1.

Bueno, tu novia, nos ha ayudado a perfeccionar el Autónomo e Inteligente Sistema de Correctos Entes, o A.I.S.C.E., como lo llamamos, es el sistema que encuentra esas personas que viven su vida sin restricciones, que tienen sus vídeos vacíos y son necesarios erradicarlos, ¿no has visto que ha crecido la cantidad de desaparecidos? Bueno, agradécele a Polaris... qué digo, a Shaile.


Despierto sudando, mi respiración está acelerada y siento que voy a desmayarme. ¿Otra vez con ese sueño? El recuerdo de cuando Shaile se mostró como partidaria de la empresa. ¿Cómo pude amarla? Pensar que era una chica agradable, que juntos derrotaríamos a la empresa. ¿Qué salió mal?

Miro a mi alrededor, estoy en una habitación rocosa, me pusieron a dormir acá. Hay una antorcha encajada en la pared, dormí sobre el suelo de piedra, pero la antorcha me calentó mientras dormía. Acá no sabemos si es de noche o de día, por lo que tenemos la libertad de dormir cuando queramos.

Sandra y el hombre que me salvó, Ulio, me llevaron por un pasillo al lado de la pared con las marcas. Me dejaron que descansara acá y cada rato venía Sandra y me traía un poco de comida. La mayoría eran legumbres y granos, pero sentía que eso me reconfortaba.

Ulio me dijo que era mejor que me quedara un tiempo acá, que no saliera a la Cueva.

—De todos modos si quieres salir, hazlo —me dijo cuando me dejó acá—, tienes la libertad de hacerlo.

Decidí quedarme, por eso viene Sandra a llevarme la comida. No he hablado mucho con ella, ella también es nueva en la Cueva, por lo que no conoce mucho de las dinámicas acá.

—No conozco dónde queda la salida —me dijo—, me la paso en los huertos.

La comida crece rápido. Hemos aprovechado que la mayoría de plantas comestibles están modificadas genéticamente, por lo que la comida por ahora no ha escaseado.

He salido solo un par de veces a la Cueva. Sandra me guiaba a un sitio donde había un riachuelo que salía de la pared y desaparecía al otro extremo de la Cueva, muy cerca de donde estaba el conjunto de chozas, ahí la gente hacía sus necesidades y el río se las llevaba. Me recomendó hacerlo en el extremo dónde terminaba el río, ya que la gente bebía y sacaba el agua del río.

—No tenemos problema con la contaminación, el agua está limpia y las deposiciones se las lleva el río y nunca vuelven.

Mi habitación dicen que es temporal, ya que hay gente que la necesita más. Me han dejado acá por un tiempo, pero cuando quiera, me moverán a alguna choza.

Me levanto y empiezo a dar vueltas en círculos. No logro pensar la razón de por qué la gente llega acá. Sólo recuerdo que A.I.S.C.E. me borró y aparecí acá.

Claro, después de tan extraño suceso.

No logro olvidar la estrella, y la infinita oscuridad que la envolvía.

Sandra llegó a mi habitación. Cargaba una antorcha en la mano derecha. Ya me acostumbré a verla semidesnuda, pero me causa un poco de rechazo verla así.

—Hola Marcus, ¿ya despertaste?

—Sí —le respondo mientras me rasco la cabeza—, creo que estoy listo para conocer a los demás.

—Claro, serán muy amables, conmigo lo han sido y no dudo que lo serán contigo —Parecía dando una charla psicológica.

Salimos de la habitación y caminamos por el mismo pasillo rocoso por el cual he venido varias veces. Salimos a la Cueva y giramos a la derecha; cruzamos en frente de la pared de las marcas y del túnel que lleva al misterioso lago.

—El primer lugar que quiero mostrarte son los huertos, desde que llegué acá han sido mi lugar favorito y me encanta trabajar en ellos.

Avanzamos siempre cerca al borde de la cueva, no veo muchas fogatas encendidas, pero a lo lejos veo las chozas con varias, al parecer con mucha gente reunida. Seguimos caminando y llegamos a un punto donde empezó a haber tierra en el suelo. Mis pies se enterraban en la tierra un poco y se sentía reconfortante, sentía un poco de cosquillas. Cada metro había una antorcha y logré ver los cultivos.

Altos tallos crecían lentamente desde la tierra, la mayoría tenían un color verde claro, pero otras tenían un tallo color dorado tenue. Había en un punto una planta que crecía agarrada a un palo y que de sus tallos y ramas, unas pequeñas bolas verdes crecían.

—Todas las semillas las conseguimos hace una semana, dentro de poco podremos cortar esos tomates y alimentarnos. Lo que has comido han sido legumbres remojadas en agua y calentadas. Son las de allá —señala unos arbustos bajos, llenos de vainas—, dicen que en la próxima salida al Exterior traerán más especies.

Una chica de unos 17 años está caminando entre los surcos observando las plantas y pasando las hojas entres sus manos. También lleva un taparrabos, pero su pecho está cubierto por dos hojas grandes unidas por una cuerda.

—Ven, es hora de presentarte —Sandra se ve emocionada—, vamos.

Empezamos a caminar hacia la chica, su pelo castaño cae ondulado por su espalda y los hombros, sus ojos son negros y su piel es blanca, aunque a la luz de las antorchas se ve un poco morena.

—H-Hola —saludo a la chica intentando mostrarme cortés.

La chica me analiza y me sonríe, sus ojos brillan ante el fuego.

—¡Hola! ¿Cómo te llamas? —lo dice con su voz cantarina, vuelve a sonreír.

—Marcus —le respondo tímidamente.

—Hola Marcus —me responde—, así que eres el nuevo. Espero que te agrade y te acostumbres.

—Muchas gracias —le respondo. Sandra me jala el brazo instándome a seguir—, un gusto conocerte.

—Igualmente Marcus —su sonrisa irradia emoción y confianza.

Salimos del huerto con Sandra y empezamos a caminar hacia las chozas.

—Vamos, quiero que conozcas a todos los habitantes.

—Me agradó esa chica Sandra. Por cierto, ¿cuál era su nombre?

—Creo que ni te lo mencionó —se ríe—, Shaile suele ser muy olvidadiza e impulsiva, pero me agrada mucho.

—¿Acaso dijiste Sh-Sh-Shaile? —mi corazón empieza a retumbar y siento que va a explotar, empiezo a temblar y me quedo observando a Sandra, esperando una respuesta.

—S-si —me dice con desconcierto—, ¿algún problema?

La amiga de Polaris... Aquella chica confidente y alegre con la que Polaris había pasado su estancia en el instituto... La había conocido.

—¿Marcus? ¿Estás bien?

Al escuchar ese nombre sentí un escalofrío, recordé a la chica con la que había pasado toda mi estancia fuera de la Academia, aquella chica que me enseñó a cocinar, que apoyé en la presunta misión de desvelar los misterios de la empresa, que me acompañó a hacer las compras, que besé.

La chica que amo o que amé.

Shaile en ese entonces, Polaris ahora. ¿Cómo debería reaccionar? ¿Miedo? ¿Emoción? ¿Debería volver corriendo al huerto y contarle todo a S-S-S-Shaile?

¿Qué debería contarle? El amor que sentí por su amiga, la traición cometida, decir que ella fue mi asesina, el odio mezclado con amor que siento ahora por ella. Que la conocía solo por un diario que había leído, el dolor que su desaparición le había causado, que yo rellené ese dolor.

—N-no, estoy bien —le respondo mientras gotas de sudor recorren mi cuerpo—, Sandra, necesito hablar con Sh-Shaile.

—¿Acabas de conocerla y ya quieres hablar con ella? —Sandra me mira de una manera extraña.

—S-sí, verás, es algo muy complejo.

—Bueno, puedes volver. Yo estaré en donde guardan las ovejas. Mira, es allá —Señala una choza mucho más cercana con una valla de madera—, termina de hablar con ella y luego vuelves.

Le agradezco y empiezo a correr hacia el huerto, la tierra empieza a aparecer bajos mis pies desnudos y después de poco llego al huerto donde estuve hace muy poco. Empiezo a caminar por él y caigo en cuenta que es mucho más grande, pero la mayoría no tiene plantas sembradas. Avisto a Shaile caminando por las plantas de tomate. Me detengo abruptamente y giro para correr hacia ella. Me ve avanzando y empieza a agitar la mano en el aire, me acerco rápidamente hacia ella y al detenerme casi caigo sobre ella.

—Vaya —me dice cuando logro retomar el aliento—, hola Marcus. Que sorpresa verte de nuevo.

—Shaile... Tú conociste a P-Polaris. ¿Cierto? —le digo intentando recomponerme.

—S-sí —responde con extrañeza—, éramos las mejores amigas en el Instituto. Hasta que... llegué acá. ¿Por qué? ¿La conociste?

—E-eh, sí —¿Debería decirle que además de conocerla, la amé, y pasé mi vida real con ella? Mejor guardármelo—, trabajé con ella en la empresa.

—¿¡En serio!? —Alarga la última vocal, su carácter infantil, me agrada—, ¿cómo te pareció? A que es muy agradable, ¿no?

Suspira y continúa hablando, quitándome la palabra.

»Ah... Cómo la extraño. Pasábamos buenos ratos. Solíamos andar todo el día caminando por los corredores y charlando de cosas sin sentido. Ella era muy aplicada en las clases. Yo... Bueno, era la chica normal, ya de por sí estar en la Sección B era un privilegio, pero un día hace poco, (aunque no sé exactamente hace cuánto), vimos una chica con pelo azul. Creo que se enamoró de ese color. ¿Se lo pintó así? ¿Te habló de mí?

En sus palabras noto algo de ¿melancolía? Se nota que extraña mucho a Polaris, pero que a la vez no entiende por qué ha llegado acá. ¿Seré el único que no tiene esa inquietud?

—Verás —me detengo antes de continuar—, Shai... Polaris no me habló mucho de ti, es más, nunca te mencionó.

—¿Ah no? —Su cara se transforma y su alegría se desvanece de ella.

—N-no —Me siento incómodo contándole todo esto a ella, pero creo que es lo correcto—, lo leí todo de un diario.

—¿En serio? Yo le hice empezar a escribir ese diario.

—S-sí, lo sé. Ella se sintió muy mal cuando tú... llegaste acá. Le decía a todo el mundo tu nombre como si fuera el suyo. En verdad te apreciaba.

—A veces me cuestiono por qué llegué acá —empieza a caminar entre los surcos y la sigo—, vivía feliz en el Instituto, y estaba a punto de graduarme. ¿Por qué llegué acá?


Tengo deseos de decirle la razón, de explicarle que ambos mundos tienen lo bueno, pero allá, gente buscaba controlarlo todo a costa de la subordinación. La idea de que la gente hubiera crecido pensando que la dominación era buena, que el orden era el modo para convivir y avanzar como especie se implantó tan profundo que era casi imposible quitarla.

Pero no es el momento, debo contarles a todos cuando sea el tiempo indicado, contarles que acá somos libres, que nadie puede ver nuestras vidas en un maldito vídeo y poder manipularlas como quisieran.

Kyle dijo que nunca veían los vídeos de las personas antes de que estas murieran, pero. ¿Y si eso no fuera cierto? No puedo comprobarlo o negarlo, pero sí sé que acá, estemos donde estemos, podremos vivir. No por nada estamos bien ocultos, y han conseguido las cosas que tienen.

—Sh... Shaile, le prometí a Sandra que la acompañaría a las chozas para conocer al resto de habitantes. ¿Vamos?

—Claro —me responde con su sonrisa habitual, aunque esta tiene algo oculto, un sentimiento encontrado.

Avanzamos por los surcos y vuelvo a salir del huerto, mis dedos de los pies empiezan a extrañar la sensación de la tierra, como si eso me aferrara a la estancia fuera de la Cueva. La piedra de la cueva es lisa, pero es fría y no se siente tan bien como la tierra.

Después de unos minutos de caminar en silencio, una brisa atravesó mi cuerpo, no supe de dónde venía. ¿De dónde saldrá el oxígeno necesario para vivir en esta cueva?

Vi acercarse una pequeña choza con un cercado a su costado, empecé a apretar el paso y llegué a donde guardaban los animales, había un par de ovejas y una vaca. Sandra estaba esperándome apoyada en una valla de la cerca, jugando con sus dedos. Al vernos, se recompuso y nos saludó:

—Hola chicos, ¿vamos? —Movió la mano indicando hacia las chozas, incitándonos a avanzar.

Me sentía incómodo al lado de Shaile, me recordaba todo lo que había hecho con ella. Qué digo, con Polaris. A estas alturas sus nombres se mezclan en mi cerebro como un ovillo de lana.

El frío cala mis huesos y recuerdo la brisa que sentí hace poco. Pero ese pensamiento se desvanece rápidamente conforme nos acercamos a las chozas, una fogata ardía frente a las burdas viviendas y una multitud estaba sentada alrededor de ella. Sandra se emocionó y empezó a correr; para ser una mujer madura tenía un alma muy joven.

—Será mejor agarrarle el paso —me dijo Shaile.

Empezamos a trotar suave y al cabo de unos segundos llegamos a la fogata. Todos los rostros me observaban.

—Él es Marcus —dice Sandra a viva voz—. Marcus, todos te damos la bienvenida a la Cueva. Sé libre y vive en felicidad.

Los vítores y gritos llenaron la cueva y las voces retumbaban hasta perderse, el fuego parecía avivarse con la celebración y toda la gente empezó a hablar y cantar entre ellos. Parecían felices, sin importar sobre lo que podría cernirse sobre la Cueva, me pareció algo muy interesante y me uní a la celebración.

—Ven, bebe esto —me dice un hombre de largos cabellos blancos y con unos pocos dientes faltantes. En su mano derecha había una madera hueca con un líquido amarillento.

Lo agarro entre mis manos y lo bebo, la repugnancia llena mi boca y a duras penas logro tragarlo. Tiene un sabor muy inusual

—¿Q-Qué es? —pregunto intentando no mostrar mi repugnancia ante la bebida pero creo que es imposible.

—Una bebida que alguien por accidente se inventó en la cueva. Mejor no te digo de qué está hecha, pero pronto te acostumbrarás a su sabor —Me guiña el ojo.

La celebración continuó durante un tiempo, no solo iba enfocada hacia mi sino a los que habían llegado poco antes que yo. Algunas personas, ya cansadas se dirigían a sus chozas, otras se quedaban alrededor de la fogata, y unas muy pocas se perdían en la inmensidad de la Cueva.

Al cabo de un rato, el fuego iba decreciendo. Estaba sentado sobre una roca, hablando con Sandra sobre cosas sin sentido, cuando una mujer de pechos grandes y edad avanzada llegó corriendo desde la Cueva, estaba jadeando.

—¿Ulio? ¿¡Ulio!? ¿¡Dónde está Ulio!?

—Está en la choza de Rihouel —le respondió otra mujer de pelo rojo ardiente—, ¿qué te sucede Gretel?

—H-ha llegado uno nuevo. Pero este parece muerto.

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