26.
El viaje en avión era muy corto en comparación al viaje por carretera, pero aún con tan poco tiempo de vuelo, Hyungwon no pudo evitar sentirse mal, sobre todo cuando estaban a punto de aterrizar.
—¿Todavía te sientes mal? —preguntó Wonho tocando su hombro.
El delgado volteó hacia atrás y asintió levemente, y es que debido a lo repentino que fue el vuelo, no habían podido conseguir asientos cercanos y acabaron yendo en distintas filas lo cual no fue muy agradable para Hyungwon, quien se sentía increíblemente agobiado al estar en medio de un montón de personas desconocidas.
Afortunadamente el vuelo aterrizó sin problemas y el desembarque fue rápido, por lo que en unos minutos ya se encontraban yendo a la salida del aeropuerto.
—Chae... —le llamó Wonho al ver que a pesar de que ya estaban juntos y en tierra firme, Hyungwon seguía agarrándose el pecho y caminando de forma tambaleante. —Lo siento, no recordaba que le tenías fobia a las alturas... —soltó un pesado suspiro. —De haberlo recordado a tiempo, yo habría...
Hyungwon volteó y negó levemente.
—No es por las alturas. —respondió con firmeza. —Algo raro está ocurriendome.
La última frase hizo que Wonho se alertara y se acercó a verificar el estado físico del menor.
—¿Qué ocurre? —preguntó asustado viendo como parecía estar sudando pese a lo fresco del clima. —¿Qué sientes? ¿Quieres que llame a una ambulancia?
Hyungwon volvió a negar.
—Dijiste que tu madre nos iba a recoger, ¿verdad? —Wonho asintió en respuesta. —Sólo dale la dirección del chamán y que nos lleve directo a ese lugar. —dijo entre jadeos. —El equipaje y lo demás puede esperar...
El mayor obedeció a las palabras de Hyungwon y en unos minutos, su madre estaba ahí para recogerlos.
No hubo mucha plática de por medio. Después de un corto saludo, Wonho le ordenó a Hyungwon que subiera al auto mientras él se encargaba del equipaje, y después de hacerlo ingresó a la parte trasera junto con Hyungwon.
—¿Qué ocurre? —preguntó la mujer viendo a través del retrovisor que el delgado estaba visiblemente fuera de sí. —¿Te sientes mal? ¿Quieres que te lleve al hospital?
Wonho se apresuró a responder en su nombre.
—Sólo llevanos a la dirección que te envié. —dijo en tono suplicante.
La mujer asintió colocando la dirección en el GPS de su auto y al fijarse mejor en el destino, abrió los ojos con sorpresa, pero no dijo nada.
—¿Estás seguro que está bien? —cuestionó de nuevo, esta vez dirigiéndose directamente a su hijo.
El mayor se sintió un poco molesto por la insistencia de su madre, ya que no estaban en condiciones de dar explicaciones y lo que menos necesitaban era más presión de la que tenían.
—Está bien. —respondió fríamente, abrazando al delgado entre sus brazos. —Yo estoy con él, así que va a estar bien.
De cierta forma aquellas palabras sonaban solo como una vaga esperanza provocada por el corazón de un hombre enamorado, pero la mujer no se esperó que tan pronto como lo abrazara y soltara aquellas palabras, los temblores y jadeos desaparecieron del cuerpo de Hyungwon casi automáticamente.
Ella no cuestionó nada más.
Cuando llegaron, ambos chicos se bajaron del auto con prisas y antes de que la mujer pudiera seguirlos ya habían ingresado a un complejo espacio que parecía ser la entrada del lugar, pero cuando los alcanzó se sorprendió de ver lo que había dentro.
—¿HwanJeong? —cuestionó al encontrarse a su esposo en ese lugar.
Wonho quien también parecía desconcertado por el hecho no pudo evitar susurrar un leve "¿papá?" entre dientes.
Sin embargo no hubo reacción a ningún llamado porque tan pronto como sus ojos se conectaron con los del delgado, no habían vuelto a separarse.
—¿Qué ocurre? —preguntó Wonho sacudiendo levemente a Hyungwon, pero el menor no respondió sino que en cambio empezó a caminar en dirección a su padre con toda el aura sombría de algún cazador dispuesto a matar a su presa. —¡Hyungwon! —le gritó al ver que el delgado recogió una extraña pieza como arma, pero cuando él intentó quitársela fue como si un extraño poder invisible lo hubiera repelido con fuerza. —¡Hyungwon! —le gritó una vez más. —¡Papá! —volvió a gritar con la esperanza de que el hombre reaccionara y se apartara, pero era en vano.
—¡HwanJeong! —gritó la mujer en medio del pánico.
Cuando de repente, una sombra apareció entre ambos y tomó forma de un anciano que se apresuró a dibujar con sus dedos en el aire un dibujo con una extraña forma.
—¡Runa de almas conectadas en el mar de los recuerdos! —dijo con voz firme y tan pronto como lo dijo, el dibujo se dispersó con fuerza en el aire, lanzando a ambos hombres al suelo.
Wonho y su madre acudieron a socorrerlos pero inmediatamente después, una espesa niebla brillosa comenzó a brotar de ambos y entre el denso humo empezaron a mostrarse imágenes como si de una película se tratase.
Los recuerdos de ambos comenzaron a verse vividamente frente a los presentes, pero todo era al azar, parecía que no había un sólo recuerdo en orden. Wonho pudo verse a sí mismo desde la perspectiva de Hyungwon y desde la perspectiva de su padre, y habían tantos momentos presentes que era difícil seguir el ritmo de cada uno.
No fue hasta que apareció el rostro borroso de una mujer en los recuerdos de Hyungwon y el rostro más claro de la misma mujer en los recuerdos de su padre que aquel tempestuoso mar de recuerdos pareció ponerse en pausa.
El anciano caminó despacio en medio de ambos hombres inconscientes, y apreció en el recuerdo de ambos el rostro de aquella mujer que parecía ser muy joven y risueña.
—Mi YangYang... —susurró el anciano con una profunda tristeza. —No hay duda alguna que este chico es quien creo que es. —se dio la vuelta y miró hacia la madre de Wonho. —Eunji, lamento que tengas que pasar por estos problemas otra vez... —susurró. —Voy a solucionarlo, lo prometo.
Wonho miró a su madre y frunció el ceño.
—¿Otra vez? —cuestionó hacia ella. —¿De qué hablan?
El anciano miró al otro chico y suspiró.
—Eras muy pequeño en aquel entonces. —dijo con voz melancólica. —Pero sabía que no había tomado una mala decisión, después de todo fuiste tú quien ayudó a traer a mi nieto de regreso.
La boca de Wonho se abrió con sorpresa y cuando miró a su madre en busca de que corroborara la información recibida, la mujer sólo agachó la mirada.
—¿N-nieto? —cuestionó sin poder creérselo.
El hombre lo miró, y aunque Wonho no soltó una palabra más, su rostro delataba el pensamiento que estaba predominando en su mente.
Si es tu nieto, ¿por que no lo
defendiste de la maldición?
¿O acaso fuiste tú quien la puso?
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