31.
Él seguía paralizado por lo que estaba viendo, y en ese momento una de las sombras avanzó hacia él y mientras lo hacía comenzó a tomar la forma de una persona hasta quedar convertida en una joven y dulce mujer, que pese a no poder hablar, lo observaba con una increíble ternura maternal.
Su abuelo le había explicado que cuando una persona moría, su alma era liberada del cuerpo y si esa persona no tenía un deseo, un arrepentimiento o algo pendiente, su alma desaparecía de este mundo y se iba al más allá, pero si su última voluntad todavía no había sido cumplida, su alma deambularía hasta que pudiera hacerlo o hasta que eventualmente empezara a perder la consciencia y el sentido, y su alma simplemente desaparecía.
En el caso de la persona que tenía delante, su alma había sido cautiva bajo una especie de conjuro en el cuál estuvo adormecida todos esos años para que no tuviera la oportunidad de manifestarse, ni siquiera en sueños, así ni Hyungwon ni nadie podría sospechar la verdad y ella tampoco habría sido capaz de cumplir su último deseo y desaparecer.
Una persona normal como él jamás podría comunicarse con un alma para preguntarle cuál era su última voluntad, sólo un chaman del nivel de Chae Hana o de su abuelo podría hacerlo, sin embargo esta era el alma de su madre, de la persona que lo dio a luz y que, a pesar de sus errores lo amó hasta la muerte, por ende no era difícil adivinar cuál había sido su último deseo: ver a su hijo con vida, que conociera a su familia y que supiera la verdad.
Su madre YangMi sonrió, y al igual que justo antes de quitarse la vida cuando él era tan sólo un bebé, se acercó a él con cuidado y trató de dar un beso en la frente de su joven hijo, que no podía dejar de observarla al saber que esa sería la primera y la única vez que la vería.
Después de eso, ella simplemente lo miró con mucho amor y poco después su alma estuvo lista para desaparecer de la faz del plano terrenal.
Al ver como desaparecía la figura de su madre, Hyungwon rompió en llanto intentando tocarla y recibir un poco más de ese amor maternal que nunca tuvo, pero era tarde. Ella ya se había ido.
—¡Maldito idiota! —le gritó Hana desde la otra punta, con los ojos irritados de llanto. —¡¿qué has hecho?!
En ese momento avanzó hacia él con ira, pero Hyungwon había quedado tan adolorido que simplemente se agachó, sosteniendo su adolorido pecho hasta que cayó de rodillas al suelo, desconsolado.
Lo que la mujer no se esperó, fue que la otra sombra se personificara en el aspecto de un hombre joven y se pusiera delante de Hyungwon, extendiendo la mano hacia ella en señal de que se detuviera, obstruyendo su camino hacia el delgado.
Hana miró el rostro de aquella persona otra vez y se detuvo, recordando lo sucedido poco tiempo atrás. Sin embargo poco podía hacer, porque el talisman que Hyungwon le había puesto era muy poderoso y tenía un efecto duradero, así que no podía atrapar un alma durante el tiempo que el efecto estuviera activo.
Después de un momento de silencio de parte de su acompañante, Hyungwon levantó la mirada y finalmente se fijó en la persona que tenía delante, así que con dolor en su corazón confirmó sus sospechas de que el alma de su expareja también había sido cautiva.
—¿Cariño? —le llamó con la voz temblorosa e inmediatamente él lo miró ante el llamado.
Su rostro era tan joven y hermoso como lo recordaba, como el de una persona llena de vida que no merecía morir.
El alma intentó comunicarse, pero al no poder hacerlo, decidió utilizar lenguaje corporal para tratar de decirle algo, y aquella mano extendida hacia Chae Hana, pasó de tener la mano abierta a señalarla con el dedo como si la acusara. Hyungwon miró la expresión de aquel rostro personificado, y cuando él miraba a la mujer parecía estar muy molesto.
—¿Tú también lo sabías? —preguntó entre sollozos, a lo que él respondió con un asentimiento simple.
No le fue difícil saber el resto de la historia después de esa afirmación. Chae Hana había acabado con él para callarlo, y simplemente hizo parecer que todo había sido un accidente provocado por el mal que Hyungwon atraía. Al parecer, él todavía tenía algo pendiente y no iba a irse tan fácil, pero como Hyungwon no podía preguntar cuál era su deseo, decidió que simplemente procedería a seguir con lo que ya había empezado y se limpió las lágrimas.
Chae Hana vio su actitud con molestia.
—¡Sabes que no puedes deshacerte de tu maldición! —le recordó. —Siempre serás un asesino...
Hyungwon vio el alma de su expareja, todavía frente a él tratando de defenderlo incluso después de la muerte, y se sintió terriblemente mal.
—Sólo quería liberarlos. —dijo sin importancia. —El resto no importa. No vine aquí para alegar una santidad que no tengo, en cambio vine por algo más...
Las palabras dichas en un susurro casi fueron opacadas por el sonido de una daga siendo sacada de su vaina. La pequeña arma tenía un diseño que parecía ser antiguo, y estaba forjada con plata pero la parte filosa parecía haber sido hecha de alguna extraña piedra preciosa.
Una carcajada se escuchó en el lugar.
—Vaya, vaya... Parece que el mocoso vino preparado. —se burló. —¿Se le acabaron los talismanes al viejo o fuiste tú quien propuso la idea de hacerme daño con una daga mágica. —se cruzó de brazos y sonrió con altanería. —Para cuando tú quieras herirme con eso, yo ya te habré matado. —amenazó. —Será mejor que no lo intentes.
La mujer ni siquiera había terminado de hablar, cuando la daga que recién había sido sacada de su envoltorio se fijó en un claro objetivo que hizo acallar a Chae Hana.
Hyungwon estaba apuntando la daga hacia su propio corazón.
—Elimina la runa de la maldición y déjame vivir una vida tranquila... —pidió entre el llanto. —O haré que este problema se acabe de raíz.
La mujer estaba pálida y paralizada en su sitio.
—Hyungwon... —le llamó levantando una mano como si quisiera pedirle que se calmara, pero él no se inmutó.
—Acéptalo. —dijo resignado, entendiendo por qué su abuelo le había dado tal cosa. Estaba claro que después de ver todo lo que había visto, no sería lo suficientemente fuerte para intentar vencer a Chae Hana, sólo le restaba agotar su última oportunidad o rendirse. —Si yo dejo de existir todos tus problemas se acabarían, y esta alma que tanto repudias será destruida. —dijo con dolor refiriéndose a sí mismo. —No tendrás que molestarte en odiarme más, tú también podrías liberarte de un pasado que no te atreviste a borrar.
Hana estaba sin palabras. Se había esperado todo menos eso, y Hyungwon no parecía estar bromeando.
Él nunca se rindió antes ni con las más duras pruebas, jamás pensó en atentar contra su propia vida y en general era una persona con fé y esperanza de que su vida fuera mejor en el futuro aunque no lo admitiera.
Ella nunca lo había visto así antes.
—Hyungwon... —le llamó de nuevo, viendo como la punta de la daga ya estaba empezando a romper la superficie de su piel. —No seas estúpido.
El delgado sonrió levemente con lágrimas en los ojos mientras la miraba.
—Lo siento nana, no pienso dejarte ganar esta vez. —susurró justo antes de empujar la daga con fuerza.
Y en ese momento, la oscuridad se tiñó de rojo.
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