Capítulo 29: Revelaciones y más revelaciones

Ethan

Mantengo el arma frente a Aiden, listo para disparar en cualquier momento.

Sinceramente, me pican los dedos por hacerlo, la ansiedad y el impulso de jalar el gatillo me están matando.

Pero me aguanto las ganas, él tiene información que yo quiero así que no puedo matarlo… por ahora.

—¿Qué crees que haces, Ethan?—pregunta él con un tono indiferente, aunque percibo algo de molestia.

¿Este maldito no teme por su vida? ¿Es en serio?

—¿Tú qué crees? Ya me cansé de este jueguito estúpido, tú tienes respuestas y espero que me las des, si es que valoras tu vida.

Él rueda los ojos.

—Pregunta lo que quieras, soy un libro abierto para ti, aunque la verdad, prefiero que seas tú el que se abra para mí.—dice con un aire pensativo.

Eso me hace enojar aún más. ¿Cómo es posible que incluso apuntándole en la cara con un revólver, él sigue actuando así? ¿Qué tengo que hacer para lograr que me tome en serio?

—¿Qué te preguntó la policía y qué les respondiste?

—Las tonterías de siempre: dónde estuve cuando ocurrieron los asesinatos, con quién estaba, si alguien podía corroborar mi coartada y bla bla bla.

—¿Y qué les respondiste?

—La verdad, que estaba aquí ocupándome de mis asuntos sin molestar a nadie, completamente solo, y que podían preguntarle a algún vecino.

Esto no me está llevando a nada.

—¿Algo más? No hay manera de que sólo te preguntaran eso.

Él sonríe, como si acabara de revelarle algo importante.

—Parece que estás buscando respuestas específicas a preguntas específicas, curioso.

—No me veas la cara de estúpido.

—¿Quién dice que te veo la cara de estúpido? Desde que te conocí he reconocido y admirado lo tenaz que eres, tu inteligencia, tu capacidad para mentir, lo caliente que me pones...

—¡Ya basta!—grito enojado, este maldito está jugando con fuego, y si se quiere quemar yo lo quemaré con gusto.

—Cálmate—él se ríe un poco mientras levanta las manos—, yo sólo digo que es un poco sospechosa tu necesidad de que te dé unas repuestas en particular, a ver, ¿qué te gustaría saber?

—Quiero que me digas al pie de la letra sobre qué te interrogaron y qué les respondiste, nada de juegos, quiero la verdad.

—Okay, te diré. Parece que un desconocido les contó información personal sobre mí que me hace todavía más sospechoso de todo lo que ha sucedido últimamente. Información que no deberían tener a menos que alguien les haya contado, ¿fuiste tú, Ethan?

Mierda.

Pocas veces me habían acorralado así. No sé qué decir para salir de esto.

Y el enojo del momento no me ayuda a formular alguna idea.

—Supongo que ya no tiene caso ocultarlo. Sospecho de ti desde que empezaron los asesinatos y te he investigado desde entonces.

—¡No puede ser!—la forma tan sobreactuada en que dice eso me hace hervir la sangre, el infeliz incluso se tapa la boca con ambas manos de una manera tan exagerada y ridícula—Estoy en shock, te juro que no lo vi venir.

—Cállate.

—¿Cómo te podré dar las respuestas que quieras si estoy callado?

—¿Sabes algo de todo lo que ha estado pasando?—cambio rápido de tema para ya no seguirle el juego.

—Puede ser.

—¿Y bien? Dime lo que sabes.

—No.

—¿Como que no? Te recuerdo que soy yo el que sostiene el arma, no actúes como si tuvieras algún poder en esta situación.

—¿No lo tengo? Yo no estaría tan seguro de eso.—él se levanta del sofá, y sin ningún miedo a que le dispare, comienza a caminar lentamente hacia mí.

—¿Qué haces?—pregunto con voz temblorosa. ¿Cómo es posible que tenga miedo si el que sostiene el arma soy yo?

—Demostrando te lo equivocado que estás.

Antes de que pueda reaccionar, Aiden se mueve rápidamente para quitarme el arma; ahora es él el que me apunta a mí.

¿Qué carajos...?

Ni siquiera me di cuenta.

Levanto las manos en señal de rendición, rezando internamente para que Aiden no me dispare.

Él me sonríe victorioso.

—¿Todo el tiempo pudiste hacer eso?

—No, es una habilidad que acabo de aprender.

—Entonces, ¿por qué...?

—¿Por qué no te quité el arma desde el principio? Te veías muy feliz creyendo que tenías el control de la situación, pero ya te estabas sobrepasando y tuve que ponerte en tu lugar.

—Maldito infeliz...

—Relájate, ambos sabemos que no te mataré de todos modos—veo cómo acerca el arma hacia a mí. Retrocedo instintivamente—. Tómala, tu padre se molestará si la pierdes.

—¿Cómo sabes que es de mi padre?

—Definitivamente no es tuya, a penas sabes apuntarla bien.

Me entrega el arma y la guardo en mi bolsillo.

—Yo... no...

—¿No sabes qué decir?—niego—¡Ja! Qué sorpresa, no es propio de ti quedarte sin palabras.

—Muérete...—murmuro por lo bajo y camino hacia la puerta.

Dios mío, eso fue tan jodidamente patético.

—¿A dónde vas?—escucho a Aiden decir detrás de mí, y me detengo abruptamente.

—A mi casa, ¿a dónde más?

—¿No quieres la jugosa información que tengo para darte?

—¿Por qué me darías esa información, y qué me garantiza que es verídica?

—Primero, porque este juego me divierte demasiado para dejar que se estanque. Segundo, no tienes forma de saberlo, pero tampoco tienes opciones.

Mierda, él tiene razón. No tengo nada.

—Isabel podría estar muriendo en este momento, Ethan—lo escucho decir con burla—, ¿en serio perderás el tiempo haciendo preguntas tontas, en lugar de aprovechar cualquier oportunidad que tengas para salvarla? No eres el mejor amigo, por lo que veo.

—Cierra la puta boca y dame esa información.

—Si me acosaste lo suficientemente bien, deberías saber que suelo caminar en la misma dirección rumbo al bosque—asiento, recuerdo haberlo visto caminar en la misma dirección todos los días y a la misma hora—, entonces deberías caminar en esa misma dirección hasta encontrar un claro. Si te adentras aún más encontrarás una cabaña aparentemente abandonada. Tal vez Isabel esté allí, o tal vez no, pero lo que sí te puedo garantizar es que encontrarás algo interesante y desagradable si decides ir.

Asiento.

—Okay, ahora que sabes esto puedes ir a rescatar a tu princesa. Francamente yo la dejaría morir, es decir, para una celebridad como tú no debería ser difícil encontrar una nueva novia falsa.

—Isabel no es reemplazable, maldito idiota.

—¿Por qué te importa tanto?

—Porque es mi amiga, ¿por qué otra cosa sería?

—¡Ah, claro!—dice fingiendo sorpresa—Tu amiga a la que te dedicaste a manejar como si fuera tu carrito a control remoto, vaya, Isabel no es muy buena escogiendo a sus amigos, ¿no te parece?

Hijo de perra...

Consumido de por la ira, levanto el puño y me preparo para golpearlo, pero dice algo que me detiene de hacerlo.

—Adelante, Ethan—dice emocionado, como si quisiera que yo lo golpease—, golpeame, dame una razón para convertirte en mi saco de boxeo.

El puño me tiembla un poco, pero finalmente decido bajarlo. Como siempre, Aiden me humilló sin siquiera esforzarse. Esta mierda ya se volvió algo rutinario.

—No ganarás siempre, puto imbécil.

Y me voy.

Al menos pude obtener información importante.

Cuando llego a casa, encuentro a mamá sentada en el sofá de la sala, con una mirada seria.

—Nos quedaremos aquí hasta que tu padre llegue—la oigo decir con un tono tan frío que me hiela la sangre—, tenemos un par de cosas que discutir.

Asiento lentamente, sin saber qué decirle en este momento.

—Ya sé que tienes el revólver de tu padre,—la veo extender su mano—dámelo.

Saco el arma de mi bolsillo y se la extiendo, asegurándome de sostenerla por el lado del cañón.

—¿De qué vamos a hablar exactamente?

—Cosas.

Ok, no va a decirme nada más. Supongo que es mejor no seguir preguntando.

...

Han pasado horas desde que mamá y yo nos quedamos esperando que papá volviera de su trabajo.

Cada tanto intento sacarle conversación, pero lo único que consigo de ella son respuestas cortantes.

Desde que tengo memoria he odiado los momentos como este, la incertidumbre y los nervios de saber que se acerca algo que no quiero que suceda. Es una sensación muy desagradable.

Cuando tenía once años, me comía las uñas cada que reprobaba un examen y hacía lo que hiciera falta para que mis padres no se enteraran.

A veces con éxito y otras veces no tanto...

Esto es algo parecido, pero peor.

Estoy sentado en el sofá de la sala junto con mamá, y cada tanto miro el reloj preguntándome por qué de repente el tiempo pasa tan lento.

Ya ni siquiera me quedan uñas para comer, el estrés se encargó de eso.

—¿Falta mucho para que llegue?

—Ya van como treinta veces que haces la misma pregunta,—la escucho suspirar, ya la tengo harta—y treinta veces te he dado la misma respuesta.

—Estoy un poco nervioso.

—Deberías, cualquiera estaría nervioso si tuviera que explicar por qué metió tanto la pata.

Ruedo los ojos. Ya entendí de dónde saqué la hostilidad.

Saco mi teléfono y me meto en la galería, con suerte encuentre algo con qué matar el tiempo.

Encuentro una foto de Isabel con la cara llena de crema y pastel, y sonrío con algo de tristeza. Ese día Isabel cumplió dieciséis años, y yo quise jugarle una broma empujando su cara contra el pastel que su madre le había horneado.

Como era de esperarse recibí regaños de mis padres y miradas de enojo de los de Isabel, pero valió la pena, cómo nos reímos aquella vez.

Y de todos modos Isabel me devolvió la broma el año siguiente, así que estamos a mano.

Oh, Isabel...

—Ella va a estar bien, Ethan—escucho a mamá decirme—, la encontraremos.

Aunque lo diga de una forma casi robótica, agradezco que intente hacerme sentir mejor pese a lo enojada que está.

—Lo sé.

Me pregunto si tener hijos te da los súper poderes que ella tiene, juraría que me leyó la mente.

De repente escucho el sonido de un auto estacionarse, y me pongo en alerta. Llegó.

Oh, mierda, ¿en serio tendré que hacer esto?

Cuando se lo dije a mamá estaba en un estado vulnerable en el que no pensaba bien, esto es diferente.

La puerta se abre y mi progenitor pasa por ella. Cuando levanta la miradan y nos ve esperándolo, frunce el ceño, confundido.

Aquí vamos. Dios, apiadate de mí.

—¿Sucede algo?

—Tu hijo tiene algo que decirte.

Él se voltea hacia mí, pidiéndome con la mirada que le explique qué carajo.

—¿Y bien?

—Saqué una "A" en Matemática,—digo nerviosamente—y ya sabes, como no es una materia en la que me va bien, estoy contento.

Por favor, Ethan, ¿dónde está tu talento para mentir cuando lo necesitas?

Mi madre se lleva la mano a la frente y cierra los ojos, para luego soltar un suspiro de frustración.

—Este mocoso... Ethan estuvo investigando los asesinatos por su cuenta.

Ay, mierda.

Trago duro y miro a papá, de repente le tengo miedo.

Pocas veces lo he visto abrir tanto los ojos, está muy enojado y se nota.

Sus ojos llenos de furia se fijan en mí, y yo tengo ganas de salir corriendo y no parar hasta llegar a México, pero mi cuerpo está entumecido por el miedo.

Hasta hace un momento temía por la vida de Isabel, ahora temo por la mía.

Voy a morir, voy a morir, voy a morir...

Es todo lo que puedo pensar ahora mismo.

—¿¡Has perdido la maldita cabeza!?

Comienza a caminar furioso hacia mí, y yo me levanto instintivamente.

Cierro los ojos, mientras me preparo para el golpe.

—¡Harry, tranquilizate!

—Este estúpido mocoso nos ha puesto en peligro todo este tiempo, ¿cómo me pides que me tranquilice?

—Yo también estoy enojada con Ethan, pero golpearlo no hará que nada de esto se solucione. Tenemos que discutir un par de cosas, por favor siéntate.

Su mirada asesina sigue clavada en mí, pero parece estar un poco más calmado ahora.

—Ethan, tú también siéntate.

Me toma un par de segundos acatar la orden de mamá, parece que me puse a temblar sin darme cuenta.

—Ahora que estamos todos, podemos hablar.

Nota de autor

Hola :)

Cuánto tiempo desde la última vez que actualicé, espero disfruten este capítulo tanto como yo disfruté escribirlo, y espero me perdonen la tardanza.

Lean si les llamó la atención.

Voten si quieren.

Comenten si les da la gana de hacerlo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top