El pueblo de Aika

Antes de comenzar quiero aclarar que esta historia no es del todo mía. Está inspirada en el juego Animal Crossing: New Leaf, donde una de sus jugadoras contaba una historia de terror, en su pueblo (lugar donde transcurre el juego).

La historia no se explicaba qué quería contar con exactitud, pues la autora (japonesa por cierto), según me enteré, no quiso contarla desde su perspectiva para que así cada uno tuviera su propio punto de vista.

Lo que verán a continuación es lo que yo pensé que quiso contar, con algunos detalles que yo mismo he añadido, para hacerla más interesante y volviéndola pausible. Los invento básicamente porque no es lo mismo narrar una historia a base de "imágenes" que con palabras.

No hay necesidad de conocer el juego para entender la historia. Por eso os animo a leerla ya mismo.

Si os gusta el terror, os recomiendo leerla de noche.

El pueblo de Aika

Aika era, sin lugar a dudas, una niña encantadora. Era esa típica joven que veías y te sonreía. Ella siempre estaba alegre, era muy positiva, en resumen, un amor de chiquilla.

Aika vivía en un pequeño pueblo donde abundaba la naturaleza. Era muy rústico y vivía por alguna zona costera de Japón, pues en él había una preciosa playa que, aunque pequeña, era digna de visitar. Pero, lo que nos concierne ahora, es que habitaba en una diminuta casa junto a sus padres y un perro muy fiel. Ella era feliz ahí.

La niña amaba a su mamá, la quería con toda su alma. Su mamá era la mejor del mundo, siempre trataba de ser comprensible, cariñosa y la consentía. No de una manera insana, al contrario, era su regalo por ser una hija tan buena.

Pues, aunque no lo parezca, Aika respetaba mucho a sus padres. Por si fuera poco, ella se conformaba con cualquier juguete básico. Tenía peluches de cualquier animal, de todas las formas y tamaños. Y una casita de muñequitas, donde jugaba con ella a todo tipo de cosas. Sobre todo ella tenía una gran colección de muñecas, pero no muñecas normales. Eran de un tamaño muy grande. Su ropa casi única (pues cada muñeca vestía de un color distinto) era muy parecida a la que utiliza Caperucita Roja y apenas se veía su pelo castaño, que era tapado por ese gorro que llevaban.

El caso es, que cuando cumplió seis o siete años, los padres de Aika le compraron una de esas muñecas. En esta ocasión, su traje era de un color rojo. Fue el mejor regalo de cumpleaños que pudo tener, se la llevaba a todas partes. Incluso durante un tiempo dejó de lado a sus otros juguetes.

Pero había algo en ella que no se podía explicar. ¿Qué ocultaba aquella muñeca? ¿Qué misterios escondía? Pues, aunque no lo parecía, no había nada de bueno en ella.

Los jueguetes, en ese mundo, tenían vida propia, algo que los humanos ignoraban. Y así pues, aquella muñeca no era la excepción. Por desgracia, su carácter era diabólico, oscuro y esta vez, fue algo horrible...

La muñeca, al igual que su dueña, Aika, amaba también a la mamá de ésta. ¿Pero quién no podía hacerlo con una mujer tan cariñosa? Aquella mujer trataba de una manera espléndida a los juguetes de la niña. Pero lo que atrajo a la muñeca no fue eso. Fue el comportamiento, la forma de ser de ella. La muñequita también quería una mamá así.

Y Aika era un obstáculo en su objetivo.

Querido lector o lectora que ahora mismo está leyendo esto, está bien amar a alguien. Pero lo que jamás, y cito, jamás debes hacer es obsesionarte con esa persona. «¿Por qué?» te preguntarás. Ahora sabrás el motivo, pues es en esta parte donde las cosas comienzan a ponerse perturbadoras.

La muñeca veía a la madre de Aika en todas partes. En la tele, cuadros, sueños (sí, los juguetes también duermen), en caras ajenas y mucho más. Estaba cegada con que ella fuera su madre. Fue en ese instante, cuando comenzó a caminar sola por la casa de noche, cuando nadie la veía. Solía ir al dormitorio de esa dulce mujer y contemplarla dormir. Por si esto fuera poco, obligaba a los demás juguetes a alejarse de Aika y del resto de miembros de la familia.

Ella los veía como una competencia. Todos tenían miedo, no querían hacer nada. Cada noche los observaba en el cuarto de Aika, antes de alejarse de ahí. ¿He dicho cada noche? Perdón, a cada rato que pasaba. Quietos, inmóviles, incluso algunos terminaron por escapar del hogar u ocultarse en cualquier rincón.

Los padres de Aika veían cómo sus juguetes aparecían en lugares distintos. Que había alguien que los cambiaba de sitio cuando tenía ocasión. Como es evidente, la culparon a ella. Aika dijo que ella no tenía la culpa, siempre había sido una buena niña. ¿Por qué ahora iba a hacer todo eso?

Y comenzó aquello...

Aika sabía que algo extraño pasaba. Los juguetes se movían solos, algunos incluso sentía que temblaban cuando los tocaba. Por si fuera poco, a veces en la noche, cuando fingía estar dormida, podía escuchar pasos lentos. La niña tenía miedo. ¿Cómo iba a explicar todo aquello a sus padres? No podía, tendría muy poca edad, pero era lista y sabía que no la iban a creer.

Así fue como se volvió más distante, más sombría. Su alegría se desvaneció junto sus risas, dejando paso a la tristeza y el miedo. Aún mantenía algo de cordura, pero no era capaz de procesar todo lo que estaba sucediendo.

La gota que colmó el vaso fue cuando un día, las muñecas grandes y con vestidos de Caperucita Roja celebraron una fiesta en el sótano. Fueron todas, incluso la muñeca del vestido rojo. ¡Cierto! Te estarás preguntado qué sentido tenía que ella estuviera ahí. Es muy sencillo, Aika tenía varias muñecas de la misma apariencia y color. ¿Cómo iban a saber ellas quién era la loca que los controlaba a todos? No podían, y eso fue el mayor error que cometieron.

Mientras todas celebraban la fiesta, celebrando el aniversario del día en que Aika compró a la primera de todas (empezando así su colección), olvidaron sospechar unas de otras. Nuestra querida muñeca obsesiva, pensó que el resto podía tener su mismo objetivo. Así que, para evitar que alguna se hiciera con la mamá de Aika, sacó el hacha que robó del papá de la niña y empezó a cortarles a todas las cabezas. En ese mundo los juguetes también mueren, y en este caso, todas lo hicieron.

Cuando los padres de la pequeña vieron todo aquello pensaron que había sido su hija. No podían creer lo que estaban viendo: mesas y sillas desordenadas, muñecas sin cabeza salvo una y un hacha. Ella argumentó que no había sido, pero nunca, jamás, la creyeron.

Y a partir de ahí comenzó su locura. Aika no se encontraba bien mentalmente. Terminó por aislarse, haciendo gestos extraños, creyendo que alguien la observaba. No sabía pronunciar ningún tipo de palabra, tan sólo pronunciaba gestos y palabras ininteligibles. Sus padres la llevaron a psicólogos, pero ninguno era capaz de entender qué era lo que le pasaba a la pobre niña.

Ella escribía y dibujaba en un diario lo que veía en las noches. Sombras misteriosas que había en la oscuridad, muñecos que aparentaban estar enterrados, dibujaba relojes, como si de algún modo supiera que el tiempo restaba y algo estaba a punto de suceder. Pero todo parecía incoherente, como si no comprendiera qué estaba pasando.

Aika sin ninguna clase de cordura, muñecas muertas y tiradas a la basura, el resto de juguetes asustados mientras simulaban que no pasaba nada. Era el momento perfecto para cumplir con lo que siempre había deseado la muñeca. Sí, ningún miembro de la familia sospechaba de ella, ni la propia Aika.

Fue entonces, cuando una noche, mientras todos dormían, cogió la misma hacha que utilizó para matar al resto de muñecas y primero asesinó al perro. Después al padre, el pobre no tuvo tiempo ni de gritar, y por último fue al cuarto de Aika. A ella le esperaba lo peor.

Cuando entró, la niña pudo escuchar lentos y huecos pasos hacia su cama. Entonces un brazo la tocó y se despertó de inmediato. No podía creerlo, la muñeca que le regalaron estaba viva y sostenía un hacha en la mano. Acto seguido recibió un golpe sin esperarlo en la cabeza, dejándola medio inconsciente.

La muñeca comenzó a cortarle con lentitud sus extremidades, empezando a sangrar. Aika quiso gritar, pero no servía de nada. La muñeca le tapó la boca con uno de sus juguetes. Aun así, ¿de qué iba a valer? Apenas podía articular palabra, y encima no es que emitiera sonidos con mucha facilidad. Mientras la pobre se desangraba comprendió en aquel instante que todo lo sucedido fue a causa de aquella perversa muñeca.

Por desgracia ya fue tarde, porque justo apenas se dio cuenta de los hechos... ¡Zas! Ya os podréis imaginar qué sucedió. Sí, Aika fue rebanada como si de un sándwich se tratase.

Los vecinos cuando descubrieron lo sucedido llamaron a la policía, hicieron de todo, pero jamás hallaron a ningún culpable, ni tampoco descubrieron ningún tipo de pruebas. Nadie de ese pintoresco pueblo conoce qué pasó con la madre. Lo único que se sabe es que sigue viva en alguna parte del mundo, siendo ahora la mamá de una diabólica y obsesiva muñeca. ¿Que qué pasó con Aika, su padre y el perrito? Bueno, el padre desapareció sin dejar rastro. Algunos habitantes del pueblo encontraron al pobre animal, enterrado cerca del ayuntamiento.

Pero, sin embargo, testigos dicen que Aika se suicidó. Pues los vecinos encontraron sus zapatos en la orilla del mar, indicando que se tiró al agua y se dejó ahogar en ella. Supusieron que su cuerpo muerto estaría muy lejos del pueblo. Lo que muy pocos conocen, y prefieren callar, es que en aquel pueblo había también una pequeña playa, cuya accesibilidad era casi nula.

Resulta que los escasos que fueron encontraron una tumba, con una lápida improvisada. También les resultaron curiosas aquellas extrañas rosas negras que no crecían en ninguna parte. ¿De dónde habían salido? Y pudieron divisar, además, un par de gominolas que le dejaron junto a la lápida.

Se supone, se dice, o como se quiera llamar, que Aika está ahí enterrada. Pero nadie tiene el valor suficiente como para averiguarlo.

Este es el final de esta historia tan inquietante. Ten cuidado mientras duermes, quién sabe. A lo mejor, sin que tú lo sepas, uno de tus muñecos está planeando tu muerte en secreto.

Y es posible que esta noche la realice... 

Nota: En Japón, cuando alguien se suicida tirándose por un puente, etc. deja sus zapatos en el lugar en que lo hizo.

Nota 2: Es posible que pueda cambiar un poco la historia en algunas partes.

A continuación hablaré un poco sobre la novela en la siguiente parte.

¡Gracias por leer!

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