Volver a los 17
Algunos días después de mi cumpleaños Andrés apareció como si nada, no hizo algún comentario ni tampoco ninguno de mis hermanos, siguió viniéndome a revisar y al cabo de unos cuantos días sugirió que era momento de que intentará caminar.
En sus visitas estuve tentado a reclamarle, pero no sentí que tuviera cara para hacerlo, bien decían que recibes lo que das.
Eventualmente me fui recuperando y literalmente poniendo de pie, Andrés recomendó que fuera a fisioterapia para que tuviera una completa recuperación y no ocasionara problemas a largo plazo.
Me vino bien salir del cuarto y de la casa, hacia mucho que no veía la luz del sol más allá de la que entraba en la habitación.
Con el paso de las semanas recuperé la movilidad y pude dejar de depender tanto de mis hermanos, aunque ellos siguieron al pendiente de mí.
Por obvias razones no me dejaban salir si no era con alguno de ellos y la razón era justificable, sabía que tardarían un tiempo en estar tranquilos de que no cometería otra estupidez.
A decir verdad, quería sentirme más en paz conmigo mismo antes de hacer nada. Necesitaba tener claridad de cual sería mi siguiente objetivo porque claramente el de dejar de ser una carga no había funcionado.
Caí en cuenta que en este momento no podía valerme por mí mismo en más de un aspecto por lo que trate de tomarme las cosas con calma.
Me dediqué a las tareas del hogar y básicamente volverme un amo de casa.
Pasaba mis días cocinando, lavando la ropa que parecía increíble la cantidad que podía salir en dos días de solo tres personas y eso que Leo pasaba algunos días de la semana con Joaquín.
Aunque estar pasando mis días así era algo que anteriormente me hubiera inquietado ahora realmente lo estaba disfrutando, cada vez se volvía más tentador conseguirme un marido que me mantenga.
Fueron pasando las semanas sin mayor cambio hasta que llegó la noticia que todos esperábamos, el resultado de Mariana, ella no nos había dicho la fecha exacta por lo que nos manteníamos a la expectativa.
Al fin cerca de mediados de agosto apareció en la casa, entrando casi con bombos y platillos anunciando que había pasado.
—¡Entré! —chilló con emoción, por un momento olvidé lo que hacía solté el trapeador y corrí a abrazarla con fuerza levantándola del piso lo cual aproveché para sacarla de la casa—¡Alan! —se quejó.
—Me da mucho gusto, pero me estás haciendo huellitas—reclamé señalando mi piso recién trapeado con sus piezotes impresos en él.
—¡Alan! —siguió quejándose. No le permití la entrada hasta que no conseguí una jerga para que pasara.
—Ahora si—se la extendí frente a sus pies y a regañadientes se deslizó sobre de ella.
—¿Detuviste mi felicidad por tu piso?
—¡Pues claro! ¿Sabes el trabajo que cuesta mantenerlo limpio?
—Creme que sé de lo que hablas, pero ¡entré! —volvió a gritar y de nuevo la abracé —no vayas a sacarme otra vez —me dijo con voz amenazadora
—Mientras te mantengas en tu jerga niña. ¿Ya les dijiste a los demás? —Mariana negó con la cabeza.
—Apenas y le avisé a papá y luego corrí hacia aquí.
—Pues aún falta para que lleguen —comenté mirando el reloj de madera que estaba en el mueble de la tele, hasta hacia poco había notado que seguramente era el que le dio nuestro padre a Gus.
—Les mandaré mensaje—sacó su celular y al momento me llegó la notificación.
—Bueno ¿Quieres algo en lo que dan señales de vida?
—¿Tienes algo dulce? —su petición se me hizo lógica, cuando se ponía nerviosa solía comer cualquier cosa dulce que se le cruzara.
—Hice un pequeño pan igual y algo queda si no es que Leo ya se lo comió.
Esperó expectante en lo que iba hacia la cocina, por suerte sobrevivió una rebanadita que se la puse en la mesa, ella se acercó y comenzó a comer con rapidez a la par que hablaba contándome todo lo que tenía que hacer.
En el inter comenzaron a llegar las respuestas de los demás y casi de inmediato fueron apareciendo.
Tanto Leo y Gus reaccionaron de la misma forma que yo, la abrazaron y cargaron felicitándola, Andrés se mantenía algo distante si bien la felicitó no parecía del todo contento.
—¡La pulga ya es universitaria! —gritó emocionado Leo.
—No puedo creer que esa cosita rosa que llegó a la casa se nos va—añadió Gus con añoranza.
—¿Y Pato? —quiso saber Mariana
—Me mandó a decirte que te felicita y lamenta no poder venir, ayer hubo un incidente en su taller.
—¿Qué pasó? —pregunté con curiosidad.
—Hubo un incendio—contó. Todos nos alarmamos hasta Andrés—No fue tan grave, fue por la noche y solo hubo unos cuantos daños materiales—se apresuró a añadir ante nuestra preocupación.
—Lástima—dijo mi hermana
—Bueno, celebremos. Enano ¿Ya hiciste algo de comer? —negué con la cabeza—perfecto, pidamos algo ¿Qué quieres Boo?
Nuestra hermana pensó un momento y después escogió hamburguesas por lo que fue lo que pedimos para comer.
Mariana siguió hablando con rapidez y de manera atropellada toda su lista de pendientes que se le venían encima, ni cuando la comida llegó le paro la boca, sabía cuan emocionada se encontraba mi hermana lograr algo como esto era maravilloso, le esperaba toda una aventura por delante.
La plática continuó después de haber terminado de comer, Mariana y yo acabamos acostados en el piso mientras que Gus y Leo estaban en el sillón, Andrés se quedó en el comedor un tanto reservado del ambiente festivo.
Empezaba a sentir somnolencia, cada vez escuchaba más lejos las voces de mis hermanos, entre sueños algo iba captando.
Me parecía escuchar que Leo preguntaba cuándo fue la última vez que fuimos al mar, de eso había sido bastante, mis padres solían hacer un gran esfuerzo por llevarnos una vez al año pero conforme fuimos entrando a la universidad cada vez era más complicado.
—Creo que antes de que Alan entrara la uni—oí la voz de Gustavo a lo lejos que respondía.
—Si cierto... Luego empezamos la vida adulta y adiós vacaciones —resoplé en voz baja.
—Vamos—dijo Leo poniéndose de repente de pie, su pisada fuerte logró despabilarme, aunque apenas y me incorporé dado a que tenía mi hermana acostada sobre mi estómago.
—¿Qué? ¿Adonde? —cuestionó Mariana confundida y con una evidente voz de que se estaba quedando dormida
—¡A la playa!
El plan sonaba apetitoso.
—¿Cuando? —quise saber ya más despierto.
—Ahora—anunció mirándonos a todos, eso hizo enderezarnos.
—¿Estás loco Leo? Son la 7 de la noche —le espetó Andrés.
—Es perfecto, llegaremos poco antes de que amanezca.
—¿Y nuestros padres? —Andrés era la persona que siempre arruinaba los planes, aunque debía admitir que esta vez tenía algo de razón, hacer un viaje así de repente a esas horas era una locura
—Ni se van a enterar, regresamos mañana por la tarde.
—Así dijeron los hermanos Wesley y ya ves cómo les fue.
Observamos asombrado a Andrés por su referencia.
—¿Viste Harry Potter? —cuestionó Mariana incrédula
Nosotros habíamos visto demasiadas películas, pero ninguna que fuera una saga de mil partes, ya que éramos demasiado inquietos como para poder verla completa.
—Conocí a alguien que sabe del tema—se excusó.
—Mira ¡Solo son 6 horas! —expresó emocionado Leo que ya estaba revisando su celular.
—¿¡6 horas!? —intervino Gus—¿estás loco Leonardo?
—Sabes la respuesta—dijo sonriente—hagamos esto por Boo quien sabe hasta cuándo podremos verla.
Todos intercambiamos miradas.
—A ver hagamos una votación —sugirió Gustavo—¿quién cree que esto es una locura y que deberíamos planearlo mejor? —nos miró esperando respuesta.
Andrés levanto la mano haciendo que Leo volteara los ojos, Gustavo nos observó una vez más y con lentitud subió su mano.
—¿¡Enserio Gustavo!? —le reclamó Leo.
—Se razonable, Leo.
—Bueno faltamos de votar ¿Quién vota a favor de vivir esta aventura por nuestra hermana? —a la par que preguntaba levantó su mano, obviamente Mariana hizo lo mismo todos los ojos de mis hermanos recayeron en mí.
Si bien era una completa locura Leo tenía un punto, podría ser la última oportunidad de pasar tiempo con Boo, por lo que acabé alzando la mano.
Gustavo negó con la cabeza, aunque sonreía, Leo brincó de felicidad y Mariana se abalanzó hacia mi tlaqueandome.
—Tu amor me asfixia—dije entrecortadamente dado que la tenía encima de mi rodeándome con sus brazos como una pequeña boa.
—Lo extrañarás—me soltó dándome un beso en la mejilla.
—Como no tienes idea—esta vez fui yo quien la estrechó con fuerza regresándole el beso.
—Bueno si vamos a hacerlo ya, porque no tarda anochecer.
—¿Más? —cuestionó Andrés molesto.
—Bájale a tu mala vibra hermano, vamos a disfrutar ¿Sí? —le pidió Leo la respuesta no fue más que mirarlo con fastidio.
Todos comenzamos a movilizarnos, tardamos todavía un rato más en salir porque mis hermanos tenían que cambiarse de ropa.
Finalmente casi una hora después salimos, Andrés seguía diciendo que era una mala idea que ya era muy noche y más cosas pero ya nadie le hacía caso por fortuna una vez convencido Gustavo dejaba de ser razonable.
Andrés como ya tenía la costumbre de ser quien manejaba tomó el control del volante con Leo de copiloto, los demás nos fuimos en la parte de atrás.
Empezó a ser un buen viaje y hasta el más gruñón pareció aligerarse, pusimos las canciones que solían escuchar nuestros padres mientras las aullábamos.
Me recordó a cuando era niño y hacíamos nuestros escenarios mientras fingíamos que cantábamos y los otros aplaudían fungiendo como el público.
Parecía que todo estaba yendo de maravilla hasta dos horas después que el carro decidió dejarnos tirados poco a poco se fue deteniendo hasta que no arrancó más, al menos permitió orillarnos.
—¿Qué pasa? —cuestionó Gus un poco nervioso.
—No sé, no arranca—respondió Andrés que seguía intentando encenderlo.
—Vamos a ver —sugirió Leo.
Los tres se bajaron y abrieron el cofre.
—¿Saben lo que hacen? —preguntó Mariana.
—Bueno, Pato tiene un taller algo debió aprender Leo—contesté con cierta esperanza que se disipó en un instante cuando los vimos empezar a discutir no alcanzábamos a escuchar que decían, pero era evidente que Andrés le estaba reclamando algo a Leo.
—Enano —me llamó y yo bajé para ver en que era requerido—¿Tú sabes qué hacer? —cuestionó una vez que estuve cerca.
—Leo, no se siquiera manejar.
—¿No sabes manejar? —preguntó sorprendido Gustavo que miró a los otros interrogante —¿Qué no le enseñamos?
—Cuando lo intenté no me tuvo paciencia y cuando lo intentó Andrés no le tuvo paciencia a Alan.
—Y tú en ese entonces estabas con lo de la uni—añadí.
—Vaya, bueno ahora podría ser una excelente oportunidad —dijo palmeándome el hombro con cariño.
—Claro si tan solo arrancara—repuso Andrés recordando la crisis. —¡Podrías dejar el celular! —reprendió a Leo al notar que lo había sacado y empezaba a verse entretenido.
—Pato me mando mensaje—repuso sin dejar el aparato.
Entonces se me ocurrió una idea.
—¿No podría ayudarnos? —pregunté.
—Tardaría una vida en llegar hasta aquí —repuso con fastidio Andrés.
—Quizás sirva una consulta remota.
Andrés me puso los ojos en blanco, pero Gus aprobó la idea, le hicieron una video llamada.
Yo regresé al carro porque Mariana me llamó.
—Tengo frío.
Es cuando noté que traía una blusita de tirantes.
—¿Porque no te trajiste algo? —la reprendí.
—No creí que me daría frio—me miró con sus ojos tiernos y no me quedó de otra que solucionarlo.
Me fui hacia la cajuela donde por suerte era el único lado donde Andrés no se metía, ahí siempre era un desastre, pero nos había salvado más de una vez de los cambios del clima.
En efecto, dentro encontré varias prendas, busqué alguna que pareciera ser de Mariana, mientras buscaba alguien llegó a un lado mío.
—Alan—me llamó una voz que hizo que me estampara. Salí de la cajuela sobándome la nuca, Andrés me observaba.
—¿Que paso con el carro? —pregunté. El no respondió, simplemente se asomó a la cajuela y sacó de abajo del montón de ropa que acababa de hacer una bolsa de papel, se giró y se sentó en la orilla yo aún seguía inmóvil.
—Ten—me la dio con cierta brusquedad la tomé y saqué su contenido dentro había un disco de Moenia, no era actual era uno de hacía algunos años.
No entendía porque me lo estaba dando, no fue necesario preguntárselo.
—Feliz cumpleaños—expresó sin mayor ánimo. Contrario a lo que podría provocar un regalo me molesté.
—¿Que te pasa? No apareciste y ahora de buenas a primeras me das esto —cuestioné tratando de no alzar la voz.
—No todos podemos parar nuestra vida por ti—me dijo con una voz que también parecía estar controlándose ,estaba a punto de decir algo más cuando volvió a abrir la boca —no eres el único con una vida ocupada—añadió, pude entender que me estaba echando en cara de alguna forma el hecho de que faltara a su cumpleaños.
—Sabes perfectamente que no era precisamente por estar ocupado—repuse.
—Bueno, cada uno tiene sus motivos entonces.
De nuevo me estaba hirviendo la sangre, estaba por responder algo más cuando una vocecita me llamó.
—¿Encontraste algo, Ali?
Inhale y exhale controlándome, no podíamos discutir en ese momento, bastante teníamos con lo del carro no quería dejarle un mal recuerdo a mi hermana.
—Si ya voy—tomé lo primero que vi como suéter y se lo llevé no sin antes darle las gracias a Andrés de manera un tanto violenta.
—Te tardaste—se quejó poniéndose la prenda—que es eso —preguntó al notar la bolsa en mi mano.
—El regalo de Andrés—respondí molesto.
—¿Por qué discuten tanto? —quiso saber Mariana con cierta tristeza.
—Lo mismo quisiera saber— admití.
—¿Quién era el difunto? —preguntó de repente logrando sacarme de mi muina.
—¿Eh?
—¡Apesta! —se quejó frunciendo la nariz, me reí ante su cara.
—Creo que es de Leo. ¿Quieres que te la cambie?
—No, está bien luego estaré extrañando su dulce aroma—respondió riendo, agradecí que hiciera una broma porque pude tomar control de mi enojo, en ese momento Andrés subió al coche del lado del conductor por indicación de Leo, no dijimos nada más.
Después de algunos intentos finalmente encendió.
—¡Somos unos genios! —exclamó Leo con emoción.
—De algo sirve tu noviecito—protestó Andrés molesto.
—¡Que no digas esa palabra! —se quejó poniéndose ligeramente rojo
Mariana y yo intercambiamos miradas aguantándonos la risa, No alcanzaron a seguir discutiendo ya que Gustavo se interpuso, mandó a Leo atrás con nosotros y él tomo esta vez el volante con Andrés de copiloto.
El ánimo no fue el mismo quizás por la hora o porque la hamburguesa ya había hecho digestión.
Después de andar por al menos otras dos horas empezamos a quejarnos como pollos hambreados finalmente y no muy de acuerdo Gus hizo una parada en una gasolinera donde encontramos una tienda abierta.
Nos abastecimos para el resto del camino y de nuevo emprendimos el viaje.
De apoco comenzamos a caer primero Mariana encima de Leo y él sobre de mi finalmente cedi al sueño.
No supe cuánto tiempo había transcurrido pero Gus nos despertó había hecho otra parada en una gasolinera esta vez para ir al baño, bajamos adormilados cumplimos la misión y regresamos.
—Leo te toca manejar me siento engarrotado.
—¿Cuánto falta? —preguntó bostezando.
—Poco menos de 1 hora, Alan te toca ir de copiloto. —me indicó.
Consideré poco viable esa opción ya que éramos los que menos teníamos los ojos abiertos, pero obedecimos por suerte Mariana había comprado café y coca con esa combinación de cafeína y azúcar logramos revivir un poco.
Apenas arrancamos los de atrás cayeron como moscas.
—La edad—comentó con una sonrisita Leo, tarareaba por lo bajo la música que escuchábamos en la radio —¿Ya estas mejor? —me preguntó.
—Si, creo que ya tengo mejor ánimo.
—Ves que lo que necesitabas era una pausita.
Suspiré sonriendo.
—No fue de la mejor manera, pero sí.
—¿Y el pie?
—Hasta ahora ya no he sentido más dolor.
Seguimos conversando el resto del trayecto en un afán de mantenernos despiertos y alertas, me agradaba platicar con él, hacía mucho no conversábamos como lo estábamos haciendo ahora, pese al pequeño inconveniente del carro parecía ser que sería un buen viaje.
Cerca de las casi 4 de la mañana finalmente entramos a un pequeño poblado donde estaba la playa y al fin empezamos a ver el mar.
—Lo logramos—sonrió mi hermano triunfante mientras se estacionaba—llegamos—anunció para despertar a los de atrás.
Poco a poco comenzaron a despabilar.
—¿Enserio lo hicimos? —cuestionó mi hermana asombrada.
—Ninguna locura parece imposible para mi pulga—respondió Leo guiñándole el ojo.
Nos bajamos y nos estiramos mientras estábamos viendo el paisaje, aunque aún estaba obscuro y poco se veía, más que nada escuchábamos las olas, era una sensación relajante el olor del mar y la brisa sacudiéndonos el cabello.
—¿Y ahora qué hacemos? —cuestionó Andrés.
—Esperar al amanecer —respondió Leo cerrando el coche y acercándose al mar.
—Grandioso plan—comentó con sarcasmo.
Dejamos atrás a Andrés y seguimos a Leo que ya se había sentado en la arena finalmente se nos unió el que faltaba.
Fue una noche agradable, habíamos viajado 6 horas solo para hacer lo mismo que estábamos haciendo en la casa, platicar, pero era un ambiente diferente.
Se sentía de cierta manera como más nostálgico, pero a la vez mágico, aun estando Andrés y yo en el mismo espacio, reino la paz y una convivencia tranquila.
Gustavo como buen hermano mayor aprovechó para darle una que otra charla aleccionadora a Mariana para la nueva etapa que comenzaba, Leo añadió las cosas que debería intentar y Andrés aportó lo que no debería hacer, yo solo le aconsejé que disfrutara el momento usando un poco del discurso que me había dado mi padre.
Cuando comenzó a salir el sol nos quedamos callados contemplando el amanecer.
—Tomemos una foto—se me ocurrió de repente.
—¡Si! ¡Con el amanecer de fondo! —aprobó Leo levantándose y sacudiéndose la arena.
—¿Como podemos hacerle? —se cuestionó Gus buscando una manera.
—Ahí viene una señora—observó Andrés.
—¡Señora! —gritó Gus, ella respondió al llamado algo sorprendida de ver tanta gente tan temprano, le pedimos una foto y accedió.
Todos nos juntamos, Gus quedo como papá pollo abrazándonos a Leo y a mí que estábamos a cada uno de sus lados Andrés estaba después de Leo y Mariana estaba en medio.
La señora nos tomó unas cuantas y luego nos ofreció unas pulseritas tejidas que vendía, las aceptamos por hacernos el favor.
—A ver Mariana ¿Qué color? —preguntó Leo observando la mercancía.
—Morada—respondió.
—Yo quiero esa gris—dijo Gus
—¿Tu Andrés?
—No, yo solo uso relo....
—Para él la roja como su carácter—lo interrumpió Leo plantificándosela y aunque protestó le hizo un nudo ciego que dudaba que algún día pudiera quitársela—¿Tu enano?
—La verde —pedí.
—Ya sabía, pues bien elegiré la amarilla y esa blanca para Joaq.
La señora parecía asombrada por la cantidad que acababa de vender apenas iniciando el día, pero se fue muy a gusto y hasta la bendición nos dio.
—Nunca se la quiten—nos pidió Mariana que parecía encantada.
—Claro que no Boo, es nuestra pulserita de poder—respondió Leo abrazándola y dándole un beso en la frente.
—Dudo que pueda hacerlo—repuso Andrés aun intentando desamarrarla.
—Pues ya está, así se acordarán de mi—dijo sonriente finalmente Andrés desistió y palmeo ligeramente el hombro de Mariana, por ella era capaz de vestirse hasta de botarga.
—¿Creen que ya haya algo abierto? —preguntó Gus mirando la hora.
—Quizás en el mercado—sugirió Leo.
—Quiero comer aquí—pidió nuestra hermana.
—¿Arena? —cuestionó Leo burlándose.
—No, tonto. Quiero traer aquí el desayuno, pues.
—Vayamos a conseguir algo.
Regresamos al carro y comenzamos a andar buscando si había algo abierto, lo único que conseguimos fueron tamales, casi nos llevamos la olla entera en las últimas horas nuestra alimentación se había basado en sándwiches de mal sabor de la tienda, papitas y galletas era lógico que tuviéramos un hambre de perro y si eso añadimos el apetito que nos caracterizaba a todos, se multiplicaba.
De nuevo dejamos a un señor muy feliz y contento por haber logrado vender lo que vende en medio día de una sentada.
Ya con los tamales volvimos a la playa y nos sentamos a disfrutar la comida, jamás había hecho algo como esto y en verdad era agradable no tener un plan establecido.
Cuando terminamos de desayunar se les alboroto la tripa y la vejiga tanto a Leo como a Andrés por lo que tuvieron que ir en busca de un baño con urgencia, Gus los acompañó por lo que me quede con Boo.
—¿Estas feliz? —le pregunté en lo que esperábamos.
—Ha sido el mejor día desde hace mucho —respondió sonriente.
—Parecen locuras, pero al final valen la pena ¿No? —ella asintió.
—¿Recuerdas esa vez que nos llevó a la última función del cine?
Me reí ante esa anécdota. Yo tenía como 12 años, Leo nos cuidaba cuando decidió que estaba muy aburrida la noche, mamá estaba trabajando, papá tuvo que viajar por su trabajo de aquel entonces, Gustavo había salido a una fiesta por lo que se le ocurrió llevarnos al cine a la última función casi tuvimos que amarrar a Andrés para que no confesara nuestra aventura
—Andrés casi se infarta.
Mariana me acompañó riéndose.
—Es bueno que sea a quien más aguante, le hace falta relajarse un poquito. —comentó —No he podido preguntarte ¿Como estas?
Esa pregunta era bastante universal y había muchas formas de responderla por lo que me fui más al aspecto de salud.
—Mejor, ya me siento con más energía y mira mi pie esta como nuevo—señalé moviéndolo.
Mi hermana me sonrió y me tomo la mano.
—Eso puedo notarlo definitivamente te ves mejor que en las últimas semanas, pero aun conservas unas ojeras que sé que no son por algo sino por alguien.
—¿Hay alguna diferencia? —cuestioné extrañado.
—A ciencia cierta no lo sé, pero desde mi experiencia puedo diferenciarlas, te habla la persona que tiene por amiga una que ha sufrido por hombres más que una divorciada.
Me carcajee.
—¿La chica del susto? —asintió.
—Es un caso, pero dime ¿tengo razón? —pude sentir su mirada examinándome.
En otro momento quizás le hubiera mentido o inventado algo, pero después de la charla que tuvimos el día de su graduación no podía regresar tras la trinchera, me había prometido ser sincero con ella y ahora me sentía listo para hacerlo.
—¿Recuerdas el problema que tuve con quien vivía?
—Ah ¿Ya voy a saber la respuesta de la pregunta por la que casi te hechas media botella?
—No seas exagerada Mariana—ella se carcajeo.
—Bueno, cuenta, lo ansió—como lo pidió más parecía que estaba a punto de escuchar un chisme buenísimo.
Me solté a hablar, comenzando en como lo conocí y lo que sentí cuando lo vi enfatizando mis muchos esfuerzos para contenerme dadas las circunstancias.
Volvió a salir a tema la discusión con mi madre, pero solo para dar la razón de porque acabé en su departamento.
Le conté el cómo en un increíblemente breve tiempo comenzamos a hacernos muy cercanos y las cosas que comenzamos a compartir, el gusto por ver películas, las comidas callejeras, la música, las noches que nos quedábamos platicando hasta tarde y el inevitable tema de los aspectos más personales.
También mencioné las muchas cosas que me molestaban como su extrema distracción y lo que ocasionaba que encontrara las cosas en los lugares más extraños como la vez que hallé el control de la tele en el refri.
Aunque no pude dejar de lado contar lo que más me gustaba de él como su resiliencia o esa sonrisa que pese a lo que había vivido seguía teniendo ese aire infantil.
—Parece que realmente te enamoraste —sentí un vació en mi estómago, era una palabra que no me gustaba pensar cuando se trataba de Marck, sentí unas lagrimitas de cocodrilo empezar a salir de mis ojos, solté a mi hermana y pasé la manga por mi cara limpiándome—Ay, Ali—exclamó mi hermana, se me enroscó en mi brazo—dicen que no vale la pena llorar por nadie, pero creo que hay personas por las cuales si vale la pena hacerlo y él es una de ellas ¿verdad? —asentí dándole la razón.
No podía decir que Marck fuera mala persona, al contrario era de las mejores que había conocido, consideraba que alguien tan roto que aún puede ser tan noble con los demás valía oro, quizás podía tener uno que otro defecto como todos, sin embargo el más grande de todos era el hecho de que hubiera estado comprometido. Quizás si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias las cosas hubieran sido distintas, pero ya no quería pensar en eso.
—A decir verdad—comencé a decir sorbiéndome un poco los mocos—siento que ya lloré lo suficiente por él, realmente quiero dejar eso atrás—Boo me apretó con mayor fuerza.
—Vas a poder hermanito, ya vas a ver que toda ira mejorando—me aseguró con confianza, me zafé de su agarre y la abracé besando su cabello.
Haber hablado así de Marck con mi hermana me dio una sensación de cierta forma como liberadora, si bien siempre le contaba a Gus todas mis desventuras, me daba cuenta que era más como una confesión que un real desahogo, era distinto con mi hermana porque no temía ser reprendido, contarle a ella daba la misma sensación que cuando conversas con tu mejor amigo.
Atraje más hacia a mí a mi hermana, como pude haberme perdido tanto tiempo este maravilloso sentimiento.
No supe si mis hermanos tardaron demasiado en cubrir sus necesidades o yo realmente tardé nada en contarle a Mariana lo que me había sucedido pero al fin aparecieron, decidimos regresar ya a casa para evitar que mamá comenzara un interrogatorio.
El regreso fue más ameno que la ida, quizá porque estábamos más despiertos o porque el carro ya no presentó inconvenientes. Hacía muchos años no me sentía de esta forma, después de tanto tiempo volví a sentirme realmente reconectado a mis hermanos, pese a las diferencias tanto de edad como de personalidad desde siempre habíamos sido unidos, la mayoría de mis mejores recuerdos estaban ellos involucrados.
Ese viaje fue suficiente para darme fuerzas, empezaba a sentirme listo para comenzar a hacer mejor las cosas, ya tenia el impulso qué necesitaba para empezar de nuevo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top