Capítulo 9: La calma antes de la tormenta
Bueno, qué decir.
Las cosas van bien, supongo.
Falta una semana para mi cumpleaños 18, y estoy un poco emocionado.
Mi noviazgo con Isabel va de maravilla, me esfuerzo por ser el novio ideal y ella parece estar muy feliz.
¿Y Aiden?
Bueno, parece que el imbécil ha decidido tomarse un descanso de hacer enojar a los ciudadanos de Charlestone, y a mí.
El asesino tampoco a matado en ese tiempo.
¿Pero por qué no puedo estar contento? Si todo parece ir a la perfección.
La respuesta a esa pregunta es que el hecho de que todo parezca ir bien, se siente como un augurio de que en cualquier momento pasará algo malo.
La calma antes de la tormenta.
Me dirijo a mi casa después de una cita con Isabel, los dos sonrientes.
Todo va bien, al menos de momento.
Entro a mi casa y me dirijo a mi habitación.
En el camino me topo con la puerta que Aiden encontró y noto que el papel tapiz con el que la cubrimos está ligeramente arrancado.
Entonces así fue como el muy idiota la descubrió.
Bueno, supongo que ahora habrá que cambiar el papel tapiz.
Por un momento siento unas incontrolables ganas de arrancar lo que queda del papel tapiz y entrar en la habitación, pero me detengo.
Con un suspiro, continúo mi camino hacia mi habitación y me meto en ella.
Me lanzo en mi cama y me tomo unos momentos para descansar. Lo que va a pasar mañana me tiene preocupado.
Por otro lado está mi cumpleaños.
18 años.
Adulto a los ojos de la ley.
Y a los ojos de Aiden.
Mi primera conversación con Aiden en su casa me dejó pensando mucho.
Él espera que tenga 18 años para tener sexo conmigo sin ninguna restricción legal.
Y, para ser honestos, yo también quiero eso.
Dios, no he dejado de darle vueltas a esa posibilidad.
Decir que Aiden no me atrae físicamente sería una gran mentira.
Pero Isabel...
Somos novios ahora, no puedo hacerle eso.
En qué mierda tan complicada estoy metido.
Y luego está toda esta calma que se siente como que algo malo sucederá.
Necesito despejar mi mente un poco.
Me levanto de la cama y salgo de mi habitación.
Cuando llego a la sala, mamá y papá están hablando tranquilamente.
Toso un poco llamando su atención—Voy a la cafetería del pueblo, volveré pronto.
Ellos asienten dándome su aprobación.
No me muevo de mi lugar, y ellos lo notan. Me miran como si esperaran que diga o haga algo.
La verdad es que lo que le dije a papá la otra vez es otro asunto que ataca mis pensamientos.
Sí, me disculpé con él, pero salí corriendo como cobarde en lugar de quedarme a ver si me perdonó o no.
—Papá,—él me mira atentamente—lo que te dije la otra vez. Yo no...
—No es necesario que te disculpes, Ethan.
—Es que no puedo evitar sentir que te di un golpe muy bajo.
Él me da una sonrisa tranquilizadora, y no sé si eso me hace sentir mejor o peor.
Dios, cómo me encantaría que me guardaran rencor.
El hecho de que no me odian me hace sentir más culpable por haber arruinado sus vidas.
—¿Nunca me han tenido rencor?—pregunto con la voz un poco temblorosa.
—Eres nuestro hijo, Ethan—esta vez es mi mamá la que habla—, nunca te guardariamos rencor.
Y eso es suficiente para hacer que una lágrima escape de mi ojo izquierdo. Rápidamente la limpio.
—Yo... me tengo que ir, la cafetería cierra temprano.
Y me fui.
Por el camino voy derramando un par de lágrimas que consigo limpiar.
Después de limpiarlas, practico mi mejor sonrisa, esa que la gente automáticamente asocia con seguridad y control.
Reprime el dolor, reprime lo que sientes.
Cuando llego, encuentro a Isabel sentada en una de las mesas.
Nuestras miradas se cruzan y le sonrío. Ella se sorprende al principio, pero luego también me devuelve la sonrisa.
Sin pensarlo mucho, me dirijo a la mesa en la que ella está sentada.
—Hola, Ethan.
—Hola, Isabel.
Ambos nos damos en beso en los labios, un beso un tanto incómodo para mí, pero lo disimulo lo mejor que puedo.
La mentira se volverá realidad si finges lo suficiente.
Esta incomodidad al besar a Isabel es sólo pasajera. Con el tiempo, disfrutaré de besarla como ella disfruta besarme a mí.
Nos separamos y nos miramos sonriendo a los ojos.
—¿Qué haces aquí, Ethan?
—Ya sabes, me puse a pensar demasiado como siempre hago, y pensé que un café me serviría para despejarme.
Ella ríe levemente—Siempre estás preocupado, Ethan. ¿En qué tanto piensas?
Te asustarias si te lo dijera.
Me encojo de hombros—Tonterías sin importancia.
Continuamos hablando distendida mente.
Mi comunicación con Isabel siempre fue muy buena.
Cuando mi familia y yo llegamos a Charlestone, ella fue la primera en tratarnos con amabilidad y no como si tuviéramos lepra.
No tardamos demasiado en hacernos amigos. Es fácil llevarse bien con ella.
Tampoco tardé mucho en darme cuenta de que yo le gustaba. En realidad incluso me pareció gracioso que ella creyera que yo no lo sabía.
—Ethan,—la miro atentamente—hay algo que me gustaría saber.
La miro con curiosidad.
—El día que tú y tu familia llegaron a Charlestone, te noté algo... triste—mierda—y me gustaría saber qué fue lo que te pasó para que estuvieras así.
Okay, no estaba preparado para eso.
El silencio nos envuelve, un silencio incómodo y tenso.
No sé qué responderle. Cuando ella me lo preguntó la primera vez, yo le dije que era complicado, y ella lo dejó así.
Obviamente las cosas son diferentes ahora.
Ella es mi novia y deberíamos tenernos la confianza para contarnos todo.
La razón para mudarnos a Charlestone.
El motivo de mi dolor, la razón por la que necesito tener todo bajo control.
¿Podría contárselo? Ella es una persona confiable, y sé que cuándo muera mi secreto irá a la tumba con ella.
Pero ¿estoy listo para contárselo a ella o a cualquiera?
La respuesta es no.
No estoy listo para decirlo ahora, y nunca lo estaré probablemente.
Pero ella es mi novia, merece saberlo.
—Yo... es complicado, Isabel, lo siento.
Ella suspira.
—No tienes de qué disculparte, me lo contarás cuando estés listo, yo no hago bien presionandote.
—Eres mi novia y tienes que saber todo de mí. Prometo contártelo cuando me sienta listo.
Continuamos hablando hasta que vi que se estaba haciendo tarde y tengo que llegar temprano a casa.
Nos despedimos con otro beso en los labios que, como el anterior, ella disfruta y yo no.
Con el tiempo me gustará.
Voy caminando por las calles de Charlestone y en el camino me encuentro con el rey de Roma, también conocido como Aiden.
¿Cómo es que me lo encuentro siempre? ¿Acaso me sigue?
Él sonríe al verme. Yo mantengo una expresión un poco neutral.
—Ethan, qué alegría verte.
—Lo mismo digo.
No puedo decir que me alegra verlo, pero la verdad es que la presencia de Aiden no me incomoda tanto como antes lo hacía.
Es cierto que él se las arregla para hacerme enojar, pero entre más tiempo paso con él, más cómodo me siento teniéndolo cerca.
Incluso podríamos ser buenos amigos, si no fuera por el hecho de que creo que es un asesino.
Aiden frunce el ceño, y ahí noto que está viendo mi rostro detenidamente.
Aiden sabe que lloré, genial.
—¿Por qué estabas llorando?
No le voy a responder que no estuve llorando, porque es obvio para él que sí estuve llorando.
—Algo de familia, ya pasará.
—Ja, me pregunto qué habrá pasado entre tus padres y tú.
—Todo adolescente tiene problemas con sus padres, es normal.
—Bueno, tomando en cuenta qué tipo de persona eres, dudo que sea algo muy normal. Me da curiosidad saber cómo los lastimaste.
Me acerco a él y lo miro directo a los ojos.
La furia me recorre, pero la contengo.
—¿Cómo te atreves? Tú no vives en mi casa como para saber lo que pasa bajo mi techo, y te puedo asegurar que mis problemas familiares no son asunto tuyo. Ya deja de estar opinando mierdas de las que no tienes ni idea.
Él sonríe.
—Me encanta cuando te molestas, te hace ver más atractivo.
—¿Te parezco atractivo?
—Sobretodo teniendo el cabello desordenado.
Oh, lo había olvidado. Esta mañana no me tomé el tiempo de peinarme como suelo hacerlo.
—Gracias.
—Deberías llevarlo así más seguido.
Me cruzo de brazos—¿Me ves a mí diciéndote qué hacer con tu cabello o tu ropa? Intento fallido de badboy.
Él se ríe a carcajadas, no de forma burlona, sino más bien una carcajada natural.
—Tienes razón, sólo tú tomas esas decisiones. Lo que quise decir es que te ves más guapo así.
Ni siquiera me di cuenta cuando empezamos a caminar y hablar al mismo tiempo.
—Una semana para cumplir 18 años, Ethan. ¿Emocionado?
—Un poco.
—Pronto podré darte la bienvenida al mundo de los mayores de edad.
Ruedo los ojos, qué estúpido.
Cada vez nuestra comunicación es más fluida, pero obviamente no puedo bajar la guardia con él cerca.
—¿Cómo va lo tuyo con Isabel?
—Bien, supongo.
—Ethan—lo miré esperando que hablara—, deberías abandonar esa absurda idea.
—Oye, Aiden, ¿te puedo dar un consejo? Entra en un baño y siéntate en el inodoro, lo que te salga del trasero es lo que me importa tu opinión.
Él se rió, como siempre. Eso al principio me molestaba, pero con el tiempo me acostumbré.
—Ay, Ethan...
Seguimos caminando en un silencio que es cómodo y al mismo tiempo, no.
Cómodo porque ya estoy, de alguna manera, acostumbrado a Aiden.
Incómodo porque es el enemigo, y no debería acostumbrarme a esto.
Igual supongo que aquí hay una oportunidad, si Aiden cree que confío en él será fácil acercarme a él y atraparlo en caso de que sea el asesino.
—¿Sabes una cosa, Ethan?—lo miré—Me dan curiosidad tus ojos, tu padre los tiene azules y tu madre marrones, no es lo normal que los tengas grises.
—Mi abuelo paterno los tenía de ese color, y yo los heredé.
Eso es verdad, un día mi papá me enseñó una foto.
—¿Sacaste los ojos grises de tu abuelo? Cuando lo más probable es que los tuvieras marrones o en su defecto grises.
Me encojo de hombros—La genética no siempre es exacta. Tú por ejemplo, esos ojos con heterocromia, estoy seguro de que ningún miembro de tu familia los tiene.
—Acertaste
—Debo admitir que la heterocromia me da algo de curiosidad, hay varias teorías.
—Una de ellas es que se debe a un problema de audición, aunque las personas que lo padecen viven tranquilamente.
Sonrió con arrogancia.
Genial, ego subido en 3, 2, 1...
—Sea cuál sea el precio de la heterocromia, lo pagaré. Ser tan atractivo no puede ser gratis.
Y rodé los ojos. Este imbécil...
—Oye, Ethan.
—¿Qué?
—Deberíamos intentar ser amigos.
Lo miré extrañado.
—¿Amigos?
—Sí, lo ideal sería ser amantes pero tú no estás dispuesto a serle infiel a tu novia falsa.
Bufé con molestia. Y dale de nuevo con el tema del sexo, este tipo parece un perro en celo.
—Debería ir a mi casa. Les dije a mis padres que regresaría temprano.
—Adiós, Ethan.
Y me voy.
Cuando entro, me siento en una silla de la cocina, y comienzo a pensar si lo que voy a hacer es una buena idea, o una idea suicida.
Tal vez sea mala idea, tal vez no, pero necesito pruebas. Si Aiden es el asesino, no basta con sospechas para hundirlo.
Necesito algo concreto, y esta noche lo conseguiré.
...
Ya es de madrugada, 3:00 a.m. para ser exactos.
Estoy frente a mi ventana vigilando la casa de Aiden.
He estado observándolo y noté que suele caminar de madrugada.
¿A dónde va? No lo sé, no soy tan estúpido como para perseguirlo creyendo que él no lo notará.
Cuando veo que sale de su casa, espero pacientemente que esté lejos para salir silenciosamente de la casa y dirigirme a la suya.
Me acerco a la puerta, y meto la mano en una de las mecetas dónde Aiden tiene la llave.
Introduzco la llave, abro la puerta levemente y vuelvo a poner la llave dónde la dejé. Entro.
Bueno, ya estoy dentro de la casa. Supongo que es muy tarde para echarme atrás.
Comienzo a deambular buscando las escaleras que conduzcan al segundo piso, y las subo rápidamente.
Comienzo a vagar por el pasillo, y entro en cada habitación hasta que consigo la habitación de Aiden.
Entro y está ordenada. Sin duda es más colorida que la mía.
Comienzo a rebuscar y no encuentro nada, genial.
Estoy por rendirme cuándo noto algo.
Hay un cuadro que me llama la atención
El fondo es azul, claro del lado derecho y oscuro del lado izquierdo. La cara y cuello de un hombre en el centro pintados en naranja. Los ojos y la boca pintados en marrón oscuro, bien abiertos.
Un poco perturbador.
Me acerco al cuadro y lo levanto, no hay nada.
Bufo con frustración, no estoy consiguiendo nada.
Volteo a ver la parte de atrás del cuadro, y me doy cuenta de que tiene una carpeta pegada.
Descuelgo el cuadro, retiro la cinta y tomo la carpeta.
La abro y comienzo a leerla. Abro los ojos sorprendido.
Mierda.
Esto es un gran descubrimiento, pero no puedo celebrar porque escucho cómo en el piso de abajo alguien abre la puerta.
Aiden llegó.
Nota de autor
Relativamente tranquilo este capítulo, ¿no? Pero recuerden que es la calma antes de la tormenta, el nombre del capítulo lo dice.
¿Qué tendrá esa carpeta para dejar a Ethan desconcertado? Volví a dejarlos en suspenso, ¡soy malvado!
Ethan cada vez se siente más cómodo con la presencia de Aiden, pero no está dispuesto a bajar la guardia.
Y la relación Ethan-Isabel, bien tóxica, ¿no creen? Ethan no lo disfruta e Isabel está feliz, pero ni siquiera sospecha que la están manipulando.
Lean si les llamó la atención
Voten si quieren
Comenten si les da la gana de hacerlo
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