente. Está Josai, Ulio y Gretel. Esta vez solo seremos cuatro, ya que resultó que una oveja estaba embarazada y acaba de tener su cría, por lo que tenemos recursos suficientes. Aun así, la madera nuevamente escasea y seguimos lamentándonos por no tener forma de plantar árboles aquí abajo.

Sandra está fuera de la choza, hablando con Gretel, que al final se despiden con un beso en la mejilla y Ulio voltea a verme.

—Vamos Marcus —Me invita Ulio y con esto empezamos a andar hacia el agujero y el túnel que asciende hacia la superficie.

Después de varios minutos caminando, y luego ascendiendo por el sinuoso túnel, llegamos a la bifurcación y mi mirada rápidamente voltea hacia la izquierda, donde un tumulto de rocas, peñascos y pedruscos obstaculizan la entrada del túnel. Como intentando huir, mis ojos se mueven rápidamente hacia la derecha, donde la superficie nos aguarda. Sin embargo, siento una picazón en mi cuello y me doy cuenta que todos me están observando.

Les entiendo, todo es muy misterioso en torno a mí para ellos y estar cerca al lugar que acrecentó esas dudas no hace más que reforzar esos pensamientos. Siento nuevamente esa desconfianza que implantó en mí Leon.

—Ulio, una pregunta —digo intentando aligerar el aire de tensión— ¿Qué sucedió con Leon? No lo veo desde el... incidente.

Ulio frunce el ceño y caiga en cuenta que esa pregunta no ayudó a aligerar nada, aun así, tengo intensa curiosidad en saber qué ha sucedido con él.

—Le pedimos cambiar de choza y aceptó fervoroso —me respondió, y entiendo que Leon perdió todo afecto conmigo y su único deseo es ver que todos se separen de mí—, ahora vive al otro lado de la zona de chozas, con una chica llamada Helene —suspiro aliviado por la noticia. Aunque siga viviendo relativamente cerca de él, que esté en cierto modo controlado me reconforta.

La caravana retoma el camino y antes de dejar la cámara de la bifurcación, volteo mi mirada fugazmente a aquellas rocas que bloquean el camino de la izquierda.

El día está frio y en el suelo se ven los restos de una nevada. Los tocones de los árboles que se extienden por varios metros están cubiertos de nieve, y la piedra del acantilado por donde el túnel se asoma a la superficie, está fría al tacto y en varias partes tiene hielo.

—¿De día Ulio? —pregunta intrigada Gretel al observar el brillante sol por encima del horizonte.

—No nos tomará mucho tiempo Gretel, buscaremos madera y volveremos rápidamente. Además de noche no aguantaríamos el frío. Iniciemos más bien —señala a Josai—. Josai, busca cualquier material que nos sirva por las faldas del acantilado. Gretel ven conmigo hacia el oeste y Marcus ve tú hacia el este.

Me sorprendo al escuchar que me dejará ir sólo, pero agradezco ese gesto. Sé que tengo la confianza de Ulio, o me está probando, pero al menos tiene cierta confianza en mí.

Por la endemoniada baja temperatura empiezo a temblar, pero al menos me indica que es de mañana, así que busco el sol y me dirijo hacia él, sabiendo que hacia allá es el este. Habré cometido muchas estupideces desde que llegué a la Cueva, pero mis conocimientos me guían en este momento y en ellos puedo confiar.

Avanzo y empiezo a recoger ramas que se han salvado de la humedad de la nieve y que tienen un grueso apreciable. Después de un rato llego a la linde del bosque y empiezo a debatir si seguir adelante o volver con la madera que he conseguido. Decido seguir adelante, en aras de buscar algún otro recurso que pueda conseguirse en el bosque y no en este claro yermo.

El bosque se compone en su mayoría por árboles desnudos, despojados por la naturaleza de sus hojas de diversas formas y tamaños, sufriendo la inclemencia del invierno. Los pocos pinos que se encuentran como pequeños puntos en una mar de ramas negras y marrones se alzan majestuosos con su follaje verde esmeralda. Empiezo a avanzar y observo en el suelo unos pequeños objetos marrones. Me agacho a observar y descubro que son semillas de algún árbol durmiente. Levanto una e identifico rápidamente el árbol de la cual cayó. Es una semilla de eucalipto.

La botánica no es mi fuerte, y eso se debe a que es una clase única de la sección A. Sin embargo, en el jardín de la Academia había un joven árbol de eucalipto, y ciertos días, cuando el aire no estaba enviciado y el día estaba claro, se podía apreciar el olor del árbol, una esencia dulzona y relajante que provenía de las hojas. Las semillas, con su interesante forma, nos invitaban a investigar las razones por las cuales la evolución la habrá dotado de esa forma. El árbol no daba sombra, pero llenaba el aire levemente de ese aroma. La idea llegó a mí rápidamente.

Empecé a recoger semillas de eucalipto; en primavera se podrían plantar en el claro y si el suelo tenía la suficiente agua y nutrientes, crecerían rápido y altos. La madera de estos, bastante flexible, podría recogerse rápidamente y sería una alternativa a la incapacidad de plantar árboles en la Cueva.

Avancé hasta llegar a uno de los altos pinos cuando escuché un crujir de ramas y hojas secas proveniente de la dirección hacia donde me dirigía. Me detengo y coloco las manos en la madera del pino para apoyarme y escuchar. Sí, es un sonido rítmico que proviene de la dirección del sol, instintivamente me pongo en cuclillas y asomo mi cabeza hacia esa dirección.

A lo lejos, a unos veinte o veinticinco árboles de distancia, hay una silueta caminando. Al parecer lleva en las manos algo y una gran capucha cubre su cabeza. No tengo duda de que es una persona, ningún otro animal camina en dos piernas con tal estabilidad y ante tal identificación, me paralizo. ¿Qué hago? ¿Huyo con los demás? ¿Me quedo expectante a la persona que lentamente se acerca?

Los segundos van pasando y la silueta va avanzando, parece un hombre, y lleva un anorak en la cabeza y unos pantalones que parecen llevan varias capas. Me sorprende que no me haya visto, pero lleva su mirada clavada a lo que parece una pantalla táctil en sus manos.

Se detiene. A unos diez metros de mí y el gran pino la persona se detiene y empieza a escrutar el horizonte, me escondo y agradezco que el pino me bloquee totalmente hacia su vista. Me vuelvo a asomar lentamente, y veo cómo hace un ademán. Con una de sus manos enguantadas, se quita la capucha del anorak y sacude su cabeza, liberando una cascada de cabellos marrón oscuro. Ya liberados de la capucha, sus ojos negros vuelven a escrutar el paisaje y se clavan en el pino donde estoy escondido. Asciende su mirada para observar todo el follaje hasta la punta, por lo que me levanto lentamente para atacar o huir si es necesario. Sus ojos vuelven a bajar y se clavan en los míos.

Ahí la reconozco.

La estrella que guiaba a los navegantes en sus travesías marinas.

Es ella.

Me levanto y empiezo a correr hacia el claro, con todas las fuerzas que tengo, sin pensar en más que poner un pie delante del otro, sin sentir los ocasionales dolores de una semilla de eucalipto clavándose en la planta de un pie. Pero las imágenes empiezan a correr por mi mente, y de mis ojos empiezan a brotar lágrimas que nacen de lo profundo de esas imágenes. Volteo atrás y observo a Polaris a lo lejos. Vuelvo a mirar adelante y continúo mi carrera, hasta que llego al claro.

Me escondo en la entrada del túnel, la cual descubro que sí está, coincidencialmente, ubicada de una manera estratégica para que no se vea a simple vista. Solo ansío que no me haya seguido.

Al cabo de un buen rato, llegan paulatinamente Josai, Ulio y Gretel, trayendo grandes paquetes de troncos, ramas y palitos de madera seca y poco mojada. Al observarme, Josai se atrevió a preguntar al ver mis manos vacías.

—¿No conseguiste nada Marcus?

—T-tuve que escapar de un animal salvaje, lo dejé todo tirado lejos —mentí, aunque esa mentira no tenga tanta falsedad.

—¿Hace cuánto?

—No mucho, pero ya pasó un buen rato.

—Si es así —argumentó Josai—, la fiera ya debió haberse ido. Vuelve rápido y trae todo.

Asiento lentamente y me levanto con dificultad. No quiero atreverme a encontrarme con ella de nuevo, sin embargo, no puedo perder la confianza de ellos. Vuelvo a asentir, me cuelo por el agujero y empiezo a correr hacia el este, con el sol sobre mi cabeza.

Ramas.

Troncos.

Semillas de algún árbol.

¿En serio era él?

Mi mente pudo haberme jugado un truco con el frío que está haciendo y que se atreve en entrar por mi anorak. Pero todo esto aquí juntado detrás de este pino le dice a mi cuerpo que lo que vi era verdad.

Pero, yo lo vi morir frente a mis ojos. Vi su cuerpo desaparecer en medio de la oscura oficina y no dejar más que su ropa. Vi desaparecer a Marcus frente a mí, y eso no fue un truco de mi mente.

Vuelvo a revisar mi pantalla táctil y observó las coordenadas de aquellos nombres con asteriscos. Mis manos tiemblan, pero intento mantener la compostura. No estoy lejos, un poco más hacia el oeste y llego.

Pero, esa súbita aparición, ¿será uno de esos fantasmas que las historias de cuentos de hadas mostraban? Aquellos que te persiguen hasta la miseria y la locura, te recuerdan tus terribles actos y no dejan en paz tu mente.

Vuelvo a leer una y otra vez las coordenadas. Saco una brújula digital del morral que llevo al hombro y las anoto. Luego, me siento en el frío y duro suelo nevado y abro un bloc de notas en la pantalla digital.

Si el fantasma no es un fantasma y en verdad Marcus por alguna razón del destino está vivo, leerá esto.

Por favor, que no sólo sea una simple aparición.

El bosque está vacío y silencioso. No hay ni un alma rondando. Observo frente a mí y aminoro el paso conforme llego al alto pino donde dejé lo que logré recoger.

Ahí está todo, agradezco al destino por llevarme hasta esto y empiezo a recoger los troncos y ramas para llevarlos sobre mis hombros. Las semillas de eucalipto será más difícil llevarlas, no tengo un cuenco donde llevarlas. Me resigno y me quito el taparrabos y las guardo ahí. Las recojo y veo un reflejo del sol en el suelo. Las manos se me paralizan al observar una pantalla táctil asentada en el suelo.

Con mi mano izquierda que aún está libre la agarro y la coloco bajo mi axila. Observo las ramas que faltan por cargar, decido dejarlas. Una pantalla táctil vale mucho más que eso. Aunque mi mente sigue diciendo que la deje, que es de Polaris y que no debería aceptar nada de ella, mi lógica me incita a agarrarla.

Doy vuelta y empiezo a andar hacia el túnel que nos llevará nuevamente a la seguridad de la Cueva, no sin antes voltear hacia atrás, con la esperanza de verla nuevamente.

—¿Dónde la encontraste? —dice Sandra al observar el pulcro acabado de la pantalla táctil. La limpia pantalla táctil con sus colores fríos contrasta con el calor y la tosquedad del ambiente.

—Bajo un árbol, semienterrada en la nieve —respondo. Esta vez, sí es una verdad, al menos a medias.

—Es tuya de todos modos —responde con un mohín—. Tú la encontraste.

—Helene amaría verla —dice una voz detrás de nosotros, acercándose a la fogata. Me voltea y veo la figura de Leon—. No para de hablar de la perfección de las cosas de arriba, comparándose a ella misma con eso.

Mi mirada se vuelve amenazante ante la presencia de Leon, así que decido ignorarlo, lo que al parecer él también hace conmigo.

—¿No deberías estar en tu choza Leon? —espeta Sandra.

—Decidí que quería salir y dar un paseo, al fin y al cabo aquí todos somos libres. Li-bres.

—Mira Marcus —Sandra me extiende la pantalla táctil apagada—, es tuya.

—Gracias Sandra — le respondo con la voz lo más neutral posible.

Me levanto y todos me siguen con la mirada. Decido irme a un lugar alejado y revisar la pantalla táctil, inspeccionar todo el contenido que esta pueda traer, y averiguar todas las posibilidades que pueda darnos para la Cueva.

—¿Siguen confiando en él después de que haya traído eso? Vamos, no p... —la voz de Leon se va perdiendo conforme me alejo.

Llego a mi choza y me siento en el suelo rocoso. Rihouel y Eder están por fuera, organizando todo lo que trajimos de la superficie, por lo que decido encender la pantalla.

Coloque su pulgar derecho en la pantalla para reconocimiento dactilar

Excelente, tiene contraseña. Coloco mi pulgar en la pantalla, y me sorprendo cuando esta se desbloquea. Abierto, hay un bloc de notas con un texto escrito.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top