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No importa cuanto tiempo pase, hay cosas que duelen y ni siquiera duelen por el mismo motivo que el primer día. A veces lo que duele es querer volver al pasado a cambiar las cosas y no poder, o quizá duele pensar en que las cosas serían diferentes si algunas personas siguieran con nosotros.

Ya no duele la pérdida, duele la impotencia.

En aquella lluviosa tarde de Diciembre, mientras algunos corrían de un lado a otro comprando regalos, otros miraban impacientes el reloj mientras conducían para visitar a sus familias, él estaba ahí, en el sitio menos deseado para cualquiera en esa fecha; en el panteón.

Vestido totalmente de negro con un abrigo largo que le llegaba hasta las rodillas, su cabello siendo mojado por las finas gotas de agua que descendían casi invisibles y un ramo de apenas cinco flores blancas entre sus pálidas manos. De pie frente a una tumba, sollozaba levemente con todo el dolor vivo de aquella impotencia que nos abruma.

El lugar estaba solitario y con justa razón, pero no le importaba. Era así cada año desde que la tragedia había ocurrido y se culpaba día a día por ella. Siempre iba a ese lugar deseando hablar, disculparse, gritar o quizá llorar frente a esa oscura tumba, pero no hacía nada más que sollozar con un nudo en la garganta hasta que finalmente oscurecía y dejaba las rosas en el pequeño florero que estaba al lado derecho de la lápida.

Era igual, hasta ese día en el que una voz rompió su silencio con una frase que nunca queremos escuchar.

— Te lo dije... —susurró la voz de una anciana obligandolo a voltear— te dije que ocurriría.

Un poco sorprendido y con los ojos cristalizados, el delgado miró hacia la anciana.

— Nana... —susurró incrédulo, sin embargo todos los recuerdos vinieron a su mente de golpe y el nudo en su garganta acabó por fortalecerse— Nana... —el delgado muchacho sintió su cuerpo desfallecer ante sus recuerdos y cayó de rodillas frente a la tumba llorando desconsoladamente— ¿por qué me odias? —preguntó con un hilo de voz— ¿por qué...?

En ese momento sintió la mano de la mujer posarse sobre su hombro izquierdo y a pesar de que no la estaba viendo, pudo escuchar claramente un fuerte suspiro.

— ¿Crees que te odio aún cuando yo te crié? —preguntó con la voz ronca— ¿Quieres culparme por la muerte de alguien que te dije que no amaras?

El delgado la miró con una mezcla de tristeza y rencor.

— ¡Pudiste hacer algo! —gritó lanzando las flores contra la tumba y se puso de pie señalando la anciana— ¡Tú, con tus tonterías de tu magia, pudiste haber hecho algo!

Ella lo miró con tristeza y negó.

— Yo hice lo que debía hacer y era advertirte. —afirmó— Pero si quieres culpar a alguien de todo esto, deberías culpar a tu padre y a su esposa. —susurró con molestia— a él por mujeriego y a ella por lanzarte una maldición desde que estabas en el vientre de tu madre. No es mi culpa, Hyungwon. Eres tú.

El delgado la miró con las lágrimas aún recorriendo sus mejillas.

— Sabes que eso no es cierto... —susurró con dolor— no puedo ser yo el problema... —miró a la tumba y volvió a romper en llanto— ¿Qué hice de malo? ¡Yo lo amaba!

La anciana le limpió las lágrimas con sus pulgares y acunó su triste rostro.

— Te lo he dicho desde siempre... —susurró con calma— desde que te recogí pude sentir en ti algo fuerte y aunque intenté limpiarte de mil maneras, aún ahora sigo viendo en tu futuro tristeza, soledad y muerte. —él sollozó bajando la cabeza, abatido por sus palabras— no puedes permitirte amar y lo sabes.

Él negó levemente.

— ¿Cómo se evita amar a alguien? —preguntó con todo su dolor acumulado— dime, porque no lo sé...

Ella suspiró.

— Hyungwon, lamento no poder ayudarte. —susurró con pesar— pero mientras siga viendo lo mismo en tu futuro, no deberías acercarte a nadie a menos que quieras que tenga el mismo destino que él. —señaló la tumba— de ti depende. —dio dos palmaditas en sus mejillas y le sonrió— ahora debo irme.

— Nana... —susurró deteniendo los pasos de la mujer quien ya había emprendido su camino— ¿puedo abrazarte? —preguntó destrozado, sin embargo ella negó— bien, entonces... ¿Cuando te volveré a ver? —susurró con un hilo de voz deseando firmemente un abrazo.

Ella suspiró.

— Cuando pase el tiempo necesario para que no me ames... —susurró con un poco de tristeza— cuídate hijo. Hasta entonces.

Él asintió y se despidió de ella con un ademán, creando en su corazón un sentimiento fuerte de rencor hacia ella para evitar hacerle daño a la mujer que lo había recogido cuando su verdadera madre murió de forma inesperada y que en aquel momento no era consciente de porqué le había ocurrido aquello, pero en esos momentos ya se hacía una idea; A cualquier persona que él llegara a amar, moriría y hasta ese momento no había ninguna excepción.

Y así fue como a partir de ese día,
Chae Hyungwon se convirtió en una
persona que no amaba a nadie.


• ✘•

Buenaaaas aquí les traigo una nueva historia 2won que me moría por publicar, en el prólogo he tratado de explicar un poco el concepto y espero que les guste muchísimo.

Si es así, no se olviden de apoyarme
con su voto y con sus comentarios.

Hasta pronto
🖤

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