12.
Aquella situación alteró a más de uno, y como era de esperarse, la poca gente que había en el lugar corrió hacia ellos pidiendo al cielo en voz alta que no se tratara de una tragedia, y afortunadamente no lo era. Hyungwon no sabía cómo había sido posible el hecho de salvar a Wonho de su maldición, usando su propia maldición, pero su cuerpo entero temblaba por culpa de muchos sentimientos contenidos que tenía al saber que Wonho estaba vivo, y no solo eso, también estaba totalmente ileso pero asustado entre sus brazos.
Cuando los demás llegaron hacia ellos, él estaba llorando desconsoladamente y no lograba identificar por qué. Quiza sólo era porque sentía tanto al mismo tiempo, que no sabía como reaccionar.
Estaba feliz, muy feliz de que Wonho estuviera bien pero a la vez estaba triste de pensar que si aquello fuera una tragedia sería su culpa, y no todo acababa ahí, también los pensamientos de su anterior relación le inundaron el pensamiento haciéndolo sentir culpable en demasía.
Dentro de sí, siempre supo que podía proteger a quien amaba, pero en aquel entonces no fue lo suficientemente valiente para poner la cara cuando el peligro se presentó, y así fue como una joven vida llegó a su fin por su culpa y frente a sus ojos. La vida de la persona que más amaba.
Las personas empezaron a revisarlos a ambos en busca de alguna lesión o herida que necesitara ser tratada, pero no había nada mas que el shock de Wonho y el llanto de su acompañante, que pocos minutos después soltó al mayor, apartó a la gente que quiso preguntar por su estado de salud y salió corriendo despavorido en dirección desconocida, como si quisiera desaparecer del mundo.
Nadie podría entenderlo realmente y nadie lo conocía tanto como para saber a donde iba en esas ocasiones que aunque te apartas voluntariamente, deseas que alguien te busque. Para él ya no había ese alguien, así que corrió con todas sus fuerzas en dirección al único lugar en el que podía llorar y mostrarse tan vulnerable como quisiera, sin miedo a dañar a nadie.
Esa noche lloró sin consuelo durante horas frente a un epitafio, deseando incansablemente la calidez de un abrazo que lo salvara de su propia agonía. Pero como era de esperarse ese abrazo nunca llegó.
Tenía tanto miedo que no sabía cómo afrentar los sentimientos que se manifestaban en él. Realmente quería que su corazón sólo albergara odio, pero no era así. Wonho había ingresado a esa area prohibida de su corazón, con tal consistencia como la de la gota ahuecando la piedra, y aunque en un principio así lo deseó, ya le era imposible evitarlo.
Volvió a casa de madrugada sin siquiera molestarse en mirar en dirección a la casa de su vecino y probable hermano. Sabía que él estaba bien y eso era todo lo que debía interesarle.
Los siguientes dias se las arregló para volver a ser el Hyungwon que todos conocían, sin expresiones, y aparentemente también sin sentimientos. Ni siquiera Wonho fue la excepción.
Decidió no romper su palabra de cuidar de lulú mientras el mayor trabajaba aunque quisiera alejarse de él para siempre, por esa razón recibía a la perrita sin abrir la puerta, porque sabía que si lo veía a la cara con esa expresión que Wonho había tenido los ultimos días, no podría contenerse de volver a mostrarse vulnerable frente a él. Entonces simplemente se restringía a sí mismo y apenas lo miraba a través de las ventanas de su casa cuando él no se daba cuenta.
Pero era lo mismo. Wonho lucía apagado y sabía que era por su culpa. Tal vez si hubiera rechazado la invitación que el mayor le hizo con buenas intenciones o si quizá no se hubiera alterado por lo de la película, nada de eso habría ocurrido.
Supuso que todo se trataría de cuestión de tiempo para que Wonho encontrara a alguien más y se olvidara de él. Al menos eso pensó hasta que escuchó que en uno de esos dias mientras trabajaba y se perdía en sus propios pensamientos de lo que pudo haber sido y no fue, la puerta de atras fue tocada.
Por instinto dirigió su mirada al reloj de la computadora y frunció el ceño al darse cuenta de que era demasiado temprano para que Wonho estuviera de regreso recogiendo a la pequeña lulú.
Se puso de pie en busca del par de peluchitos que correteaban por la casa dia y noche, y cuando los encontró recogió a la pequeña para entregarla a su dueño, pero casi al mismo tiempo la puerta fue tocada nuevamente casi con desesperación.
Frunciendo el ceño se acercó a la puerta con cautela, dudando si debería dejar salir a la pequeña lulú.
— ¿Wonho? —preguntó vagamente esperando una confirmación para dejar salir a la perrita a través de la puerta para mascotas, pero la respuesta parecía no llegar nunca.
Sintiendo un miedo repentino retrocedió dos pasos sin soltar a lulú y dio un rápido vistazo a su alrededor para localizar a su propia mascota y quizá algo con lo que poder defenderse en caso de peligro, pero entonces una voz le devolvió la paz.
— Chae... —le llamó Wonho— soy yo...
Hyungwon suspiró un poco aliviado y molesto por el suspenso innecesario.
— ¿Por qué no contestabas? —cuestionó, y aunque por un momento quizo preguntarle la razón de que estuviera temprano en casa, sintió que no tenía derecho a eso, así que simplemente prosiguió— si ya vienes por lulú...
— ¿Puedes abrir la puerta, por favor...? —pidió Wonho interrumpiendolo.
El delgado se sorprendió por la petición, por eso hizo una breve pausa para procesar antes de contestar:
— ¿Para qué? —de repente sintió temor de que algo le hubiera ocurrido a Wonho— ¿pasó algo?
Se acercó a la puerta, soltó a la perrita y apoyó la frente en ella, cerrando los ojos, pidiendo silenciosamente al cielo estar equivocado.
Ya había hecho y estaba haciendo todo lo posible por alejar su maldición de aquella tranquila persona, no quería volver a pasar por todo lo que conllevaba ese asunto, no otra vez.
— Solo quiero darte algo... —respondió desde el otro lado, regalandole la tranquilidad nuevamente.
Hyungwon se lo pensó un momento, pero después de un largo suspiro se convenció a sí mismo de que podría soportarlo y abrió la puerta lentamente. Mientras la abría, la silueta de Wonho aparecía detrás del trozo de madera, igual de fresco y natural como siempre.
Wonho lo miró fijamente un par de segundos y aunque intentó hablar varias veces, sólo un par de balbuceos salieron de su boca antes de que pudiera formular una palabra real.
— Hyungwon, en realidad yo... —se apresuró a decir— vengo a...
Al entenderlo, Hyungwon supo que quizá no era tan fuerte como pensaba, así que rápidamente intentó cerrar la puerta pero esta fue bloqueada por el cuerpo de Wonho, quien la empujó de nuevo y la volvió a abrir.
Tan pronto como Hyungwon retrocedió al saber que había perdido en esa pequeña batalla de fuerza, Wonho ingresó a su casa, lo tomó de las manos y se puso de rodillas en el suelo, sin darle la oportunidad de irse.
— No lo digas... —le pidió Hyungwon casi al borde de las lágrimas intentando zafarse.
— Necesito hacerlo. —le explicó Wonho— Perdóname. Perdóname por todo lo ocurrido... Yo no debí ser insistente, yo debí tomar tus sentimientos en cuenta.
Hyungwon negaba con la cabeza una y otra vez. Él no toleraba las disculpas. Nadie podría tener la culpa más que él mismo.
¿Por qué podría aceptar las disculpas de Wonho cuando fue él quien casi muere por su maldición?
— Wonho, levántate... —pidió mirando a otro lado como si eso ayudara a retener sus lágrimas— esto es ridículo, no hay nada que perdonar.
— Si, si lo hay. —replicó— al menos debí preguntar, porque... Chae tú me importas. —el corazón de Hyungwon se estrujó en su pecho— Yo... No quiero que pienses que hago las cosas por egoísmo, yo en realidad... Yo quería...
No había necesidad que dijera nada, Hyungwon ya sabía que Wonho solo quería ayudarlo a salir densu rutinaria vida y hacerlo sentir bien. Pero, ¿acaso es eso posible para una persona como él?
No lo soportó más y lloró.
Lloró de cansancio por el deseo profundo de ser feliz y no poder.
Estaba tan débil emocionalmente que a esas alturas ya no le importó que Wonho lo viera vulnerable otra vez. Pero entonces, de sorprendió grandemente cuando en medio de aquel fuego de la desesperación que quemaba en su pecho, unos fuertes brazos lo rodearon con tal suavidad y calidez, que por un momento le pareció irreal.
— Perdón... —susurró el mayor acariciando su espalda— sentí que ambos lo necesitabamos.
Y de repente, aquel fuego que lo consumía, ya no dolía.
¿Qué tan fuertes era ya sus
sentimientos por Wonho?
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