19.

El mayor se quedó anonadado en su sitio debido a lo que acababa de ver. Es decir, estando en un cementerio mientras caía la noche, ver que pasaran cosas raras era lo que menos quería. Pero de cierta forma, aquello no le dio miedo pese a tener que ver con Hyungwon. Al contrario, le daba tristeza.

— Chae... —volvió a llamarlo, pero esta vez acariciando su cabello— Por favor dime qué ocurre, prometo que puedes confiar en mí...

El menor negó sin mirarlo.

— No quiero... —susurró con la voz temblorosa.

El pecho de Wonho dolió.

— ¿Por qué no quieres? —cuestionó con cautela— Realmente puedes confiar en mí. ¿No soy digno de tu confianza?

El silencio reinó en el lugar después de aquella pregunta. Dentro de la mente del menor había una confusión enorme. Su deseo y su racionalidad estaban peleando con todo lo que tenían.

Estaba ebrio, pero tenía claro que no quería estar solo. No quería decir la verdad, tampoco quería que Wonho se fuera pero, si la decía probablemente pensaría que estaba loco y lo dejaría, y si no la decía también se alejaría por pensar en que no era tomado en cuenta, así que no sabía qué hacer.

La única opción que le quedaba era tirar la precaución al aire y esperar que el destino no fuera tan cruel como para volver a dejarlo solo, otra vez.

Miró a Wonho y los efectos del alcohol eran cada vez más notorios, por lo que simplemente suspiró y lloró sin poder dar explicaciones por un largo rato, al menos hasta que soltó unas palabras dolorosas pero contundentes que parecían querer rasgar su garganta en su camino a la libertad.

Estoy maldito... —buscó los brazos del mayor y se acurrucó en su pecho— Soy un monstruo, aléjate de mí o morirás también.

Claramente aquellas palabras fantasiosas no resolvieron las dudas de Wonho en lo absoluto. Aunque, no se burló de él ni nada, sólo quería una explicación más detallada de por qué no se le permitía amar a alguien tan hermoso.

— No digas tonterías... —le regañó acariciando su cabello— ¿Quién va a morir por tu culpa? ¿No ves lo feliz que soy con sólo el hecho de que me permitas estar a tu lado? —sonrió dulcemente—  Y si por casualidad algo me ocurriera, tampoco podría ser culpa tuya.

Hyungwon negó con la cabeza una y otra vez. Quería que Wonho lo entendiera, pero al final... ¿Cómo podría explicar semejante tontería sin que pensara que era un ebrio idiota que se imaginaba cosas?

— No lo entiendes... —murmuró con dificultad— Realmente no lo entiendes... —el agarre de sus manos se intensificó en la ropa de Wonho y lo miró— ¿Crees que estoy loco? —se rió suavemente— Es así, ¿verdad?

— No es así. —afirmó— Tú crees que puedes saber lo que pienso, pero en realidad no lo sabes. Lo que yo veo delante de mí no es loco en absoluto... —susurró acariciando su mejilla— Sólo puedo ver a un chico muy herido escondiéndose en una gruesa capa de indiferencia que logré atraversar. —suspiró— Lamento si mi cercanía ha creado caos en tu vida, pero... Realmente no quiero alejarme. —los ojos hinchados de Hyungwon se abrieron con sorpresa, mirando fijamente en dirección a aquella persona que poseía la belleza de un ángel— Chae Hyungwon, quiero quedarme incluso si tienes incrustada en tu cabeza la idea de que estás maldito y podrías hacerme daño. Estaré bien, lo juro.

El delgado no sabía realmente cómo reaccionar. Esa era situación buena y mala en partes iguales.

Era buena porque su corazón estaba palpitando frenético en su pecho, le gustaba la sensación de sentirse amado. De alguna manera se sentía feliz de tener claros los sentimientos que Wonho tenía hacia él, pero el problema es que los sentimientos eran mutuos, entonces el dilema se repetía como un deja vú.

Estaba confundido al extremo.

— Esto... —se aclaró la garganta intentando darle más fuerza y seguridad a su voz que se vio igual de afectada que su corazón por las recientes palabras de su vecino— Por favor, piensa un poco más antes de decir las cosas... Yo... —cerró los ojos fuertemente debido a un mareo repentino causado por su ebriedad— Yo creo que... Deberías volver a casa.

Las manos que habían estado sujetando la ropa de Wonho con fuerza, se soltaron temblorosas y frías, como si esperaran que al soltarse, podrían aferrarse de algo o alguien para tener seguridad nuevamente, pero no había nada que pudiera otorgarle el mismo sentimiento.

Wonho observó la acción en silencio, y sin esperar el permiso o consentimiento de Hyungwon, tomó sus manos y las apretó firmemente entre las suyas.

— Me iré contigo. —suspiró— Y no me digas que piense las cosas antes de hablar. Ya lo pensé por mucho tiempo.

— No quiero que te quedes. —respondió inmediatamente, asustado de que algo pudiera ocurrir.

Un cementerio no era precisamente un lugar seguro y menos por la noche. En realidad ningún lugar era seguro cuando se trataba de hacerle daño a alguien a través de su maldición, pero ahora que tenía más claros sus sentimientos, preferiría que Wonho estuviera en casa y lejos de peligros externos que podrían sobrevenirle estado fuera.

Sin embargo Wonho no pensaba igual.

— No me mientas. —apretó sus manos y lo miró a los ojos— No hace falta tu indiferencia conmigo.

El menor tragó con dificultad al ver que la que antes era su solución rápida ya no funcionaba en lo absoluto y se agobió dejando que las lágrimas volvieran a fluir.

— Wonho, por favor... —pidió casi en tono de una lastimera súplica.

Al escucharlo, Wonho supo que la maldición que Hyungwon decía tener quizá lo atormentaba a ese punto. Se notaba en sus ojitos la vulnerabilidad y el miedo que tenía.

Claramente él se enfrentaba a peligros a diario, pero nunca le importó nada que tuviera que ver con sí mismo. Al contrario, el miedo reflejado en su rostro se trataba del bienestar de otra persona.

¿Qué tan profundo debe ser el corazón de alguien para condenarse a sí mismo a vivir en la soledad con tal de no herir a los demás?

¿Cuántas veces le habrá dolido algo pero no tenía a nadie quien pudiera ayudarle?

¿Cuántas veces se habría sentido feliz y no tenía a nadie con quien compartir ese sentimiento?

¿Cuántas veces habrá llorado en silencio sin que nadie lo abrazara?

¿Cuántos años de sufrimiento debió albergar en ese corazoncito suyo?

Habían muchas preguntas rondando en la cabeza de Wonho, pero no dijo ninguna en voz alta y tampoco quería obtener respuestas porque sabía que aunque se imaginara una cantidad, nada sería suficiente para describir el sufrimiento que esa persona atravesó a lo largo de su corta vida, por lo que acabó suspirando.

Volvió a dirigir su mirada hacia la flor marchita que Hyungwon depositó antes, entonces hizo que el delgado tomara otra del ramo que él había llevado, y guiando sus manos unidas lo invitó a colocar la nueva flor junto al resto, pero esta vez, aunque la flor pareció querer marchitarse al inicio, no lo hizo. Quedó colorida como la primera que Wonho había depositado antes.

Viendo la flor intacta, Hyungwon dirigió su mirada hacia Wonho y frunció el ceño.

¿Cómo era posible?

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