11.
Aquel hombre fue ubicado en la choza donde vivía últimamente Ulio, junto a Josai y otros compañeros. No ha dicho ninguna palabra desde que llegó a la Cueva.
—¿Tampoco te dijo nada a ti? —pregunta Sandra a la chica que había recibido al hombre en el lago.
—Además de pedir ayuda para salir del lago... —Hace cara de rebuscar en su memoria y luego continúa—: No. Nada.
Sandra suspira por la ilusión de poder conseguir información sobre el hombre. Todos aquí estamos igual, preocupados por la identidad del hombre.
El último hombre que vino sin decir nada —aunque estuviera sin conocimiento—, terminó matando a uno de nosotros y murió por eso.
Esa palabra, muerte, me sigue dando escalofríos al escucharla, pensarla o decirla. La muerte es algo tan cercano a nosotros, pero tan lejano en tiempo. ¿Yo mismo no he muerto una vez? La experiencia que tuve, fue lo más cercano a la muerte que pude conocer. Ese vacío infinito, el calor de la estrella, aquella estrella cuyo nombre nunca olvidaré.
¿O acaso la traición de Polaris también fue una muerte para mí? Aquella mujer, a la que me entregué y me hizo sentir emociones que nunca había pensado poseer. Aún recuerdo esas intensa palabras grabadas en la pantalla táctil. Aquellas que me sentenciaron y me llevaron hasta acá. La Cueva me ha acogido como su miembro y me ha liberado de aquella ciudad de fachadas brillantes con oscuras mentiras.
Así es, la muerte es vida y también es el camino a ella. Ambas vidas deben celebrarse y vivirse en armonía. Cada una aporta a lo que somos como persona y nos hace crecer, pero también puede destruirnos, porque es un ente caótico y seductor; y puede volver lo bueno en malo, y la vida en destrucción.
En mi caso, al observar todas las caras con los que comparto a mi lado, observo que la muerte en mí fue dadora de vida, y el destino ha podido mostrar todo lo bueno que tiene este mundo en sus entrañas, aquí, bajo la tierra.
—En todo caso, creo que debemos intentar hacer que hable —sugiere Shaile y el resto asiente levemente.
—Voy por él —dijo Sandra, levantándose de su puesto y colocándose su nueva prenda improvisada, cubriendo levemente sus pechos.
Todos la vemos levantándose, y nos quedamos conformes aquí sentados, en un silencio que parece sepulcral.
Decidida, valiente y preocupada por lograr de este lugar un nuevo mundo, Sandra empieza a avanzar hacia la aglomeración de chozas. Me levanto rápidamente, y de dos zancadas, la alcanzo.
—Voy contigo.
Ella asiente y creo verla haberse sonrojado. Avanzamos con paso lento hasta que escuchamos unas pisadas detrás de nosotros y nos detenemos.
—¡No vayan a dejar toda la diversión para ustedes nada más! —dice Rihouel, que viene trotando para alcanzarnos—. Yo los acompaño.
Rihouel se pone a mi lado y retomamos la corta caminata hacia las chozas. La piedra está fría y empiezo a tiritar, por lo que me acerco un poco más a Sandra, buscando calor humano. Rihouel se pega a mí también, por lo que caminamos pegados, pero no lo suficiente para que se vuelva incómodo. Pasados unos minutos, llegamos al frente de la choza de Ulio y Josai. A simple vista era exactamente igual a las demás, pero su tamaño era un poco mayor y el tejido del techo al parecer también era diferente. Entramos por la una abertura igual a las demás chozas, pero la oscuridad no nos dejaba ver nada del interior.
—Voy por una antorcha —dijo Rihouel—. ¿Me acompañas Marcus?
—Creo que puedes buscarla sola —La verdad no entendía para qué quería compañía a buscar una antorcha. ¿Tendría miedo de que el hombre se vuelva loco igual que el último?
Se voltea bruscamente y desaparece por un recodo. ¿Fue ira lo que vi en sus acciones? ¿O fue miedo? Miro a Sandra y alza los hombros en señal de que desconoce qué le pueda estar pasando a Rihouel por la cabeza.
—¿Cuántos habitantes de la Cueva son necesarios para buscar una antorcha? —dice Sandra.
—¿Cuántos? —respondo intentando contener la risa.
—Dos, Rihouel y... —hace una pausa—, olvídalo, no causa gracia.
Aprieto los labios y la miro con cara de desconcierto. Al final, terminamos riéndonos los dos de su sosa ocurrencia.
—¿De qué me perdí? —dice Rihouel con una antorcha relativamente nueva en su mano al vernos riéndonos en la mitad del pasillo.
—De nada —le responde tajante Sandra—, una estupidez que dije.
Rihouel rodea los ojos y le entrega la antorcha a Sandra de mala gana. Sandra la recibe, pero se queda observando el fuego, intentando evitar observar algo, o a alguien. Entramos a la choza y Sandra coloca la antorcha en el suelo, donde unos troncos tibios reposan de una antorcha antigua. El hombre está sentado contra la pared, con las piernas rezagadas.
Debe tener veinte años, es alto y muy delgado, pero sin llegar a problemas médicos. Tiene el cabello rubio y totalmente listo, sus ojos son azules.
—Bienvenido a la Cueva —Le dice Sandra al joven.
El joven no responde nada, se queda en su posición. Nos miramos entre los tres, con cara de desesperanza.
—¿Cuál es tu nombre? —Le pregunta ahora Rihouel, pero ante el silencio del hombre continúa—: Todos llegamos confusos a la Cueva, pero nuestro nombre nos ayuda a aferrarnos a nosotros mismos en esos momentos de confusión.
Abro los ojos ante tal declaración y Sandra hace una mueca similar. Ante esto solo puedo pensar en el nombre de Shaile, tanto que me persiguió en mi vida. Es cierto que el nombre es algo único, especial que es nuestro y de nadie más, pero Polaris usó el nombre de ella; se ocultó bajo una máscara que ocultaba otra máscara, Polaris fue más Shaile que Polaris para mí, pero aun así el nombre es más que una etiqueta.
—A... Alex —responde lentamente—. Mi nombre es Alex.
Rihouel asiente y sonríe complacida.
—Y bien Alex. ¿Te acuerdas de algo antes de llegar acá?
Nuevamente silencio. Rihouel empieza a mover el pie arrítmicamente como señal de desespero. Observo a Alex y me doy cuenta lo que quiere expresar.
—Tienes miedo, ¿no es así? —el chico voltea a mirarme—. De haber desaparecido de tu cómoda vida y llegar acá con poco más que tu nombre y tus recuerdos.
—Sólo quiero ser feliz —responde—. Magnus prometió que nuestra vida seguiría igual de perfecta, que no habrían cambios —calla y mira sus manos, como si fuera alguien más—. Y justo aparezco acá.
—¿Magnus? —intento concentrarme en el joven, pero el nombre se me hace muy intrigante.
—A-así es —dice mirándome con extrañeza—. El candidato a la Alcaldía de la Capital Mundial.
La sola mención del nombre de la ciudad me genera una emoción que recorre todo mi cuerpo, una sensación de repulsión y nostalgia a la vez. Intento recordar al Alcalde, ¿Humbert era su nombre? Si hay elecciones para Alcaldía, algo le habrá pasado a él. Pero sigo sin saber quién es el tal misterioso hombre.
—Y... Magnus —Sandra y Rihouel sigan atentas a mi discurso con Alex—, ¿se merece ser Alcalde?
—¡Claro! —una chispa de emoción se muestra en su cara—. No hay persona más cualificada para el trabajo como él —se acomoda y cruza las piernas—. Trabajó con los Renovadores, es fiel seguidor de los pilares del régimen y lidera la mayor compañía de la ciudad.
—Esa compañía no es Destino S.A., ¿cierto? —pregunto con miedo en mis palabras. Si el CEO se postuló para la Alcaldía no me imagino que podría lograr.
—¡Sí! ¡El CEO de Destino S.A. será el nuevo Alcalde de la Capital Mundial —recita triunfante.
Logro sentir como el miedo empieza a inundar mi cuerpo como las olas de un océano agitado. Lo que nació como una pequeña mentira para un beneficio personal y creció como un "genocidio" para llegar a esto, ¿a qué se debe?
Ahora que sé su nombre, Magnus, siento más ira hacia él y todo lo que representa. Su empresa es un vivo reflejo de él, una fachada de lujos, brillante y resplandeciente, pero el interior no guarda más que oscuros pasillos, ideas y memorias casi que macabras, pero que tienen el poder de controlar a quien sea. El mismo fue quien hizo atrapar a Hyley y a Lorien por medio de sus vídeos. Ahora que está a solo un suspiro de la Alcaldía, no tendrá bajo su manto a Destino S.A., sino al centro estratégico más importante del mundo.
—Ya veo... —responde Sandra—. ¿Por qué Humbert ya no es Alcalde?
—¿No saben? ¿Qué es este lugar? La noticia ha corrido por cielo, tierra y mar —Parecía que iba a levantarse, pero ante la pregunta de Sandra se resignó.
—Estamos en la Cueva. Ya no es Capital Mundial ni ningún lugar del régimen —Sandra se arregla su cabello y le responde amablemente, pero con un tono de desespero.
—¿Eso significa que no estamos en la Tierra?
—No lo sabemos, pero con seguridad seguimos en la Tierra —respondo al recordar que hemos encontrado ovejas y vacas, pero Alex no las ha visto.
—Pues quiero volver —responde tajante—, si una noticia como el genocidio de Humbert no llegó hasta acá no quiero estar en este... sucio lugar.
—¿A dónde? —Empiezo a sentirme incómodo, parece que lo interrogamos y eso no ayuda a que él se siente mejor. Pero, esa palabra...— Espera, ¿dijiste genocidio?
Sandra y Rihouel parecen haber escuchado la palabra también, porque sus muecas tienen temor en ellas. Yo también temo a lo que esa palabra pueda traer consigo.
—¡25 años de paz para que llegue la persona que nadie se hubiera imaginado y hubiera asesinado a aproximadamente 120 personas! —exclama con un tono de furia— ¡Necesito volver y darle mi voto a Magnus! ¡Dorian no puede ganar, sus ideas son muy radicales!
Alex se levanta y nos observa fijamente. Nadie sabe cómo reaccionar ante sus ideas. ¿El otro hombre habrá reaccionado así por querer volver a la ciudad? Además, su apego hacia el CEO no me da buena espina, siento que algo grave está a punto de suceder en la superficie, y que es posible que pueda afectarnos aquí en la Cueva.
—Mira Alex, todos tuvimos ese sentimiento de nostalgia al llegar acá —Sandra estira sus brazos como intentando aplacar a una fiera—, pero hemos aprendido a convivir entre nosotros y formar de este lugar nuestro nuevo hogar.
—Un hogar sin conexión con la Capital Mundial —empieza a enumerar—. Todos están semidesnudos, ¡incluyéndome! Dudo que haya mucha comida y además supongo que nadie sabe que estamos acá —Está confundido, pero también percibo un poco de ira— ¿¡Cómo el régimen no sabe nada de esto!?
Tras esto, se vuelve a sentar, cayendo rendido y observando fijamente el fuego que empieza a crepitar en los troncos. La decepción emana de todos los poros de su piel, por lo que avanzo hasta dónde está y me siento a su lado.
—Cuando tenía un año de nacido viajé a la Capital Mundial y entré a la Academia —inicié—. Dormía, estudiaba y me alimentaba allí, y así pasé la mayoría de mi vida hasta cumplir los 18, lo cual fue hace muy poco. No conocía más allá de las paredes de la Academia y cuando entré a trabajar —omito el nombre de la empresa por precaución. El chico me observa, pero parece reacio a escuchar—, me sentía desubicado al inicio. C-conocí a personas, y alguien en especial, que me ayudaron a salir adelante en todo ese caos y cambios drásticos.
Una lágrima empezó a rodar por mi mejilla y aterrizó en el duro suelo de la choza. Recordar mi vida fuera de acá, aún sigue siendo muy duro.
»Mi vida dio vuelcos impresionantes en los últimos días antes de llegar acá, conocí y perdí muchas personas a mí alrededor. El destino quiso que llegara aquí y conocí a personas como Sandra y Rihouel —las señalo—, me apoyaron junto con el resto de habitantes de la Cueva y poco a poco comencé a reconstruir mi vida en este nuevo lugar.
No sé cómo reaccionará ante esto. Logré expresar lo que siento y agradecer implícitamente a quienes me han apoyado. Siento, sin embargo, que no cambiará en lo que piensa, que seguirá deseando volver a la superficie.
—Ni siquiera me he graduado de mi instituto —expresa—, no conozco la vida. Ya tenía la edad para votar y pienso que Magnus hará de la Capital Mundial un lugar donde pueda salir y crecer profesionalmente, atendiendo a los deseos de los Renovadores, pero... Nunca conocí la vida en realidad —Nos mira, como si fuéramos la meta de sus deseos, pero que no puede alcanzar—, y ahora aparezco aquí, ¿cómo puedo no tener miedo? Deseo volver a la Capital Mundial, donde no sentía miedo de lo desconocido, porque sabía para donde iba y qué probablemente sería de mi vida.
Una palabra resuena en lo profundo de mi mente, una que ha girado durante toda mi vida y me ha volteado y transformado. "Destino".
Cada persona tuvo el deseo de observar su vídeo alguna vez en su recóndita infancia, quizá cuando oyeron hablar por primera vez de la empresa, como fue mi caso, o cuando en una casual pregunta les abrían la mente a la posibilidad de ver el vídeo de la persona. La mayoría lo abandonaba y se sumía en las delicias y placeres de su presente, en la comodidad que le ofrecía la Capital y los servicios que esta tenía para cada ciudadano. Igual que en Centrea, igual que en todos lados del régimen.
Pero, es posible que el deseo permanezca oculto, palpitante en el interior de la persona; atento a salir ante el menor descuido y la más pequeña brecha del presente. Yo mismo logré disfrutar de los placeres del presente y olvidar por un momento el destino y los vídeos. Sumirme en el Centro Comercial y observar apaciblemente el río Profectus, al lado de alguien. La paz reinó en mí y por un momento, me sumí en uno de los pilares del régimen. Me sentí en calma.
Ahora estoy en la Cueva, mi vida dio un vuelco impresionante nuevamente y añoro volver a la Capital Mundial. Aún recuerdo el intenso deseo de volver y cruzar a la bifurcación de la izquierda, y cuando observé esa puerta de metal, un rayo de ilusa esperanza cruzó por mí de volver a mi vida antigua; de tener la posibilidad de olvidar todo y vivir en una inmutable vida.
Luego, cuando aparecieron estos extraños números tatuados en mi pierna, solo pude pensar que algo así provendría de la superficie, y pensé que alguien me devolvió un poco de la Capital que tanto añoraba.
—Puedes construir tu vida con nosotros. Moldearla como quieras, tener las ideas que desees —expresa Rihouel, con una alegría un poco desmedida—. Igual que Marcus, construí mi vida aquí, tengo a un pequeño niño que me recordará la madre que nunca sería. ¡Soy técnicamente una madre! Eso es algo que no podría ser en la superficie. ¿No tienes tú algún deseo?
Me levanto y me coloco nuevamente al lado de Sandra. El chico parece sumirse en su propia mente, escarbado y debatiendo consigo mismo sus descubrimientos. Observa nuevamente el fuego, y luego con su mirada atraviesa el techo y las paredes de la choza.
—No quiero. No quiero. Solo que, no puedo olvidar toda mi vida en la Capital Mundial.
—No te estamos invitando a olvidar, te estamos invitando a construir —Sandra le extiende una mano sobre el fuego a Alex. El la agarra y se levanta.
—Está bien.
Salimos y Ulio está parado a un lado del orificio que es la puerta. Le estrecha la mano a Alex y lo lleva al muro para marcar su nombre. Se siente bien, y creo que yo me siento igual.
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