11| la Ciudadela del este (I).
—¡Ringo! ¡Qué agradable verte aquí! —una chica de pelos cobrizos se acercó sonriente a los jóvenes que seguían paseando por el jardín— ¿Cómo está Aidan? ¿Está comiendo estos días, verdad?
—¡Por supuesto señorita! Yo mismo me aseguro de ello todas los días —respondió sonriente y recibió el mismo gesto de ella.
—¿No nos vas a presentar? —comentó divertida mientras juntaba sus manos a sus espaldas.
Hana estaba maravillada, nunca había visto a una chica tan linda como la que estaba frente a ella. Tenía pómulos rellenos y un rostro en forma de corazón. Además, poseía cabellos largos rojos como el cobre, ojos color miel y una tez bastante pálida, denotando así, el color rosado de sus mejillas.
—S-soy Hana Springloom señorita —entre entusiasmada y nerviosa, le extendió su mano y su contraria la tomó.
Por inercia, Hana hizo la sentadilla. En ese momento recordó lo mucho que se avergonzó el día anterior por sus actos cuando conoció a Ringo por lo que, se retractó enseguida. Más, no contaba con que, entre sonrisas, la muchacha también la hizo brevemente.
—¡Ah! ¡La asistente de Aidan! ¿verdad? Mi padre me habló sobre ello anoche, me quedé con las ganas de conocerte —dijo aún risueña, Hana solo asintió— Soy Saori Astonville.
—Estábamos paseando solamente, Hana es nueva aquí —dijo Ringo apenado, encontrarse a Saori no es raro, pero el respeto que tiene dentro de la mansión es conocido.
—¡No te preocupes! Yo también me escapé de Aaron, hoy está insoportable —movió su mano restándole importancia— ¿Quieres que caminemos juntas? —se dirigió a Hana.
La muchacha miró al rubio quien asentía repetidas veces. Ella no entendió bien el por qué del gesto, pero sí, encontró mucha gentileza en Saori, quien le acercó su brazo para poder enganchar el suyo. Un acto que se tomaba muchas atribuciones. Eso le recordó a Aidan, y entonces cayó en cuenta de algo. Evidentemente los jóvenes son parientes.
Se volteó y allí observó a Ringo desviar la vista e ir caminando varios pasos detrás. Rápidamente su brazo fue jalado por el enganche propiciado por Saori. La susodicha era alta, incluso más que Hana y Ringo juntos, por lo que, la castaña se sentía como una pulga al lado de la señorita de la familia.
—Créeme, no hay nada más aburrido que estar separando jengibre de cúrcuma en la farmacia —suspiró—. Mis hermanos están bastante alterados estos días, en especial Aaron que se enteró de las fechorías que Aidan hizo ayer, así que me cansé de él y vine a caminar un ratito.
La voz cantarina de Saori le sacó una sonrisa a Hana: —Así que eres ¿hermana de Aidan?
—Así es. Aaron y él son mis hermanos menores —contestó liberando aire con hastío—, unos complicados hermanos menores, si no se llevaran años, pensarías que son gemelos por como actúan.
—Tengo un hermano menor también, es complicado —acotó, a Saori le causó gracia.
—Nos rodean los hombres problemáticos —susurró y se tapó la boca en una risita.
Caminaron juntas hasta el final de la pérgola de magnolias. Saori le explicó que estos árboles llevan alrededor de unos doscientos cincuenta años plantados allí. Relató además que las flores no tienen ninguna utilidad en sí, aunque sirven como medicina y como sustrato para alquimia, simplemente están de decoración. Asimismo, llevan mucho mantenimiento, por lo que Saori es quien se encarga de podarlas todos los años.
—¿Puedo cortar una de las flores? —Hana preguntó con pudor.
—¡Claro que sí! ¿Quieres que te alcance alguna? —contestó y asintió. Saori por su altura era capaz de llegar tan solo con pararse en puntas de pie.
Aparentemente la genética de los Astonville los favorecía mucho en altura.
Tomó la flor mucho más abajo de su cáliz y acarició con las yemas de sus dedos el tallo marrón de la rama. Entonces, efectuó un corte con mucha fuerza, y de esta manera, obtuvo la flor más un poquito de la corteza para que pudiera colocarla en agua.
—Aquí tienes —se la entregó de manera cuidadosa y Hana le agradeció.
Acto seguido, Saori se despidió gentilmente para encaminarse hacia la arena de entrenamiento. De momento, Ringo prefería que Hana y él rondaran por el jardín. Sabía que Aidan estaba en la biblioteca, era muy probable que él estuviera observando toda la situación que acontecía debajo de sus pies.
Ringo apartó a Hana del camino por unos instantes y sacó de su alforja el libro que había sido el causante de la prueba a la joven.
—¡Cómo es que tienes eso-!
Hana no terminó de hablar que enseguida el rubio le tapó la boca, y, asegurándose de no ser visto por nadie alrededor, le entregó el libro.
—No tengo dudas de que nos serías de gran ayuda, pero hacérselo entender a Aidan no es tarea fácil. Por eso necesito que lo uses en secreto y te lo guardes mientras tanto.
—¡Pero él se daría cuenta! —dijo entre susurros preocupada.
—¡Claro que no! Escucha, tú no lo oíste de mí, pero Aidan es un completo vago, seguramente retomará la investigación cuando haya pasado el eclipse.
[...]
Entrada la noche, Hana estaba sentada en el escritorio de su habitación. Leía con detenimiento cada una de las líneas que estaban marcadas en el libro que Ringo le había dado momentos atrás. Cuidadosamente tocaba las páginas, estas poseían pequeñas notas agregadas en papel. Observó la letra cursiva angular que describía a los dibujos que se hallaban ahí.
En simultáneo, iba transcribiendo las palabras del libro. Ya solo le quedaría un día y aún estaba rezagada en el asunto. No se podía permitir perder tiempo, sin embargo, la información que ingresaba a su mente la distraía por completo.
Jamás había oído hablar más de lo debido sobre el Dios del Sol, Aiden, lo mismo de Selene, la Diosa de la Luna.
En cada página que leía podía entrever mucho de la mitología. Frases claras que manifestaban, algo que en su comunidad era impensado compartir, la relación entre los dioses significa una unión estrecha y afectiva. Aparentemente, ambos dioses habían dado formación a la tierra como elemento principal y este, fue quien entonces arremetió en formar a los demás elementos.
No entendía casi nada, y le provocaba impotencia. No tenía ni siquiera una ínfima idea del mundo en el que vivía y lo poco que conocía, salía desde los cánticos y cuentos populares de su hermética aldea. Hana no podía perder tiempo, le quedaba solo un día.
En su frustración, deja el libro sobre el escritorio y apaga la lámpara. Se echa sobre el respaldar de la silla y deja salir un suspiro largo. Traga saliva en su afán por refrescar su garganta y además, mira hacía su balcón. Afuera, se observan luciérnagas.
Observar los pequeños insectos le trajeron un sentimiento de nostalgia y melancolía. Era típico en el verano de Pumpkin Hills la presencia de las luciérnagas, por ello, verlas a través de su ventana, le provocaba una sensación reconfortante.
Decidida, sale a su balcón a observarlas. Aunque ya tenía el ventanal abierto, se asoma lentamente por detrás de su cortina con el motivo de no espantar a dichos insectos. Sonríe enternecida. Hana no es escéptica a los cuentos populares y en su comunidad, se habla de las luciérnagas como representantes de buenos augurios y por supuesto, representación del cambio. Ella tiene conocimiento de esto, por lo que al verlas lleva sus manos en unión a la altura de su pecho y sale afuera.
La noche está despejada, la luna no está del todo clara debido al eclipse pero las estrellas se ven con claridad. El ruido de los grillos y de un murmullo la distraen y, encuentra rápidamente a su izquierda, que Aidan está también afuera. El joven entona en voz baja las estrofas de una canción mientras está sentado en la cornisa del balcón de la biblioteca.
Esa canción es particular, su letra es muy difícil de interpretar tanto por el vocabulario que es muy antiguo, pero también por su significado. Quien la oye por primera vez, es una canción en tono lento típica para antes de dormir, por ello, a Hana le trae recuerdos de su infancia.
—Cantares de las estrellas —musitó, el conocido cántico le resonó en su mente gracias a su padre.
Orion... La constelación homónima está tan reluciente el día de hoy. Sin embargo, no contó con que el pelinegro se dio cuenta de su presencia, por lo que volteó hacia atrás a la derecha y Hana, espantada, se agachó ocultando su rostro entre sus rodillas.
—Puedo verte y escucharte, ¿sabes? —Aidan dijo con firmeza.
Hana maldijo en voz casi inaudible y se levantó lentamente, primero, asomando la cabeza por la barandilla. Los iris verdes de su contrario se fijaron en ella y esbozó una pequeña sonrisa.
—Eso era «cantares de las estrellas» ¿verdad? —preguntó y al chico se le iluminó la expresión.
—Vaya, no creí que la conocieras —contestó girando su cuerpo hacia el balcón de Hana. Sus ojos estaban bastante abiertos y sus comisuras un poquito hacia arriba. Era una expresión nueva.
Curiosidad. Se puso de pie y caminó hasta un punto que les permitiera tener más cercanía. La luz del farol de la pared de piedra iluminaba tenuemente el perfil derecho de Aidan, lo que volvía muy atractiva su figura a los ojos de Hana.
—Mi padre la cantaba para que me durmiera —contestó a la vez que se paraba y quedaba enfrentada a Aidan.
—Hazte hacia atrás un poco —Aidan se acercó más a su balcón.
Hana se asustó, soltando un pequeño grito cuando él le dijo esas palabras:
—¡¿Vas a saltar?! ¡Te vas a caer desde esa altura!
—Claro que no —de un repentino salto, llegó al suyo— Cuéntame más por favor —agregó a su oración, y se quedó sentado en la valla mientras acunaba su rostro entre sus manos. Hana retrocedió y chocó con la banca de su balcón en la cual, tomó asiento.
Tragó saliva. Era extraño que el tipo que ayer la miraba con ojos llenos de desdén, ahora la mirasen con sorpresa y curiosidad como si de un gato o un niño pequeño se tratase. En lo que la poca luz del farol le permitía ver, la expresión de Aidan se veía cansada, hastiada, le daba la impresión de que tenía tiempo sin dormir por las permanentes ojeras que decoraban sus párpados inferiores. A pesar de ello, mantenía una mirada gentil en los orbes café de Hana.
Se suele suponer que en un duelo de miradas, quien parpadee primero es quien pierde, sin embargo, ¿acaso este era uno? No, no lo es. La inspección sostenida sobre el otro tiene un solo propósito, hallar respuestas en el encuentro entre ambos. Aidan busca más detalles sobre la canción, Hana el por qué de su pregunta.
—No sé más de ello, lamentablemente —contesta finalmente. Aprieta los labios y Aidan arruga su nariz.
—Bueno yo si —llevó sus piernas hacia su pecho y cruzó sus brazos encima de ellas— y dado que estás afuera tan tarde, puedo contarte, si quieres.
La comodidad en la posición de Aidan sobre la valla le dio un sentimiento de seguridad, él se encontraba en la cornisa, casi a punto de caer, pero, se mantenía tranquilo, incluso, se balanceaba sobre su lugar.
Hana asintió y acto seguido, apoyó su rostro entre sus manos. Aidan sonrió.
—Cantares de las estrellas es una especie de nana, no particularmente infantil, si no un réquiem —explicó con entonación alegre y tarareó parte de la melodía—. Es curioso, el mito cuenta que cuando pereció Selene, las estrellas cantaban alrededor de Aiden para enceguecerlo y que se llenara de luz cálida y enternecedora, como una especie de consuelo ante la pérdida —Hana se sorprendió con la respuesta, no esperaba que una canción de su infancia fuera algo más serio—. Es popular entre los magos lunares y en particular, en los funerales de Astrum Valley, por ello tiende a cantarse en presencia de luciérnagas.
—No lo sabía —admitió.
—Yo tampoco hasta que fui a uno —alzó sus hombros restándole importancia—. Entiendo que en algunas comunidades, suelen ser temas tabú los dioses, los elementales y bla bla bla —hizo muecas raras y señas con su mano.
Tal acto hizo reír a Hana y el susodicho al oír el carcajeó particular de la chica, se contagió, provocando así que comenzaran a reír un poco más fuerte.
El cese de sus risas cantarinas generó un momento de cercanía. Ambos tienen la misma edad, por lo que empatizar entre sí en este tipo de situaciones no les costó demasiado.
—Es información valiosa la que me diste —comentó Hana.
—Créeme, hay mucha más de dónde vino esa.
—Por cierto —retomó la palabra, ganándose la atención del chico— ¿qué haces despierto aún brujito? —con osadía usó el apodo que había utilizado con anterioridad.
Más no esperaba que Aidan no reaccionara frente a él. Estaba muy pasiva su actitud y a Hana le genera recelo, pero, quería creer que la charla fluía. Por su parte Aidan, no sabía cómo poner en palabras su condición para no decir oraciones de más.
—Buena pregunta, brujita, digamos que me lo reservo para mí.
Aidan no sabía cómo explicarlo. No se le ocurría como confesar que no puede dormir siquiera algunos minutos; su familia no tenía conocimiento de ello y no creyó prudente explicarlo ahora a alguien de quién aún desconfiaba.
—Está bien, entonces, nos vemos, creo —Hana saludó cortando la incómoda situación.
El chico lo notó. Se incorporó del balcón para volver al suyo y despidió a Hana con un movimiento de su mano. De esa manera, se dispersaron, Hana yendo hacia adentro y él cayendo del balcón contiguo por errarle a las distancias.
[...]
¡Buenaaas! He vuelto kjjj
Este es mi capítulo favorito sin dudas, lo llevo planeando en mi mente desde hace mucho. En mi humilde opinión quedó como quería jeje pero bueno déjenme saber que les pareció <3
✧˖°. Déjenme saber que les pareció, nos vemos prontito ✧˖°.
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