04.
Se quedó de pie observando a las mascotas correr y muy a su pesar decidió hablarle a su perrito.
— Hey, hora de irnos... —le llamó con un tono de desánimo bastante notorio, pero fue ignorado por el pequeño Pomerania que le pertenecía— Hey. Te estoy llamando.
Wonho sonrió a ver los intentos inútiles de Hyungwon por llamar a su mascota.
— Le hablas como si fuera una persona, si usas su nombre va a entenderte... —aconsejó ganándose una mirada molesta de parte de Hyungwon. Claro que quería que su mascota le hiciera caso, pero nunca le decía su nombre y decirle “bebé” frente a un extraño no le parecía la mejor idea del mundo— ¿como se llama?
El delgado lo miró fijamente por varios segundos y suspiró totalmente desinteresado en responder aquella pregunta.
— Dog. —mintió.
Wonho soltó una risita sin poder evitarlo.
— ¿Le pusiste “perro” a tu perro? —continuó riéndose— que original...
Hyungwon rodó los ojos y apartó su mirada de él solo para no seguir viendo aquella sonrisa que parecía iluminar la estancia.
— Da igual. Ese asunto no te interesa. —respondió frívolo, buscando alguna manera de hacer que su vecino dejara de reírse frente a él.
— Sé que dije que no era una persona, pero aún siendo un animal deberías llamarlo por algún nombre... Al fin y al cabo son como nuestra familia. —comentó a lo que Hyungwon simplemente pudo responder con un suspiro. Ese pequeñín no era algo parecido a su familia, literalmente era todo lo que tenía— ¿Te parece si le ponemos un nombre?
Una mirada sorprendida se posó sobre Wonho al escuchar aquella atrevida petición.
— No. —volvió a responder con frialdad.
Pero en ese momento Wonho llamó a los cachorros, ambos llegaron junto a él y comenzaron a jugar con sus manos.
— Pero mira Chae, si es todo un bebé... —comentó haciéndole mimos al pequeño— ¿puedo decirle bebé?
Bebé era en la forma que él le llamaba, nadie más le podía decir así.
— No. —volvió a decir esta vez arrancando al pequeño de los brazos de su vecino.
Wonho lo miró con un poco de tristeza. No importaba cuánto hiciera, su vecino seguía siendo la misma persona frívola de siempre.
— Chae, sé que no tuvimos un buen comienzo... —susurró cuando vio en el delgado la intención de irse— pero lo intento... —suspiró— al menos dime si... ¿has comido algo ya? ¿te gustaría... No sé... almorzar conmigo?
Hyungwon se detuvo y lo miró por un par de segundos. Le dolía en lo profundo de su corazón ver la intención de Wonho y tener que rechazar casi todo lo que dijera. Odiaba que Wonho fuera una persona tan amable, odiaba las personas amables porque nunca podían quedarse en silencio e ignorarlo como si no existiera. Ellos siempre estaban buscando establecer conversaciones, regalarle cosas que tenía que rechazar y en general haciendole más difíciles los días.
Aunque en esa ocasión se vio con más dificultad para despreciar lo que se le ofrecía, no sólo por el hecho de que su vecino fuera alguien tan dulce, sino porque olía delicioso y su estómago rugía de hambre.
Suspiró un poco pensativo y al ver su duda, Wonho sonrió levemente, contento de que el frívolo Chae se estuviera pensando su petición.
— Y... —susurró dubitativo acerca de continuar— ¿Qué hay de comer? —preguntó fingiendo estar desinteresado.
En realidad no le importaba qué era lo que había de comer, solo quería parecer difícil de convencer.
— Te voy a sorprender... —susurró Wonho muy contento y sin que pudiera impedírselo, tomó su muñeca libre para llevarlo casi corriendo dentro de su casa, entonces una vez que estuvieron dentro se detuvo y lo miró— ¡También hay limonada! —comentó con demasiada emoción por una tontería.
En cuanto lo soltó se dirigió directamente a la cocina a servir las comidas, arrancando una leve sonrisa de parte del delgado.
¿Por qué para alguna gente era tan fácil ser feliz?
Al recibir una mirada rápida de parte de Wonho y darse cuenta que estaba sonriendo como un estúpido, arregló su postura y volvió a retomar su semblante serio.
— Debo volver a casa, así que si no te molesta, voy a llevarme la comida... —informó subiendo que no podía pasar mucho tiempo con esa persona.
Wonho pareció no tener problema con eso porque rápidamente la comenzó a preparar en un recipiente de plástico.
— Dame unos segundos... —comentó Wonho— mi ensalada aún no está preparada... Toma asiento en la sala si gustas, pero por favor disculpa el desorden, soy nuevo aquí y aún no acabo de desempacar.
El delgado se quedó en silencio, de pie, pensando en sí sería mejor simplemente irse o esperar, aunque se inclinó más por la segunda opción al ver la sala de la casa casi totalmente arreglada y con un par de bonitas decoraciones sobre la estantería.
Caminó lentamente con los brazos cruzados mientras escuchaba el cuchillo golpear contra la tabla de madera en la cocina, informandole que Wonho seguía ocupado. Entonces su mirada se posó en algo más interesante que simples decoraciones; fotografías.
Su mirada se paseó lentamente por los diferentes cuadros de distintos tamaños que habían. Dentro de los mal colocados cuadros puesto a improvisación de su vecino, se contaba una historia que parecía ser linda si se veía superficialmennte.
El chico que se hacía llamar Wonho parecía haber tenido una vida tranquila, habían fotos de quienes parecían ser sus amigos, fotos de su graduación, algunas de su perro, otras que le hacían dudar si su vecino tenía alguna pareja o no, pero sin duda todas le hacían pintar una suave sonrisa en su rostro, sin que se diera cuenta que estaba arrastrándose inevitablemente a sensaciones que no debería.
Al menos así fue hasta que vio una específico que lo paralizó por completo.
— Me da vergüenza que me veas siendo pequeño, aunque creo que no salgo tan mal... —bromeó Wonho desde la cocina al verlo concentrado en aquella fotografía.
Hubiera sonreído o quizá hubiera respondido con algo muy frío, sin embargo sólo sentía su corazón estar paralizado mientras su mente viajaba a muchos recuerdos del pasado.
— ¿Es... Tu familia? —preguntó con un tono de voz más inseguro del que quiso.
— Sí, son mis padres... —comentó con voz tranquila mientras aún seguía picando algo con el cuchillo, haciéndolo resonar contra la tabla.
El delgado se agarró el pecho sintiendo una fuerza impresionante golpearle el pecho, teniendo sentimientos encontrados al instante. Por un lado podía sentir una molestia enorme, odio y resentimiento, pero por otro lado un inexplicable querer hacia aquel desconocido, sin que pudiera controlar nada. Ambos sentimientos golpeandolo por partes iguales.
Él era despistado en muchas cosas, pero si había cosas que jamás podría olvidar sería a su mascota, a su ex pareja, a Nana, el dolor sufrido durante toda su vida y precisamente aquellas dos caras que estaba viendo en la misma fotografía en la que su dulce vecino estaba. Todo su interior le gritaba que la cara de aquella mujer que sonreía como si tuviera la vida realizada, era la causante de aquella maldición que lo destinaba a ser infeliz durante toda su existencia y la otra cara que reconocía muy bien era la del hombre que...
— Wonho... —susurró con la garganta seca— Tú... ¿Tienes hermanos? —preguntó en medio de su hiperventilación— es decir, sabes si hay alguna persona fuera que...
En ese momento dirigió su mirada hacia la cocina sin darse cuenta que el golpeteo del cuchillo contra la tabla se había detenido segundos atrás. Todo lo que pudo ver fue a Wonho destilando sangre de su mano y su cuerpo desvaneciéndose hasta caer al suelo.
Oh no.
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