Capítulo 10: Feliz cumpleaños, Ethan

La angustia en multimedia (el cuadro que Ethan vio en la habitación de Aiden)

Maldita sea.

Aiden llegó.

Se suponía que tardaría mucho más.

No puedo dejar que me descubra, pero tampoco puedo dejar pasar una oportunidad así.

Casi a la velocidad de la luz, saco mi teléfono del bolsillo y empiezo a tomar fotos.

No soy estúpido, primero le quité el sonido para que el flash no me delatara.

Última foto, y guardo el teléfono en mi bolsillo.

Cuando escucho que Aiden ya está subiendo las escaleras, me apresuro a volver a colgar el cuadro con la carpeta pegada a él, teniendo cuidado de dejar la carpeta en la posición en la que la encontré.

Veo la ventana de la habitación de Aiden y la abro, saco mi cuerpo y medito un par de segundos sobre si lanzarme o no.

En realidad hay tres razones por las que debo hacerlo:

Entre más tiempo esté aquí, más corro el riesgo de que Aiden me descubra.

No es una caída tan larga, tres o cuatro metros, a lo mucho me doblare un tobillo. Sobreviviré.

No hay nadie despierto a esta hora, por lo que no corro el riesgo de que me vean escapando de la habitación de Aiden.

Sin pensarlo demasiado, salto de la ventana. La caída es un poco dolorosa, pero evito hacer cualquier gemido de dolor o sonido que delate mi presencia.

Levanto la mirada y por lo visto Aiden todavía no está en su habitación.

Empiezo a caminar rápido, teniendo cuidado de hacer el menor ruido posible.

Cuando llego a la puerta de mi casa, me apresuro a abrir la puerta y entrar. La luz en la habitación de Aiden está apagada lo que me indica que él no está ahí.

Qué alivio.

Cuando llego a mi cuarto y me lanzo a la cama, doy un suspiro de alivio. Dios, qué miedo.

No me arrepiento de haberlo hecho, obviamente, Aiden ya se había metido en mi casa sin permiso, yo sólo le devolví el favor.

Además de que encontré algo interesante.

Al fin, un poco de ventaja.

6 días después

15 de Agosto.

Mi cumpleaños.

Una semana ha pasado desde que entré a la casa de Aiden, y por lo visto no se ha dado cuenta, porque no me ha dado señales de saberlo.

En esa semana mi comunicación con él no ha cambiado: él me hace enojar, yo lo insulto, y cada quién se va por su lado.

Estoy en mi casa, con mis padres. Las cosas parecen haber mejorado desde la otra vez, ellos me perdonaron por completo y eso me alivia.

En Charlestone se podría decir que se celebra dos veces el mismo día.

La primera con tus seres más queridos. Mis padres, en este caso.

Y la segunda con el resto del pueblo.

Una fiesta en la plaza principal a la que asisten todos los miembros de la comunidad. Sin bebidas alcohólicas, por supuesto, y la celebración dura hasta las 10:00 p.m.

Ventajas de vivir en un pueblo religioso.

Estoy sentado frente a un enorme pastel con dieciocho velas encendidas. Bueno, ni tan grande, pero tomando en cuenta que somos tres nada más...

—¡Pide un deseo!—chilla mi madre emocionada.

Legalmente adulto, pero ella se sigue emocionando cada vez que su niño cumple otro año.

Madres, qué se le hace.

Mi deseo lo tengo claro desde que nuestro nuevo vecino se mudó a nuestro pueblo.

Deseo hundir a Aiden.

Soplo la vela.

—¿Qué deseaste?—pregunta mi padre emocionado.

Le sonrío—Si te lo digo, no se cumplirá.

Comenzamos a platicar animadamente, contar chistes y comer pastel.

Dios, cómo me encanta esto. Necesito más momentos así.

Necesito más momentos que me hagan sentir que estoy bien.

7:00 p.m.

Hora de la segunda celebración.

—Bueno, supongo que ya es hora.

Los abrazo.

Cuándo nos separamos, mi padre me mira con orgullo—Dieciocho años, todo un hombre.

Mi madre se le une, con lágrimas en los ojos—Siempre serás mi niño, aunque cumplas 60 años.

Ruedo los ojos con una sonrisa en el rostro—Ay, mamá...

Me despido de mis padres y comienzo mi caminata a la plaza del pueblo.

Estoy emocionado.

Mi noviazgo con Isabel va de maravilla,  y por fin tengo un arma contra Aiden.

Parece que el universo ha empezado a sonreirme.

Sonrío al llegar a la plaza y encontrar la fiesta que el pueblo organizó en mi honor.

Globos por todos lados, azules porque el rosa es de chicas, una mesa decorada con platillos diversos, y un enorme letrero que "Feliz cumpleaños #18".

Veo que entre todos los invitados, resalta Isabel, quién tiene una sonrisa la cuál se amplía al verme.

Camino a la espera de mi chica y le doy un beso en los labios, los vítores no tardan en llegar.

A los ojos de los demás, el beso es lindo y tierno, pero para mí es una cosa diferente.

Se siente extraño, incómodo, y un poco asqueroso, debo añadir.

Cálmate,—me digo a mí mismo—esta incomodidad sólo es temporal, a la larga te gustará.

Ojalá eso pase pronto, si un beso me incomoda, ¿cómo tendré hijos y construiré el hogar perfecto?

Ya pensaré en eso luego, ahora es momento de celebrar que las cosas al fin me van bien.

Me acerco a mis amigos y les doy un saludo.

—¿Cómo están, chicos?

Wilson sonríe—Feliz cumpleaños, Ethan.

El padre se me acerca y me abraza—18 años, un adulto joven, ¿emocionado?

Me encojo de hombros—Supongo.

Él adoptó una expresión triste—Lo de Alex es una pena, ¿no crees?

Sonrío de forma comprensiva—No hay pecado que Dios no perdone, tengamos fe en que Alex no tendrá problemas para entrar al Reino de los Cielos.

Él sonríe también—Esperemos.

Otro de los chicos, Trevor, se me acerca.

—¿Sabes cuándo se cortará el pastel?

Trevor siempre pensando en comida.

Sonrío.

—Cerca de las 10:00, como siempre, y lo mismo con los regalos.

Winona se me acerca—¿Qué vamos a hacer con el nuevo? Aiden.

—Esperar que en algún momento deje de molestarnos, supongo, hasta ese entonces tendremos que seguir soportandolo.

—¿No crees que es un poco extraño que dos personas murieran desde que él llegó?

—Aiden no es una buena persona, pero no lo creo capaz de asesinar.

Ella suspira—Tienes razón, seguramente es alguien más.

Todos charlan animadamente, y yo estoy en la mesa con Isabel.

Me sorprendo cuando siento la mano de Isabel sobre mi muslo.

La miro sorprendido—¿Qué crees qué haces?

Ella sonríe de una manera que jamás le había visto, de forma pícara—Mi regalo está en el auto de mis padres, pero si quieres, después de la fiesta, te puedo dar otro regalo, muy diferente.

Le sonrío, pero comprensiva mente, ya veo por dónde va esto—Isabel, tú sabes por qué aún no podemos hacerlo.

Ella suspira con resignación—Está bien, supongo que el camino al Cielo está lleno de obstáculos, uno de ellos es no ceder a las tentaciones.

—Exactamente.

...

9:30 p.m.

La fiesta va de maravilla, ya se cortó y se comió el pastel hace unos minutos, y dentro de poco toca abrir los regalos.

Estoy hablando animadamente con mi novia, hasta que noto que mira un punto específico, como si estuviera viendo a la misma muerte. Sus ojos abiertos de par en par.

Noto que hay un silencio sepulcral, todos miran hacia un punto en particular, algunos con admiración como si vieran algo hermoso, otros con desagrado, como si tuvieran enfrente a la más repulsiva cucaracha.

Confundido y con el ceño fruncido, miro en la misma dirección que los demás, y ahora entiendo por qué están así.

Aiden.

La pesadilla de Charlestone, en mi fiesta de cumpleaños.

¿Recuerdan la escena de la película Maléfica, cuándo Maléfica se presentó sin permiso en la fiesta y todos la miraban como si fuera el diablo? Bueno, esto es igual.

Por supuesto, no sería Aiden sin esa sonrisa cargada de arrogancia, él sabe que todos lo odian, y le encanta.

Como cosa rara, él lleva su ropa negra de badboy, pero esta vez hay algo diferente. Él lleva un objeto rectangular en una mano, envuelto en papel de regalo de color verde oliva.

Mi mente viaja al interrogatorio que me hizo en su casa.

Aiden lo piensa un momento—¿Color favorito?

—Verde, ¿y el tuyo?

Rodé los ojos. Qué considerado, recordó mi color favorito.

Aiden parece haberse dado cuenta de eso, porque su sonrisa no tarda en ampliarse, y yo no tardo en darle una mirada llena de un desprecio que para nada es fingido.

Que me haya acostumbrado a ti, no es lo mismo a que me caigas bien.

Como si de una alfombra roja se tratara, Aiden, comienza a caminar con una seguridad fácil de envidiar, recibiendo miradas de desconfianza en todo el trayecto.

Demás está decir que la mía está entre esas miradas.

Aiden se detiene frente a mí, nuestras miradas se conectan.

La suya, arrogante

La mía, inexpresiva, aunque por dentro, estoy que exploto de ira.

—Aiden—comienzo a hablar, en un tono de voz suave—, ¿qué haces aquí? Si se puede saber, claro.

Él se encoje de hombros—Sólo vine a traerle su regalo al cumpleañero, ¿hay algo de malo con eso?

Sonrío—Por supuesto que no. Eres bienvenido, estamos en un lugar público, a fin de cuentas.

Él sonríe también—Me alegra, lo último que quiero es incomodar.

Sí, claro, idiota. Seguro que no viniste precisamente a eso...

Miro el objeto en su mano—¿Y eso?

Él mira lo que trae en mano.

—Tu regalo, obviamente, a esto vine.

—Oh, qué considerado, ¿por cuánto planeas quedarte?

—Hasta que la fiesta acabe, supongo.

No necesito mirar a mi alrededor para saber que todos nos están mirando. Siento sus miradas, pero me dan igual.

Lo único que me importa, ahora mismo, es lidiar con la persona que tengo frente a mí.

—¿Qué tienes ahí?—le digo refiriéndome al objeto rectangular.

Él sonríe—No seas impaciente, Ethan, aún falta para los regalos y aún no te puedo decir qué te voy a regalar.

—Tocará esperar.

Él asiente—Tocará esperar. Éste regalo, en particular, te gustará.

Lo miro sin entender—¿A qué te refieres?

—No seas impaciente, Ethan, pronto lo descubrirás.

Nos quedamos en silencio unos segundos, hasta que él reacciona, como si hubiese recordado algo importante.

—¡Qué tonto! Casi se me olvida, ¡feliz cumpleaños, Ethan! Dieciocho, todo un hombre.

—Ah, gracias.

Él pone su regalo junto a los demás, y procede a sentarse en la mesa de bocadillos.

Lo miro con curiosidad, ¿qué es lo que intenta?

Comienzo a hablar con Isabel para distraerme, como todos, en realidad.

Todo el mundo comienza a hablar para distraerse de la presencia de nuestro... inesperado invitado.

Aiden come tranquilamente porque las miradas de las demás personas no le afectan en lo absoluto.

Algunos hablan con él, pero no son charlas demasiado largas.

De vez en cuando nuestras miradas conectan, y y cuándo eso sucede yo desvío la mirada y busco con quién hablar, pero la verdad es que es casi imposible ignorar su presencia.

A veces también miro el regalo de Aiden, ¿qué será?

Finalmente es hora de abrir los regalos, y, como era de esperar, Isabel es el primer regalo que me toca abrir.

Ella se acerca sonriente, con un objeto rectangular envuelto en papel de regalo de color verde pasto.

—No es la gran cosa de regalo, pero considero que es significativo.

Tomo el regalo, y arranco el papel de regalo.

Una enorme sonrisa no tarda en aparecer en mi rostro.

El rectángulo es una fotografía enmarcada, dónde estoy con Isabel sonriendo, ambos parados frente a la estatua del fundador del pueblo, con sonrisas extrañas, de esas que la gente usa en selfies.

Mi sonrisa es de nostalgia, en la fotografía estoy vestido con la ropa que solía usar antes de Charlestone, fue el día que Isabel me añadió a sus contactos de Whatsapp.

Isabel está sonrojada, qué tierna se ve nerviosa—Volteala.

Miro la parte de atrás de la fotografía, y sólo hay una palabra escrita: Ethabel.

Río levemente.

—Sé que no es el nombre más bonito para un shipp, pero sólo eso se me ocurrió.

Le sonrío con ternura—Me encanta.

Y es verdad, sabía que el regalo de Isabel me gustaría, pero en serio me alegró la noche.

Sigo abriendo los regalos, unos mejores que otros, hasta que llega el más esperado: Aiden.

Él me sonríe—Te encantará, me lucí con éste regalo.

Llevado por la curiosidad, quito el papel de regalo: un libro.

El psicoanalista de John Katzenbach.

Lo miro confundido.

—Un poco complejo, pero eres inteligente. Te dejé una nota en la última página, leela.

Más confundido que nunca, abro la última página, y saco un papel.

Lo desdoblo, y lo leo, y creo que hasta mis labios se pusieron blancos.

El papel sólo dice cuatro simples palabras:

Debiste cerrar la ventana

Nota de autor

F por Ethan.

¿Qué hará nuestro prota ahora para salir del problema en el que se metió?

Bueno, eso ya luego lo sabremos...un momento, ustedes no lo saben, pero yo sí XD.

Pudimos ver al falso Ethan en acción, el chico amable y tierno que los ciudadanos de Charlestone conocen. Ya era hora, ¿no creen?

Supongo que quieren matarme porque no revele el contenido de la carpeta, y es que a veces siento que voy volando con la historia.

Ya en el capítulo siguiente lo sabremos, no los haré sufrir más.

La duración de los capítulos, ¿les gusta? ¿o preferirían que fueran más largos o cortos?

Lean si les llamó la atención.

Voten si quieren.

Comenten si les da la gana de hacerlo.

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