29.

El conocer todos los detalles sobre el pasado había sido un factor clave para la vida de Hyungwon, no sólo porque supo cuál había sido el motivo de la maldición y quien la había puesto, sino porque hasta cierto punto logró entender por qué su padre jamás fue a buscarlo.

Él había cargado con ese odio desde su infancia, pero después de saber que todo el amor de padre que no recibió fue depositado en Wonho, quien ahora estaba a su lado, le hizo sentir que su dolor valió un poco la pena.

Él debía volver a casa y enfrentar todo el problema que por el momento sólo había iniciado, pero antes tenía algo pendiente y por mucho que no se sintiera preparado decidió hacerlo igualmente, caminando por el pasillo hacia la sala de la casa de los padres de Wonho, o más bien de su padre.

Al llegar ahí las piernas le temblaban y tuvo la impresión de que su temperatura corporal bajó un par de grados repentinamente cuando su mirada chocó con la de aquel hombre que estaba en el sofá. Su padre, una versión más adulta y probablemente más sensible de sí mismo.

—Hola... —dijo con torpeza, a lo que su papá respondió de la misma manera para volver a quedar en silencio un par de minutos más. —Así que... Tú eres mi padre biológico. —susurró con dificultad.

El hombre asintió lentamente y suspiró.

—Lo soy. Incluso si no estuve todo este tiempo, por más de dos decadas te he llevado en mente. —dijo con un nudo en la garganta. —Siempre pensé que habías muerto siendo tan sólo un pequeño bebé, pero de cierta forma estoy feliz de saber que no.

El delgado asintió mirando al suelo.

—Ha sido difícil, no te voy a mentir. —se sinceró con los ojos irritados. —Siempre me pregunté qué se sentiría que alguien te consuele cuando lloras, o que alguien te reciba al volver de la escuela. Eso hubiera sido genial.

El hombre inmediatamente buscó sus manos y las apretó con fuerza como si quisiera hacerle entender de esa manera cuan sinceras serían las palabras que diría.

—Hyungwon... Sé que no puedo devolver el tiempo atrás, pero todavía soy tu padre. —dijo con una sonrisa triste. —Quiero que sepas que a partir de ahora y hasta el día en que muera, puedo darte todo el amor y la calidez que necesites.

Hyungwon lo miró por un largo rato y suspiró en silencio.

—Me encantaría, pero... —soltó sus manos con suavidad. —No sé si eso sea tan fácil de hacer, además... Haz criado a un hombre excelente. —dijo con firmeza. —Yo... Siento algo por él. No quiero verlo como un hermano, tampoco quiero verte como un padre. —expresó bajando la mirada. —Siento que sería demasiado difícil tratar de acostumbrarme a algo que nunca tuve antes.

El corazón del hombre se estrujó con dolor al oírlo y volvió a apretar sus manos.

—¿Acaso no me quieres en tu vida? —dijo lleno de angustia. —Porque yo si te quiero en la mía. Hyungwon... No me hagas esto. —susurró a punto de romper en llanto. —Apenas acabo de tenerte de regreso en mi vida, ¿cómo podría dejarte ir tan fácil? Tan sólo de imaginarlo me duele el pecho.

Dicen que los ojos son la puerta del alma, y los ojos del hombre delataban una abismal angustia sincera que no pasó desapercibida para Hyungwon, quien se limitó a sonreír levemente.

—No dije que no te quiero en mi vida. —aclaró. —Es sólo que... No quiero que Wonho se sienta reemplazado por mí. No quiero quitarle ni un pedacito de ese enorme amor de padre que tienes para él. —explicó. —En pocas palabras, no quiero adueñarme del mundo que él conoce. Quiero mantenerlo tal como es, aunque eso signifique que tenga que preferir ser el intruso que se une a la familia después, y no el hijo amado que vuelve.

El hombre admiró a su hijo mientras hablaba, y finalmente sonrió con un poco de tristeza.

—No importa cuánto te parezcas a mí físicamente. —susurró. —Ese enorme corazón sólo pudiste haberlo heredado de tu madre.

Una lágrima recorrió su mejilla ante el recuerdo de su fallecida amiga, y acabó por abrazar el delgado cuerpo de Hyungwon en un cálido abrazo que duró muchísimo tiempo.

Más tarde Hyungwon también visitó al abuelo. Ese encuentro fue un poco más llevadero porque antes de ese suceso eran completos desconocidos a diferencia de su padre del cual supo su existencia desde que era muy pequeño. Además, el abuelo era muy dulce y aunque su magia parecía un poco tétrica, la persona detrás de todo era tan suave como un manojo de algodón.

Lo recibió en casa, le preparó café y galletitas, además le platicó mucho de su madre, le enseñó algunas fotos para que la conociera e incluso derramó un par de lágrimas diciendo cuánto la extrañaba.

—Tu madre y Hana eran muy buenas aprendiendo la magia rúnica. —dijo con nostalgia. —A veces pienso que hubiera sido mejor nunca enseñarles a entrar en este mundo... Ahora ya estoy viejo y cuando muera no tendré un sucesor que continúe ayudando a la gente con mi conocimiento. —se lamentó.

Hyungwon asintió mirando al suelo.

—Abuelo... —le llamó sintiéndose extraño por la poca costumbre. —Me gustaría poder ayudarte con ese tema pero, no creo que yo sea un candidato adecuado para ser tu sucesor... —susurró. —Mi corazón estuvo lleno de odio por mucho tiempo debido a esta maldición, y tan pronto como vi a mi padre quise asesinarlo porque en realidad ese era el deseo de Nana. —suspiró profundamente. —Creo que incluso si llego a liberarme de la maldición, no podré capaz de soltar tanto odio retenido sin dañar a alguien, por eso te agradezco que hayas intervenido y protegido a Wonho desde mucho antes.

El anciano miró al chico y le puso una mano en el hombro.

—No tienes que preocuparte por mí, yo estaré bien. —dijo dando unas palmaditas. —Deberías preocuparte por ti mismo, y por ser libre.

El delgado volvió a asentir.

—Lo sé, pero ¿qué se supone que haga en contra de la aprendiz del mejor chaman del país? —preguntó angustiado. —¿Ir y pedirle de por favor que elimine la maldición? Eso es ridículo.

—Lo he pensado y creo que la única forma que tengo de ayudarte es dándote algo útil. —explicó.

El anciano se levantó de su lugar, y se dirigió a una habitación de la cual volvió con una pequeña caja que contenía varios símbolos rúnicos en ella, pero en cuanto la extendió hacia Hyungwon y él la tomó, los símbolos se volvieron transparentes hasta básicamente desaparecer frente a sus ojos.

—¿Qué es esto? —preguntó Hyungwon sin ánimos de abrir la caja por temor a lo que hubiera dentro.

—No puedo ir y ayudarte personalmente porque ella sentiría mi presencia mucho antes de llegar, así que sólo puedo darte estas cosas. —dijo abriendo la caja. —Tú sabrás cómo usarlas.

Hyungwon miró lentamente hacia abajo, y cuando miró el contenido de la caja, levantó la vista totalmente asustado, casi exigiendo una respuesta.

¿Acaso él quería que...?

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