Me siento bien

Lo que nos quedaba del fin de semana después de la celebración de los cumpleaños lo pasamos platicando con su familia, comiendo y visitando a sus amistades. En esos dos días pude saber más de Oscar, aunque desde que nos conocimos siempre fue un libro abierto sentía que el hecho de estar donde creció y compartir con sus seres queridos me hacía conocerlo de otra forma y sentirme aún más cercano a él. Lamentablemente, tuvimos que regresarnos en la madrugada del lunes ya que no podíamos faltar a nuestros trabajos, Pame y la abuela pudieron quedarse más tiempo por lo que nos regresamos solos.

Me sentí más tranquilo que en el viaje de ida, supuse que era cuestión de acostumbrarse, además si tenías de compañero a alguien como Oscar era difícil que algo te causara angustia, su actitud y alegría podían hacer que se olvidará con facilidad.

Cuando llegamos a la escala en la ciudad de México me sentí tentando de ir a ver a mi hermana, pero mi amigo me hizo ver lo complicado que iba a ser y el gasto que implicaba por lo que me acabé resignando de seguir con nuestro camino.

Finalmente, tras mucho tiempo de tratar de llegar del aeropuerto a la casa de Tita, lo logramos, apenas entramos por la puerta nos dejamos caer en el sillón, ganando el cansancio por encima del hambre o sed.

—Deberíamos conseguir un transporte, aunque sea una bici—resopló Oscar.

—¿No crees que sería peor pedalear desde allá hasta acá? —observé.

—Una moto entonces.

—Si ponemos medio riñón cada uno igual y lo conseguimos—soltó otro resuello y se hundió aún más.

—Es una opción—respondió, dando un ligero suspiro y su cabeza acabó en mi hombro—lo peor de todo es mañana ya tenemos que ir a trabajar —se lamentó.

—Agradece que te dieron permiso — Palmé con suavidad su cabeza

—Sabes que—dijo de pronto incorporándose y recuperando su energía—deberíamos emprender un negocio.

—¿Estás loco? —cuestioné sin inmutarme, si bien era una idea que tenía en mente, plantearla a la realidad sonaba a una completa locura.

—Podríamos tener más tiempo y no depender del permiso de alguien—dijo volviéndose a recargarse en el sillón—y poder comprar una moto manteniendo nuestros órganos intactos.

—¿Y de qué? —pregunté empezando a llevarme por la somnolencia.

—Tamales—sugirió.

—O tortas —añadí siguiéndole el juego

—O quizás calzones, todo mundo los usa y necesita.

—Si calzones suena bien.

Seguimos divagando hasta que nos quedamos dormidos, no nos paramos del sillón hasta pasada la medianoche en que el hambre nos hizo movernos.

Al día siguiente cada uno se fue a su trabajo y todo volvió a la rutina de siempre.

Me sentía en un estado de estabilidad que hacía mucho no experimentaba o es más ni si quiera sabía si alguna vez estuve así.

Realmente y solo era ocasionalmente, mi mayor inquietud era eso que me dijo Oscar que a veces las personas regresan como bumerán.

A veces me daba pequeños sustos cuando creía verlo andando en la calle, pero por suerte siempre había sido mi paranoia.

Pensándolo fríamente, era casi imposible que pudiéramos coincidir, donde yo solía andar dudaba mucho que fuera lugares que frecuentara por lo que con el paso del tiempo y entre más lejana se volvía esa conversación deje de pensar en ello, completamente seguro que la vida no podría jugarme una broma así.

Todo parecía marchar más que bien, sin embargo, comencé a llegar a un punto en que, aunque me sentía feliz y a gusto, tenía la inquietud de hacer algo más.

Mi empleo era el mejor que había tenido, el sueldo era excelente, el trabajo solo era pesado en fechas festivas o promociones, el trato era bueno la desventaja era la falta de contacto humano.

Los maniquís solo hablaban cuando me pasaba de mi hora de comer o me encontraba agotado por lo que sentía la necesidad de querer algo más donde tuviera interacción con seres vivos.

Y tal como me paso cuando entré a trabajar ahí las puertas se abrieron en cuanto estuve dispuesto a cruzarlas.

La oportunidad que jamás esperé llego con la persona que tampoco esperaba, mi hermano Andrés.

Solíamos reunirnos todos de vez en cuando a comer en algún restaurante para ponernos al corriente, aunque estábamos en constante comunicación no era lo mismo hacerlo en vivo.

Fui el primero en llegar ya que me fui directo del trabajo, Gus seguramente en cualquier momento apareciera, y en efecto apenas me senté a la mesa llegó con una cara de agotamiento total

—¿Tuviste un día pesado? —pregunté cuando se sentó frente a mi.

—Como no tienes idea.

—Si al menos te pagaran bien—dijo una vocecita que apareció tras de nosotros.

—Hola Leo—saludé.

—Hago mi trabajo por un bien mayor que solo ganar dinero—protestó mi hermano mayor.

Leo se sentó negando con la cabeza.

—Eres como la versión buena de Úrsula—exclamó.

—¿Como es eso? —pregunté sin entender.

—Ayuda a las pobres almas en desgracia—tomo un poco de aire y para nuestra sorpresa comenzó a cantar —Este no dio pensión, está el marido los hijos le quito ¿Quién los ayudo? —hizo una pausa mirando al otro y prosiguió—Pobres almas en desgracia

Me carcajee mientras Gus le lanzaba una mirada fulminante

—Es lo que debería ser mi profesión, que otros la corrompan es diferente.

—Está bien hermanito por eso hoy yo te invito la comida—respondió riendo, haciendo que se enfurruñara más.

Estaba a punto de decirle algo cuando Andrés apareció.

—Hola, hubo un paciente de último minuto—dijo explicando su tardanza.

—¿Y Iván? —preguntó Leo.

—Si, claro tu hermano esta excelente, cansando, pero bien—recriminó.

—Ay tú que—exclamó.

—No seas grosero Leonardo ¿Que tal la chamba? —intervino Gus.

El siguiente rato prosiguió como cualquier charla entre hermanos, del trabajo la vida y temas diversos mientras comíamos.

Ya estábamos terminando cuando Andrés se dirigió directamente a mí, si bien las cosas entre nosotros estaban muchísimo más tranquilas no teníamos casi trato, lo que más nos mantenía cerca era Iván.

—¿Estas muy cargado de trabajo? —preguntó de forma repentina hacia mi interrumpiendo a Leo de su plática acerca de lo poco que dura el piso limpio.

—La verdad es que no tanto —respondí, parecía que más que una conversación casual como la que estaba teniendo con los otros quería llegar a un punto, me observó un momento frunciendo la boca como viejito como cuando estaba pensando

—¿Tendrías tiempo para organizar una comida?

Los demás alzaron la mirada observándolo.

—¿Comida? ¿De quién? —quise saber extrañado.

—Es para el director general del hospital que se va a jubilar.

Había pensado que se refería a algo pequeño, no sé cómo para la familia.

—Creímos.... Pensamos... —comenzó a decir al notar las caras confusas que todos teníamos—No conozco quien pueda ayudarnos y la organización está siendo caótica, y se necesita que salga lo mejor posible.

No respondí me quedé parpadeando, por un instante crucé la mirada con Gus, en su rostro se formó una pequeña sonrisa y asintió con la cabeza como animándome a aceptar, volví mis ojos a Andrés que aun con su cara presunciosa de siempre parecía expectante con la respuesta.

—Supongo que algo puedo hacer—contesté algo inseguro.

—Perfecto entonces terminando de comer hablamos de los detalles—y sin más cambió el tema, estuvimos charlando hasta que acabamos con lo que quedaba en los platos.

Pagamos y salimos del restaurante de manera lenta dada la cantidad de comida que engullimos.

—Siento que subí como diez kilos—expresó Leo sonriendo mientras frotaba su estómago.

—No lo dudes, comiste como si el mundo se fuera a acabar—dijo Andrés—¿Quieres que te lleve a tu departamento? —añadió.

—No, gracias, pasare a comprarle algo a Joaq.

—Bueno ¿Y ustedes? —preguntó hacia Gus y a mí.

—Por favor, así puedes hablar con Alan—respondió.

Nos despedimos de Leo y fuimos hacía el carro, el mayor se fue en el asiento trasero y yo me senté en el del copiloto, en el camino Andrés me dio más información hasta que llegamos a la casa de Gus, nos despedimos y bajamos del auto.

Una vez en la casa nos sentamos en el sillón aun sintiendo la cena en los ojos.

—Suena a una gran oportunidad—comentó Gus después de estar un rato en silencio.

—La verdad es que no sé qué me abruma más, el hecho de organizar algo así solo o el que me lo haya pedido Andrés.

Mi hermano soltó una risita.

—Si te lo pidió es porque confía en ti, Al. Vas a hacer un gran trabajo.

Palmeó mi brazo afectuoso

Quería creerle, pero lo más grande que había organizado digamos solo era una miniexposición en la universidad, en la agencia tenía mayor guía, yo no tenía que hacer otra cosa que hablar con quienes teníamos convenio, firmar contratos, elegir a según el gusto del cliente y fin, esto era completamente diferente.

Para mi suerte no estaba solo, tanto Oscar como Pame podían ayudarme, de alguna forma sus profesiones se relacionaban y los tres podíamos compaginar lo que sabíamos.

Gracias a eso logramos sacar adelante el evento, finalmente llego el día y todo quedo por encima de nuestras expectativas, nos sentíamos agotados pero satisfechos con nuestro resultado y aun mas con las ganancias.

—Sigo sin creer que tenga en mi cuenta semejante cantidad—comentó con emoción mi amigo—lo que apenas logro ganar en dos meses trabajando, así —chasqueó los dedos—lo acabo de ganar.

—No fue así de fácil Oscar—observé—también estuviste trabajando bastante con esto.

—Si, pero no es lo mismo, la verdad es que no lo sentí como trabajo.

Una mujer se acercó a nosotros por lo que no pudimos seguir conversando.

—¿Eres el hijo de Carmelita? —preguntó mirándome.

—Eh si, Alan—me presenté estirando mi mano, ella me la estrecho con una sonrisa.

—Yo soy Paola, una de las enfermeras, tu mami tuvo toda la razón—comentó sonriente, la observé queriendo saber a qué se refería— Nos dijo que su hijo era el mejor para esto, pensé que el evento sería como esas comidas que nos organizan el diez de mayo, pero realmente quedo espectacular.

No sabía que decir ante eso por lo que solo me quedé como los pingüinos de Madagascar, aunque mi sonrisa de pánico dudo que se viera agradable por más que quisiera disimular, platicamos un momento más con ella hasta que alguien la llamó y se fue.

—¿Oíste lo mismo que yo? —le pregunté a Oscar queriéndome asegurar lo que creí escuchar.

—¿Acerca de qué? —preguntó distraído.

—¿Mencionó a mi madre?

—Ah si, algo como que su querido hijo era el mejor—respondió.

—No lo creo —repuso.

—Si estás aquí es por alguna razón mi querido amigo. Si tu mamá no lo creyera ni loca que te dice.

—No fue ella.

—Pero fue tu hermano, tu hermano trabaja con ella, creo que fue un emisario.

Estaba incrédulo, a lo lejos observé a mi madre que estaba con los demás enfermeros, por un instante me a ver pareció que miraba hacia a mí, asentía con la cabeza y se fruncían sus labios haciendo algo parecido a una muy ligera sonrisa.

—Jamás estuvo de acuerdo con lo que estudie.

—Quizás era su miedo a que te murieras de hambre, lo mismo paso con Pame cuando les dijo a mis tíos lo que quería hacer con su vida, le dijeron que iba a acabar trabajando en un McDonald's, y bueno si trabajó en uno —dijo riendo—pero solo fue temporal, como un paso más en su camino.

—Todo excelente, como esperaba—observó una voz detrás de nosotros, de nuevo Andrés hizo una de sus fantasmagóricas apariciones.

—Ah el fantasma de la ópera—gritó Oscar pegando un brinco, ese comentario hizo que mi hermano lo fulminara con la mirada—solo eres tú —dijo recuperándose, él lo ignoro.

—El director quedo satisfecho, buen trabajo—era la primera vez que escuchaba esas palabras saliendo de su boca por lo que me quede sin poder decir algo.

—Muchas gracias, estamos pa servir, lo que guste nos hecha una llamadita—respondió Oscar por mí, cosa que no le hizo mucha gracia al otro, por lo que después de una mirada severa se despidió

—Debo regresar con los demás—me dio una ligera palmada en el hombro y así como vino se fue.

—¿De casualidad no le dicen el Gasparín? —comentó viéndolo irse, no respondí aun no me hacía sinapsis el cerebro—¿Y a ti el mudo? —añadió.

Ese evento nos abrió el panorama y la idea de un negocio propio se volvió realidad y no solo un divague en una tarde calurosa después de un largo viaje, aunque vender calzones no era mal plan, lo que mejor podíamos hacer era organizar eventos.

El 2019 empezó con una nueva perspectiva y planes, todo se fue acomodando para poder formalizarlo y darle la seriedad que se necesitaba, gracias a la comida que organizamos en el hospital una de las doctoras nos solicitó para organizar el festejo de su padre por su cumpleaños y así por el boca a boca comenzamos a tener trabajo.

Es en ese momento en que Pamela más entro en acción y aunque en términos generales parecía estar en todo y nada cuando se trataba de trabajo podía convertirse en la persona más centrada que conocía.

Nos hizo organizarnos y enforcarnos en nuestros objetivos hasta que llegamos al resultado de formar nuestra sociedad, como organizadores de eventos mayormente empresariales

Después de algunos meses en que parecía estar más consolidado todo y en el que podíamos llamarle realmente negocio realizamos una comida con mi familia para anunciar y festejar por el logro.

Aprovechamos las vacaciones de verano para que Mariana estuviera presente, arreglamos el patio de mi casa y preparé la comida, una vez listo todo, nos reunimos en el patio que ya estaba dispuesto para la ocasión, mi hermana apenas había llegado el día anterior por lo que no la había visto, en cuanto me vio corrió hacia a mí.

—Mi hermanito querido—gritó colgándose de mi cuello.

—Como te extrañé Boo—exclamé estrechándola suavemente, ella apenas y me soltó para verme.

—No sabes lo feliz que me hace saber que al fin lograron llevar a cabo ¡Muchas felicidades!

—Tu y tus buenos deseos, pura buena suerte me has dado niña—respondí pellizcándole con carillo su nariz, mi hermana beso mi mejilla.

—Todos los días rezo para que les vaya bien y creo que algo ha funcionado, hasta Diosito se apiadó de Leo—dijo riendo.

—¿Eso me incluye? —preguntó Oscar apareciendo a su lado.

—Por ti rezo para que te des cuenta del pedazo de hombre que tienes a tu lado y no lo valoras—repuso frunciendo la boca.

—Claro que lo valoro, es mi más querido amigo—respondió abrazándome.

—El único de hecho—comenté entre dientes.

—Yo digo como algo más. —expresó Mariana mirándonos, parecía que aun mantenía la esperanza de que algo se diera entre nosotros.

—Tienes una manera tan sutil de mandarme lejos Marianita—repuso Oscar.

—¿Aun sigues con eso?

—La esperanza es lo único que no muere—repuso con una sonrisa galante.

—En efecto, tú vas a ser el próximo en morir si te sigues acercando a mi hermana—exclamó Andrés apareciendo con Iván en brazos.

—No digas eso frente al niño—lo reprendió Boo.

—¡Tía! —gritó el niño, estirando sus brazos para que lo cargara, Mariana lo recibió y comenzaron a platicar.

—Te estoy vigilando—amenazó a Oscar mi hermano mientras se llevaba a Boo con mis padres.

—Cuídate Wazowski, cuidadito, te estoy vigilando—dijo Oscar en un tono agudo—Andrés me tiene entre ceja y oreja, ya no puede bromear uno —se quejó.

—Cuando se trata de la niña de sus ojos todo es muy en serio.

Gus se acercó a nosotros.

—Vamos a brindar—nos invitó con una sonrisa.

Asentimos y fuimos con los demás, no era el único con una sonrisa, hasta mamá parecía feliz, una vez que todos tuvimos una copa en mano, hasta Iván con su jugo participaría del brindis. Quien tomó la palabra fue mi padre que era más que evidente el orgullo que sentía.

—Quiero felicitarlos a ambos por que han logrado un magnífico trabajo, también le agradezco a Pame—levantó la copa hacia ella —por poner en paz a estas dos cabezas locas, espero que todo sea fructífero y sigan creciendo.

Levantamos la copa y bebimos, todos volvieron a esparcirse para comer y platicar entre ellos, mi papá se acercó a mí en un momento en que mi sobrino se llevó a Oscar para jugar.

—Siempre creí que harías algo grande y al fin lo lograste, no me equivoqué en brindarte todo mi apoyo—me acerqué a él y lo abracé.

—Gracias por siempre haber creído en mi antes de que siquiera yo pudiera hacerlo. —mi padre me palmeo la espalda.

—Nunca dudes de lo que eres capaz de lograr, Al. Y más cuando te juntas con las personas adecuadas, me alegro de que hayas conocido a tu socio.

—Yo también me alegro, Pa.

Nos alejamos y el me dio unas palmaditas en mi cara.

—Mi muchacho, como has crecido, estoy orgulloso de ti.

Los ojitos se me aguadaron, no hay mejores palabras que puedes escuchar de un padre que esas.

Mi madre se acercó a nosotros.

—Viejo, Iván quiere que vayas a ver algo.

—¿A si?

—¡Abu! ¡Abu! ¡la piedra! ¡mira piedra! —se empezó a oír sus grititos.

—Ya oí, voy con él—parecía un plan para que ella pudiera hablar conmigo algo que no me esperaba, mi padre se fue hacia el niño y mi mamá se plantó a un lado de mí.

—Ha crecido bien el negocio—observó despacio.

—Si, bastante más de lo que imaginaba.

—Me da gusto—dijo de manera seca sin pizca de entusiasmo, pero no había malicia, simplemente es que ella no era efusiva ni nada por el estilo.

—Gracias—le solté, mi madre asintió con la cabeza—gracias por darme esta oportunidad—al decir eso logré que por un instante me volteara a ver confundida.

—No entiendo a qué te refieres.

No le di explicaciones, solo me atreví a hacer algo que en mucho tiempo no había hecho, pasé mi brazo por encima de sus hombros, sentí como se tensaba un poco pero no se alejó con una mano palmeo la mía que tenía sobre de ella.

—Lo has hecho bien—masculló—hice flan ¿Quieres? —dijo de repente como queriendo apagar la frase anterior, la solté y asentí.

—Claro.

—Bueno, voy a sacarlo.

Y sin más se dirigió a la cocina, aunque había tratado de disimular lo que dijo lo había escuchado y no cabía en la felicidad que sentía, mi madre jamás me había dicho algo positivo al menos no de esa manera, no podía con la felicidad que sentía.

Oscar, aunque estaba feliz pude notar que estaba un tanto decaído y lo comprendía, cuando logras algo grande con quieres compartirlo es con tu familia, pero la suya estaba lejos demasiado lejos, Tita no había podido ir con nosotros por lo que, aunque estaba rodeado de alegría y amor que todos, o casi todos, le habían brindado como un miembro más algo le faltaba.

Por lo que entre Pame y yo le preparamos una pequeña sorpresa, nos organizamos con ellos y casi finalizando el festejo nos enlazamos en una videollamada. Oscar casi chilla de la felicidad, le prometí que trabajaríamos duro para que el próximo mes pudiéramos ir a visitarlos tal como el año pasado.

Al final no nos fue posible ir por nuestros cumpleaños, pero lo planeamos para final de año.

En los siguientes meses seguimos trabajando duro tanto en nuestro empleo como en nuestro negocio hasta que finalmente, una vez que nos sentimos más seguros renunciamos, porque era complicado y agotador mantener las dos cosas, ya nos iba lo suficientemente bien como para apostarle todos nuestros ingresos a lo que emprendimos, la inquietud se me había calmado, un sueño que apenas y había vislumbrado se estaba cumpliendo, estaba rodeado de personas que me querían y reconocían mis logros, pero sobre todas las cosas, yo mismo podía al fin reconocer mi valía y mis capacidades, me sentía más seguro, feliz y con el autoestima en alto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top