14.

La luz del sol bañaba la playa de arena blanca a la que Wonho lo había llevado. No había mucho que decir, el viaje fue silencioso, hacía calor y las miradas extrañas siempre estaban encima de él como de costumbre. Es decir, no era comun ver a un tipo yendo a la playa vestido totalmente de negro, en manga larga y con una mascarilla que sumada al fleco de su cabello, lo hacían ver como alguien realmente extraño y anónimo.

Y ni hablar del detalle de que desde que había llegado a la playa, se había pasado todo el rato debajo de la sombrilla, como si fuera un vampiro moderno temiendole hasta al más mínimo rayo de sol.

Sin importar las miradas de la gente, suspiró debajo de la sombrilla, lanzando una rápida mirada a su alrededor en busca del infantil Wonho que desde que llegó a la playa, contrario a lo que él había hecho, se dedicó a corretear por todos lados con ambos perros, jugar con ellos en la arena y a mojarse como si nunca antes hubiera visitado el mar.

— ¡Chae! —escuchó una voz a la distancia y sus ojos por fin enfocaron al tonto que buscaba, haciéndole señales— ¡Chae, ven! ¡Hay que darnos un chapuzón!

Hyungwon no tenía los ánimos ni el valor para responderle de la misma forma que él le había llamado, así que en cuanto lo vio venir hacia él decidió que se esperaría a que estuviera cerca para darle un rotundo no por respuesta.

Los perros llegaron a Hyungwon antes que Wonho, y al igual que él, estaban animados, correteando a su alrededor como si quisieran decirle que levantara su trasero del suelo de una vez por todas.

— No quiero ir al agua. —comentó cuando Wonho llegó a su lado— El sol, la arena y el agua salada es una muy mala combinación, además... No sé nadar. —mintió para dar una razón de peso a su excusa— Me quedaré aquí.

Wonho asintió mientras acariciaba a los cansados perritos que no tardaron en buscar descanso en el corralito portátil de lulú.

— ¿Piensas quedarte todo el día en esa silla? —preguntó Wonho con diversión— ni siquiera estás tomando el sol... En fin, yo si iré a nadar. —aseguró a los perritos dentro del corralito y se levantó— vuelvo después.

El delgado se tomó sus palabras a la ligera, pero de repente lo vio girar, tomar los bordes de su camiseta y revelar frente a él una extensión de piel tersa como la seda, pero con músculos increíblemente marcados. Por un momento Hyungwon casi se atoró con su limonada, pero en cuanto Wonho empezó a caminar cojeando hacia el mar, en su cabeza se agolparon un montón de pensamientos.

¿Había ido a esa playa a hacerse el tonto o a proteger a Wonho?

¿Qué le garantizaba que si Wonho se sumergía sólo en el agua no acabaría ahogado o herido por algún animal?

Mientras miraba su blanquecina piel casi reluciendo por culpa del reflejo del sol en las gotas de agua que tenía encima, su ansiedad se acrecentó hasta que no pudo soportarlo más.

— ¡Espera! —le gritó, poniéndose de pie cuando las olas ya habían empezado a cubrir los pies de Wonho— solo espera... —el mayor frunció el ceño hacia él, sin entender por qué lo había detenido, pero Hyungwon estaba ansioso sin saber como excusar su comportamiento— pórtense bien, ya volveremos. —les dijo a los perros y caminó hacia Hoseok— es de mala educación que me invites a la playa y me dejes solo, cuando te he dicho que no sé nadar.

Se sentía más que tonto al decir eso, recordando que fue él quien se autoinvitó. Pero Wonho soltó una risita bastante tierna como reacción, en vez de sacarle en cara su reclamo.

— Debiste suponer, querido Chae... —habló en tono divertido— que si venía a la playa nadaría... —enfatizó dando un pequeño toque con su dedo índice en la frente del delgado, recalcando la obviedad— Pero dime, ¿que te gustaría hacer? Hay muchas actividades por hacer en la playa.

La pregunta lo tomó por sorpresa y se maldijo internamente por no haber pensado en eso. Era obvio que si lo detenía, Wonho querría hacer otra cosa.

Pero, ¿qué podía decirle?

— Yo... —miró a su alrededor intentando pensar rápidamente en una excusa, pero su mente y la paciente mirada de Wonho no estaban colaborando— No lo sé...

El mayor asintió lentamente y bajó la mirada, totalmente pensativo hasta que unos segundos más tarde, volvió a levantar la cabeza con sus ojos rebosando de aquel brillo que Hyungwon odiaba.

Ese brillo de felicidad que ante sus ojos era tan lejano como las estrellas. Solo lo podía ver, pero nunca lo podría tocar.

— ¡Ah! ¡Lo sé! —gritó exaltado tomando la mano del delgado y corriendo hacia alguna dirección— ¡Acompáñame!

Hyungwon no tuvo tiempo de decidir, ni de pensar en hacia donde lo estaba llevando. No fue hasta que se vio a sí mismo corriendo por el muelle, que cayó en cuenta de donde estaba.

Wonho por fin detuvo su agitada carrera, riéndose como un loco y tratando de regular su respiración.

— ¿Qué se supone que quieres hacer? —preguntó el menor, con una pizca de molestia— No estarás pensando en...

Su propia respiración irregular lo obligó a detener sus palabras, pero Wonho entendió claramente lo que le quiso decir, o más o menos así fue.

— Oh, vamos... —acarició su hombro como en forma de consuelo— Estarás en una lancha, luego en el paracaídas y tendremos nuestros chalecos, no tendrás que nadar, tampoco exponerte al sol, ni a la arena. —Hyungwon se quedó en silencio tratando de procesar lo que Wonho había dicho— Será divertido...

¿Acaso Wonho le estaba pidiendo que se subiera a una de esas cosas y se elevara a una altura de 150 metros sobre el mar?

— Wonho, yo... —su voz no salía tan solo de imaginar la altura a la que se elevaría— No...

Por más que quería negarse, su voz seguía sin salir. Sin embargo, Wonho no notó la palidez de su rostro al pensar en aquella idea y simplemente creyó que se estaba negando por costumbre, igual que a todo.

— Si no me acompañas a la diversión, nunca te lo perdonaré. —mencionó en tono de fingido enojo, pero lo que preocupó a Hyungwon fue escuchar que si él no iba, Wonho iría solo y eso era peor.

Lo que Wonho no sabía es que él realmente le tenía miedo a las alturas, pero no dijo nada porque ya había mentido mucho por ese día, y si seguía mintiendo, nada de lo que saliera de su boca sería creíble para el mayor.

En silencio, Hyungwon siguió a Wonho, quien se sorprendió al verlo subir a la lancha, pero no quiso decir nada más para que el menor no se arrepintiera de la situación.

La pequeña embarcación partió desde el muelle y mientras se acercaban a la zona donde ocurriría el proceso, una persona se encargó de ponerles el debido equipo de seguridad y de darles una charla respecto a lo que ocurriría, como debían mantenerse y  de lo genial que sería la experiencia. Pero él estaba muy asustado como para poner atención a lo que decían.

Tal vez era porque le costaba mucho expresar sus emociones después de reprimirlas por tanto tiempo, pero a pesar de que su corazón estaba agitado y asustado al extremo, su semblante seguía tan serio y pacífico como siempre, por eso Wonho no notó nada extraño en él.

Cuando llegó el momento, se preparó obedientemente, solo enfocándose en la alegría del rostro de Wonho para no perder la cabeza por el miedo. Entonces el paracaídas se extendió y comenzó a elevarse, llevándoselos en el proceso.

La subida era lenta y constante, pero tortuosa para él. De repente vio que sus pies flotaban sobre un enorme manto azul que se hacía cada vez mas lejano y la sensación de inseguridad se le atoró en la garganta. Pero en ese momento miró a su lado y cuando el paracaídas llegó a su punto más alto, Wonho tenía los ojos cerrados, una sonrisa enorme y el cielo de fondo.

No había dudas al verlo. Él encajaba perfectamente con el entorno, como si fuera un trozo de aquel lienzo llamado cielo. Irradiaba luz propia. Fue entonces cuando el miedo que lo consumía se disipó un poco y le dio espacio a una sensación de tranquilidad indescriptible que hace mucho no sentía.

Pero nada era tan fácil y bonito para él. En el momento en que se aturdió mirando a Wonho, un fuerte viento azotó el paracaídas de la nada y ambos se mecieron bruscamente con él. Pensó que la situación no sería una cosa mayor y estaba tan asustado por sí mismo que no notó que al mayor se le soltó una de las dos cuerdas de seguridad que tenía a los costados.

— ¡Wonho! —gritó asustado, al ver como el peso inestable, estaba haciendo que el paracaídas perdiera altura rápidamente.

El mayor estaba sujeto fuertemente a la cuerda que todavía estaba enganchada, intentando estabilizar el peso, mientras que con la otra mano tomó la cuerda que se soltó y aunque con mucha dificultad, logró ensamblar el seguro nuevamente, recuperando la estabilidad.

— ¡Estoy bien! —le gritó a Hyungwon al ver al delgado con una expresión tan aterrada en el rostro.

Las personas en la lancha notaron la situación a tiempo y los hicieron volver tan pronto como pudieron, sin dejarlos caer abruptamente al agua. Fueron rápidamente sacados del paracaídas y revisados en caso de alguna lesión, prometiendo hacerse responsables de cualquier daño, pero afortunadamente los dos estaban bien, al menos físicamente. Wonho seguía diciendo que todo estaba bien y que incluso repetiría la experiencia en busca de calmar a los pobres hombres, pero Hyungwon estaba muy asustado. Tanto que sentía sus manos temblar incontrolablemente y sus ojos empaparse.

No lo soportó y tirando por la borda su orgullo y dignidad, buscó los brazos de Wonho y rompió en llanto.

Al verlo llorar de esa manera, Wonho correspondió el abrazo y lo envolvió tan fuerte como pudo, sintiéndose culpable de eso, aunque fuera él quien realmente iba a sufrir.

— Chae... —susurró con el corazón estrujado— lo siento. Es mi culpa...

Dicho eso, llevó sus labios al cabello del delgado y dejó ahí un pequeño beso casi imperceptible, que era más para su propio consuelo que para el ajeno.

Por su parte Hyungwon solo quería negar y pedirle que no se disculpara.

No te disculpes.
Perdóname tú a mí, por
quererte y dañarte de
esta forma tan absurda.”

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