Molde perfecto
En los días siguientes estuvieron más presentes mis hermanos y Joaquín, en parte me hacía sentir peor porque se supone que debería ser de ayuda y no motivo para que estuvieran también cuidándome.
Me imaginaba toda la carga que traía encima Andrés, pero no parecía que nuestra relación fuera parte de aquello. No entendía como había podido vivir con tanta tranquilidad después de dejarme peor que como me encontraba, yo simplemente no podía, intentaba olvidarlo, pero me era imposible.
La situación no cambio para nada, mi hermano no daba señas de que fuera a hacerse cargo de Iván y lo que más me sorprendía es que no parecía que los mayores quisieran intervenir, necesitaba una pronta resolución, empezaba a ser requerido en el trabajo, ya se venía la época decembrina y necesitaba adecuar todo a la temporada, por más que quisiera no podía seguir cuidando al niño.
Finalmente, pareció que alguien tomo acción, realmente no escuché mucho de la conversación, solo me pareció oír que Leo estaba en el cuarto con Andrés y de no haber sido mencionado mi nombre no me hubiera detenido. Me pare afuera de la puerta a ver que pescaba y saber porque salí a relucir.
—Al igual que Alan—escuché decir a Leo, hubo un momento de silencio que fue roto por un leve chasquido de lengua.
—Lo único que hago es discutir y echarle en cara que él sí puede hacer de su vida un papalote—respondió Andrés.
—Si quizás eso sea actualmente pero cuando eran niños lo cuidaste como a nadie—me sorprendió escuchar eso porque realmente no me acordaba, lo que más tenía en la memoria eran mis constantes discusiones entre nosotros desde antes de que yo entrara a la secundaria— y no me digas que lo dejaste de hacer, independientemente de lo que pienses acerca de sus decisiones en parte es porque te preocupas de él.
Me quedé estático, sintiendo que el peso que traía desde días atrás me hundía más. Al parecer tal como mamá, tenía unas formas poco entendibles de cuidar a sus seres queridos. Nunca pude verlo de esa manera, siempre lo sentí como una agresión contra mí, desde siempre tuve la percepción de que lo hacía solo porque me odiaba, pero si dejaba de ser ciego él me había ayudado en más de una ocasión sin que yo se lo pidiera, como cuando logró eliminar ese maldito video.
No pude seguir escuchando, me regresé al cuarto de donde había salido para hacerme ovillo en el piso, sintiéndome más miserable.
Pasé los siguientes días con remordimientos que no me dejaban descansar, quizás si no hubiera escuchado aquella conversación no me pesara tanto lo que había pasado.
Empecé a tener una lucha interna entre lo que sentía que debía hacer que era disculparme y entre mi orgullo. Mi hermano jamás se había disculpado y dudaba mucho que aun así de débil como estaba actualmente lo hiciera. Sin embargo, cada vez se hizo más presente un consejo que mi padre me dijo alguna vez.
Me dijo que no actuara según las acciones de los demás, ya que no podemos esperar lo mismo puesto que cada uno hace lo que hace bajo sus propios valores, principios y creencias.
Poco a poco mi orgullo cedió y comencé a buscar la oportunidad para acercarme y disculparme, pero no la hallé ya que mi hermano seguía encerrado y no quería irrumpir de nuevo en la habitación por lo que seguí esperando el momento oportuno.
El día 17 caí en cuenta que la pequeña criatura que llegó a poner todo patas para arriba cumplía 7 meses, recordaba que a Mariana le festejamos mes con mes hasta que cumplió el año por lo que no quería que pasara desapercibido, seguramente los otros no tenían en cuenta la fecha, pero una de mis funciones era recordarles eventos importantes como este.
Me fui por lo sencillo al fin y al cabo los ánimos no estaban precisamente para fiestas por lo que solo le compré el primer detalle por gusto y no por necesidad, deje encargado a Iván con Gus y fui a conseguirle algo. Me encontré un bonito mameluco de llama y, también averigüé que podía prepararle algo parecido a un pastel por lo que conseguí lo necesario.
Llegué a la casa tan entretenido pensando en lo que tenía que hacer que no note que había alguien sentado en la sala, pasé de largo directo a la cocina cuando una voz que hacía mucho no escuchaba me hablaba.
—Alan—me quedé con un pie al aire, me giré despacio, no sabía que me asombraba más, el hecho de que Andrés hubiera recuperado su tono habitual, que después de tantas semanas al fin lo viera de nuevo con la pulcritud que lo caracterizaba o que me estuviera llamando, antes de que pudiera decirme nada aproveché el momento.
—Lo siento—solté sin esperar a que abriera de nuevo la boca, mi hermano alzó ambas cejas genuinamente sorprendido—fue una imprudencia lo que te dije.
Esperaba que se diera media vuelta o que me enfrentara, pero no sucedió ninguna de las dos situaciones, comenzó a abrir su boca despacio.
—Tuviste toda la razón para hacerlo—reconoció, yo me quedé boquiabierto.
—Pero no era el momento, y te dejé ahí y me fui yo... —yo no encontraba palabras exactas para expresar mi arrepentimiento.
—Entiendo perfectamente, era necesario que sucediera.
No podía dar crédito a lo que mis oídos escuchaban, la tranquilidad de Andrés era como la olla que está a punto de hacer ebullición.
—Pero...—intenté añadir algo sin embargo me interrumpió.
—Voy a hacerme responsable de esta situación y tomaré la mejor decisión para el niño.
Seguía inmóvil intentando comprender lo que sucedía, no dije nada por lo que prosiguió no sin antes tomar un largo suspiro—soy el menos capacitado para cuidarlo, sin embargo creo que tu si podrás ver por él.
Mi cerebro parecía captar la idea, pero no podía procesarla—Lo mejor para Iván es que lo adoptes—me quedé perplejo, no podía creer lo que estaba escuchando.
—¿Yo? —cuestioné señalándome—¿Estás loco? No soy capaz ni de cuidarme a mí mismo ¿Y quieres que cuide a un niño?
—Lo has hecho bien en estos días—señaló sin perder el gesto neutro en su rostro.
—Si, bueno una cosa es cuidarlo y otra muy diferente es criarlo, estoy recién comenzando a ver qué hacer con mi vida Andrés.
—Igual que yo y sin embargo sigo creyendo que esto es lo mejor para él, piénsalo—y sin decir más, de nuevo se retiró a su guarida.
No sabía si sentirme halagado, molesto o emocionado. La verdad es que nunca tuve planes de tener hijos, y si bien Iván me hacía desearlo, convertirme en papá de la noche a la mañana y sin si quiera haber sido quien cometió la metida de pata, era una responsabilidad que no me sentía capaz de asumir.
Me quedé parado detrás de la barra de la cocina en blanco, olvidando el entusiasmo que traía antes de llegar a la casa.
—Alan—escuché una voz que me llamaba a lo lejos, no fue hasta que sentí un ligero jalón en mi dedo que reaccioné, frente a mi estaba Gus e Iván mirándome de manera detenida—¿En qué planeta estás?
—¿En la Tierra? —contesté con duda.
—¿Año?
—¿2017...? —respondí en el mismo tono.
—¿Por qué estas tan perdido? —cuestionó finalmente.
Me quedé un momento mirándolo aun aterrizando, y sin más se lo solté.
—Andrés quiere que adopte a Iván. —Gus parpadeo.
—¿Eso te dijo? —asentí con la cabeza y comencé a sacar las cosas de la bolsa—¿Y qué piensas?
—Que es una locura, que comienzo a considerar—admití.
—No es cualquier cosa, Al.
—Lo sé perfectamente, pero si no lo hago ¿Qué va a ser del niño? —cuestioné más para mí que para él.
—¿Qué es esto? —preguntó sacando el mameluco.
—Hoy cumple 7 meses—comenté.
—Vaya ¿Tan rápido? ¡Qué cosa tan mas grande! —dijo mientras alzaba al niño y este se carcajeaba—Voy a hablar con Andrés—exclamó.
—Si ya tomó la decisión dudo que puedas hacerle cambiar de parecer, además siendo sinceros no puedo verlo como papá.
—Ni yo— concedió—Pero no es una decisión que se tome a la ligera, para ninguno de los dos ¿Qué vas a hacer? —quiso saber al verme comenzar a preparar la mezcla para el panque.
—Su pastel o al menos algo parecido.
—¿Estás seguro de que no le hará daño? —preguntó.
—Ya revisé y leí al respecto, además me metí a un grupo de mamás en Facebook—respondí siguiendo con mi labor.
—Quizás si seas el adecuado—masculló, yo solo alcé la mirada y seguí en mi asunto.
—¿Qué se va a armar? —preguntó una voz que provenía de la puerta, anunciando la llegada de Leo y Joaquín.
Pese a todo, logré que fuera un buen día, hacia mucho no se sentía un ambiente tan relajado, hasta Andrés estuvo presente al menos físicamente, Iván parecía feliz, aunque no entendía que sucedía.
No pude extender más mi ausencia en el trabajo por lo que tuve que retomarlo después del fin de semana, lo cual me dejaba el pendiente de Iván, el único que se lo pudo llevar al trabajo fue Joaquín y Andrés tuvo que quedarse solo, rogando que ya estuviera mejor, seguí en una encrucijada sobre qué decisión tomar, entendía que alguien ya tenía que hacerse cargo como debía ser del niño
ya había pasado por mucho con la mamá para más aparte también nosotros, tener una familia bien establecida era parte importante del desarrollo del bebé, al paso que íbamos acabaría en terapia cuando creciera por nuestra culpa.
El viernes cuando llegué del trabajo, me encontré con la sorpresa de que todos mis hermanos estaban esperándome para ir con mamá, no entendía porque o para que y me temí que fuera para informarle que yo sería el padre del niño cuando ni siquiera lo tenía aun claro, ninguno comentó nada en el camino, el único que hacía ruidos era Iván ,me di cuenta lo mucho que le gustaba ir en el carro.
Una vez en la casa, entramos directo a la sala donde papá y mamá parecía que ya nos esperaban porque los encontramos sentados , tomamos asiento en el espacio disponible.
—¿Este es el niño? —cuestionó nuestra madre al ver a Iván entre mis brazos, ninguno respondió con palabras solo asentimos como pollos—Espero que me tengan una explicación porque desde que Leonardo y Gustavo vinieron no han dicho nada.
—Carmita, calma—pidió mi padre, Andrés se puso de pie como si fuera dar un discurso.
—Mamá, quiero antes de nada disculparme con ustedes—empezó a decir—tardé más de lo necesario en afrontar la situación y no tuve el valor de dar la cara, sin embargo, hoy estoy aquí para asumir las consecuencias de mis actos—mi hermano hablaba como un diplomático ni parecía que estuviera frente a sus padres— voy a hacerme cargo de Iván, su nieto—me quedé boquiabierto al escucharlo, aunque parecía que los otros dos ya sabían porque no se veían sorprendidos, Andrés intentó tomar al niño en brazos pero él se aferró a mí, pensé que eso lo haría echarse para atrás.
—Es cuestión de tiempo —intento calmarlo papá—Necesita acostumbrarse a ti hijo—añadió con un tono amable, era el único que parecía estar relajado.
—Dame al niño—solicitó mi madre, sin chistar me puse de pie y me acerqué a ella.
—Mira, ella es tu abuela Iván—le explique a la criatura que parecía confundido, mi mamá le brindó una sonrisa y el niño poco a poco se la correspondió hasta que finalmente le extendió sus manitas, mamá lo sostuvo entre sus manos y lo observó.
—Pero que cosa más bonita—comentó y luego se lo acercó para abrazarlo —soy tu Abu, Abu—le dijo mientras el niño balbuceaba riendo, mi padre se puso de pie y se acercó a ellos.
—Es igualito a Al y Andrés—comentó— hola, Iván— lo saludó mientras le acariciaba su cabecita.
Nos miramos entre nosotros dado que estábamos presenciando una escena que jamás creímos ver, a mi madre como toda una abuela, papá era más fácil de imaginarlo. Eso hizo que Andrés respirara con cierto alivio.
—Voy a ayudarte con Iván —le susurré acercándome a él y por primera vez en años pude ver una sonrisa hacia mí, muy leve pero ya era algo.
Nos quedamos el fin de semana en la casa, aun había muchas cosas de que hablar. En esos dos días intenté que Iván confiara en mi hermano.
—Me tiene miedo, es inútil—se quejaba cada vez que el niño ponía una cara que anunciaba un conato de llanto.
—Tienes que hablar con suavidad y quitar tu cara de chancla vieja—dije lo último sin pensarlo demasiado, no caí en cuenta de mis palabras hasta que vi su rostro—quiero decir que le sonrías un poco—aclaré, aunque habíamos crecido juntos me sentía como si estuviera con un completo desconocido.
—¿Cómo sabes que cara tiene una chancla vieja? —quiso saber mientras trataba de darle de comer a Iván.
—Supongo que como la tuya—me atreví a decir, eso provocó que se riera un poco, cada vez me sorprendía más, ni siquiera sabía que podía reírse.
Apenas llegó el lunes registramos a Iván, para añadir a la mejora de nuestra relación entre Andrés y yo me pidió que fuera su testigo, lo cual lo considere casi como si me hubiera pedido ser el padrino.
Entre tanto caos se nos olvidó un pequeñito detalle, mismo que recordamos el día del cumpleaños de Leo. Esta vez no pudimos decorarle como el pasado sin embargo no nos saltamos nuestra tradición, Mariana se comunicó para estar presente de manera virtual y todos fuimos a despertarlo, le cantamos y le dimos su pastel. Mis padres bajaron por el desayuno mientras nos quedamos platicando, nada parecía salir de lo normal hasta que Iván comenzó a exigir un cambio de pañal.
—¿Eso es un gato? —preguntó Mariana de repente—¿Adoptaron un gato?
Todos los presentes nos vimos unos a otros, nadie le había dicho acerca del niño, no sabíamos que responder.
—¿Siguen ahí? ¿Acaso se me fue el internet? —se preguntó.
—Boo—la llamo Gus.
—Ah siguen ahí, no se callen que no se si es la señal o que.
—Él es Iván—soltó finalmente nuestro hermano mayor girando la cámara hacia el niño, que ni siquiera mostró interés, dado que su queja se fue convirtiendo en llanto.
—Voy a cambiarlo—dijo Leo aprovechando para huir.
—Te ayudo—añadió Joaquín quienes salieron con Iván con rapidez.
—¿¡Qué demonios!? ¿Ya los mandan hechos? —parecía que quería soltar una mala palabra, pero se contuvo dado que Gus estaba ahí—¡QUIERO RESPUESTAS AHORA! —exigió.
—Alan, encárgate—me dio el teléfono Gustavo deslindadose de la situación
—¿Qué? Pero yo porque no me dejen con el demonio—mi hermano también huyó, busqué al involucrado, pero a saber en qué momento desapareció, valiente cosa, puede enfrentar a mamá y no a nuestra hermana.
—¿Entonces? —me encaró Mariana que de no ser porque estaba detrás de un teléfono hubiera temido por mi integridad.
Le conté muy brevemente lo poco que sabía, como había llegado Iván y sobre todo hijo de quien era, el saberlo la tranquilizó bastante.
—Discúlpanos por no decirte, pero han sido días muy complicados—finalicé, disculpándonos por todos.
—Con razón estaban desaparecidos, trabajo si como no. Maldito seas Gustavo, no podías informarme.
—¿Eh? —pregunté confundido.
—Hablé con el cuando llego de su viaje, y él me mintió, me dijo que nada pasaba, el me mintió.
—Mariana ¿Todo lo tienes que cantar? —soltó una carcajada un poco histérica que me dio susto.
—Maldita sea ¿Un sobrino? Y de Andrés, madre de Dios, debo seguir dormida ¡Esto no se los perdono!
—Perdona Boo, no sabes el caos que ha sido esto. No teníamos cabeza para nada.
—Ya van a ver cuando llegue—amenazó.
—¿Cuándo llegas? —quise saber con cierto temor.
—El 9 y van a ver lo que es amar a Dios en tierra de indios ¡Canallas! ¡Eso no es ser hermanos! —siguió maldiciéndonos por un buen rato hasta que papá apareció e intervino logrando calmarla, sabía que solo había sido por el momento, cuando regresara nos iba a mandar a la horca.
El resto de la semana nos quedamos todos en casa, poco a poco retomamos nuestras actividades incluyendo a Andrés, estar todos de nuevo con nuestros padres me hizo sentir como cuando éramos más chicos, después de tanta tensión se sentía reconfortante.
Mi hermano poco a poco comenzó a ganarse la confianza de Iván, en poco tiempo tuvo un cambio sorprendente.
La primera vez que lo vi siendo como debería ser un padre fue un día que desperté un poco más tarde de lo normal, venia bajando las escaleras cuando escuché una voz chillona que desconocí.
—El avióoooon chuuuu y vuela y vuela y vuela—decía, acabé de bajar para ver de quien se trataba, me sorprendí al ver a Andrés frente a Iván moviendo su mano con una cuchara, simulando un avión, el niño solo lo seguía con los ojos divertido.
—Ya dáselo, se va a marear—le reprendió nuestra madre que salió del baño.
—Aterrizaje forzoso—anunció, Iván abrió la pista y finalmente el bocado llegó a su boca.
—Extrañaba ver así a Andrés—comentó una voz detrás de mí, me giré a ver quién hablaba.
—Leo—dije como saludo.
—Así fue con ustedes. —añadió mientras pasaba frente a mi para unirse a los que ya estaban en el comedor.
Me gustaría poder acordarme de los buenos momentos y no solo de los peores, regresé a la segunda planta, fui al cuarto que compartí con Gus donde si bien aún se mantenía nuestro espacio, el closet estaba haciendo de bodega, bajé unas cajas y me senté en el suelo con ellas. Dentro había álbumes y cintas de video, comencé a ver las fotos.
Cada uno teníamos nuestro propio álbum, saqué el mío. Había olvidado esas fotos, las primeras obviamente eran de recién nacido, en cada una de ellas había un niño muy parecido a Iván, sin dudarlo era Andrés, sonreí al ver una ya más grandes bañados en lodo de pies a cabeza, si no mal recordaba ese día llovió a cantaros y el único a cargo era Leo quien nos dejó salir a empaparnos, fue tanta la lluvia que el patio se volvió un lodazal mismo que aprovechamos para revolcarnos como cochinos, Seguramente eso conllevo a un buen regaño para los tres, pero lo bailado quien nos lo quitaba.
No entendía como había podido olvidar esos momentos, realmente compartí mucho con Andrés, aunque no recordaba muchos recuerdos de las fotos que veía. Empecé a cuestionarme si realmente no fui yo quien empezó nuestra estúpida rivalidad.
—Estas aquí—alcé mi mirada donde estaba Andrés—mamá te estaba buscando. ¿No vas a ir a trabajar? —esa pregunta me hizo regresar a la realidad.
—Creo que aún estoy a tiempo ¿Qué quiere mamá? —quise saber.
—Creo que te quiere decir el menú para al rato.
—Ah, ya voy.
—¿Qué es eso? —preguntó observando la caja y lo que había sacado.
—Las fotos—respondí con cierta tristeza—¿Cuándo dejamos de llevarnos bien? —cuestioné sin evitar sacar la inquietud que sentía.
Mi hermano me observo un momento, luego suspiró y se sentó en el suelo.
—Supongo que en el momento en que tuviste el valor de hacer lo que querías—me extrañó su respuesta.
—No entiendo.
—¿Recuerdas ese concurso de baile que participaste en quinto? —empecé a rebobinar mi memoria, asentí recordando entre sueños. —Mamá no quería que lo hicieras, y aun así participaste. Yo nunca tuve la capacidad de confrontarla, solo hacia lo que me decía. Debo admitir que empecé a guardar cierto coraje porque hacías lo que querías contra viento y marea.
Estaba anonadado por lo que me decía, sobre todo porque nunca hablaba conmigo y menos para reconocer algo así.
—¿No me odias? —pregunté sin evitar decir en voz alta la duda con la que había crecido.
Andrés frunció los labios y negó con la cabeza.
—Eres mi hermano menor, jamás podría tener ese sentimiento por ti. Solo es que mi inmadurez pesó sobre todo. Aunque muchas veces intenté recuperarte, el daño estaba hecho. — Aun me sentía perplejo y aunque quería creerle, sentía que mi yo niño estaba gobernándome—Mi último intento fue con ese concierto de Moenia ¿Lo recuerdas?
De entre tantas cosas que estaban en blanco que pasaron entre nosotros ese concierto era lo que tenía más presente, mamá no quiso dejarme ir sin uno de mis hermanos y él fue el único disponible, después de años de estar como perros y gatos fue el primer y último momento que compartimos juntos, de eso ya habían pasado más de diez años.
—Vagamente—admití.
—Lamentablemente, volví a arruinarlo—lo miré sin comprender—tiempo después no puedo siquiera recordar que estupidez discutimos, pero te enojaste tanto que rompiste el disco que compramos cuando fuimos.
Ahí fue cuando me cayó el veinte, su regalo del año pasado, ahora tenía sentido.
—Lo que me regalaste hace un año...
—Fue un muy mal intento de disculparme—aceptó—Esperaba que recordaras lo bien que la pasamos ese día, pero no funcionó. —tenía una forma muy poco entendible de actuar.—Cuando te pusiste mal y luego te lastimaste, es cuando empecé a darme cuenta de que tu vida no había sido mejor por el simple hecho de hacer lo que deseabas
.
Sentía un nudo en la garganta, nunca creí que podría llegar hasta este punto con mi hermano y sin dudar se lo debía a esa criatura que ahora oía reír abajo.
—Yo también creí que tu vida era perfecta, hasta cuando apareció Iván. —confesé.
—¿Piensan ir a trabajar? —inquirió una voz que le prosiguió la cabeza de Leo—Gus esta histérico, le dijiste que lo llevarías al trabajo—dijo dirigiéndose a Andrés.
—Lo olvide por completo ¿Quieres venirte con nosotros? —me preguntó con una amabilidad insólita.
—Me queda más fácil tomar un taxi, voy en dirección contraria. —respondí sobrecogido.
—Pues ya muévanse, ya casi son las 8. Tu enano no has desayunado, y tú tienes que cambiar a Iván—nos regañó señalándonos respectivamente.
—¡Pero si lo había dejado limpio! —se quejó.
—Dato curioso de los niños, se baten a la menor provocación así que ya ve corre—cuando a Leo le entraban las prisas ni él se aguantaba—Hay unos sándwiches en la cocina, son para ti y papá—sin decir más salió del cuarto.
—Voy a atender eso—se puso de pie y salió tras Leo.
Todavía estuve un momento más contemplando la foto en la que me quedé fue la de mi primera comunión donde estaba con todos mis hermanos. Dado que empecé a escuchar más gritos abajo dejé de lado los recuerdos y fui a la planta baja para ver a que fiera podía calmar.
Cuando existe una reconciliación usualmente acaba en lágrimas y abrazos, no fue nuestro caso, pese a eso la conversación que tuvimos me dejó con el sentimiento de que había logrado derrumbar la pared que se había formado entre nosotros, no podía predecir que fuéramos a tener una relación cercana, pero al menos parecía que dejaríamos de estar peleando a penas nos viéramos y eso ya era ganancia.
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